RUBEN CEDEÑO
“BIENAVENTURADOS LOS MANSOS, PORQUE ELLOS RECIBIRÁN LA TIERRA POR HEREDAD”.
Manso quiere decir humilde. La Tierra es símbolo de la manifestación material o física, y recibir la Tierra por heredad es que poseeremos el poder sobre lo externo, pero para esto, es necesario que seamos mansos y humildes de corazón. Todos los que profesamos un sendero espiritual, hemos de ser mansos y esto quiere decir: de condición benigna y suave, sin bravuras, de vida apacible, sosegada y tranquila. Los agitados, ásperos, desesperados, nunca conseguirán nada. Si observan la vida de los sabios y los Santos que tienen dominio sobre los avatares de la vida, éstos llevan una existencia de total mansedumbre y paz. En términos campesinos, la oveja, el carnero o buey, que sirve de guía a los demás, se le dice manso; fíjense que pareciera lo contrario, que el alevoso y agitado es el que tiene dominio sobre las cosas. Aparentemente es así, pero luego que la furia pasa, el alevoso se desinfla, mientras el manso, a la larga, es el que permanece y guía a las masas con el ejemplo de su mansedumbre.
Como la gente anda buscando que la halaguen, le den puestos y le digan cosas lindas, cuando alguien les resulta crudo y les dice la Verdad sobre su vida o las cosas que hacen, la aborrecen en vez de darle las gracias. El que nos hace crecer no es el que nos alaba y le da gusto a nuestra personalidad, sino el que nos señala dónde tenemos que corregir nuestros errores; esto casi nunca cae bien, y siempre objetamos que... nos lo deberían haber dicho de otra manera, en otro momento y otro lugar.
Nosotros generalmente sólo nos fijamos en cómo nos dicen las cosas, cuando nos acusan por algo malo que hemos hecho, y no en el daño que generamos con nuestro mal proceder, que es lo que motiva el llamado de atención.
Qué tonto es aquél que expresa, al escribir alguna enseñanza espiritual, “mi libro”; o aquel que predica y se refiere a: “lo que yo les dije”. Peor aún es decir: “mi enseñanza”, “mi escuela”, “mi grupo”, “mis alumnos”, “mis discípulos”. La Enseñanza no es de ninguna organización espiritual, escuela, líder, maestro o escritor, mucho menos de un traductor. La enseñanza es de nadie en particular y de todos a la vez
Cuando vivimos Crísticamente no podemos ser duros de corazón, agresivos al hablar, insultantes al reclamar, enfadados al proceder, mal encarados con de los demás, traidores con los que nos aman, ni atacantes con los que no están de acuerdo con nosotros. Uno se convierte en alguien dulce y generoso, suave y compasivo, tolerante y explicativos.
La mansedumbre de vida, suavidad de carácter, dulzura de trato y paz en el alma es producida por el vivir apaciblemente en Conciencia Crística, y esto es un tesoro que nos hace tener la tierra por herencia. La persona que a través de la fuerza, traición, competencia y agresividad busca poseer fama espiritual, reconocimiento, respeto y credibilidad, no la consigue, y si así la logra, algún día la pierde para siempre. Hay estudiantes que creen que han superado a quien los instruyó, y lo abandonan y traicionan, autodenominándose herederos continuadores de la tradición, pero jamás poseerán la fuerza de la persona a quien usurparon, aunque así lo digan y traten de aparentarlo. Sé humilde y verás como todos te reconocerán, pero si te halagas a ti mismo, como ya tú mismo lo haces, nadie lo hará por ti y serás ignorado.
Uno es como la nada y lo que hacemos es igual, ya que Jesús dice: “No puedo yo hacer nada por mí mismo”. Sólo el Cristo en nuestro interior es el hacedor de todo, y Él sólo hace perfección y maravillas por nosotros.
No te pongas a aceptar los halagos que le hagan a tu personalidad, que son como una trampa, ya que si te los crees, ése mismo que te pone en un altar te tumbará.
Jesús insiste y reinsiste en que no nos engrandezcamos y nos dice: “Porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande”.
Jesús nos recalca: “¿Cuál es mayor, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”. Por eso debemos todos hacer como Jesús, que le lavó los pies a sus discípulos.
Uno es como la nada y lo que hacemos es igual, ya que Jesús dice: “No puedo yo hacer nada por mí mismo". Sólo el Cristo en nuestro interior es el hacedor de todo, y Él sólo hace perfección y maravillas por nosotros.
No nos pongamos a estar pregonando lo que somos, hacemos y tenemos, eso es ridículo se ve mal, dejemos que sean los demás los que lo digan, si acaso lo dicen. Jesús nos enseña: “Si doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero”.
No nos pongamos a aceptar los halagos que le hagan a nuestra personalidad, que son como una trampa, ya que si los creemos, ése mismo que nos pone en un altar nos tumbará de allí.
Dice Jesús: “Gloria de los hombres no recibo”. No sigamos buscando que nos alaben. “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios Único?”. Digamos cada vez que nos veamos buscando ser importantes: “Yo no busco mi gloria”.
Uno de los orgullos que más nos hace daño es el creer que sabemos algo, cuando generalmente no es así, porque los sabios prefieren permanecer en silencio y sólo hablar cuando se les procura.
San Pablo dice al respecto: "Si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio”. Esto no quiere decir que nos volvamos retraídos e incomunicados. Sigamos viviendo como lo hace todo el mundo, sin dar a notar que estamos en una Activación de nuestro Cristo Interior. Para esto, San Pablo nos recomienda: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne”.
Jesús nos exhorta: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Pues tenemos que negarnos a nuestro orgullo de andar con gente principal, de rangos espirituales, de alcurnia, títulos y perfeccionados. Lancémonos a la calle a andar con los enfermos, que son los que necesitan medicina; pero para hacer esto no los podemos juzgar, ya que así jamás los podríamos sanar. Para sanar como Jesús nos manda hacer, hay que tener cariño por la gente, no importa lo que sean o hagan. Enfermo y pobre no es solamente el que padece de un dolor o carece de dinero, es todo aquel ignorante que sufre en la vida muchas desdichas, por desconocer y no poner en práctica los principios que Jesús enseña.