La obra de Stanislav Grof - Por Andrè Sassenfeld con la colaboración de Alejandra Varela
Antes de revisar las ideas y los conceptos centrales desarrollados por Stanislav Grof a lo largo de las últimas décadas, me parece necesario detenernos por unos instantes en el marco de referencia que los contiene, la llamada Psicología Transpersonal, con el fin de deshacernos de todo tipo de prejuicios que podamos tener con respecto a ella.
La Psicología Transpersonal, que literalmente se refiere a la psicología de lo que se encuentra más allá de lo personal, nació a fines de los años sesenta a partir de la Psicología Humanista, extendiendo los objetivos de esta última. Una de las áreas fundamentales de su campo de interés ha sido el estudio científico de lo que se ha venido en llamar los estados alterados de consciencia, además de sus variadas implicancias, y debido a ello ha estado ligada desde sus comienzos a la espiritualidad en todas sus formas de manifestación. Los estados alterados de consciencia en general incluyen los estados a los que conducen las sustancias psicodélicas, la meditación y el yoga en sus diversas variantes, ejercicios específicos de respiración y otras técnicas relacionadas, como también las experiencias cumbre exploradas originalmente por Abraham Maslow (Maslow, 1964).
Grof, uno de los principales y primeros teóricos dentro de esta nueva perspectiva al interior de la psicología, la ha definido como una “nueva disciplina, que reúne la antigua sabiduría de los grandes sistemas espirituales del mundo y el pragmatismo de la ciencia occidental”(Grof, 1992), y ha dicho de las experiencias transpersonales que son “experiencias que implican una expansión o una ampliación de la consciencia más allá de las fronteras habituales del ego, y más allá de las limitaciones del tiempo y/o espacio”(Grof, 1979). Frances Vaughan, una de las primeras psicoterapeutas transpersonales, agrega que esta disciplina “se interesa por la expansión del campo de la investigación psicológica hasta incluir el estudio de los estados de salud y bienestar psicológicos de nivel óptimo”(Vaughan, 1980).
De lo anterior se desprende que la Psicología Transpersonal considera que la dimensión espiritual de la vida humana es un elemento indispensable para un funcionamiento psicológico global saludable, y que, por consiguiente, un psicoterapeuta que no integre esta faceta de la existencia en su trabajo cotidiano, podría estar limitando seriamente el crecimiento potencial de las personas que acuden a él...
Después de esta breve, pero imprescindible descripción del apasionante campo de la Psicología Transpersonal, podemos volver al propósito principal del presente trabajo, el adentrarnos en la obra de Stanislav Grof, comenzando por una breve biografía de su persona.
Stanislav Grof nació en 1931 en Praga, Checoslovaquia. Al completar sus estudios secundarios, el contacto con las “Lecturas introductorias al Psicoanálisis” de Sigmund Freud lo impulsó a comenzar sus estudios de medicina, en ese entonces requisito obligatorio para convertirse en psicoanalista. Formado así como médico-psiquiatra en la tradición psicoanalítica, conoció en 1955 a través del Dr. Georg Rubicek, en la facultad de medicina de la Universidad Carlos de Praga, la sustancia química LSD-25, que en ese entonces estaba siendo sometida a experimentación, en el ámbito de la psiquiatría, alrededor del mundo debido a sus espectaculares efectos psicoactivos. El interés de Grof se despertó inmediatamente, y en el año 1956 comenzó, en esa misma Universidad, a formar parte de un equipo interdisciplinario de indagación científica sobre LSD. Poco tiempo después logró establecer su propio proyecto de investigación.
En el año 1967 es invitado como becario a los Estados Unidos, oportunidad profesional que no puede rechazar. Se instala en la ciudad de Baltimore y acepta el cargo de jefe de investigaciones en el Maryland Psychiatric Research Center, en donde prosigue sus investigaciones iniciadas en Praga. De forma paralela se le ofrece el puesto de profesor ayudante de la cátedra de Psiquiatría en la facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, el cual acepta. Con posterioridad, en 1973, se traslada a Big Sur, California, donde continúa tanto sus investigaciones como su actividad académica en el Esalen Institute, centro del movimiento transpersonal en sus primeros pasos. Cinco años después, en 1978, Grof funda la International Transpersonal Association (ITA) con el objetivo de hacer de la psicología transpersonal un campo más abarcador de estudios transpersonales de carácter interdisciplinario y de cooperación internacional. Algunos años más tarde, se cambia al California Institute of Integral Studies en calidad de docente.
