miércoles, noviembre 26, 2008

La Conspiración del Oro Negro

Suenan tambores de guerra. Una lluvia de proyectiles sin precedentes está cayendo sobre Irak, país que según Estados Unidos serviría de cobijo y amparo a la organización terrorista AL Qaeda. Pero esa es sólo la “versión oficial”, porque la realidad es otra bien distinta: supuestos enemigos como Saddam Husein, George Walker Bush y Bin Laden comparten muchas más cosas de las que nos imaginamos...

En 1976, una empresa petrolífera entró con fuerza en el siempre turbio y farragoso mercado de los recursos energéticos. Se llamaba Arbusto Energy, y su presidente era George Bush hijo, el actual inquilino de la Casa Blanca y el hombre que ha puesto al mundo entero en pie de guerra contra el terrorismo internacional. Quizá esto no les diga nada... Pero si conocemos que el principal inversor en aquella compañía tejana se llamaba Salem Bin Laden (véase “La estrategia del gobierno oculto”), es probable que empiece a sospechar algo, porque aquel hombre era el hermano de Osama Bin Laden, el individuo que según Washington es el responsable de los terribles atentados del 11-S.

Comenzaba entonces una estrecha relación que uniría hasta la eternidad a dos de los clanes más poderosos del planeta.

A un lado, el emporio Bush, cimentado sobre los negocios petrolíferos que un buen día –allá cuando el mundo asistía a la Segunda Guerra Mundial- comenzó a gestar Prescott Bush, el abuelo del actual presidente, a quien el gobierno tuvo que sancionar por negociar la venta de petróleo a la empresa nazi Luftwaffe.

Y al aotro lado, el gigantesco imperio creado por Mohammed Awad Bin Laden, padre de Osama, que en aquellas mismas fechas ofreció al rey Saud de Arabia saudí edificar en RIAD un magnífico Palacio Real. La fabulosa obra fue recompensada con un contrato de por vida, gracias al cual, la empresa Bin Laden Group sería la beneficiaria de todos los contratos de obras públicas en los centros religiosos de Medina y La Meca.

Los Bush lograron reconciliarse con el poder americano gracias a la amistad de Prescott con John Foster Dulles –director de la CIA en los tiempos de la muerte de Kennedy-, al que llegóa a convencer para que su hijo, entonces ejecutivo de una de sus empresas petrolíferas, se convirtiera en agente secreto. Una de las primeras misiones de George Bush padre fue la de coordinar en 1961 el asalto de Bahía Cochinos en Cuba... Década y media después alcanzaría el cargo de director de la CIA, años antes de llegar a la presidencia de los Estados Unidos de América.


Pactos

Ahí se cruzan los caminos de ambas familias. A partir de ese momento, todo el entramado financiero de ambos clanes parece circular sobre la misma senda. Junto a ellos aparecen unos personajes oscuros que se subieron al mismo carro y “sobrevivieron” en el enmarañado mundo de los negocios hasta el punto de formar parte del privilegiado sector que ha obtenido unos beneficios incalculables tras los atentados del 11-S, que se incrementarán hasta lo inimaginable si Estados Unidos logra destronar a Saddam Husein y se hace con el contro del petróleo irakí.

Uno de aquellos individuos es Khaled Bin Mahfouz. En todo el mundo sólo hay 250 hombres más ricos que él. Su fortuna personal es de 1.000 millones de dólares. Comenzó a cimentarla cuando en 1987 adquirió el 11% de las acciones de Harken Energy, empresa de la que George Bush hijo era el principal accionista. Gracias al apoyo del clan presidencial adquirió el aeropuerto de Houston. También se convirtió en uno de los tres dueños del BCCI, Banco Internacional de Crédito y Comercio, entidad que se vió envuelta en un entramado de escándalos –tráfico de armas, blanqueo de dinero, desvíos de fondos, etc- que provocó su cierre.

