Maslow, A.
La traición desconocida e inimaginable, empieza con nuestra muerte psíquica secreta durante la infancia -si no hemos sido amados y nos han sido amputados nuestros deseos espontáneos- (Piensa por un momento: ¿qué queda?) Pero espera: la victima puede llegar incluso a "sobrevivirle", en cuyo caso tenemos un doble crimen, en el que todo esto no se reduce a una simple muerte de la psique. Esta puede ser descartada; el mismo yo, insignificante, toma parte gradual e inconscientemente en el proceso.
No se le ha aceptado por sí mismo, tal como es. ¡Oh¡¡Ellos le quieren; pero desean, le coaccionan o esperan de el que sea distinto¡ Por lo tanto debe de ser inaceptable. El mismo niño aprende a creérselo y, al fin, lo da ya por supuesto. Ha renunciado de verdad a sí mismo.
No importa ya que les obedezca, se aferre a ellos, se rebele o los rehúya; lo único que importa es su comportamiento, su actividad. Su centro de gravedad no está en el mismo, sino en ellos y este estado de cosas se ha hecho ya connatural. ¡Todo resulta plausible; todo ocurre de modo invisible, automático, ¡anónimo! Es una paradoja completa.
Todo parece normal. No se ha intentado cometer ningún crimen. No hay ningún cadáver, ningún sentimiento de culpabilidad. Todo lo que vemos es el sol que amanece y se oculta como siempre. Pero ¿qué ha sucedido? El niño se ha visto rechazado, no sólo por los demás, sino también por sí mismo. (De hecho, se encuentra sin identidad propia). ¿Qué ha perdido?
Ha perdido precisamente la parte más auténtica y vital de sí mismo: su propia autoafirmación, que constituye su verdadera capacidad de desarrollo, su misma esencia. Pero no está muerto. La vida sigue y lo mismo debe hacer el. Desde el mismo instante en que renuncia a sí mismo, y en la misma medida en que lo hace, empieza inconscientemente a crear y mantener un seudo yo. Pero se trata de una pura conveniencia, no es más que un yo sin deseos.
Este será amado (o temido) donde él es despreciado, fuerte donde él es débil; hará lo que se le pida (¡no se trata más que de caricaturas ¡) no por diversión o placer, sino para sobrevivir; no solo porque quiere hacerlo, sino porque debe obedecer.
Esta necesidad no es vida, no es su vida, es un mecanismo de defensa contra la muerte. Es también el instrumento mismo de la muerte. Desde ahora en adelante se verá desgarrado por necesidades compulsivas (inconscientes) o zarandeado por conflictos (inconscientes) hasta un estado de parálisis; entretanto, cada movimiento y cada instante van neutralizando su ser, reduciendo su integridad y, durante todo este tiempo, ¡se esconde bajo el disfraz de una persona normal y se espera de el que se comporte como tal¡
En una palabra, ha comprendido que nos convertimos en neuróticos persiguiendo o defendiendo un pseudo yo, un sustitutivo del yo; y que somos neuróticos en la medida en que carecemos de un yo.