lunes, abril 24, 2023

Mitología en los Cuentos Asturianos

LA CULEBRINA

Este pastor era un niño que halló una culebrina en la montaña. La culebrina estaba abandonada, y el pastor la recogió, hizo un duerno para ella, y la crió con leche de una oveja. Y el pastor, en la tristeza y soledad de los puertos, apenas sí tenía otros afectos que el de la culebrina y el ganado.

Así crecieron los dos. Y él fue a servir al rey, mundo adelante, y cuando acabó el servicio tornó a pastorear a la montaña. Buscó a la culebrina, la encontró, la halló convertida en cuélebre... Y éste se llegó a él echando fuego, y derribando los árboles, ruxendo, y sacudiendo la cabeza y le preguntó con furia: ¿Por qué me dexaste sola? Y lo tragó.

LA XANA Y EL XATÍN

Un día una mujer haciendo el camino a la braña pasó junto a un pozo de agua y se encontró con una moza rubia y hermosísima, que pronuncia estas palabras mágicas:
"Entra pintu, sal bragáu, cuna campaniella al llau."
El efecto de tal fórmula es que surge del agua una vaca de aspecto extraordinario y junto a ella un xatu (ternero) también excelente. La moza rubia entonces le ofrece a la brañera la vaca y su xatu, pero con una condición: La brañera sólo deberá muñir (ordeñar) uno de los tetos de la vaca, dejando el resto para el xatu.

La brañera se fue muy contenta para su casa y durante mucho tiempo se benefició de la mucha leche que le proporcionaba la vaca y cumplía la condición que le dictó la xana. Pero un día la codicia la va inclinando a ir ordeñando los otros tetos, desobedeciendo lo que le dijo la xana, con lo cual el xatu va adelgazando y empeorando. De este modo, resulta que un día la brañera se encuentra con que en su cuadra ya no están ni la vaca ni el xatu maravillosos.
Ante esta desaparición la brañera sube al lugar del pozo del agua para recibir alguna explicación. Y, efectivamente, la moza le dice a la brañera que ha perdido la vaca por no cumplir la condición que le había impuesto, al muñir demasiado la vaca y no dejar leche suficiente para el xatín.

LA FUENTE DE LA XANA

En el siglo VIII, el rey Mauregato de la pequeña monarquia asturiana, se habia comprometido con los musulmanes a entregarles 100 doncellas cada anho para desposarse con ellas. El rey, celoso de su pacto, elegia cuidadosamente a las doncellas mas bellas del reino para ser entregadas. Un nutrido grupo de guerreros recorria ciudades y aldeas para elegir a las doncellas y estas, pese a oponer resistencia, eran llevadas por la fuerza.

Sucedio un dia que los guerreros se enteraron de que en Illas (Aviles), existia una joven muy bella, y raudos, hacia alli encaminaron sus pasos. Galinda, que asi se llamaba la joven, sin sospechar en un principio los deseos de los visitantes, los recibio amablemente, pero cuando fue capturada, con gran habilidad consiguio que sus guardianes le permitieran ejecutar bellas danzas y canciones. La joven les ofrecio bailar para ellos una danza maravillosa, pero esta tenia que ejecutarse en el campo, a la luz de la luna. Los guerreros, encantados con la gracia de Galinda, accedieron a su deseo y aquella misma noche salieron al campo. Una vez que se vio libre, la joven corrio desesperadamente hasta una fuente no muy lejana con el deseo de esconderse en aquel lugar y asi burlar a sus captores. Una vez en la fuente, oyo con gran sorpresa como de su interior salia una voz que le decia: "Si quieres ser tu mi xana viviras dias dichosos". La joven, al oir estas palabraas, pregunto que debia hacer para convertirse en xana; la respuesta no se hizo esperar: "Bebe un sorbo de mi agua, y te veras libre de los soldados y acabaras con el tributo". Galinda asi lo hizo y se convirtio en una joven de belleza sobrenatural. Cuando los soldados llegaron al lugar intentaron capturarla de nuevo, pero la joven xana los miro con sus maravillosos ojos verdes e inmediatamente todos los soldados se convirtieron en carneros.

