Echevarría, Gillermo
Hace unos días pasé por la puerta de la escuela de negocios en la que se nos apagó la luz y me puse a recordar cómo superamos el imprevisto e, incluso, cómo logramos ir más allá hasta convertirlo en una oportunidad única de aprendizaje.
Y se ve que, a partir de ese momento, mi cabeza continuó preguntándose: ¿Qué oportunidad puede ser esto para mis objetivos? porque al tiempo me sugirió: ¿Y si escribimos la anécdota del apagón?
Publiqué la historia en Internet y la respuesta de los lectores fue muy buena. La envié a través de mi boletín electrónico y una empresa me contrató. Además, se convirtió en una de las historias clave para explicar de manera sencilla la esencia de este libro: pase lo que pase, cómo hacer que las cosas pasen.
Tantas cosas surgieron a partir de ese y otros imprevistos que, a veces, me pregunto qué rumbos distintos habría tomado mi vida en estos últimos años si, en lugar de aprovechar esos imprevistos, los hubiese visto como problemas a evitar.
A través de estas claves quiero trasmitirte lo que aprendí explorando el arte de la oportunidad para que puedas descubrir posibilidades donde antes solo parecía haber problemas.
¿AGUAFIESTAS?
Me encontraba coordinando una actividad de trabajo en equipo en un hotel en mitad de las sierras de Córdoba. Habíamos planificado realizar los desafíos de la mañana dentro del hotel y seguir trabajando al aire libre por la tarde. La jefa de Recursos Humanos de la empresa que me contrataba estaba muy preocupada con unos nubarrones negros que iban creciendo a medida que se acercaba el medio día. Al llegar la tarde empezó a llover torrencialmente y yo tuve esta conversación conmigo:
—¿Qué quiero que pase?
—Que la gente pueda hacer los juegos de equipo sin mojarse.
—¿Y por qué sin mojarse?
—Emmm… no sé. Porque es lo que me dijeron en la empresa.
—¿Pero para qué te contrataron? ¿Para que no se mojen?
—No, me llamaron para que coordine juegos y desafíos para que este grupo se convierta en un equipo de alto rendimiento.
—¿Y si incluyéramos la lluvia como un desafío a superar por el equipo?
—Bueno, pero… ¿y si algunos no quieren mojarse?
—Y bueno, tendrán que decidirlo… ¡en equipo!
—Claro, les voy a pedir que tomen la primera decisión de equipo de la tarde.
Tuvieron que negociar entre ellos y finalmente improvisaron varias capas de lluvia a partir de unas bolsas de residuos para los que no querían mojarse. Una hora después, apenas el equipo había logrado superar bajo la lluvia el desafío que yo les había planteado, paró de llover.
La sensación de triunfo era generalizada y escuché a varios de ellos comentando: “Se nos dio todo. Sin lluvia no hubiese sido lo mismo”. Entonces pensé: ¿Cuánto nos hubiese costado generar artificialmente la lluvia que ese día nublado nos había regalado?
Estate alerta. Mientras solo veas problemas en una situación, es posible que te encuentres ¡defendiéndote de las oportunidades!
¿RESOLVER O DISOLVER?
Los problemas son tentadores porque nos invitan a resolverlos sin dejar que nos preguntemos si existe otra manera de plantear la situación. Como cuando nos ponemos a resolver un crucigrama o el Sudoku. No nos replanteamos las reglas del juego, sino que, simplemente, intentamos jugar lo mejor posible dentro de las reglas establecidas. En la situación del apagón, yo podría haberme planteado: ¿Cómo hago para que volvamos a tener luz?
Y seguramente habríamos podido encontrar muchas maneras de resolver la falta de luz con un encendedor, prendiendo los teléfonos celulares o poniéndonos de acuerdo para continuar
la actividad en el bar de la esquina. Todas soluciones que pueden servir para tener luz, pero que no cuestionan el planteo inicial que da por sentado que la falta de luz es un problema.
Frente a un problema no solo podemos resolverlo, también podemos disolverlo.
¿¡Qué!? Sí. Preguntándonos: ¿Quién dice que esto es un problema? o ¿cómo estoy interpretando esta situación para que aparezca como un problema para mí? y ¿cómo necesitaría plantearla para que deje de ser un problema para mí?
Pero ¿cómo es posible disolver un problema que, hasta hace cinco minutos, nos estaba volviendo locos? Es posible porque los problemas no son cosas, son planteos. ¡Y es por eso que podemos
replantearlos! De hecho, los problemas no existen independientemente de nosotros. Somos nosotros lo que llamamos problema a una situación que no esperábamos encontrar.
No hay problemas sin miradas problemáticas.
¿CÓMO HAGO PARA CONVERTIR UN IMPREVISTO EN UNA OPORTUNIDAD?
Podemos gastarnos el dinero de la indemnización mientras lloramos la injusticia de haber sido despedidos olvidando, por ejemplo, que siempre quisimos tener un emprendimiento propio. Hoy tenemos el dinero y el tiempo, pero no lo podemos ver porque, entre otras cosas, no queremos aceptar que ocurrió lo que ocurrió.
