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sábado, noviembre 15, 2025

Umbanda

El umbanda es un concepto equivocado. En general, este ritual contiene rasgos de la liturgia católica y otros propios del continente americano, dentro de los cuales es preciso distinguir la umbanda propiamente dicha de la "kimbanda" y del africanismo más puro y del sincretismo de cabinda, nagó y otras procedencias que reciben hoy día el nombre de nación o batuque.
Umbanda es el culto espiritista rítmico y ritual-espiritista cantado, con fines adivinatorios.
Es un nuevo culto brasileño consolidado a partir de 1907, resultante del sincretismo de creencias africanas y ritos mágicos de origen africano, con los añadidos de la raigambre indigenista; Formas de culto, imágenes y símbolos católicos, ideas espiritistas, donde se afirma la reencarnación y la ley del "karma", producto de la filosofía oriental.
Su característica propia es la adivinación y el ejercicio de la magia blanca, con la finalidad de curar; tanto la parte física como la espiritual. Sus sacerdotes reciben el nombre de "páis", pueden bautizar, casar, consagrar, o sea, tienen la facultad de ejercer su liturgia a partir de las bases de su religión, y siempre van vestidos de blanco.
El nombre de Umbanda proviene de la lengua Quimbundo, que es de origen angoleño, el congo que es la actual Kenya y Guinea, dentro del área idiomática Bantú. Umbanda es el arte de orar por medios mágicos, mientras que kimbanda es el curandero y maestro de magia.
El nombre de Kumbanda proviene del verbo curar, prescribir y de él derivan el nombre de quimbanda que es la forma concreta y en su forma abstracta es el Umbanda. En las creencias africanas el espíritu que evoca el curandero sube y evoluciona desde abajo a la cima de su plenitud y fuerza, por el influjo de los ritos de la invocación.
En África es posible seguir la ruta de la penetración y expansión de la lengua y de los ritos bantúes desde el Sudas hasta Angola. El origen de los términos y conceptos de la Umbanda hay que rastrearlos en el antiguo Egipto a partir del libro de los muertos y la idea de una divinidad unitaria y pluralista al mismo tiempo. Es importante señalar la ideal de la inmortalidad del alma como factor de equilibrio universal. Del nombre del Dios Sol- Horus, se llega a Olorum y de Osiris a Oxala.
La religión animista angoleña cree en espíritus que presiden el desenvolvimiento de la vida y de la muerte, así como en otros más generales de un clan o de una familia. Hay tres categorías de almas transmigrantes: el "Muculo", que es el alma de una persona recién fallecida que se inmiscuye en la vida de los demás para revelar secretos, el "Quilulo", es un alma en pena y el "Zumbi" que es el espíritu de alguien muerto hace mucho tiempo.
La Umbanda como actividad religiosa es el puente necesario para la comunicación de los espíritus.
Los Orixás, son espíritus divinos, tienen relación con los santos del catolicismo, pueden ser evocaciones de grandes fuerzas morales y de la naturaleza, ejercen de fuerza equilibradora del universo, encabezan falanges de otros espíritus menos perfectos encargados de comunicarse con los hombres durante las sesiones de culto.
En Umbanda los orixás no tienen incorporación mediúmica; orixá quiere decir espíritu jefe o cabeza espiritual. El panteón de los orixás se integra de las siguientes entidades intermedias entre Dios Olorum y el hombre:
NOMBRE - FIGURA - SÍMBOLO - ASTRO - ÁMBITO
OXALÁ - CRISTO - CRUZ - SOL - ESPACIO
LEMANJÁ – VIRGEN- SANTÍSIMA ANCORA – LUNA - MAR
OGÚM - SAN JORGE - ESPADA - MARTE - VARIOS
OXOSSI – SAN SEBASTIÁN - ARCO Y FLECHA - MERCURIO - BOSQUES
XANGÓ – SAN JERÓNIMO - MACHETE - JÚPITER - PIEDRAS Y ASTROS
OXUM – INMACULADA CONCEPCIÓN - CORAZÓN - VENUS RÍOS Y FUENTES
OMULÚ- SAN ROQUE Y SAN BLAS - CRUCIFIJO - SATURNO – CEMENTERIOS
El Umbanda es una religión sin dogmas, no constituye un sistema conceptual cerrado en el que no se admiten dudas o discusión. La guía de un sacerdote no indica su inefabilidad, ya que su carácter humano es indicio de imperfección. El Umbanda es un plano intermedio en la evolución del espíritu.
