Silvia Velando
En 1887, unos campesinos españoles vieron salir de una de gruta en la montaña a una niña y un niño de pigmentación verdosa, vistiendo ropas de un extraño tejido y hablando un idioma desconocido. Sus rasgos eran semejantes a los de la raza negra, pero sus ojos celestes eran rasgados como los orientales. Nadie tiene hasta hoy una explicación para esta sorprendente historia, que se continúa investigando.
Agosto de 1887: cinco de la tarde - Unos campesinos que se encontraban cultivando unas parcelas de tierra, en una población cercana a Barcelona llamada Banjos, vieron salir de una de las grutas de la montaña a una niña y un niño de pigmentación verdosa, vistiendo ropas de un extraño tejido. Hablaban en un idioma desconocido para los sorprendidos campesinos y su aspecto más bien ofrecía un crisol de razas, pues sus rasgos faciales eran semejantes a los de la raza negra, pero sus ojos celestes eran rasgados como la raza oriental.
Especialistas llegados desde Barcelona intentaron sin éxito identificar de qué idioma se trataba. Tras ser entregados en custodia a un juez local llamado Ricardo de Calno; médicos y químicos, procedentes de la capital catalana, se dirigieron al pequeño pueblo para estudiar el caso y pronto pudieron comprobar que la constitución orgánica de las extrañas criaturas era diferente a la humana. Carecían de páncreas y poseían un solo pulmón, aunque algo mayor en tamaño que el del cuerpo humano. Del estudio químico de la constitución de la piel se descubrió la existencia de fibras desconocidas en la Tierra. A pesar de intentar alimentarlos con toda clase de alimentos, rehusaron comer, especialmente proteínas, hasta que cedieron ante un plato de “judías verdes y guisantes”. El niño, de menor fuerza física, fue debilitándose hasta que falleció; y la niña sobrevivió durante algunos años trabajando como sirvienta en casa del juez.
Con el tiempo desapareció el color verde de su piel y tras aprender a hablar español fue capaz de describir el lugar de dónde procedía y cómo había llegado hasta allí. Aseguró que su “mundo” pertenecía al subsuelo y en ese mundo, los seres que allí habitaban, disponían de esferas luminosas artificiales para alumbrarse y ayudar al crecimiento de las plantas. Dos días antes de haber sido encontrados a la salida de una gruta, se produjo un maremoto que inundó su territorio. Los dos pequeños seres pudieron escapar por una cueva cercana al río desbordado, saliendo por ella al exterior...
Bien hasta aquí un resumen de esta fantástica historia.
Entre los muchos investigadores e investigadoras que han seguido la pista de esta supuesta leyenda debo destacar tres nombres - conocidos dentro del mundo de las paraciencias- que dedicarían algunas páginas sobre sus averiguaciones en diferentes ensayos: Fabio Zerpa en “Los Hombres de negro y los ovnis”; Jacques Bergier en “Los extraterrestres en la Historia” y Armando Galant en “El gran enigma de la Tierra”.
Por si no fueran suficientemente increíbles los datos que se barajan en este primer relato, vamos a asombrarnos un poco más y ahora nos trasladaremos al siglo XII y más concretamente al condado de Suffolk en Gran Bretaña. En esta ocasión la leyenda nos llega de la pluma de Ralph Coggeshall, Abad de Coggeshall (en un manuscrito en Latín) y de William de Newburgh. Recogen la historia de la siguiente forma: Los habitantes de Woolpit en el condado de Suffolk encontraron cerca de la boca de un hoyo a un niño y a su hermana, con el color de la piel distinto del de todos los seres de nuestro mundo habitable. Toda la superficie de la piel aparecía teñida de un color verde. Nadie podía entender su lenguaje. Cuando los llevaron como curiosidad a casa de cierto caballero, sir Richard De Calne, en Wilkes, lloraron amargamente. Colocaron ante ellos pan y otras viandas, pero ni las tocaron, a pesar de que estaban desfallecidos. Llevaron a la casa algunos frijoles y con ellos se alimentaron largo tiempo sin probar otra cosa. El niño estuvo siempre lánguido y abatido; moriría al poco tiempo. La niña gozaría de mucha mejor salud, viviendo muchos años al servicio del caballero y de su familia. Al ser interrogado por el lugar de procedencia, la niña siempre contó que todo cuanto existía en su “país” era de color verde, y en su mundo gozaban de un tono de luz crepuscular de forma constante. Llegaron hasta el exterior mientras seguían a sus rebaños, tras ascender por una caverna a la par que se deleitaban con una suave música de campanillas. Atraídos por la melodía, avanzaron por la gruta hasta desembocar en nuestro mundo. La excesiva luz les dejó sin sentido durante largo tiempo, hasta que las gentes de Suffolk les despertaron. Trataron de huir, pero no lograron hallar la entrada de la caverna.
