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domingo, octubre 12, 2025

La Cárcel Emocional

La mayoría de nosotros vivimos en una cárcel emocional porque queremos ser buenos... Nos rodeamos de una serie de suposiciones sobre el "deber ser" que a menudo poco o nada tienen que ver con nuestros deseos y habilidades. Como consecuencia de esto último, casi siempre acabamos en frustración, fracaso o desilusión. Los seres humanos no podemos dominar factores como el clima y otros fenómenos de la naturaleza que suceden a espaldas de nosotros; podemos, sin embargo, aprender a enfrentar ciertas cosas que no controlamos. Por falta de conocimiento, imaginación o información hemos construido enormes barreras a nuestro alrededor que nos impiden valorar nuestras verdaderas posibilidades.
Desafortunadamente, nuestras barreras interiores están íntimamente ligadas con las exteriores, de manera que, si nos sentimos atrapados por dentro, por lo general tenemos muy poca energía para resolver lo que ocurre en el mundo exterior con cierta creatividad. Además, contamos con carceleros interiores, nuestros temores, que se encargan de paralizarnos cada vez que una acción es necesaria.
Si tenemos miedo, no nos movemos. Estos carceleros, por supuesto, se alimentan de nuestras propias maquinaciones y han crecido, por lo general, de lo que alguna vez nos amenazó en nuestro pasado -figuras de autoridad-, por ejemplo, de las que todavía no podemos desprendernos. Nuestros carceleros se encargan también de que no nos sintamos amados o valorados. Por lo tanto, en nuestra cárcel interior no existe la oportunidad de intentar otras posibilidades. Una manera de liberarnos de nuestra cárcel emocional es pensar: "Para mí hay algo más que esto y me arriesgaré a averiguar qué es".
Esta frase sencilla conduce a la esperanza, la cual lleva al encuentro de posibilidades nuevas. Siempre estamos tratando de liberarnos de la cárcel de nuestras emociones. La mayor parte del tiempo es una tarea incómoda. Por lo general lo intentamos rogando, amenazando o complaciendo personas, en la esperanza de que sean otros los que nos resuelvan nuestro problema. Esto tendría sentido si nuestros carceleros habitaran fuera de nosotros. Pero esto no ocurre así. Debemos entonces arriesgarnos a analizar la manera en que trabajan nuestros pensamientos y sentimientos, nuestro cuerpo y nuestra alma. De este análisis surgirán, sin duda, creencias que podemos cuestionar a medida que vayamos descubriéndolas. Una vez liberado de viejas creencias que ya no sirven en nuestra vida, se avanza hacia un territorio desconocido del cual no existe mapa. Cada uno lo traza conforme camina.
En esto consiste el riesgo y el desafío. Como todo el que se abre camino en la selva, se puede partir del punto que se desea. Un lugar parecerá prometedor. Una vez allí, puede no llenar nuestras expectativas y será necesario tomar otra dirección. Si se llega al lugar correcto, podemos encontrar que da más de lo esperado y que, como resultado, muchas puertas se abren. Todo esto forma parte del descubrimiento. No hay una ruta determinada que se pueda trazar con anticipación. Sólo se sabe dónde se ha estado una vez que se llega ahí. Muchas personas pierden batallas externas porque gastan su energía interior. Nuestra vida interna y nuestras acciones exteriores están relacionadas. Uno alimenta a la otra. De niños, la mayoría de nosotros aprendimos a conformarnos y a ser obedientes.
Cualquier dolor que tuvimos lo guardamos, creyendo que eran cosas de la vida. Así nació nuestra cárcel emocional. Cuestionar lo que está en nuestra cárcel es un paso grande. Nos pone ante lo desconocido. La lucha es difícil y el camino a seguir no siempre está a la vista. Sin embargo, si logramos convertirnos en exploradores al servicio de nosotros mismos, nos liberaremos y haremos posible el avance hacia un futuro mejor. "Todos merecemos una mejor calidad de vida..."

 

sábado, octubre 11, 2025

La Pérdida de la Identidad

Maslow, A.
¿Cómo es posible perder la propia identidad?
La traición desconocida e inimaginable, empieza con nuestra muerte psíquica secreta durante la infancia -si no hemos sido amados y nos han sido amputados nuestros deseos espontáneos- (Piensa por un momento: ¿qué queda?) Pero espera: la victima puede llegar incluso a "sobrevivirle", en cuyo caso tenemos un doble crimen, en el que todo esto no se reduce a una simple muerte de la psique. Esta puede ser descartada; el mismo yo, insignificante, toma parte gradual e inconscientemente en el proceso.
No se le ha aceptado por sí mismo, tal como es. ¡Oh¡¡Ellos le quieren; pero desean, le coaccionan o esperan de el que sea distinto¡ Por lo tanto debe de ser inaceptable. El mismo niño aprende a creérselo y, al fin, lo da ya por supuesto. Ha renunciado de verdad a sí mismo.
No importa ya que les obedezca, se aferre a ellos, se rebele o los rehúya; lo único que importa es su comportamiento, su actividad. Su centro de gravedad no está en el mismo, sino en ellos y este estado de cosas se ha hecho ya connatural. ¡Todo resulta plausible; todo ocurre de modo invisible, automático, ¡anónimo! Es una paradoja completa.
Todo parece normal. No se ha intentado cometer ningún crimen. No hay ningún cadáver, ningún sentimiento de culpabilidad. Todo lo que vemos es el sol que amanece y se oculta como siempre. Pero ¿qué ha sucedido? El niño se ha visto rechazado, no sólo por los demás, sino también por sí mismo. (De hecho, se encuentra sin identidad propia). ¿Qué ha perdido?
Ha perdido precisamente la parte más auténtica y vital de sí mismo: su propia autoafirmación, que constituye su verdadera capacidad de desarrollo, su misma esencia. Pero no está muerto. La vida sigue y lo mismo debe hacer el. Desde el mismo instante en que renuncia a sí mismo, y en la misma medida en que lo hace, empieza inconscientemente a crear y mantener un seudo yo. Pero se trata de una pura conveniencia, no es más que un yo sin deseos.
Este será amado (o temido) donde él es despreciado, fuerte donde él es débil; hará lo que se le pida (¡no se trata más que de caricaturas ¡) no por diversión o placer, sino para sobrevivir; no solo porque quiere hacerlo, sino porque debe obedecer.
Esta necesidad no es vida, no es su vida, es un mecanismo de defensa contra la muerte. Es también el instrumento mismo de la muerte. Desde ahora en adelante se verá desgarrado por necesidades compulsivas (inconscientes) o zarandeado por conflictos (inconscientes) hasta un estado de parálisis; entretanto, cada movimiento y cada instante van neutralizando su ser, reduciendo su integridad y, durante todo este tiempo, ¡se esconde bajo el disfraz de una persona normal y se espera de el que se comporte como tal¡
En una palabra, ha comprendido que nos convertimos en neuróticos persiguiendo o defendiendo un pseudo yo, un sustitutivo del yo; y que somos neuróticos en la medida en que carecemos de un yo.