Actualmente, Grof viaja a través del mundo dando conferencias y organizando talleres la mayor parte del año. Además, se dedica a formar facilitadores de Respiración Holotrópica, técnica creada por él en conjunto con su esposa Christina Grof, en su propia escuela por medio del curso titulado “Grof Transpersonal Training”.
Las experiencias con LSD
El primer auto experimento de Grof con el LSD en 1956 bajo la supervisión del Dr. Rubicek marca el inicio de un estudio sobre esta sustancia y sus efectos en el hombre con relación a la psiquiatría y a la psicología que se extenderá por aproximadamente dos décadas.
En los años cincuenta, el interés por el LSD residía en la consideración general de que sus efectos en el ser humano eran comparables a la sintomatología de la esquizofrenia, produciendo una especie de estado esquizofrénico temporal, y que, por lo tanto, era posible estudiar esta psicosis y sus manifestaciones bajo condiciones controladas en sujetos experimentales para, por así decirlo, entenderla “desde adentro”, desde la experiencia esquizofrénica misma. Posteriormente se desechó esta idea, ya que se encontraron diferencias importantes entre las vivencias psicóticas y las psicodélicas, y se aceptó que lo único que inducía la sustancia era una psicosis tóxica.
Grof, casi desde el comienzo de su contacto con el LSD, se interesa por la exploración de sus potenciales efectos terapéuticos. Después de los primeros experimentos, conducidos tanto con personas sanas (enfermeras, psicólogos, psiquiatras) como con un grupo de pacientes psiquiátricos bastante heterogéneo en cuanto a los diagnósticos, desecha la idea de la psicosis tóxica porque se encuentra con que no es posible afirmar ninguna manifestación clínica que sea constante y que se repita en la mayoría de los sujetos experimentales. Al contrario, observa que los síntomas, presumiblemente efecto de la sustancia, varían enormemente tanto entre los sujetos como entre distintas administraciones del LSD a la misma persona. Es imposible predecir la intensidad de la reacción a partir de la dosis dada al sujeto, y hay casos en los cuales el sujeto no reporta cambio alguno en su vivencia subjetiva, además de que no se halla ningún signo clínicamente significativo. Lo único que Grof puede afirmar hasta este momento es que lo más común es que los sujetos experimenten un cambio cualitativo de consciencia y que sientan que la experiencia proporcionada por el psicodélico (psicodélico quiere decir manifestador de la mente) es de alguna forma comparable a lo que a uno le sucede cuando sueña.
En la medida en la que avanza la investigación de Grof, éste comienza a relacionar la personalidad del sujeto experimental con el contenido y la forma de su experiencia durante el estado alterado de consciencia. Especialmente con sus pacientes psiquiátricos advierte muy pronto, y con sorpresa, que las vivencias del sujeto parecen guardar íntima relación con sus problemas y conflictos psíquicos particulares, los cuales aparecen de manera más viva y más clara que en las sesiones de terapia psicoanalítica tradicional, con las cuales Grof trata paralelamente a sus pacientes. Los sujetos literalmente reviven situaciones traumáticas de su infancia que fueron significativas en el sentido emocional, muchas veces a través de experiencias simbólicas, y esto sucede con todas las concomitantes originales del suceso como posturas, movimientos, sonidos e incluso síntomas vegetativos clínicamente comprobables: “En lugar de inducir estados vinculados con la sustancia específica, [los psicodélicos] parecen activar matrices o potenciales preexistentes de la mente humana” (Grof, 1985). En sesiones seguidas con la misma persona, los materiales psíquicos emergentes están relacionados unos con los otros, lo que parecía indicar un gradual adentrarse en niveles cada vez más profundos de la mente, descubrimiento que permite el desarrollo de la concepción de una psicoterapia orientada psicoanalíticamente que utilice el LSD como elemento de apoyo y también como útil herramienta diagnóstica.