Anclados en el lamento y el enojo, continuamos peleando con la situación del despido y no dejamos espacio mental ni emocional para preguntarnos: ¿Qué oportunidad podría ser esto para mi crecimiento personal o profesional? ¿Hace rato que estoy disconforme con mi trabajo? ¿Y si aprovecho para definir qué es lo que sí quiero y a dónde me gustaría estar en cinco años? ¿Y si convierto este momento en una oportunidad para hacer el cambio de rumbo que siempre le quise dar a mi vida?
Yo llamo hacer un minuto de Coaching a la pausa que hice en el momento del apagón para revisar cómo estaba mirando la situación y preguntarme qué era lo que quería lograr. Es un momento en el que salgo del piloto automático para revisar cómo estoy mirando la situación, para mirar mis pensamientos a la luz de lo que es más importante para mí. Es decir, para dejar de ser mi mente y pasar a ser la conciencia que observa cómo está pensando mi mente.
Sucede que, mientras estoy siendo la mente, puedo tener la sensación de que mis pensamientos son la única realidad. Pero, tener un punto de vista, al fin y al cabo, es mirar la situación desde un solo punto. Decidir que no vamos a movernos de nuestro lugar porque nos encanta lo que vemos desde ese punto.
Pero, si estoy tan enamorado de mi punto de vista que no me permito ver otra cosa, ¿tengo realmente un punto de vista o debería decir que hay un punto de vista que me tiene a mí?
Tomar conciencia es tomar la distancia necesaria para ver con nitidez qué estoy pensando y así poder elegir mis mejores pensamientos, en lugar de ser pensado por cualquiera de ellos.
Recién cuando tomo conciencia de cómo estoy pensando, puedo elegir descartar un pensamiento y reemplazarlo otro que me sirva más.
¡Cuidado! Los puntos de vista pueden ser muy peligrosos.
Son auténticos magos capaces de hipnotizarte y hacer que confundas sus trucos de ilusionismo con la verdad.
TRES PREGUNTAS CLAVE PARA HACERSE FRENTE A UN IMPREVISTO
1. ¿Qué digo que pasa?
2. ¿Qué quiero que pase?
3. ¿Cómo podría convertir este hecho en una oportunidad para mí?
1. ¿Qué digo que pasa?
¿Cuál es el hecho y cuál es mi primera evaluación del hecho?
Para descubrir oportunidades, necesito mirar la situación sin confundir el hecho de que no hay luz con interpretaciones del tipo: que no haya luz es malo o sin luz no podemos trabajar. La diferencia radica en que los hechos pertenecen al mundo, y las interpretaciones o evaluaciones que hago de la situación me pertenecen a mí. Y como me pertenecen, ¡puedo cambiarlas por otras que me sirvan más!
Saber diferenciar los hechos de mis opiniones me hubiese sido muy útil cuando empecé a dar seminarios de Liderazgo.
Eran mis primeras actuaciones en público y solía sentir que algunos participantes me hacían preguntas maliciosas buscando probar cuánto sabía yo del tema que estaba compartiendo.
Con ese diagnóstico de situación en mente, me ponía nervioso, me defendía y reaccionaba a su ataque con alguna evasiva o, por responder rápido, podía llegar a decir algo que más tarde
lamentaba.
En ese momento, yo no sabía distinguir entre:
• hicieron una pregunta (el hecho);
• es maliciosa (mi evaluación del hecho).
Ahora bien, ¿cómo podía saber que la pregunta era maliciosa si yo no estaba en el interior de esa persona? Años más tarde aprendí que, en todo caso, esa era mi suposición. Una suposición
que pintaba mi mundo de nerviosismo y que, como era mía, podía cambiarla por otra que sirviera más a mis objetivos como entrenador planteándome, por ejemplo: ¿Si no hubiera maldad en la pregunta cómo la respondería?
Este simple planteo me tranquilizaba y me permitía concentrarme en comprender la inquietud del participante, en lugar de ponerme a la defensiva y buscar neutralizarlo.
Luego de algunas experiencias positivas, probé ir más lejos planteándome: ¿Y si mirara estas preguntas como una oportunidad para mis objetivos como entrenador?
Y sí, descubrí que podían ser una buena oportunidad para crecer en autodominio ejercitando mi habilidad de hacer una pausa para respirar, recordar mis prioridades y elegir mi respuesta.
¡Justo lo que yo estaba buscando trasmitir en esos seminarios!
Ahora tenía la oportunidad de ser en la práctica ese autodominio.
Así, a todos los presentes les quedaba muchísimo más claro de qué trata esto de elegir la respuesta frente a algo que, en primera instancia, se podría considerar como una agresión. Ya no importaba qué me preguntaban. Bueno, en realidad sí, porque desde que empecé a ver esas preguntas como oportunidades, ahora estaba rogando que me tiraran alguna granadita verbal para poder mostrar en la práctica cómo dar una respuesta constructiva desactivando mi reacción.
