Bhakti significa tanto devoción como apego amoroso a lo Divino. Estrictamente, la palabra significa “compartir” (de la raíz verbal bhaj “participar, compartir”), pero se traduce normalmente como “devoción” o “amor”. Desde el principio, este término estuvo íntimamente conectado con las tradiciones teístas del hinduísmo. Sin embargo, originalmente, el ideal bhakti prevaleció entre los adoradores de Vishnu, con una fuerte tendencia hacia la filosofía teísta. Esta orientación queda bien reflejada en el Bhagavad Gîtâ, donde Krishna declara:
De aquél que me ve en todas partes/y que todo lo ve en mí, de aquél yo no me alejo y él no se aleja de mí (6.30)
El yogui en el camino devocional
participa literalmente en lo Divino a través de la entrega, devoción, servicio
y adoración para, finalmente, ser arrastrado a la unión mística con lo
Divino.
Shândilya, el autor del Bhakti Sutra (1.2), define bhakti como “el supremo apego al Señor”. Es el único tipo de apego que no refuerza la personalidad egoica y su destino. El apego es una combinación entre prestar atención a algo e investigarlo con intensa energía emocional. Cuando confesamos nuestro apego por ciertas personas, queremos decir que nos alegra su compañía o que incluso encontramos placer solo con pensar en ellas, de tal forma que cuando somos conscientes de su ausencia o pérdida nos entristecemos. La pérdida de personas o animales amados, e incluso de objetos inanimados queridos, parece que disminuye nuestro propio ser...
El bhakti yogui
En Bhakti Yoga, el practicante es siempre un devoto, un amante, y lo
Divino es lo Amado. Un practicante de Bhakti
Yoga se llama un bhakta (lit.
“cómplice”) o devoto.
El temperamento bhakti busca sobre todo desarrollar una
relación directa, intensa y personal con lo Divino (o simplemente con la vida;
el bhakti no necesariamente necesita
la presencia de Dios). Los practicantes de Bhakti
Yoga creen que un Ser Supremo trasciende sus vidas y se sienten inclinados
a conectar o incluso disolverse completamente en tal ser mediante actos devocionales.
En Bhakti Yoga la fuerza emocional
del ser humano es purificada y canalizada hacia lo Divino. En su disciplina de
autotranscendencia enstática, el bhakti
yogui tiende a comportarse de forma mucho mas expresiva que el típico raja o jñana yogui. Los seguidores del Bhakti
Yoga, por ejemplo, no se avergüenzan de derramar lágrimas de anhelo por lo
Divino.
El Bhâgavata Purâna (3.29.7ss.) distingue cuatro clases de devotos.
Las cualidades de los tres primeros estan en consonancia con las tres
cualidades primeras de la naturaleza (guna),
mientras que el cuarto tipo se dice que es nir—guna, o mas allá de las cualidades
primeras de la naturaleza.
Por otro lado, de acuerdo con el Bhagavad Gîtâ,
Aún aquellos devotos que veneran,llenos de fe, a otras divinidades, aún aquéllos me veneran a mí, ¡oh Kaunteya!, pero sin ceñirse a la correcta norma (9.23)
Mientras tales adoradores no
reconozcan a Krishna como al Ser
Supremo, no alcanzarán la liberación final.
Este tipo de persona es por
naturaleza intensamente devocional y se siente atraida por la acción ritual, la
plegaria, los mantra y la entrega a
alguna imagen particular de lo Divino, o símbolo de la fuerza de la vida,
mediante ofrendas de flores, canto de himnos religiosos y concentración en el
Ser Divino. Algunas ópticas religiosas se prestan a este tipo de personalidad
mas que otras. El bhakti se siente
especialmente atraído por el tantrismo
(focalizado sobre todo en la devoción por Krishna
y Rama), aunque hay espacio para él
hasta en el Yoga Clásico, donde Patañjali se refiere con frecuencia a la
“devoción” (îshvarapranidhâna).
La belleza del Bhakti Yoga es que resulta accesible a
cualquiera, independientemente de su desarrollo espiritual, porque el aspirante
es libre de establecer una relación con Dios de cualquier forma que encuentre
atractiva. Además, satisface el deseo original inherente en el alma de todos
los seres —la necesidad de amar. El Bhakti
Yoga satisface este impulso dentro de un contexto espiritual, permitiendo
cultivar el amor y la devoción de una manera saludable. Los Bhakti Sûtra de Nârada y partes del Bhagavad-Gîtâ
perfilan este camino.
