viernes, agosto 27, 2021

La Muerte

Esta existencia nuestra es tan transitoria como las nubes de otoño. Contemplar el nacimiento y la muerte de los seres es como mirar los movimientos de una danza.

Una vida es como un relámpago en el cielo; corre como un torrente por la ladera empinada de una montaña.

Buda.

La muerte es sólo un paso más hacia la forma de vida en otra frecuencia y el instante de la muerte es una experiencia única, bella, liberadora, que se vive sin temor y sin angustia.

El hecho de preocuparnos de la muerte no significa una evasión de la vida , sino todo lo contrario. La integración de la idea de la muerte en el pensamiento de los hombres les permite erigir sus vidas de acuerdo con propuestas más conscientes, más meditadas, alertándolos sobre el uso que hacen de ellas, no derrochando "demasiado tiempo en cosas sin importancia". Y, la muerte no es el fin, sino más bien un "radiante comienzo".

Nuestra vida en el cuerpo terrenal sólo representa una parte muy pequeña de nuestra existencia. La vida no está pues limitada a una existencia única. Esta vida terrenal es más bien una minúscula parte de una existencia individual global que se proyecta bastante más allá de nuestra vida de aquí abajo.

La muerte física del hombre es idéntica al abandono del capullo de seda por la mariposa. La observación que hacemos es que el capullo de seda y su larva pueden compararse con el cuerpo humano, un cuerpo humano transitorio. Como una casa ocupada provisionalmente. Morir significa, simplemente, mudarse a una casa más bella, hablando simbólicamente, se entiende.

Desde que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, ya sea como consecuencia de un suicidio, de homicidio, infarto o enfermedades crónicas, (no importa la forma), va a liberar la mariposa, es decir, vuestra alma.

En esta etapa, cuando nuestra mariposa ha abandonado su cuerpo, viviremos entonces importantes acontecimientos que es útil que conozcamos anticipadamente para no sentirnos jamás aterrorizados...

Introducción.

Cese de la vida.

La muerte se caracteriza por el cese de las correlaciones funcionales que aseguran el mantenimiento de las constantes químicas del medio interno. La detención del latido cardiaco o de la respiración, considerados antes como signos característicos de la muerte, no lo son hoy, teniéndose como tal el cese de la actividad del sistema nervioso central.

Así es como define la muerte el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española.

Algo ha cambiado, los antiguos CIENTIFICOS, y por tanto autocoronados únicos portadores de la verdad, creían que alguien había dejado de existir, que había muerto, al comprobar que les faltaba el latido cardiaco o bien la respiración.

Hoy, otra nueva hornada de esta especie, los CIENTIFICOS, siguen creyéndose los únicos portadores de la verdad y el conocimiento. Pero hoy, NO HAY YA MUERTE, hasta que el sistema nervioso central ha cesado su actividad.

Algo es algo. Quizás dentro de uno lustros o décadas, tengan a bien ilustrarnos, de que la vida no desaparece cuando el sistema central cesa su actividad.

Hay quien piensa, que la vida es eterna. No se acaba nunca. No está limitada a un pasaje sobre la tierra, sino que forma parte de todo un proceso evolutivo de perfeccionamiento.

Eso implicaría que nuestra conciencia puede actuar independientemente del cuerpo físico.

¿Significa que hay algo en nosotros capaz de sobrevivir a la muerte de éste?
¿Es aquello a lo que llamamos alma?
¿Es prisionera del cuerpo físico?
¿Solo puede escapar a la muerte del "cascarón" físico?
¿Podemos ejercitarla para facilitar su salida?

Desde luego estas preguntas no las podremos responder desde el punto de vista científico. Pero si esa premisa, no es para nosotros la única valida.

No hay duda de que si hay respuestas.

En tanto esperamos sentados a que las cosas cambien en un mundo super científico, cada vez más sumido en la cosificación y más abocado a la esquizofrenia entre la razón, el sentimiento y la acción, nos veremos limitados a intentar por NOSOTROS mismos averiguar las respuestas.

