miércoles, diciembre 03, 2008

Luces Sobre el Yoga





SRI AUROBINDO





CAPÍTULO I

EL OBJETIVO



El sistema de Yoga que seguimos aquí tiene un propósito diferente de los otros, puesto que su meta no es tan sólo elevarnos de la habitual consciencia-terrestre ignorante hasta la consciencia divina, sino hacer descender el poder supramental de esa consciencia divina hasta la ignorancia de la mente, de la vida y del cuerpo, para transformarlos, para manifestar al Divino aquí en la tierra y crear una vida divina en la Materia. Éste es un propósito extremadamente difícil y un difícil Yoga; a muchos o a la mayoría les parecerá imposible. Todas las fuerzas establecidas de la habitual consciencia-terrestre ignorante se oponen a ello, lo rechazan y tratan de impedirlo, y el sadhaka hallará que su propia mente, su vida y su cuerpo están llenos de los obstáculos más rebeldes a la realización de este objetivo. Si eres capaz de aceptar el ideal con todo tu corazón, enfrentarte a todas las dificultades, dejar atrás el pasado y sus lazos y estás dispuesto a renunciar a todo y arriesgarlo todo por esta divina posibilidad, entonces y sólo entonces puedes tener la esperanza de descubrir con tu propia experiencia la Verdad que está detrás.

La sadhana de este Yoga no procede por ninguna enseñanza mental preestablecida, ni por formas prescritas de meditación, mantras u otras cosas, sino por aspiración, por concentración hacia adentro o hacia arriba, por apertura a la Influencia, al Poder Divino encima de nosotros y a su acción en nosotros, a la Presencia Divina en el corazón, y por la repulsa de todo lo que es extraño a estas cosas. Sólo la fe, la aspiración y la entrega de uno mismo pueden conseguir la realización de esta apertura.

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La única creación para la que hay lugar aquí es la supramental, es decir el descenso de la Verdad divina sobre la tierra, no solamente a la mente y al vital, sino también hasta el cuerpo y la Materia. Nuestro objetivo no es eliminar todas las «limitaciones» que dificultan la expansión del ego, ni dejar libre curso y abrir un campo ilimitado a la ejecución de las ideas de la mente humana o de los deseos de la fuerza vital egocéntrica. Ninguno de nosotros está aquí «para hacer lo que quiera» o para crear un mundo en el que finalmente podamos hacer lo que nos guste; estamos aquí para hacer lo que quiere el Divino y para crear un mundo en el que la Voluntad Divina podrá al fin manifestar su verdad sin que ésta sea en lo sucesivo deformada por la ignorancia humana, ni pervertida y desnaturalizada por el deseo vital. La obra que el sadhaka del Yoga supramental tiene que efectuar no es su trabajo personal al que puede poner sus propias condiciones, sino la obra divina que tiene que ejecutar de acuerdo con las condiciones establecidas por el Divino. Nuestro Yoga no es por nosotros mismos, sino por el Divino. No es nuestra expresión personal lo que tenemos que buscar, la manifestación del ego individual liberado de toda limitación y de toda traba, sino la manifestación del Divino. De esta manifestación, nuestra propia liberación, nuestra perfección y nuestra plenitud espiritual serán un resultado y una parte, pero no en un sentido egoísta o por un fin personal o interesado. Esta liberación, esta perfección, esta plenitud, no deben tampoco ser perseguidas para nosotros mismos, sino para el Divino.

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Este Yoga implica no solamente la realización de Dios, sino además una consagración y una transformación completas de la vida interior y exterior, hasta que sea apta para manifestar una consciencia divina y convertirse en parte de una obra divina. Esto implica una disciplina interior mucho más exigente y difícil que la mera austeridad moral y física. No hay que iniciarse en esta vía mucho más vasta y más ardua que la de la mayor parte de Yogas, a no ser que se esté seguro de la llamada psíquica y de la propia resolución de perseverar hasta el fin.

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En los Yogas anteriores era la experiencia del Espíritu, siempre libre y uno con el Divino, lo que se buscaba. La naturaleza tenía que cambiar solamente en la medida que fuera necesaria para dejar de ser un obstáculo para este conocimiento y esta experiencia. Un cambio completo que abarcara incluso el plano físico del ser no fue intentado más que por unos pocos y aun fue más bien como un siddhi que otra cosa, no como la manifestación de una nueva Naturaleza en la consciencia terrestre.

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En el ser humano, que es el ser mental incorporado a la Materia viviente, toda la consciencia tiene que elevarse a fin de llegar hasta la consciencia superior. Y la consciencia superior tiene también que descender a la mente, a la vida y a la Materia. De este modo las barreras serán derribadas y la consciencia superior podrá hacerse cargo de la totalidad de la naturaleza inferior y transformarla por medio del poder de la Supermente.

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La tierra es un campo material de evolución. La Mente y la Vida, la Supermente, sachchidananda, están desde su origen involucionadas en la consciencia-terrestre; pero sólo la Materia se organiza al principio. Después la vida desciende desde el plano vital para dar forma, organización y actividad al principio de vida en la Materia, y crea la planta y el animal. Más tarde la mente desciende desde el plano mental, y crea al hombre. Ahora ha de descender la Supermente para crear el ser supramental.

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Para llegar a la realización dinámica no es suficiente liberar el purusha del yugo de prakriti; es preciso que la obediencia del purusha sea transferida de la prakriti inferior, con su juego de Fuerzas ignorantes, a la shakti Divina Suprema, la Madre.

Es un error identificar la Madre con la prakriti inferior y su mecanismo de fuerzas. Prakriti no es más que un mecanismo establecido aquí abajo para el funcionamiento de la ignorancia evolutiva. Así como el ser ignorante, mental, vital o físico, no es él mismo el Divino -aunque proceda del Divino- tampoco el mecanismo de prakriti es la Madre Divina. Sin duda hay alguna cosa de la Madre en este mecanismo y detrás de él que lo sostiene para los fines de la evolución; pero ella, en sí misma, no es una shakti de la avidya, sino la Consciencia, la Luz, el Poder Divinos -para prakriti- hacia la que nos dirigimos para obtener la liberación y la realización divina.

La realización de la consciencia del purusha tranquilo y libre, que observa el juego de las fuerzas pero sin apegarse ni involucrarse en ella, es un medio de liberación. Hay que hacer que la calma, el desapego, la fuerza y el gozo apacibles atmarati de lo alto desciendan y se asienten tanto en el ser vital y el ser físico como en la mente; si se logra esto, ya no se es más una víctima del torbellino de las fuerzas vitales. Pero esta calma, esta paz, esta fuerza y este gozo silenciosos no son más que el primer descenso del Poder de la Madre en el adhara. Más allá de esto hay un Conocimiento, un Poder de ejecución, un ananda dinámico, que no son los de la prakriti ordinaria, ni siquiera cuando ésta se formula en su mejor y más sattvika expresión, sino Divinos en su naturaleza.

Primero, sin embargo, se necesita la calma, la paz y la liberación. Tratar de hacer descender el lado dinámico demasiado pronto no es aconsejable, porque éste descendería entonces en una naturaleza agitada e impura, incapaz de asimilarlo, y como consecuencia de ello podrían surgir serias perturbaciones.

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Si la Supermente no tuviera que darnos una verdad más grande y más completa que ninguna otra de los planos inferiores, no valdría la pena intentar alcanzarla. Cada plano tiene sus propias verdades; algunas dejan de ser verdad, en un plano más elevado. Por ejemplo, el deseo y el ego son verdades de la Ignorancia mental, vital y física; en este dominio, un hombre sin ego ni deseo sería un autómata tamásico. Si ascendemos más, el deseo y el ego ya no aparecen como verdades; son engaños que desfiguran la persona verdadera y la voluntad verdadera. La lucha entre los Poderes de la Luz y los Poderes de las Tinieblas es una verdad aquí; pero a medida que nos elevamos va dejando de serlo cada vez más y en la supermente ya no lo es en absoluto.

Otras verdades subsisten, pero cambian de carácter, de importancia y de posición en el conjunto. La diferencia o el contraste entre el Personal y el Impersonal es una verdad en la Sobremente; en la Supermente esos aspectos no son una verdad separada, son inseparablemente una sola cosa. Pero quien no ha conquistado y vivido las verdades de la Sobremente no puede alcanzar la Verdad Supramental. El orgullo incompetente del intelecto del hombre hace distinciones tajantes y quiere llegar de una sola vez hasta la más alta verdad, sea la que fuere, y proclamar que todo lo demás es falsedad; pero eso es un error de la ambición y de la arrogancia. Hay que escalar apoyándose firmemente en los pies a cada paso si se quiere llegar a la cumbre.

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Es un error vivir demasiado pendiente de la naturaleza inferior y de sus obstáculos, que no es más que el lado negativo de la sadhana. Hay que verlos y purificarlos, pero preocuparse de ello como de la única cosa importante no es provechoso. Es el lado positivo de la experiencia del descenso lo que más importa. Si tuviera uno que esperar a que la naturaleza inferior estuviera entera y definitivamente purificada para pedir el descenso de la experiencia positiva, tal vez tendría que esperar eternamente.

Es verdad que cuanto más se purifica la naturaleza inferior, tanto más fácil se toma el descenso de la Naturaleza superior; pero también es verdad -y aun lo es más- que cuanto más desciende la Naturaleza superior, más se purifica la naturaleza inferior. Ni la purificación completa, ni la manifestación perfecta y permanente pueden producirse de repente; es cosa de tiempo y de progreso paciente. Ambas -purificación y manifestación- avanzan a la par y adquieren cada vez más fuerza para ayudarse mutuamente. Esta es el curso habitual de la sadhana.

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Intensidades como esa no permanecen en tanto que la consciencia no haya sido transformada; ha de haber un periodo de asimilación. Cuando el ser es inconsciente, la asimilación prosigue detrás del velo o debajo de la superficie, y mientras tanto la consciencia superficial ve únicamente estancamiento y pérdida de lo que había obtenido anteriormente. Pero cuando te tornas consciente, puedes percibir que la asimilación prosigue y te das cuenta de que nada se ha perdido, de que lo que acontecía no era otra cosa que una sosegada consolidación de lo que había descendido.

La inmensidad, la calma y el silencio irresistibles en los que te sientes inmerso son lo que se denomina el atman o el brahmán silencioso. El único objetivo de muchos Yogas es esta realización del atman o del brahmán silencioso y vivir en ella. En nuestro Yoga no es más que la primera etapa de la realización del Divino y de ese crecimiento del ser en la Consciencia superior o divina que nosotros denominamos transformación.

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El ser verdadero puede ser realizado bajo uno de los dos aspectos siguientes o bajo ambos: el Ser-en-Sí o atman y el alma o antaratman, llamado también el ser psíquico o chaitya purusha. La diferencia consiste en que el uno es percibido como universal, el otro como individual y sosteniendo la mente, la vida y el cuerpo. Cuando realizas primero el atman, lo percibes como algo separado de todas las cosas, existiendo en sí mismo y desapegado, es a esta realización que cabe aplicarle la imagen de la cáscara de un coco seco. Cuando se realiza el ser psíquico, no ocurre lo mismo; porque esta realización aporta el sentimiento de unión con el Divino, de dependencia de El, de exclusiva consagración al Divino solamente, y el poder de cambiar la naturaleza y de descubrir en sí mismo el verdadero ser mental, el verdadero ser vital y el verdadero ser físico. Ambas realizaciones son necesarias para este Yoga.

El «yo» o pequeño ego está constituido por la Naturaleza y es una formación a la vez mental, vital y física, destinada a facilitar la centralización y la individualización de la consciencia y de la acción exteriores. Una vez que ha sido descubierto el ser verdadero cesa la utilidad del ego y esta formación tiene que desaparecer; en su lugar se percibe el ser verdadero.

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Los tres gunas se purifican, se refinan y se transforman en sus equivalentes divinos: sattva se convierten en jyoti, la 1uz espiritual auténtica; rajas se convierte en tapas, la fuerza divina sosegadamente intensa; tamas se convierte en shama, el sosiego, la paz, el reposo divinos.

Todas las cosas están sometidas a tres poderes del cosmos: la creación, la conservación y la destrucción; todo lo creado dura un cierto tiempo, después empieza a desmoronarse. La eliminación de la fuerza de la destrucción implica una creación que no sea destruida, una creación que dure y que se desarrolle sin cesar. En la Ignorancia la destrucción es necesaria para el progreso; pero en el Conocimiento, en la creación-de-la Verdad, la ley es la de un desarrollo constante sin ningún pralaya.







CAPÍTULO II

PLANOS Y PARTES DEL SER



El hombre no se conoce a sí mismo y no ha aprendido a distinguirlas diferentes partes de su ser; generalmente las agrupa en un bloque único bajo el nombre de riente, porque es a través de una percepción y de una comprensión traducida a la mente que las conoce o las siente. Por esta razón no entiende sus propios estados y acciones, o, en todo caso, no los entiende más que de una manera superficial. Adquirir consciencia de la gran complejidad de nuestra naturaleza, ver las distintas fuerzas que la mueven y conseguir sobre ella el control de un conocimiento rector es, todo ello, una parte de los fundamentos del Yoga.

Estamos compuestos de muchas partes cada una de las cuales contribuye de algún modo al movimiento total de nuestra consciencia, de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad, de nuestras sensaciones, sentimientos y acciones. Pero no vemos ni el origen, ni el curso de estos impulsos; sólo percibimos sus confusos e inciertos resultados superficiales sobre los que, en el mejor de los casos, no podemos imponer nada más que un orden precario e inestable.

El remedio puede venir únicamente de las partes del ser que ya están dirigidas hacia la luz. Pedir a la luz de la Divina Consciencia que descienda desde lo alto hasta nosotros, hacer que el ser psíquico se sitúe en primer plano, y encender una aspiración cuya llama despierte espiritualmente la mente exterior e inflama el ser vital, tal es la solución.