Grof empieza a considerar lo que experimenta el sujeto bajo los efectos del psicodélico como un acontecimiento con una estructura similar a la de los fenómenos oníricos, y así es capaz de entender la experiencia en términos psicodinámicos e interpretarla psicológicamente. Los avances terapéuticos de los pacientes son de considerable significación, incluyendo cambios fundamentales tanto de actitudes y creencias personales como del estilo de vida bastante amplios y duraderos, y la conclusión es “que el LSD es un poderoso amplificador o catalizador inespecífico de los procesos bioquímicos y fisiológicos del cerebro. Aparentemente crea una situación de activación indiferenciada que facilita la emergencia de material inconsciente proveniente de diferentes niveles de la personalidad” (Grof, 1980) y se constata que los psicodélicos no “crean las experiencias que inducen, sino que activan el inconsciente profundo y hacen que su contenido esté disponible para llevar a cabo un proceso consciente” (Grof, 1988). Numerosas hipótesis y observaciones psicoanalíticas pueden ser ahora detectadas e inclusive comprobadas en el material psicológico inconsciente proporcionado por los sujetos experimentales: “[...] las observaciones de la psicoterapia con el LSD podrían considerarse pruebas de laboratorio de las premisas básicas freudianas. La dinámica psicosexual y los conflictos fundamentales de la psique humana descritos por Freud se manifiestan con insólita claridad y viveza.”(Grof, cit. en Capra 1988).
Mientras la investigación sigue su curso, aparecen cada vez más vivencias que las personas mismas interpretan espontáneamente como religiosas o místicas o también como el revivir su propio nacimiento, dimensiones de la existencia humana que no están previstas en la conceptualización del psicoanálisis en lo tocante al inconsciente, y que en consecuencia no es factible explicar dentro de ese marco de referencia. Este problema teórico va creciendo cada vez más, ya que tarde o temprano todos los sujetos trascienden el ámbito biográfico para acceder a estos otros tipos de experiencias. Lentamente y, como relata, con muchas resistencias Grof empieza a comprender que la teoría freudiana es excesivamente estrecha para el entendimiento de todos los fenómenos mentales con sus variadas características, y se percata de lo necesaria que resulta “la plena apreciación del potencial terapéutico de las dimensiones religiosa y mística de la experiencia con LSD” (Grof, 1979), convencido de las posibilidades curativas y sanadoras propias de algunos de los estados alterados de consciencia.
Cuando a principios de la década de los setenta en los Estados Unidos son prohibidos por el gobierno los psicodélicos, incluyendo su utilización con fines médicos, la investigación de Grof con estas sustancias ha durado alrededor de diecisiete años. En el año 1976, crea junto a su esposa Christina Grof, como ya he mencionado en la introducción, la técnica llamada inicialmente Respiración Grof, y posteriormente rebautizada como Respiración Holotrópica (del griego holos, íntegro, completo, total, y trepein, ir hacia o moverse en dirección de), cuyo objetivo es en esencia el mismo que el de la psicoterapia con LSD: activar el inconsciente y desbloquear el flujo corporal de energías por medio de catarsis y abreacción. El método involucra, en términos bastante generales, respiración, música evocativa y expresión corporal, creando un cambio cualitativo de consciencia, además de un proceso de integración de la vivencia. A través de este procedimiento y algunas otras técnicas experienciales, Grof ha seguido estudiando los estados alterados de consciencia por más de veinte años adicionales a sus investigaciones sobre el LSD iniciadas en los años cincuenta, y ha podido observar como se repiten los mismos fenómenos.
La cartografía del inconsciente
Basándose en toda su experiencia acumulada a través de cuatro décadas de investigación en el área de la consciencia y el inconsciente, Grof afirma que los elementos necesarios para los procesos de autoconocimiento a través de la alteración de la consciencia son parte constituyente natural del inconsciente, y en esa calidad les son comunes a todos los seres humanos. Inicialmente creado para distinguir entre diferentes ámbitos de contenidos observables en experiencias psicodélicas, su modelo del inconsciente humano, su cartografía del inconsciente, ha pasado a designar distintos “territorios” o niveles de profundidad de la mente, algunos de los cuales no habían sido descritos hasta entonces en la psiquiatría y la psicología occidental. Muchas experiencias vinculadas a estos estratos psíquicos incluso habían sido generalmente consideradas como patológicas, y no como pertenecientes a las capacidades normales del psiquismo. Sin embargo, como Grof pudo comprobar más tarde, estos territorios habían sido delineados en su mayor parte en la literatura de las grandes tradiciones espirituales y místicas de todo el mundo. Así, en cierto sentido, más que de descubrimientos se trata de redescubrimientos a la luz de la tradición científica de Occidente.