Evidentemente, aunque algunos detalles difieran, las historias se asemejan de manera espectacular. El hecho que los nombres del juez local, en el caso de la versión española, y del caballero inglés sean tan “coincidentes” dan que pensar. Parece de sentido común creer que la leyenda rural inglesa se extrapoló hasta España como un hecho real, donde tiene sus raíces, aunque a nivel folklórico. Por tanto aparenta, con bastante seguridad, una historia falsa. El citado pueblo: Banjos; es un pueblo fantasma. No existe en ningún nomenclátor de las provincias catalanas y baleares. Diversos profesionales de la comunicación, historiadores y antropólogos han intentado en vano localizar el escurridizo pueblo, pedanía, villorrio o lo que fuera. Tampoco debemos olvidar que unos 2000 pueblos españoles desaparecieron al ser destruidos por la Guerra Civil o quedar deshabitados; una circunstancia que dificulta el trabajo de búsqueda, si es que realmente llegó a existir alguna vez este lugar.
Televisión española también se ocuparía de esta historia en el programa Un país de Sagitario, el 14 de septiembre de 1985. En ese programa se centrarían exclusivamente en la versión dada por Jacques Bergier. En ella se introduce la aparición de un sacerdote, enviado por la Universidad de Barcelona para que intentara averiguar la lengua en la que se comunicaban los niños. Posteriormente ese sacerdote depositaría sus investigaciones en el Archivo General de la Universidad. Huelga decir que tampoco se ha podido descubrir nada al respecto. Ni rastro del sacerdote ni de sus averiguaciones en el archivo de la Universidad.
El investigador Armando Galant realizó una exhaustiva investigación en diferentes lugares que tenían una raíz etimológica bastante próxima. Así tomó contacto con los alcaldes de las poblaciones de Bancó (Barcelona) Bajol y Banyoles (Gerona), cap de Banyos (Menorca), Bango (Asturias) ... pero nadie supo dar pistas del suceso. Por mi parte abrí el frente en el rastreo de otras localidades que me sugerían proximidad lingüística como Banya (cerca de St. Hilari de Sacalm), Banyeres (Penedès y en el Port de Sant Jordi en Mallorca), Banyó (Valencia), Banyuls (Gerona) y muy especialmente Banyoles ...en ello estoy actualmente.
Un autor español que firmaba con el pseudónimo de Aitor Ondarrieta propuso, en un trabajo publicado en el número de mayo del año 90 de la revista Más Allá, la versión de que Banjos era en realidad Banyoles (Bañolas) pueblo gerundense raíz de muchos misterios que rodean su famoso lago. Según la versión de Ondarrieta “merodeaban en el mes de abril de 1906 perdidos una niña de doce años y su hermano de once por las inmediaciones de Bañolas. Eran unos extraños niños de ojos grandes y cabeza prominente. Su piel era rugosa y de un tono verdoso-oscuro. Los niños fueron recogidos por José, párroco de Bañolas. Los niños no querían comer nada, rechazaban los alimentos y sólo aceptaron comer zanahorias, remolachas, setas y hongos. Un mes después el niño murió por inadaptación y la niña logró sobrevivir un año más. Antes de morir la niña logró aprender cierto vocabulario y consiguió expresarse mínimamente en catalán; de esta manera pudo contar al párroco que ella y su hermano procedían de un lugar muy lejano , en la profundidad de unas grandes grutas. Un día lograron salir de su hábitat subterráneo y se perdieron, no sabiendo cómo encontrar el camino de regreso a su hogar.
Más despropósitos aún si cabe con esta otra versión proporcionada por Ondarrieta que según me reconoció hace poco, no podía aclarar de dónde extrajo exactamente la información. Ni que decir tiene que no he encontrado en Bañolas ningún vestigio oral del suceso; y en cuanto a la existencia del tal José, párroco de Bañolas en ese año (1906), ninguna pista.
Las fechas no coinciden, los lugares tampoco, tan solo el relato de unos hechos que como bien definió en su día Armando Galant podrían formar parte de una conspiración en silencio para entorpecer con tantas versiones la investigación de la verdad. O tal vez sea – como muchas veces ha mencionado Marisol Roldán- fruto de una experiencia destinada a provocar reacciones entre los seres humanos al igual que tantas leyendas urbanas. Ojalá algún día podamos encontrar una pequeña pista de esta intrigante historia.