Los dias pasaron y el Rey, impaciente, viendo que sus soldados no volvian, mando otro grupo a Illas para cumplir su orden, pero estos tampoco volvieron. El Rey, alarmado, mando reunir a todos sus soldados y, a la cabeza del ejercito, se dirigio a Illas. Cuando llego al lugar pudo ver una gran cantidad de ovejas y carneros que pastaban apaciblemente alrededor de una fuente en la que se encontraba sentada una joven hermosisima que hilaba blancos copos de lana. Viendo que se trataba de un ser sobrenatural, se dirigio a ella y le pregunto si habia visto a sus soldados, a lo que la xana le respondio que el no habia enviado soldados, sino corderos. El Rey, enfurecido, contesto: "Repito que eran soldados, como los que vienen detras de mi", a lo que la xana contesto burlonamente: "Tambien son corderos, y tu puedes ser el pastor". El Rey volvio la cabeza y pudo ver como todo su ejercito se habia convertido en un rebanho de mansos corderos; asimismo, sus lujosas ropas se habian transformado en las pobres prendas de un pastor. Entonces, tembloroso, suplico a la xana que deshiciera el encantamiento y que el se comprometeria a cumplir lo que ella deseara.

La joven le pidio que renunciara al tributo de las cien doncellas, cosa ue el Rey acepto de inmediato y mando un mensajero al reino musulman para que explicara que el pacto quedaba roto, ante la imposibilidad de cumplirlo. Desde entoces las doncellas no volvieron a ser capturadas. La fuente de la Xana todavia se conserva proxima a Aviles.

LA XANA SE ENAMORA

Hay xanas generosas y apacibles que hacen ricos a los hombres, les proporcionan salud y les regalan amor. Pachón de Morcín lo supo y diose a pasear junto a una fuente por si encontraba en ella la fortuna. Y le salió una xana primorosa que era un encanto de ver.

Él la vio y se enamoró. La xana dulce, cariñosa y plácida le dejó que le hablara de su afecto y acabó por ceder a tanta súplica. Pachón era gallardo como un pino, y engarzaba sus frases con viveza en un tono de caricia. La xana le dijo entonces el modo de librarla de su encanto, con sólo que le arrojase la montera en el amanecer del día de San Juan. Y Pachón aguardó ese amanecer a la vera de la fuente, con todo el amor del alma en la ansiedad de sus ojos...

Se iluminó el horizonte con las primeras ráfagas de sol y al ir a esconderse, Pachón exclamó con júbilo:
¡Ahora me caso en tal!
Y le arrojó la montera.
La xana fue suya desde aquel instante y con ella todos los tesoros que tenía...

LA XANA SE TRANSFORMA

Llamaron unos vecinos a la puerta de la casa de Pachón para darle esta noticia:
¡La tu becerra, Pachón, anda suelta por el Cuetu!
Pachón se levanta para buscala. Era la mañana de San Juan y aún descansaba el lugar en el recogimiento y la quietud. Cuando Pachón llegó al Cuetu, oyó ruido, miró al agua y vio una xana lindísima que se estaba peinando bajo un árbol. Acercose Pachón, nótale ella, le sonrió con blandura y le dijo de esta suerte:
-Toma este pan, tenlo un año, de devuélvemelo sin tocar y todas mis riquezas serán tuyas...
El pan, un panecillo de tres picos, Pachón lo llevó a su casa, lo escondió de su mujer, y aguardó tranquilamente la llegada del próximo San Juan... Mas ay, que sucedió que su mujer le descubrió el panecillo y empezó a darle vueltas en las manos:
-Pero señor -se decía- ¿a qué diablos sabrá este panecillo que tiene mi marido tan oculto?
Y se comió un pico para salir de dudas...

¡Qué dolor el de la xana cuando en la madrugada de San Juan vio el panecillo sin él!
-No cumpliste tu palabra -le refirió a Pachón llena de enojo- ¡Mas voy a convertirme en cuélebre, y si me dejas acercar mi lengua a la punta de tu lengua, aún podré libertarme del encanto!
La xana se cambió en cuélebre mas Pachón tuvo miedo y escapó. Tornó la xana a su forma, volvió la xana a reñir, dio Pachón nuevamente sus excusas, y ella sacó un espejo, mostró un peine y le dijo a él de este modo:
-Coge de estas dos cosas la que quieras...
Y Pachón prefirió el peine. ¡De haber cogido el espejo, aún se hubiera la xana libertado del encanto en que vivía! Ella miró a Pachón y le habló así:
-Eres cobarde, desdichado y frívolo. ¡Ni a ti ni a tus descendientes os faltarán sarnazos que rascar ni ovejas que trasquilar!
Y aún los descendientes de Pachón trasquilan las ovejas y se rascan...