Cualquier tipo de dogmatismo sería contrario a la esencia doctrinal de su pensamiento. Los conceptos son dinámicos en la evolución y no pueden estancarse con la rigidez propia de un fósil, ya que esta postura invalidaría su desarrollo progresivo hacia la verdad.
El Umbanda es una fe esclarecedora y racional. Fe, vista como fuerza para creer en la verdad y la capacidad mental para la recepción provechosa de las ideas más generales. No tiene misterio, ni tampoco esclaviza la conciencia. Su doctrina es la del libre examen, como religión importa sobre toda la experiencia íntima con Dios llevada al plano vivencial y al mismo tiempo popular por su liturgia y ritual.
En esta época de crisis y de constantes ajustes ideológicos en todos los ámbitos, hay una línea ininterrumpida de convergencia unificadora de todas las creencias hacia una fe globalizadora y total.
Hay principios y preceptos fundamentales de todas las religiones que se ajustan a una nueva concepción de la fe, como expresión universal y unificadora; la Umbanda es una respuesta a este sincretismo secular desde razas y culturas y abre una opción real, de integrar estos sentimientos místicos universales de cara al futuro.
QUIMBANDA
La Quimbanda, por su parte, contiene una marcada tendencia hacia los rituales mágicos que se practican en sesiones reservadas para trabajos que procuran hacer o deshacer el mal. Se caracteriza por el sacrificio de animales, principalmente comestibles como cabritos, gallinas y palomas, estos son las ofrendas que sirven para las invocaciones litúrgicas a través, ellos sirven de emisarios sacramentales.
Para todos los trabajos vinculados al mal se recurre a Exú, el concepto de esta deidad es por sí problemático, es el equivalente al demonio del cristianismo. En los cultos africanos, como el Candomblé, Exú está considerado como un orixá desobediente, capaz de perturbar las ceremonias, por lo que debe de ser apartado, y no sólo en los trabajos, sino en la localización de los cuartos de santo, o sea fuera del predio ritual.
En estos cultos de origen africano, su presencia resulta indispensable para dar seguridad a los trabajos.
Exú es un enviado de los Orixá, pero sin voluntad propia, es una fuerza que debe ser movilizada, ya que sin ella no se podrían iniciar los trabajos, es a ella a quien corresponde abrir los caminos, limpiar el ambiente y dar seguridad en las tareas. Es el centinela a quien uno debe de complacer y agradecer.
En la Umbanda, existen ciertas estructuras que nos remiten a los reinos de Exú, y a ciertas líneas de Quimbanda. En función de su pasado en otras vidas, la evolución del alma delinea las actitudes del presente, en los trabajos la intención del agente se combina con ello, a escalas que van desde la magia negra hasta las orientadas al bien.
Todo esto significa y nos remite a campos vibratorios más o menos densos, por lo que se requiere una fuerza casi material para trabajos en las áreas poderosas donde se ubican las potencias maléficas, lo cual exige guardianes que por su vibración tengan afinidad con esos medios.
Bajo la denominación de Exú actúan varias entidades; cada hombre y cada lugar tiene su Exú, que debe ser convocado para actuar en aquel campo de densas vibraciones, pues todo existe y actúa conforme a las afinidades de cada medio y de acuerdo con la mente de los participantes, sea para bien o sea para el mal. Esto es la representación de complejos peldaños o de grados de evolución o pruebas con una intención determinada que va mostrándonos una serie de secuencias de comportamientos.
Exú en lengua nigeriana, significa divinidad del mal, es traviesa y ruidosa. El Exú es distinto a los quiúmbas, gombeteiros y otros espíritus perturbadores y obsesos que pueden mistificar en los trabajos. Exú pagao es marginal a la espiritualidad, y en Quimbanda trabaja en la magia del mal y para el mal.
Exú Batizado o Já, es el alma humana sensibilizada para el bien en su camino de evolución.
Existen cuatro sentidos generales distintos de para considerar a Exú: como Orixá, desobediente o ángel caído, como alma ligada a la naturaleza material, como espíritu maléfico estacionario de la evolución, o como espíritu en una etapa muy elemental de esa misma evolución.
Exú como personificación voluntarista del mal, depende en su figura espiritual del concepto que se tenga del mal, como fuerza activa en la realidad o como mera ausencia de bien, carencia o pecado en el sentido de falta. El pecado es una falla en la voluntad, movida por ideales orales hacia el bien y retenida en la materia y sus leyes por la propia naturaleza; si esto fuera así, Exú podría ser considerado como la fuerza de la naturaleza que ata al hombre a lo terrenal, impidiéndole y dificultándole los movimientos, sino del mal, al menos de la némesis del hombre en su prueba terrenal.
