
Autor: Santiago Camacho
Se crearon manuales de guerra psicológica que enseñan a emplear las supersticiones de los pueblos contra ellos mismos.
Los mitos
Brujas, vampiros, zombis y hombres lobo son para nosotros personajes de leyenda propios de relatos infantiles o de películas de terror serie B. Por eso, más de uno se sorprenderá al descubrir que las fuerzas armadas estadounidenses, en especial durante los años sesenta, contaron con estos exóticos elementos entre su arsenal bélico. Ya sabemos que en el amor y en la guerra todo vale, pero lo que estamos a punto de revelar aquí constituye uno de los episodios más extravagantes de la historia militar mundial…
El padre de esta idea tan poco ortodoxa fue el general Edward G. Landsdale, un veterano de los servicios de inteligencia del ejército estadounidense. Héroe de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1948 fue trasladado al cuartel general de los servicios militares de información en Filipinas, donde se convirtió en uno de los oficiales más valiosos, destacando entre otros trabajos su análisis acerca del impacto psicológico que la guerra y la invasión japonesa habían tenido sobre la población filipina. Pasa a formar parte de la recién creada fuerza aérea, y entre 1948 y 1953 imparte clases en la Escuela de Inteligencia Estratégica, con sede en la base aérea de Lowry, Colorado. Su excelente formación en este terreno le hace ser enviado a Indochina en 1953 como asesor de las tropas francesas en materia de acciones antiguerrilleras.
Habiéndose convertido en uno de los primeros agentes estadounidenses en Vietnam, se le puede localizar en Saigón, al menos hasta 1956. Durante ese periodo establece una estrechísima relación de colaboración con el gobierno vietnamita, convirtiéndose en un asesor imprescindible en temas de inteligencia y aportando novedosos conceptos en procedimientos de guerra psicológica, que más tarde serían utilizados con profusión a medida que se fue recrudeciendo el conflicto de Vietnam. Sus espectaculares conocimientos de campo le valen en 1957 uno de los mayores ascensos de su carrera, al ser nombrado asesor del secretario de Defensa en materia de operaciones especiales. Dos años más tarde se convierte en asesor presidencial en el campo de la cooperación militar, y a comienzos de los sesenta es uno de los altos cargos de Washington, por cuyas manos pasa un mayor número de informes con el sello de «alto secreto», estando presente en casi todas las reuniones donde se tratan asuntos de seguridad nacional. A lo largo de su carrera es condecorado en numerosas ocasiones, tanto por el Gobierno estadounidense como por el filipino, en muestra de agradecimiento por sus valiosos servicios de postguerra.
Es precisamente durante su estancia en Filipinas cuando Landsdale traba amistad con el ministro de Defensa de aquel país, Ramón Magsaysay, quien había quedado vivamente impresionado por los logros del estadounidense en materia de guerra psicológica, propaganda y, sobre todo, «rehabilitación» de los prisioneros capturados.
El vampiro Asuang
Pero si algo llamó la atención del ministro fue ver cómo su amigo utilizaba en contra de la guerrilla un curioso elemento del folclore local: una criatura legendaria similar a los vampiros europeos, que los lugareños conocían como el Asuang. Lo primero que se hizo fue enviar a la zona un equipo de expertos vietnamitas adiestrados por Landsdale, y después camuflarlos como viajeros, mercaderes o campesinos.
Estos agentes se encargaron de relatar su «experiencia» al haber escapado por los pelos al ataque de un Asuang que habitaba en las zonas dominadas por la guerrilla insurgente. Pocos días después, la historia ya había llegado a los campamentos rebeldes y era el momento de dar comienzo a la segunda fase de la operación: pelotones de operaciones especiales debían asesinar en el más completo silencio a cierto número de guerrilleros, principalmente centinelas o rezagados de alguna columna. Los cadáveres eran posteriormente desangrados y se les hacían dos pequeños orificios en el cuello simulando la mordedura de un vampiro. Es fácil imaginar el desconcierto de aquellos hombres a medida que iban encontrando cadáveres en tan extrañas circunstancias. El miedo comenzó a anidar incluso en los corazones de quienes se burlaban de las historias sobre el Asuang.
Finalmente los guerrilleros abandonaron la zona. Desalojarlos de allí por las armas hubiese supuesto una operación militar de grandes proporciones, con un incierto, aunque probablemente alto número de bajas por parte del ejército filipino. Sin embargo, el Asuang, inexistente pero poderoso en la imaginación de los filipinos, provocó la retirada del enemigo sin necesidad de haber disparado ni una vez. El éxito de esta operación no pasó en absoluto inadvertido en el Pentágono, que decidió emplear en su favor las supersticiones locales existentes en cualquier zona de conflicto siempre que fuera posible.
Existen al menos dos documentos desclasificados —es posible que otros conserven aún su sello de secreto— referentes a este tema. Se trata de Brujería, hechicería, magia y otros fenómenos psicológicos y sus implicaciones en las operaciones militares y paramilitares en el Congo y de El uso de supersticiones en las operaciones psicológicas en Vietnam. El primero de estos informes, con fecha del 8 de agosto de 1964, está firmado por Paul Juredini y James R. Price, analistas del Centro de Información y Análisis sobre Contrainsurgencia de la Oficina de Investigación de Operaciones Especiales. Del segundo poseemos muchos menos datos que del anterior, y sólo sabemos de él que fue redactado en 1967