Bin Mahfouz se casó con la hermana de Bin Laden. A nadie le llamó la atención... Tampoco extrañó a ningún mortal que aportara sus recursos económicos y humanos a la sociedad Carlyle (ver el tema “La estrategia del gobierno oculto”) a través del Banco Comercial de Pakistán, del cual Bin Mahfouz es dueño. Y eso que el líder de Carlyle no es otro más que George Bush padre. Sumemos a esto que en 1995 el Bin Laden Group entregó para su gestión varios millones de dólares a Carlyle... También, en ese mismo año aparece como dueño del Banco Nacional de Comercio de Sudán, precisamente cuando Bin Laden vive allí. No mucho después, el FBI acusó a Bin Mahfouz de ser una de las fuentes de financiación de Al Qaeda. E insistó: a nadie le inquietó que este aliado de Bin Laden fuera compañero de negocios de la familia Bush. Y en el colmo de lo rocambolesco, la empresa Delta Oil, propiedad de Bin Mahfouz, se ha convertido en la segunda más representada en el consorcio Centgas, que gracias al apoyo del actual gobierno de Estados Unidos construirá los gaseoductos que atraviesen Afganistán y que tras el bombardeo del país se convertirán en realidad. Curiosamente, para una empresa de Delta Oil trabaja el presidente de la comisión independiente nombrada por Bush hijo y que deberá aclarar los puntos oscuros en la actuación de la administración norteamericana que desembocó en los atentados de Nueva York y Washington el 11-S. Todo queda entre amigos.


El verdadero motivo

Otro de los personajes de la trama es James R. Bath, amigo del actual presidente estadounidense desde los años sesenta, cuando ambos compartieran barracón en la Base Aerea de Texas. Nunca dejaron de ser amigos. Al abandonar el Ejército, Bush comenzó a abrirse hueco en el mundo del negocio petrolero en pequeñas empresas de las que es dueño y amo; la primera de ellas fue la mentada Arbusto Energy. Su amigo Bath le apoyó; se había convertido en testaferro de importantes hombres de negocios y adquirió a través de uno de ellos el 5% de la empresa. Ese capitalista en la sombra no era otro sino Salem Bin Laden, el hermano del terrorista más buscado, y socio, por tanto, del propio clan Bush... ¡qué cosas! Un último dato: Salem falleció en 1988 en un extraño accidente de aviación mientras sobrevolaba los pozos petrolíferos de texas. Entonces, tras el fallecimiento, James R. Bath se convirtió en el hombre de confianza del anteriormente mencionado Bin Mahfouz.

Por cierto, en Carlyle formaron parte desde el principio algunos de los hombres vinculados al BCCI. Uno se llama James Baker, que en su momento fue Secretario de Estado con George Bush y que en la actualidad divide su tiempo entre los fructíferos negocios de Calyle y la compañía petrolera BP, que ha logrado el contrato para la construcción de uno de los oleoductos que partirán del entorno del Caspio, entre Bakú (Azerbaiyán) y Ceyhan (Turquía), circunstancia que sólo ha sido posible tras la intervención bélica en Afganistán, ordenada por Bus, que llegó a la presidencia gracias a la campaña electoral de la que Baker fue portavoz...

Partiendo de infinidad de circunstancias como las citadas, que sólo son una pequeña muestra, y tras analizar las inoperantes medidas de seguridad que facilitaron a los terroristas de Al Qaeda atentar en Nueva York, periodistas de investigación como Thierry Meyssan –autor del libro “La gran impostura”- sospechan que todo lo ocurrido en el mundo en los últimos años no es más que la puesta en escena de una falsa confrontación entre los Bush y Bin Laden que no tendría otro objetivo más que reorientar la política petrolera mundial a favor de los intereses del sector energético de los estados Unidos.

A arriesgadas conclusiones como las citadas se puede llegar tras conocerse lo ocurrido entre el 4 y el 14 de julio del 2001, apenas dos meses antes de los atentados que iniciaron el golpe de estado mundial encubierto. Durante esos días, Osama Bin Laden sufrió un problema de salud relacionado con su enfermedad renal. Estuvo ingresado en el Hospital Americano de Dubai... Además, tal y como pudo contrastar en equipo de investigación del diario Le Figaro, durante esos días no sólo recibió la visita de varios de sus familiares –teóricamente, según fuentes oficiales no mantiene tratos ni contacto con ellos- sino la del agente local de la CIA en Emiratos Árabes Unidos, con el que mantuvo una larga reunión. Sin duda, si esta información es cierta todo lo que creemos en torno a Bin Laden podría ser una tapadera.

