martes, diciembre 02, 2008

Psicodrama Frente a Drama Personal


Autora: Martina Nagel


LAS HORAS

Psicodrama no es lo mismo que drama personal. Martina Nagel explica cómo escribir un psicodrama tomando como ejemplo Las Horas.

Si usted es escritor y no sabe nada de géneros, lo más probable es que acabe por escribir un psicodrama, o por lo menos, que aspire a escribir un psicodrama y termine construyendo un drama personal. La mayoría de las películas europeas pertenecen a este último género; el rechazo de este género en el libro Story de Robert McKee es demasiado evidente.

McKee describe la historia personal como "un caso típico y persistente de característico guión fallido. La historia personal está infraestructurada; confunde verosimilitud con verdad tomando retazos de vida para la construcción del guión. Este tipo de escritor cree que cuanto más precisa es su observación de los hechos cotidianos, cuanto más riguroso es su reportaje de lo que efectivamente sucede, más cerca se halla de la verdad. Pero de hecho, por muy minuciosa que sea esta observación, es una verdad con minúsculas. La verdad con mayúsculas se halla detrás, dentro, más allá de la superficie de las cosas, se sostiene junto a la realidad o se aparta de ella, y no puede observarse directamente. Porque este escritor sólo ve lo que es visible y está basado en hechos reales, pero está ciego ante la verdad de la vida"

Philip Parker, no obstante, proporciona una descripción más sofisticada y concreta de este complicadísimo género en un análisis sobre el drama personal en el número nueve de Scriptwriter. Afirma que "el drama personal es uno de los géneros más difíciles de trabajar y el menos comprendido en términos de empleo de estructura para un desarrollo narrativo". Dado que el drama personal se centra principalmente en el carácter y opera en una escala visual aparentemente pequeña, a lo largo de los años ha sido relegado a la televisión, donde se manifiesta en forma de series.
Estoy de acuerdo con Parker en que el drama personal funciona mejor en la gran pantalla en combinación con otro género y en este artículo, haré hincapié en uno de sus parientes más cercanos, el psicodrama. En el mundo occidental estamos familiarizados con la forma narrativa del psicodrama porque su estructura básica está intensamente relacionada con el psicoanálisis.

Ordinary People (Gente Corriente), Dead Men Walking y The Hours (Las Horas) son todas ellas psicodramas. Tienen en común un incidente traumático que ocurrió en el pasado y domina cualquier momento del presente. Los actores disfrutan de este género porque les proporciona la posibilidad de retratar personajes complejos. No existen efectos especiales destacables, no existen secuencias de acción que limiten el tiempo de trabajo del actor. Más bien al contrario, la cámara está pegada al actor registrando cada insinuación, cada latido, cada gesto porque ahí es donde reside la historia, en el rostro del intérprete, en la expresión de su convulsión interior, haciendo revivir una antigua herida hasta su aceptación final.

Por consiguiente, el premio al Mejor Actor es el que ha brindado reconocimiento al psicodrama con Timothy Hutton, Susan Sarandon y Nicole Kidman, recibiendo los premios principales por sus interpretaciones en las citadas películas.
Sin embargo, los guionistas no tienen mucha suerte con este género. El debut en la dirección de Robert Redford con Gente Corriente demostró ser una excepción al recibir el Oscar de la Academia por el mejor guión en 1980. Por una sencilla razón: actor y escritor llevan a cabo su buen fin; no existen trampas cinematográficas para distraer o encubrir sus defectos. A menudo, los guionistas no concluyen de modo satisfactorio la estructura narrativa de un psicodrama. La audiencia puede ver momentos brillantes en el trabajo de los actores pero sin un marco narrativo, la película no puede ser realmente eficaz, a diferencia de una obra maestra como Gente Corriente.

Las Horas recibió un gran número de críticas positivas por los logros de sus intérpretes, aunque la mayoría de los críticos cinematográficos se ciñeron a un simple sumario de tres historias lineales en lugar de arrojar algo de luz sobre los diferentes niveles artísticos de la dramatización. Aunque supone un gran esfuerzo luchar contra la idea principal de este film, intentaré aplicar las convenciones del psicodrama a Las Horas con la intención de desvelar la estructura interior de la película.

