DE ALICE BAILEY
Un análisis comparativo y esquemático de los impulsossubjetivos característicos de la Era que terminay de la Era que se inicia
PUBLICACIONES DEL CENTRO DE ESTUDIOS “SOPHIA”
Sección Hispana de la Arcane School de New York
Nos sería mucho más fácil la comprensión de las condiciones que prevalecen ac¬tualmente en el mundo del pensamiento, si nos tomáramos el trabajo de contrastar ciertas dife¬rencias básicas y ciertas ideas o tendencias, a fin de encontrar la relación que pueda existir entre ellas. Ningún movimiento es enteramente erróneo y ninguno está completamente libre de error. Ningún grupo de pensadores es el depo¬sitario de toda la verdad; ninguna Escritura ni Instructor alguno nos dice todo cuanto se pue¬de saber acerca de Dios y de Sus Obras. La cuestión de exactitud o error es de carácter personal e individual, pues nadie es guar¬dián de su hermano ni puede regirle la con¬ciencia. Las distinciones que hemos de establecer pueden compendiarse en dos grupos principa¬les: Las relacionadas con la forma externa y la enseñanza interna de cada movimiento, o sean los aspectos esotérico y exotérico de la verdad expuesta; y las resultantes de la vieja era que agoniza, e indicadora de la advinente influencia de la nueva era.
I
No tenemos para qué ocuparnos de la verdad exotérica. Las formas religiosas y de pensamien¬to no son más que indicaciones de vida y crecimiento. Son semblanzas deformadas de una rea¬lidad interna; son las interpretaciones simbólicas que la mente humana ha dado de la verdad, que cambian de época en época y de ciclo en ciclo. Aparecen y desaparecen; vienen y van; mientras duran cumplen un objeto útil; después de pasadas se las considera como limitaciones. Las formas por que pasa el pensamiento colectivo, sea vasto como el de las grandes religiones o limitado como cualquiera de las sectas o ismos insignificantes, tienen muy si¬milar historia y siguen un curso análogo. Tie¬nen su período de inserción, cuando la visión se percibe en su prístina belleza y el ideal se vislumbra en toda su gloria y continuidad. Algún pensador clarividente, algún gran Ins¬tructor desciende del Monte de la Iniciación, anuncia la verdad y describe la visión. Así aparece la primera forma. A medida que trascurre el tiempo, sigue un periodo de crecimien¬to, durante el cual la verdad se va encubriendo más y más y la visión se aleja. Finalmente nos encontramos con una religión, una ciencia o un arte expresados en fórmulas dogmáticas, leyes, rituales, y doctrinas, con el acostumbra¬do atavío de enseñanzas autoritarias y exalta¬dos instructores. A medida que la forma se desarrolla, la vida se debilita; pero entre tanto se cumple un propósito y muchos utilizan la verdad así encarnada. Sigue a esto la decadencia, acompañada de la cristalización y la revuelta de los pensadores contra las limitaciones impuestas. Entonces se pone de manifiesto la inutilidad de la forma, que eventualmente se destruye, con la consiguien¬te liberación de la vida, a fin de que ésta se construya una más adecuada expresión. Así ha ocurrido y así ocurrirá siempre; aunque a me¬dida que la humanidad avance en inteligencia, armonía y sabiduría los ciclos, de crecimiento, edad madura y muerte serán menos bruscos, más graduales y de tránsito más suave. Nos encontramos actualmente en una época en que la destrucción de vetustas formas y anticuadas doctrinas está en su apogeo; y este período de revolución y dificultad excede de lo usual, porque no sólo estamos pasando de las condiciones anteriores a la guerra, a una era de expansión y desarrollo, sino que pasamos de un gran ciclo solar a otro. El del pasado nos revelará que análogas épocas terribles se dis¬tinguieron siempre por tan radicales cambios en las condiciones económicas, sociales, raciales y religiosas, como si asumiera nueva for¬ma el mundo. Los ciclos a que nos referimos no son meramente astrológicos, sino hechos astronómicos que se pueden comprobar en cualquier observatorio. Bajo estas formas exotéricas, sea al iniciar su manifestación, en pleno desarrollo o en decadencia, subyace oculta y esotérica la vida causante de su existencia; el impulso espiri¬tual que