En la actualidad, la presión sobre Irak por parte de Estados Unidos se justifica en los presuntos vínculos existentes entre el régimen de Saddam Husein y la organización terrorista Al Qaeda. Sin embargo, si echamos las vista atrás, las aseveraciones del entorno de Bush parecen forzadas en exceso. De hecho, y mientras duró la guerra entre Irak e Irán durante los años setenta y ochenta, los servicios secretos norteamericanos, en los que ocupaba un cargo más que prominente Bush padre, no dudaron en prestar cobertura a Irak, que fue durante todo ese tiempo el aliado en la región de Estados Unidos. El régimen de hoy considerado allende los mares un fanático religioso era para los dirigentes estadounidenses un soplo de laicismo que controlaría el exarcebardo sentimiento islámico de países como Irán. Entre otras cosas, Estados Unidos logró que en 1982 Irak dejara de formar parte de la lista de países que financian el terrorismo. Sin embargo, la CIA facilitó los medios para que Saddam esparciera armas químicas sobre su propia población.

La historia moderna del planeta cambió el 2 de agosto de 1990, cuando la Guardia republicana de irak entró con decenas de miles de hombres en Kuwait. Tal y como revela el periodista Bob Woodward en su excelente obra Los comandantes, la invasión no cogió por sorpresa en Washington. Los informes del Pentágono llevaban días alertando, en función de fotografías tomadas por satélites, que una enorme cantidad de soldados irakíes tomaban posiciones frente a Kuwait.

Cuando la invasión se concretó, Estados Unidos se alzó como garante de las libertades y exigió –con ultimátum incluido- la retirada de las tropas de Saddam Husein. Pero no era el yugo que acababa de caer sobre el pequeño emirato lo que inquietaba a Washington. Lo que temían era el petróleo... y es que aquellos informes señalaban que el número de hombres empleados por Saddam en la afrenta era muy superior al que necesitaba para atacar a Kuwait. El miedo a que aquellas tropas entraran en Arabia Saudita –de dónde proceden el 20% del petróleo consumido por Estados Unidos y sin el cual el país no podría salir adelante- fue lo que motivó la reacción de Estados Unidos, Kuwait y... Osama Bin Laden. ¿acaso una aliado de Saddam?

En absoluto. Bin Laden consideraba a Saddam cómo un enemigo y se plantó en RIAD para hablar con el rey Fahd, al que ofreció su guerrilla de élite de 30.000 hombres para luchar contra Saddam. Arabia matizó la ayuda de Osama Bin Laden y su servicio secreto –encabezado por el príncipe Turki Al Faisal, un amigo de juegos en la infancia desaconsejando la ayuda del hoy buscado terrorista. Aún así, el Bin Laden Group obtuvo un extraordinario beneficio del conflicto, ya que al imperio familiar se le encargó –y es que hay paradojas que conviene tener presentes- la construcción de los campamentos y bases norteamericanas en Arabia Saudí. Además, el Bin Laden Group se hizo con parte de los derechos de reconstrucción de Kuwait tras la batalla final de la que fue denominada Operación Tormenta del Desierto. Aún así, la ruptura entre Osama Bin Laden y Arabia se produjo cuando aún acabado el conflicto las tropas norteamericanas permanecieron en Arabia, un lugar santo que para Osama Bin Laden no podía ser ocupado de forma permanente por “infieles”.

En todo caso, una vez más, tras la guerra no hay sino una segunda parte de la operación iniciada en Afganistán. Si se derroca al gobierno de Irak y en lugar de Saddam se sitúa un hombre implicado en los intereses económicos de Estados Unidos, se logrará abrir una segunda vía de salida para los oleoductos que partan de la cuenca del Caspio, en concreto los de Arzebaiyán. Al tiempo se controlaría la explotación de los pozos irakíes, crudo de bajo coste de extracción y de amplio mercado conforme a su calidad. Algunos analistas ya identifican a las empresas que se harían con tan apetecible porción del pastel que quedaría tras el conflicto. Sa trata de Halliburton Corporation, empresa que presidió el actual vicepresidente de los Estados Unidos –Dick Cheney-, y de Chevron Texaco, que entre sus asesores contó antes de desembarcar en política la actual Consejera de Seguridad Nacional –Condolezza Rice-. Precisamente, fue Cheney quien autorizó la matanza de shiíes que llevó a cabo Saddam en marzo de 1991 “en aras de la estabilidad”, comenta irónico el lingüista Noam Chomsky, una de las mentes más lúcidas del siglo y que se ha erigido en los últimos tiempos en el azote de las posturas belicistas. “No olvidemos que hasta la invasión de Kuwait, Estados Unidos armó a Irak y siguió ayudando a Saddam aún dspúes de sus crímenes más horrendos”. Por ejemplo, cuando esparció armas químicas entre los kurdos...

