Tito Pazos
Miles de personas en todo el mundo afirman haber pasado por la Experiencia de Cuasi-Muerte, viviendo la experiencia del túnel hasta llegar a la frontera del más allá pero... ¿Qué ocurre cuando el espíritu atraviesa definitivamente esa frontera? ¿Cómo es nuestro cuerpo y cuál nuestra apariencia en el otro mundo...?
Espectros etéricos de apariencia monstruosa; fantasmas ensabanados arrastrando pesadas cadenas; espíritus sutiles y transparentes; apariciones corpóreas y tridimensionales... Las descripciones que los testigos de experiencias con el más allá nos relatan, sobre la apariencia de los desencarnados, son extremadamente variadas. Dependientes, probablemente, de lo que los psicólogos denominan “selección perceptiva”, esto es; la preferencia que nuestro cerebro tiene a retener determinados aspectos de una experiencia que hemos vivido, obviando o dejando en segundo término, los demás.
Este fenómeno se constata en todas las descripciones realizadas por un colectivo de testigos de un mismo fenómeno. Por ejemplo, los funcionarios de Tráfico que deben encuestar a los diferentes testimonios de un accidente, recogen en cada uno de los relatos detalles que no se mencionan en los demás. Esto es debido a la selección perceptiva. Por esa razón es importante comparar diferentes descripciones, sobre el mismo fenómeno, para tener una percepción global del mismo, y por tanto –en teoría- más cercana a la realidad.
De esta forma tal vez sería posible concebir cual es la apariencia que adopta el ser humano, tras abandonar –aparentemente- su cuerpo físico, tras el tránsito más allá de la muerte.
Los relatos de personas que han vivido la experiencia de la muerte clínica, habitualmente repiten los mismos elementos descriptivos, que siguen a la parada cardiorrespiratoria; la sensación de ascenso, la perspectiva aérea del propio cuerpo en el suelo o el lecho, el túnel de luz y las escenas de la vida pasada proyectadas como una película, etc. Pero llegados a un determinado punto de su relato la experiencia se detiene, y vuelve a su cuerpo físico y a la vida. ¿Qué ocurriría después de cruzar esa última frontera? ¿Cómo sería la apariencia de ese fallecido una vez traspasado el último umbral?
Partiendo del supuesto de que los relatos de los testigos reflejen un fenómeno objetivo y exógeno al mismo sujeto, solo contaríamos con esa herramienta para concebir como evolucionaría nuestra apariencia física después de la muerte.
Durante la I Guerra Mundial, la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres recogió cientos de relatos sobre apariciones de fantasmas. Un importante porcentaje de aquellas experiencias eran descritas por las madres o esposas de los soldados que fallecían en las trincheras del frente. En esos casos la aparición, según se averiguaba posteriormente -por la notificaciones oficiales del fallecimiento emitidas por el Ministerio de Defensa-, se habían producido en el mismo instante en que el soldado caía bajo el fuego enemigo. Este hecho, unido a que la aparición se describía como una visión etérica, casi una sutil sensación de angustia adaptada a la imagen del ser querido, percibida por la testigo en su propio dormitorio.
Ese tipo de “apariciones fantasmales” han sido recogidas en imnumerables tratados parapsicológicos. Pues bien, siguiendo mi hilo argumental, este tipo de relatos obedecerían más probablemente a una experiencia telepática, adaptada por la mente del propio testigo según su formación cultural. Por tanto no podríamos ampararnos en ese tipo de relatos sobre “fantasmas” para deducir como es la apariencia física de los espíritus tras el tránsito definitivo de la muerte, ya que esas apariciones –tan frecuentes en la bibliografía especializada- no serían tales, sino más bien una emisión telepática generada por la víctima en el instante anterior a su fallecimiento. Pero en ningún caso se trataría de una auténtica aparición post-mortem. Por eso la supuesta apariencia del alma en el más allá debe ser diferente...
Pequeño encantamiento y gran encantamiento
En este sentido algunos autores distinguen entre los conceptos “fantasma” y “espectro” basándose en las características de la aparición. Por ejemplo, por un lado nos encontraríamos con las clásicas apariciones fantasmales asociadas a un lugar concreto; un viejo castillo, una mansión antigua, etc, donde distintas personas, sin relación entre ellas, y durante largos periodos de tiempo, describen las apariciones de una entidad, igual en todos los relatos. Por otro existen las apariciones asociadas a una persona, que no son vistas por otras, y que por tanto podrían estar más relacionadas con la Percepción Extra Sensorial, como antes argumentaba, que a la visión de una persona fallecida tiempo atrás.
Centrándonos en ese tipo de apariciones, llamadas “espectrales”, resultan mucho más elocuentes las experiencias relatadas por muchos testigos que las descritas por un sólo sujeto –muchísimo más abundantes en la casuística-.
Siguiendo esta argumentación, resultan muy interesantes los casos de fantasmas de personas célebres, asociados a un lugar, y que han sido descritos por muchos testigos sin relación entre si, y durante años.
Por citar un ejemplo, según recoge Daniel Cohen en su documentada Enciclopedia de los Fantasmas (Edivision, 1984), durante el mandato de Franklin D. Roosevelt, se presentaron muchos informes sobre apariciones del fantasma del presidente Abraham Lincoln en la Casa Blanca. Desde el personal de servicio, hasta relevantes visitantes de la mansión presidencia, relataban haber visto un mismo fantasma, durante años. Un fantasma cuya apariencia era nítida y clara, como si de un auténtico ser humano se tratase. Solo que el aparecido era idéntico al presidente de los Estados Unidos asesinado muchos años antes. Hasta la reina Guillermina, de los Países Bajos, cuando visito la Casa Blanca, afirmó haberlo visto. Y su relato coincidia con los demás testigos... Era como si Lincoln hubiese salido de la tumba para pasearse de nuevo por los pasillos de la Casa Blanca...