Además, en muchas ocasiones, explorando sin miedo lo que había detrás de las preguntas, descubrí que no habían sido formuladas con intención de agredir. Algunas personas, por ejemplo, ponían en mí las malas experiencias que habían tenido en otras capacitaciones, pero, al permitirles que lo expresaran, tomaban conciencia de que esta era una situación distinta y las emociones se calmaban. Era mi turno de ayudar a los participantes a revisar las evaluaciones automáticas que habían hecho de mí y a reemplazarlas por otras que nos permitieran trabajar mejor juntos.
Es cierto que hubo casos en los que comprobé que la intención era agredirme, pero más de una vez, al escuchar los motivos, me enteré de que yo había dicho algo que había resultado ofensivo o inadecuado y, luego de pedir disculpas, pudimos continuar el seminario en paz.
Elegir mirar las preguntas imprevistas de los participantes como una puerta para comprenderlos mejor en lugar de un peligro del que debía defenderme, me convirtió de un entrenador miedoso en uno más confiado y cercano a las necesidades de las personas, lo que me permitió ser más efectivo para ayudarlas.
2. ¿Qué quiero que pase?
¿Cuál era mi objetivo? ¿Cuáles son mis propósitos más altos?
La primera reacción de la mente frente a una situación inesperada suele ser: Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes. Cuando se apagó la luz, mi mente dijo: ¡Quiero que vuelva la luz! Esa manera de pensar me enfocaba en el objetivo de recuperar la luz, pero, cuando tomé distancia, recordé que mi propósito para el seminario era mucho más grande que tener luz. Esos son los momentos en los que necesitamos recordar nuestras prioridades originales preguntándonos, por ejemplo: ¿Cuál era mi objetivo cuando decidí venir a esta reunión? ¿Cuáles eran mis prioridades y mis propósitos más altos cuando soñé con ser médico?
Pero… ¿para quién está trabajando tu mente?
Aunque quizá no nos demos cuenta, todos solemos ser muy habilidosos para convertir imprevistos en oportunidades.
¿¡Qué!? Así es.
¿Alguna vez convertiste un error de otro en una oportunidad para criticarlo y devolverle así alguna gentileza? o ¿acaso no conocemos a alguien cercano que aprovecha algo que su pareja no hace bien o cualquier cosa que no funciona en su lugar de trabajo para auto eximirse de esforzarse y de dar lo mejor de sí mismo?
Lo que sucede es que, si nos distraemos, nuestra mente trabaja para sus propios objetivos. Y el objetivo mental de tener razón siempre está esperando para meterse en nuestra vida. Porque confirmar lo que pensábamos, hace que nuestra mente se sienta inteligente y superior a la de los que están equivocados.
Pero por más que a tu mente le guste mucho, demostrar que tenemos razón es un juego adictivo y destructivo. Tanto que puede llevarnos a romper amistades, parejas y proyectos con tal de confirmar que estábamos en lo cierto, no dando el brazo a torcer aun cuando eso implique demostrar que nunca vamos a funcionar como pareja porque no me escuchas o que no sirvo para trabajar con la tecnología o que no hemos nacido para ser creativos, emprendedores, buenos amigos, o lo que sea que estemos empecinados en demostrar que no podemos.
Cada vez que las cosas no funcionan como esperábamos se nos presenta una decisión:
• ¿Quiero encontrar culpables o quiero encontrar oportunidades de mejora?
• ¿Voy a insistir defendiendo mi único método o estoy dispuesto a cambiar para lograr más?
Y, en definitiva:
• ¿Quiero tener razón o quiero tener resultados?
De la respuesta que elijas va a depender el rumbo de tu día y, en definitiva, de tu vida. Sin embargo, aunque hayas elegido muchas veces el camino de tener razón —como yo mismo lo hice y lo hago cada vez que me salgo de mi rumbo—, te recuerdo que este nuevo minuto presente es una oportunidad para elegir algo nuevo. ¿Vas a dejar que tu mente lo use para sentirse y mostrarse inteligente o vas a aprovecharlo para vivir mejor?
Si el apagón no me hubiese encontrado entrenando el músculo de transformar los imprevistos, quizá, en lugar de aprovecharlo como una oportunidad de aprendizaje, lo hubiese aprovechado como la oportunidad de irme antes a mi casa; de quejarme de lo mal que funcionaban las instalaciones del lugar o como una buena excusa, en caso de que los participantes dijeran que el seminario no les había resultado efectivo.
Hoy, te invito a revisar los objetivos que estás alimentando en tu interior, porque vas a tender a convertir todo lo que pase en una oportunidad para lograrlos. Y si, en lugar de un sueño constructivo, tu objetivo principal fuera, por ejemplo, tomar revancha con alguien porque todavía estás resentido por lo que te hizo, que no te extrañe encontrarte aprovechando cualquier situación para dañar a esa persona o para dañarte como una manera de mostrarle al mundo lo mal que te va en la vida por culpa de lo que esa persona hizo.
