Ken Wilber
¿Quién es, pues, realmente El Que Ve? ¿Quién, o qué, es el Yo observador?
Ramana Maharshi denominaba Yo-Yo a este Testigo que es consciente del Yo individual, pero que no puede ser visto. ¿Qué es, pues, el Yo-Yo, el Testigo causal, el Yo observador puro?
Este Yo profundamente interno contempla el mundo externo y también contempla sus propios pensamientos. Este Veedor ve el ego, el cuerpo y el mundo natural. Todo eso desfila "ante" el Testigo. Pero El Que Ve no puede ser visto. Todo lo que uno puede ver no son más que objetos y esos objetos, precisamente, no son El Que Ve, no son el Testigo.
Prosigamos, pues, con nuestra investigación. ¿Quién soy Yo? ¿Quién o qué es ese Testigo que no puede verse a sí mismo? Da un paso atrás en tu conciencia y des-identifícate de cualquier objeto que veas o puedas llegar a ver.
El Yo, El Que Ve o el Testigo no es ningún pensamiento concreto, porque a ese pensamiento puedo verlo como objeto. El Yo observador no es ninguna sensación concreta, porque puedo ser consciente de ella como objeto, ni tampoco es el cuerpo ni la mente ni el ego, porque a todas esas cosas puedo verlas como objetos. ¿Qué es, pues, lo que está contemplando todos esos objetos? ¿Qué es lo que, ahora mismo, está contemplando todos esos objetos, contemplando la naturaleza, las imágenes, el cuerpo, las sensaciones, la mente y los pensamientos? ¿Qué es lo que ahora está contemplando todo eso?
Trata de sentirte a ti mismo en este instante, trata de ser consciente de ti y date cuenta de que ese yo no es más que otro objeto de tu conciencia. Ni siquiera es un sujeto real, un yo real, sino un objeto más de tu conciencia. Este pequeño yo y el conjunto de pensamientos que desfilan ante ti se asemejan a las nubes que surcan el cielo. ¿Y qué es el Yo real que está contemplando todo eso? Presta mucha atención y pregúntate: ¿qué o quién soy Yo?
Cuando te adentras en la Subjetividad pura, en el Veedor puro, descubres que no se trata de un objeto. ¡No puedes verlo como objeto porque no es un objeto! No es nada que puedas ver. Si permaneces serenamente en esta conciencia observadora ―contemplando la mente, el cuerpo y la naturaleza que te rodea―, empezarás a darte cuenta de que estás experimentando una sensación de libertad, una sensación de liberación, una sensación de no estar atado a ninguno de los objetos que desfilan ante ti sin ver nada en particular, sino tan sólo descansando en esa inmensa libertad.
Ante ti desfilan las nubes, los pensamientos y las sensaciones corporales, pero tú no eres nada de eso. Tú eres el inmenso espacio de libertad a través del cual todos esos objetos vienen y van. Tú eres la apertura, el claro, la Vacuidad, el espacio abierto en el que se desplazan todos esos objetos. Las nubes aparecen y acaban desvaneciéndose, las sensaciones aparecen y acaban desvaneciéndose, los pensamientos aparecen y acaban desvaneciéndose... y tú no eres nada de eso. Tú eres la inmensa sensación de libertad, la Vacuidad abierta, la apertura de la que emanan las distintas manifestaciones, el espacio mismo en el que emergen, permanecen durante un tiempo y acaban desvaneciéndose.
Así es como empiezas a darte cuenta de que el "Veedor" que está presenciando todos esos objetos es una espaciosa Vacuidad. No es una cosa, un objeto ni algo que puedas ver o a lo que puedas aferrarte, sino una sensación de inmensa Libertad completamente ajena al mundo objetivo del tiempo, de los objetos, del estrés y del esfuerzo. El Testigo puro es una Vacuidad pura en la que todos los sujetos y objetos individuales aparecen, permanecen un tiempo y acaban desvaneciéndose.
¡De modo que el Testigo puro no es nada que puedas ver! Cualquier intento de ver el Testigo o de conocerlo como objeto no es más que una tentativa de identificarte, buscar y aferrarte al tiempo. El Testigo no está fuera de aquí en la corriente, sino en la inmensa expansión de Libertad de la que todo emana. No puedes aferrarte a él y decir "¡Aja, ya lo veo!", porque el Veedor no es nada que pueda ser visto. Cuando descansas en el Testigo lo único que experimentas es una inmensa Vacuidad, una inmensa Libertad, expansión, apertura o claro transparente en el que emergen los pequeños sujetos y objetos que pueden ser vistos. El Testigo, en cambio, no puede ser visto, el Testigo es la liberación última de todo aquello, una Libertad que no se halla atrapada en las confusiones, los deseos, los miedos ni las expectativas.