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Yoga significa unión con el Divino -una unión bien sea trascendental (por encina del universo) o bien cósmica (universal) o individual o bien, como en nuestro Yoga, las tres a la vez. Quiere decir también alcanzar un estado de consciencia en el que ya no se está limitado por el pequeño ego, por la mente, el ser vital y el cuerpo personales, sino que se está unido al Ser-en-Sí o Ser-Esencial supremo o a la consciencia universal (cósmica) o a una consciencia interior más profunda en la que se percibe el alma propia, el propio ser interior y la verdad real de la existencia. En la consciencia yóguica no sólo se perciben las cosas, sino también las fuerzas; y no sólo las fuerzas, sino también el ser consciente que está detrás de las fuerzas. Se es consciente de todo esto no solamente en uno mismo sino en el universo.

Hay una fuerza que acompaña el crecimiento de la nueva consciencia y que a la vez que crece con ella la ayuda a surgir y a perfeccionarse. Esta fuerza es la yoga-shakti. Está aquí replegada y dormida en todos los centros (chakras) de nuestro ser interior y es, en la base de la columna vertebral, la kundalini shakti de los Tantras. Pero está también encima de nosotros, encima de nuestra cabeza, como la Fuerza Divina -y allí no está replegada, ni enrollada, ni dormida, sino despierta, consciente y poderosa, extendida y vasta; está allí esperando para manifestarse y es a esta Fuerza -al poder de la Madre- a lo que tenemos que abrirnos. En la mente se manifiesta como una fuerza-mental divina o como una fuerza-mental universal y puede hacer todo lo que la mente personal es incapaz de hacer; es entonces la fuerza mental yóguica. Cuando se manifiesta y actúa de la misma manera en el ser vital o en el físico, aparece allí como una fuerza vital yóguica o como fuerza corporal yóguica. Puede despertar bajo todas esas formas, irrumpiendo hacia afuera y hacia arriba, extendiéndose en amplitud desde abajo. O bien puede descender y convertirse en un poder definido para la acción; puede afluir profusamente al cuerpo, actuando, estableciendo su reino, extendiéndose en amplitud desde lo alto. Puede unir lo más bajo en nosotros con lo más alto situado por encima de nosotros; liberar el individuo en una universalidad cósmica o en lo absoluto y trascendente.

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En el proceso de nuestro Yoga cada uno de los centros tiene un empleo y una función general psicológica determinados que forman la base de todos sus poderes y de todas sus operaciones especiales. El muladhara gobierna el ser físico hasta el subconsciente; el centro abdominal -svadhisthana- gobierna el vital inferior; el centro umbilical -nabhipadma- o -manipura- gobierna el vital más vasto; el centro del corazón -hridpadma- o -anahata- gobierna el ser emotivo; el centro de la garganta -visuddha- gobierna la mente de la expresión y de la exteriorización; el centro entre las dos cejas -ajñacakra- rige la mente dinámica, la voluntad, la visión y la formación mentales de carácter dinámico; encima, el loto de mil pétalos -sahasradala- gobierna la mente pensante superior, alberga la mente iluminada más elevada aún, y en lo más alto se abre a la intuición a través de la cual -o bien por una acción directa irresistible- la sobremente puede establecer comunicación o un contacto inmediato con los otros planos.

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En nuestro Yoga denominamos subconsciente a esa parte completamente sumergida de nuestro ser en la que no hay, conscientemente despiertos y coherentes, ni pensamientos, ni voluntad, ni sentimientos, ni reacción organizada, pero que sin embargo recibe oscuramente las impresiones de todas las cosas y las almacena dentro de sí; es de allí también de donde pueden surgir en el sueño o incluso en estado de vigilia toda clase de impulsos, de movimientos habituales inveterados, repetidos crudamente o disfrazados bajo formas extrañas. Porque si bien estas impresiones surgen principalmente en sueños de una manera incoherente y caótica, pueden surgir también -y surgen en efecto- en nuestra consciencia de vigilia bajo la forma de una repetición mecánica de viejos pensamientos, de viejos hábitos mentales, vitales y físicos, o bajo la forma de un oscuro avivamiento o estimulación de sensaciones, de acciones, de emociones que no tienen origen ni proceden de nuestro pensamiento o nuestra voluntad consciente y que a menudo son incluso contrarias a sus percepciones, su elección o sus dictados. En el subconsciente hay una mente oscura llena de obstinados samskáras: impresiones, asociaciones, nociones estereotipadas, reacciones habituales formadas por nuestro pasado; un oscuro vital lleno de las semillas de las sensaciones, las reacciones nerviosas y los deseos habituales; un físico-material extremadamente oscuro que gobierna mucho de lo relativo a la condición del cuerpo. Es en gran medida responsable de nuestras enfermedades; éstas, tanto si son crónicas como si son recurrentes, son realmente debidas sobre todo al subconsciente, a su obstinada memoria y a su costumbre de repetir todo lo que se ha grabado en la consciencia corporal. Pero hay que distinguir claramente entre este subconsciente físico y las partes subliminales de nuestro ser, tales como la consciencia física interior o sutil, el ser vital interior o la mente interior; porque estas partes no son en absoluto oscuras, incoherentes o mal organizadas, sino tan sólo veladas a nuestra consciencia superficial. Nuestra superficie recibe constantemente alguna cosa -toques interiores, comunicaciones o influencias- de estas fuentes, pero en la mayoría de los casos no sabe de donde proceden.

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Hay un plano vital (autoexistente) encima del universo material que nosotros vemos; hay un plano mental (autoexistente) encima del plano vital y del material. Estos tres planos juntos, -el mental, el vital y el físico- forman el llamado triple universo del hemisferio inferior. Se han ido estableciendo en la consciencia terrestre por medio de la evolución; pero todos ellos existen por sí mismos desde antes de la evolución, por encima de la consciencia-terrestre y del plano material al que la tierra pertenece.

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Detrás de toda la naturaleza vital del hombre está, escondido e inmóvil, su verdadero ser vital, que es completamente diferente que la naturaleza vital superficial. El vital superficial es estrecho, ignorante, limitado, está lleno de deseos oscuros, de pasiones, apetitos, rebeldías, placeres y dolores, de alegrías y penas efímeras, de entusiasmos y depresiones. El ser vital verdadero, por el contrario, es vasto, grande, tranquilo, fuerte, sin limitaciones, firme e inmutable, capaz de todo poder, de todo conocimiento, de todo ananda. Está, además, desprovisto de ego, pues sabe que es una proyección y un instrumento del Divino: es el guerrero divino, puro y perfecto; en él reside una Fuerza instrumental para la ejecución de todas las realizaciones divinas. Es éste, el verdadero ser vital, el que se ha despertado dentro de ti y se ha situado en primer plano. Del mismo modo existe también un ser mental verdadero, un ser físico verdadero. Cuando éstos son evidentemente manifiestos te tornas consciente de una doble existencia: la que está detrás es siempre sosegada y fuerte, únicamente la que discurre por la superficie es atormentada y oscura. Pero si el ser verdadero situado detrás permanece estable y vives en él, la agitación y la oscuridad permanecen tan sólo en la superficie; de este modo, las partes exteriores pueden ser tratadas de manera más eficaz y alcanzar también la libertad y la perfección.

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La palabra mente en su acepción corriente abarca indistintamente la totalidad de la consciencia, porque el hombre es un ser mental y ve todas las cosas bajo el aspecto mental; pero en la terminología de nuestro Yoga el sustantivo «mente» y el adjetivo «mental» se utilizan para denotar especialmente aquella parte de la naturaleza que está relacionada con el conocimiento y la inteligencia, con las ideas, las percepciones mentales o del pensamiento, las reacciones del pensamiento ante las cosas, las formaciones y los movimientos verdaderamente mentales, la visión y la voluntad mentales, etc., con todo lo que es parte de la inteligencia del hombre. El vital tiene que ser cuidadosamente diferenciado de la mente, aunque contenga un elemento mental transfundido en él; el vital es la naturaleza de la Vida, hecha de deseos, sensaciones, sentimientos, pasiones, energías de la acción, impulsos del deseo, reacciones del alma humana del deseo y de todo ese juego de instintos de posesión y otros instintos relacionados, como la ira, el miedo, la codicia, la lujuria, etc., que pertenecen a este campo de la naturaleza. En la superficie de la consciencia la mente y el vital se hallan mezclados, pero en realidad son fuerzas completamente distintas y tan pronto como se sitúa uno detrás de la consciencia superficial ordinaria las ve separadas, descubre su diferencia y puede con la ayuda de este conocimiento analizar sus mezclas superficiales. Es perfectamente posible e incluso corriente que durante un tiempo más o menos largo, algunas veces muy largo, la mente acepte al Divino o el ideal yóguico en tanto que el vital, no convencido ni sometido aún a El, sigue obstinadamente la senda del deseo, de la pasión y de la atracción por la vida ordinaria. Esta división o conflicto entre la mente y el vital es la causa de la mayor parte de las dificultades más arduas de la sadhana.

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El ser mental, desde el interior, vigila, observa y juzga todo lo que acontece en nosotros. El ser psíquico no vigila ni observa de esta suerte como un testigo, pero lo siente y lo sabe espontáneamente de una manera más directa y luminosa, por la pureza misma de su propia naturaleza y el divino instinto que existe dentro de él, y así, siempre que se sitúa en primer plano revela en el acto cuales son los movimientos justos y cuales son los movimientos falsos de nuestra naturaleza.

El ser humano está compuesto de los siguientes elementos: el psíquico detrás sosteniéndolo todo, el ser mental, el vital y el físico interiores, y la naturaleza exterior, la naturaleza completamente externa de la mente, de la vida y del cuerpo que es su instrumento de expresión. Pero por encima de todo está el ser central (jivatman), una parte del Ser-Esencial o Espíritu del Divino que se sirve de todos ellos para su manifestación. Esta realidad de sí mismo permanece oculta sin embargo para el hombre exterior que sustituye esta alma y este yo recónditos por el ego mental y vital. Es solamente aquel que ha empezado a conocerse a sí mismo quien se torna consciente de su verdadero ser central; éste, sin embargo, está siempre allí presente detrás de la acción de la mente, de la vida y del cuerpo, y el psíquico, él mismo una chispa del Divino, es quien más directamente lo representa. El crecimiento del elemento psíquico en nuestra propia naturaleza es lo que nos permite iniciar un contacto consciente con nuestro ser central situado encima. Cuando eso sucede y el ser central utiliza una voluntad consciente para controlar y organizar los movimientos de la naturaleza, se posee un dominio real y espiritual de sí mismo y no sólo un dominio parcial y meramente mental o moral.

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En nuestro Yoga la expresión «ser central» se utiliza generalmente para designar la parte del Divino en nosotros que sostiene todo el resto y que sobrevive a través de la muerte y del nacimiento. Este ser central tiene dos formas: en lo alto, es el jivatman, el ser verdadero, del cual se adquiere consciencia cuando llega a uno el más alto conocimiento de sí mismo, -abajo, es el ser psíquico que está situado detrás de la mente, el cuerpo y la vida. El jivatman está encima de la manifestación de la vida y la preside; el ser psíquico está presente detrás de la manifestación de la vida y la sostiene.

La actitud natural del ser psíquico es la de sentirse el Niño, el Hijo de Dios, el bhakta; es una parte del Divino, uno con Él en esencia, aunque en la dinámica de la manifestación haya siempre una diferencia, incluso en la identidad. El jivatman, por el contrario vive en la esencia y puede fundirse en una entidad con el Divino; pero éste también, desde el momento en que preside la dinámica de la manifestación, se reconoce como un centro del Divino múltiple, no como el parameshwara, el Señor Supremo. Es importante recordar esta distinción; porque, de otra manera, si existe el menor rastro de egoísmo vital, puedes empezar a creerte un Avatar o bien perder el equilibrio, como Hridaya con Ramakrishna.

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El Espíritu es el atman, brahmán, el Divino esencial.
Cuando el Divino único manifiesta la multiplicidad siempre inherente a Él, este Ser-Esencial o atman se convierte para esa manifestación en el Ser central que desde lo alto preside la evolución de sus personalidades y de sus vidas terrenas; pero en sí mismo es una parte eterna del Divino, anterior a la manifestación terrestre, para prakritir jivabhuta.

En esta manifestación inferior, apara prakriti, esta parte eterna del Divino aparece como el alma -chispa del Fuego Divino- que sirve de apoyo a la evolución individual y sostiene el ser mental, vital y físico. El ser psíquico es la chispa que crece y se convierte en Fuego, evolucionando con el desarrollo de la consciencia. El ser psíquico es por tanto evolutivo y no, como el jivatman, anterior a la evolución.

Pero el hombre no tiene consciencia del Ser-Esencial o jivatman, sólo tiene consciencia de su ego, o bien del ser mental que dirige la vida y el cuerpo. Sin embargo, si penetra profundamente en su interior puede adquirir consciencia de su alma o ser psíquico como de su centro verdadero, el purusha en el corazón. El psíquico es el ser central en la evolución, emana del jivatman, parte eterna del Divino, y lo representa. En el estado de plena consciencia, el jivatman y el ser psíquico se unen.

El ego es una formación de la Naturaleza; pero no es una formación de naturaleza física solamente; por esa razón no cesa con el cuerpo. Hay también un ego mental y vital.

La base de la consciencia material aquí no es solamente la Ignorancia, sino también la Inconsciencia, porque la consciencia esta involucionada en la forma de la Materia y en la energía de la Materia. No es sólo la consciencia material, sino también la vital y la mental las que están separadas de la Verdad por la Ignorancia.

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La palabra jiva tiene dos significados en las lenguas sánscritas; significa un ser viviente, y significa también el espíritu individualizado que sostiene al ser viviente en el proceso de su evolución de nacimiento en nacimiento. En este último sentido el término completo es jivatman: el atman, Espíritu o Ser-en-Sí eterno del ser viviente. La Gita habla de él metafóricamente como «de una parte eterna del Divino». Pero la palabra fragmentación (empleada por ti) es demasiado fuerte; podría aplicarse a las formas, pero no al espíritu que contienen. Además, el Divino múltiple es una realidad eterna, anterior a la creación de cualquier universo. Una descripción válida del jivatman sería: «el Divino múltiple manifestado aquí como el ser-en-sí-esencial o espíritu individualizado del ser creado». El jivatman en su esencia no cambia ni evoluciona, su esencia permanece por encima de la evolución personal. En la evolución está representado por el ser psíquico en evolución que sostiene a todo el resto de la naturaleza.

