domingo, noviembre 16, 2008

Seres Motológicos de la Península Ibérica

La Anjana


Especie de hada o ninfa cuya estatura no sobrepasa el medio metro.
Unas brillantes pupilas azules o negras adornan sus ojos rasgados de
mirar sereno y amoroso. Su tez es pálida y luce una corona de flores
que adorna su pelo, el cual cae en largas trenzas rubias. Suele
vestir con una túnica blanca y porta una báculo que le otorga poderes
curativos y con el que apacigua a las bestias del bosque. Habita en
cuevas de suelos de oro y paredes de plata en las que acumula
riquezas para la gente necesitada. Se alimenta de frutas que le
proporciona el bosque, vive cuatro siglos y tiene el poder de
transformarse en lo que quiera y de volverse invisible. Las Anjanas
vagan por las sendas de los bosques ayudando a quienes se extravían,
a los pastores, animales heridos y árboles quebrados por la tormenta
o el Ojáncano. Tambien se cree que dejan regalos en las puertas de
aquellas personas bondadosas y necesitadas. Son la personificación de
la bondad, y su voz es dulce como la de un ruiseñor. Los pajaros les
cantan canciones que solo ellas entienden y se sientan junto a las
fuentes y arrollos a conversar con las aguas.



Caballucos del diablo


Estas criaturas aparecen entre estallidos de llamas y humo en la
noche de San Juan, con un bramido infernal provocado por la furia
que les da el liberarse tras un año. Tienen grandes alas
transparentes que les dan el aspecto de libélulas. Son 7 caballos
surgidos del infierno cada uno montado por un diablo y cada uno de un
color: rojo, azul, blanco, amarillo, verde, naranja y negro. Sus ojos
brillan como brasas y resoplan por las narices con un aliento como el
viento invernal, que hace caer las hojas de los árboles. Grandes
llamaradas surgen de sus bocas y están dotados de fuertes espolones
en las patas. La huella que dejan sus cascos no desaparece nunca,
aunque sea en la roca. Los jinetes son emisarios del diablo, y cada
uno de ellos fue un hombre malvado. El jefe de los caballos es el
rojo, el más robusto, y es quien guía a los otros en su misión de la
noche de San Juan: destruir los tréboles de cuatro hojas para evitar
que los mortales los encuentren y se beneficien de su buena fortuna.
Es tradición en Cantabría ir al monte en busca del trébol de cuatro
hojas en la mañana de San Juan, búsqueda difícil, dado que los
Caballucos del Diablo han destruído todos los que han encontrado.
Pero si alguien encontrara uno, le serán concedidas las siguientes
gracias: vivirá cien años, no sufrirá dolores en la vida, no pasará
hambre y resistirá con buen ánimo cualquier adversidad.



Culebre


Criatura dragón-serpiente de una sola cabeza cuyo álito es de fuego y
azufre. Potentes mandíbulas armadas con enormes colmillos, sus ojos
son del color de las brasas ardientes, todas su piel está cubierta de
escamas y está dotado de dos alas de murciélago que le permiten
volar. La leyenda cuenta que esta criatura habitaba una cueva en San
Vicente de la Barquera, y que cada año pedía en tributo una virgen
para devorar hasta el día en que fué herido en el pecho por el
Apostol Santiago, tras lo cual el dragón se retiró humillado a su
cueva para no volver a exigir nunca el tributo a las gentes. Se dice
que muchos culebres guardan en sus cuevas tesoros que escondieron los
moros.



