jueves, noviembre 13, 2008
No existe la casualidad de Videncia y otras cuestiones semejantes...
Fragmento del libro “Elija, el Señor de la Tierra”
En la pequeña corte del palacio de Abd Al Rahman frecuentaban en mayor medida los soldados y los comandantes de las numerosas tropas que vigilaban su reino. Tantos años de batalla habían conseguido crear nuevas fronteras, pero mantener a raya a los sometidos no era tarea fácil y se requería de un templado ejército. Muchas veces se preguntaba el Príncipe de los creyentes si merecía la pena tener poder a cambio de una salud, que con el paso del tiempo se hacia más quebradiza.
Pero en la corte también existían otras gentes, cómo médicos, filósofos y ante todo astrólogos. Abd Al Rahman era especialmente aficionado a consultar a sus astrólogos antes de comenzar una batalla o de poner en marcha este u otro negocio. El más sagaz de ellos era sin duda, Al Mohacid Ruben. Personaje a medio camino entre médico y astrólogo, muy versado en Kábala y con una tremenda cultura que le permitía hablar siete lenguas a la perfección. Viajero y servidor de varias cortes y señores en Oriente y, por supuesto, músico.
Aquella mañana el Príncipe llamó a su astrólogo y le preguntó:
-Mi amigo, comienza otro periodo de lunas, ¿qué nos depara el futuro para este tiempo?
-Mi señor; la Luna en su progresión te dará un trino desde la Constelación de Tauro a tu Saturno natal en Virgo y en la quinta morada el día veintidós. Sin duda tendrás riqueza, concebirás algún nuevo hijo y probablemente la visita de un sabio maestro.
Abd al Rahman, ante tanta y diversa predicción, no le quedó más remedio que demandar a su vez:
-¿Pero cual de estas cosas es la verdadera? ¿Acaso quieres cubrirte de antemano para no cometer errores?
-No mi señor, pues cada acto que el ser humano realiza con el cuerpo, se siente en el corazón y se razona con la mente. Por eso todo tiene una trina expresión, aunque nuestra materialidad no nos deja verlo. Solo espera y verás. Nada ni nadie puede escaparse a la Ley de las esferas. Nadie nacido de carne es capaz de romper su destino, pues antes de nacer escogemos cuanto nos conviene hacer para llegar a ser más perfectos. No se mueve nada sin que se precipiten infinitas consecuencias. Detrás de lo visible existe un mundo invisible poblado de numerosos seres que coordinan, viven y se alimentan de los actos de los hombres.
-Esperemos entonces al día señalado- dijo Abd al Rahman-
Pasó el tiempo y el Gran Señor no se acordó de que ese preciso día era el correspondiente a la predicción de su astrólogo. Se levantó y aseo conforme manda el libro sagrado de Muhamed. Comenzó a notar un pequeño peso en el hombro izquierdo, como si un pájaro ingrávido se posase en el mismo. Pero por más que se esforzaba en mirar no veía si no su propia túnica. ¡Quizás mis huesos comiencen ya a deshacerse! –Habrá que consultar al médico, pensó para si. Siguió con las reflexiones del día hasta que llegara Jhazmira a su presencia. Ella, la más bella y enamorada de las mujeres, se le quedó mirando y al rato comenzó a sonreír, a la vez que miraba a su hombro.
-¿Por que me miras así Jhazmira?
-Si te lo dijera, mi príncipe, sin duda no lo creerías.
-Prueba, a ver....
-Tienes un pequeño médico con una túnica blanca que está trabajando en tu oído y tu cabeza.
-¿Quieres decir que también existen médicos en el mundo del otro lado y tan pequeños?
-Así es.
-Pregúntale qué hace aquí. Solo tus sentidos afinados pueden hacerlo. Sin duda eres la más bella de las criaturas, pues el ojo del espíritu puede hacerte ver y sentir lo que ningún ojo mortal puede contemplar. Me maravillo de ti y te adoro.