Quienes han conseguido abandonar su cuerpo físico, "experiencias fuera del cuerpo" ( EEC ) nos dicen que con ellas, podríamos ampliar nuestra conciencia, dándonos una mayor sensación de libertad y certeza en que es posible vencer la barrera infranqueable que supone la muerte, a la que solemos considerar nuestro enemigo final.

Todo esto puede parecer muy subjetivo. Pero nos queda el consuelo de saber que la inmensa mayoría de las culturas conocidas han aceptado la existencia de un "doble" sutil, que abandonaría el cuerpo físico durante el sueño y que podría sobrevivir a la desaparición de este. Por referirnos tan sólo a la tradición occidental, encontramos esta idea entre pitagóricos, órficos, platónicos, neoplatónicos y hermetistas.

Todos ellos creen en el alma y que esta posee un vehículo para su manifestación. Algunos lo llaman cuerpo astral o sideral.

Pasaremos a hablar de todo ello los próximos días.

Ahora bien, una advertencia. No vale la pena que pierdas el tiempo leyendo estas paginas si eres de los que prefieren OIR a SENTIR.

Yo desde mi humilde punto de vista, y con la experiencia de los viajes astrales, solo puedo decir una cosa... NO HAY MUERTE.

Pruebas.

¿Existe vida después de la muerte? Todos nos "morimos de ganas" de conocer la respuesta a una pregunta sobre la que los hombres discuten desde hace siglos. Y la respuesta sigue en el mismo punto: precisamente en "punto muerto". Claro, que esto es así, si solo buscamos la respuesta en la ciencia oficial, si solo buscamos pruebas científicamente fundadas, experimentales u objetivas.

Pero la actitud científica (muchas veces ciega a la evidencia) exige fenómenos matemáticamente demostrables, repetitivos, mensurables, que no se adecua a esta cuestión.

Henri Bergson, en su alocución presidencial a la Sociedad para la Investigación Psíquica de Londres, en 1913, declaró con respecto a las apariciones y a esta investigación psíquica: " Cuando considero el gran número de casos, su semejanza, su aire familiar y la coherencia de tantos testimonios, todos analizados, verificados y examinados, tiendo por mi parte, a creer tanto en la telepatía y apariciones como, por ejemplo, en la derrota de la Armada Invencible. No es una certidumbre matemática como la formulada por la prueba del teorema de Pitágoras. No es tampoco la certidumbre que emerge del examen de la ley de Galileo. Es, no obstante, el tipo de certidumbre que tenemos en el campo de la historia y la jurisprudencia.

Es con esos "ojos" con los que se debe indagar en estas cuestiones, sino corres el riesgo, de quedarte igual de ciego que lo ha hecho la ciencia en el transcurso de la historia.

Tampoco pido que se deba creer por el mero hecho de hacerlo. Más bien pediría, que pudieran disponer de su mente sin ninguna barrera.

Un testimonio (e incluso varios) no es una prueba. " Testigo único, testigo nulo ", decían los romanos. Sin embargo, las experiencias individuales forman un conjunto de pruebas subjetivas.

¿Pero que tipo de pervivencia nos espera, si es que la hay?

Cuando pensamos en esta, nos viene a nuestra mente una pervivencia individual, de la misma manera que hemos estado viviendo en este plano.

Una prolongación de lo que hemos sido en esta vida, un perfeccionamiento de lo que hubiéramos deseado ser.

Queda por determinar que puede ser la supervivencia. ¿Acaso un regreso a la gran "sopa" atómica? Al fin y al cabo, aun reducido a polvo, nuestro cuerpo estará todavía compuesto de átomos, que servirán de "mantillo" a futuras criaturas. ¿Una reencarnación de lo mejor de nosotros mismos? ¿O tal vez la reintegración de lo que hemos sido en un cuerpo de nueva materialidad?

Lo decía Dalí: " Reclamo una vida en el más allá con persistencia de la memoria. De buena gana renunciaría a las beatitudes eternas siempre que, en la eternidad, lo recordara todo".

Las religiones no afirman esta posibilidad de una conciencia preservada, pero todos coinciden en la idea de una persistencia.

¿Cuál de ellas?
¿Cuándo entra el alma?

