lunes, marzo 23, 2015

Que no te domine la inseguridad...

El peor enemigo de la esperanza no son los hechos, sino los cerebros de los hombres que no enfrenta a ellos
Max Eastman

Muchas personas tienen tal miedo al rechazo y este está tan presente en sus pensamientos que viven sus vidas sin cumplir o sin apenas desafiar sus propios sueños o metas.
No es que sean personas torpes o sin talento, sino que tienden a alimentar un miedo debilitante que les impide dar un paso fuera de su zona de confort. A pesar de que echan de menos en su vida algo de riesgo, imaginan montones de peligros a su alrededor que impiden que se atrevan a darle una oportunidad a “lo bueno por conocer“.
Rara vez intentan nada nuevo, se adhieren a lo que ya tienen o hacen, y se esfuerzan por evitar cualquier cosa para evitar que salga mal (que es la mayoría de las actividades de la vida). Odian tanto a la rutina como la aman. Ven películas de aventuras pero planifican sus vacaciones milimétricamente y siempre a lugares conocidos. Esta actitud no suele ser consciente o hablada, pero se manifiesta al decir cosas como:
“Eso sería demasiado”.
“Definitivamente no podía añadir más ahora mismo.”
“Yo no tengo tiempo suficiente”.
“Yo no soy esa clase de persona.”
Estos, por lo general, son las respuestas a una variedad de ideas o posibilidades diferentes a la costumbre: hacer un viaje a un lugar nuevo o lejano, volver a estudiar, probar un nuevo pasatiempo, unirse a un grupo o club, asistir a un evento social, aprender una nueva habilidad, conocer gente nueva, o la mejora de la dieta y el ejercicio, sólo para nombrar algunos.
Aunque las personas que hablan de esta manera no se identifican como ansiosos, habitualmente esta incómoda compañera les acompaña como si fuera su sombra. Organizan sus vidas de manera muy rígida, con muy poco espacio para la espontaneidad o nuevas actividades. Temen todo lo nuevo o diferente, y, sobre todo, cualquier actividad en la que no están garantizadas al éxito.

Las personas con una inseguridad tan grande, están desempleadas o sub-empleadas, y nunca parecen hacer mucho para los observadores externos, aunque se sienten y dicen que están muy ocupados. Habitualmente, sienten, ya sea de forma vaga o apremiante, que sus vidas son una mínima parte de lo que podrían llegar a ser o no son satisfactorias, pero rechazan cualquier posible cambio. Tienden a utilizar las siguientes excusas:
“No puedo trabajar en otro lugar porque en ninguno me voy a tenerlo todo tan a mano como en este”
“No me gusta nada mi trabajo, pero ¿Y si lo dejo y luego no encuentro otro?”
“Yo no puedo hacer ejercicio debido a mi espalda”
“No puedo funcionar si no tengo mis ocho horas de sueño”
“No me llevo bien con la mayoría de la gente”
“Las citas por Internet me dan miedo”
“Hace demasiado frío (o calor) para eso”
“Simplemente no soy un (corredor, motorista, nadador, bailarín, persona del partido, lector, estudiante…)”

¿Por qué darle una oportunidad al riesgo?
Tienes sólo una vida para vivir y estoy segura de que dentro de unos años, cuando eches la mirada atrás, sentirás mucho más aquello que no hiciste que aquellas situaciones en las que te pasaste de osado.
Cuando pienses en hacer algo, cuando ese algo te produzca un hormigueo en el estómago y al mismo tiempo el miedo empiece a dar señales en tus pensamientos, pregúntate:

“¿Qué es lo peor que podría pasar?”
Muy pocas acciones en la vida son irreparables o inmutables… y muy pocas las cosas que te maten al instante.
“¿Qué podría ganar con esto?” En lugar de “¿Qué podía perder con esto?”
Este cambio de perspectiva se llama tener una orientación de acercamiento a la vida frente a una orientación de evitación.

“¿Cómo podría intentar esto para hacer mi vida más interesante?”
Quizás dudas de tu capacidad para aprender un nuevo idioma, pero… ¿No sería mejor ir a la clase, conocer a la gente, escuchar la intervención del profesor, incluso de leer el libro asignado, y hacer tu vida un poco más interesante? El cerebro se nutre de la novedad y siendo desafiado. No asesines tu cerebro con aburrida rutina.

“¿Podría intentar esto para que mis seres queridos se sientan felices?”
Por ejemplo, no te gusta correr. Pero, ¿Tu hija/o estaría encantado si entrenas para unirte a él/ella en su hobby? ¿A tu pareja le gustaría que dieses clases de baile de salón para bailar con él/ella en una noche romántica?
Recuerda, cuando estés en tu lecho de muerte, nadie se acordara de todo tu tiempo de inactividad. La gente recuerda las cosas que probaste, las relaciones que perseguías, los riesgos que tomaste, y la vida que realmente viviste.