El adwaita vedanta (monismo) declara que el jiva no tiene existencia real ya que el Divino es indivisible. Otra escuela atribuye al jiva una existencia real, pero no independiente; es, según esta escuela, uno en la esencia, diferente en la manifestación, y dado que la manifestación es real, eterna y no es una ilusión, el jiva no puede ser denominado irreal. Las escuelas dualistas afirman que el jiva constituye una categoría independiente o insisten en la triplicidad de Dios, Alma y Naturaleza.

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El alma pasa por el nacimiento cada vez, y cada vez se forma una mente, un vital y un cuerpo con los materiales de la naturaleza universal, de acuerdo con la evolución del alma en el pasado y sus necesidades para el futuro.

Cuando el cuerpo se disuelve, el vital va al plano vital y permanece allí durante algún tiempo, pero transcurrido éste la envoltura vital desaparece. Lo último que se disuelve es la envoltura mental. Finalmente, el alma o ser psíquico se retira al mundo psíquico para reposar allí hasta que llegue la hora de un nuevo nacimiento.

Tal es el proceso habitual para los seres humanos regularmente desarrollados. Hay variaciones según la naturaleza del individuo y su desarrollo. Por ejemplo, si la mente está muy desarrollada, el ser mental puede entonces permanecer -y lo mismo ocurre con el vital- con tal que estén organizados por el verdadero ser psíquico y centrados en torno a él; comparten entonces la inmortalidad del psíquico.

El alma recoge los elementos esenciales de sus experiencias en la vida y hace con ellos su base de crecimiento en la evolución; cuando retorna al nacimiento toma junto con su envoltura mental, vital y física, tanto de su karma como le sea útil en la nueva vida para aumentar su experiencia.

Es en realidad por la parte vital del ser que se hacen el shraddha y los ritos -para ayudar al ser a desembarazarse de las vibraciones vitales que le atan aún a la tierra o a los mundos vitales, a fin de que pueda alcanzar rápidamente el reposo en la paz psíquica.

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La consciencia del individuo se expande en la consciencia cósmica al exterior y puede tener con ella relaciones de cualquier clase: puede penetrar en ella, conocer sus movimientos, actuar sobre ella o recibir de ella, tornarse incluso tan vasta como ella o contenerla; era eso lo que en el lenguaje de los antiguos Yogas significaba la expresión «tener el brahmanda dentro de sí».

La consciencia cósmica es la del universo, del espíritu cósmico y de la Naturaleza cósmica con todos los seres y todas las fuerzas contenidos en ella. Todo eso como conjunto es tan consciente como el individuo aisladamente, aunque de modo diferente. La consciencia del individuo es una parte de ésta, pero es una parte que se siente como un ser distinto. Sin embargo, durante todo el tiempo la mayor parte de lo que él es le viene de la consciencia cósmica. Pero hay un muro de ignorancia separativa que se interpone. Una vez abatido este muro, el individuo comienza a percibir el Ser-en-Sí o Espíritu cósmico, la consciencia de la Naturaleza cósmica, las fuerzas que actúan en ella, etc. Capta todo eso del mismo modo que ahora percibe las cosas y los impactos físicos. Él descubre que todo eso es uno con su Ser-Esencial más vasto o universal.

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Hay una Naturaleza mental, una Naturaleza vital, una Naturaleza física universales, y con una selección de sus fuerzas y movimientos se forma la mente, el vital y el físico individuales. El alma viene de más allá de esta naturaleza mental, vital y física. Pertenece al trascendente y por eso podemos abrirnos a la Naturaleza superior que está más allá.

El Divino es siempre el Uno y el Múltiple a la vez. El espíritu individual forma parte del aspecto «Múltiple» del Uno, y el ser psíquico es lo que él despliega para que evolucione aquí, en la naturaleza terrestre. Cuando obtiene la liberación el ser individual se reconoce a sí mismo como el Uno (que, sin embargo, es el Múltiple). Puede sumergirse en el Uno y fundirse o esconderse en su seno -es el laya del adwaita; puede sentir su unidad y, no obstante, en tanto que parte del Múltiple que es el Uno gozar del Divino- es la liberación dwaitadwaita; puede insistir en su aspecto Múltiple y ser poseído por el Divino, es la vishishtadwaita, o seguir jugando con Krishna en el eterno vrindavan, que es la liberación dwaita. O puede incluso, aunque haya alcanzado la liberación, permanecer en la lila o manifestación o descender a ella las veces que quiera. El Divino no está atado por las filosofías humanas; es libre en su juego y libre en su esencia.

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Lo que se designa con la palabra prakriti, o Naturaleza, es el lado exterior o ejecutivo de la shakti o Fuerza Consciente que forma y mueve los mundos. Este lado exterior aparece aquí como algo mecánico, como una acción de fuerzas, de gunas, etc. Pero detrás de él está la Consciencia y la Fuerza vivientes del Divino, la shakti divina. La prakriti misma se divide en inferior y superior. La inferior es la prakriti de la Ignorancia, la prakriti de la mente, de la vida y de la Materia, separadas del Divino en su consciencia; la superior es la prakriti Divina del sachchidananda con su poder de manifestar la Supermente, siempre consciente del Divino y libre de la Ignorancia y de sus consecuencias. El hombre, en tanto que permanece en la ignorancia está sujeto a la prakriti inferior, pero mediante la evolución espiritual adquiere consciencia de la Naturaleza superior y trata de establecer contacto con ella. Puede ascender hasta ella y ella puede descender hasta él; este doble movimiento ascendente y descendente hace posible la transformación de la naturaleza inferior de la mente, la vida y la Materia.

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Hay que alcanzar y hacer descender la Sobremente para que la Supermente tenga alguna posibilidad de descender, porque la Sobremente es el paso a través del cual se pasa de la Mente a la Supermente.

En la Sobremente es en donde tienen su origen todos estos arreglos diversos de la Verdad creativa de las cosas. De la Sobremente descienden a la Intuición desde donde son transmitidos a la Mente Iluminada y a la Mente Superior para ser allí adaptados a nuestra inteligencia. Pero en la transmisión y a medida que descienden a los niveles inferiores, pierden cada vez más su poder y su certidumbre. Al llegar a la mente humana han perdido ya la energía que tenían de la Verdad directamente percibida; porque al intelecto humano sólo se presentan como ideas especulativas, no como una Verdad realizada, no como una percepción directa, como una visión dinámica unida a una experiencia concreta e incontestable.

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La Supermente está entre sachchidananda y la creación inferior. Ella sola contiene la Verdad autodeterminante de la Consciencia Divina y es necesaria para una creación-de-la-Verdad.

Es posible evidentemente realizar también sachchidananda en relación con la mente, la vida y el cuerpo; pero entonces es algo estable que sostiene con su presencia la prakriti inferior, pero no la transforma. Sólo la Supermente puede transformar la naturaleza inferior.

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Sachchidananda (sat-chit-ananda) es el Uno bajo un triple aspecto. En el Supremo, los tres no son tres, sino uno; la existencia (sat) es consciencia (chit), la consciencia es bienaventuranza (ananda), y los tres son así inseparables, no sólo inseparables sino tan idénticos que no cabe ninguna distinción entre ellos. En los planos superiores de la manifestación se convierten en tres en uno; aunque continúan siendo inseparables, uno de ellos puede predominar y servir de base o de guía para los demás. Por debajo, en los planos inferiores, se tornan separables en apariencia, aunque no lo sean en su realidad secreta, y en el mundo fenoménico cada uno de ellos puede existir sin los demás de tal modo que adquirimos consciencia de lo que nos parece ser una existencia inconsciente o dolorosa o una consciencia sin ananda. De hecho, sin esta separación entre ellos en nuestra experiencia, el dolor, la ignorancia, la mentira, la muerte y eso que denominamos inconsciencia no se podrían haber manifestado; esta evolución de una consciencia limitada y sufriente surgiendo de la nesciencia universal de la Materia no habría podido tener lugar.







CAPÍTULO III

SUMISIÓN Y APERTURA



Todo el principio de este Yoga consiste en darse enteramente al Divino solamente y a nada ni a nadie más, y hacer descender hasta nosotros por medio de la unión con la Madre Divina toda la luz, el poder, la inmensidad, la paz, la pureza, la Consciencia-Verdad y el ananda trascendentes del Divino Supramental.

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Radha es la personificación del amor absoluto al Divino, amor total e integral de todas las partes del ser desde las partes espirituales más elevadas hasta las físicas, que conduce a la entrega absoluta y a la consagración total de todo el ser y hace descender el ananda supremo al cuerpo y a la naturaleza más material.

La pureza consiste en no aceptar ninguna otra influencia que no sea la influencia del Divino.

La fidelidad consiste en no admitir ni manifestar ningún otro movimiento que los movimientos inspirados y guiados por el Divino.

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Ser sincero significa elevar todos los movimientos del ser hasta el nivel de la consciencia y la realización más altos que uno haya alcanzado ya.

La sinceridad exige la unificación y la armonización de la totalidad del ser en todas sus partes y en todos sus movimientos alrededor de la Voluntad Divina central.

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El Divino se da a los que se dan a sí mismo al Divino sin reservas y en todas sus partes. Para ellos la calma, la luz, el poder, la bienaventuranza, la libertad, la inmensidad, las cumbres del conocimiento, los océanos del ananda.

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Hablar de sumisión o tener una mera idea o un tibio deseo de consagración integral no es suficiente; ha de haber una voluntad y un esfuerzo decididos para una total y radical transformación.

No es adoptando simplemente una actitud mental como puede conseguirse esto ni tampoco en virtud de un cierto número de experiencias interiores que dejan al hombre exterior tal cual es. Es este hombre exterior el que debe abrirse, entregarse y transformarse. El menor de sus movimientos, de sus hábitos y de sus actos ha de ser sometido, visto, presentado, expuesto a la Luz divina, ofrecido a la Fuerza divina para que sus viejas formas y motivos sean destruidos y la Verdad divina y la acción de la consciencia transformadora de la Madre Divina ocupen su lugar.

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No tiene mucho sentido espiritual el hecho de mantenerse abierto a la Madre si se rehúsa la sumisión. La autoentrega o sumisión es una exigencia para quienes practican este Yoga, porque sin esta sumisión progresiva del ser es completamente imposible acercarse siquiera un poco al objetivo. Mantenerse abierto significa pedir a la Fuerza de la Madre que penetre y ejerza su acción en ti, y si no te sometes a ella quiere decir que no le das a la Fuerza la menor oportunidad de trabajar en ti o que sólo le permites actuar de la forma que tú quieres y no según su propia manera que es al de la Verdad Divina. Una tendencia de este género procede generalmente de algún Poder adverso o de algún elemento egoísta de la mente o del vital que quiere la Gracia o la Fuerza, pero sólo con el fin de utilizarla para sus propios designios, y que no quiere vivir para el Designio Divino; lo que quiere es sacar del Divino todo lo que pueda obtener, pero no darse a sí mismo al Divino. El alma, el ser verdadero, por el contrario, se dirige hacia el Divino y no sólo tiene buena voluntad sino también el ansia y el gozo de entregarse.

En este Yoga se presupone una meta que está más allá de cualquier cultura idealista mental. Las ideas y los ideales pertenecen a la mente y no son más que medias verdades; la mente además se contenta frecuentemente teniendo simplemente un ideal, plenamente satisfecha con el placer de idealizar, mientras que la vida permanece siempre igual, sin transformar o modificada un poco solamente y más que nada en apariencia. El buscador espiritual no abandona su esfuerzo por conseguir la realización espiritual al sentirse satisfecho con una mera idealización. No idealizar, sino o realizar la Verdad Divina es siempre su propósito, bien sea en el más allá o también en esta vida. Y en este último caso es necesario transformar la mente y la vida, lo cual no se puede conseguir sin someterse a la acción de la Fuerza Divina, a la acción de la Madre.

La búsqueda del Impersonal es el camino de los que quieren retirarse de la vida; generalmente tratan de alcanzar su objetivo por su propio esfuerzo, no abriéndose a un Poder superior o por la vía de la entrega o don de sí; porque el Impersonal no es algo que guíe o que ayude, sino algo que hay que alcanzar y deja que cada hombre lo alcance según la manera y la capad dad de su naturaleza. Por otro lado, a través de la apertura y el don de sí a la Madre puedes realizar el Impersonal y además todos los demás aspectos de la Verdad.

La sumisión o don de sí debe ser necesariamente progresiva. Nadie puede efectuar una sumisión completa desde el comienzo: así pues es completamente natural que al contemplar tu interior constates su ausencia. Lo cual no es una razón por la que no debas aceptar el principio de la sumisión y no la lleves a término con perseverancia, paso a paso, de un ámbito a otro, aplicándola sucesivamente a todas las partes de la naturaleza.

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En los primeros tiempos de la sadhana -y al decir primeros tiempos no me refiero a un breve periodo- el esfuerzo es indispensable. Tienes que someterte, indudablemente; pero la sumisión o don-de-sí es algo que no se consigue en un día. La mente tiene sus ideas y se adhiere a ellas; el vital humano se resiste a la sumisión, porque lo que denomina sumisión en los comienzos es un especie dudosa de autoentrega que comporta una exigencia; la consciencia física es como una piedra y lo que entiende por sumisión a menudo no es nada más que inercia. Únicamente el ser psíquico sabe como someterse y el psíquico está en general sumamente velado en los comienzos. Cuando el psíquico se despierta, puede producirse un don de sí súbito y verdadero de la totalidad del ser, pues la dificultad que presenta el resto es rápidamente superada y desaparece. Pero hasta llegar a este punto el esfuerzo es indispensable. O al menos es necesario hasta que la Fuerza de lo alto descienda al ser inundándolo y asuma la sadhana, la haga ella por ti cada vez más y la deje cada vez menos en manos de tu esfuerzo individual; pero incluso en este caso, si no el esfuerzo, al menos la aspiración y la vigilancia son necesarias hasta que la posesión de la mente, la voluntad, la vida y el cuerpo por el Poder Divino sea completa. He tratado este asunto, creo, en uno de los capítulos de «La Madre».

