viernes, diciembre 26, 2008

Meditación de El Bosque




El simbolismo de los bosques es muy enriquecedor, ya que en la antiguedad éstos fueron lugares sagrados, parajes donde el hombre entraba en contacto con la divinidad y apreciaba su maravillosa obra. En el bosque impresionan el silencio, el misterio y la belleza.
Los celtas tenían sus templos en los bosques, siendo la encina su árbol sagrado. En la Roma imperial (al igual que en la Grecia clásica), la ciudad estaba rodeada de bosques sagrados, entre los cuales el de Diana en el camino de Arisia y el de Vesta al pie del Monte Palatino eran los más conocidos.
El simbolismo de la Caballería medieval establecía una diferencia entre la corte y el bosque. La corte significaba un lugar de encuentro, con normas establecidas, en una palabra la "vida en sociedad", mientras que el bosque era un lugar para que los caballeros se iniciaran en sus aventuras, superando los peligros que aparecían por doquier.
El bosque era símbolo de la "iniciación", un sitio de perfeccionamiento y purificación, donde el caballero solitario hallaba la libertad.

Los peligros del bosque

Los cuentos infantiles recurren una y otra vez a la fantasía de los bosques, como un lugar peligroso y a la vez fascinante, donde viven ogros, brujas, gigantes, enanos y dragones. Encontramos estas referencias en la bella durmiente del bosque, Caperucita, Blancanieves, Pulgarcito, Hansel y Gretel, entre otros. Estos personajes representan casi siempre al buscador espiritual que debe enfrentarse a diversos escollos relacionados con el mal, pero que en el bosque encuentran alguien que los auxilia para cumplir su misión.
En las obras de J.R.R. Tolkien, los bosques alcanzan una dimensión mágica que nadie ha podido imitar. Los miembros de la "Comunidad del Anillo", comandada por el hobbit Frodo Bolsón, siempre dudan antes de aventurarse en los misteriosos bosques, pues estos están plagados de leyendas, secretos y peligros.

El bosque como refugio para la iluminación

Emerson dice que "en el bosque retornamos a la razón y la fe. Allí siento que nada habrá de acontecerme en la vida sin que la Naturaleza pueda subsanarlo. De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se diluye. Me convierto en un globo ocular transparente; nada soy: lo veo todo; las corrientes del Ser Universal me circulan; soy una porción de Dios. (...) En los lugares silvestres, encuntro lago más caro y próximo a mí que en las calles o poblados. En el paisaje tranquilo y, especialmente, en la lejana línea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza".
El silencio del bosque es un verdadero refugio para la iluminación, para encontrarnos a nosotros mismos y descubrir nuestra verdadera naturaleza.
John Muir opinaba que "si a la gente en general se la pudiera llevar a los bosques, incluso por una vez, a oir a los árboles hablar por sí mismos, desaparecerían todas las dificultades en cuanto a la preservación forestal".
En síntesis: el bosque es símbolo de la riqueza de la vida espiritual, un verdadero santuario, con intermediarios entre el cielo y la tierra, los árboles, que entierran sus raíces en el suelo, pero que intentan llegar al cielo con sus ramas.
Dadas sus características, el bosque es un lugar ideal para realizar ceremonias místicas y practicar meditación.

El árbol

Como ya dijimos, el árbol ha sido interpretado por diversas culturas como un intermediario entre el cielo y la tierra, ya que sus raíces se hunden en lo más profundo de la materia y sus ramas se elevan hacia las regiones del espíritu. Es por esta razón que podemos afirmar que el árbol es un símbolo dual.
Buda alcanzó la iluminación bajo el árbol de la Bodhi, del cual un vástago todavía perdura en Ceylán, mientras que en la mitología nórdica Odín recibe el secreto de las runas colgado en las ramas de Yggdrasil. Este árbol era un fresno gigante, con ramas que llegaban a la tierra de los muertos, la de los hombres, la de los duendes, la de los rectos y la de los gigantes. Por esta razón, las misiones cristianas de San Bonifacio (674-754) al llegar a tierra nórdica se encargaron de talar todos los árboles consagrados al dios Odín.
La relación del árbol con el conocimiento la encontramos también en la tradición judeocristiana, cuando Eva vio que "el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar sabiduría" y comió de su fruto.
Subirse a un árbol simboliza el ascenso espiritual, donde el camino no es fácil y se transita de la oscuridad a la luz. Por otro lado, plantar un árbol es vencer a la muerte, ya que seguramente este seguirá vivo tras nuestra desaparición física.
Dice Antoine de Saint-Exúpery: "Hay hombres débiles que no pueden superarse. Ponen su felicidad en lo mediocre después de haber asesinado lo más grande que hay en ellos. Se detienen en una posada durante toda su vida. Llaman felicidad arrastrarse en torno a sus mezquinas provisiones. Renuncian a oir la voz de Dios, voz que es necesidad, búsqueda y sed indescriptibles. No buscan el sol como los árboles en medio del bosque que jamás lo tendrán almacenado, sino que deben perseguirlo ascendiendo, erguidos como columnas gloriosas, lisas, que brotadas de la tierra se han convertido en fuerza persiguiendo a su Dios".