Es necesario mencionar que la división del inconsciente no puede ser más que artificial, y resulta justificable sólo con fines didácticos y para la mejor comprensión de las observaciones que se nos presentan, hecho que el mismo Grof comunica a sus lectores en sus escritos. Ya Freud había advertido que en la oscuridad del inconsciente no imperaban las mismas reglas que en el espacio de la consciencia; nos encontramos con los procesos y fenómenos básicos descritos por el psicoanálisis clásico, como desplazamientos, condensaciones, sobreposiciones, etc. Algo que es, puede a la vez no ser en los ámbitos alejados de la consciencia, y de esa manera, las separaciones dentro del inconsciente son y no son reales al mismo tiempo. Nos debemos contentar con que son una valiosa aproximación y prevenirnos de no confundir los modelos con la realidad de la cual intentan dar cuenta. Las características que llaman más la atención en los “nuevos” territorios descritos por Grof son la absoluta relatividad de las dimensiones del tiempo y el espacio, además de ser completamente relativas las nociones de materia, energía y consciencia al nivel de poder considerarse intercambiables sin mayores dificultades. Más que alguna de estas peculiaridades es vivenciable directamente en los estados alterados de consciencia.
La cartografía del inconsciente de Grof abarca tres niveles generales que describiremos a continuación con detalle, antes de lo cual debemos decir algunas palabras sobre lo que se ha llamado la “barrera sensorial”.
La barrera sensorial
Este nivel se refiere a experiencias estéticas o abstractas en el sentido de una posible intensificación de la percepción, el ver patrones geométricos coloridos con los ojos cerrados y otros sucesos similares, que en la mayoría de los casos son visuales, pero que pueden presentarse en cualquier otra modalidad sensorial. Normalmente aparecen en las primeras vivencias de estados alterados de consciencia y tienden a desaparecer a medida que se avanza hacia la exploración de capas más profundas de la propia mente. “Parecen representar la barrera que uno debe cruzar, antes de poder emprender el viaje hacia su propia psique inconsciente” (Grof, 1985) y, siendo el nivel más superficial del aparato psíquico, carecen de relevancia psicodinámica y “no conducen a una mayor autocomprensión” (Grof, 1985) ni traen consigo efectos terapéuticos dignos de mención.
Cuando estas experiencias están teñidas por cierta emocionalidad, sea esta de la naturaleza que sea, nos encontramos con un nivel de transición entre este nivel de la “barrera sensorial” y el segundo, llamado indistintamente psicodinámico, biográfico o inconsciente individual.
El nivel psicodinámico
El estrato biográfico del inconsciente es el que se ha estudiado de forma más completa en Occidente, especialmente a través de las técnicas de la psicología profunda, y el que se encuentra mejor descrito. Abarca esencialmente material reprimido en forma de recuerdos displacenteros, pero también placenteros, y conflictos emocionales que no han sido resueltos satisfactoriamente, como también recuerdos de traumatismos físicos y enfermedades importantes. Este material proviene de etapas de toda la vida del sujeto, pero con preferencia procede de la infancia y la niñez. Así, es estrictamente individual, y presenta la característica general de que es accesible desde estados de consciencia habituales, por lo cual puede ser explorado en terapias psicoanalíticas y entendido psicodinámicamente según las premisas básicas de Freud. La ventaja de entrar en este nivel de profundidad de la mente a través de los estados alterados de consciencia reside en que el proceso puede ser acelerado considerablemente (la psicoterapia profunda puede requerir de varios años), y además no es necesario reconstruir de forma minuciosa sus contenidos a partir de fragmentos como sueños, lapsus linguae, etc., trabajo en sí bastante complejo de llevar a cabo, sino que se abre la posibilidad de revivir los sucesos en cuestión (después de atravesar la “barrera sensorial” mencionada más arriba). Cuando esto sucede, se producen cambios muchas veces dramáticos en creencias, actitudes, comportamientos y sintomatología clínica. El revivir contenidos del inconsciente personal puede darse reviviéndolos tal como sucedieron originalmente, o a través de experiencias simbólicas, alusiones metafóricas y deformaciones defensivas. En ocasiones, puede ocurrir que la persona solamente experimente movimientos y desbloqueos energéticos en su cuerpo, sin enterarse realmente de qué contenidos se encuentran representados o localizados en los lugares que están siendo desbloqueados, hecho que no le quita terreno a los efectos terapéuticos.