DESDE ÁFRICA
Las principales líneas africanistas, en sincretismo recíproco bajo el nombre común de nación son Cabinda, Nacó, Tambór, Yeye y Yeya entre otras.
Estas líneas, como lo revela nuestro folclore, existieron en el Buenos Aires antiguo como generaciones adjuntas a varias iglesias centrales de la ciudad.
Envueltas por el culto católico y su imaginería plateresca de la época, encubrían una reminiscencia oculta de los rituales africanos en el mayor de los secretos, ejercían magia negra para trabajos de protección frente a los abusos de sus amos y de la prepotencia de la iglesia colonial. Aún quedan reminiscencias en el barrio del Tambor, enclave de los negros lobres, y el mandinga gauchesco como personificación del demonio. También en Brasil los africanos que llegaron como esclavos fueron presionados para que aceptaran la religión católica, con severos tratos para aquellos que osaron enfrentarse al poder de la iglesia.
Así, las esencias religiosas de aquellos negros herederos de viejas tradiciones se vieron sometidas por el catolicismo, que ponía especial hincapié en su interés al culto externo de las imágenes. Los esclavos negros y los indios veneraban en aquellas imágenes blancas a sus antiguos dioses transfigurados. Los esclavos fugitivos se refugiaban en la selva junto a tribus indígenas y aventureros blancos descastados, en esos reductos o quilombos se fue apareando el conjunto de todas las creencias de todos esos pueblos oprimidos, derivando en formas cada vez más depuradas y que hoy conocemos por el hombre de Umbanda.
Por otra parte, los negros se defendían de los blancos y de su poder buscando fuerzas en su propia religión y persiguiendo a sus enemigos con trabajos de Bará. Los Egum - espíritus de los muertos - ayudaban a sus descendientes que veían en las imágenes católicas figuras representativas de las grandes fuerzas naturales.
El culto Nación es universal y naturalista. La tradición antigua se mantiene con vigor y pureza en los pueblos primitivos, que han seguido fieles a las prácticas más universales más antiguas estas tradiciones veneran determinados elementos simbólicos y a las fuerzas de la naturaleza, este conocimiento permite al hombre un uso útil, a condición de no comprometer el equilibrio cósmico.

 

martes, noviembre 04, 2025

"MALLEUS MALEFICARUM" - El Martillo de las Brujas

BESTSELLER Y FRAUDE EN EL RENACIMIENTO
Malleus Maleficarum, la Biblia de los cazadores de brujas. En 1487 se publicó el, un completo manual para identificar, interrogar y castigar la práctica de la brujería. Fue el más usado por los cazadores de brujas, a pesar de ser muy criticado incluso por la propia Iglesia.
Aunque la caza de brujas se suele asociar a la Edad Media, lo cierto es que no fue hasta el Renacimiento cuando empezó a practicarse con regularidad, alcanzando su apogeo durante la Edad Moderna. Buena parte de la culpa la tuvo un libro publicado en 1487 con el nombre de Malleus Maleficarum (“El martillo de las brujas” en latín), el más extenso e importante manual para identificar, capturar, interrogar y castigar a los culpables – y especialmente, las culpables – de brujería.
A pesar de convertirse en un “manual” de referencia, hasta el punto que a menudo se habla de él como “la Biblia de los cazadores de brujas”, el Malleus Maleficarum fue siempre objeto de duras críticas, incluso por parte de personajes importantes de la Iglesia. El motivo principal fueron los métodos brutales que defendía, pero también que su autor, el inquisidor Heinrich Kramer, usó sin permiso una bula papal condenando la brujería para revestir su libro de la autoridad pontificia. Teólogos y la propia Inquisición criticaron el libro, que contradecía posiciones oficiales de la Iglesia en cuanto a la magia y la brujería y autorizaba el uso de la tortura para obtener confesiones. Todo eso no impidió que fuese ampliamente utilizado como manual de referencia tanto por autoridades religiosas como seculares.
LA CREACIÓN DEL MALLEUS MALEFICARUM
La creencia en la magia y la brujería estaba muy radicada en Europa desde mucho antes que la Inquisición, e incluso el cristianismo, aparecieran; como también lo estaba su persecución por parte de las autoridades desde la época romana, ya que esta práctica se asociaba principalmente a fenómenos negativos como maldiciones. Estas creencias perduraron con la difusión del cristianismo, que atribuía la brujería a pactos con el Diablo: puesto que se trataba de un fenómeno que implicaba a la vez la esfera religiosa (por tratarse de una herejía) y la secular (al causar, supuestamente, daños a la comunidad), a menudo generaba un conflicto entre estas autoridades para decidir quién se ocupaba de juzgar los actos de brujería.