EL PANECILLO

Y ocurrió que un paisano de la Riera se echó a pedir limosna por el mundo. Anda que te andarás, allá en tierras muy lejanas, encontró una señora que le dijo:
-¿Y usted de qué lugar es?
-Yo soy del lugarcillo de la Riera, cerca de Cangas de Onís...
La mujer se echó a llorar.
-¡Ay, que ahí mismo en la cueva de las Dueñas están dos hijas mías encantadas!
Conmoviose el aldeano y se ofreció a ayudar a la señora.
-¡Si yo pudiera hacer algo en favor de sus hijas y de usted ahora que vuelvo a mi pueblo!
-¡Oh, sí, puede llevar estos dos bollos, de tres picos cada uno. Al amanecer del día de San Juan llegará usted con ellos a la boca de la cueva y gritará tres veces de este modo:
¡Inxana, inxana,
to madre te llama!
Saldrá una moza rubia muy hermosa; le entregará usted un bollo y ella le dará un regalo. Repetirá usted los versos, saldrá la segunda moza, le entregará el otro bollo y ella le hará otro regalo. Mas le recomiendo a usted con todo encarecimiento que no quite a los bollos ningún pico.
Sí, sí, se lo prometió, pero partió el aldeano, anduvo, anduvo y anduvo y no encontró una mañana quien le quisiera dar una limosna, tuvo hambre y comió un pico de un bollo. Al cabo, llegó a su pueblo precisamente el día de San Juan. Se plató frente a la cueva y púsose a gritar la formulilla:
¡Inxana, inxana,
to madre te llama!
Y apareciose una inxana, rubia, gallarda, envuelta en hermosura. Le dio el aldeano un bollo, y ella lo puso en el suelo y lo convirtió en caballo. Repitió el aldeano su conjuro y cogió el segundo bollo, pero en cuanto lo vio se echó a llorar.
-La señora que encontraste allá, tan lejos -le dijo al aldeano con dolor- era en verdad nuestra madre; pero toda tu buena voluntad no nos sirve de nada, porque comiste el pico de este bollo, y el caballo que de tendrá tres patas y no podremos huir!.
Y el otro caballo desapareció. Y las dos hermanas del encanto se perdieron otra vez en el fondo de la cueva.

SI VAS A LA CIUDAD DE ORITO...

Una vez el Nuberu andaba corriendo una nube de monte en monte, y cayó con ella en la majada de Merguyines, del puerto Sueve y se hospedó en la cabaña de un pastor. Este le obsequió con leche, queso, pan de centeno y avellanas. Y le regaló un par de coricies (abarcas).
Al día siguiente el Nuberu se despidió del pastor diciéndole: "Si vas a la ciudad de Orito pregunta por Xuan Cabritu".
El pastor tuvo que ir a la guerra y en ella cayó preso. El enemigo lo vendió a un guerrero que lo condujo a la ciudad de Orito.
Al pasar por la ciudad vio a la puerta de una casa el par de coricies que él había regalado al Nuberu la noche que se hospedó en su cabaña.
Lleno de alegría llamó a la puerta de aquella casa y en ella fue recibido por Xuan Cabritu, el cual, después de redimir al pastor le obsequió espléndidamente y puso a su disposición un macho cabrío para que cabalgando sobre él le condujera por el aire, a su pueblo, antes de que su mujer se casara. Porque iba a casarse creyendo que su marido había muerto en la guerra.
Cuando el pastor llegó al pueblo su mujer acababa de casarse y se disponía a celebrar la comida de boda.
Sentose el pastor a la mesa entre los convidados y nadie le conoció. Unos creyeron que le habían convidado los otros. Después de la comida cada convidado contó un cuento.
Entonces dijo el pastor:
-Si me lo permiten ustedes, contaré yo el mío.
-Que lo cuente- dijeron todos.
-Pues señor, otra persona y yo teníamos un arca y en la cual depositábamos nuestros secretos; el arca se abría con una llave de oro, pero un día desapareció esta llave y aquella persona, creyendo que se había perdido encargó otra de hierro a un herrero. Y habiendo aparecido la llave, ¿Cuál creéis que se debe usar, la de oro o la que hizo el herrero?
-La de oro- contestó la mujer.
-Pues el arca es tu corazón el cual abro yo con la llave de mi cariño, pues soy tu marido.
Y se unieron en un dulce abrazo para siempre...