Las oportunidades que no estás encontrando son una consecuencia de los sueños que no estás alimentando. Para ver grandes oportunidades, hace falta tener grandes sueños.
3. ¿Qué voy a hacer para convertir este hecho en una
oportunidad para mí?
¿De qué manera necesito evaluar la situación para que sume a mis objetivos?
Ya son muchísimas las ocasiones en las que, frente a un imprevisto o un error, pude escapar al primer planteo limitante que me daba mi mente reactiva. Hoy escucho las sugerencias de mi mente, pero no las tomo como verdades, sino como lo que ella está pudiendo ver en ese momento y voy más allá de mi primer diagnóstico de situación preguntándome: ¿Esto es lo único que puedo ver o soy capaz de mirar la situación desde un nuevo ángulo?
Hoy elijo apostar a que siempre hay otras interpretaciones posibles y exploro esas posibilidades confiado en que sólo necesito encontrar la mirada o el ángulo que me permita utilizar ese hecho a favor de mis objetivos.
TIPS PARA QUE LOS IMPREVISTOS TE TENGAN MIEDO
• Ver lo que sucede solo como un problema es olvidarnos de que las circunstancias en sí mismas no son ni buenas, ni malas, sino neutras; simplemente son.
• Enfocarnos en que las cosas deberían haber sido de otra manera nos desgasta, porque nos invita a gastar nuestra energía en enojos, protestas, culpas y autocastigos, y así echamos por tierra cualquier posible romance con la señorita oportunidad.
• Los planes no se hacen para seguirlos ciegamente, sino para conseguir algo. Cuidado con aferrarse al plan y perder de vista el objetivo.
• Cuando las circunstancias cambian abruptamente, la primera reacción de la mente es apurarse: hacer lo mismo, pero más rápido. En lugar de eso, te invito a detenerte y rediseñar tu plan pidiendo ayuda a más personas o cambiando tu método de trabajo.
• Y si te preguntaras: ¿Para cuál de mis objetivos podría ser perfecta esta situación?
• Convertir imprevistos en oportunidades no consiste en ser positivo negándose a mirar lo que no está funcionando.
Se trata de aceptar que algo no funciona como esperábamos y, sin embargo, preguntarnos con insolencia: ¿Y si este cambio fuera una ocasión de llegar aún más lejos en mi objetivo original?
TU MINUTO DE COACHING
Cuando la oportunidad toque tu puerta, en lugar de empezar a desperezarte, dale a tus sueños una calurosa bienvenida.
Si en este mismo momento se te diera la posibilidad de vivir el sueño de tu vida, ¿estarías listo para aprovecharla?
Si tu sueño es viajar por el mundo, ¡te aconsejo que tengas tu pasaporte al día!
Por eso, te invito a preguntarte: ¿En qué necesitaría formarme para tener las valijas listas para mi aventura? y ¿de qué manera podría reinterpretar los hechos de mi pasado de modo que se conviertan en una oportunidad para acercarme a mis sueños?
Lo que buscas está más cerca que tu propia yugular - Proverbio chino
Acababa de dar un seminario en la Universidad de Buenos Aires y salí a la calle a tomar un taxi. No habría pasado un minuto cuando un taxista detuvo su auto justo donde yo estaba.
Despidiéndose con un beso, bajó una adolescente vestida con uniforme de colegio. Subí y le indiqué la dirección de mi casa.
—La que acaba de bajar es mi hija —comentó—. Le falta un año para terminar el secundario y vino a averiguar un poco
sobre las carreras de la universidad.
—Qué bien —dije, mientras todo mi cuerpo empezaba a disfrutar del asiento como si se tratara de un spa. Y estaba por pedirle si podía poner algo de música, cuando preguntó:
—¿Usted estudia acá?
—No. Estoy dando un seminario —contesté, ya medio en trance.
—¿Y de qué trata?
¡Ah, bueno! —pensé —. No deberían permitir que los periodistas manejen taxis después de las seis de la tarde.
Y buscando desalentarlo telegrafié:
—Liderazgo, para el postgrado de Comercio Internacional.
—¡Justamente a mi hija le interesa el comercio internacional!
¡Zas! —dijeron mis músculos.
—Pero dígame, ¿qué se estudia para poder enseñar liderazgo?
—Bueno… —arranqué diciéndome que era cuestión de una o dos respuestas más—, yo hice una Licenciatura en Comercialización y luego me formé como Coach Ontológico.
—Perdón, pero ¿qué es eso?
—¿El Coaching? —pregunté para ganar tiempo mientras me recriminaba por haber dicho la palabra mágica. Ahora sentía que tenía que explicar de qué se trataba. Entonces, se me ocurrió que, en lugar de dar la respuesta de siempre, podía explicarlo de una manera nueva.
—Básicamente es una filosofía que ayuda a ver las cosas de una manera más simple y efectiva.
—Ah… -dijo, pero se notaba que quería más detalles.
—Yo la aplico en las empresas para desarrollar la habilidad de hacer que las cosas pasen —agregué buscando sacarle el gusto a poco— y, en lo personal, como filosofía de vida.
