Parece que la mayoría de creyentes tienen dificultad de darse cuenta y enfrentar el hecho inexorable de que Dios no está de apuro en el desarrollo de nuestra vida cristiana. ¡El está obrando de y hasta la eternidad! Muchos sienten que no están progresando a menos que la mejora sea rápida y constante. Ahora, es verdad que el recién convertido con frecuencia comienza y continúa por un tiempo a paso acelerado. Pero para que se produzca un crecimiento saludable que lleva a la madurez, eso no se mantendrá así. Dios mismo modificará el ritmo. Esto es importante observar, ya que en muchos casos cuando una decadencia aparente toma lugar, no es una recaída,
como muchos piensan.
John Darby lo pone llanamente:
La manera de Dios es apartar personas después que empiezan, para que la confianza en sí mismos decaiga. Así fue con Moisés a sus cuarenta años. Al comienzo tuvo que huir. Pablo también pasó tres años después de su primer testimonio. No que Dios no haya aceptado su primer testimonio. Tenemos que llegar a conocernos a sí mismos y aceptar que no tenemos fortaleza propia. De tal manera que debemos aprender eso y entonces, descansando en el Señor, podremos, con más madurez y mayor experiencia, tratar con las almas.
Debido a que la vida cristiana madura y llega a ser fructífera por el principio de
crecimiento (2 Pedro 3:18) en lugar de luchas y “experiencias,” toma mucho tiempo. A menos que veamos y accedamos a esto, habrá constante frustración, sin mencionar la resitencia al Padre y Su desarrollo del crecimiento en nosotros.
A. H. Strong nos da una ilustración:
Un estudiante preguntó al presidente de su escuela si no podría tomar un
curso más corto del requerido. ¡Oh sí,! replicó el presidente, ¡pero eso
depende en lo que quieras llegar a ser. Cuando Dios quiere hacer un roble, El ocupa cien años, pero cuando quiere hacer una calabaza, le toma seis meses.!
Strong también acertadamente anota que “el crecimiento no es uniforme en el árbol ni en el creyente. En solamente algunos meses hay más crecimiento que en todo ese año. Aunque, todo el resto del año, hay solidificación, sin la cual la madera no sirve por verde. El período de crecimiento rápido, cuando la fibra de madera se deposita entre la corteza y el tronco, ocupa solamente cuatro a seis semanas en mayo, junio y
julio.”
Resolviendo esto de una vez por todas--¡no hay atajos hacia la realidad! Un meteoro toma un atajo y procede a desintegrarse, no así una estrella y su luz permanente en la cual dependen muchos viajeros. A menos que el factor tiempo sea considerado de corazón, siempre habrá el peligro de volverse al engaño de un atajo por medio de experiencias, y bendiciones, en las que patéticamente uno se enreda en el
torbellino de “las emociones” siempre-cambiantes, a la deriva lejos del muelle de los hechos bíblicos.
Tocante a este tema Jorge Goodman escribe:
Algunos han sido traicionados al profesar perfección o completa liberación,
porque en el momento que se expresan están felices y confiados en el Señor.
Se olvidan que no es la experiencia presente la que asegura fruto hacia la
madurez, sino la constancia paciente en hacer el bien. El probar la gracia
de Dios es una cosa; el ser establecido en ella y manifestarla en carácter,
hábito, y en la vida cotidiana, es otra. Las experiencias y las bendiciones,
aunque son visitaciones de gracia del Señor, no son suficientes para reposar
en ellas, ni tampoco deberían llevarnos a nuestra propia gloria, como si
tuviéramos embodegada gracia para los tiempos venideros, o como si
estuviéramos al final del conflicto. No. El fruto madura lentamente; los
días de sol y los días de lluvia contribuyen su parte. Una bendición antecede
a otra bendición, una tormenta sigue a otra antes de que el fruto haya crecido
totalmente o llegue a estar maduro.