produce lo tangible. De consiguiente, los movimientos denominados esotéricos tra¬tan del aspecto subjetivo, del alma residente en las formas, del aspecto vida en contraste con el aspecto material y objetivo. El verdadero esoterismo alcanza las raíces del ser de todo hombre, y se ocupa del aspecto de la humanidad que llamamos inmortal y eterno. Trata de la causa del pensamiento, de las emociones y de la acción. Se esfuerza en expresar y colocar en primer plano de la con¬ciencia los persistentes impulsos divinos que se manifiestan en la intensa actividad de las transformaciones que caracterizan a toda la naturaleza, incluso al hombre. Es lo subya¬cente en todas las fórmulas religiosas, en toda investigación científica, en todo impulso eco¬nómico y en todo rumbo básico que tome el organismo social. En cuanto a la entidad hu¬mana, el ocultismo o exoterismo, concierne al alma manifestada por medio del mecanismo cerebral, emocional y mecánico, aquella parte de si mismo de la cual el hombre conoce toda¬vía muy poco; pero que hace de él lo que es. El verdadero esoterismo no es, como generalmen¬te se supone, una profunda enseñanza dada con rituales ceremoniosos, bajo juramento de sigi¬lo, sino un interno despertamiento espiritual que reconoce un despertamiento similar, o espi¬ritualidad potencial, en todos los demás seres humanos, y la vida latente en todas las formas. Estos son los movimientos u organismos que vamos a considerar, en vista de su gran impor¬tancia y responsabilidad. Lo comprendan o no a ellos corresponde la función de dar la tónica y de indicar la dirección que tomarán las más nuevas y completas presentaciones de la ver¬dad. De la labor que dichos organismos desarrollen dependerá la calidad y suficiencia de las religiones, organizaciones y grupos que entrañarán el orden social que ha de prevale¬cer durante el periodo de estabilidad que inevitablemente ha de sobrevenir después del actual periodo de transición y dificultad.
II
A medida que comprendemos el significado de la vida y sus formas, y estudiamos los tiem¬pos en que vivimos, nos damos cuenta de que estamos en el fragor de un dificilísimo período de transición. Dos métodos actúan simultánea¬mente: el nutrido, desenvuelto y utilizado en el pasado, todavía muy poderoso e influyente; y el que indica las nuevas tendencias y se ca¬racteriza por las cualidades incipientes deno¬tadoras de la nueva era. El dilema ante el cual el mundo se encuentra ahora deriva de que ambos métodos están en actividad al mismo tiempo, y unos individuos se dejan influir por uno o por otro, mientras que otros les oponen resistencia, a la vez que otros observan el con¬flicto con espantosa perplejidad. La influencia del signo de Piscis, que se está desvaneciendo, y la del ascendente signo de Acuario, que se está acentuando, determinan el caos general que se manifiesta en todas las esferas del pensamiento y ocasionan los con¬flictos que surgen entre los obreros de pensa¬miento y los de acción, en todas las esferas. Por la comprensión de estas dos modalidades de in¬fluencia y la consideración de las diferencias entre los movimientos que las representan llegaremos a ciertas conclusiones provechosas, que acaso nos muestren un curso más directo y menos escabroso. La humanidad ha pasado por muchos perío¬dos de transición como el presente, de los cuales siempre ha salido beneficiada, estabilizada, y con una expansión de conciencia, un desen¬volvimiento intelectual y un desarrollo de lo que podría llamarse genéricamente la idea de Dios, que han servido de base a un nuevo y más grandioso templo de la humanidad, com¬pleto en todas sus partes. El curso de nuestro Sol en su ronda por los cielos y su paso progresivo por los doce signos del Zodíaco es tan inevitable como el tiempo. Cada ciclo solar ha visto a nuestro planeta sujeto a diferentes modalidades de fuerza, que se han manifestado en la diversidad de civilizaciones y culturas. Una breve ojeada a los dos ciclos que precedieron a la era cristiana (o de Piscis) esclarecerá la idea. Aproximadamente 5.000 A. antes de C. nues¬tro Sol pasó por el signo de Tauro. Fue el periodo de la adoración del Becerro, tal como se