—¿Pero ¿cómo dijo que se llama eso que usted hace?
—Se llama Coaching —contesté— y, en pocas palabras, es un enfoque para trabajar con personas que buscan superarse.
—Debe tener mucha sicología… —dijo, impidiendo que cayera el ritmo de la conversación.
—Bueno… —dije mientras me acomodaba en el asiento para un viaje que evidentemente iba a ser diferente—. Más filosofía que sicología —contesté, pero, por respeto a su curiosidad, decidí extender mi telegrama—; permite lograr cosas fuera de lo común que de otra manera parecerían imposibles
de alcanzar, porque justamente el Coaching es el arte del sentido no común.
—¿Y usted puede solucionar cualquier problema? —preguntó entusiasmado, como si en su asiento trasero estuviese viajando un mago.
Me reí con la pregunta. El tipo tenía un arte para ir llevando la conversación y me había ido enganchando, al punto que ya ni me acordaba del cansancio. Estaba por contestarle algo cuando noté un cambio en la expresión de su cara que me trasmitió preocupación. Entonces sentí que esa no había sido una pregunta para matar el tiempo.
—¿Qué es lo que te está pasando? —le pregunté.
—Bueno… —arrancó fingiendo que le sorprendía mi pregunta—, resulta que hice algunas macanas, mi mujer se enteró y, desde ese momento, está furiosa —confesó mirando con una mueca de vergüenza el espejo retrovisor que nos comunicaba y agregó —. Seguimos viviendo juntos con nuestra hija, Guadalupe, la que se bajó del taxi —aclaró con una dolida media sonrisa—, pero, desde ese momento, dormimos en camas separadas porque ella todavía no me perdona que le haya mentido.
Yo lo escuchaba con atención y me parece que eso lo animó a soltarse más:
—Traté de arreglar las cosas, pero no quiere hablar —se quejó—. Y llega un punto en que uno ya no sabe qué hacer. Tampoco voy a vivir persiguiéndola, ¿no?
—¿Por qué no? —le pregunté e instantáneamente vi su cara de sorpresa en el espejo.
—Porque una relación es 50 y 50 —protestó—. Ella también tiene que poner su parte.
—Ajá —contesté mientras empezaba a sentir que ahora él se estaba queriendo convencer de que, por culpa de ella, la relación no se iba a poder recuperar.
—Pero me parece que ella no se va a acercar —continuó resignado—. Es demasiado orgullosa para eso. Y si no está dispuesta a borrar lo que pasó y seguir adelante, va a ser difícil que podamos funcionar juntos.
Se hizo un silencio, el taxista aceleró para que el semáforo no nos detuviera y yo me quedé pensando qué habitual es sentir que ningún esfuerzo tiene sentido cuando perdemos de vista los sueños que nos llevaron a embarcarnos en un proyecto.
A menos que el taxista se anime a poner un sueño sobre la mesa —pensé—, no veo demasiadas chances de que pueda salir de su manera problemática de plantear la situación.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —retomé.
Hizo un gesto afirmativo con la cabeza.
—¿Por qué quieres que ella te vuelva a hablar?
—Porque es la madre de mi hija —contestó sorprendido por mi pregunta y agregó—: porque siempre fue mi compañera...
—Pero ¿qué tan importante es para vos la relación con ella?
—Muy importante.
—¿Cuánto?
—La amo —confesó.
Miré el reflejo de su cara en el espejo y noté que se le estaban llenando de lágrimas los ojos.
—Ok…, qué bueno tener eso presente —le dije.
Detuvo el taxi en la esquina. Habíamos llegado a destino, pero ninguno de los dos quería dejar la conversación en la que estábamos.
—Y ¿para qué quieres que ella te vuelva a hablar? —pregunté.
—¿Cómo para qué?
—Lo que quiero decir es para qué futuro soñado sentís que es básico tener una buena relación con ella.
—No te entiendo.
—¿Te ves con ella dentro unos años? —pregunté—. ¿Sueñás construir y vivir nuevas cosas con ella?
—Ah, sí. Claro. Me gustaría que nos fuéramos a vivir juntos a Santa Clara del Mar.
—¿En serio?
—Sí, hace unos años que estamos pagando un terreno junto al mar y ahí es donde siempre soñé que íbamos a vivir un día.
—¿Y estarías dispuesto a hacer algo diferente por ese sueño de estar juntos en Santa Clara?
—Sí.
—¿Incluso algo que nunca hiciste?
—Lo que haga falta, flaco —le escuché decir.
Tenía tan solo un momento para poder aportarle algo. Este va a ser mi primer taxi Coaching —pensé. Y dejando de lado cualquier explicación, le dije:
—Siendo así, te voy a dar un desafío.
El hombre giró hacia atrás en el asiento para poder prestar toda su atención.
—Si ayer ella hubiese dormido con vos —arranqué—, ¿cómo la tratarías hoy?
—Y… muy bien. Estaría contento, la cuidaría… No sé, sería distinto.
