lunes, septiembre 29, 2014

Cruzada al Uritorco.

Domingo 3 de diciembre de 2006
Javier Camarasa
Especial para La Voz del Interior.

La búsqueda del santo Grial en las sierras cordobesas
Cada día son más los “templarios” que creen que el principal tesoro del cristianismo está escondido en el emblemático y misterioso cerro ¿Cómo piensan los que buscan el Santo Grial en las sierras de Córdoba? Una versión local del Código Da Vinci con sabor a peperina.

Místicos, neocatólicos o ultraderechistas, según los casos, lo que los unifica es la convicción de una vida eterna (que, eso sí, sigue en otra dimensión) y el convencimiento de que la copa donde según la leyenda se recogió la sangre de Cristo, fue ocultada por templarios llegados antes que Colón entre los duros pliegues del mítico cerro Uritorco.

La nueva avanzada se suma a la de los buscadores más tradicionales que transitan Capilla del Monte, donde hasta ahora habían convivido coloridamente platillistas observadores de ovnis, viejos hippies devenidos new age, contactistas con la ciudad subterránea de Erks (Encuentro del Remanente Kósmico Sideral) y adoradores del Bastón de Mando, una piedra que juran que habla.

La llegada de los nuevos expedicionarios parece un coletazo tardío del boom de El código Da Vinci, pero el supuesto registro de templarios que ocultaron el Grial en la Argentina es muy anterior a la novela. Quienes primero hablaron de él fueron Guillermo Terrera, un metafísico erudito que llamaba Viarava y Charaba a las sierras cordobesas, Argentum al país e indoarios a los comechingones, y Jacques de Mahieu, un antropólogo nazi refugiado en la Argentina al fin de la guerra.

El antropólogo racista. El primero en proponer que los templarios habían llegado a América antes que Colón fue el ex oficial francés de las Waffen SS, Jacques de Mahieu.

Fugitivo de la Justicia francesa, De Mahieu recaló en la Argentina a principios de los años ’50, y aquí se dedicó a desarrollar su profesión para tiempos de paz. Era antropólogo y sociólogo, y en los años siguientes trabajaría en las universidades de Buenos Aires y Cuyo, y como profesor invitado en la de Córdoba, desarrollando ideas racistas a las que llamaba biopolítica.

En 1974 empezó a publicar una serie de trabajos, resultado de 25 años de investigación, donde proponía que los primeros en llegar a América antes del año 1000 habían sido los vikingos. Según él, se habían asentado en Centroamérica y bajado hasta la actual Bolivia, y al regresar a Europa, a comienzos del siglo XII, los templarios se habían apoderado de sus mapas, con los que habrían llegado al continente casi 250 años antes que Colón.

En América, según De Mahieu, los templarios habrían explotado minas de plata con las que financiaban la construcción de catedrales en Europa, y en 1314, cuando perdieron el favor papal, habrían traído hasta aquí los tesoros que dos siglos antes, durante las Cruzadas, habían rescatado del templo de Jerusalén.

Jacques de Mahieu, uno de los pioneros de esta historia, acabaría su derrotero intelectual en el peronismo, a principios de los años ’70. Dirigía la Escuela Superior de Conducción Peronista; había redactado, a pedido de Perón, los Fundamentos de la Doctrina Nacional Justicialista; le había encontrado "pasta de líder" a Rodolfo Galimberti, y en 1989 participaría activamente de la campaña presidencial de Carlos Menem.

La semilla que había sembrado sobre los templarios en América no tardaría en empezar a germinar.

¿Un fuerte en la Patagonia? Los primeros en dar una vuelta de tuerca a las hipótesis del francés fueron los miembros de la Fundación Delphos. Presidida por Carlos Fluguerto Martí, Delphos, un grupo de difícil clasificación, se dedica desde mayo de 2001 a "operar conocimientos, signos y ritos con el fin de viabilizar el tránsito de nuestro mundo hacia la próxima era". Según su página web, el objetivo de la fundación es "estudiar, profundizar, desarrollar, difundir y actuar el Pensamiento Tradicional".

