Frente a la Isla de Antikythera (Grecia) en el Mar Egeo, fue hallado en el año 1.900 por un grupo de pescadores de esponjas a unos 60 metros de profundidad, un extraño bloque de aspecto metálico recubierto de residuos calcáreos, procedente del naufragio de una galera griega, cuando estos procedían a rescatar los objetos de valor de dicha nave y que según la datación de los expertos naufragó en el siglo I a.C.
Una vez finalizadas las tareas de rescate un año más tarde y cuando se realizaba su clasificación, el arqueólogo griego Valerios Stais reparó en la presencia de este extraño objeto, en el cual parecían apreciarse varios mecanismos de engranaje, algo totalmente ilógico para un descubrimiento de 2.000 años de antigüedad.
Tras un examen minucioso y la limpieza de residuos a base de ácidos, tanto Stais como otros expertos llegaron a la increíble conclusión de que este artefacto debía de ser algún reloj astronómico o instrumento de navegación muy sofisticado. Especialistas en epigrafía, detectaron la presencia de inscripciones que hacían referencia al Sol, la Luna y otros cuerpos celestes.
Calculadora astronómica para unos, astrolabio para otros, o simple objeto incatalogable para muchos, este extraño mecanismo permanece expuesto desde su descubrimiento en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Realizado en bronce, consta de 40 ruedas de engranaje (la principal dispone de 240 dientes), 9 escalas móviles y 3 ejes (el mayor servía para poner en marcha todo el increíble mecanismo). Se cree que en sus orígenes alcanzaba unas dimensiones de 8 X 16 X 32 centímetros, con un cuadrante de frente y otros dos más por la parte posterior...
A mediados de los años 50, el conocido aventurero Jacques Cousteau, capitán del buque de estudios oceanográficos Calypso, se interesó en este más que curioso mecanismo, y se animó a seguir buscando en la misma zona donde se encontró medio siglo antes la conocida como "Máquina de Antikythera". De estas labores de búsqueda, el Capitán Cousteau rescató un importantísimo tesoro arqueológico, y también pequeños restos de extraños engranajes de incomprensible utilización.
La enorme dificultad para poder explicar la presencia de tan "moderno mecanismo" en plena época de esplendor del Imperio de Roma, ha hecho que la comunidad científica haya dejado en el olvido a éste curioso objeto rescatado de las aguas.
No habrá quien falte en asegurar (en un claro ejemplo al que nos tienen muy acostumbrados los "negadores profesionales" de molestas evidencias) que la máquina de Antikythera no es más que un simple reloj que algún navegante arrojó en el siglo XIX desde su barco y que cayó por "casualidad" (¿Cuántas veces habremos oído ésta palabra?) en las proximidades de la vieja galera griega naufragada.