Existe una segunda ventaja en la utilización de estados modificados de consciencia para adentrarse en estos territorios mentales. En una psicoterapia, el terapeuta debe ir decidiendo qué es importante y qué no lo es tanto para encauzar el proceso terapéutico. Por el contrario, en el enfoque de los estados alterados de consciencia es el organismo del paciente o de la persona quien decide qué traer a la luz del proceso mental consciente. Grof al principio habló de una especie de “radar interior” que seleccionaba las cuestiones más importantes para llevarlas a la superficie de la mente. Después postuló una energía interna que llamó “sanador interno”, suerte de sistema interior que decide cuales contenidos es necesario integrar conscientemente para la curación del individuo en un momento dado.
Como ya insinuado, la teoría psicoanalítica describe de manera bastante exacta la mayoría de las observaciones que se pueden recoger en el nivel psicodinámico, incluyendo traumas psicosexuales, sensaciones relacionadas con la sexualidad infantil y conflictos ligados a diversas actividades en las zonas libidinales postuladas por Freud. Sin embargo, observaciones adicionales le exigieron a Grof la introducción de un nuevo concepto en el pensamiento psicoanalítico para poder dar cuenta de todos los fenómenos que surgían en el curso de sus investigaciones: los sistemas COEX (systems of condensed experience o sistemas de experiencia condensada).
“Se puede definir un sistema COEX como una constelación específica de recuerdos consistentes de experiencias condensadas (y fantasías relacionadas con ellas) provenientes de diferentes períodos de la vida del individuo” (Grof, 1980). Los componentes de estos sistemas y las relaciones entre ellos siguen básicamente las líneas freudianas principales; “el elemento nuevo desde el punto de vista teórico es el concepto de sistema dinámico que, al integrarlos, organiza los componentes en una nítida unidad funcional” (Grof, 1980). La estructura de la personalidad humana parece contener de manera invariable varios sistemas COEX, cuya intensidad, extensión y cantidad varía considerablemente entre distintos sujetos.
Las experiencias condensadas en un sistema COEX particular siempre tienen algo en común, que puede ser un tema básico (por ejemplo el abandono, la privación emocional, sucesos que causaron felicidad y alegría), una sensación física (por ejemplo dolor, displacer, excitación sexual) o algún otro elemento. Estos sistemas actúan de manera bastante autónoma, aunque siempre se dan ciertas interdependencias y superposiciones. Cada COEX además se relaciona con mecanismos específicos de defensa que le son afines por alguna razón y con determinados síntomas tanto somáticos como psicológicos que puede presentar una persona. Grof deduce de la intensa reacción que sobreviene al activarse un sistema COEX en un estado alterado de consciencia, que les es intrínseca una carga afectiva excesiva, presumiblemente la suma de las emociones que acompañaron a los acaecimientos que están condensados en cada uno de estos sistemas.
La estructura interna de un sistema COEX es estratificada. Existe una experiencia nuclear, que representa “un prototipo o matriz para seguir registrando en los registros de la memoria los acontecimientos subsiguientes de tipo similar” (Grof, 1980). Estas vivencias nucleares casi siempre provienen de los estadios más tempranos del desarrollo, como por ejemplo la etapa de la lactancia. Los estratos profundos del sistema están constituidos por recuerdos vívidos y coloridos de toda la infancia con características semejantes al suceso sobre cuya base se construyó todo el sistema. Los estratos más superficiales están formados por todo tipo de experiencias similares de todos los períodos posteriores de vida hasta llegar al momento actual. Es interesante advertir que al activarse y revivirse un COEX normalmente se reviven primero las capas superficiales, y sólo de manera gradual y progresiva se avanza hacia su núcleo.