practicaba en los misterios Caldeos, de Mitra y Egipcios. El Becerro era el símbolo y signo del Hijo de Dios, el Cristo Cósmico, cuyo supremo símbolo y expresión era el Sol. Fue el gran signo de la Voz. Oráculos y Sibilas regían las actividades colectivas e individua¬les. El pueblo aprendió a obedecer implícitamente a lo que oía y de allí proviene la adhe¬sión a la palabra hablada, y la creencia, aún prevaleciente, en la inspiración verbal de las Escrituras. Las gentes recibían dirección ex¬terna y nadie se dirigía desde su interior, ex¬cepto las almas avanzadas que guiaban los destinos de los demás. La dispensación. hebrea se inauguró 2.500 años antes de C. El sol pasó entonces por el signo de Aries, el Cordero, dando origen a la institución del Cordero Pascual, la época en que se sacrificaban ovejas, cabras y corderos en lugar de los bueyes que se inmolaban en los sacrificios anteriores. Es interesante notar, que el pecado de los hijos de Israel en el desierto consistió en la adoración del becerro de oro, o la vuelta a una vieja forma de adora¬ción, que la raza debía haber trascendido. El establecimiento del gran altar de los sacrifi¬cios en el Tabernáculo y Templo hebreo y del mar de bronce en el recinto externo con los doce bueyes, simbólicos de lo subyacente, daba a entender que la humanidad, enseñada hasta entonces por medio de la Voz y por tanto con la obediencia irresponsable del niño, debía en adelante saber que existía una naturaleza ani¬mal, un aspecto fundamental que había de subyugarse por el sacrificio y la voluntaria puri¬ficación. Así tenemos la base de la gran ex¬pansión que sobrevino cuando el Sol entró en el siguiente signo y se inculcó la idea del esfuerzo individual. Después nuestro Sol empezó a cruzar el sig¬no de Piscis, y hace 2.000 años se inició la dis¬pensación cristiana. El gran Maestro de Galilea está siempre asociado en la mente de los hombres con el símbolo del pez. Escogió pes¬cadores por discípulos y los envió por el mun¬do para que fueran «pescadores de hombres». Fue con ellos frecuentemente a pescar y muchos de sus milagros se relacionan con los peces. Un pez dibujado en la arena era signo secreto para los primitivos cristianos, y se le ve frecuentemente representado en las catacumbas, y la Iglesia ha perpetuado esta idea en la recomendación de comer pescado los viernes y otros días de ayuno. ¿No hay un profundo significado subyacente en estos sacrificios del toro, del cordero y del pez en las ceremonias religiosas, tal como se desenvolvieron sucesivamente a medida que el Sol fue pasando por los signos zodiacales, Tau¬ro, el toro; Aries, el cordero; y Piscis, los peces? En el presente ciclo hemos tenido el desenvolvimiento del corazón como medio del acerca¬miento a Dios; la era del devoto y la sublimación de la naturaleza emocional y su elevación a los cielos en la persona de grandes santos, místicos e instructores de la Iglesia. La carac¬terística de la época presente es el sacrificio del individuo y de su martirio por amor a la gran Personalidad que encarnó la Idea divina. Dijo Cristo: ¿De qué aprovecha al hombre si granjease todo el mundo y perdiese su alma? En respuesta, los hombres han recalcado la necesidad de la salvación personal y el desenvolvimiento, a toda costa, del principio Cristo en sus corazones. En el Cristo se dio al mundo la revelación de un alma perfecta y la representación de una posibilidad divina al alcance de todo hijo de hombre. ¿Cuál fue el gran mensaje de Cristo? Salva tu alma. Nada dijo de las congregaciones, sino que la gran enseñanza consistió en que debíamos trabajar por nuestra propia sal¬vación, alcanzar la perfección individual y re¬gular nuestra conducta de acuerdo con las reglas dadas en el sermón de la montaña. La misma idea puede verse expresada en las enseñanzas del Baghavad Gita con respecto al Ego y a los sistemas yogui, que enseñan el desen¬volvimiento del Yo Superior. ¿Cuál ha sido el efecto de estas enseñanzas? La era de Piscis, como ninguna otra, se ha dis¬tinguido por el gran número de personalidades eminentes que en el transcurso de ella han aparecido. Hemos tenido grandes hombres y grandes mujeres dotados de