La desventaja del Bhakti Yoga es que puede convertirse en
un escape de los rigores de la profunda auto-investigación requerida para el
crecimiento espiritual. La devoción puede muy fácilmente degenerar en un
sentimentalismo soñador si no se equilibra con una sincera introspección.
También, una excesiva dependencia emocional en algo exterior a uno mismo, sin
tener en cuenta su apariencia "divina”, impide alcanzar el estado de
madurez espiritual. Éste ha sido el problema en las sectas en las que se cree
que la "gracia" del guru es
el combustible que maneja el cohete del crecimiento de los discípulos. Los guru que reclaman hacer el trabajo que
los discípulos deben hacer por si mismos, están conduciendo erróneamente a sus
seguidores.
El gran erudito contemporáneo Surendranath Dasgupta, en su obra “Hindu
Mysticism”, caracterizó al practicante avanzado como sigue:
Tal persona esta tan apegada a Dios que no hay nada mas
que le importe; sin esfuerzo por su parte, otros apegos e inclinaciones pierden
su poder ante él. Tan inmensa es su pasión por Dios que consume todo sus deseos
terrenales...
El bhakta
lleno de tal pasión no la experimenta solo como una corriente de alegría oculta
que inunda en secreto las profundidades de su corazón, sino como un torrente
que le desborda en todos los sentidos. Comprende mediante sus sentidos, como en
un deleite sensual; lo siente con el alma y el corazón, como una intoxicación
espiritual de alegría. Tal persona canta, rie, baila y llora. Ya no es de este
mundo.
Dualidad y
liberación.
El Bhakti Yoga enseña a transformar las emociones en amor y devoción.
Es el camino de la mística en donde todo proviene de la gracia de Dios. Todo
esto se ha mezclado tradicionalmente con el uso de soportes y relaciones
externas. Los ritos, rituales y ceremonias son los soportes, y la adoración del
guru y de un Ser Supremo externo es
el enfoque de las relaciones. En este camino, la Realidad Transcendente se
concibe generalmente como una Presona Suprema mas que como un Absoluto
Impersonal. Muchos practicantes de esta via prefieren incluso considerar a lo
Divino como lo “Otro”. Hablan de comunión y fusión parcial con Dios en lugar de
una total identificación, como en el Jñana
Yoga. Esta orientación dualista esta bellamente expresada en una canción
devocional del siglo XVII, de Tukârâma:
¿Puede el agua beberse a si misma?
¿Puede el árbol saborear su propia fruta?
El adorador de Dios debe permanecer diferente a Él.
Solo así se llegará a conocer el jubiloso amor de
Dios. Pues si dijésemos que Dios y él son uno, esa alegría y ese amor se
desvanecerían al instante.
En el camino del Bhakti Yoga, el devoto siente una pasión
creciente (rati) por el Señor y esto
le ayuda a romper una barrera tras otra entre la personalidad humana y la
Persona Divina. Este amor creciente culmina en la visión del cosmos penetrado,
saturado y sostenido por Dios. Este es el tipo de visión que sobrecoge y
atemoriza al Príncipe Arjuna, como se
describe en el famoso capítulo XI del Bhagavad
Gîtâ. Contemplando el esplendor divino del Señor Krishna, Arjuna exclama:
¡Oh Dios!, en tu cuerpo yo veo a todos los dioses y a las variadas
multitudes de los seres, al señor Brahma
sentado en el loto que le sirve de asiento, a todos los rishi y a las serpientes divinas (11.15) Te veo a tí con infinitos
brazos, vientres, bocas y ojos, de forma ilimitada por doquiera; no veo de ti
ni fin ni medio ni principio,
¡oh Señor de todo!, ¡oh omniforme! (11.16) Te veo con
diadema, maza y disco, haz de fuego resplandeciente por doquiera, difícil de
contemplar, hacia todos lados con el resplandor del sol, del ardiente fuego,
inconmensurable (11.17)
Al ver, ¡oh tú de poderosos brazos!, tu inmensa forma,
con múltiples bocas y ojos, con múltiples pies, muslos y brazos, con múltiples
vientres, con múltiples y pavorosos dientes, los mundos tiemblan y también yo
(11.23) Relamiéndolos, devoras de todas partes a todos los mundos con tus
llameantes bocas; llenándolo de luz, tus terribles esplendores consumen todo el
universo, ¡oh Vishnu! (11.30) Díme
quién eres tú de terrible forma; te rindo homenaje, ¡oh tú el más excelente de
los dioses; ten piedad!