Enanucos bigaristas



Enanos conocidos por saber tocar el bígaro, un instrumento musical
similar a una concha marina al que son capaces de arrancar cientos de
notas. Suelen dar buenos consejos con sensatez y a ayudar a la gente
necesitada. En ocasiones se asocian con alguna anjana. Los enanucos
son generalmente seres bondadosos, pero si alguien consigue ofender a
alguno, este se volverá una criatura perversa y vengativa que le hará
sufrir por su error. Una leyenda habla de un enanuco maléfico que se
dedicaba a corromper las aguas de una fuente por la noche llenándola
de sapos y escorpiones, y por el día tocaba el bígaro que atraía a
las gentes y las incitaba a beber. Las gentes que bebían se volvían
pesimistas y melancólicos y acababan muriendo de tristeza. A los
Enanucos Bigaristas se les puede encontrar en las galerías de las
minas, y esto es un buen augurio, ya que quiere decir que allí se
encuentran metales o gemas preciosas. Se cree que poseen grandes
tesoros escondidos bajo tierra.



Núberos



Genios maléficos que cavalgan las nubes grises que ellos mismo crean.
Disfrutan asustando a los animales con los rayos, destruyendo las
cosechas mediante el granizo y provocando tormentas (las galernas del
cantábrico), que obligan a los pescadores cántabros a regresar con
las manos vacías. En ocasiones se agrupan para formar un enorme
nubarrón con el que divertirse. Eran muy temidos debido que podían
causar grandes destrozos en un pueblo, por lo que se se encendían
cirios para evitar las nubes de tormenta y se hacían tañir las
campanas para alejar a los malos espíritus.





La ojáncana


También llamada "la novia del ojáncano" es una terrible criatura
humanoide con terribles rasgos físicos: cabeza enorme, con pelo negro
sucio y alborotado, dientes que sobresalen de su labio inferior
imitando los de un jabalí, y piel escamosa y agrietada. Pechos
desmesurados que caen alargados y que acostumbra a cargar a la
espalda cuando caza, está enfadada o corre por los bosques. Se
alimenta de niños extraviados por el bosque a los que desangra, ya
que para ella es la sangre el más preciado licor, para después
devorarlos a dentelladas. Cuando no dispone de niños se conforma con
animales del bosque que acumula en su cueva. Existen leyendas de
diversas cuevas habitadas por ojáncanas en las que los lugareños
dejaban carnes de animales o cuencos con sangre para evitar que ella
salga a cazar. A diferencia del ojáncano la ojáncana tiene dos ojos.



El ojáncano


El ojáncano es la personificación del mal para los montañeses
cántabros. Se trata de una especie de ogro tan alto como los árboles
y robusto como los peñascos. De cara redonda y amarillenta, posee un
solo ojo que en la noche reluce como si estuviera incandescente. Todo
su cuerpo está cubierto de áspero pelo rojo, y las barbas le caen
largas y rojas como las llamas cubriendo casi toda la parte frontal
de su cuerpo. Entre las barbas tiene un único pelo blanco que es su
punto débil, ya que si alguien se lo arranca morirá al instante. Sus
pies y manos son gigantescos y en cada uno tiene diez dedos que
acaban en garras. Suele llevar una honda de piel de lobo con la que
arroja grandes piedras, y un bastón negro que puede transformarse en
lobo, víbora o cuervo, los tres animales que son sus amigos.
Su voz es terrible como el trueno y suena como un vendabal de
invierno soplando en las montañas. Se dice que no hay peso imposible
de levantar para ellos, y que muchos de los árboles caídos a la
orilla de los ríos cuando hay un vendabal los ha tirado un ojáncano,
ya que cuando hay viento sus barbas se enredan y ellos enfurecidos
descargan su furia con los árboles y todo lo que tienen a mano.
Se alimentan de bellotas, de hojas de acebo y de vacas y ovejas que
pastan por los alrededores, en ocasiones roban maiz. Viven en grutas
profundas cuyas entradas están disimuladas por arbustos y rocas.
Cuando se aburren causan males como poner rocas en las fuentes o
bloqueando los atajos y entradas de refugios, estropea puentes, roba
ovejas, destruye los sembrados... Se dice que puede transformarse en
un viejo mendigo que entra en los pueblos y cuando esto sucede, por
las noches mata animales, roba frutos, etc y huye al amanecer antes
de que nadie despierte.
No se reproducen en pareja. Cuando un ojáncano está viejo los demás
lo matan, le abren el vientre para repartirse lo que lleve dentro y
luego lo entierran bajo un roble. Después de un tiempo surgen del
cadáver unos gusanos amarillos grandes y viscosos, que una ojáncana
amamantará con la sangre de sus voluminosos pechos, y que acabarán
convirtiéndose en nuevos ojáncanos y ojáncanas.