En su consejo de administración, además del presidente Carlos, figuran Pablo y Nicolás Fluguerto Martí, y el coordinador general, padre de los tres, es Fernando, un ingeniero de 66 años con formación adicional en astronomía, astrología, arqueología y geopolítica, según su currículum.

Entre sus asesores figura Guillermo Terrera, aún ocho años después de muerto, y sería a través de él que Delphos llegaría a Córdoba, después de algunas escalas en la Patagonia. La primera de esas paradas ocurriría en 1997, cuando los Fluguerto Martí comenzaron con sus expediciones al golfo de San Matías. El grupo iba a la zona de San Antonio Oeste, en la costa de Río Negro, a explorar un paraje que viejos mapas llamaban El Fuerte.

Según los miembros de Delphos, el sitio habría sido una fortaleza templaria y puerto de arribo del mítico Parsifal, un caballero de la corte inglesa de fines del siglo XII, a quien la leyenda atribuye el ocultamiento del Grial. Las expediciones al Fuerte se sucederían desde entonces, a veces hasta dos en el mismo año, y la última la hicieron el pasado marzo.

Durante uno de esos viajes, en 2002, un joven cordobés sería nombrado Caballero del Santo Grial. La designación ocurrió el 21 de marzo, luego de que Gastón Tremsal, de 25 años, superara la prueba iniciática indicada por el grupo: pasar la noche en vigilia y soledad, en las alturas del Fuerte, y saludar al sol en el comienzo del Año Astral del Fuego y del Reino del Espanto.

Desde El Fuerte, que habrían abandonado tras la llegada de los conquistadores españoles, los templarios se habrían desplazado hacia el norte buscando una "zona mágica", y llegado hasta el pie del Uritorco.

Aunque los delphos no creen demasiado en esta hipótesis y siguen explorando en la Patagonia, llegarían hasta allí cinco siglos más tarde. Entre el 25 de junio y el 3 de julio del 2000 recorrerían Capilla del Monte, Cerro Colorado, Ongamira y Los Terrones, basados en informaciones de Terrera.

Los dichos del "hombre del bastón" (ver recuadro) los habrían conducido hasta el Templo del Sol de los comechingones, una cueva en el departamento de Tulumba, a la que no pudieron ingresar "por no haber llevado elementos de iluminación adecuados".

Pero, para cuando los miembros de la Fundación Delphos llegaron a Capilla del Monte, encontraron que otro grupo de templarios se les había adelantado.

El Priorato en la Argentina. En la Semana Santa de 2000, dos meses antes de los miembros de la fundación, habían andado por el pueblo los integrantes de la Asociación Santa María de los Buenos Ayres.

El circuito que habían recorrido era virtualmente el mismo que recorrerían los delphos pero, más previsores que ellos, habían contratado a un guía cordobés: Alfredo Francisco Lobo, hoy guardaparque en Cerro Colorado.

"Pancho" Lobo había conducido a Horacio y Juan Galo Della Torre, al psiquiatra Carlos Menegazzo, a Gustavo Moses y a Mirta y Raúl Sturzeneger hasta un anfiteatro natural, y allí les había mostrado unas pinturas rupestres.

Según Horacio Della Torre, un cardiólogo ya fallecido y actual prior general emérito del Priorato en Argentina, las pinturas mostraban círculos concéntricos, signos rúnicos, un sol de 20 rayos de dudosa autenticidad, "una cruz esvástica originaria" y una cruz de tres travesaños, denominada cruz papal, que según el guía los lugareños conocían y llamaban "pinito".

Aunque la expedición también encontró piedras talladas con forma de cabeza de pescado y pirámides escalonadas que tal vez se habían usado para ceremonias rituales, al decir de Della Torre, "el hallazgo de la cruz es el más fuerte indicio de que el Temple estuvo en esta zona bastante antes de que Colón descubriera América".

Esa primera excursión había entusiasmado a los templarios de la Asociación Buenos Ayres y, al igual que sus primos de Delphos, volverían al lugar. Entre 2001 y 2004 harían otras tres expediciones "antropo-arqueológicas", y entre sus principios y objetivos, junto a "la defensa de la santidad del individuo", aún figura el de "continuar los trabajos de campo en la zona de Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba (...), cuya exacta identificación se mantiene en reserva por razones de seguridad".