¡SANTIAGO D'AGUINO, VALME!

Érase una vez un pastor de Somiedo que estando brañando encontró junto a la fuente una xana que peinaba sus largos cabellos, rubios, ensimismada.
Tenía junto a ella un deslumbrante, magnífico cáliz de oro y el pastor codicioso, en un abrir y cerrar de ojos lo roba y echa a correr monte abajo.

La xana furiosa lo persigue y el hombre ve cómo una niebla mágica, negra y espesa comienza a envolverle. Muerto de miedo suplica y ofrece el botín al patrón del cercano pueblo, Aguino.
"¡Santiago de Aguino, valme que pa ti ye lo que quiero!" grita con toda su alma.
En ese momento el sortilegio se desvanece, la xana se detiene y le dice:
"Porque has dicho eso, sino el mayor pedazo que hubiera quedado de ti no sería más grande que la cabeza de un alfiler".

Al pastor no le quedó otro remedio que dejar, agradecido, el cáliz a los pies de Santiago, en cuya iglesia sigue como prueba de estos hechos.

EL CUENTO DEL PROCURADOR

He aquí un señor procurador que parece un infeliz y que es un pecador de tomo y lomo. Papeles que le caigan en las manos y que tengan importancia son papeles que se pierden en cuento que le soplen unos duros...Mejor dicho: no se pierden, los guarda en una viga de su techo, los disimula con cal y el que los necesite que los busque...

Bueno, pues se murió el procurador y se largó al infierno de cabeza. El más desesperado de sus víctimas era un pobre caballero a quien los documentos escondidos le importaban la fortuna; tanto que, al enterarse de esta muerte, salió a pasear al campo y se puso a hablar sol y decirse:
-¡Si estuviera seguro de encontrarlos, iría al infierno a por ellos!
Y aquí tenéis que, sin que viera cómo ni por dónde se le apareció un hombrín con dos magníficas mulas. Le habló del procurador sin decirle dónde estaba, le ofreció llevarle allá, le dio una caballería y se montaron los dos, y ¡riiis!...salieron los dos como si los llevaran los demonios y fueron a parar a los infiernos...

Allí estaba el bribón de los papeles ardiendo en una caldera y dando cada grito que espantaba. En cuanto atisbó a su víctima púsose a berrear y a disculparse para que no agravara su suplicio...
-Pero, ¿y los documentos dónde están?
-Ay, están en una viga del comedor de mi casa; la tercera a contar desde la puerta...
Y en seguida un alarido:
-¡Ay, pobrecico de mí por lo que hice!
El otro ya no le oyó. Echó a correr buscando la salida y ni encontró la salida, ni la mula, ni el hombrín. Pero no se amilanó por esta inesperada pequeñez; él era buen cristiano, hizo una cruz, rezó algunas oraciones y se sentó a esperar tranquilamente.
De pronto vio un agujero que se entraba tierra arriba, y oyó una vocecita cariñosa:
-¡Eh, chacho, asómate aquí!
Se asomó, y allá muy lejos, infinitamente lejos, al final del agujero, que terminaba en el mundo, reparó que avanzaba una cabeza...
-Diantre, ¿quién es usted?
-Yo soy Santiago...
Y cierto, nada menos que Santiago, el cual le habló de este modo:
-¡Voy a tirarte un cordón, tú te coges a él, subes y sales!
-Sí señor; Dios sea bendito.
Y así fue; subió, salió y cuando quiso comer fue a cambiar unas monedas de las que había llevado en la excursión y se las rechazaron con asombro.
-¡Señor, si éstas ya no pasan!...¡Si son de hace cerca de cien años!