Si partimos de la base y las creencias reencarnacionistas, en las que la muerte no es sino que un paso adelante (o atrás) en nuestra evolución para alcanzar el perfeccionamiento y el acercamiento a la luz suprema.

Deberíamos preguntarnos. 
¿Cuándo entra el alma en el cuerpo humano? 
¿Es el feto un alma humana desde el mismo momento de la concepción?

La doctora en psicología Helen Wambach, en su libro "Recalling Past Lives: The Evidence From Hynopsis" y en su artículo "La vida antes de la Vida", ha hecho, unas investigaciones a 750 personas bajo hipnosis, acerca de sus vidas antes del nacimiento.

A la pregunta de "¿Cuándo entra su alma en el feto? se obtuvieron interesantes versiones. Pero lo sustancial de este trabajo fue que... ¡el 89% de los 750 casos que respondieron! dijo que no pasó a formar parte del feto o a relacionarse con él hasta que no se cumplieron seis meses de gestación. Incluso entonces, muchos sujetos dijeron encontrarse "dentro y fuera" del cuerpo fetal.

Se veían a sí mismos como una conciencia adulta relacionándose con el feto como una forma de vida menos desarrollada.

En el libro de la pareja, A y D. Meuroís-Givaudan "Los nueve peldaños, nacer y renacer" se expone el acercamiento paso a paso, del itinerario de un alma en proceso de encarnación. Los autores contactan con ese ser por medio del viaje astral (tema que tocaremos próximamente).

En un fragmento de esas conversaciones, este ser que prepara su encarnación, su vuelta a este plano físico, dice refiriéndose a su vuelta: "Pues bien, sabed que tengo un poco la impresión de que voy a morir..., de que me ha tocado el turno. De modo que es preciso que abandone mi confort interior y, lo que es peor, a mis amigos de aquí".

¿Dónde está entonces la muerte? 
¿En el regreso o en la partida? 
¿Cuál es el regreso y que es la partida?

Las etapas del viaje al más allá.

Según las personas que han estado al borde de la muerte física, hay una serie de etapas que se recorren en ese estado.

Clasificación del doctor Moody. Doctorado en medicina, autor entre otros de los libros "Life after Life" y "Reflections on Life after Life"

- Impresión subjetiva de estar muerto;
- audición de un ruido desagradable y entrada en una región oscura (túnel);
- desdoblamiento del cuerpo físico (extracorporalidad);
- encuentro con un ser fallecido;
- audición de una voz y aparición de un ser de luz;
- desfile panorámico de la vida;
- sensación de chocar una barrera;
- rechazo o no deseo de volver atrás y entrada a la luz;
- decisión de regresar a la vida;
- modificaciones fundamentales del comportamiento.

Recordemos que el doctor Moody estudió unos ciento cincuenta casos y que cosificó estas experiencias de pre-muerte en tres categorías principales:

- Las vividas por personas declaradas clínicamente muertas y reanimadas.
- Las vividas por heridos o accidentados graves que han visto de cerca la muerte.
- Las vividas por moribundos y agonizantes, capaces todavía de contar lo que sienten.

Sin embargo, las obras del doctor Moody presentan un inconveniente que es necesario subrayar: dejan suponer que en el instante de la agonía todo el mundo vive la misma experiencia "trascendente", lo cual no es cierto.

Por otra parte, coloca en el mismo nivel todos los estadios de esta experiencia sin facilitar estadísticas ni porcentajes. Observando de cerca la historia-tipo establecida por el doctor Moody a partir de la experiencia de los agonizantes, se descubre que cada estadio no se vive por todos los individuos en la misma proporción. Por ello recomiendo de corazón a los interesados en el tema, que completen los libros del doctor Moody con el del doctor Ring, que estudia además si las causas de la agonía, las razones de la muerte, modifican los relatos de estas experiencias.

Aunque, por ejemplo: EL CASO DE LOS SUICIDAS.

Kenneht Ring interrogó a numerosos suicidas fallidos. Entre esos sujetos, ninguno mencionó el fenómeno del túnel, ni vio luz brillante ni apaciguadora, ni encontró presencia de seres queridos desaparecidos, ni penetró en un mundo trascendente de gran belleza. El caso de los suicidas parece ser distinto del de los demás escapados a la muerte (accidentados o clínicamente muertos). Vale la pena dedicar unas líneas a ello.