La osa de ándara

Mujer Osa de los Picos de Europa, de rostro desdibujado por facciones
bestiales. Cabellos oscuros y arremolinados y brazos y piernas
cubiertas de pelo de oso. Se cubre con un traje raído y pieles de
cabritillo. Se alimenta de leche, castañas, raíces, maiz, bayas y en
ocasiones de algún cabritillo. Tiene manos muy grandes, bizquea
cuando se enfada, pero a pesar de ser brava y forzuda rara vez
demuestra su agresividad.
Otra versión dice que se trata de una pastora apodada la osa por
estar cubierta de pelo. Dicho defecto físico la hizo huir de las
personas y vivir en estado semisalvaje, hasta que superó su complejo,
bajó al pueblo y se casó felizmente.



El tentirujo

Duende malicioso de orejas puntiagudas cuya principal actividad
consiste en pervertir muchachas solitarias volviéndose invisible y
acariciándolas con una planta de mandrágora. Las muchachas a las que
el Trentirujo toca se vuelven alegres y apasionadas. Este duende
podría tener alguna relación con la diablesa de la lujuria Masabakes,
quien podría decirle el lugar en el que debe actuar, transportándolo
allí.



El trenti


Duende de tez negra y ojos verdes que usa ropas hechas de hojas y
musgo. Tienen un comportamiento bromista y pícaro. En verano suelen
dormir en los árboles y la maleza, pero en invierno se refugia en las
hondonadas. Se alimenta de maíz y endrinas y bebe leche, pero nunca
agua, ya que es un veneno motal para él. Suelen ayudar a los hombres
sin que estos lo sepan y es especialmente bueno con los niños. Cuando
se perdía algo era costumbre entonar una cancioncila para que el
trenti lo encontrara.



Ventolines


Geniecillos de los vientos que a diferencia de los núberos se dedican
a ayudar a las personas en lugar de causar destrozos. Tienen cara de
ángel y grandes alas verdes, sus ojos son blancos como la espuma de
las olas. Cuando un pescador tiene problemas en el mar o está
demasiado agotado, susurra estas palabras para invocar la ayuda de
los ventolines:

"Ventolines, ventolines,
ventolines de la mar:
este viejo está cansado
y ya no puede remar".

Entonces un enjambre de ventolines acude desde su lugar de origen,
las nubes de la puesta de sol, y soplando provocan una suave brisa
que acerca al pescador a tierra firme.




Trasgus o trastolillos


Duende jugetón y bromista de tez negra y ojos verdes, colmillos
retorcidos y dos pequeños cuernos. Se viste con una túnica que hace
de cortezas de árbol que cose con hiedra.. Lleva un gorro blanco en
la cabeza y se apolla en un bastón de madera. Se dedica a hacer
trastadas a los humanos, como esconder los alimentos en la casa, etc.