LA MANO FRÍA

Según cuenten dellos vecinos d’una aldega de Samartín de Valledor, parroquia del conceyu de Allande, vivía hai tiempu nuna casa pequeña, un albañil tranquilu al que-y prestaba falar pelos coldos, pero que yera mui queríu polos habitantes del pueblu porque nes sos charres surdía, de xemes en cuando, guapos cuentos qu'afitaben l'atención de neños y mayores; sobre too cuando se reuníen nel llar. El llugar onde vivía, dalgo allonxáu del pueblu, y arrodiáu d’árboles, daba un ambiente especial a les polaviles o filandones (xuntances familiares y/o vecinales alredor del llar nes llongues nueches d’iviernu pa filar, contar hestories) que se facíen na so casa: los páxaros, el burbús del vientu y esa particular oscuridá que se siente cuando se ta acabante la última lluz, ayudaban a respingase un tanto enantes d’empicipiales.
Un día de los suyos, y que camudaría la so manera de ver y sentir les coses d’esti mundu, taba cenando con toa tranquilidá l’albañil; por toa lluz, un candil per dalgún llau, un tueru n’áscuares nel que caleciere la cena.. Taba solu y nun atopaba na cena más consuelu que’l que puede alcontrar un mayestru en reñer a un escolín; nun pensaba muncho, sinon que dexaba vagar la mente per ente lo insípido de lo que comía. Asina lo llevaba: comer y llavar la cacía de cualaquier manera, sentase a fumar l’últimu pitu del día mientres se va enfriando la casa y preparase p’achucase.

A puntu taba d’apagar el candil, cuando una solombra indefinible apaeció pela paré onde nun tendría que tar, pela que sí tendría llueu, y per otra tercera dempués, que yera onde taba’l candil, y apagó la vela.

Buscó caricós nel feble resplandíu del llar, buscó cerilles, y trató de prender la vela. Nun había manera. Lo intentó más veces, tantes como-y permitió’l miéu qu’arizaba’l llanuxu de la so piel, esi mesmu miéu qu’él espetara nos rapazos colos sos cuentos. Casique de sópito, segundos anantia de prender la postrer cerilla, dalgo asina como una mano fría, daqué frío, una textura fría, un calor fríu, posóse nel so gargüelu.
Con dalgun zarapicu en suelu, averóse a la puerta y, como intentando nun incomodar a quien ellí hubiera, corrió’l piesllu, abrió llixeramente la puerta, pasó al otru llau como queriendo ser más flacu de lo que yera y bendixo aquella lluz feble que dexaba ver les solombres de los árboles como solombres azules d’un cielu prietu. Fixo esfuerzos pa nun correr, guetando alcontrar lo que-y quedaba de cabal; y empobinóse a casa del so amigu del alma, a que-y dexara dormir na so casa, a que-y quitara esi fríu del so cuellu.

Dicen la xente del llugar que, acabante llegar ante’l so collaciu, miró-y con güeyos axorizaos, que quixo falar pero nun pudo y que se desmayó. Aquel, esmolecíu, consiguió reanimalu, con tortes, con agua, cola fresca de la nueche.
Nada pudo facer entós l’albañil para torgar qu’unes llárimes finaran el so camín ente toes les perfondes agurries qu’esa mesma nueche aprucieron na so cara.

LA MOURA DE SIERRA MALDITA

Cuenten nel Ocidente astur que fai muncho, muncho tiempu vivía una moura nel conceyu de Cangas del Narcea. Al paecer, tres la derrota los mouros polos cristianos yera la única que quedaba na zona, y los guerreros persiguiéronla per montes y viesques hasta que terminaron coyéndola na que güei llamen Sierra Maldita. N'esi momentu ella díxo-yos que si nun la mataben convertiríase al cristianismu y qu'amás-yos diría ónde s'escondía una fabulosa ayalga que valía más que toles riqueces del Reinu xuntes.

Pero los guerreros astures nun-y ficieron casu y matáronla, y tres ello dedicáronse a buscar l'ayalga peles cueves, les ruines y les fontes de la rodiada, sin encontrala. Esa ayalga, según el testimoniu de la moura asítiase ente los pueblos de L.lamas y Balcabo, y tovía güei ta esperando a dalgún aventuráu que lu encuentre.