Precisemos en principio que las observaciones del doctor Ring afectaron a 24 personas (muy poco para establecer una estadística) y que 22 de esas personas habían tomado estupefacientes o alcohol antes de su tentativa de suicidio (lo que tiene una acción neutralizante sobre las experiencias de agonía, como lo ha demostrado el doctor Osis). Sin duda porque los estupefacientes producen una amnesia y bloquean la memoria, lo que produce que los sujetos escapados a su suicidio no tengan nada que contar.

Un psiquiatra de San Francisco, David Rosen,* interrogó a ocho supervivientes del Golden Gate Bridge, el famoso puente de San Francisco, uno de los más altos del mundo y desde el que se arrojan muchos suicidas. Los resultados en la encuesta de Rosen son muy reveladores: los supervivientes vivieron todos la historia-tipo descrita por Moody y Ring.

Aunque la opinión más extendida afirma que los suicidas no conocen experiencia trascendente de la muerte porque el suicida "viola" en cierto modo la planificación de la vida, las observaciones empíricas tienden a demostrar lo contrario: En realidad, a este respecto no se ha publicado ninguna estadística seria. El doctor Ring se esfuerza en llenar esta laguna con la ayuda de Stephen Franklin. Ya en la actualidad el doctor Ring revisa sus primeras observaciones y advierte que ciertas experiencias trascendentes han sido vividas por los suicidas frustrados, incluso por aquellos que habían ingerido estupefacientes.

Por lo tanto, estas experiencias parecen que son universales y no están vetadas a nadie.

Algo de ciencia.

-Búsqueda (científica) del cuerpo astral

¿Sobrevive el espíritu al cuerpo? Algunos investigadores han intentado dar una respuesta experimental al problema. En el siglo pasado, el doctor Zaalberg van Zelst de la Haya publicó un libro (se trataba de cinco gruesos volúmenes ilustrados) que produjo cierta conmoción y con el cual creía haber establecido ciertos hechos concernientes al cuerpo astral, o sea el doble psíquico que abandona al individuo después de la muerte.

Los hechos consignados por el doctor van Zelst eran el producto de sus experiencias de laboratorio. Él afirmaba que el cuerpo astral es susceptible de comprimirse y de expandirse. Daba incluso una precisión asombrosa: había logrado pesarlo; decía, y se había encontrado con que pesaba 69,5 gramos.

Ahora bien, ¿se trata sólo de una coincidencia?; eso concuerda con las experiencias realizadas por el doctor Duncan Mac Dougall quien, por su lado, había constatado que en el momento de la muerte el cuerpo pierde aproximadamente entre 62 y 78 gramos...

En estos últimos años, el doctor R.A. Watters, siguiendo las direcciones del pensador metafísico W. Carrington, se dedicó a otro tipo de experiencias. Carrington se había quedado estupefacto ante los testimonios de algunas personas que habían velado a un muerto y que contaban que una nube dejaba el cuerpo del difunto a la altura de la cabeza. Algunas de ellas afirmaban también que esa nube tomaba una forma corporal muy definida y que permanecía en posición horizontal a una quincena de centímetros por encima del lecho.

Carrington quería saber si una podía fotografiar a ese doble psíquico. Watters lo experimentó con ratas, ranas y pollos. Fabricó las cámaras de Wilson de formas especiales, las que se utilizan en física para poner en evidencia los sucesos atómicos, y las llenó de vapor de agua o de aceite. Luego tomó las fotos en el instante de la decapitación de los animales. Las fotos mostraron una neblina que planeaba por encima del cuerpo del animal. Se le replicó a Watters que sus resultados habían sido trucados. Durante siete años él se dedicó con obstinación a llevar a cabo pruebas cada vez más ingeniosas y terminó de todos modos por admitir que, si bien los curiosos fenómenos que había obtenido eran totalmente reales, ellos no probaban que se tratara de algo más que de un simple efecto físico: él no podía decir o dar la prueba absoluta.

El profesor Negowski, un académico soviético ha definido cuatro estadios en el proceso de la muerte: la conmoción, el estado pre-agónico, la agonía y la muerte clínica.