Es cierto que el método del Labrador para el crecimiento espiritual involucra tanto dolor como gozo, sufrimiento como felicidad, fracaso como éxito, inactividad como servicio, tanto muerte como vida, por ello la tentación de tomar un atajo es especialmente fuerte a menos que veamos el valor del tiempo y nos sometamos a la necesidad de este elemento; es simplemente descansar en Sus manos, “Estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”(Filipenses 1:6). Y, mis queridos amigos, ¡el proceso tomará ese tiempo! Pero como Dios está obrando para la eternidad, ¿Por qué vamos a preocuparnos en el tiempo que tome?
Graham Scroggie afirmó:
La renovación espiritual es un proceso gradual. Todo crecimiento es progresivo, y mientras más fino sea el organismo, más largo es el proceso. Es de medida a medida: al treinta, al sesenta y al ciento por uno. Es de etapa a etapa: “primero yerba, luego la espiga y finalmente grano en la espiga.” Y es día a día. ¡Cuán variados son! Hay días grandiosos, días de batallas decisivas, días de crisis en la historia espiritual, días de triunfo en el servicio cristiano, días cuando la mano
derecha de Dios está sobre nosotros. Pero también hay días vanos, días aparentemente inútiles, cuando la oración y el servicio sagrado parecen una carga. ¿Somos, de alguna manera, renovados en estos días? Sí, porque cualquier experiencia que nos ayude a darnos cuenta de nuestra necesidad de Dios contribuye al progreso espiritual, a menos que neguemos al Señor quien nos compró.
Podemos considerar algunos nombres familiares de creyentes a quienes Dios obviamente llevó a la madurez y los usó para su gloria; nombres como Pierson, Chapman, Tauler, Moody, Goforth, Mueller, Taylor, Watt, Trumbull, Meyer, Murray, Havergal, Guyon, Mabie, Gordon, Hyde, Mantle, McCheyne, McConckey, Deck, Paxon, Stoney, Saphir, Carmichael, y Hopkings. El promedio para ellos fue de 15 años de obra antes de empezar a conocer al Señor Jesús como su Vida, y cesaran de intentar trabajar para El
dejando que El sea el todo en todo e hiciera Su obra a través de ellos. Esto, de ninguna manera, es para desanimarnos, sino para ayudarnos a fijar de una vez por todas nuestra mirada en la eternidad, y por fe “asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. . . (Pablo continúa) prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12b, 14).
Ciertamente esto no descarta una experiencia, bendición o inclusive una crisis promovida por el Espíritu; pero hay que recordar que estas simplemente contribuyen al todo, a un proceso todo-importante.
Toma tiempo el conocernos a nosotros mismos; toma tiempo y una eternidad el conocer al infinito Señor Jesucristo. Hoy es el día para poner la mano en el arado, e irrevocablemente depositar nuestro corazón en Su meta para nosotros—“a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10).
Austin-Sparks dice:
Frecuentemente en la batalla vamos al Señor, oramos y suplicamos, apelamos por victoria, por ascender, por dominio sobre las fuerzas del mal y la muerte, es nuestro pensamiento que de alguna manera el Señor vendrá y ejecutará su poder para darnos victoria y ascendernos espiritualmente en el acto. Debemos corregir esta mentalidad. Lo que el Señor hace es ampliarnos para poseer más. Nos toma a través de ejercicios, de la experiencia, y pone de alguna manera, que signifique nuestra expansión espiritual, donde ejercitemos nuestra espiritualidad para que ocupemos el lugar más amplio espontaneamente. “No los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del
campo. Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra.” (Exodo 23:29,30).
“Un día en la Casa de los Comunes, el Primer Ministro inglés Disraeli compartió un discurso brillante en forma espontánea. Esa noche una amiga le dijo: ‘Tengo que decirte cuanto he disfrutado tu charla improvisada. Ha estado en mi mente todo el día.’ ‘Madam,’ replicó Disraeli, ‘esa charla improvisada ha estado en mi mente por veinte años!’”