UNA HESTORIA REAL DE LA SANTA COMPAÑA

Esto nun ye una lleenda:
Sabéi, respetuosos mortales, que la vivencia qu’equi se narra ye tan reciente, qu’ainda nun algamó el drechu a los mieles de les lleendes; pues les presones que lo sufrieron entovía viven. Y los sos maxines intautos recuerden con detalle aquelli sucesu.
Por respeuto al deseyu de los testigos, nun diré nin nomes nin llugar que lu asitien. Quiciabis asina entamaron el camín los fechos que nacieron pa ser lleenda.
Ocurrió nuna aldega de montaña asturiana; escomunal de biesques y praos, pero solo con tres caseries de tres families campesines y vaqueires.

Entamaba la nueche cuando, de la biesca, aportaron xiblíos. Los árboles tiníen a aquellos homes acostumaos a estraños soníos nocturnos, que recibíen con respetu y ensin sobresaltos; pero aquellos xiblios fixéronse cántigues y agullíos xuxuriantes claros porque taben arrodiando la casa. Nun había dulda de que vinía dalguién p’hacia los moradores de la casería; na casa aguardábase tranquilamente la visita de dalgún vecín. Tentaron mirar a travies de les rendexes de les ventanes y creyeron ver lluces pequeñes: ¿pitos de xente conocío?, ¡de xuru!; y, poro, esperaben qu’en cualisquier momentu picaren a la puerta. Pero los soníos nun se detuvieron: oyéronse xubir p’hacia’l parreiru. El nun saber quién yera’l que venía provocando llercia y con qué envís, taba facíendolos esmolecer per momentos.

Darréu, los mesmos y apavoriantes ruíos taben enriba d’ellos, nun desaxeráu y persistente enfotu. Detuviéronse xusto sobre la habitación de C., ún de los qu’ellí moraba, faciendo soníos mui penosos, que cayíen xunto a daqué de polvu sobre la so cama. Intentaron buscar un razonamientu aselante: tenía de ser S., el mozu candongueru de la casería d’embaxo, con dalgunos collacios; debieron tar de folixa y quixeron axorizar a C. por nun salir estos díes con ellos. Esi mozu de la casa, C., qu’agora yera testigu de’esta estraña "burlla" xunto a la so familia, había unos díes que nun salía tres de la xera por un molestu catarru.

La desplicación tranquilizó-yos un poquiñín pero, inda asina, naide d’ellos xubió al parreiru; si ye verdá que taben de folixa, ¿por qué los xiblios, agullíos y cántigues teníen un xeitu tan murnio?, ¿quiciabis la abonda bebida achapló-yos l’allegría?; si yeren ellos ¿por qué nun baxaben a saludalos y cenar dalgo?.
Quien fore, dexó de facese sentir de sópito, y el miéu nun abandonó la casa aquella nueche. Pela amañá descubrieron un inquietante misteriu: Nun se podía entrar nel parreiru dende fora porque taba pesllao per dientru col trancu de madera. En atopando a la má de S., descubrieron otru: El so fíu nun pudo facer nada aquella nueche na aldega porque alcontrárase esi día a la herba, colos primos del pueblu vecín.
Ensin querer falar de lo que toos en verdá atalantaben, tentaron de buscar desplicaciones anque nun foren mui afayadizes: un animal que colare per dalguna grieta, daquién conocío que tiró piedriquines... . L’horror alcontráronlu dafechu la mañana siguiente: C., el rapaz "acatarráu" de la casa que sufriera aquella estraña visita morría 48 hores dempués d’aquél sucesu, tres d’una nueche d’angonía.
La idega que teníen toos nel inconsciente españó al fin: ¡La Santa Compaña!, ¡Apaecióse-yos La Santa Compaña!; ¡Anunciaba a C. dalgo pal nuevu viaxe que diba facer!; dalgo, si, pero ¿bono o malo?; ¿o tal vez aquelles pantasmes foren los causantes d’una muerte qu’inda nun tendría que llegar? ¿Que-y pasaría pel maxín a C. na so nueche d’angonía?.

