Si bien su título universitario lo habilita para ejercer la arquitectura,
Moffatt asegura que siempre quiso ser psicólogo. Y no se equivocó.
Dueño de un humor particular, este diseñador de redes solidarias,
hombre al fin, habla sobre la locura, su infancia, sus deseos y sus proyectos.
Reportaje: Florencia Belinky
"Hola, estoy terminando de desayunar", dice Alfredo Moffatt a modo de recibimiento mientras unta con mermelada un librito de grasa y luego bebe un sorbo de su mate cosido endulzado con azúcar negra. La mesa, que está llena de libros y biromes, lo delata: las migas de pan están distribuidas en toda su extensión. Sin embargo, Moffatt, que se define como una persona muy prolija y organizada "por herencia de mi padre inglés", antes de dar comienzo a la entrevista, junta todos los utensilios y sobras del desayuno en una canasta de plástico y se dirige por un pasillo largo hacia la cocina. "Ahora podemos empezar", dice con voz firme a su regresos.
- Vos trabajás de psicólogo social. ¿Ese es tu título?
-No. Yo soy arquitecto, pero ese diploma es trucho.
- ¿Lo compraste?
- (Contesta entre risas.) No. Lo que pasa es que aunque esté firmado por el Rector de la facultad, si llego a hacer una casa se cae.
- ¿Por qué?
- Nunca le di bola a la carrera. Es más, nunca me gustó.
- ¿Y por qué la cursaste?
- Para cumplir con el sueño de mi papá. Yo quería seguir psiquiatría o medicina, pero era muy obediente y papá muy decidido en sus opiniones. Especialmente en lo que se refería a mi persona (Ríe fuerte durante algunos segundos).
- ¿Tuviste miedo de contradecirlo?
- Lo que pasaba era que papá, aunque era muy estricto, era muy afectuoso. Una especie de autoritarismo protector. Igual que Fidel (Castro), él protege a los cubanos pero es el único que piensa. Entonces crea gente protegida pero medio oligofrénica.
- ¿Entonces vos sos oligofrénico?
- Yo me salvé por mi mamá. Ella era una persona muy trabajada psicológicamente.
Al tiempo que habla de su madre, señala una fotografía que se encuentra colgada en una pared. Y comenta que ese retrato de una mujer joven y bonita es su mamá y que al lado de su foto, en un cofre de madera, "la tengo en forma real, ahí están sus huesos".
- ¿En serio son los huesos de tu mamá?
- (Ríe muy fuerte.) Sí.
- ¿No te da impresión?
- Para nada. Ella me cuida. Estoy seguro de que si llega a venir un ladrón el cofre se le cae encima. Si ella murió, ¿por qué vamos a separarnos?
- ¿Te gusta tenerla cerca?
- Claro que sí. Aparte mi mamá fue la persona que más me escuchó. El día de su velatorio se me ocurrió hacer algo muy surrealista. Porqué yo pensaba: "Que se vaya todo a los gusanos, pero... ¿por qué no agarro una navajita bien afilada, le corto la oreja, la paso por resina y la cuelgo en la pared?"
- ¿Para que te siga escuchando?
- Sí. Y para tener una parte de ella. Entonces cuando alguien me dijera: "que linda esa oreja"; yo conteste: "¿Viste?. Es la oreja de mi mamá".
Antes de seguir con la entrevista, el sonido de un teléfono retumba en el cuarto que forma parte de la casa de Moffatt. Sin embargo, el aparato no está a la vista. En el tercer `ring', este psicólogo sin título, saca de una media de toalla, que lleva colgada al cuello, un teléfono celular.
De Terapeutas, locuras, esperanzas y otras yerbas
- Con respecto al tema de la locura. ¿Crees que existe la curación absoluta?
- Creo que la palabra "absoluta" puede cambiar mucho a una persona. Y si ésta cambia mucho se cura, pero termina siendo otra persona.
- ¿Cómo definirías a los terapeutas?
- Son vendedores de buzones. Les venden otra vez a los pacientes el buzón de la vida. Son estafadores.
- ¿Por qué?
- Porque venden algo que no existe: la esperanza.
