miércoles, noviembre 19, 2008

Circumdátio


Por Jose Antonio Fortea


Antes de que el Demonio posea a una persona, se comporta como un criminal que asediase a su víctima. Es el ataque del enemigo que se esfuerza por entrar en una plaza de la que todavía no es dueño. Normalmente este fenómeno ha sido denominado con la palabra latina "obsessio" que significa asedio. Y eso es lo que hace, asediar....

La víctima nota que una fuerza le está rondando, nota su presencia, oye ruidos, ve sombras que le rodean. A veces puede notar, incluso, una mano que le oprime la garganta, por la noche sufre terribles pesadillas, etc...
Circumdatio es el asedio intenso y prolongado a una persona por parte de los Demonios.

Normalmente, este fenómeno ha sido designado en la literatura demonológica como "obsesión", pero es preferible que este término sea sustituido por el de Circumdatio. Circumdatio significa lo mismo que obsessio en latín, pero tiene la ventaja de no prestarse a los equívocos que provoca la palabra obsesión. En esta materia, hablando de la diagnosis de la posesión, muchas veces hacemos uso de esta palabra en sentido psiquiátrico, y otras la usamos en el sentido de asedio del Demonio. Todo ello se presta a múltiples e inevitables equívocos. Por eso el término circumdatio debe sustituir al de obsesión. Circumdatio significa "acción de circundar", es un término técnico, y por eso no es conveniente traducirlo, para no dar pie a los equívocos que cada traducción a la lengua vernácula pueda ofrecer.
Si la persona que sufre la obsesión, la sufre por su culpa, por haber practicado con frecuencia espiritismo, haber realizado ritos satánicos, etc.., entonces la obsesión es la fase anterior a la posesión. Antes de que el Demonio posea a una persona, si ésta usa en abundancia el agua bendita, reza, y pone su alma en gracia de Dios, el Demonio tendrá que abandonar una presa que entonces estará rodeada de una defensa imbatible para él.

Hay ocasiones en que el exorcista al examinar por primera vez una persona que dice estar posesa no ve con claridad los signos de posesión. Al rezar la oración exorcística de prueba, observa que aparece una cierta incomodidad en la persona, pero ésta en ningún momento llega a entrar en trance, y nunca pierde el control sobre sí misma. En todo caso, como mucho, siente un cierto impulso a apartar la mano del sacerdote que reza por él. O, en otros casos, se percibe un cierto nerviosismo repentino y muy acusado, justo al comenzar las oraciones. O, a veces, se siente un dolor justamente donde se impone la mano, o en otro lugar de la cabeza. Todo esto indica que no hay posesión. Si la persona no llega a entrar en trance, sin duda no hay posesión. Pero si los síntomas son los relatados anteriormente (nota que una fuerza le está rondando, siente su presencia, oye ruidos, ve sombras, etc..) entonces es que está sufriendo una "circumdatio".

Se puede tranquilizar a la persona porque una circumdatio no es una posesión. La gente pregunta a veces si no es un grado ligero de posesión. Hay que responder que no. O se está poseso o no se está poseso. El Demonio o toma posesión del cuerpo o no lo toma. En cualquier caso, con la práctica de la vida espiritual (misa, oración, confesión, uso del agua bendita, rezo del rosario) la circumdatio desaparecerá en un plazo breve.

Los santos sufren la circumdatio en algún momento de sus vidas. Este tipo de fenómeno, por supuesto, no acaba en posesión, sino que el Demonio tiene que abandonar el campo de batalla derrotado por la santidad de esa persona. Pero su asedio puede prolongarse incluso por meses. Sin embargo, la circumdatio que sufren los santos suele ser interna, no externa. Algunos autores distinguen certeramente entre circumdatio interna y externa. La circumdatio externa sería todo lo explicado antes, mientras que la obsesión interna consistiría sólo en el Demonio asediando el alma con terribles tentaciones mucho más violentas y largas que las habituales.
Los santos en "la noche del espíritu" sufren una fase de tentaciones especiales de una intensidad y duración mucho mayor que las ordinarias. Son tentaciones desesperantes por su intensidad y prolongación en el tiempo, lo que en teología espiritual ha sido denominada "la noche oscura del espíritu". San Juan de la Cruz, maestro indiscutible en la descripción de este estado, no duda en afirmar una y otra vez que tiene su causa en la acción demoníaca. El Demonio es como si comenzara un asedio a esa persona para tratar de hacerle caer en pecado, en desánimo, antes de que avance más en la vida espiritual y se le escape ya de las manos.
Esta prueba la pasan todos en el camino hacia la vida mística. Podríamos explicar muchos rasgos de ella y citar multitud de textos, pues es una constante en la literatura mística de todas las épocas. Pero será más ilustrativo que oigamos a una humilde costurera sin cultura, una extremeña del siglo pasado, contar su experiencia propia:

