martes, abril 21, 2009

La Habitación y el Bagua



La Escuela del Bagua, como la Escuela de la Brújula, parte de determinados símbolos de la filosofía china, pero a diferencia de esta última, el Bagua incorpora simbología de nuestra civilización occidental. Por ejemplo, izquierda y derecha tienen distinta significación y el centro es el lugar del que parten todas las cosas.
Para que las curas Bagua sean realmente efectivas, debemos concebir la vivienda, y cada una de las habitaciones, como si de un ser vivo se tratara.
Movemos nuestras manos de una forma distinta a como movemos nuestros pies. Usamos nuestros ojos de un modo distinto a como utilizamos nuestra nariz. Cada una de las partes de nuestro cuerpo tiene una función específica, y reaccionamos con ellas en función de nuestras emociones. Abrazamos con ternura o golpeamos con ira. Para ambas expresiones usamos las manos y los brazos, pero lo hacemos de distinto modo.
Una casa o una habitación puede ayudarnos a expresar, o incluso potenciar, cualquiera de nuestras emociones, siempre y cuando aprendamos a usar sus parcelas de forma adecuada.
En el Bagua chino, el centro es el Yo y, girando en el sentido de las agujas del reloj, cada uno de los lados del octógono se refieren a los distintos componentes de la vida: fama, matrimonio, hijos, personas allegadas, carrera profesional, conocimiento, familia y riqueza.
Estas facetas de la vida son muy apreciadas por la cultura china, y también por la cultura occidental; pero, quizá, algunos de estos valores deberíamos matizarlos para poder aplicarlos de forma óptima a nuestras viviendas actuales.
En el Bagua occidental el centro es la salud, y cada uno de los lados del octógono se relaciona con aspectos como el futuro, las relaciones personales, las descendencia, la solidaridad, el Yo, la sabiduría, la ciudadanía y la energía personal. Además de incorporar la significación que en Occidente tiene la izquierda y la derecha.
La izquierda está asociada a lo laborioso, a aquello que requiere organización y esfuerzo para conseguir un fin, al pensamiento filosófico crítico, etcétera. La derecha, por el contrario, se asocia a lo natural, a lo impulsivo, a aquello que se hace casi sin querer, de forma intuitiva.
En realidad, todo esto se debe al funcionamiento de nuestro cerebro. Usamos sus dos hemisferios para funciones diferentes: el derecho rige las emociones, los conceptos abstractos –la creación artística; el izquierdo, organiza los conocimientos y los estructura, un arquitecto es un creador artístico que debe manejar los dos hemisferios par llevar a cabo su obra.
Desde esta premisa se desprende que lo natural es que ubiquemos en el lado derecho de la habitación aquello que es importante para nuestra vida emocional; y, en el izquierdo, todo lo relacionado con las cuestiones prácticas del día a día.
La izquierda en una habitación es lo que al entrar en ella queda a nuestra izquierda y, derecha, lo que queda a la derecha.

El Bagua queda configurado del siguiente modo, como nuestra propia concepción del mundo:

• Emocionales, son todos aquellos aspectos de la vida en los que se implican las relaciones personales, los hijos y nuestra capacidad de ser compasivos y solidarios con los demás.

• Prácticos, aquellos en los que debemos poner a trabajar nuestros conocimientos y sabiduría, el desgaste energético que la actividad física produce y nuestra actividad dentro de la comunidad a la que pertenecemos.

• Justo, en medio de lo emocional y lo práctico está el Yo; y, frente a él, el futuro; el lugar hacia el que se encamina, con fuerza y seguridad, la salud cuando es capaz de mantener su centro neurálgico en un estado óptimo.

¿Dónde está el centro? ¿Y el futuro?