Hemos mencionado que los sistemas COEX actúan de forma autónoma, pero no hemos aún expuesto qué es lo que hacen en el complejo aparato psíquico de un individuo. Grof mantiene la idea de que, una vez formados, son “las fuerzas dinámicas que están detrás de nuestros síntomas emocionales y psicosomáticos y provocan las dificultades que tenemos para relacionarnos con nosotros mismos y con los demás” (Grof, 1992) debido a que en “una complicada interacción con el medio, influyen selectivamente sobre la percepción que tiene el sujeto de sí mismo y del mundo, sobre sus sentimientos, su ideación e incluso sobre muchos procesos somáticos” (Grof, 1980). Si la naturaleza del sistema COEX es fundamentalmente negativa, éste producirá una influencia negativa que impregnará toda la vida del sujeto: “los sistemas COEX ayudan a moldear nuestra percepción del mundo y, por medio de esta percepción, actuamos de tal modo que, en el mundo exterior, se producen situaciones que reproducen los esquemas de nuestros sistemas COEX. Dicho de otra manera, nuestras percepciones interiores pueden funcionar como complejos guiones con los que recreamos temas esenciales de nuestros propios sistemas COEX en el mundo exterior” (Grof, 1992). Así, en perfecta concordancia con estas concepciones, se encuentra la observación clínica de que en sujetos con problemas psiquiátricos, los contenidos de los sistemas COEX son los que dominan las sesiones en estados alterados de consciencia por mucho tiempo hasta poder ser cabalmente resueltos e integrados, mientras que personas emocionalmente estables y psicológicamente sanas con infancias poco traumáticas avanzan mucho más rápido a los territorios perinatales y transpersonales del inconsciente, trascendiendo el ámbito exclusivamente personal. Los conflictos del nivel psicodinámico y su naturaleza particular son determinantes importantes de los desórdenes psíquicos, tal como las investigaciones psicoanalíticas han puesto al descubierto.
De esta manera nuevamente nos encontramos con la necesidad de admitir, dentro del marco de referencia de Grof, como correcta una de las premisas del psicoanálisis, esto es, que las experiencias tempranas determinan la formación de la personalidad posterior del sujeto de una manera altamente significativa. De lo dicho también se deduce la eficacia terapéutica del revivir un sistema COEX. Al revivirlo, es posible liberarse del esquema que el sistema ha estado reproduciendo de manera constante en la vida de una persona y de los síntomas que han estado asociados a él. Y tarde o temprano, dentro del enfoque de los estados alterados de consciencia, todas las personas dejan atrás el nivel psicodinámico con sus problemáticas, presumiblemente integrado a la consciencia, para adentrarse en mayores profundidades.
Resulta necesario plantear la pregunta de por qué motivo ciertos sucesos y no otros que también podrían ser pensados como potenciales desencadenantes de un trauma psicológico tienen efectivamente consecuencias traumáticas que afectarán de forma tan profunda la evolución posterior de un niño. Un hecho crucial a este respecto que señala Grof es la similitud dinámica que puede plantearse entre determinado incidente traumático en la infancia y cierta faceta del trauma biológico del nacimiento del niño. Es factible imaginarse que el impacto traumático de alguna ocurrencia podría deberse en el fondo a una reactivación de determinado recuerdo psicobiológico del nacimiento perteneciente al reino perinatal de la psique (nivel descrito parcialmente en la obra de Otto Rank y desarrollado por Grof), especialmente tomando en cuenta las observaciones que revisaremos en los próximos apartados. Con posterioridad la concepción de Grof va aún más allá: “Además de estas componentes perinatales, los típicos sistemas COEX pueden tener raíces aún más profundas. Pueden extenderse a la vida prenatal y hasta el reino de los fenómenos transpersonales, tales como las experiencias de vidas anteriores, arquetipos del ´inconsciente colectivo´ y la identificación con otras formas de vida y con procesos universales. [Los sistemas COEX] sirven no sólo para organizar el inconsciente individual, tal como originalmente pensé, sino la psiquis humana en su totalidad” (Grof, 1992).