En 1487, los inquisidores Heinrich Kramer y Jakob Sprenger publicaron la primera edición del Malleus Maleficarum. En este contexto, en 1484 el inquisidor alemán Heinrich Kramer pidió al papa Inocencio VIII que ratificara su autoridad para ocuparse de los delitos de brujería en las zonas bajo su jurisdicción; en respuesta, el pontífice emitió una bula en la que condenaba dicha práctica y pedía a los obispos que apoyaran a los inquisidores en su tarea de erradicarla. Pero Kramer fue más allá y en 1487 publicó, en colaboración con el también inquisidor Jakob Sprenger, un extenso tratado sobre cómo identificar, interrogar y castigar a quienes practicaran la brujería, e incluyó en él - supuestamente sin autorización previa - la bula papal a modo de legitimación. Era la primera edición del Malleus Maleficarum, “el martillo de las brujas”.
La publicación del tratado causó un gran revuelo entre los teólogos, incluso entre quienes apoyaban la persecución de la brujería. El motivo principal era que contradecía en muchos aspectos las tesis oficiales de la Iglesia sobre demonología y brujería, pero también porque corría la voz de que los autores habían falseado una recomendación de la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia aprobando su uso. Además, el libro autorizaba e incluso animaba a usar la tortura como método para obtener información y confesiones, una postura que muchos consideraban contraria a los valores cristianos. De hecho, el propio Kramer fue denunciado por la Inquisición, aunque finalmente fue absuelto.
MANUAL PARA CAZAR BRUJAS
En realidad, el Malleus Maleficarum contenía una gran cantidad de material reciclado de libros de demonología, tratados inquisitoriales e incluso supersticiones orales – como la capacidad de las brujas para volar –, siendo esta una de las razones principales por las que muchos teólogos lo criticaron por ser “poco riguroso”. Aun así, tanto inquisidores como autoridades seculares vieron en él una fuente de autoridad a la que remitirse en su persecución de la brujería; y gracias a la invención de la imprenta, el libro obtuvo una enorme difusión.
El tratado se dividía en tres partes: la primera dedicada a “demostrar” la existencia de la magia, la segunda a describir los métodos por los cuales las brujas obtienen sus poderes y de qué maneras los utilizan, y la tercera a explicar cómo identificar a las brujas y realizar un proceso por brujería, siendo esta última la que servía de manual para inquisidores y jueces. Un aspecto en el que el Malleus Maleficarum sentó cátedra fue la estereotipación: el libro describía detalladamente el modus operandi de las brujas y, puesto que los interrogadores lo tomaban como fuente de autoridad, daban por cierto lo que estaba escrito en él y buscaban, en los juicios, una confirmación de ello, exponiendo a la acusada una serie de preguntas en las cuales la única respuesta aceptada era un sí.
Otro aspecto muy pernicioso de este tratado fue que confería a los inquisidores una presunción de infalibilidad, es decir, que no podían equivocarse en sus sospechas; por lo tanto, su sola palabra bastaba como prueba y solo quedaba que la acusada confesara. Si lo negaba, se daba por supuesto que estaba mintiendo y que había que usar la tortura para arrancarle una confesión, aunque esta fuera absurda. Por el mismo motivo, cualquiera que la defendiera podía ser acusado de estar también bajo el influjo de la brujería.
Desde la publicación del Malleus Maleficarum empezó la época álgida de la caza de brujas. Los procesos se intensificaron y se recrudecieron las condenas, que anteriormente solían ser menores, como el pago de una multa o el destierro fuera del municipio. Otro aspecto en el que este tratado cambió la persecución de la brujería fue en dirigirla principalmente hacia las mujeres, a las cuales el libro describía como especialmente propensas a los engaños del demonio por ser “más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza”.
Las cifras de condenas varían enormemente, desde decenas de miles de personas hasta varios millones; principalmente en territorios de religión protestante, puesto que Martín Lutero y otros reformadores fueron especialmente agresivos en su condena de la brujería. En 1657, mediante una nueva bula papal, el Vaticano prohibió la caza de brujas, pero esta no se detuvo en los territorios ajenos a la autoridad del papa. En 1782 se produjo en la población suiza de Glarus el último juicio por brujería del que se tiene noticia: Anna Göldi, una sirvienta doméstica acusada de infanticidio mediante magia negra.