características divinas, en todas las fases de la vida. Con rela¬ción a la masa total de la humanidad, su número es relativamente escaso; pero sus nombres bri¬llan en todas las fases de nuestra civilización: religiosa, política, social, artística y científica, pues el principio Cristo no se manifiesta exclu¬sivamente en el fervor religioso y en la devoción, sino que se manifiesta en todo hombre que alcanza grandes alturas en cualquier ac¬tividad constructiva, sea arte o ciencia y cuyo genio se eleva sobre el término medio. Quien haya encontrado el Cristo divino en si mismo sobresaldrá en su campo de actividad, que no ha de ser necesariamente religiosa. Ahora estamos pasando paulatinamente de la era de Piscis, de este ciclo, predominante¬mente cristiano, a la era de Acuario, el Aguador. Aunque han de transcurrir lo menos 500 años antes de que se complete el tránsito, ya notamos la influencia de la nueva era sintién¬dola, cada vez con mayor fuerza, hasta que llegará a ser dominante. Conviene advertir que Cristo, como todos los grandes Instructores del mundo, no solamente encarnó la tónica para el ciclo que El representaba sino que se rela¬cionó con la nueva era y manifestó la unidad de la fuerza de vida. Así dijo: "Yo soy el agua de vida.” Agua es el símbolo de la nueva era y quizás la influencia de Acuario subyazga en la idea de la prohibición de bebidas alcoho¬licas y en la creciente tendencia de la gente a utilizar el agua en el baño y otras muchas aplicaciones en la vida, que la mayoría de las gentes desconocían hace cinco siglos. ¿Cual será la tendencia de la nueva era? Servicio y labor colectivos. Ya no se dará tanta importancia a la salvación individual, sino que el individuo que se haya encontrado a sí mismo se entregará y sumergirá su interés en el de la colectividad. Los individuos desarrollados, cuyo número irá creciendo rápidamente, lle¬varán el agua de vida a todos. La conciencia colectiva predominará y se tratará de satisfa¬cer las necesidades comunes.
III
Los métodos empleados en la era de Piscis son diferentes de los que se emplearán en la de Acuario; los resultados perseguidos, son en muchos casos, bastante diversos, y la, nota tó¬pica de cada era es muy diferente. Tal vez alcanzaremos más clara compren¬sión del punto en que nos hallamos y de cuál debería ser nuestra actitud, si comparamos estos dos grandes movimientos y analizamos sus características y sus beneficios, lo mismo que sus inevitables riesgos. Desde luego que no echaremos de ver el peor aspecto de las tendencias de la era de Acuario, pues sólo se manifestarán en toda su fuerza al final. El gran Maestro de la edad de Piscis, el Cris¬to, dio la tónica a sus discípulos en las pala¬bras:
IV
Tres cuestiones surgen de las consideracio¬nes que acabamos de hacer acerca de nuestro tiempo y de la influencia dual prevaleciente, a saber: ¿Cómo puede el hombre ordinario reconocer los movimientos de la época de Piscis? ¿Cómo puede igualmente reconocer un movi¬miento de la nueva era? ¿Cuáles son las funciones del verdadero ins¬tructor en la época actual? 1° Los movimientos de Piscis siempre ape¬lan a una autoridad jerárquica; pretenden te¬ner tras ellos una autoridad; por lo que siem¬pre demandan obediencia de sus afiliados, la aceptación de las afirmaciones, deseos y exi¬gencias de sus líderes. En sus aspectos peores y más ciegamente desarrollados, imponen a sus fieles la devoción fanática y fomentan la intolerancia respecto de los demás grupos de pensadores. Poseen una autoridad central, una Biblia y una serie de dogmas, aunque lo nieguen con ardor. La mayoría de nuestras igle¬sias, sociedades teosóficas y organizaciones rosacruces, así como infinidad de cultos, son de Piscis y deben desarrollar su trabajo hasta completarlo; la Iglesia Católica y la Ciencia Cristiana son ejemplos que sobresalen de los demás. Nuestra actual Sociedad Teosófica es señaladamente de esta clase, no obstante que cuando su fundación hace cincuenta y ocho años era de calidad mucho más Acuaria. Los deberes de estos organismos han de cumplirse, pues hay miles de personas a quienes pueden ayudar y el impulso que han recibido debe uti¬lizarse hasta agotarlo.