El nivel perinatal
La próxima capa del inconsciente en el modelo de Grof, más profunda que la anterior, es el nivel perinatal. Las palabras griegas peri y natalis significan respectivamente cercano o alrededor de, y relativo al nacimiento, y el nombre completo alude tanto a la naturaleza de las experiencias correspondientes a este territorio como al modelo que Grof propone para ordenar en cuatro categorías diferentes este tipo de vivencias, observadas en distintos estados no ordinarios de consciencia. Las experiencias están centradas en ámbitos temáticos universales de la existencia humana, como los problemas biológicos del nacer, el dolor, el sufrimiento físico, la enfermedad, el envejecer, el morir y la muerte. En este sentido, nos encontramos aquí en una intersección entre lo estrictamente personal y biográfico y lo que hemos llamado transpersonal. Son estas vivencias la puerta de entrada al inconsciente colectivo, concepto crucial en la obra de C.G. Jung (Jung, 1990), ya que las emociones y sensaciones que se tienden a experimentar en este nivel son de tal intensidad, que se “trasciende todo lo que habitualmente se considera como el límite de la experiencia individual” (Grof, 1980). Las personas relatan a menudo que han revivido su propio nacimiento, y tales experiencias, aún biográficas, pueden estar acompañadas en muchas ocasiones de verdaderos fenómenos transpersonales como lo son la identificación con otras personas, los recuerdos de la evolución de la vida y el encuentro con arquetipos y otros elementos pertenecientes al inconsciente colectivo. La pregunta sobre la autenticidad de las vivencias de revivir el nacimiento es evidentemente legítima; una y otra vez, donde ha sido posible, se ha verificado que detalles relatados por los sujetos se corresponden de manera exacta con los informes médicos y con los recuerdos de las personas presentes en el momento del parto original. Esto ha llevado a Grof a aceptar que la psique acumula recuerdos perinatales, que, como veremos, pueden ser de particular importancia en el desarrollo de un individuo.
En términos generales puede afirmarse que las experiencias relacionadas con este nivel del inconsciente exhiben dos aspectos principales. El primero es un aspecto biológico, y se refiere a que durante sesiones dominadas por el nivel perinatal se pueden observar síntomas físicos y fisiológicos “que pueden ser perfectamente interpretados como derivados del nacimiento biológico” (Grof, 1980), además de que las posturas, los movimientos, las conductas y los sonidos que presentan los sujetos “muestran una similitud sorprendente con las de un niño durante las diferentes etapas del parto” (Grof, 1980). Los movimientos recrean a menudo la mecánica particular del parto del individuo, y se describen emociones primitivas y sensaciones como ansiedad, dolor físico y asfixia.
El segundo aspecto ligado a las experiencias de este territorio psíquico es psicológico filosófico-espiritual. El espacio interior de la persona puede verse llenado por visiones de genitales y pechos de mujer, y también por visiones de embriones, fetos y recién nacidos. Asimismo es posible que el sujeto se sienta identificado con estos seres. Filosóficamente hablando, el tema de la mayor importancia es el de la muerte. La persona puede verse expuesta al hecho de que cuanto haga, logre o acumule durante el período de su vida deberá dejarlo atrás a la hora de dejar este mundo, deberá irse sin todas las cosas a las que se ha apegado emocionalmente y deberá hacerle frente a lo inevitable, a la “fase final del crecimiento” como ha llamado Elisabeth Kuebler-Ross a la etapa final de la vida que culmina con la muerte del cuerpo (Kuebler-Ross, 1988). A su vez, el individuo se encuentra con la sorprendente similitud que parece existir entre el nacer y el morir: “Nos enfrentamos con emociones que pertenecen a dos polos opuestos, en los que se entrelazan el nacimiento y la muerte, como si esos dos aspectos de la experiencia humana fueran uno solo” (Grof, 1992). El enfrentamiento con estos hechos suele acompañarse de una crisis existencial, la cual normalmente trae como consecuencia una apertura a las dimensiones espiritual y religiosa intrínsecas a la existencia e independientes de cualquier tipo de condicionamientos culturales.
Grof considera que a las técnicas psicoanalíticas clásicas no les es posible acceder a este estrato del inconsciente y que el psicoanálisis freudiano no proporciona tampoco los elementos necesarios para entender e interpretar esta clase de experiencias. “Parece apropiado, sin embargo, referirse a este nivel del inconsciente como rankiano; con algunas modificaciones, el marco conceptual de Otto Rank se puede aprovechar para comprender mejor los fenómenos que nos ocupan” (Grof, 1980), debido a que Rank (Rank, 1924) ya se había percatado hace mucho tiempo de la extraordinaria importancia e influencia de las vivencias perinatales en la vida mental de los individuos.