Ejercicios con los árboles

1) Recepción de energía arbórea: Los árboles expulsan "prana" (energía vital) que no utilizan y es posible acceder a esa energía sintonizándonos con ellos. Para ello existen diversas técnicas que se basan en el mismo principio, las cuales enumeraremos a continuación.
En todos los casos es necesaria una relajación inicial y una sintonización con el árbol, mediante una contemplación consciente.
a) Método indígena: Para absorber la energía, algunas tribus americanas se acostaban contra el árbol, sintiendo como ésta fluía hacia el cuerpo del practicante.
La veneración de los indígenas norteamericanos por los árboles queda en evidencia en algunos pasajes de la obra "El Canto de Hiawatha" de Longfellow.
b) Técnica oriental: Adoptada por algunos estudiosos de las filosofías orientales, entre ellos el Coronel Olcott, que acudía a un eucalipto cuando estaba muy agotado.
Nos debemos acostar enfrente al árbol y colocar nuestras piernas apoyadas sobre el tronco, sintiendo como la energía fluye desde nuestros pies hacia todo nuestro cuerpo.
c) Técnica de las manos: Utilizada por algunos espiritualistas de Occidente, se basa en la recepción de energía a través de las manos. Para practicar este método debemos sentarnos frente al árbol en posición de loto o similar y colocar las manos paralelas al tronco del árbol, a pocos centímetros de éste.
Cada persona debe descubrir cuál es la técnica que más se adapta a su persona, ya que el éxito de estas técnicas depende de nuestra sensibilidad y concentración.
Algunos árboles -como el pino y el eucalipto- poseen propiedades más perceptibles y por esta razón que se aconseja comenzar la práctica con éstas especies, aunque es necesario aclarar que cada clase de árbol brinda un tipo de energía diferente.
Luego de la recepción de esta energía arbórea nos sentiremos con más vitalidad. Según el investigador Arthur Powell "los árboles consumen prana (energía vital), pero rechazan los átomos cargados de prana rosáceo que no necesitan".
Estas técnicas de absorción son altamente positivas para aquellas personas estresadas o nerviosas.
Algunas técnicas europeas de recepción de energía (aún a distancia) reciben el nombre de "yugum" y se basa en algunas posturas físicas para conectarnos con las diferentes clases de árboles.

2) Sentir la savia: En el hermoso libro "Mi planta de naranja-lima", José Mauro de Vasconcelos dice: "Los árboles hablan por todas partes. Por las hojas, por las ramas, por las raíces. ¿Querés ver? Apoyá tu oido en su tronco y vas a escuchar palpitar su corazón". Y esto es justamente el objetivo que percibe este ejercicio enseñado por Joseph Bharat Cornell, para el cual necesitamos un estetoscopio.
El objetivo es descubrir como un árbol, aunque parezca quieto, está rebosante de vida y puede "latir". En primer lugar, debemos elegir un árbol que tenga quince centímetros de diámetro por lo menos y una corteza no muy gruesa. Luego debemos colocar el estetoscopio firmemente sobre la corteza y sin moverlo, sentir como fluye la savia en su interior. Para que este ejercicio tenga éxito, debemos probar una y otra vez en diferentes lugares del árbol para poder sentirlo más claramente.

APLICACIÓN PRÁCTICA

1) Meditación sobre el símbolo del árbol
2) Llevar a cabo las prácticas sugeridas anteriormente.
3) Estudios sobre el prana.