Por otro lado hay algunas personas que empiezan con una genuina y dinámica voluntad de entrega total. Son aquellas que están gobernadas por el ser psíquico o por una voluntad mental lúcida e iluminada que, habiendo aceptado de una vez para siempre la sumisión como la ley de la sadhana, no admite más ningún equívoco acerca de ella e insiste en que las otras partes del ser sigan su dirección. Aquí todavía hay esfuerzo; pero es tan fácil y espontáneo y se tiene de un modo tan claro la percepción de la acción de una Fuerza más grande detrás de sí que el sadhaka apenas se da cuenta de que hace un esfuerzo. Por el contrario, cuando existe en la mente o en el vital una determinación de conservar su voluntad autónoma, una resistencia a renunciar a su independencia de movimientos, tiene que haber lucha y esfuerzo hasta que sea abatido el muro que separa el instrumento que está al frente y la Divinidad situada detrás o encima de él. No se puede dar ninguna regla que sea aplicable indistintamente a todo el mundo; las variaciones de la naturaleza humana son demasiado grandes para que una sola regla unívoca sirva para todos los casos.

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Hay un estado en el cual el sadhaka es consciente de la Fuerza Divina trabajando en él o al menos de sus resultados y no obstruye su descenso o su acción con sus propias actividades mentales, su agitación vital o su oscuridad e inercia físicas. Es la apertura al Divino. La ofrenda de sí es el mejor camino para la apertura; pero la aspiración y el sosiego pueden conducir a ella hasta un cierto punto en tanto no se haya producido el don-de-sí o sumisión. El don-de-sí significa consagrar todo lo que hay en tu ser al Divino, ofrecerle todo lo que eres y todo lo que tienes, no insistir en tus ideas, tus deseos, tus hábitos, etc., sino permitir a la Verdad divina que los sustituya en todas partes por su conocimiento, su voluntad y su acción.

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Mantente siempre en contacto con la Fuerza Divina. Lo mejor para ti es hacer simplemente eso y dejar que la Fuerza haga su obra; en donde sea necesario, se apoderará de las energías inferiores y las purificará; en otras ocasiones te vaciará de ellas y te llenará de Ella misma. Pero si dejas que tu mente tome el mando y discuta y decida lo que hay que hacer, perderás el contacto con la Fuerza Divina y las energías inferiores empezarán a actuar a su antojo y todo será confusión y movimiento falso.

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Sólo entonces puede el ser psíquico abrirse plenamente, cuando el sadhaka se ha desembarazado de las motivaciones vitales que se mezclan con su sadhana y es capaz de hacer una ofrenda-de-sí simple y sincera a la Madre. Si hay alguna clase de tendencia egoísta o falta de sinceridad en la motivación, si el Yoga se hace bajo la presión de las exigencias vitales, o en parte o únicamente, para satisfacer alguna ambición espiritual o de cualquier otro tipo, por orgullo, vanidad, búsqueda de poder, posición o influencia sobre los demás, o bien bajo el impulso del deseo de satisfacer un apetito vital cualquiera con la ayuda de la fuerza yóguica, entonces el psíquico no puede abrirse, o se abre sólo parcialmente o de vez en cuando y se cierra de nuevo porque es velado por las actividades del vital; la llama psíquica se extingue, asfixiada por la humareda vital. La misma incapacidad aparece igualmente si la mente asume la parte rectora del Yoga y empuja el alma interior hacia el fondo, o si la bhakti o los otros movimientos de la sadhana adoptan una forma más vital que psíquica. La pureza, una sinceridad simple y la capacidad de darse sin egoísmo ni reserva, sin pretensiones ni exigencias, son las condiciones necesarias para que el ser psíquico pueda abrirse plenamente.

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Secar el corazón no forma parte de este Yoga; pero las emociones deben ser dirigidas hacia el Divino. Puede haber cortos periodos durante los cuales el corazón esté sosegado, alejado de los sentimientos ordinarios y esperando el influjo de lo alto; pero tales estados no son estados de sequedad sino de silencio y de paz. El corazón en este Yoga ha de ser en realidad el centro principal de concentración hasta que la consciencia se eleve hacia lo alto.
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Todo apego es un impedimento para la sadhana. Has de tener buena voluntad hacia todos, afecto psíquico para todos, pero no apego vital.

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El amor del sadhaka debe ser al Divino. Sólo cuando tiene plenamente ese amor puede el sadhaka amar a los demás con amor verdadero.

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No hay razón por la que no debas recibir a través del intelecto, lo mismo que puedes recibir a través del ser vital, del emocional y del cuerpo. El intelecto es tan capaz de recibir como las demás partes del ser y, puesto que ha de ser transformado como el resto, es menester que sea entrenado para recibir. De otra manera no sería posible que se realizara en él ninguna transformación.

Es la actividad ordinaria del intelecto no iluminado aún lo que constituye un obstáculo para la experiencia espiritual, del mismo modo que es un obstáculo la ordinaria y todavía no regenerada actividad del ser vital o la oscura y estúpidamente obstructora consciencia del cuerpo. De lo primero que ha de estar especialmente prevenido el sadhaka en los procesos defectuosos del intelecto es de no confundir ciertas ideas e impresiones mentales o conclusiones intelectuales con una realización; en segundo lugar, de la agitada actividad simplemente mental que perturba la precisión espontánea de la experiencia psíquica y espiritual e impide el descenso del verdadero conocimiento iluminador o lo deforma desde el instante en que toca el plano mental humano o incluso antes de que lo toque plenamente. Hay también por supuesto los vicios habituales del intelecto: su inclinación por la duda estéril en vez de una recepción luminosa y un tranquilo discernimiento clarividente; su orgullosa tendencia a juzgar, según los criterios sacados de su propia experiencia limitada, cosas que están más allá de su capacidad, que le son desconocidas, demasiado profundas para él; sus tentativas de explicar lo suprafísico por medio de lo físico; su insistencia en querer la prueba de las cosas superiores y ocultas según los criterios propios de la Materia y de la mente en la Materia; y otros muchos demasiado numerosos para enumerarlos aquí. El intelecto está siempre sustituyendo al conocimiento verdadero con sus propias representaciones, construcciones y opiniones. Pero si el intelecto se somete, se abre, se aquieta y se torna receptivo, no hay ninguna razón para que no sea un medio de recepción de la luz o una ayuda para la experiencia de los estados espirituales y para la plenitud de la transformación interior.

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El tumulto de la actividad mental (intelectual) ha de ser también reducido al silencio, como la actividad vital del deseo, a fin de que la calma y la paz puedan ser completas. El conocimiento tiene que venir -pero de lo alto. En esta calma las características mentales ordinarias lo mismo que las actividades vitales ordinarias se tornan movimientos superficiales con los cuales el ser interior silencioso no tiene conexión. Es la liberación necesaria para que el conocimiento verdadero y la verdadera actividad-de-la-vida puedan reemplazar o transformar las actividades de la Ignorancia.

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El alma, el ser psíquico, está en contacto directo con la Verdad divina, pero en el hombre el alma está escondida detrás de la mente, del ser vital y de la naturaleza física. Se puede practicar el Yoga y conseguir iluminaciones en la mente y en la razón; se puede adquirir poder y gozar de toda suerte de experiencias en el vital; se pueden incluso obtener sorprendentes siddhis físicos; pero si el verdadero poder-del-alma que está detrás no se manifiesta, si la naturaleza psíquica no pasa al primer plano, nada genuino ha sido realizado. En este Yoga el ser psíquico es lo que abre el resto de la naturaleza a la verdadera luz supramental y finalmente al ananda supremo. La mente puede abrirse por sí misma a sus propias regiones superiores; puede silenciarse a sí misma y expandirse en el Impersonal; puede también espiritualizarse en una especie de liberación estática o nirvana; pero el Supramental no puede hallar una base suficiente en la sola mente espiritualizada. Si el alma más recóndita se despierta, si hay un nuevo nacimiento que trascendiendo la simple consciencia mental, vital y física, se manifiesta en la consciencia psíquica, entonces se puede practicar este Yoga; de otro modo (por el poder mental solamente o de cualquier otra parte) es imposible... Si se rehúsa el nuevo nacimiento psíquico, si se niega uno a convertirse en el niño recién nacido de la Madre, debido al apego al conocimiento intelectual o a las ideas mentales o a algún deseo vital, entonces la sadhana está predestinada al fracaso.

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He dicho que la vía más decisiva para que la Paz y el Silencio puedan venir es un descenso desde lo alto. De hecho, realmente -aunque no siempre ostensiblemente- siempre es así como vienen; no siempre de manera ostensible, porque el sadhaka no siempre se da cuenta del progreso; siente que la paz se establece o al menos se manifiesta en él, pero no tiene consciencia de cómo ni de dónde ha venido. No obstante la verdad es que todo lo que pertenece a la consciencia superior viene de lo alto, no sólo la paz y el silencio espirituales, sino también la Luz, el Poder, el Conocimiento, la visión y el pensamiento superiores, el ananda. Todo eso puede también hasta cierto punto, venir del interior, pero lo que en realidad sucede entonces es que el ser psíquico está directamente abierto a estas cosas y que éstas descienden primero al psíquico y se revelan después al resto del ser, bien sea emergiendo del psíquico o bien situándose este último al frente. Una revelación interior o un descenso desde lo alto, éstas son las dos vías soberanas del siddhi del Yoga. Un esfuerzo de la mente exterior de superficie o de las emociones, un tapasya de algún tipo pueden dar la impresión de promover alguna de estas realizaciones, pero los resultados son generalmente inciertos y fragmentarios, comparados con los resultados de estas dos vías radicales. Esa es la razón por la cual en este Yoga insistimos siempre en la necesidad de «abrirse» para que la sadhana dé sus frutos, es decir, de abrir hacia dentro la mente, el vital y el físico interiores, hacia la parte más recóndita en nosotros -el ser psíquico- y abrirnos también hacia lo alto, hacia lo que está por encima de la mente.

La razón fundamental de esto es que esta pequeña mente, este pequeño vital y este pequeño cuerpo que denominamos nosotros mismos no es más que un movimiento de la superficie y de ninguna manera nuestro ser verdadero. Es una pequeña parte exterior de personalidad situada al frente durante una breve existencia, para el juego de la Ignorancia. Está provista de una mente ignorante que busca vacilante fragmentos de verdad, de un vital ignorante que corre de aquí para allá buscando fragmentos de placer, de un físico oscuro y en su mayor parte subconsciente que recibe los impactos de las cosas y que sufre, más bien que posee, el dolor y el placer resultantes. Todo eso es aceptado hasta que la mente deja de interesarle y comienza a buscar la Verdad real de sí misma y de las cosas, el ser vital se aburre y comienza a preguntarse si no existe alguna cosa que sea la verdadera felicidad y el físico se cansa de todo y quiere ser liberado de sí mismo y de sus dolores y de sus placeres. Entonces este ignorante fragmento de personalidad puede retornar a su Ser-Esencial verdadero y con él a estas realizaciones más vastas, o bien a la extinción de sí mismo, al nirvana.

El Ser-en-Sí real(1) no está en ninguna parte de la superficie, sino profundamente en el interior y en lo alto. En el interior es el alma que sostiene la mente interior y el físico interior, en la que existe la capacidad de una vastedad universal y puede además proporcionarnos las cosas que ahora estamos buscando: contacto directo con la verdad del ser y de las cosas, percepción de una bienaventuranza universal, liberación de la aprisionada pequeñez y de los sufrimientos del cuerpo físico denso(2). Incluso en Europa se admite hoy en día, muy frecuentemente, la existencia de alguna cosa detrás de la superficie, pero se equivocan sobre su naturaleza y lo denominan «subconsciente» o «subliminal», cuando en realidad es muy consciente a su manera y no es subliminal sino solamente algo que está detrás del velo. Según nuestra psicología, el Ser-en-Sí o Ser verdadero está conectado con nuestra pequeña personalidad exterior por determinados centros de consciencia que se nos revelan por medio del Yoga. Una pequeña parte solamente de nuestro ser interior pasa a través de estos centros a la vida exterior, pero esa pequeña parte constituye lo mejor de nosotros mismos y a ella debemos el arte, la poesía, la filosofía, los ideales, las aspiraciones religiosas, los esfuerzos en pro del conocimiento y la perfección. Pero los centros interiores están en su mayor parte cerrados o dormidos; abrirlos y hacer que estén despiertos y activos es uno de los objetivos del Yoga. A medida que éstos se abren, los poderes y las posibilidades del ser interior se animan también en nosotros; despertamos primero a una consciencia más vasta y después a una consciencia cósmica; dejamos de ser pequeñas personalidades separadas con vidas limitadas; nos convertimos en centros de una acción universal, en contacto directo con fuerzas cósmicas. Es más, en vez de ser involuntariamente juguetes de esas fuerzas como lo es la personalidad de la superficie, podamos llegar a ser conscientes y dueños del juego de la naturaleza, hasta un punto que dependerá del desarrollo del ser interior y de su apertura a los niveles espirituales superiores. Al propio tiempo la apertura del centro del corazón libera al ser psíquico que nos hace tornar conscientes de la presencia del Divino en nuestro interior y de la Verdad superior por encima de nosotros.

Porque el Ser espiritual supremo no está ni siquiera detrás de nuestra personalidad y existencia corporal sino encima, y la excede por completo. El más elevado de los centros interiores está situado en la cabeza, en tanto que el más profundo está situado en el corazón; pero el centro que se abre directamente al Ser Verdadero o Espíritu está encima de la cabeza, completamente fuera del cuerpo físico, en lo que se denomina el cuerpo sutil, suksma sarira. Este Ser-en-Sí tiene dos aspectos y los resultados de su realización corresponden a estos dos aspectos. Uno es estático, un estado de inmensa paz, libertad y silencio; el Ser-en-Sí silente no es afectado por ninguna acción o experiencia; las sostiene con imparcialidad pero no parece de ningún modo engendrarlas, sino más bien mantenerse detrás desapegado o indiferente, udasina. El otro aspecto es dinámico y es percibido como un Ser o Espíritu cósmico que no sólo sostiene, sino que engendra y contiene también toda la acción cósmica -no sólo la parte de esta acción que concierne a nuestro ser físico sino también todo lo que está más allá de él -este mundo y todos los demás mundos, tanto los dominios suprafísicos como los dominios físicos del universo. Además percibimos que este Ser es una en todo; pero lo sentimos también por encima de todo, trascendente, más allá de cualquier nacimiento individual o existencia cósmica. Entrar en este Ser-en-Sí o Espíritu universal -uno en todo- es estar liberado del ego; el ego entonces o bien se convierte en una simple circunstancia instrumental de la consciencia o bien desaparece incluso de nuestra consciencia por completo. Esto último es la extinción o nirvana del ego. Penetrar en el Ser-en-Sí trascendente, por encima de todo, nos hace capaces de trascender completamente incluso la misma consciencia y acción cósmicas: ésta puede ser la vía hacia esa liberación completa de la existencia en el mundo que se denomina también extinción, laya, moksha, nirvana.