Las sirenas, la sirenuca y el hombre pez


Se dice en otros mitos que las sirenas son perversas y malvadas, pero
no es así en los mitos de Cantabria, aunque pueden enfadarse cuando
los marineros silvan o cantan ya que lo interpretan como una burla de
sus cánticos. Cuando esto sucede, se reúnen muchas y nadan en
círculos alrededor del barco para formar remolinos que asusten al
marinero. Pero ellas no cantan para atraer al marinero al peligro,
sino para complacer a sus amados, los tritones. Las sirenas siempre
han vivido en el mar, aunque en ocasiones y solo por un tiempo pueden
transformarse en mujeres. Cuando un marinero captura a una sirena
recibe de Lantaron, (el rey del mar), el derecho a casarse con ella.
Para ello, el marino debe besarla inmediatamente, con lo que su cola
se transforma en piernas. La sirena entrega al marinero su espejo de
nácar que debe ser escondido por él, ya que si ella lo encontrara se
rompería el hechizo y regresaría al mar.
Mención aparte merecen casos particulares como el de la sirenuca, que
era una hermosa joven de Castro Urdiales aficionada a trepar por los
acantilados para cantar al compás de las olas. Por ello fue
transformada en una mujer con cola de pez. Otra versión sostiene que
la sirenuca era una sirena casada con un marino, que encontró su
espejo de nácar en los acantilados. Dicen que el marino se arrojó al
mar desde el acantilado maldiciendo a Lantarón y a las sirenas.
Otro caso sería el de un joven de Liérganes que era muy aficionado al
agua y le encantaba zambullirse en el río Miera. Tantas horas pasaba
en el agua que un día se dio cuenta de que no necestiaba salir para
respirar, así que siguió buceando hasta que llegó a la bahía de
Santander. Allí impresionado por la inmensidad, se adentró en el mar.
No se supo más de él hasta que unos hombres atraparon en la costa de
Cádiz una nueva especie, una criatura con cabeza de hombre y el
cuerpo blanco y cubierto de escamas. Le llevaron a un convento de
monjes, pero no pudieron averiguar nada, hasta que un día pronunció
una palabra: "Liérganes". El hombre pez fue conducido a su pueblo,
pero la nostalgia del mar hizo que volviera a él de una vez por
todas, y ya nunca más se supo de él. Las ijanas del valle de aras


Criaturas revoltosas y glotonas que saquean las colmenas en busca de
miel y entran en las casas a buscar comida. Van desnudas y tienen un
pecho enorme que cargan a la espalda por encima del hombro derecho.
El cura de cierto pueblo quiso deshacerse de ellas debido al descaro
que a su entender mostraban estas criaturas, por lo que mandó quemar
las cuevas donde habitaban. Ellas regresaron al poco tiempo
dispuestas a prender fuego a las casas de todo el vecindario,
empezando por la del señor cura.




La monuca


Animal parecido a una garduña con piel multicolor. Tiene la cabeza
blanca, el cuerpo rojo, azul y negro, y la cola morada. Es hija de un
gato montés y una garduña. Animal fiero y desagradecido, abandona la
madriguera nada más nacer y vuelve tiempo después para matar a la
garduña, por lo que será perseguida por el gato montes hasta que este
le de muerte.



El basilisco



Es un reptil con patas, pico y cresta de gallo. Tiene la peligrosa
capacidad de matar con la mirada. Nace de un huevo puesto por un
gallo una noche de luna llena y exactamente a media noche. El
basilisco no abulta más de un palmo y tiene en los ojos un fuego que
fulmina a cualquier animal o persona. Hay dos formas de matar a un
basilisco: mediante el canto de un gallo que lo ahoga al oírlo, o
mediante un espejo que hará que su propia mirada acabe con él. Por
temor al basilisco muchos viajeros van acompañados de un gallo.





El alicornio


Pocos son los mortales que han conseguido ver a este fabuloso
animal: un caballo blanco con patas de gamo y cola de león, cabeza
púrpura y ojos azules. Posee un cuerno blanco y retorcido en su
frente, que es blanco en la raiz, rojo en el centro y negro en la
punta. Unas alitas le crecen en las patas, encima de las pezuñas, que
explican la terrible velocidad a la que galopaba. Quienes lo vieron
aseguran que rebotaba de risco en risco como una centella. Se dice
que vivía en los lugares más inaccesibles de las cumbres, donde
siempre hace sol porque las nubes no llegan tan alto. Solo bebe agua
de los manantiales puros y come florecillas tiernas. Para capturarlo
se usaba de señuelo a una bella doncella, a la que la criatura se
acercaba lenta y mansamente. Entonces los cazadores lo mataban, ya
que quien bebiera del cuerno de un alicornio, (una vez cortado y
convertido en vaso), no podría hacerle daño ningún veneno.



