lunes, noviembre 17, 2008

Chamanísmo: La Técnica del Éxtasis


El chamanismo, forma arcaica y arquetípica del conocimiento humano, es como un viaje que no tiene fin. En estos tiempos y para muchos intelectuales, entre los que me incluyo, es casi una búsqueda romántica de la esencia de un saber legendario. Para otros individuos, más abiertos a la aventura, esto es algo así como un rescate a través del tiempo, la posibilidad siempre viva de contactarse con un chamán verdadero, de experimentar en carne propia esa brusca y tumultuosa apertura de la conciencia, a partir de experiencias con sustancias naturales dotadas de poder alucinógeno.

Todas las tradiciones místicas, orientales y occidentales, septentrionales o meridionales, reconocen la existencia de cosas que pueden ser "sentidas" pero no descriptas. Existen ciertas cualidades puramente intrínsecas de la experiencia sensorial que hacen imposible su expresión por medio de la palabra. Y eso es tan íntimo como la creencia de que, en este mundo, hay dos clases de personas: las que sueñan y las que son soñadas. Todo esto forma parte de las esferas poco ordinarias y menos conocidas de la conciencia. Nada que ver con nuestro uso habitual de la mente para pensar en el presente, mientras los recuerdos del pasado y las expectativas del futuro se llevan casi todos los otros momentos de la vida cotidiana.
El estudio o el interés por el chamanismo es, en nuestro tiempo, una especie de metáfora de escape para quienes no nos sentimos convencidos del todo por el modelo, o los múltiples modelos, de la psicología occidental. Las psicoterapias contemporáneas, en líneas generales, tratan de comprender los problemas de la gente a partir de una disección y una racionalización de cada uno de sus síntomas, estableciendo relaciones inevitables con una educación familiar inadecuada, o con experiencias traumáticas de la infancia, cuando no de "vidas anteriores", o de núcleos ancestrales de antepasados, transmitidos a través del código genético mediante una carga especial llamada memorias.

De este modo, en la mayoría de las terapias psicológicas de hoy, convencionales y no convencionales, las neurosis se cultivan primero y se cosechan después, de lo que suelen quedar a modo de restos, fragmentos encallados o adheridos a la psiquis. De manera que, no le queda otra alternativa al psicoterapeuta que hacer un trabajo desde afuera hacia adentro, lo cual es particularmente visible en las técnicas modernas de programación neuro lingüística y psicología cognitiva. En cambio, el chamán hace exactamente lo contrario, se mete "adentro" mirando hacia "afuera", desde una propia perspectiva.

Durante siglos, el hombre de ciencia se ha planteado interrogantes sobre la naturaleza de la conciencia y ha procurado encontrar definiciones de la mente. Por supuesto que siguen siendo formulaciones que todavía carecen de respuestas. Como el camino de estas investigaciones hacia el futuro es cada día más arduo y de una sofisticación técnica al alcance de casi nadie, más una deshumanización visible a ojo y sin aumento, esto induce a muchos estudiosos a ir hacia atrás. Es decir, volverse en el tiempo y las tradiciones para concentrarse en la mitología y el folklore del ser humano primitivo. En esta encrucijada es donde el chamanismo surge con la fuerza de una alternativa seductora.

Las primeras prácticas curativas mágicas, ejecutadas por chamanes, estaban íntimamente relacionadas con los estados de conciencia. Es obvio, a todo esto, que el chamán siempre sintió y pensó desde una banda de frecuencia paranormal, con conciencia alterada o acrecentada, en parte por sí mismo gracias a su facilidad para entrar en estados de "trance", pero en gran parte también por la utilización de sustancias naturales que le abrían la visión. En tierras sudamericanas, para no irnos demasiado lejos, germinaba y crecía la ayahuasca, conocida también como la "hierba visionaria", la "gran medicina" o "la cuerda de los muertos", cada uno de esos nombres con una razón de ser. La antropóloga Marlene Dobkin de Ríos realizó, en la ciudad selvática de Iquitos, importantes observaciones sobre el empleo de la ayahuasca en la curación de enfermos, como así también en rituales mágicos y religiosos. De la corteza de esa planta se preparaba un caldo medicinal, el yagé, que era utilizado por el chamán o curador, quien había recibido por enseñanza boca a boca el método de su fabricación y el respectivo ritual acompañante de cada paso del proceso.

Fue un botánico inglés, Richard Spruce, quien en 1851 bautizó a la hierba con el nombre científico de Banisteriopis Caapi, describiéndola entre el grupo de las enredaderas o lianas que usaban a los árboles de la selva como soporte. Su empleo "terapéutico" a través del yagé le dio los otros nombres populares: "hierba visionaria", porque ampliaba el campo de la visión mucho más allá de los límites de la percepción óptica; la "gran medicina", porque ofrecía múltiples aplicaciones curativas; y, la "cuerda de los muertos", porque con su efecto era capaz de conducir hasta los umbrales mismos de la muerte y luego hacer regresar hacia la vida.
Todas estas propiedades debían complementarse con la interacción y la actuación del chamán, a un tiempo mago y curador, hacedor de milagros, sacerdote, místico y poeta, como lo describe Mircea Eliade en su antiguo libro "El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis".

Para esta renombrada autora, el chamanismo es la técnica del éxtasis. A partir de un pensamiento antropológico más moderno, del último cuarto del Siglo XX, con Carlos Castaneda, Alberto Villoldo y Olga Kharitidy, entre otros profesionales que incursionaron personalmente en estas prácticas, el concepto general sobre el chamán no cambió mucho: es "una persona de conocimiento", un "hombre o mujer visionario", "un mediador entre las fuerzas naturales y sobrenaturales de la naturaleza", "un curador capaz de viajar a otros estados y dominios de la conciencia". Este parece ser el requisito fundamental o básico.

El psicólogo Alberto Villoldo recuerda que, antes de partir hacia Perú para iniciarse activamente en las prácticas chamánicas, su amiga Stephanie le pidió que le dejara las llaves del Porsche porque: "Seguramente hallarás refugio en un estado alterado de conciencia producido por algún brebaje selvático y nunca más volverás a la realidad".