Hay que advertir sin embargo que la paz, el silencio y el nirvana no son necesariamente el único resultado de la apertura hacia lo alto. El sadhaka se torna consciente no sólo de una paz, de una amplitud, de un silencio inmensos -finalmente infinitos- por encima de él, por encima de su cabeza, por así decirlo y extendiéndose por todo el espacio físico y suprafísico, sino que puede también tornarse consciente otras cosas: de una Fuerza inmensa en la que está todo poder, una Luz inmensa en la que está todo conocimiento, un ananda inmenso en el que están toda bienaventuranza y todo éxtasis. Al principio esas cosas aparecen como algo esencial, indeterminado, absoluto, simple, kevala: parece posible un nirvana en cualquiera de estas cosas. Pero podemos llegar a ver también que esta Fuerza contiene todas las fuerzas, esta Luz todas las luces, este ananda todo el gozo y toda la bienaventuranza posibles. Y todo eso puede descender hasta nosotros. Todas esas cosas y no solamente la paz pueden descender hasta nosotros, por separado o simultáneamente; pero lo más prudente es hacer descender primero una calma y una paz absolutas, porque eso da más seguridad al descenso del resto; de otra manera puede ser difícil para la naturaleza exterior contener o soportar tanta Fuerza, Luz, Conocimiento o ananda. El conjunto de todas esas cosas constituye lo que llamamos la consciencia espiritual superior o Consciencia Divina. La apertura psíquica a través del corazón nos pone primordialmente en contacto con el Divino individual, el Divino en su relación interior con nosotros; ésta es especialmente la fuente del amor y la bhakti. La apertura hacia lo alto nos pone en relación directa con el Divino integral y puede crear en nosotros la consciencia divina y un nuevo nacimiento o nuevos nacimientos del espíritu.

Una vez establecida la Paz, esta Fuerza superior o divina procedente de lo alto puede descender y trabajar en nosotros. Generalmente desciende primero a la cabeza y libera los centros de la mente interior, después al centro del corazón y libera completamente el ser psíquico y el ser emocional, después al ombligo y a los otros centros del vital y libera el vital interior, después al muladhara y por debajo de él y libera el ser físico interior. Trabaja tanto para el perfeccionamiento como para la liberación; toma la naturaleza entera el elemento por elemento y la trata, rechazando todo lo que tiene que ser rechazado, sublimando lo que tiene que ser sublimado, creando lo que tiene que ser creado. Integra, armoniza, establece un nuevo ritmo en la naturaleza. Puede también hacer descender una fuerza y un ámbito cada vez más elevados de la naturaleza superior, hasta que resulta posible, si tal es el propósito de la sadhana, promover el descenso de 1 a fuerza y la existencia supramentales. Todo esto es preparado, facilitado y sostenido por la acción del ser psíquico en el centro del corazón; cuanto más abierto, más al frente y activo esté, más rápido, seguro y fácil será el trabajo de la Fuerza. Cuanto más crecen en el corazón el amor, la bhakti y el don-de-sí, más rápida y perfecta es la evolución de la sadhana. Porque el descenso y la transformación implican al mismo tiempo una unión y un contacto crecientes con el Divino.

Tal es el análisis fundamental de la sadhana. Es evidente que las dos cosas más importantes aquí son la apertura del centro del corazón y la apertura de los centros de la mente a todo lo que esté detrás y por encima de ellos. Porque el corazón se abre al ser psíquico y los centros de la mente se abren a la consciencia superior y el nexo entre el ser psíquico y la consciencia superior es el medio principal para la consecución del «siddhi». La primera apertura se efectúa mediante una concentración en el corazón, una llamada al Divino para que se manifieste, dentro de nosotros y para que, a través del ser psíquico, asuma toda nuestra naturaleza y la dirija. La aspiración, la adoración, la bhakti, el amor, el don-de-sí son los soportes principales de esta parte de la sadhana, acompañados de un rechazamiento de todo lo que obstaculiza el sendero que conduce a lo que aspiramos. La segunda apertura se efectúa mediante una concentración de la consciencia en la cabeza (después, encima de ella) y una aspiración y una llamada y una voluntad sostenida para hacer descender al ser la Paz, el Poder, la Luz, el Conocimiento el ananda divinos; primero la Paz, o la Paz y la Fuerza la vez. Algunos en realidad reciben primero la Luz o el ananda o son súbitamente invadidos por el Conocimiento. Otros experimentan primero una apertura que les revela un Silencio, una Fuerza, una Luz o una Bienaventuranza inmensos, infinitos, por encima de ellos, y después o bien ascienden ellos hasta eso o estas cosas comienzan a descender hasta la naturaleza inferior. En otros casos hay, bien sea un descenso, primero a la cabeza, luego hasta el nivel del corazón, después hasta el ombligo y por debajo y a través de todo el cuerpo, o bien una apertura inexplicable -sin ninguna sensación de descenso- de paz, de luz, de inmensidad o de poder, o bien una apertura horizontal a la consciencia cósmica o una irrupción de conocimiento en una mente súbitamente potenciada.

Todo lo que venga tiene que ser bien acogido -porque no hay ninguna regla absoluta aplicable a todos- pero si no es la paz lo primero que viene, hay que tener cuidado de no infatuarse por una exaltación vanidosa o perder el equilibrio. De todas maneras, el movimiento capital se produce cuando la shakti o Fuerza Divina, el poder de la Madre, desciende y toma el control, porque entonces la organización de la consciencia comienza y la base del Yoga se torna más vasta.

El resultado de la concentración generalmente no es inmediato, aunque en ciertas personas aparezca brusca y rápidamente; pero la mayoría pasa por un tiempo más o menos largo de adaptación o de preparación, especialmente si la naturaleza no ha sido preparada ya hasta cierto punto por la aspiración y el tapasya. La obtención de resultados puede ser facilitada algunas veces asociando a l a concentración alguno de los procesos del antiguo Yoga. Hay el método adwaita del camino del conocimiento que consiste en rechazar la identificación de uno mismo con la mente, el vital y el cuerpo, diciendo constantemente: «yo no soy la mente, yo no soy el vital, yo no soy el cuerpo», contemplando estas cosas como algo separado de nuestro ser verdadero; al cabo de un cierto tiempo uno advierte que todas las actividades mentales, vitales y corporales y hasta la percepción misma de la mente, del vital y del cuerpo, se exteriorizan y se convierten en algo que está fuera de uno, mientras que en el interior y desapegado de ellos, crece la presencia de un ser distinto y autoexistente que se abre a la realización del espíritu cósmico y trascendente. Hay también el método -un método muy poderoso- de los sankhyas que se basa en la separación del purusha y de la prakriti. Se impone a la mente la posición de testigo: toda acción de la mente, del vital y del físico se convierte en un juego exterior que no es yo ni es mío, sino de la Naturaleza y que ha sido impuesto a un yo exterior a mi verdadero ser; yo soy purusha, el testigo; soy silencioso, desapegado, no atado por ninguna de estas cosas. Como consecuencia de esto se produce una división en el ser; el sadhaka siente crecer en su interior una consciencia distinta, tranquila y silenciosa, que se percibe a sí misma como una cosa completamente separada del juego superficial de la Naturaleza mental, vital y física. Normalmente, cuando eso sucede, es posible hacer descender muy rápidamente la paz de la consciencia superior y la acción de la Fuerza superior y el pleno movimiento del Yoga. Pero a menudo la Fuerza misma desciende en primer lugar como respuesta a la concentración y a la llamada y entonces, si estos procesos son necesarios, los efectúa ella misma o emplea cualquier otro medio o procedimiento que sea útil o indispensable.

Otra cosa más. En este proceso de descenso de lo alto y de desarrollo de la sadhana es sumamente importante no confiar exclusivamente en sí mismo, sino en la dirección del Guru y someter todo lo que suceda a su juicio, arbitrio y decisión. Porque sucede a menudo que las fuerzas de la naturaleza inferior resultan estimuladas y excitadas por el descenso y quieren mezclarse con él y desviarlo para beneficio propio. Ocurre también con frecuencia que algún Poder o algunos Poderes de naturaleza no divina se quieren hacer pasar por la Madre Divina y exigen al ser servicio y sumisión. Si uno consiente eso, las con secuencias son desastrosas en extremo. Si el sadhaka verdaderamente sólo da su consentimiento a la acción del Divino y se somete o se entrega a su dirección, entonces todo puede desarrollarse suavemente. Este consentimiento y la repulsa de todas las fuerzas egoístas o de las fuerzas que complacen al ego son la salvaguardia del sadhaka durante todo el proceso de la sadhana. Pero los senderos de la naturaleza están llenos de celadas, los disfraces del ego son innumerables, los engaños de los Poderes de las Tinieblas, rakshasi maya, son extraordinariamente hábiles; la razón es un guía insuficiente y a menudo nos traiciona; el deseo vital nos acompaña siempre y nos incita a que sigamos cualquier insinuación seductora. Por esta razón en este Yoga insistimos tanto en lo que llamamos samarpana, que se traduce al español aunque insuficientemente con las palabras don-de-sí, entrega o sumisión.

Si el centro del corazón está plenamente abierto y el psíquico mantiene siempre el control, no hay ningún problema; todo está a salvo. Pero el ser psíquico puede en cualquier momento ser velado por una ola procedente de los ámbitos inferiores. Pocos son los que están exentos de estos peligros y son precisamente aquellos a quienes la sumisión es fácil. En esta difícil empresa la dirección de alguien que sea él mismo por identificación el Divino o que lo represente, es imperativa e indispensable.

Lo que he escrito hasta aquí puede ayudarte a formar una idea clara de lo que entiendo por el proceso central del Yoga. He escrito con alguna extensión, pero evidentemente no he podido tratar más que las cosas fundamentales. Todo lo que pertenece al ámbito de las circunstancias y de los detalles deberá surgir a medida que uno elabora el método, o más bien que el método se elabora a sí mismo; porque esto último es lo que ocurre generalmente cuando comienza realmente la acción de la sadhana.

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Pasemos ahora a la concentración. Generalmente la consciencia se extiende por todas partes, se dispersa y corre en todas las direcciones, tras de este sujeto o de aquel objeto sin limitación. Cuando hay que hacer algo de carácter sostenido lo primero que se hace es recoger toda esta consciencia dispersa y concentrarse. Entonces, si se mira atentamente, la consciencia está forzosamente concentrada en un solo sitio y centrada en una sola ocupación, sujeto u objeto; como ocurre cuando compones un poema o un botánico estudia una flor. El sitio generalmente es alguna parte del cerebro o del corazón, según se concentre uno en el pensamiento o en el sentimiento. La concentración yóguica es simplemente una extensión y una intensificación de la misma operación. El objeto de la polarización puede ser una cosa, como cuando se hace tratak sobre un punto brillante. Entonces has de polarizar o focalizar la consciencia de tal modo que no vea más que ese punto y que no tenga más pensamiento que ese. Puede ser una idea, o una palabra o un nombre: la idea del Divino, la palabra OM, el nombre de Krishna, o la combinación de una idea y una palabra o de una idea y un nombre. Pero cuando estás más adelantado en el Yoga puedes concentrarte también en un sitio determinado. Hay la famosa regla de concentrarse entre las cejas, donde está situado el centro de la mente interior, de la visión oculta y de la voluntad. El procedimiento que se sigue consiste en pensar fijamente desde allí en el objeto elegido para la concentración, o bien en tratar de ver desde allí la imagen del citado objeto. Si logras hacerlo, al cabo de un tiempo adviertes que la totalidad de tu consciencia está centrada en ese sitio; de momento, por supuesto. Después de haberlo hecho durante algún tiempo y con frecuencia, resulta fácil y normal.

Confío que esto esté claro. Pues bien, en este Yoga se hace lo mismo, no necesariamente en este sitio en particular entre las cejas, sino en cualquier parte de la cabeza o en la parte central del pecho en donde los fisiólogos han situado el plexo cardíaco. Al concentrarte en la cabeza en lugar de polarizar la atención en una cosa, has de focalizar la consciencia en una voluntad, en una llamada para que descienda la paz de lo alto o, como hacen algunos, para que se abra la barrera invisible y la consciencia se eleve hacia las alturas. En el centro del corazón el objeto de la concentración ha de ser la aspiración a una apertura, a la presencia de la imagen viviente del Divino en el corazón o cualquier otra cosa que sea nuestro objetivo. Puede utilizarse el «Japa» (la repetición) de un nombre, pero, en este caso, la concentración debe dirigirse también a este nombre y éste tiene que repetirse por sí mismo en el centro del corazón. Cabe preguntar que ocurre con el resto de la consciencia cuando se hace esta clase de concentración local. Pues bien, ésta se sumerge en el silencio como en cualquier concentración o, de no ser así, los pensamientos o las cosas pueden ir y venir, como si estuvieran en el exterior, pero la parte concentrada no los atiende o no los advierte. Eso acontece cuando la concentración es razonablemente efectiva.

No es conveniente fatigarse al principio con largas concentraciones si no se está acostumbrado a ellas, porque en una mente cansada pierden su poder y su valor. En este caso puedes relajarte y meditar en vez de concentrarte. Sólo cuando la concentración se torna una cosa normal puedes prolongarla progresivamente cada vez más.



NOTAS:

1. El Ser-en-Sí, el Ser esencial o Espíritu (atman o jivatman) (Nota del tr.)
2. en contraposición al físico sutil. (Nota del tr.)