2° Existen actualmente individuos con ten¬dencias características del tipo Acuario. No existen todavía movimientos de Acuario, pro¬piamente dichos, porque no ha llegado el mo¬mento propicio para que su actividad pueda desarrollarse con éxito. No estamos todavía en la era de Acuario; todo lo que tenemos son las avanzadas. Pero, cuando llegue y podamos ha¬blar en verdad de movimientos de Acuario, ¿qué debemos esperar? ¿Cuáles serán sus carac¬terísticas distintivas? Tales movimientos se caracterizarán por la libertad de pensamiento que conceden a sus adherentes; se negarán a reconocer a ningún Instructor, Biblia u organización como único depositario de la verdad; pero concederán igual derecho al reconocimiento a todos los grupos que traten de presentar el conocimiento de Dios, que se obtenga por medio de la ciencia, de la religión, del arte, o de la filosofía. De consiguiente, entre ellos no existirán antago¬nismos, criticas ni condenaciones para ningún grupo; serán incluyentes y no excluyentes; harán resaltar principios y no personalidades; servicio y no ambiciones egoístas, y en virtud de la amplitud de su visión y de la verdad de su perspectiva, conducirán a la humanidad al pleno reconocimiento de la unidad universal. Cada cual será libre de enseñar lo que quie¬ra; empleará su propia terminología y expre¬sará la verdad tal como la comprenda; desarrollará sus propios métodos de servicio; sin embargo, todos estarán acordes en que existe un trabajo único, pero muchos métodos de tra¬bajar; un solo templo de Dios, pero muchas piedras y partes; una gran Verdad central, pero muchos aspectos diversos; una Vida di¬vina, pero muchas formas de expresión. En la actualidad sólo notamos tendencias en esta dirección; pero indican la dirección del viento. Algún día este viento soplará con fuer¬za y despejará las nubes de las diferencias y de las distinciones y abrirá paso a la luz del Sol, desvaneciendo las brumas y las nieblas de la época actual.
3° ¿Cuáles son las funciones del verdadero Instructor? Ante todo establecer y mantener contacto con su propia alma, procurando, en cuanto pueda, que nada nuble su visión; man¬tenerse impoluto en el mundo; a fin de ser un instrumento que su Yo Divino pueda utilizar. No ha de tener pretensiones, sino que ha de reconocer que es nada más que un Servidor y que solamente sus palabras y actos han de justificarle y dar a conocer. El verdadero Ins¬tructor repudia toda exaltación de la persona¬lidad; evita, siempre que puede, toda referencia a si mismo y se mantiene siempre en el trasfondo. En su labor docente ha de hacer tan sólo tres cosas:
Primera. - Decir a cada hombre que es un divino hijo de Dios, que el reino de Dios está en su interior y que todo poder y todo conoci¬miento es el privilegio de todo hijo de Dios.
Segunda. - Anunciar únicamente los prin¬cipios básicos y fundamentales subyacentes en todas las exposiciones de la Verdad. Eliminará lo accidental y los puntos de diferencia, ha¬ciendo hincapié en las verdades universales y generales, que han persistido a través de los tiempos y que toda religión reconoce, a saber: La Paternidad de Dios y el Principio Inmutable e Ilimitado “en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”; la Fraternidad del hom¬bre, porque todas las Almas son idénticas a la Super Alma y la manifestación de Dios en la naturaleza y del Espíritu en el hombre.
Tercera. - Presentar estos principios funda¬mentales y sus corolarios bajo tantos aspectos como sea posible y por medio de tantos sinóni¬mos y símbolos como estén a su alcance. Sola¬mente de esta manera el estudiante y el devoto afiliado a cualquier grupo, iglesia u organiza¬ción podrá alcanzar la comprensión del camino que su hermano sigue hacia Dios. Después de exponer los puntos esenciales aceptados universalmente dejará que sus oyen¬tes hagan sus propias deducciones, decisiones y aplicaciones. De esta manera cada estudiante que busque la verdad la encontrará por si mismo y en sí mismo; y al encontrarla descubrirá que es la misma verdad que encontraron los conocedo¬res en todas las épocas y climas, ciclos y razas, que tras de toda religión está la gran armonía; que tras todo método está la unidad, y que Dios saldrá al paso del buscador en todos los ca¬minos. El Profesor Waswami de la India, en su libro titulado “Voices” ha expresado esta unidad de manera maravillosa. Dice: La armonía de las religiones que yo pido es sintética, no sincrética. Sintética y vital; que transmute las enseñanzas de todas las religiones en una verdad vital; la verdad de la vida divina está en desarrollo en la humanidad. La Vida divina cre¬ce, la Verdad crece también; no toda de una vez sino en porciones. En una serie de inspira¬ciones, la verdad se comunica al hombre según su desenvolvimiento y ambiente. Hay muchas religiones, pero el Inspirador es uno; muchas Escrituras, pero la fuente es una; muchos profetas, pero la fraternidad es una; muchas enseñanzas, pero la esencia es una; muchos templos, pero el sacrificio es uno; muchas mansiones, pero el Maestro es uno.