Cohen menciona también otros casos similares, como el espectro de la reina Ana Bolena, caminando por los corredores de la Torre de Londres con la cabeza bajo el brazo, descrito por imnumerables visitantes del famoso monumento británico.
Evidentemente estas apariciones no tienen nada que ver con una experiencia telepática, ya que el sujeto fantasmal ha fallecido muchos años o siglos antes, y no existe ninguna vinculación emocional entre el aparecido y el testigo.
En estos casos la apariencia física del espectro es de una corporalidad total. Como un ser humano tridimensional, pero con la cualidad de alterar la densidad de su masa, como para poder atravesar cuerpos sólidos e incluso desaparecer...
Durante los años dorados del espiritismo, finales del siglo XIX y principios del XX, algunas materializaciones de espíritus, originadas por médiums como Florence CooK, pudieron ser detenidamente estudiadas por científicos como Sir William Crookes, en apariciones repetidas a lo largo ¡de hasta dos años! En este caso, el fantasma denominado Kathie King, pudo ser observado meticulosamente, fotografiado y hasta fueron tomadas muestras de sus ropas. Su apariencia, una ver concluido el proceso de la materialización ectoplasmática, era la de un cuerpo físico absolutamente sólido y tridimensional. Al menos, hasta que volvía a desmaterializarse.
Las descripciones de los testigos que presenciaban las manifestaciones de Kathie King coinciden con las de otros muchos testigos de apariciones fantasmales: tras un proceso de solidificación de la entidad, esta adquiere la apariencia y consistencia de un ser humano normal, tan solo diferente en el tenue resplandor que parece desprender la epidermis del espectro.
El cuerpo glorioso
B. J. Lausbcher, autor de varios estudios clásicos sobre la fenomenología espírita, donde describe sus propias experiencias personales, dedica uno de sus libros al análisis del cuerpo humano después de la muerte. En Más Allá de la Cortina de la Vida (Roca, 1979) Lausbcher hace un reflexiona sobre la apariencia que presenta el cuerpo de Jesús, cuando se aparece a sus discípulos después de muerte. En el Evangelio de Lucas (24-36,43) podemos leer: “Mientras esto hablaban se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Aterrados y llenos de miedo creían ver un espíritu. El les dijo: ¿Por que os turbais y porque suben a vuestro corazón esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, que yo soy. Palmadme y ved, que el espiritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. No creyendo aun ellos, en fuerzo del gozo y de la admiración, les dijo: ¿Teneis aquí algo que comer? Le dieron un trozo de pez asado, y tomándolo, comió delante de ellos...”.
El espíritu de Jesús, descrito como un “cuerpo glorioso” era exactamente igual al que presentaba en vida, hasta el extremo de poder comer y beber.
Para San Pablo, en su primera epístola a los Corintios (15, 44) “Se siembra cuerpo animal y se levanta cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo animal, también lo hay espiritul. Que por eso está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante. Pero no es primero lo espiritual, sino lo animal, después lo espiritual...”. Ese cuerpo espiritual, que evoluciona a la perfección tras la muerte física, no tiene nada que ver con fantasmas ensabanados, ni etéricas visiones traslúcidas.
En su última obra, Al fin libre (Planeta, 2000) Juan José Benítez expone su particular percepción del más allá basada, según relata, en el dictado que su padre, recién fallecido, le hace de su viaje al otro mundo. Benítez sugiere, según los mensajes de su padre, que el cuerpo físico tras la muerte continua manteniendo algunas de sus características, como la posibilidad de comer. Tal y como describen los apóstoles el cuerpo de Jesús.
El autor de Caballo de Troya denomina a ese cuerpo post-mortem MAT. Según sus fuentes, el cuerpo “glorioso” tras el tránsito al mas allá es básicamente igual al humano, denominándolo MAT1, y va perdiendo corporeidad y la grosera materialidad humana, a medida que evoluciona en otros planos de existencia, transformándose en MAT2, MAT3... hasta MAT7.
Además de en la descripción de un cuerpo “glorioso” básicamente similar al humano, Benítez coincide con otras fuentes distintas en describir la apariencia de los cuerpos del mas allá como extrañamente jóvenes. En su opinión “es como si en el otro lado el espíritu pudiese escoger la apariencia de su cuerpo en el mejor momento de su vida, por eso esos fantasmas parecen más jóvenes de la edad que tenían en el momento de la muerte”.
Ciertamente, muchos testigos de apariciones de fantasmas coinciden en describir la apariencia del especto como misteriosamente radiante y juvenil, como si hubiese rejuvenecido algunos años con el tránsito al otro lado. La aplicación de la tecnología al contacto con el más allá; la Transcomunicación Instrumental (TCI) ha constatado este fenómeno en inmumerables ocasiones.
Por lo tanto la perspectiva es sumamente optimista. Si estos relatos son reales, el más allá no nos hará perder, al menos de golpe, las características física a las que nos tiene acostumbrados nuestro cuerpo; rejuveneceremos, aunque no lo suficiente como para no ser reconocidos por quienes nos conocían en vida; y un extraño resplandor, como un torrente de energía, emanará de cada poro de nuestra piel dándonos la apariencia de un “cuerpo glorioso” y radiante... Toda una esperanzadora perspectiva de lo que nos aguarda en el otro lado.
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