Coló tiempu abondo, pero nun bastante pa cerrar feríes. Conozo a una d’aquellos guah.es testigos; güei ye güela que tien munches hestories pa contar a los sos ñetos, ¡menos una!.
La ñeta mayor descubriólo por casualidá, y l’espantu qu’amuesó al face-y les entrugues, tovía nestos díes, nun dexa llugar a duldes de cómo foi aquello.

LA GÜESTIA EN TEVERGA

Nel altu del Picu La Campa, qu'espunta nel frondosu conceyu de Teberga; ún de los sos habitantes atopóse una vegada cola Güestia. Cayó na cuenta d'ello acabante de ver quien yeren braderamente aquelli grupu de presones, qu'amuesaben, penosamente y ente xemíos l'etenru ritual d'acostinar estraños oxetos: árboles unos, portielles y cancielles otros, finxos los de más alló... asina nuna llonga procesión. L'últimu separtólu garrándolu pel brazu y, mirándolu, díxo-y:
"A munchos de los qu'equí tan nun los conoces porque nun ñacieres cuando campaben vivos per estes biesques y praos, pero de min nun pudiesti olvidame pesie a veme con esta cara demacrada, yo soi'l to padrín. Toos nós portamos agora los oxetos que, por dellos motivos, diéronnos inxustificáu provecho a costa de crear abondu desconsuelu a otros. Agora que yá nun les necesitábemos nun somos a llibranos d'elles; una y otra vegada restituyimos los oxetos nel so xustu llugar. A ti te foi dao'l poder de venos en vida, de xuro que tres d'esti alcuentru vas tener que cambiar munchos pensamientos; la to vida va enllenase de medrana y dubias, yá nada sedrá lo mesmo".

UNA LLIENDA SOBRE EL GÜERCU

Aquella aldea de Somiedu taba sometida cuantayá a una fuerte seca de veranu; poro, los sos homes teníen ante sí abegoses xeres de campu. Ún d'ellos, nun día especialmente cansado, decidió finar pronto'l so trabayu y batise en retirada, poro nun-y estrañó ver a un vecín suyo regando ainda la llosa de so. Lo que sí -y dexó ablucao foi velo, al poco, delantre d'él, al fondo del camín.
-¿Como ye que tas agora ante min si hai un momentu vite regando allá alantrones, detrás mío? glayó-y perplexu.

Pero nun-y retrucó, y si lo fexo, fízolo tan baxo que nun lu oyera; al cruzase con él, viólu un poco plasmáu, tenía la mirada nel infinitu, pero nun taba sele, sinón enllena medrana, y movía los llabios como diciendo dalgo, quiciabes la devolución del saludu. Nun-y prestó'l xeitu que tenía'l so vecín al cruzase; si nun fuera porque yera ensin dubia él, diría de xuru que viera una pantasma; acabante de pensar eso ximelgó-y un respingu per tol cuerpu y entainó'l pasu dica casa.
Al día siguiente sintió abondes ganes de glayar: ¡Aquel vecín que viere regando y énte él al poco, fuera atopáu muertu esa mesma mañana!; entóncenes entendiólo too, nun viera a una pantasma, sinón que fuera visitáu pol Güercu. A la fin, glayó.

EL BOSQUE MARAVILLOSO

Antón el de Terrele, avecindao en Sales de Colunga, una vez qu'él madrugó y se encaminó al trabayu antes d'amanecer, fue a parar al Bosquín, y dio la vuelta. ¡Qué estrépitu el qu'ellí armaben un gran númeru de lleñadores invisibles! Tolos árboles derrumbábense unos contra otros y desapaecíen tolos caminos. Antón contó en Sales el sucesu, y unes cuantes muyerines fueron al Bosquín a coyer lleña...Pero el Diañu engañare a Antón: nun encontraron nel suelu rama alguna, y el Bosquín taba intactu, sin que-y faltara dengunu de los árboles...Ay, si Antón hubiera dicho así al ver el bosque caer y oyir el ruidu de les faches de los tueros:
-¡Jesús, María y José! ¡Si yes el diablu de ti reniego!
Si hubiera dicho así, tou hubiera cambiao: los ruidos cesaríen, los árboles aquietaríense, los caminos aclararíense y él hubiera seguío al so trabayu con toa tranquilidá.

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