Nosotros tendemos a identificarnos con estos pequeños sujetos y objetos individuales ¡y ése es precisamente el problema! Nosotros identificamos al Veedor con las banalidades que pueden ser vistas y ése es el origen mismo de la esclavitud y de la falta de libertad. Nosotros somos realmente una inmensa expansión de Libertad, pero nos identificamos con objetos y sujetos cautivos y limitados que pueden ser vistos, que sufren y son ajenos a nuestra verdadera esencia.
Patanjali definía la esclavitud como "la identificación del Veedor con los instrumentos de la visión", con los pequeños sujetos y objetos que nos llevan a alejarnos de la apertura, el claro o la Vacuidad de la que todo dimana.
Cuando descansamos en la Vacuidad pura, el Testigo no se percibe como un objeto. El Testigo no es nada de lo que podamos ver, sino la ausencia de todo sujeto y de todo objeto, la liberación de todo eso. El hecho de descansar en la Vacuidad pura no se "experimenta" como un objeto sino como una inmensa expansión de libertad, una liberación de las constricciones que acompañan a la identificación con los pequeños sujetos y objetos que entran en la corriente del tiempo y se ven atrapados por ese angustioso movimiento.
Cuando descansas en el Testigo puro, en el Veedor puro, eres invisible, no puedes ser visto, ningún aspecto de ti puede ser visto porque tú no eres un objeto. El cuerpo puede ser visto, la mente puede ser vista y la naturaleza puede ser vista, pero tú no eres ninguno de esos objetos, tú eres el origen de la conciencia y no algo que dimana de ella.
Las cosas aparecen en la conciencia, perduran un tiempo y acaban desapareciendo, vienen y van. Las cosas aparecen en el espacio y se mueven en el tiempo, pero el Testigo puro no va ni viene, no aparece en el espacio ni se desplaza en el tiempo. El Testigo es como es, omnipresente e inmutable. No es un objeto que se halle fuera de aquí y, en consecuencia, jamás entra en la corriente de la vida, del espacio, del nacimiento o de la muerte. Todas ésas son experiencias, objetos que aparecen y acaban desvaneciéndose. Pero tú no vienes ni vas, tú no tienes nada que ver con esa corriente, tú eres consciente de todo y, en consecuencia, no estás atrapado por ello. El Testigo es consciente del espacio, consciente del tiempo y, en consecuencia, libre del espacio y libre del tiempo. Es atemporal y aespacial, es la Vacuidad pura a través de la cual desfilan el tiempo y el espacio.
Así pues, el Veedor puro es anterior al nacimiento y a la muerte, anterior al tiempo, anterior al desasosiego, anterior al espacio, anterior al movimiento, anterior a toda manifestación y anterior incluso al mismo Big Bang. Pero con ello no quiero decir que el Yo puro existiera en un tiempo anterior al Big Bang, sino que existe antes del tiempo, es decir, en una dimensión que no se halla contaminada por el discurrir del tiempo. Y, al ser atemporal, es eterno, lo cual tampoco significa que exista en una sucesión temporal interminable, sino tan sólo que es completamente ajeno e independiente del tiempo.
El Yo puro no ha nacido nunca y nunca morirá, porque no ha entrado jamás en el mundo del tiempo. Esta inmensa libertad es lo No Nacido, aquello de lo que el Buda dijo: "Existe algo no nacido, algo que no ha sido hecho, algo que no ha sido creado. Si no existiera lo no nacido, lo no hecho, lo no creado, no habría libertad de lo nacido, de lo hecho y de lo creado" . Descansar en la inmensa expansión de la Libertad es descansar en la Vacuidad pura de lo No Creado.
Y, al ser No Nacido, también es Inmortal. No fue creado con el cuerpo y, por tanto, no morirá cuando éste perezca. No es que more más allá de la muerte del cuerpo, sino que ni siquiera penetra en la corriente de la vida. Tampoco es que viva más allá del cuerpo, sino que desde siempre ha sido anterior al cuerpo. Y tampoco es que perdure para siempre en el tiempo, sino que jamás se ha visto contaminado por la corriente del tiempo.
El espacio, el tiempo y los objetos discurren, pero tú eres el Testigo puro, el Veedor puro, la Vacuidad pura, la Libertad pura, la Apertura pura, la gran Vacuidad a través de la que todo desfila, sin rozarte, sin herirte y, en consecuencia, sin necesidad de consuelo alguno.
Es precisamente la existencia de esta inmensa Vacuidad, de lo No Nacido, lo que puede liberarnos de lo nacido y de lo creado, redimirnos del sufrimiento intrínseco al espacio, el tiempo y los objetos y emanciparnos del mecanismo de terror inherente al valle de lágrimas que conocemos con el nombre de samsara.
A Brief History of Everything, págs. 252-255
[Breve historia de todas las cosas]