Lantarón


Figura similar a Neptuno, se trata del rey del mar que baña las
costas de Cantabria. Posee figura humana, pero con unos pies enormes
cuyos dedos están unidos por membranas. Cuerpo robusto y musculoso de
piel verdinegra, como las algas, y muy brillante. Manos fornidas y
nudosas. Cabeza ovalada, ojos enormes y saltones. Lantarón suele
acercarse a tierra cuando la marea está baja. Y se queda como una
figura inmóvil sobre las rocas. Se alimenta de pulpos a los que
debora lentamente mientras contempla la amplitud de su reino. Siempre
lleva en la mano una vara de sauco, árbol sagrado de cuyas bolitas
negras, mezcladas con leche de sirena, hace un brebaje que por la
noche le hace fluorescente y le otorga poderes sobrenaturales.



Espumeros


Seres marinos de las costas cántabras. Les encanta jugar con la
espuma, en las crestas de las olas, sobre las que corren sin
hundirse. Son hombrecitos muy pequeños que tienen el aspecto de niños
regordetes y que visten una túnica del color de las algas. Casi
siempre están cerca de tierra firme, en la que a veces se adentran
para recoger flores con las que hacen los collares de las sirenas,
quienes a cambio les dan caracolas. Cuando va a haber tormenta suben
a los acantilados y soplan sus caracolas para avisar a los pescadores
de que deben volver a puerto. Pueden ser rubios o morenos. Los
morenos tienen unos ojos tan brillantes, que cuando la niebla oculta
la costa se colocan delante de los barcos y les guían como si fueran
faros. Los rubios suelen colarse en los hogares para ver qué noticias
de la familia pueden llevar al marinero en alta mar. En ocasiones,
cuando en tierra no llueve y los agricultores se inquietan porque
peligran sus sembrados, los espumeros llenan sus caracolas en los
estuarios de los ríos y vuelan muchas veces soltando el agua sobre
los campos.


El cuegle


Animal de sangre blanquecina que anda erguido. Cabeza grande con un
cuerno, pelo áspero como el matorral. Cara de hombre, de color negro,
con tres ojos: azul, verde y rojo. Barba larga. Posee tres brazos con
manos en forma de mazos y sin dedos. En el brazo derecho tiene
manchas verdes. Lleva en el cuello un collar rojo que por la noche
parece de fuego. Se viste con las pieles de los animales que devora.
Posee cinco filas de dientes afilados como los de los lobos y un
abdomen con cinco estómagos. Cuando son crías, sus madres los
alimentan con hojas de roble y acebo, pero pronto se aficionan a la
carne y comen todo tipo de animales, sus preferidos son las garduñas
y los zorros. En invierno no pueden salir de sus guaridas a causa de
la nieve, y entonces se alimentan de gusanos y orugas que obtienen
escarbando en la tierra con su cuerno. También comen niños pequeños,
que roban con cuna incluída, y para evitarlo, las madres ponen en las
cunas hojas de roble y acebo, pues el cuegle no soporta el olor de
las hojas con las que fue cebado de pequeño.
Hay quien explica así el origen del cuegle: algunas anjanas, víctimas
de una maldición se convierten en brujas, que cada treinta años se
unen con osos viejos, y al cabo de veinte meses dan a luz al cuegle.




El musgoso


Personaje conocido en los montes de cantabria y respetado por todos,
sobretodo por los pastores que pueden deberle hasta la vida. El
Musgoso solo vive para hacer el bien en los montes, para avisar de
los peligros naturales y de seres malignos como el Ojáncano. Es un
hombre alto y delgado, de tez pálida, con ojos pequeños y hundidos y
barba negra y larga. Viste una zamarra de musgo seco y sandalias de
piel de lobo. En el zurrón lleva siempre una flauta de madera
desconocida. Siempre está caminando lentamente como si estuviera
cansado, pero nunca se detiene. Por el día va tocando melodías
tristes con su flauta, y los pastores cuando le escuchan saben que
deben recoger su rebaño y buscar refugio por el temporal que llega.
Por la noche nunca toca la flauta, en lugar de ello silba. Otras
señales de peligro para los pastores suele ser el sonido de una rama
que se rompe o una piedra que rueda monte abajo.