La Horas sigue a tres mujeres de diferentes épocas a lo largo de un solo día; cómo comienzan a escribir, a leer y subliminalmente, a representar el personaje de ficción de la señora Dalloway. Ambas novelas, La Señora Dalloway de Virginia Wolf, y Las Horas de Michael Cunningham y la adaptación al cine de esta última con el mismo nombre, describen una cruda visión de la existencia humana. La película se abre con su imagen y tema principales: el suicidio de Virginia. Una vez establecido el espectro del suicidio, el dramaturgo David Hare regresa a él repetidamente, situando toda la vasta reflexión sobre el mismo simétricamente en las tres historias.
El estilo de la prosa de Virginia y su turbulenta presencia es el alma de la película; realmente parece que las tres mujeres son aspectos de un único espíritu. En 1923, la cristalina inteligencia de Virginia aguarda y lucha con miedo contra la plaga usurpadora de una depresión que le robará el juicio. Casi tres décadas después, Laura Brown, interpretada por Julianne Moore, siente cada objeto como si fuese atrapado por Virginia. Se muestra tranquila, narcotizada por la soledad y su desesperación es tan tormentosa como firme es el camino de Virginia hacia su autodestrucción. Finalmente, Meryl Streep sintetiza la triste vida de Clarissa Vaughan, una editora contemporánea que parece tenerlo todo, desde una hija fruto de una donación de esperma hasta una abierta relación con un hombre homosexual que les fue negada a sus predecesoras. Pero Clarissa tampoco es feliz. Se instala en un momento perdido de felicidad que la ata a su antiguo amor, el moribundo Richard Brown, interpretado por Ed Harris.

Para reforzar los lazos entre las historias, el director Stephen Daldry emplea un montaje coincidente, en el que una escena en un periodo de tiempo a menudo se traspone perfectamente a otra escena en otro momento temporal. Gestos, repeticiones, reminiscencias: las tres mujeres se despiertan sobre el lado derecho de su cama, se peinan, lavan su cara y a continuación Virginia se sienta en su sillón para escribir la frase que abre la novela: la señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores. En Manhattan, Clarissa decide comprar unas flores y en un barrio de Los Ángeles, Laura recibe flores de su marido. El paralelismo es un aspecto importante de la adaptación de Daldry, tanto que en ocasiones parece forzado y exagerado; por ejemplo, ¿quiere decir algo que se rompan unos huevos en las tres épocas?
La alternancia de las historias transcurre durante un solo día, al igual que en la novela La Señora Dalloway. Las tres mujeres representan juntas el alma del personaje de ficción llamado Señora Dalloway. La decadencia de todas ellas acontece progresivamente y la deducción es que la desaparición de una de ellas implica de la desaparición del resto.

Virginia Wolf desafía a sus dos compañeras del alma a un excitante viaje y al tiempo que las seguimos, conocemos que ni ella misma sabe si las abocará a la destrucción o verán el siguiente amanecer. Al igual que en La Señora Dalloway, no hay mucha acción en la película, pero sí un movimiento temporal continuo desde el presente hacia el pasado y viceversa a través de los recuerdos de los personajes. El movimiento en el tiempo es un rasgo de identidad del psicodrama y dispositivos tales como el fluir de la conciencia justifican el hecho de volver a contar un suceso traumático en cada una de las vidas particulares. Así, Clarissa vuelve al momento en el que, cuando tenía dieciocho años, besó a Richard, y la historia de Laura regresa al instante en que un veterano de guerra la eligió como esposa.

Virginia Wolf declaró en vida que otros escritores ingleses de la corriente realista hablaban de la superficie de las cosas pero para ir más allá de la superficie debían emplearse formas de representación de la vida menos limitadas, como el fluir de la conciencia y el monólogo interior; por ello, era necesario abandonar la narración lineal. Las Horas adopta el estilo poético de Virginia y nos reta con la desconcertante estructura no lineal que hace mucho tiempo fue abandonada por el Hollywood convencional, en concreto desde los años setenta. Un día relativamente corriente con momentos en apariencia insignificantes como los preparativos de una fiesta de cumpleaños, y una fiesta, se describen con el crudo contrapunto de un momento del pasado de tremendas consecuencias, donde las decisiones vitales están tomadas y los caminos futuros, elegidos.

Mediante la yuxtaposición de la experiencia actual y los flashbacks, los cineastas crean un número considerable de tensiones que de diversos modos definen el tema de la muerte y el significado de la elección de la vida. Exactamente el modo en que Laura Brown conecta con la historia de Clarissa y la identidad de su hijo es emocionantemente desvelada en una imagen muy hábil. El joven Richie grita tras la ventana de la casa de su niñera llamando a su madre que regresa de su intento de suicidio. Este recuerdo hace brotar las lágrimas del Richard enfermo, cuando aguarda el regreso de Clarissa a su apartamento.

Ambas mujeres, Clarissa y Laura, luchan por encontrar un camino de vida, y Virginia termina al fin por liberarlas, cuando en lugar de matar a su personaje de ficción, la señora Dalloway, es ella misma, "la visionaria", quien continua sola el camino de su autodestrucción.


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Autora: Martina Nagel (Martina Nagel da clases en la Northern Film School y en ICVM (Independent Film Conference de Los Ángeles).
Publicación: Scriptwriter (Dedicated to producing better scripts) Número 11 Julio 2003-11-13