—Bien, entonces, te invito a que esta noche, cuando llegues a tu casa, la trates como si ayer hubiesen dormido juntos. Y que mañana a la noche vuelvas a hacer lo mismo. Y así todas las noches mientras sigas apostando por la relación.
—¡Uuy! Claro, eso puede funcionar —dijo, mientras la cara se le iluminaba. Se quedó asintiendo con la cabeza y, en eso, pensó en voz alta: ¡Empiezo a hacer las cosas como si la relación ya estuviera funcionando!
—Sí, de eso se trata, de dar primero —le dije—, pero hay una manera segura de fallar en esto: hacerlo para que ella cambie.
Solo funciona si lo haces porque quieres hacerlo, porque es lo que decidiste que quieres ser en la relación con ella. Porque sentís que ella se lo merece y que la relación que podrías construir con ella lo vale.
El taxista estaba transportado, creo que imaginando cómo lo llevaría a cabo. Sentí que su mujer ya no estaba en el banquillo de los acusados, que la pelea se había detenido y, ahora, empezaba a mirar su vida desde el faro de lo que era más importante.
—Quizá ella cambie y quizá no —agregué—. Lo único que vos podés elegir es qué espacio le vas a regalar como pareja.
Ella elegirá si quiere jugar en ese nuevo espacio.
—Bueno, ¡muchas gracias, flaco! —me dijo agarrándome el hombro.
Saqué la billetera para pagar y me interrumpió con un “¡ni se te ocurra!”.
—Gracias —le dije—. Me gustaría que un día me cuentes cómo te va con tu desafío.
Le di mi tarjeta y me despedí. Busqué las llaves y entré en mi casa. Mientras el ascensor subía, yo iba pensando en la frase de Gandhi impresa en el frente de la tarjeta que acababa de entregarle: “Seamos el cambio que queremos ver en el mundo”. Sentí que resumía lo que habíamos estado conversando.
Claro, el taxista quería ver unión, paz y perdón en su pareja y, en lugar de seguir quejándose de que todo eso no estaba en la relación, lo había invitado a entrar en su vida de pareja siendo unión, paz y perdón.
Pasó el tiempo y la verdad es que el taxista nunca me llamó.
Sin embargo, esa conversación de coaching me marcó y empecé a contar la historia en mis seminarios con muy buena repercusión. Como muestra vale un mail que recibí casi un año más tarde, días después de haber dado un Taller de Liderazgo a un grupo de jóvenes que ingresaban a la universidad.
El mensaje decía:
Sr. Guillermo Echevarría,
Quería contarle que el taller me impactó muchísimo.
Sobre todo, la historia del taxista, con la que me identifiqué por completo. Esa frase de Ghandi es justamente una de mis preferidas.
Cuando se la escuché decir, lo tomé como una simple coincidencia, pero luego estuve todo el día preguntándome dónde era que la había leído por primera vez.
Llegó el momento de volver a casa y, como siempre, estaba mi padre esperándome a la salida de la universidad.
Subí al auto, nos pusimos a hablar de cualquier cosa y me olvidé del tema.
Por la noche, en la cena, mi padre me preguntó qué había hecho en la universidad y me dieron ganas de contarle la anécdota. Yo sentí que no me estaba prestando demasiada atención hasta que dije la frase de Gandhi.
Dejó los cubiertos, me hizo dos preguntas y ¡nos dimos cuenta de que yo tenía que ser la hija de su taxista!
La frase me la había dicho él una vez que empecé a quejarme de la universidad pública. Desde aquel momento, yo también busco contagiar esa actitud a todas las personas que puedo.
Quizá él nunca lo haya llamado, pero me habló emocionado de aquel viaje. Y quiero decirle que yo misma lo vi cambiar de actitud y, literalmente, volver a enamorarse y enamorar a mi mamá.
Como usted dice, gracias por dar primero.
Guadalupe
DESAFÍO Nº 2: CÓMO HACER QUE LAS COSAS
PASEN CUANDO NADIE QUIERE CAMBIAR
Claves para hacer que las cosas pasen
¿Por qué le dije al taxista que una manera segura de fallar era tratarla bien esperando que su pareja cambiara? Porque, haciendo eso, iba a estar pendiente de si su pareja cambiaba o no. Y es posible que, si ella continuaba sin hablarle luego del tercer o cuarto intento, él se desanimara y abandonara su sueño de recuperarla.
En cambio, si él se dedicaba a ser una buena pareja, el foco del esfuerzo iba a estar en él. En lo que él sí podía hacer por la relación. Ocupándose, por ejemplo, del orden de ese placard que ella le viene pidiendo hace meses o dedicándose a desarrollar la habilidad de hacer silencio para aprender a escuchar lo que ella siempre necesitó de una pareja.
Y, mientras él canalizaba su ansiedad esforzándose por mejorar, en lugar de seguir intentando hacerla hablar, ella podría tener un tiempo para aceptar y superar lo sucedido. Además, el cambio de actitud del taxista, sin pedir nada a cambio, probablemente, la ayudaría a ella a valorar su esfuerzo y tornaría un poco más sencilla la tarea de reconsiderar su posición y empezar a perdonarlo.