CAPÍTULO IV

TRABAJO


Penetrar enteramente en el interior de uno mismo para tener experiencias y descuidar el trabajo, la consciencia exterior, es estar desequilibrado, excesivamente inclinado hacia una parte de la sadhana; porque nuestro Yoga es integral. Así mismo, lanzarse hacia afuera y vivir únicamente en el ser exterior es también estar desequilibrado, demasiado inclinado hacia un lado de la sadhana. Hay que tener la misma consciencia en la experiencia interior que en la acción exterior y hacer que ambas estén llenas de la Madre.

***

Proseguir el trabajo ayuda a mantener el equilibrio entre la experiencia interior y el desarrollo exterior; de otro modo se corre el riesgo de promover un desarrollo unilateral y una (alta de equilibrio y de mesura. Por otra parte, es necesario proseguir la sadhana del trabajo por el Divino porque al final esta permite al sadhaka transferir los progresos interiores a la naturaleza y la vida exteriores y contribuye a la integridad de la sadhana.

***

Todo depende del estado interior; la condición exterior es útil solamente como un medio y una ayuda para expresar o confirmar el estado interior y tornarlo dinámico y efectivo. Si haces o dices una cosa con el psíquico predominante o con el contacto interior apropiado, será eficaz; si haces o dices la misma cosa por un impulso mental o vital o sumido en una atmósfera mala o impura, puede resultar completamente ineficaz. Para hacer la cosa verdadera de una manera verdadera en cada caso y a cada momento es menester estar en la consciencia verdadera; no se puede hacer siguiendo una regla mental fija, porque ésta podría convenir en determinadas circunstancias y no convenir de ninguna manera en otras. Cabe establecer un principio general si éste está de acuerdo con la Verdad, pero su aplicación debe ser determinada por la consciencia interior que ve en cada caso lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. Esto es factible de una manera creciente si predomina el ser psíquico y si el ser está enteramente dirigido hacia la Madre y obedece al psíquico.

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No es suficiente una actitud general; hay que ofrecer cada trabajo a la Madre a fin de mantener siempre viva esta actitud. En el momento del trabajo no hay que meditar, porque eso apartaría la atención del trabajo, pero hay que tener presente constantemente la memoria de Aquel a quien se ofrece el trabajo. Esto no es más que una primera etapa; porque cuando puedas sentir constantemente la presencia de un ser interior tranquilo, concentrado en la percepción de la Presencia Divina en tanto que la mente-de-la-superficie realiza la acción o cuando puedas empezar a ser siempre consciente de que es la fuerza de la Madre la que está efectuando el trabajo y que tú no eres más que un canal o un instrumento, entonces en lugar de la memoria habrá comenzado la realización automática y constante del Yoga, la unión divina, en las obras.

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Las únicas obras que purifican espiritualmente son las que se efectúan sin ninguna motivación personal, sin el deseo de alcanzar la fama o el reconocimiento público o los honores mundanos, sin empeñarse en secundar las propias motivaciones mentales, las exigencias o concupiscencias vitales, o las preferencias físicas, sin vanidad, sin querer imponerse brutalmente ni buscar posición o prestigio; es el trabajo hecho solamente por amor al Divino y bajo el mandato del Divino. Toda acción hecha con espíritu egoísta, por buena que sea para el prójimo en el mundo de la Ignorancia, no es de ninguna utilidad para el buscador del Yoga.

En la vida ordinaria se trabaja para fines personales y para la satisfacción de los deseos bajo un control mental o moral, influido a veces por un ideal mental. El Yoga de la Gita consiste en ofrecer el trabajo propio como un sacrificio al Divino, en la conquista del deseo, en una acción desprovista de ego y de deseo, en vivir con bhakti por el Divino, en entrar en la consciencia cósmica, en sentir la unidad de uno con todas las criaturas y en unirse al Divino. Nuestro Yoga añade a todo esto el descenso de la Luz y de la Fuerza supramentales (lo que constituye su meta final) y la transformación de la naturaleza.
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La consagración de uno mismo no depende tanto de la clase de actividad que se hace como del espíritu con el que se realiza ésta, sea de la clase que sea. Cualquier trabajo correcta y cuidadosamente ejecutado como un sacrificio al Divino, sin deseo ni egoísmo, con un espíritu ecuánime y una imperturbable tranquilidad tanto en la buena como en la mala fortuna, hecho por amor al Divino y no por el afán de un beneficio, un premio o un resultado personal, con la consciencia de que es al Poder Divino a quien pertenece toda acción, es un medio de autoconsagración a través del karma.

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Incluso el trabajo más puramente físico y mecánico no se puede hacer de manera conveniente si se acepta la incapacidad, la inercia y la pasividad. El remedio no consiste en confinarse en un trabajo mecánico, sino en rechazar y librarse de la incapacidad, la pasividad y la inercia y abrirse a la fuerza de la Madre. Si la vanidad, la ambición y el amor propio obstaculizan tu camino, expúlsalos lejos de ti. No conseguirás desembarazarte de estas cosas esperando simplemente que desaparezcan. Si te limitas a esperar a que las cosas acontezcan, no hay ninguna razón por la cual tengan que ocurrir. Si es sin embargo la incapacidad y la debilidad lo que constituye un obstáculo, a medida que te vayas abriendo de un modo auténtico y creciente a la fuerza de la Madre, la energía y la capacidad necesarias para la acción te serán conferidas y se incrementarán en el adhar.
***

Los que trabajan para la Madre con toda sinceridad son preparados por este mismo trabajo para recibir la consciencia verdadera, aunque no se sienten para meditar ni sigan ninguna práctica determinada del Yoga. No es necesario decirte como tienes que meditar; todo lo que pueda ser útil llegará por sí mismo si en tu trabajo y en todo momento eres sincero y te mantienes abierto a la Madre.

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Abrirse en el trabajo significa lo mismo que abrirse a la consciencia. La misma Fuerza que actúa en tu consciencia durante la meditación y que disipa los nubarrones y la confusión siempre que te abres a ella, puede también encargarse de tu acción, no sólo haciendo que percibas los defectos de ésta, sino manteniéndote así mismo consciente de lo que debes hacer y dirigiendo tu mente y tus manos para ejecutarlo. Si te abres a ella en tu trabajo, empezarás a sentir su dirección cada vez más hasta que detrás de todas tus actividades advertirás la Fuerza de la Madre.

***

No hay ninguna etapa de la sadhana en la que el trabajo sea imposible, ningún paso en el sendero donde no exista un punto de apoyo y donde haya que renunciar a la acción porque sea incompatible con la concentración en el Divino. El punto de apoyo existe siempre; el punto de apoyo es la confianza en el Divino, la apertura del ser, de la voluntad, de las energías al Divino, la entrega y sometimiento al Divino. Todo trabajo hecho con este espíritu puede constituir un medio para la sadhana. Puede ser necesario para algún individuo determinado sumirse durante algún tiempo en la meditación e interrumpir su trabajo durante ese tiempo o no otorgarle más que una importancia secundaria; pero eso no puede darse más que en casos individuales y como un retiro temporal. Es más, una completa suspensión del trabajo y la retirada total en el interior de un mismo es raramente aconsejable; puede promover un estado excesivamente unilateral y visionario en el que vivas en una especie de mundo intermedio de experiencias puramente subjetivas, sin una base firme ni para la realidad exterior ni para la Realidad suprema y sin la utilización apropiada de la experiencia subjetiva para crear un firme vínculo y después la unificación entre la Realidad suprema y la realización exterior en la vida.

El trabajo puede ser de dos clases: el que es un campo de experiencias utilizado por la sadhana, para una progresiva armonización y transformación del ser y de sus actividades, y el que es una expresión realizada del Divino. Pero el momento de este tipo de actividad no llegará hasta que la Realización haya descendido plenamente a la consciencia terrestre; hasta entonces todo trabajo ha de constituir un campo de entrenamiento y una escuela de experiencia.

***

1. Nunca he puesto mi veto en contra de la bhakti. Y tampoco soy consciente de haber prohibido nunca la meditación. En mi Yoga he insistido tanto en la bhakti y el conocimiento como en las obras, aunque yo no haya dado a ninguna de éstas vías una importancia exclusiva como Shankara o Chaitanya.

2. La dificultad que experimentas o que cualquier sadhaka experimenta relativa a la sadhana no proviene en realidad de una oposición entre la meditación y la bhakti o el trabajo. La dificultad reside en la actitud que hay que adoptar, en el planteamiento o enfoque o como quieras llamarlo.

3. Si no puedes todavía acordarte continuamente del Divino cuando trabajas, eso no tiene gran importancia. De momento es suficiente que lo recuerdes y le consagres tu trabajo cuando vayas a iniciarlo y le des gracias al finalizarlo. O a lo sumo recordarlo también cuando haya una pausa. Tu método me parece más bien penoso y difícil; parece como si estuvieras tratando de recordar y de trabajar con una misma parte de la mente. Yo no se si eso es posible. Cuando se está recordando constantemente durante el trabajo (lo cual es factible), se hace generalmente con la parte posterior de la mente o bien es que se ha creado progresivamente una facultad de desdoblamiento del pensamiento o incluso un desdoblamiento de la consciencia: una parte frontal activa y otra en el interior que hace de testigo y que recuerda. Hay también otro sistema que fue el mío durante mucho tiempo; es un estado en el cual el trabajo se efectúa automáticamente y sin intervención del pensamiento personal o de la acción mental, mientras que la consciencia permanece silenciosa en el Divino. Este estado, sin embargo, no se obtiene tanto en virtud del esfuerzo como por una aspiración y una voluntad de consagración muy simples y constantes; o bien por un movimiento de la consciencia que separa el ser interior del ser instrumental. La aspiración y la voluntad de consagración pidiendo el descenso de una fuerza más grande que realice el trabajo es el método que proporciona mejores resultados, aunque algunos requieren mucho tiempo para alcanzarlo. Ese es el gran secreto de la sadhana, saber como conseguir que el Poder que está detrás o encima de nosotros haga las cosas, en lugar de hacerlo todo con el esfuerzo de nuestra mente. No quiero decir con eso que el esfuerzo de la mente sea innecesario o que no produzca ningún resultado; sólo quiero señalar que si la mente trata de hacerlo todo por sí misma, se entra por la senda de un esfuerzo laborioso y arduo para todos salvo para los atletas espirituales. Tampoco quiero indicar que el otro método satisfaga el natural anhelo de brevedad; como ya he dicho, el resultado puede hacerse esperar mucho tiempo. La paciencia y una firme resolución son cosas necesarias en cualquier método de sadhana.

La Fuerza está muy bien para los fuertes, pero la aspiración y la Gracia respondiendo a ella no son de ninguna manera mitos, son grandes realidades de la vida espiritual.

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Al decir trabajo no me refiero a una acción hecha en el ego y en la ignorancia, para la satisfacción del ego y bajo el impulso del deseo rajásico. No puede haber karma-yoga sin la voluntad de desembarazarse del ego, el rajas y el deseo, que son los sellos de la ignorancia.

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No me refiero a la filantropía, ni al servicio a la humanidad, ni a todas esas otras cosas -morales o idealistas- que en la mente humana sustituyen a la verdad más profunda del trabajo.

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Al decir trabajo me refiero a una acción hecha por el Divino; por el Divino solamente y por nada más. Naturalmente eso no es fácil al principio, como tampoco es fácil la meditación profunda y el Conocimiento iluminado o incluso el amor y la bhakti verdaderos. Pero al igual que las otras cosas el trabajo tiene que emprenderse con el espíritu y la actitud verdaderos, con la auténtica voluntad dentro de ti, y así lo demás vendrá por sí mismo.

Las obras realizadas con este espíritu son tan efectivas como la bhakti o la contemplación. Mediante el rechazamiento del deseo, el rajas y el ego, se obtiene un sosiego y una pureza en los que puede descender la Paz inefable; por medio de la consagración de la voluntad al Divino, por la inmersión de la voluntad propia en la Voluntad Divina se obtiene la extinción del ego y la expansión en la consciencia cósmica o bien el ascenso hasta lo que está por encima y más allá del cosmos; se experimenta la separación del purusha de la prakriti y se libera el ser de las cadenas de la naturaleza exterior; nos tornamos conscientes del ser interior y percibimos el ser exterior como un instrumento; nos percatamos de que el trabajo es ejecutado por la Fuerza universal y que el Ser-Esencial o purusha vigila u observa, pero permanece libre; nos damos cuenta de que todas las obras nos han sido sustraídas y son realizadas por la Madre universal o suprema o por el Poder Divino que controla y actúa desde detrás del corazón. Si sometemos constantemente toda nuestra voluntad y nuestras obras al Divino, el amor y la adoración se acrecientan y el ser psíquico se sitúa al frente. Ofreciéndose al Poder que está en lo alto, podemos llegar a sentirlo por encima de nosotros, ser conscientes de su descenso y percibir la apertura de nuestro ser a una consciencia y a un conocimiento crecientes. Finalmente, las obras, la bhakti y el conocimiento van juntos, y la perfección de uno mismo, lo que llamamos la transformación de la naturaleza, se toma posible.

Estos resultados no se producen ciertamente de una manera repentina; vienen de una manera más o menos lenta, más o menos completa según el estado del ser y su crecimiento. No existe un camino privilegiado que conduzca a la realización divina.

Éste es el karma-yoga expuesto en el Gita, tal como yo lo he desarrollado para la vida espiritual integral. No está fundamentado en especulaciones y razonamientos, sino en la experiencia. No excluye la meditación y ciertamente no excluye la bhakti, porque la ofrenda de sí al Divino, la consagración total de uno mismo al Divino que es la esencia de este karma-yoga es esencialmente un movimiento de bhakti. Sólo rechaza una meditación exclusiva que se aparte de la vida, o una bhakti emotiva encerrada en su propio sueño interior, tomadas como el movimiento total del Yoga. Puedes tener tus horas de absorción en la meditación pura o de inmóvil adoración y éxtasis interior; pero no constituyen la totalidad del Yoga integral.







APÉNDICE(1)



Pregunta: «La diferencia o contraste entre el Personal y el Impersonal es una verdad de la Sobremente (Overmind); no hay una verdad separada de ellos en la Supermente, ellos son inseparablemente uno». (P. 8)
Si esto se refiere al Divino Personal y el Impersonal, la cuestión de la diferencia difícilmente puede plantearse, porque el Divino Personal (es decir, el Avatar) no siempre está aquí. Es sólo en muy raras ocasiones que el Divino se convierte en el Avatar para venir a la tierra.