El panorama mundial está en pleno cambio y la situación geopolítica que llega presenta un panorama diferente, incluso más allá de los intereses meramente financieros. Óscar René Vargas, autor del libro “Globalización”, asegura que “el 11-S ha sido el pretexto para colarse en el estratégico patio trasero de China. Los Estados Unidos ya controlan el Golfo Pérsico, no tanto por necesitar petróleo, sino porque el control de las necesidades de los demás significa poder. Desde que la URSS no existe y el territorio antes virgen de la cuenca del Caspio se ha abierto a la explotación internacional, esa zona se integra en la ecuación geopolítica de controlar para dominar a quienes dependen de ella”. Horrible... ¿cómo no se va a gritar NO a la guerra?
Bueno, claro está que quienes dan el SI a la guerra tendrán un trozo en este pastel. ¿Recuerdan la visita del hermano de George Bush recientemente a España? Ya dejó bien claro que para España esta “amistad” con los Estados Unidos le será muy provechosa. No lo dudamos. ¿Nos apostamos algo a que nuestra petrolera nacional, REPSOl, tiene algún “campito” nuevo que explotar en Irak al final del conflicto? Tiempo al tiempo, y eso solo será lo evidente.


El teatro de una farsa

Los atentados del 11-S pusieron en bandeja a Estados Unidos el asalto a las fuentes petrolíferas más prometedoras del planeta. Afganistán fue bombardeada y el gobierno tirano de los talibán derrocado, pero los supuestos responsables de los atroces crímenes –Bin Laden y el mulá Omar- lograron huir... Lo que no se escapó fue el petróleo.

Acto I: En busca de las reservas petrolíferas del Caspio.

A comienzos de los noventa, una empresa argentina –Bridas- descubre el enorme potencial de los pozos de petróleo y de gas de las repúblicas de la cuenca del Caspio –Arzebaiyán, Uzbekistán, Turkmenistán y Kazajstán-.
Será posiblemente, la reserva más importante del siglo XXI. Se calcula que un país como Turkmenistán estará en condiciones de exportar cerca de cinco millones de barriles de crudo cada día, lo que lo situará entre los primeros países productores de petróleo.

Acto II: UNOCAL entre en escena.

La empresa Unocal se engancha al carro de Bridas y durante años –hasta 1998- luchará por conseguir cerrar un contrato con los talibán, que se perfilan como los vencedores de la guerra civil que se libra en Afganistán. ¿Por qué es tan importante este país? Sencillo: se convierte en el lugar obligado de paso para los oleoductos que en un futuro partan desde el Caspio hacia Pakistán y de ahí hasta el Índico. La empresa norteamericana calcula que esa ruta ofrecerá unos beneficios de cientos de millones de dólares todos los años.

Acto III: Los Talibán encuentran apoyo en Estados Unidos.

En contra de lo que George Bush a transmitido y de la creencia generalizada, Estados Unidos, que decidió dar cobijo diplomático al proyecto de Unocal, respaldó el contestado movimiento islámico de los talibán, que son acusados en todo el mundo por repetidas violaciones de los derechos humanos. Más aún: Robin L. Raphel, delegada en Asia del Sur del Departamento de Estado calificó en la ONU al movimiento talibán como “autóctono” y “original”. “No tenemos nada que objetar frente a ellos”, añadió la portavoz del citado departamento, Glyn Davies. Cuando los talibán conquistaron Kabul en 1996, un portavoz de Unocal aseguró: “Ahora será más fácil poder alcanzar nuestro objetivo de construir en Afganistán un gaseoducto que una el Caspio y Pakistán”.

Acto IV: La lucha por un contrato.