El profesor Negowski evidentemente ha establecido su clasificación sobre una base experimental. Sus observaciones han sido hechas sobre perros a los cuales se les seccionaba la arteria femoral. El primer estadio, o conmoción, comenzaba dos o tres minutos después de la operación. En ese momento la sangre no llegaba en cantidad suficiente al cerebro y las necesidades de éste en oxígeno y en glucosa no eran satisfechas. Dos mecanismos de compensación se ponían entonces a funcionar: los vasos se dilataban y drenaban sangre hasta entonces guardada en reserva. Esos mecanismos comportaban un aumento sensible de la cantidad de azúcar contenida en la sangre que irriga el cerebro.

El segundo estadio, estado pre-agónico, se produce cuando la glucosa es consumida con más rapidez de lo que llega. Y al mismo tiempo, las ondas cerebrales se fijan en sus secuencias más altas. Dicho de otro modo, en el estadio pre-agónico el cerebro emite ritmos beta extremadamente rápidos y con tiempos de interrupción durante los cuales aparecen los puntos de ondas alfa. Ahora bien, como se ha constatado por otros medios, estas modificaciones son exactamente las que se producen en el curso del estado fisiológico provocado por la meditación trascendental de los yoguis.

El tercer estadio es el de la agonía propiamente dicha. Y el cuarto, el de la muerte clínica. Para los rusos la muerte clínica, o sea, la muerte "oficial", se caracteriza por la detención completa y definitiva del cerebro. En este caso la vida cesa, o más bien da lugar a lo que llamamos muerte, sin saber muy bien de que se trata.

El comienzo de la vida.

Llegados a este punto, solo recordar que el comienzo de una nueva vida "el regreso" lo volveremos a hacer todos, y para recordar todo lo que eso conlleva, sería bueno recordar lo siguiente:

Y una mujer que estrechaba una criatura contra su seno dijo:

Háblanos de los hijos. Y él dijo:

Vuestros hijos no son vuestros hijos. Son los hijos y las hijas de anhelo de la vida misma por perpetuarse.
Llegan por medio de vosotros, pero no de vosotros, y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.
Les podéis dar vuestro amor, pero no vuestros pensamientos, porque ellos tienen los suyos.
Podéis acoger sus cuerpos, pero no sus almas, porque sus almas moran en la casa del mañana, que no podéis visitar ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros por ser como ellos, pero no tratéis de hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede, ni se detiene en el ayer.
Sois el arco por el cual vuestros hijos son disparados, como flechas vivientes.
El arquero ve la diana en el camino del infinito, y con su fuerza os doblega para que vuestras flechas vayan raudas y lejanas.
Dejad que vuestra tensión en las manos del Arquero sea una alegría; pues de igual manera Él ama la flecha que vuela, como ama también el arco que se tensa.

Khalil Gibran.
El profeta.

Me hubiera gustado extraer, de este viaje al más allá, una conclusión de la que se desprendiera claramente lo que está probado y lo que no lo está.

Desgraciadamente, en el conocimiento de este problema esencial, las pruebas de revelan en definitiva como interrogaciones mejor formuladas.

En todos sus niveles, macro físico y micro sófico, la vida es una organización de átomos, de moléculas, de células. Esta organización, que va de lo más sencillo a lo más complejo, sólo se mantiene por la necesidad de un dinamismo. No existe materia inerte. Los elementos atómicos están sometidos a fuerzas, a movimientos, a atracciones y repulsiones, etc., en resumen a una ENERGÍA INCESANTE.

Y como todo es relativo y no hay verdades absolutas, voy a hacer mía la frase de Dalí:

"Doy rodeos por la ciencia para alcanzar el dogma..."

TENER BIEN ABIERTOS LOS OJOS QUE INSPIRAN, ELLOS OS LLEVARAN A "VUESTRA" VERDAD.

Los viajes del profeta Mahoma a los siete cielos, tal como los presenta una pintura persa de principios del siglo XVI. La idea de que la otra vida es un proceso continuo que comporta la ascensión del alma a través de varios estadios de iluminación es una creencia común a varias religiones.