En definitiva, yo no sabía si el taxista iba a tener éxito recuperando su pareja, pero sí sabía que, si practicaba dar primero siendo una mejor pareja, tenía grandes posibilidades de tener éxito convirtiéndose en una pareja mejor.
Y ahora, como si en este momento yo estuviera sentado en el asiento de atrás del taxi de tu vida, voy a hacerte el mismo desafío:
• ¿Y si empezaras a estudiar con el profesionalismo del profesional que anhelas ser?
• ¿Y si te capacitaras como si te acabaran de llamar de un canal de televisión?
• ¿Y si te dedicaras a cuidar tu imagen personal, tus maneras o tu casa, y practicaras ser la persona que imaginas que serías si ya hubieras conocido a la pareja de tus sueños?
Dar primero tiene magia porque la vida se enciende en la vida. El secreto está en dejar de esperar que se den todas las condiciones y, como sea que puedas hacerlo, dar un primer paso hacia tu sueño. El segundo paso te resultará mucho más sencillo porque contarás con el envión del primero.
En estas claves quiero darte herramientas y algunas buenas razones para que puedas empezar a ser ahora todo eso que te gustaría ver en tu vida.
DE DÓNDE SACAR ENTUSIASMO PARA SEGUIR APOSTANDO E INVIRTIENDO
El empleado piensa: Si me aumentaran el sueldo, yo podría hacer un trabajo excelente. Pero, al mismo tiempo, el jefe piensa: Si hicieras un trabajo excelente, yo podría aumentarte el sueldo e, incluso, ascenderte a supervisor.
Y, claro, si fueras tu propio jefe, ¿ascenderías a una persona que hoy no es, pero que dice que podría ser, un buen supervisor o preferirías ascender a alguien que ya se dedica a su trabajo como lo haría un supervisor?
¿Y si trabajaras como si ya te estuvieran pagando el doble de tu sueldo? (Prometo que esta pregunta no la puse a pedido de tu jefe.)
En tu trabajo, con tu nueva actitud de doble sueldo, probablemente empezarías a llamar la atención de los que te rodean.
Al notar tu mayor compromiso, podrían confiarte tareas más importantes y, con el tiempo, naturalmente te convertirías en alguien que aporta un gran valor al kiosco, la multinacional o
donde sea que estés trabajando hoy. Y, en esas circunstancias, conseguir un aumento de sueldo probablemente resultaría algo bastante más sencillo, ¿no?
Pero ¿qué pasa si, luego de todo tu esfuerzo, no te dan el aumento de sueldo?
—Si no me aumentan, entonces, ¿perdí el tiempo esforzándome?
—Depende.
—¿De qué?
—Depende de lo que quieras lograr en tu vida y de quién necesites ser para lograrlo.
Si tu único objetivo era conseguir que te aumentaran el sueldo en el kiosco y resulta que hagas lo que hagas no te lo dan, sí, es probable que estés perdiendo tu tiempo en ese lugar. Pero si, en tu caso, soñaras, por ejemplo, con tener un día tu propio kiosco, el esfuerzo que hagas te va a dar experiencia en kiosco porque, con cada cosa nueva que aprendas, vas a estar convirtiéndote en un mejor kiosquero. Y si, a pesar de tu crecimiento, insisten en no valorarlo, gracias a tu mayor experiencia, seguramente, tendrás más oportunidades de conseguir trabajo en un kiosco mejor.
La excelencia te da independencia. Los mejores pueden elegir las empresas y los jefes con los que trabajan. La gran trampa de la vida es quedarse chiquitito por haberte cruzado con gente chiquitita. No estás trabajando para ellos. Estás trabajando con excelencia por tus valores y para poder vivir tus sueños. El secreto está, literalmente, en maravillar a todos los que te rodean dando lo mejor y practicando, y así tener maestría en ser tu mejor versión.
CÓMO TENER PERSEVERANCIA A PESAR DE LAS ADVERSIDADES
Cuando invertimos todo nuestro esfuerzo en tener un resultado concreto, podemos ganar o perder dependiendo de si las cosas resultan o no como esperábamos. En cambio, cuando invertimos el esfuerzo en ser alguien capaz de lograr ese resultado, más allá de que ganemos o perdamos el partido actual, siempre ganaremos algún tipo de experiencia que nos dejará mejor capacitados para el futuro que soñamos.
Personalmente, lo que me mantuvo ocho años escribiendo este libro y tomando clases de todo tipo no fue solamente poder publicarlo, sino poder convertirme un día en escritor.
Hoy no invertiría ocho años en un segundo libro, pero sí estoy dispuesto a invertir el resto de mi vida para poder escribir cada vez mejor, porque me apasiona trasmitir.
Si, al sueño de tener un pescado, lo complementamos con el de convertirnos en un pescador, vamos a estar más dispuestos a aprender el oficio y tendremos más resistencia a las adversidades.
Eso significa muchas más probabilidades de comer pescado.