Una habitación con su centro vacío es un espacio que invita a marcharse. El Feng Shui enseña que una casa o una habitación sin centro es un cuerpo sin corazón; que la gravedad –la atracción- que ejerce el centro de un espacio es responsable, en gran medida, de que las personas que lo comparten (familia, grupo de trabajo...) se mantengan en una órbita equilibrada los unos respecto a los otros.
El centro de nuestras vidas gira en torno a nuestra salud y nuestro Yo: nuestro bienestar físico y emocional. Es por esta razón que el Bagua considera que el centro de una casa, y el de una habitación, debe reflejar una salud rebosante.
Para que esto sea posible debemos procurar que las actividades desarrolladas dentro de las habitaciones se hagan en el corazón de las mismas; pero, del mismo modo que nuestro corazón no está en el centro exacto de nuestro cuerpo, el punto central de una habitación no tiene por qué ser su centro geométrico, sino el espacio o zona en el que se posa nuestra mirada la primera vez que entramos en ella.
Una vez localizado este punto, sólo es cuestión de que en él se desenvuelvan las actividades vitales a las que ha sido destinada la habitación; sin olvidar, y esto es importante, que la confusión y el desorden acaban por reflejarse en nuestras vidas, haciéndolas caóticas y frenéticas.
El futuro está lejos, es soñado, lleno de proyectos y deseos, de metas a conquistar; por eso, debemos ubicarlo en la parte más alejada de la habitación, la más distante de la puerta; y, para representarlo, nada mejor que algo estimulante, algo que nos recuerde que está ahí esperándonos. Cada uno de nosotros tiene su manera de recordar lo que considera importante, quizá una promesa hecha a alguien se renueve en nuestra memoria con una imagen de dicha persona; o, tal vez, un objeto nos ayude a no olvidar un deseo aún por cumplir. Cualquier cosa que permita soñar y proyectarse más allá del simple presente, debe situarse en ese punto de la habitación: en el punto que se abre al futuro.

Las relaciones personales

Nuestras relaciones son cada vez más amplias y abarcan más aspectos de nuestra emotividad. Antes, las relaciones íntimas que repercutían, de forma positiva y válida, en el marco de la vida emocional, se circunscribían, prácticamente, al ámbito del matrimonio; pero, las costumbres y la moralidad han ido cambiando, y ya no es objeto de censura una vida íntima alejada del matrimonio tradicional.
El Bagua también lo entiende de esta manera. La mayoría de nosotros buscamos en las relaciones personales e íntimas, dar satisfacción a nuestra búsqueda de la paz y la felicidad. El gesto que mejor define esa aproximación amistosa entre dos desconocidos es el saludo, la entrega de la mano derecha como muestra de la falta de deseo de agresión. En el lado derecho de la habitación, en el lugar más alejado
de la puerta, es donde debemos situar el rincón de la amistad; el foco donde dar vida a nuestras relaciones personales. Y para ello, debemos activarlo con objetos que mejores el chi, que faciliten la actividad y la comunicación: plantas, espejos, luz, objetos de madera, jarrones de barro, flores, peces... Y, si el espacio no da para mucho, algo que invite a la dualidad: dos flores, dos figuras.

La descendencia

En la especie humana, el Yo desea prevalecer, proyectarse más allá de sus propias limitaciones de tiempo y espacio; esa es la motivación metafísica que nos impulsa a tener descendencia.
La explicación científica es algo más prosaica; está relacionada con la necesidad innata a todos los seres vivos de repetir el material genético. Esta necesidad genética genera un rasgo que no po
see ninguna otra especie: el deseo de proteger a nuestros vástagos más allá de su maduración como individuos; una conexión emocional que dura tanto como nuestra propia vida.
Todo aquello que se relacione con esa proyección más allá de nuestras limitaciones físicas (retratos de familiares, objetos que nos recuerden la existencia de una descendencia –propia o ajena- etcétera) de
ben ocupar el espacio dedicado a la descendencia.
Hemos oído alguna vez de personas que al fallecer legan sus libros o bibliotecas públicas para que puedan ser utilizados por otros; podemos usar una librería para llenar ese espacio.