Quiero conocerte a ti como Ser Primero (en tu forma
humana), pues no comprendo lo que haces (pravritti)
(11.31)
El Bhagavad Gîtâ distingue dos grados de liberación: con devoción y
sin ella:
Convertido en Brahman,
con su espíritu sereno, no sufre y no desea; igual para con todos los
seres, hace suya una devoción suprema
dedicada a Mi (18.54) Gracias a esa devoción (bhakti), él me conoce, sabiendo, de acuerdo a la verdad, quien y
cuán grande soy; y luego, conociéndome de acuerdo a la verdad, penetra en mí
(18.55)
Estos versos hablan de lo que
generalmente se conoce como “amor supremo” (parabhakti)
de la persona, el momento final de la realización, cuando el devoto se funde
con lo Divino y descubre que la Realidad no es impersonal, sino suprapersonal.
Antes de esta realización es preciso
contemplar a Dios como al Otro, que puede ser adorado mediante canciones, ritos
y meditacion. Después, sin embargo, lo Divino y el devoto se hallan fundidos de
forma inseparable en el amor, aunque la mayoría de las escuelas de Bhakti Yoga insisten en que esta fusión
mística no es una total identificación con Dios. Lo divino se experimenta como
infinitamente mas penetrante que el devoto, que se considera mas bien como una
célula consciente dentro del inconmensurable cuerpo de Dios.
El Bhakti Yoga se cita a menudo como ejemplo de la enseñanza dualista
típica, pero el dualismo no es la tónica en todas las escuelas de esta rama del
yoga. Incluso aunque al principio todos los devotos se refieran a lo Divino
como a una Persona aparte, el objetivo final de algunas escuelas es fundirse
tan completamente con lo Divino que solo queda un absoluto olvido del propio
ser: el Señor se comprende como la única Realidad existente —una comprensión
que anula la ilusión de la personalidad egóica transcendiendo así la creencia
de ser una entidad separada.
Orígenes y desarrollo
El camino de la devoción (bhakti) tiene sus raíces en el
ritualismo místico de los antiguos vedas.
Solamente unos pocos himnos védicos sugieren una relación emocional pasional
con la deidad invocada. La imaginería de tales invocaciones es elevada pero
distante y carece del patetismo devocional típico de la literatura bhakti medieval.
Los iluminados Védicos (rishi) invocaban distintas deidades
durante sus ritos sacrificatorios. Por ejemplo, el primer himno del Rig Veda, en honor del Dios Agni (la deidad del fuego interno y
externo), dice:
Digno de alabanza es Agni, tanto por los antiguos como por los actuales rishi (1.2)
Sea para nosotros accesible tu acercamiento, así como un
padre a su hijo:
¡Agni, permanece con nosotros para nuestro bien! (1.9)
Mas adelante, el sabio Agastya se dirige a Indra y los Maruts de
esta forma:
Ante vosotros me presento con reverencia y con este
himno solicito vuestra enorme compasión (1.17.1)
Otro himno que se dedica a Indra, se dirige la deidad como sigue:
Indra
proporciona consuelo a quién efectivamente le prepara el soma (es decir, la planta preciosa que produce el néctar de la
inmortalidad) que anhela. Él, con gran motivación, considera su amigo a tal
devoto con sus actos rituales.
Indra, que ama
los himnos de ese consagrado devoto, el cual realmente prepara el soma y los pasteles y cocina la cebada
para Él, le concede sus deseos.