El arquetu

Se trata de un viejo de larga melena roja vestido con un hábito
blanco salpicado de pintas moradas. En la frente tiene una cruz verde
rodeada de llaves y candados pintados. Camina siempre muy despacio,
pero de dónde viene y a dónde va ha sido siempre un misterio. Le
enfada que los hombres gasten su dinero en juergas y vicios. Cuando
alguien pierde sus bienes de ese modo y se refugia en el monte, el
Arquetu se compadece de él y abre la pequeña arquita que siempre
lleva, le da unas onzas de oro para que las invierta en su trabajo y
las haga fructificar. Pero si esa persona toma las monedas y las
vuelve a derrochar en vicios, el Arquetu hará que esté condenado a
pedir limosna por los caminos por el resto de sus días.



Las mozas del agua


Muchachas que habitan suntuosos palacios en algunas fuentes y ríos de
cantabria. Se podrían asemejar a las anjanas, pero no tienen tantos
poderes aunque son mucho más ricas. Son pequeñitas y visten capas de
hilos de oro y plata. Tienen rubias las pestañas, las cejas y el
pelo, que recogen en largas trenzas. En la mano derecha llevan unos
anillos blancos y en la muñeca izquierda un brazalete de oro con
franjas negras. Los días soleados salen del agua y extienden sobre la
hierba para que se sequen unas madejas de hilo de oro que han hilado
durante la noche en sus palacios, pues ellas nunca duermen. Mientras
las madejas se secan, se cogen de la mano y danzan y cantan en
corros. Mientras bailan, de cada pisada brotan unas florecillas que
flotan en el aire como la espuma. Se dice que si alguien consigue
coger una antes de que se deshaga, será feliz toda la vida. Cuando
las madejas están secas las recogen y vuelven de nuevo al agua, pero
a veces, algún joven coge un cabo suelto de alguna de esas madejas.
Entonces, las mozas tiran todas juntas de la madeja y arrastran al
muchacho al agua, pero este no se ahoga, sino que estas le llevan a
su palacio y allí tiene derecho a escoger a la más bella de entre
ellas para casarse. Ahora ya pertenece al reino de las aguas y no
volverá a tierra más que una vez, el día más largo del año, en el que
recorrerá los senderos con su esposa, dejando encima de una roca o
junto a un árbol, un broche, un anillo o un collar. Estas joyas son
invisibles para todos excepto para las doncellas virtuosas, a las que
confieren el poder de curar males con el agua de los ríos y las
fuentes. La mayor parte de las curanderas de cantabria deben sus
dones a estas joyas que encontraron cuando eran jovencitas.



La guajona


A veces los niños y los jóvenes cántabros tienen un color pálido,
como si estuviesen enfermos o si algo les hubiera sentado mal. Pero
no están enfermos: la causa de su mal es la Guajona. Se trata de una
vieja delgada y siniestra, tapada de la cabeza a los pies por un
manto negro. Lo único que muestra son unas manos renegridas, los pies
que son patas de ave, y la cara arrugada, amarillenta y sembrada de
pelos y verrugas con ojos diminutos y brillantes como estrellas,
nariz aguileña, labios delgados y descoloridos. En la boca, solo
tiene un diente, negro y largo como un puñal, ya que llega hasta
debajo de la barbilla. La Guajona no vive de día y nadie sabe donde
se oculta, aunque se cree que pudiera ser bajo tierra. Cuando llega
la noche, sale confundiéndose entre las sombras, entra en las casas
silenciosamente, se acerca a los niños y jóvenes sanos y les clava el
diente, bebiendo su sangre y dejándoles descoloridos. En otros
tiempos se la llamaba "lumia", y lo único que se puede decir en su
favor es que nunca mata a sus víctimas.