Jhazmira, con un pequeño rubor sonrió maliciosamente a la vez que se dispuso a hablar con aquel invisible personaje. Arqueó los ojos, como si estuviera viendo a la lejanía, aun estando a un metro de su Príncipe y dijo:
-Su nombre no se puede pronunciar con nuestra lengua, pues sonaría como el sonido de un objeto al caer al suelo. Vive en otra dimensión y su trabajo es curar a los seres enfermos, tanto, humanos como de los reinos animales y vegetales.
Abd Al Rahman comenzó a notar unas extrañas cosquillas en su estómago y en sus genitales y con un pequeño grito de emoción dijo:
-¡Jhazmira!, ¿Está ahora trabajando en mi estómago?..¿Puedo hablar con él ?... ¿cuánto tiempo puede estar conmigo?....
-¡Calma...calma!, mi Señor, pues el no puede hablarte, aunque te escucha. Me dice que sólo puede estar el tiempo que se le ha concedido estar por su propio Maestro y que luego marchará a ayudar a otra persona. Está ahora poniéndote unas extrañas varillas de metal en tu bajo vientre.
Aún en la noche, el Gran Señor, notó como algo se le introducía por un lado de la cabeza a la vez que veía una extraña luz junto a su almohada. Con esta percepción y hablándole en voz alta a su invisible acompañante, se fue durmiendo hasta que en la mañana salió como un loco de sus aposentos para acercarse al harén gritando:
-¡Jhazmira,....Jhazmira! ¿Esta conmigo? ¿Esta en mi hombro?....
Los eunucos se le quedaban mirando estupefactos y miraban perplejos a su hombro sin ver nada a la vez que veían a su Señor alterado y delirando como si de un poseso se tratara. Jhazmira se le acercó diciendo:
-No, mi amado Príncipe, ya no está contigo, aunque sale del lado derecho de tu cabeza un extraño tono blanquecino como si tuvieras un pequeño agujero por donde te hubieran metido luz.
Volvió emocionado Abd Al Rahman a la sala del trono para dar la audiencia del día y para recibir al ministro del Tesoro, que le anunció con regocijo:
-¡Oh, gran Visir! Hemos recibido al fin el diezmo del aceite de las alquerías de Granada.
El Príncipe respondió:
-No podía ser sino como me lo anunciara, Al Mohacid. Hazlo llamar.
Llegó el astrólogo en al salón del trono e inclinándose ante el Señor dijo:
-¿Qué desea mi Señor?
-Mi querido amigo y consejero. Hoy he recibido los diezmos del aceite y por tanto se ha cumplido una de tus predicciones. Pero aún mejor que esto, ha sido sin duda el sentir la presencia del maestro en mis carnes. Por otra parte no he tenido un hijo, pero si ha nacido en mi corazón un maravilloso amor al conocimiento, puesto que cada día comprendo con más fuerza que no existe la casualidad. Que todo cuanto tiene que acontecer acontece, tanto ante nuestro ojos y en los mundos paralelos que nos compenetran y acompañan en cada latido de vida.
Al Mohacid Ruben dijo a su vez:
-Cuando la Ley lo permite, la otra dimensión nos compenetra. Nada se mueve sin su Ley. Así pues, recibiste los frutos de Tauro con el aceite. Viviste una experiencia invisible desde la doceava morada y conectaste con Saturno, que representa al Maestro en Virgo, que expresa la salud.
-Ciertamente, mi querido Consejero me encuentro como si se me hubieran curado todas las heridas de mi cuerpo. Pero... ¿cómo puedo explicar estas cosas a mi pueblo? ¿Que debo hacer Al Mohacid Ruben?
-Guardar silencio, mi Príncipe, pues solo quien conoce la Ley de Dios y ve con los ojos del espíritu podría entenderte, y esto ahora y en miles de años no será posible. Comprenderás ahora mi Señor el por que mis metas no están en este mundo, si no en la búsqueda de la Sabiduría.
Tal fue la experiencia que vivió el Gran Príncipe de los Creyentes, Abd Al Rahman, que me obliga el tiempo a transmitir para quien sabe y conoce de la ciencia de los dioses y ve con los ojos del espíritu. Pero para aquellos que están sordos y ciegos, sea esto un cuento fantástico que les haga desarrollar su imaginación.