Ahora, Indra, loado y glorificado con alabanzas, concede fortuna al adorador, como un río que se desborda. ¡Oh, Señor de los Caballos!, un nuevo himno se ha formado para Ti. Ojalá nosotros, en posesión de los carros (mentales) seamos siempre diligentes en Tu alabanza. (Rig Veda 4.24.6-7 y 11)
El camino Védico para rendir
culto desembocó con el tiempo en la vía de la devoción, que siempre se mueve
alrededor del culto a lo Divino como una Persona Suprema (uttama—purusha), a menudo
designada como Señor (îsh, îsha, îshvara). Así, el Bhakti Yoga
es esencialmente dualista, manteniendose el adorador siempre como un devoto
incluso al más alto nivel de realización espiritual. En otras palabras, a
diferencia de otras escuelas del vedânta
o del yoga no-dual, las escuelas del bhakti
reconocen que la Persona Última es infinitamente superior que incluso el sabio
autorrealizado más elevado.
El Bhakti Yoga no floreció como un camino claramente delineado hasta
la época del Shvetâshvatara-Upanishad
y el Bhagavad-Gîtâ. El primer texto,
atribuido al tercer o cuarto siglo a.C., pero posiblemente más antiguo aún,
menciona la palabra bhakti por
primera vez, con respecto al culto de lo Último bajo la forma del Dios Shiva. Este texto Shivaíta antiguo recomienda la devoción a lo Divino y al propio
maestro.
Si estas verdades han sido comunicadas a un hombre
que siente una devoción suprema por Dios, y por su guru como por Dios, entonces irradiarán; en verdad, resplandecerán
(6.23)
En la época del Bhagavad-Gîtâ (la Canción del Señor),
compuesto aproximadamente hacia el 500 a.C., el camino devocional había logrado
ya cierta importancia. El Gîtâ recoge
las enseñanzas dadas por el Dios-hombre Krishna,
una encarnación divina (avatâra), al
Príncipe Arjuna en el campo de
batalla de una de las guerras más sangrientas que hubo en tierras del Indo.
Esta obra de 700 estrofas presenta por primera vez el Bhakti Yoga como un camino espiritual formal. Krishna dice:
Entre todos los yoguis, a aquel que me venera, lleno de fe, con su
ser concentrado en mí, a aquél yo lo
considero como el más disciplinado por el yoga (6.47).
Fija en mí tu mente,
dedícame a mí tu devoción.
Que tus sacrificios sean para mí. Llegarás a mí, en
verdad te lo prometo, eres mi amigo (18.65).
De forma significativa, el Gîtâ se refiere a la palabra bhakti no solo como a un camino de
devoción, sino también como al objetivo de liberación final.
El devocionalismo hindú se
extendió igualmente de forma natural a las deidades femeninas, y el más
importante de los primeros textos sagrados en alabanza de lo Divino femenino es
el Devî-Mâhâtmya. Esta incluido en el
Mârkandeya-Purâna (siglos IV a VI
a.C.) y se trata de un excelente documento de la tradición Shakta centrado en el culto del Poder Divino (shakti). En el Shaktismo
también juega un importante papel la adoración ritual de la diosa, ya sea Mahâdevî, Kâlî, Durgâ, Pârvatî, Annapûrnâ, Cândî, Sâtî, o cualquier otra deidad femenina
del Hinduísmo. En los primeros siglos de nuestra era, el Shaktismo se mezcló cada vez mas con el Tantra, aunque sin llegar a perder completamente su identidad
separada.
El ideal de la devoción se
convirtió en el enfoque de todo un movimiento cultural, el llamado Bhakti Mârga o “camino de devoción”.
Este movimiento floreció desde el 800 al 1100 a.C. Ésta fue la época de la
creación del Bhakti Sûtra de Shândilya y el Bhakti Sûtra de Nârada,
dos obras sánscritas en forma de aforismos que codifican el camino del devoto.
Las enseñanzas monoteístas se
desarrollaron ampliamente, dentro y fuera de los círculos religiosos del Vishnuísmo y del Shivaísmo. Los primeros adoran a Vishnu, a menudo bajo su encarnación de Krishna, y los segundos dedican sus vidas al Señor Shiva. Ambos movimientos son mencionados
ya en el Rig Veda pero no es hasta la
segunda mitad del primer milenio cuando toman fuerza a través de sectas como
los Pâshupatas, los Kâpâlikas y los Kâlâmukhas.
En la India del Sur, el Bhakti Yoga fue difundido durante este periodo
por los Vaishnavas Âlvârs y los Shaiva Nâyanmârs. Los Âlvârs (”los que se sumerjen en lo
profundo”) era un grupo de doce santos adoradores de Krishna que crearon un conjunto de apasionadas poesías, algunas de
los cuales todavía son cantadas por los lugareños. Sus composiciones se recogen
en el Nâlâyira-Tivyap-Pirapantam.