"Cuando el alma se resuelve a no querer nada si no es el seguir a su amado Redentor, y poniendo fija su mirada con el único fin de hacer por El, si pudiera lo que ve que ha hecho y sufrido por ella su adorable Redentor, enfurecido Satanás, prepara una gran batalla y a ella trae todo su ejército infernal. Se propone arrancar de nosotros las tres virtudes teologales. Pero donde va a poner el blanco es en la fé, porque conseguida ésta, fácil cosa es conseguir las otras dos; porque la fé es como el fundamento donde se levanta todo el edificio espiritual, que es lo que él quiere y desea y pretende destruir.

Dios entonces calla; no le impide su intento, antes prepara los caminos para que sea más ruda la batalla. Y también tiene en ello sus fines, porque el prepararle los caminos es para dejarle en la batalla confundido, burlado y derrotarlo con la más completa derrota, y salgamos nosotros vencedores de esta batalla y quedemos invencibles en lo por venir.

Cuando Satanás ya se acerca a la pelea, lo primero que echamos de menos es la luz clara y hermosa que nos había Dios dado, para con ella conocer la verdad. La escuela (del Espíritu Santo) se cierra; la memoria y la razón por la fuerza del dolor y sentimiento que el alma tiene, parece que se ha perdido. ¡Pobre alma! quiere buscar a su Dios, y no sabe. Le quiere llamar, y no puede articular palabra. Todo se le ha olvidado; con tan profunda pena, se siente sola, sin compañía ninguna.
¿A qué compararé yo este estado? Nada hallo, si no es a esas noches de verano, en que se levantan de repente esos nublados tan fuertes y horribles, que por su oscuridad tenebrosa absolutamente nada se ve, sino relámpagos que asustan, truenos que dejan a uno temblando, aires huracanados, que recuerdan la justicia de Dios al fin del mundo, el granizo y piedra, que parece que todo lo va a destruir.
No hallo a qué poderlo comparar: sola, sin su Dios, siente venir a ella como un ejército furioso, que la gritan que está engañada, que no hay Dios, y la cercan por todas partes, llenos de retórica que la dan conferencias, sin ella quererlo, pero no la dejan un punto, y con razonamientos tan fuertes y violentos, que a la fuerza la quierenme hacer creer que no hay Dios, y con horribles bocachadas, que no hay el tal Dios a quien ella busca, y como con poder sobre las potencias para no poder ni discurrir ni creer otra cosa si no es aquello que a la fuerza y más que a la fuerza quieren hacer entender y creer a uno que nada más se crea lo que ellos dicen, y a ninguna otra cosa más se crea.

En esta tan inmensa y como infinita pena, allá a lo lejos y como una cosa que se soñó y que no se sabe que se ha soñado, se acuerda de la Iglesia y del amor que a ella debemos tener, y este recuerdo, como cuando a uno le ha faltado el conocimiento, y al volverle quiere hablar y habla como entrecortadas palabras, así el alma sin voz, y tartamudeando, como que atinó a decir: me uno a las creencias todas de mi madre la Iglesia y no quiero creer ninguna cosa más.
Y sin poder decir más, ni hablar, ni entender, así pasé meses y meses hasta pasados dos años. Tenía 18 años cuando esto pasó por mí, y cuando tanto yo sufría y lloraba sin consuelo la pérdida de mi fé, he aquí que amaneció para mí el día claro y hermoso. Y así como yo, sin saber nada, en este estado me ví que me metieron, también ahora ví y sentí que de él me sacaron".

A esta acción del Demonio, principalmente con los santos, aunque no sólo a ellos, es lo que se llama una circumdatio interna. El Demonio tienta con tentaciones de ateísmo, contra la fé en general, con escrúpulos, con tentaciones de depresión, incluso con tentaciones de suicidio. Estas tentaciones de suicidio las llegaron a sufrir San Ignacio de Loyola y Santa Teresa de Lisieux.

(Extraído del libro "Daemoniacum. Tratado de Demonología". Belacqua. Jose Antonio Fortea).