Las brujas


Las brujas poseen poderes sobrenaturales entre la medianoche y el
alba. No se trata de hechiceras, encantadoras o adivinas. La gente no
las odia, sino que se las respeta y se las consulta a pesar de que
sean familiares del demonio. Las brujas de la montaña salen volando
montadas en escobas o convertidas en cárabos rumbo a Cernégula, un
pueblo de Burgos donde se supone que celebran sus ritos. En estas
reuniones se untan un compuesto de hierbas frías, hierba mora,
mandrágora y otras hierbas que producen visiones agradables.
Las brujas montañesas son curanderas: hacen mezclas de hierbas a
todos los enfermos que confían en ellas. Hacen el mal por las noches
a niños y embarazadas, provocan incendios y sueltan el ganado de los
establos.
La escoba es el elemento fundamental de las brujas, que usan para
recorrer los pueblos de Cantabria sembrando el mal en ellos. Tambien
se les atribuyen poderes sobre los cambios del clima, por ejemplo,
cuando cae una tormenta y seguidamente sale el sol, es un presagio de
que va a caer otra tormenta. A ese sol se le llama "sol de brujas".



La reina mora


Se dice que está sepultada en una cueva desde hace cientos de años,
llorando por su encantamiento. Se trata de la gruta de Lebeña,
(Liébana), que es un yacimiento paleolítico. De techo alto, con
estalagmitas cuyo perfil se asemeja al de una mujer. El sonido de las
aguas subterráneas y el silbido del aire en la cueva crearon la
leyenda de una reina mora que fué convertida en una estatua de piedra
sobre la que resbalan sus lágrimas. A la media noche recupera su
forma normal y recorre las salas subterráneas, llamando entre
suspiros y sollozos a sus amigos muertos en la batalla de covadonga.



El roblón


Según se cuenta, el roblón solía ser un roble normal, aunque muy
viejo, que tenía un hueco en el tronco. Una tarde de tormenta, se
cobijó en el hueco una bella muchacha. Empapada como estaba, se
apretó contra las paredes del hueco, y el árbol, ante la tibieza de
su cuerpo y su aliento, acabó estrechando a la moza en un abrazo
mortal. Absorvió la sustancia de aquel joven cuerpo, y la nueva savia
hizo crecer desmesuradamente al roble, cuyas raices se extendieron
por los alrededores robando a los árboles cercanos, no solo su agua,
sino también su savia.
El roblón acabó teniendo un aspecto extrañísimo. Larga cabellera de
hierba casi seca que caía en grandes mechones desde sus ramas más
altas. Frente ancha y rugosa de haya. Nariz de rama de encina. Barbas
de matas de brezo. Dos troncos de abedul eran los brazos. Las piernas
eran fresnos. Los ojos eran los de la muchachita, sus cuencas estaban
llenas de espino que ardía sin consumirse y que por la noche los
hacía parecer como dos lunas.
El roblón se comenzó a mover. Sus pisadas hacían temblar los bosques,
su respiración agitaba las ramas de los otros árboles y su sombra
parecía la de una nube. Se convirtió en el azote de la montaña
destrozando todo lo que había a su paso, sobretodo fuentes a las que
acudia para absorver todo el agua que podía a traves de sus pies-
raíces.




Los mengues


Gusanos malignos que se cogen bajo los helechos en lo alto del monte
a media noche con la luna llena. Metidos en un alfiletero otorgan
poderes extraordinarios, pero hay que darles dos libras de carne al
día porque si no se comen a su dueño.



La sierpe de peñacastilo


Se cuenta que Felipe II creyó que en la cueva de Peñacastillo, se
ocultaba un tesoro, guardado por una criatura mitad serpiente mitad
hombre. El rey organizó una expedición dirigida por un mago italiano,
que acabó con la huída del conjurador al llegar a la cueva.