Entre estos santos cuyos poemas expresan el deleite del éxtasis y el anhelo
Divino, los Âlvâr de Namm lograron gran fama con Tiruvâymoli. Lo mismo sucedió con Ântâl, la única mujer santa de este
grupo.
Rechazando los vedas, los adoradores de Shiva de habla Tamil crearon su propio canon sagrado, el Tiru-Murai de Nambiyândâr
Nambi (siglo XI). Esta escritura contiene centenares de himnos, siendo el
más famoso el Tiru-Mantiram de Tirumûlâr — un magnífico trabajo poético
sobre yoga que enseña una mezcla de devocionalismo, gnosis (jñâna) y tecnología yógica, creando un
sistema teológico de amplia repercusión, denominado Shaiva Siddhânta. La poesía de los santos de Shiva Appar, Sambandhar, Sundarar y Mânikkavâcakar —generalmente considerados los más antiguos del
grupo de los Nâyanmârs— aún mantiene
atracción inspiradora para los buscadores contemporáneos.
La tradición de los Âlvârs se continúa los denominados Âcâryas (preceptores) que intentan
sistematizar la teología monoteísta del Vishnuísmo.
El principal exponente es Râmânûja,
del siglo XII, que con su doctrina del Vishishta
Advaita (no dualismo cualificado) logra integrar las tradiciones Vishnuitas del Sur y del Norte.
Un importante texto sagrado que
exalta el acercamiento del devoto es el enciclopédico Bhâgavata-Purâna o Shrîmad
Bhâgavata que fue creado por adoradores de Krishna aproximadamente en el 900 d.C. En esta extensa escritura
(11.6-29) se encuentra el Uddhava-Gîtâ,
un diálogo instruccional entre el Señor Krishna
y el prudente Uddhava que también
circula como texto independiente. En esta obra (21.26-30), Krishna ensalza la devoción sobre todo lo demás.
Representantes modernos
Hoy en dia, los miembros de la secta Hare Krishna (Sociedad Internacional para Conciencia de Krishna) son los representantes más
importantes de la tradición bhakti.
Esta secta es un vástago de la escuela Vaishnava
Gaudîya, de Bengala, que continúa el linaje del santo Caitanya, del siglo XV. El fundador de la secta es A. C.
Bhaktivedanta Swami el cual en 1965, a la avanzada edad de setenta
años, viajó a los Estados Unidos para predicar el camino bhakti a los occidentales. Su secta ha producido, entre otras
cosas, muchas traducciones inglesas de escrituras sánscritas clásicas de la
tradición bhakti.
Bhakti también era el evangelio del santo silencioso Meher Baba que tiene pequeños grupos de
devotos alrededor del mundo. Pero posiblemente el maestro bhakti más notable de hoy es Mata
Amritanandamayi (“Amma”). En
1993, el periódico mensual Hinduismo Hoy la denominó la “hindú del año”.
Durante los últimos años, la carismática Mataji
ha experimentado un meteórico ascenso de su fama en los países occidentales que
visita regularmente. También es conocida como la “Madre que abraza” porque en
sus eventos devocionales, en los que se practican los cantos y bailes, le gusta
compartir su amor ilimitado con los devotos e invitados no sólo espiritualmente
sino también abrazándolos físicamente.
Una auténtica vorágine de amor es
Madre Meera que reside en un pequeño
pueblo de Alemania. Miles de personas de todo el mundo han peregrinado a su âshram para recibir sus bendiciones en
una sencilla ceremonia. Madre Meera
no es una maestra sino una profunda presencia espiritual que ha ayudado a que
los innumerables buscadores fortalezcan su práctica espiritual, sin tener en
cuenta su camino particular. Ella demuestra el poder del amor silencioso, incondicional,
y lo despierta en aquéllos que son receptivo a sus bendiciones.