La solidaridad

Muy a menudo asociamos el contenido de esta palabra a las grandes causas, a los grandes gestos para con aquellos más necesitados y que, siempre, o casi siempre, responden a rostros de personas desconocidas y lejanas. Pero ¿qué pasa con los desconocidos cercanos? ¿Somos solidarios con ellos?
En todas nuestras habitaciones debe existir lo que en el Feng Shui tradicional se llama el rincón de la gente amable, un espacio que dé seguridad a aquél que entra por primera vez, que permita a los desconocidos sentir que no están en un territorio hostil.
La Escuela del Bagua entiende que si cuidamos de los otros, los otros también nos cuidarán. Se trata, básicamente, de proporcionar apoyo emocional a aquellos que entran en nuestro mundo. Un mueble robusto y sólido que llegue a la altura del pecho es lo más adecuado para esta zona de la habitación. También hay que procurar que no tenga demasiada luz. Tanto el mueble, como la escasez de iluminación, permiten al recién llegado no ser el foco de atención, le dan tiempo a observar sin sentirse observados; le conceden ese margen de confianza que colaborará a que nos beneficiemos mutuamente de la relación.

El Yo

Es el umbral de acceso a la casa que es el individuo. Todas las casas, y todas sus habitaciones, poseen un umbral, una puerta de acceso a la realidad que contienen.
La perspectiva que el Yo nos proporciona es la que nos ayuda a entender las dimensiones de cuanto hacemos y sentimos. Todos aquellos que han vivido su infancia en una ciudad distinta de la que es su actual lugar de residencia, cuando vuelven al territorio de sus hazañas infantiles, tienen la sensación de entrar en una casa de muñecas: todo se ha reducido, las distancias son más cortas, los edificios más bajos, y, las fuentes en las que veían el mar, ahora, son pocos más que charcos. Su Yo, tiene otra perspectiva.
Es posible que el acceso al edificio en el que se encuentra nuestro hogar podamos hacerlo desde el garaje o desde cualquier otra entrada que no sea la principal; pero no hemos de olvidar que esa entrada principal es el Yo del edificio.
Del mismo modo que la puerta de entrada a nuestra casa simboliza el Yo de nuestro hogar, las puertas de cada una de las habitaciones representan el Yo de estas estancias.
Al sobreponer el Bagua en el plano de nuestra casa, o de cualquiera de sus dependencias, el Yo debe coincidir con ese umbral; con esa puerta abierta a la experiencia, a la perspectiva que nos va a ayudar a entender sus dimensiones. Esa entrada debe permanecer limpia y despejada; que no tengamos que hacer demasiadas filigranas para poder pasar al interior. Lo ideal es que, al abrirse la puerta, ésta quede pegada a la pared, concediéndonos una panorámica sin obstáculos, nítida, de cuanto la habitación es, y contiene.
Por supuesto, los interruptores de la luz, que nos van a permitir iluminar dicho espacio, deben estar también en la entrada, y en un lugar fácilmente accesible.
Es aconsejable colocar en la habitación algo del elemento tierra que sea de fácil visualización; ello nos ayudará a sentir que pertenecemos a ese espacio, a enraizarnos en él; a formar parte de su paisaje.

La sabiduría

El conocimiento es lo que nos permite hacer con éxito el tránsito por la vida. Una mezcla de experiencia y reflexión introspectiva que nos facilita una mejor comprensión de nuestra realidad y de nosotros mismos.
El Feng Shui tradicional asigna una parte de la habitación a la sabiduría; es decir, a la adquisición de información y experiencia. La vida moderna es mucho más compleja que cuando el Feng Shui se afianzó como un arte que ayudaba a desenvolverse a lo largo de la existencia; por eso, el Bagua ha optado por un concepto mucho más complejo que el conocimiento, la sabiduría.
En el espacio que en una habitación dedicaremos a ella, es importante acomodar herramientas de aprendizaje, todo aquello que pueda proporcionar conocimiento e información (libros, revistas, periódicos...).
También sería adecuado colocar una silla o un sillón cómodos que nos permita reflexionar a solas sobre lo aprendido.
Los objetos de metal representan la firmeza de las convicciones, de los procesos mentales; deberíamos colocar algún componente de este material.
Y, por supuesto, algún elemento agua; algo que defina nuestra determinación de seguir adelante por el cauce del conocimiento, hasta alcanzar la sabiduría.