La muerte y los niños.

¿Cómo podemos concebir la muerte de los niños terminales y aportarles la ayuda más eficaz?

Lo que hace falta es enseñar a todo el mundo que trata con enfermos un lenguaje simbólico y eso no es castellano, ni inglés, ni francés, es un lenguaje universal. No hay ningún niño que no se dé

cuenta de su muerte inminente. Vuestro trabajo, ya seáis médicos, enfermeras, o familiares, es

saber leer entre líneas lo que los niños dicen. La manera más sencilla de hacerlo es dejarlos que pinten con lápices o ceras de colores sobre un papel en blanco.

Nunca debemos decirles lo que tienen que pintar, sencillamente les diremos que dibujen algo. En diez minutos nos daremos cuenta que los niños saben lo que les ocurre; por ejemplo, si hay uno que tiene un tumor cerebral saber perfectamente donde lo tiene y además, siempre está en lo cierto.

Lo único que queda por hacer es comentar el dibujo con ellos y, de repente, nos estarán hablando de la misma manera que hablan consigo mismos.

Entonces el niño tiene conocimiento de su muerte, ¿Cómo lo percibe y vive, según su edad?

Un niño sabe, no conscientemente sino por intuición, cuál será el término de su enfermedad, pero depende también de la actitud de sus padres. Si los padres están aterrorizados ante la idea de la muerte, les transmitirán ese miedo a los niños. En cambio, si los padres no tienen miedo, ellos tampoco tendrán miedo ante la muerte. Sólo tienen miedo si se les ha explicado consciente o inconscientemente el hecho de la muerte.

Un niño sano de padres sanos sólo tiene miedo del enterramiento porque al verlo en televisión o al vivirlo de cerca, por ejemplo con la muerte de su abuelito, han visto cómo lo metían dentro de una caja que tapaban con clavos y martillos, luego lo introducían dentro de un gran agujero y, por si eso fuera poco, encima le echaban tierra. Esta imagen les hace sufrir mucho y les asusta, sobre todo a los niños de 5, 6 ó 7 años.

Así que para no transmitirles ese miedo debemos explicarles que el abuelo no está ahí sino que se ha ido y está por encima de todo eso.

Os voy a mostrar lo que les enseño a mis niños: como ellos siempre se toman las cosas al pie de la letra, deberéis hacer vuestro propio gusanito de seda. (En este instante muestra un pequeño muñeco de tela a modo de gusano de seda con una cremallera en la parte inferior que, al abrirla, se da la vuelta y aparece una mariposa). Así, les podréis explicar que cuando el abuelo fue atropellado por el coche, la única cosa que ocurrió es que se rompió el capullo y entonces, apareció la mariposa. Ese es el abuelo de verdad. Lo que enterramos sólo es el capullo, de esta manera, los niños son capaces incluso de echar tierra sobre el ataúd. Este gusanito, que hace un tiempo que viene conmigo, es para niños de dos o tres años pero hay para más mayores. Los hacemos con retales y trozos de tela.

¿Y qué respuesta obtiene del niño con este ejemplo?

El niño lo entiende totalmente. Sólo los adultos se hacen un lío, los niños son mucho más sencillos. De esta manera pueden hablar con el abuelo que anda por ahí.

Por tanto, nunca debemos mentir a los niños, siempre hay que decirles la verdad.

Cuando muere un familiar hay que decírselo de la manera más cariñosa posible. Según la edad utilizaremos un lenguaje distinto. A los niños más pequeños que trato cuando les digo que mamá o el abuelo han muerto, utilizo mi muñeco. De esta manera se convierte en algo más aceptable. Cuando han muerto de cáncer les digo que ya no sufren más. En el caso de la guerra del Vietnam, cuando llegaban los padres muertos pero además mutilados, les contaba que estaban de nuevo completos en un lugar donde hay belleza, humor, paz y amor. Pero el único inconveniente que hay al contarlo es que nosotros debemos creer todo lo que les explicamos. Si, sencillamente, les decimos que está en el cielo y es muy bonito pero no creemos en ello, ningún niño nos creerá. Incluso en esta sencilla cuestión debemos ser totalmente honestos.