Prácticas
Los estudiantes de Bhakti
Yoga se limitan a tener sus propias conexiones con lo
Divino. El estudio regular de la
literatura bhakti y la recitación de
los textos clásicos, en Sánscrito o en inglés, se han considerado
tradicionalmente como herramientas muy importantes para el bhakta. Son aún más importantes para el estudiante contemporáneo de
Bhakti Yoga, que tiende a estar mal
informado sobre el yoga. Siempre es posible acercarse al Bhakti Yoga simplemente como una práctica devocional, sin
comprometer a la mente. Pero esta orientación puede ser engañosa, sobre todo
para el practicante occidental, el cual puede desviarse facilmente hacia una
conducta inmadura, sectaria. Los grandes preceptores del Bhakti Yoga tradicional, especialmente Râmânuja y Yâmunâcârya,
demostraron que el devocionalismo no tiene que ser necio. Al contrario, sus
realizaciones mostraron muy claramente que la gnosis y la devoción son
totalmente complementarias.
Hay diferentes grados de
devoción. En el Bhâgavata Purâna, del
siglo IX, se definen nueve etapas que expone Rûpa Gosvâmin detalladamente en su obra Bhakti-RasaAmrita-Sindhu (Océano de la Esencia Inmortal de la
Devoción):
1. Shravana: la escucha de los nombres de
la Persona Divina. Cada uno de sus cientos de nombres ilumina una cualidad
distinta de Dios y escucharlos crea una actitud devocional en el oyente
receptivo.
2. Kîrtana: canciones de oración entonadas
en honor del Señor. Tales canciones suelen tener una melodía simple y se
acompañan con instrumentos musicales. El canto es una forma de meditación que
recuerda lo Divino y conduce a rupturas enstáticas.
3. Smarana: el recuerdo de Dios, la
evocación meditativa amorosa de los atributos de la Persona Divina, a menudo en
su encarnación humana —por ejemplo, como el hermoso pastor Krishna.
4. Pâda sevana: veneración de los pies del
Señor, como parte de la ceremonia de adoración. Los pies se consideran
tradicionalmente como el punto extremo del poder espiritual y la gracia. En
caso del maestro vivo, el desapego se manifiesta frecuentemente inclinándose ante
los pies del guru.
5. Arcanâ: rituales. La ejecución de ritos
religiosos, especialmente las ceremonias diarias en el propio domicilio, en un
altar donde se instala la imagen de la deidad particular (ishtadevatâ).
6. Vandana: prostraciones ante la imagen de
lo Divino.
7. Dâsya: devoción servil a Dios, expresada
mediante el intenso anhelo del devoto por permanecer en compañia del Señor.
8. Sâkhya: sentimiento de amistad por lo
Divino, que es una forma mística mas íntima de asociación con Dios.
9. Âtma—nivedana: auto-ofrenda o
auto-transcendencia enstática, mediante la cual el devoto entra en el cuerpo
inmortal de la Persona Divina.
Estas nueve etapas forman un
camino ascendente a través de una devoción cada vez mas fervorosa que culmina
en la unión con lo Divino.
Para mantener todo este proceso
es precisa la fe (shraddhâ), que
también es necesaria en las demás formas de yoga. En el Yoga-Bhâshya de Vyâsa (I.20) se dice que “la paz que se
experimenta por medio de la fe protege al yogui como una madre amorosa”.
Curiosamente, el Bhâgavata Purâna, además del amor,
reconoce el poder liberador de otras emociones —miedo, deseo sexual e incluso
odio— siempre que su objetivo sea lo Divino. El secreto que subyace en todo
esto es sencillo: para temer a Dios, se siente odiado por lo Divino; o se
aproxima al Señor con un ardiente amor sexual que obliga al devoto a prestar
toda su atención a lo Divino. Tal concentración crea un puente a través del
cual puede penetrar la gracia divina y transformar completamente al individuo,
incluso hasta el punto de la iluminación, siempre que la emoción sea lo
suficientemente intensa. De esta forma, la satisfacción de la emoción es menos
importante que su objetivo.
El Vishnu Purâna cuenta la historia del Rey Shishupâla que odiaba lo Divino bajo la forma de Vishnu tan intensamente que el
pensamiento en Dios era constante y, con este proceso, alcanzó la iluminación.
Esta práctica espiritual involuntaria lleva el nombre de dvesha—yoga, o yoga del odio.
De acuerdo con el Bhâgavata Purâna (3.28.7) hay muchos tipos de Bhakti Yoga que se adaptan a las diferentes constituciones individuales (sva—bhâva) de cada practicante.