La ciudadanía

Es un ejercicio más complejo de lo que pueda parecer a primera vista. Las relaciones que establecemos con los elementos que facilitan nuestra supervivencia dentro de una ciudad, y con los individuos que la pueblan, requiere, en primer lugar, entender que ese ámbito es, tan sólo, un espacio familiar más amplio. Las escuelas, las normas de circulación, las ordenanzas municipales no son más que pactos que establecemos con la ciudad y sus habitantes del mismo modo que los establecemos con quienes compartimos nuestra casa cuando nos comprometemos a mantener la casa limpia, comer a horas determinadas y no hacer ruido a la hora de dormir.
Según el Tao, honrar a la comunidad como un segundo nivel de familia, es un deber. De acuerdo con el sentido común occidental, no hacerlo significa quedarse solo y aislado; sin ninguno de los beneficios que esas obligaciones nos proporcionan (calles asfaltadas, parques públicos, etcétera).
El metal es el elemento adecuado para potenciar esa parte de la habitación. Este material se forma al absorber el contenido de la tierra; el ciudadano al nutrirse de lo que la comunidad le proporciona. El metal depende, para su formación, de lo que la tierra contiene aunque luego posea vida independiente; eso si, sin dejar de estar cobijado en el interior de ella. La comunidad contiene los ingredientes que conforman al ciudadano, pero éste tiene una vida independiente a pesar de ser partícipe en ella.

La energía personal

Es el cimiento sobre el que edificar nuestra búsqueda de la felicidad. El Feng Shui tradicional centra su atención en los negocios y la riqueza; algo que las culturas orientales tienen en gran estima. Una vez más, también la cultura occidental maneja esos valores, pero hemos llegado a entender que riqueza no es solamente aquello que tiene que ver con las posesiones materiales. Las verdaderas satisfacciones, aquellas que nos hacen sentir ricos vitalmente, son las que provienen de nuestra energía personal; de lo que somos capaces de construir siendo aquello que podemos y sabemos ser.
La energía personal está íntimamente ligada a nuestras relaciones personales. Esta afirmación tiene su razón de ser ante la disyuntiva de ubicar el rincón de la energía en una habitación.
Si se accede a ella por una puerta central, el rincón de la energía debe ser el más alejado de la puerta en el lado izquierdo; y, el de las relaciones personales, frente a él, en el lado derecho.
Pero, si el acceso a la habitación se hace desde una puerta situada en el lado derecho o en el lado izquierdo, el espacio que abarcamos con la vista se encuentra comprometido por falta de intimidad; por lo tanto, en ambos casos, el rincón más alejado de la puerta (el izquierdo si la puerta es derecha; el derecho si la puerta es izquierda) será el espacio dedicado a la energía y a las relaciones personales.
Para que el rincón de la energía funcione de una forma óptima hay que mantenerlo tan limpio y ordenado como el centro de la habitación. No estaría de más colocar objetos (luces brillantes, mesas de madera, un armario bajo, colores vivos...) que nos recuerden el potencial que poseemos, algo que nos ayude a evocar algunas de nuestras propias hazañas o satisfacciones: aquella carrera que ganamos en el colegio, o la participación en la última maratón que convocó el ayuntamiento de nuestra ciudad o en la manifestación contra el vertido de residuos tóxicos, etcétera
Jamás debemos poner un espejo, el reflejo de nuestra imagen casi siempre nos lleva a reflexiones autocríticas que nos apartan del objetivo a seguir. La concentración en aquello que deseamos hacer debe ser la razón de la existencia del rincón de la energía personal-
Como hemos visto, debemos elegir con cuidado los objetos que vamos a colocar en una habitación, distribuyéndolos de modo y manera que abarquen todas las facetas y expectativas de nuestra existencia. Hay que asegurar que la función a la que hemos destinado cada dependencia de la casa funcione con la perfección de un mecanismo de relojería.
El foco central de una habitación debe ser el lugar donde tomar impulso, donde recoger los estímulos que nos inviten a dar lo mejor de nosotros mismos. Una vida sana es el reflejo de cómo estamos viviendo; de cuál es nuestro estilo de vida.