La lucha entre Bridas y Unocal por obtener licencia de los talibán para abrir la nueva ruta petrolera acabó inclinándose a favor de los norteamericanos. Para facilitar la resolución del contrato con los talibán se constituye Centgas, un consorcio de empresas lideradas por la propia Unocal y con destacada participación de la compañía saudí Delta Oil. Casualmente, el dueño de esta última corporación fue acusado en 1998 por las autoridades policiales norteamericanas de mantener vínculos con Al Qaeda. Se trata de Khalid Bin Mafhouz, un multimillonario casado con la hermana de Bin Laden. El extraño e incomprensible juego fue denunciado por el presidente de Bridas, que en sus únicas declaraciones públicas efectuadas tras el 11-S aseguró que “al FBI no le dejaron investigar sobre Al Qaeda para que no se conociera que entre las compañías petroleras de Estados Unidos, los republicanos y los dignatarios de Texas hay una extensa historia de amor”. Y es que –otra vez sospechosamente- el principal accionista de Harken Energy, empresa de la que fue dueño George Bush hijo, fue nada más y nada menos que Bin Mafhouz.

Acto V: El proyecto se paraliza, por el momento...

La presión internacional sobre los talibán y varias decisiones en los tribunales a favor de Bridas en su contencioso por hacerse con los derechos sobre la explotación de los pozos de Turkmenistán, se convirtieron en una muralla insalvable para la ejecución del proyecto de Centgas. Un informe presentado en febrero de 1998 por Unocal al Congreso de los Estados Unidos urgía a actuar “en la búsqueda de un gobierno estable en Afganistán que permita la materialización del proyecto”. La política norteamericana hacia los talibán cambió; ayudo lo suyo Bin Laden, a quien se le acusó de los atentados que en agosto de 1998 destruyeron las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania. Sólo entonces la figura del terrorista saudí se convierte para el FBI en el enemigo público nº 1 de Norteamérica. Tras los atentados del 11-S, Estados Unidos invadió Afganistán y en cuestión de semanas los talibán, a los que antes habían apoyado, desaparecieron del mapa.

Acto VI: ... y Estados Unidos se hace con el petróleo.

Tras la invasión, y por mediación de Estados Unidos, ocupó la presidencia de Afganistán Hamid Karzai, un antiguo muyahidin que a mediados de los noventa se había convertido en un alto ejecutivo de la empresa Unocal... ¿Casualidad? Semanas después, el 31 de diciembre de 2001, Estados Unidos nombró embajador en Kabul. El encargado de ocupar el cargo responde al nombre de Zalmay Khalizad, empresario y político de larga trayectoria que en 1997 fue contratado por Unocal para entablar negociaciones con los talibán... ¿Casualidad? Casi un año después, Henry Kissinger, máximo responsable de los operativos de los servicios de inteligencia durante los años setenta, fue nombrado presidente de la comisión oficial independiente que debía aclarar en el Congreso de los Estados Unidos los puntos oscuros relativos a los fallos de seguridad que precedieron a los atentados del 11-S.
(véase el tema “El nuevo orden mundial”). Días después cesó en el cargo, porque al parecer, sus negocios entraban en conflicto con la objetividad que debiera imprimir a los trabajos de la comisión. Curiosamente, en 1994 Kissinger había trabajado como representante internacional de Unocal... ¿Casualidad? A Kissinger le sustituyó al frente de la comisión Thomas Kean, que fue nombrado el 19 de diciembre de 2002. Sin embargo, Kean es el presidente de Delta-Hess, una empresa petrolífera vinculada al consorcio Centgas, ya que pertenece a la saudí Delta Oil, propiedad de Bin Mahfouz, socio de George Bush desde los años setenta y cuñado de Bin Laden... ¿Casualidad? Y el 22 de diciembre de 2002, Hamid Karzai y los presidentes de Turkmenistán y Pakistán firman un acuerdo para abrir la tan llevada ruta del petróleo a través de Afganistán para que las empresas vinculadas a Centgas comiencen a construir el gaseoducto... ¿Casualidad?

Queridos amigos, esto no es solo una guerra por hacerse por la explotación de unos campos petrolíferos y los gaseoductos. Esto es la implantación del nuevo orden mundial. Las relaciones internacionales que rigen nuestro planeta desde 1945 se tambalean. Rusia, China, Francia y Alemania entre otros, saben, que el nuevo orden mundial les subyuga a un papel secundario frente a la gran vedette... Estados Unidos.

Si se inicia el conflicto armado contra Irak si una resolución de la ONU, Occidente quedará dividido y la única salida para el devenir internacional será la de formar bloques de “amigos”. Los bloques ya han quedado bien evidentes con la posición frente al problema irakí.

Amigos, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.