Por eso, puede ser inteligente revisar si nos estamos proponiendo metas en campos en los que, además, nos gustaría crecer y desarrollarnos personal y profesionalmente.
Tener un millón y ser millonario
El sueño de tener un millón de dólares puede durar muy poco si, antes, no nos hemos encargado de hacer realidad el sueño de saber administrar ese millón. Hay gente que, dos años después de ganar la lotería, se encuentra nuevamente en la ruina porque el premio no incluía la manera de ser necesaria para mantener y hacer crecer el millón de dólares.
O tal vez soñaste toda tu vida con formar una linda pareja, pero quizá no pensaste por qué esa pareja iba a querer quedarse a tu lado. Es decir, ¿cómo la vas a tratar? ¿Qué espacio le vas a dar para que pueda realizarse? En definitiva, ¿qué pareja le vas a ofrecer a tu pareja?
Seguramente, tu afortunada pareja estará dispuesta a tolerar cosas que no le gustan demasiado y a esperarte hasta que logres cambiar otras, pero si, luego del primer beso, la mala noticia es que nunca hiciste nada para dominar ese malhumor constante o esa costumbre de volver a las dos de la mañana —y un poco borracho— de tus campeonatos de póker, entonces solo me queda desearte suerte.
Hoy puede ser un buen momento para a empezar a practicar ser esa pareja. ¿O vas a esperar que llegue la pareja ideal, que te den el aumento de sueldo o que te entreguen el diploma para empezar a ensayar ser la persona que te gustaría ser?
Lo que sembramos puede tomarse un buen tiempo para brotar.
Mientras tanto, ¿te vas a quedar esperando o vas a aprovechar ese tiempo para aprender a cosechar?
¿A QUÉ VELOCIDAD ESTÁS LIDERANDO TU VIDA?
Una mañana y luego de mucho protestar, me desperté preguntándome: ¿Dónde dice que la vida es justa? ¿Estás buscando que las cosas sean justas desde tu perspectiva o estás buscando lograr algo y disfrutarlo? Yo sé que quizá tus profesores no son lo que esperabas, que tu presidente no siempre reinvierte en el país el dinero del pueblo y que tu jefe…, mejor no hablar de tu jefe, pero ¿vas a dejar que la velocidad de tu crecimiento dependa de la calidad de tus profesores, del presidente de turno o del humor de tu jefe? ¿Por qué no ir a tu máxima velocidad? ¿Por qué no ser el cambio que estás deseando ver a tu alrededor y convertirte en alguien capaz de cambiar las cosas? Estudiando y trabajando como lo haría el presidente o el médico que anhelas ser, como si te acabaran de entregar una beca por tu excelencia académica o como si ya hubiera llegado a tu vida la persona que soñaste. Tratando a todas las personas como si fueran esa persona. Creando el espacio físico en tu casa, en tu agenda y en tu corazón para que pueda entrar en tu vida. Hace unos años, le compuse una canción a la mujer que iba a llegar a mi vida. Se llama Paz, la canción; la mujer, llegando.
¿Qué importa si, durante un tiempo, no te dan a cambio una retribución justa para tu esfuerzo? Quizá ese sea justo el precio que hay pagar para comprar un carácter maleable, la integridad de un gran profesor, la serenidad para manejar tu propio negocio o la capacidad de hacer una pausa para construir, en lugar de reaccionar con tu familia.
Quizá tus amigos, tu jefe o la organización de tus sueños estén esperando que seas grande primero para, recién después, ofrecerte algo más grande o considerar tus propuestas. Quizá el mundo esté esperando que des primero.
Yo creía que tenía derecho a quejarme por las cosas que no funcionaban en mi vida y no me daba cuenta de que las cosas no funcionaban porque me había dedicado a quejarme.
TU MINUTO DE COACHING
¿Hay áreas de tu vida que están como detenidas, apagadas o desérticas y en las que estás deseando que empiece a pasar algo diferente? Te invito a que te preguntes en qué consistiría invertir y dar primero en esa área de tu vida.
Te desafío a dar un primer paso y que lleves cabo algo que mueva la energía que te rodea y que te mueva. Escribiendo, por ejemplo, una sencilla carta de agradecimiento a una persona que hizo algo valioso en ese ámbito de tu vida, invitando a un viejo colega —¿y por qué no también a un antiguo jefe? — a almorzar. Ayudando a alguien que lo esté necesitando, dando una charla gratuita o lo que sea que te saque de la cama, del televisor, de tu casa y de tu vida de siempre y haga que el mundo pueda saborear toda la riqueza de tu persona.
En lugar de quedarte esperando ver evidencias de que tu sueño es posible, te invito a convertirte en la primera evidencia.
El cambio no está lejos de nosotros.
Muchas veces somos nosotros los que estamos lejos de tener una verdadera actitud de cambio.
Amigándote con el cambio, el cambio va a resultarte mucho más amigable.
Para mejorar la comunicación no hay como mejorar la relación.
Para mejorar la relación no hay como mejorar nosotros mismos.
La soledad es olvidarme de que te puedo acompañar.