Respuesta: No entiendo lo que dices. El Divino Personal no significa el Avatar. Lo que yo dije era que la escisión entre los dos aspectos del Divino es una creación de la Sobremente que toma varios aspectos del Divino y los separa convirtiéndolos en entidades separadas. Así, separa Sat, Chit y Ananda, de tal modo que se forman tres aspectos separados diferentes entre sí. De hecho en la Realidad no hay ninguna separación, los tres aspectos están de tal modo fundidos entre sí, son de tal modo inseparablemente uno que constituyen una única realidad indivisible. Lo mismo acontece con el Divino Personal y el Impersonal, el Saguna y el Nirguna, el Brahmán Activo y el Silente En la Realidad no son aspectos opuestos e incompatibles. Lo que denominamos Personalidad y lo que denominamos Impersonalidad están inseparablemente fundidas conjuntamente en una única Verdad. En realidad la frase «fundidas conjuntamente» es incluso inexacta, porque estos aspectos nunca estuvieron separados de tal modo que hubiera que fundirlos. Todas las disputas acerca de la cuestión de si el Impersonal es la única auténtica verdad o si por el contrario la única verdad suprema es el Divino Personal son querellas creadas por la mente derivadas de este aspecto divisor de la Sobremente. A diferencia de la Mente la Sobremente no niega ninguno de los aspectos, los admite como aspectos de la Verdad Una, pero al separarlos da lugar a que surjan las disputas en la Mente, más limitada y dividida, porque la Mente no puede ver cómo dos contrarios pueden existir en una Verdad, cómo el Divino puede ser nirguno guni (2); no teniendo experiencia alguna de lo que existe detrás de las dos palabras toma cada una de ellas en un sentido absoluto. El Impersonal es Existencia, Consciencia, Bienaventuranza, no es una persona sino un estado. La Persona es el Existente, el Consciente, el Bienaventurado. La consciencia, la existencia, la bienaventuranza contempladas como cosas separadas no son más que estados de su ser. Pero en verdad los dos (el ser personal y el estado eterno) son inseparables y constituyen una sola realidad.

***

Pregunta: «Además el Divino múltiple es una realidad eterna anterior a la creación de aquí». (P. 27)

a) ¿Significa esto que las almas existían eternamente y separadamente del Brahmán? O dicho de otro modo, ¿Están el Jiva y el Brahmán eternamente separados, como en la Dwaitavada? De ser así, ¿no se corresponde eso con la idea del Jainismo y del Santhya de que hay una multitud de Purushas que existen eternamente?

b) La expresión «anterior a la creación» ¿se refiere a la creación que tiene lugar partiendo de la Supermente o simplemente a la creación material?

c) Si el Divino múltiple es una realidad eterna ¿no equivale eso a una pura Dwaitavada?

Respuesta: a) El Brahmán no es un uno matemático con la Multitud como una ilusión. Él es un Uno infinito con una multiplicidad infinita implicada en su Unicidad. Esto no es Dwaitavada, porque en la Dwaitavada la multitud está absolutamente diferenciada del Uno. En el Sankhya la Prakriti es una pero los Purushas son muchos; por tanto, esto no es Sankhya, ni, supongo, Jainismo, a no ser que el Jainismo fuera algo completamente distinto de lo que normalmente se dice que es.

b) La creación material o la creación universal en general.

c) Al contrario, es una Adwaitavada completa, más completa que la de Shankara que divide el Brahmán en dos principios incompatibles: el Brahmán y el universo de Maya que no es Brahmán y sin embargo de algún modo existe. En este punto de vista que es el de la Gita y de algunas otras escuelas Vedánticas Para Shakti y Maya son también Brahmán. La Unidad y la Multiplicidad son aspectos del Brahmán, lo mismo que la Personalidad y la Impersonalidad, Nirguna y Saguna.

***

Pregunta: «Este ser central tiene dos formas -en lo alto, es el Jivatman... abajo, es el ser psíquico... » (P. 23)

a) ¿Quiere esto decir que el Jivatman y el ser psíquico son formas diferentes del ser central? Si no son más que formas del ser central, ¿cómo es posible que sean seres o entes?

b) Otro sí, cuando asciendes desde el estado inferior hasta el Jivatman en lo alto, ¿deja de existir el ser psíquico? Y cuando te elevas por encima del Jivatman ¿se convierte el ser central en algo carente de forma?

Respuesta: a) «Formas» no se usa aquí en un sentido físico. El ser central es el ser en su eseidad original esencial, el ser psíquico es el mismo en el devenir.

b) La evolución o devenir continúa, el ser psíquico por tanto también continúa, al igual que continúa el resto de la naturaleza, sólo que espiritualizada y percibida como un solo ser en todos los planos. La cuestión no estriba en si es con forma o sin forma. Como ya he dicho la palabra formas no se utiliza aquí en su sentido exterior sino en su sentido interior o metafísico.

***

Pregunta: «El Jivatman... se conoce a sí mismo como un centro del Divino múltiple, no como el Parameshwara. Es importante recordar esta distinción; pues, de no ser así, si hay el más mínimo egoísmo vital, puedes empezar a contemplarte a ti mismo como un Avatar o perder el juicio como Hridaya con Ramakrishna». (P. 24)

¿Significa esto que el status de Jivatman en el que «éste preside los dinamismos de la manifestación» puede ser realizado antes de que sea abolido el egoísmo vital?

Respuesta: Puedes llegar a tener el conocimiento o la percepción, en la mente-superior, de «Yo soy Eso» cuando el ser vital está todavía sin transformar. En este caso el ego vital puede aprovecharse de ese conocimiento y darle una falsa aplicación.

***

Pregunta: Si el egoísmo vital puede persistir incluso después de haber alcanzado la realización del Jivatman, ¿ cómo se puede llegar hasta el extremo de contemplarse a sí mismo como un Avatar? ¿Es porque la unión con el Divino y la sensación de omnipotencia que aporta se refleja en el ego vital como algo grandioso?

Respuesta: Sí. Es cuando sientes que tú eres el Divino, So’aham, pero no de un modo impersonal en el que todo es el Brahmán uno, el Ser-Uno, sino de un modo personal «yo soy Dios, el Parameshwara». Es como en la historia Puránica en la que se da el conocimiento tanto a Indra como a Virochana, y el Dios lo entendió bien, pero el Asura llegó a la conclusión de que el ego era el Divino y por consiguiente fue por todas partes tratando de imponer su ego al universo.

***

Pregunta: «...si la mente está sólidamente desarrollada, el ser mental puede permanecer; y también puede permanecer el vital, siempre y cuando estén organizados por el ser psíquico y centrados en torno a él: en tal caso compartes la inmortalidad del psíquico». (P 28)

¿Quiere esto decir que el ser vital de personas de gran fortaleza sigue su andadura en vidas futuras? ¿Pero cómo se puede saber que su vital estaba centrado en torno al ser psíquico? Sólo de los Bhaktas y de los Jnanis se puede decir que estaban centrados en torno al psíquico.

Respuesta: Si se posee un fuerte desarrollo espiritual, resulta más fácil retener la mente o el vital desarrollados, después de la muerte. Pero no es absolutamente necesario que la persona haya sido un Bahkta o un Jnani. De Shelley o de Platón por ejemplo se podría decir que tenían un ser mental desarrollado, centrado en torno al psíquico; del vital difícilmente podría decirse lo mismo. Napoleón tenía un fuerte vital, pero éste no estaba organizado en torno al ser psíquico.

***

Pregunta: «El ego es una formación de la Naturaleza, pero no es una formación exclusivamente de la naturaleza física y por consiguiente no cesa con el cuerpo. Hay también un ego mental y vital». (P. 26)

¿Significa esto que el ego es llevado por el psíquico después de la muerte como un principio separado, del mismo modo que lleva consigo una mente o un vital altamente desarrollados, o que es cogido por el psíquico como un samskara-semilla, o bien que existe junto al psíquico en el estado posterior a la muerte?

Respuesta: Lo único que se quiere expresar es que el ego no es una creación del nacimiento en un cuerpo físico: tanto la mente como el vital también lo tienen. En tanto que la mente y el vital estén sometidos a la ignorancia, el ego perdurará también. Cuando el ser psíquico se retira para descansar toma naturalmente consigo la esencia de las experiencias pasadas y al volver asume una existencia mental, vital y física que tiene la impronta del ego y de la ignorancia.

***

Pregunta: «El verdadero ser vital... es vasto, inmenso, sosegado, fuerte, carente de limitaciones, firme e imperturbable, capaz de todo poder, todo conocimiento, todo Ananda». (P. 19)

¿ Quiere esto decir que el verdadero ser vital pertenece a la consciencia cósmica o supracósmica? Y si no es así, ¿cómo es posible que tenga tales cualidades?

Respuesta: El verdadero ser mental, vital o físico-sutil tiene siempre las cualidades superiores de su plano -es el Purusha y lo mismo que el ser psíquico aunque de otra forma es una proyección del Divino-, está por tanto en contacto con la consciencia superior y refleja algo de ella, aunque no sea totalmente eso; está también en contacto con la Verdad cósmica.


***

Pregunta: Si el verdadero vital es «capaz de todo poder, todo conocimiento, todo Ananda», parece que sea el mismo vital supramental o el vital del Ishwara. ¿Cómo si no sería posible para el ser individual tener un vital así?

Respuesta: Él es capaz de recibir los movimientos de la consciencia superior, y más adelante podrá ser capaz de recibir el Poder y el Ananda supramentales mayores todavía. De no ser así, el descenso de la consciencia superior sería imposible y la supramentalización sería también imposible. No quiere eso decir que posea él mismo estas cosas por derecho propio y que tan pronto como se torne uno consciente del verdadero ser vital posea todas estas cosas como inherentes al vital verdadero.

***

Pregunta: En el cambio o transformación de la naturaleza vital, ¿debe el vital exterior de superficie ser totalmente eliminado y sustituido por el vital verdadero o es menester mantenerlo y transformarlo para que adquiera la naturaleza del vital verdadero? En ambos casos, ¿qué necesidad hay de un vital exterior si el vital verdadero ya está allí?

Respuesta: El ser vital verdadero está en la consciencia interior; el vital exterior es instrumental para el juego actual de la Prakriti en la personalidad de superficie. Cuando tiene lugar el cambio (3) el vital verdadero rechaza del vital exterior todo lo que no está en armonía con su propia verdad y hace de éste un instrumento verdadero para su expresión, un medio de expresión de su voluntad interior, no un elemento que responde a las incitaciones de la Naturaleza inferior. La clara distinción entre los dos prácticamente desaparece.

***

Pregunta: «La eliminación de la Fuerza de destrucción implica una creación que no será destruida, que perdurará y se desarrollará constantemente». (P. 12)

¿Significa esto que en la Creación-Verdad la Fuerza de destrucción será eliminada y que sólo permanecerán las Fuerzas de creación y de conservación? ¿Quiere decir que nadie morirá, ni siquiera las plantas y los animales?

Respuesta: Eso podría ser cierto si la totalidad del mundo tuviera que supramentalizarse y si la supramentalización significara incapacidad para el cambio o para despojarse de una forma, pero no es así.

***

Pregunta: «El Shraddha y los ritos se efectúan realmente por la parte vital del ser; para ayudar al ser a desembarazarse de las vibraciones vitales que todavía lo mantienen apegado a la tierra o a los mundos vitales, de manera que pueda pasar rápidamente a su descanso en la paz psíquica». (P. 29)

¿Significa esto que la ceremonia del Shraddha que celebran actualmente los Brahmines es correcta? ¿Dar de comer a la gente y a los Brahmines se hace con este fin?

Respuesta: Yo solamente indiqué cual era originalmente el propósito de las ceremonias, los ritos. No me refería al hecho de que se diera de comer a la gente o a los Brahmines que no es un rito o ceremonia. Si el Shraddha tal como se celebra es realmente efectivo es otra cuestión, pues los que lo celebran no poseen ni el conocimiento ni el poder oculto.



NOTAS:

1. Un sadhaka formuló algunas preguntas a Sri Aurobindo en 1935-36 relativas a ciertos pasajes de Luces sobre el Yoga. En este apéndice se incluyen estas preguntas junto con las respuestas de Sri Aurobindo. La última pregunta fue hecha por otro sádhaka.

2. el que posee características y que existe sin embargo sin ellas, el Impersonal-Personal. (Nota del tr.)

3. o la transformación (Nota del tr.)







GLOSARIO
DE LOS TÉRMINOS SÁNSCRITOS



A

Abhyasa:
Práctica continua del yoga.

Achanchalatá:
Tranquilidad.

Adadra:
Vaso, receptáculo, vehículo; el conjunto formado por la mente, la vida y el cuerpo, considerado como receptáculo de la consciencia y de la fuerza espirituales.

Advaita:
El monismo.

Advaita vedanta:
La escuela monista del vedanta.

Advaitin:
Monista vedántico.

Ahaituki bhakti:
Devoción que no depende de nada: devoción absoluta.

Ajna chakra:
El centro de la voluntad (véase chakra).

Anahata:
El centro del corazón (véase chakra).

Ananda:
Felicidad, bienaventuranza divina o espiritual.

Anandamaya:
Bienaventuranza absoluta.

Ananta:
Que no tiene fin.

Anityam-asukham:
Efímero y desgraciado.

Antarátman:
El ser-esencial interior, alma.

Antaryámin:
El que vigila interiormente.

Anubhava:
Experiencia.

Anumanta:
El que da la aprobación.

Aparó prakriti:
La naturaleza inferior, la Naturaleza en la manifestación inferior de la Ignorancia.

Aradhana:
Adoración al Divino.

Asana:
Posturas físicas del yoga; ejercicios físicos; parte del hatha-yoga.

Asura:
Ser hostil del plano vital-mentalizado; hijo de la oscuridad y de la división y de un potente florecimiento del Ego. Titán que se opone a las potencias de la Luz: demonio o gigante del mal.

Atman:
El Ser-en-Sí o Ser-Esencial o Espíritu.