- ¿Pero no es bueno tener esperanza?
- Claro que si. Pero ahí te das cuenta de que la vida es una ilusión.
- ¿Sería como mostrarle una zanahoria a un conejo pero siempre dos metros más adelante para que no la alcance?
- (Asiente con la cabeza.) Sí. Les hacen construir otra zanahoria para que el conejo camine.
- ¿Para vos todas las personas tienen zanahorias dentro suyo?
- Sí, porque hay experiencias placenteras que se transforman en escenas deseadas.
- Para mucha gente esa zanahoria vendría a ser Dios. ¿Qué opinas al respecto?
- Esos son mecanismos protectores. En general no es que a la gente le guste amar a Dios, sino que le teme.
- ¿Cuál es tu zanahoria?
- (Ríe y piensa con detenimiento las palabras que va a usar) Y... mi zanahoria es publicar mi libro (El tratado del mundo). También me gustaría formar una linda pareja, ahora estoy de novio.
- ¿Tenés algún deseo o alguna ambición más?
- Me gustaría ser director del (Hospital Municipal José T.) Borda.
- ¿Hay posibilidades de que lo seas?
- Por ahora no. Pero si hay un cambio y si las cosas se quieren solucionar y alguien dice: "¿Quién sabe de locos?" y empiezan a mirar, obviamente estoy yo, no hay mucha gente que se haya especializado en reparar destinos totalmente destruidos.
- Creaste diferentes espacios, como ser el Bancadero, en los que se acompaña a personas marginadas. Al, finalizar los proyectos que encaras. ¿Seguís trabajando en él lugar o delegas mandos?
- Generalmente paso el mando de abuelo a padre. El abuelo, que vendría a ser yo, sigue cuidando o mejor dicho supervisa. A veces vuelvo. Pero ahora estoy más dedicado a otro nivel de formación.
- ¿En qué consiste el mismo?
- Es trabajar con los que trabajan con gente. Les vas transmitiendo tu experiencia, así multiplicas.
- ¿Siempre proyectas nuevas cosas?
- Sí, soy muy inquieto. Mi mamá siempre me dijo que tenía que ser como Edison (Tomas), entonces cuando vi que la lamparita ya estaba inventada dije: "tendré que inventar otra cosa".
- Bueno, por suerte vos no fuiste el inventor de la locura...
- No, yo inventé máquinas para arreglar la locura y a través de eso me encargo de reparar vidas rotas. Por ejemplo en el hospicio hay muchas vidas rotas que están desarmadas totalmente.
- ¿Cómo haces para ayudar a esas personas?
- Intento reconstruirles la historia para que rescaten un sentimiento de identidad.
- ¿Tuviste buenos resultados?
- Reparando vidas sí, a veces fracaso, a veces no.
- ¿Qué tipo de terapia utilizas para trabajar?
- La que inventé yo.
- ¿En que consiste?
- Tiene que ver reconstruir la historia. La enfermedad es cuando se te pierden pedazos de tu historia y la misma no tiene argumentos. Tenés escenas que no tienen sentido porque no están contextuadas. Entonces cuando logran recuperar la estructuración de la temporalidad sucede el proyecto.
- ¿Qué nombre le pusiste al tipo de terapia que inventaste?
- Terapia en crisis.
- ¿Por qué?
- Porque no está basada en la cronicidad sino en situaciones de "sin sentido". Separa la historia y desaparece, cosa que es muy difícil de hacer porque es algo muy abstracto. Es difícil encontrar los espacios fuera del tiempo. Estudiar el tiempo es algo complicado. Tenés que salirte del tiempo para estudiarlo, entonces hay dos opciones para poder hacerlo: estar loco o estar muerto.
- ¿Qué opinas de las terapias en general?
- Todas las terapias tienen sus riesgos. El psicoanálisis puede decaer en religión. La gestalt en franela, en la representación de..., en la histeria. El conductismo en la represión.
- ¿Y en qué puede derivar la terapia que vos implementaste?
- (Piensa). Y... en una metafísica en donde se mezcla lo real y lo imaginario.
Revista Fritz Gestalt Año II Nª 9 Agosto-Septiembre 1997