Atmarati:
La paz y el gozo inherentes al Ser-en-Sí.

Avatara:
El descenso y encarnación del Divino en una forma humana.

Avidya:
El principio cósmico de la Ignorancia.



B

Bhakta:
Devoto. El que sigue la vía de la devoción.

Bhakti:
Devoción.

Bhaktiyoga:
El yoga de la devoción.

Bharta:
El que sostiene.

Brahma:
Dios como Creador, el primero de la Trinidad.

Brahmacharya:
Celibato, pureza sexual absoluta. Brahmachari: el que practica Brahmacharya.

Brahmán:
La realidad espiritual, universal y suprema.

Brahmanda:
El Cosmos, el Universo.

Brahmica (consciencia):
La consciencia absoluta.

Buddheh paratah:
En los planos mentales superiores.

Buddhi:
Inteligencia.



C

Chaitanya:
Nombre de un gran místico indio de Bengala del siglo XVI.

Chaitya purusha:
El ser psíquico, el alma.

Chakra:
Centro, plexo; las siete «flores de loto» o centros psicológicos del cuerpo sutil son:

mulahara:
El centro situado en la base de la espina dorsal.

svadhisthana:
El centro abdominal.

nabhipadma:
El centro umbilical.

anahata:
El centro del corazón.

visuddha:
El centro de la garganta

ajna:
El centro situado en el entrecejo.

sahasradala:
El loto de mil pétalos en la cúspide de la cabeza.

Chitta-vritti:
Ondas de consciencia, sus múltiples actividades; flujos de reacción y de respuesta de la consciencia básica.

Cit:
La Consciencia pura, como en Sat-Cit-Ananda; autoconsciencia creativa; la consciencia esencial del Espíritu.

Citta:
La materia mental; la consciencia mental-vital-física de la que surgen los movimientos de pensamiento, emoción, sensación, impulso, etc.



D

Damana:
Represión.

Devi:
Diosa; poder de Devi: el poder de la Fuerza Suprema.

Dharma:
La Ley del ser; principio fundamental de la actividad.

Dhira shtira:
Tranquilo, firme, establecido en el espíritu.

Dhyana:
Meditación, contemplación; concentración interior de la consciencia.

Durga:
La Madre divina como Protectora y Propiciadora.

Dvaita:
El dualismo.

Dvaitadvaita:
El monismo dualístico.



G

Ganesha:
El poder que elimina los obstáculos por la fuerza del Conocimiento.

Guna:
Cualidades, modos de la Naturaleza; hay tres gunas: tamas, rajas y sattva (inercia, energía y luz).

Guru:
Maestro espiritual.

Guruvada:
El culto al guru.



H

Hripadma:
El centro del corazón (véase chakra).



I

Ishvara:
El Señor; Dios como Señor de la Naturaleza; el Divino.

Ishvarakoti:
Almas capaces tanto de entrar como de salir de la manifestación (véase jivahoti).



J

Jada:
Inerte.

Jagunnatha:
El Señor del mundo.

Jainismo:
Religión cuyo fundador fue Mahavira. Predica la ahimsa (no violencia) y el respeto absoluto a todas las criaturas vivientes. En su rigor se cubren la boca con un pañuelo para no respirar insectos, filtran el agua, etc. El Budismo tiene muchos principios similares.

Japa:
Repetición de un conjunto de sonidos o palabras o de un nombre, como plegaria o invocación.

Jiva:
El ser viviente; p. e.: el jiva de Khishna es la criatura de Krishna, o sea, la criatura de Dios.

Jivahoti:
Almas que evolucionan a través de una serie de nacimientos y de muertes, capaces solamente de ascender, pero incapaces de volver a la manifestación en el tiempo y en el espacio, una vez obtenida la experiencia final del nirvatalpa samadhi.

Jivanmukta:
Liberado en vida.

Jivatman:
El Ser-en-Sí individual.

Jnanayoga:
El yoga del conocimiento.

Jnani:
El que practica el yoga del conocimiento.

Jyoti:
La luz; el principio de la luz espiritual en la Naturaleza superior o divina.



K

Karma:
Acción, trabajo; la fuerza resultante de las acciones realizadas en el pasado, especialmente en vidas anteriores.

Karmayoga:
El sistema de disciplina espiritual que tiene como base el trabajo dedicado al Divino.

Kartavyam-karma:
La acción o el trabajo que tiene que ser cumplido; deber.

Kartikeya:
El dios que dirige el ejército de seres divinos, vencedor de las fuerzas hostiles.

Karuna:
Gracia.

Kevala:
Absoluto, sin mezcla.

Kundalini shakti:
El poder que está enrollado en el centro inferior situado al final de la espina dorsal; es despertado por el yoga y asciende para unirse con la Presencia o con el Poder divinos en el sahasradala o séptimo centro (véase chakra).



L

Laya:
Disolución del ser individual fundiéndose en el seno del ser-Existencia uno.

Lila:
El juego del Divino en el universo.



M

Madhura bhava:
Estado o condición de enamorado. Parte de la bhakti de ciertas sectas vishnuitas, que buscan a Dios como su Señor y su Enamorado para unirse a El.

Mahakali:
La Madre divina como Fuerza omnipotente.

Manipura:
El centro del ombligo (véase chakra).

Mantra:
Una combinación de palabras o de sonidos que tienen un significado y un poder espirituales.

Maya:
Poder de la ilusión, la gran Ilusión cósmica.

Mayavadin:
El que considera el mundo como una ilusión.

Moksha:
La liberación de la consciencia de existencia personal; la liberación de la existencia cósmica, de maya.

Muladhara:
El centro situado en la base de la espina dorsal (véase chakra).



N

Nabhipadma:
El centro umbilical (véase chakra).

Nanyha pantha vidyate ayanaya:
«No hay otra vía que ésta»

Nidra
Sueño profundo

Nirguna
El Impersonal puro; carente de cualidades. Nirguno-guni: el que posee cualidades y está exento de cualidades. Impersonal-Personal

Nirvana
Extinción espiritual del yo individual separado.

Nischala niravata
Silencio en la inmovilidad



O

Ojas
Energía primigenia; energía física y físico-vital.

OM (AUM):
«A» indica el espíritu que se encuentra en la materia grosera y exterior.

«U» indica el espíritu que se encuentra en el mundo sutil e interior.

«M» indica el espíritu de la Omnipotencia secreta y superconsciente.

Las letras unidas, AUM (OM), indican el sonido primigenio y representan la Realidad espiritual suprema (turiya).



P

Pandit:
Erudito.

Pani:
Fuerzas no divinas de las cuales habla el Rig-veda; ladrones de los vacas (go) o de la luz, que se ocultan en las «cavernas de las montañas».

Parameshvara:
El Supremo como Amo y Señor del universo.

Para prakriti:
La Naturaleza superior o divina.

Para prakritir jivabhuta:
La Naturaleza superior que se ha convertido en el ser individual.

Parashakti:
La Energía, la Fuerza Suprema.

Patala:
El infierno, el subconsciente.

Patanjali:
El sistema rajayoga fue sistematizado por el famoso compilador Patanjali.

Prajnana:
Conocimiento por aprehensión.

Prakriti:
Naturaleza. Energía activa y realizadora, diferenciada del alma o ser consciente que observa y sostiene.

Pralaya:
La disolución del Cosmos; la disolución de todas las cosas creadas.

Prana:
Vida.

Pranava japa:
La repetición de la sílaba sagrada OM.

Pranayama:
Control y práctica de la respiración; parte del hatha yoga.

Prarabdha karma:
La cadena de la acción puesta ya en movimiento.

Purusha:
El Alma o ser consciente que sostiene la acción de la Naturaleza.

Prushottama:
El Ser Supremo.


R

Radha:
Personificación del amor absoluto por el Divino (desde la parte más espiritual del ser a la más material).

Rajas:
Uno de los tres gunas, cualidades fundamentales o modos de la naturaleza; el principio dinámico de la naturaleza caracterizado por el deseo, la acción y la pasión.

Rajásika:
Plenitud de la cualidad de rajas, del principio dinámico.

Rajayoga:
Disciplina espiritual que procede mediante el control de la respiración y de la mente.

Rakshasa:
Poderes de las tinieblas. Seres del plano vital medio.

Rakshasi maya:
Las ilusiones creadas por los Poderes de las tinieblas, los rakshasa.

Rasa:
Lo que en las cosas es causa del placer; gusto íntimo.

Retas:
Sustancia física; esperma.

Ripus:
Los enemigos vitales; las pasiones.



S

Sadhaka:
El que practica la disciplina yóguica.

Sadhana:
La disciplina yóguica como medio de realización; práctica del yoga.

Saguna:
El Personal; que posee cualidades y es activo. Saguna-Brahmán: el Divino personal y activo.

Sahasradala:
El loto de mil pétalos, el séptimo centro situado en la parte superior de la cabeza (véase chakra).

Sakshi:
Testimonio de la naturaleza mental y física; simple observador.

Samadhi:
Éxtasis yóguico; nirvikalpa samadhi es el último grado del éxtasis, un estado de catalepsia completa del cual, en principio, no se retorna.

Samarpana:
La ofrenda de sí integral, la sumisión, la consagración.

Samata:
Ecuanimidad; estabilidad de ánimo perfecta.

Samrajya:
Soberanía; dominio del mundo propio

Samskara:
Formaciones mentales, fijas; impresiones de antiguos hábitos o experiencias acumuladas en las partes subconscientes.

Sankhya:
Sistema de filosofía y de práctica espiritual fundado en un análisis particularizado de la naturaleza y de la consciencia: purusha y prakriti.

Sannyasa:
Renuncia total para la vida espiritual.

Sannyasi(n):
El que practica sannyasa; un asceta.

Satchitananda:
La Realidad Suprema como Ser-autoexistente, Consciencia y Bienaventuranza.

Sat-purusha:
El Yo como ser o existencia; el ser divino.

Sattva:
Una de las tres gunas: el principio de luz y de armonía en la naturaleza.

Sattvika:
Plenitud de la cualidad de sattva.

Shakti:
El Poder divino, la Fuerza consciente del Divino.

Shama:
La tranquilidad, el reposo; el principio de la calma y de la paz en la Naturaleza superior o divina.

Shanhara:
Célebre protagonista de la doctrina del mayavada (o ilusionismo), del siglo IX.

Shanti:
Paz.

Shastra:
Código moral y social; conocimiento de la verdad, de los principios, poderes y procesos; Sagrada Escritura.

Shishya:
Discípulo, el que sigue un guru.

Shiva:
Dios como destructor, el tercero de la Trinidad; el Señor de la renuncia y del bien supremo.

Shraddha:
Ceremonia de ofrenda de oblaciones a los muertos.

Shunya:
El vacío, la nada, el cero.

Siddha:
Un alma perfecta: el que ha alcanzado una perfección en el yoga y ha realizado la verdad espiritual.

Siddhi:
Realización, consumación; también, un poder oculto conseguido por el yoga.

So´ham:
Yo soy Él.

Sthira:
Tranquilo.

Sthirata:
Calma.

Sukshma deha:
El cuerpo sutil.

Sukshma sharira:
La envoltura sutil.

Surja savitri:
El sol creador.

Svabhava:
La naturaleza particular del yo primigenio de cada uno.

Svadharma:
Ley esencial; ley de acción del propio ser.

Svadhisthana:
El centro abdominal (véase chakra).

Svarupa:
Forma esencial de cada uno.

Sve dame:
En la propia casa.



T

Tamas:
Uno de los tres gunas, el principio de la oscuridad y de la inercia en la naturaleza.

Tamásico:
Plenitud de la cualidad del tamas.

Tantra:
Una vía de disciplina espiritual basada en el principio de la Shakti, la Consciencia-Poder o Consciencia-Fuerza (concebido como la Madre) como la Suprema Realidad.

Tántrico:
El que practica el tantra.

Tapas:
Energía de la consciencia: el principio del poder y de la fuerza espirituales en la Naturaleza superior o divina.

Tapaswin:
El que sigue un tapasya; un asceta.

Tapasya:
El esfuerzo espiritual caracterizado por la concentración de las energías en una disciplina o proceso espiritual; la práctica de una disciplina, y, en general, de austeridades, con un fin determinado.

Tratak:
Fijación de la mirada sobre un punto determinado a fin de concentrar la consciencia sobre dicho punto.



U

Udasina:
Situado por encima; despegado.

Upari budhna esaham:
«Los fundamentos de estas cosas están en lo alto».



V

Vairagya:
Desapego, alejamiento de la vida; aversión por el mundo y la vida.

Vedanta:
Sistema filosófico de disciplina espiritual derivado del «Libro del Conocimiento» que constituye la última parte de los Vedas (las Escrituras más antiguas de la India); la parte inicial es conocida bajo el nombre de «Libro de las obras».

Vichara:
El discernimiento; método de reflexión intelectual; discriminación; vichara budhi: el intelecto razonador.

Vijnana:
(a) Conocimiento por comprehensión en contraposición a prajnana o conocimiento por aprehensión.
(b) Gnosis, Supermente.

Vishishtadvaita:
El monismo cualificado, una escuela del Vedanta.

Vishnú:
Brahma-Vishnú-Shiva. Uno de los tres aspectos (Trimurti) del Divino: Brahma-Vishnú-Shiva, como, respectivamente, creador, preservador y destructor. Vishnú representa la personalidad de consciencia del Eterno; en Él todo encuentra sostén, en su inmensidad, en su estabilidad, en su esencia Vishnúes eternidad. Shiva representa, a través de la destrucción, la posibilidad del renacimiento (Brahma), renovación espiritual.

Visuddha:
El centro de la garganta (véase chakra).

Vrindavan:
El cielo de la belleza y la felicidad eternas, el lugar sagrado donde Krishna, el eterno Amante, juega con su enamorada (el alma).

Vritti:
Olas (véase chitta-vritti).



Y

Yoga:
Unión con el Divino; la disciplina a través de la cual el ser se despierta y penetra en una consciencia interna superior.

Yoga-shakti:
El Poder que aparece con el despertar de la consciencia interna superior. Es el poder que efectúa el yoga.

Yoga-siddhi:
La realización o consumación de los objetivos del yoga.



FIN