jueves, noviembre 27, 2008
Curaciones Mágicas del Chamanismo
El chamanismo nos lleva a esos rincones inexplorados de nuestra propia mente, donde se dan la mano el mundo mágico y el mundo real. Pues bien, vamos a seguir profundizando por este camino y, en un acto de coraje, afirmaremos que es preciso creer que el pensamiento mágico es un acto de curación y que, por lo tanto, las mentes mágicas son las más saludables. Ahora bien: ¿En dónde se daría esta premisa? Sin duda, en un campo situado más allá de la razón pura.
Eso si, como la magia parece tan extraña a la razón, la parte racional de nuestra mente suele tenerle mucho miedo a todo lo que se observa como no-racional. La palabra mágico tiene, para muchas personas, un tono siniestro, relacionado con todo lo oscuro, peligroso, escalofriante y salvaje. Quien ha hecho el último aporte más espectacular del mundo, reafirmando esta conceptualización siniestra de lo mágico, es Joanne Rowling. Sus cinco libros publicados sobre la vida del niño mago Harry Potter son una verdadera excursión al mundo tenebroso y oscuro de la magia.
Claro que, si leemos a algunos estudiosos de los chamanes, como Piers Vitebski, por ejemplo, podemos llegar a pensar que el mundo chamánico también tiene sus lados oscuros y peligrosos, en especial cuando se trata de luchas de poder. Pero, me pregunto yo y les pregunto a ustedes: ¿No existe otra magia diferente? A mi ninguna duda me cabe de que existe una magia distinta a esa, que está dentro de nosotros y que el psicólogo Wayne Dyer la describió magníficamente en su libro “Tus zonas mágicas”.
Esta magia, capaz de “hacer milagros” y darnos una visión muy distinta de lo convencional, es directamente proporcional a la capacidad ilimitada de la mente humana para extender su influencia al mundo de los objetos, aún cuando se enfrente en el camino a obstáculos teóricamente imposibles de superar. Y es precisamente esa magia la que nos permite avanzar en el delicado terreno o campo de las llamadas curaciones mágicas, o espirituales o energético cuánticas, dentro de las cuales encontramos las curaciones chamánicas.
Hasta aquí, como ustedes verán, me estoy orientando hacia una defensa del pensamiento mágico, para nada circunscrito solamente al dominio del cerebro sobre el cuerpo que controla. Yo me estoy refiriendo a la influencia directa del pensamiento sobre acontecimientos que están mucho más allá del alcance de las señales nerviosas de las neuronas cerebrales. Porque el pensamiento mágico parece presentar muchas de las características de un campo energético.
Por ejemplo, el campo electromagnético del universo es invisible, omnipresente y capaz de reaccionar al más leve cambio dentro de sí (“Cuando vibra un electrón, tiembla el universo”, reza el enunciado del Teorema de Bell), lo que significa que ninguna parte del campo puede moverse sin repercutir en el todo. Si trasponemos este conocimiento a la mente, eso significa que cada uno de los pensamientos individuales puede afectar a todas las otras mentes, no tanto porque se ejerzan poderes psíquicos, sino porque cada mente particular es una pequeña parte integrante de la totalidad del campo.
Calculen ustedes como se potencia esa posibilidad de interacción recíproca cuando se trata del contacto directo entre un chamán y quien se entrega a manos del mismo. Se establece una muy fuerte simbiosis, que funde la realidad interior de cada uno de los involucrados en la relación con la realidad exterior, haciendo que el adentro y el afuera sean una sola cosa. Entonces existe o se crea un territorio común en el cual mente y materia se unen en una danza, moviéndose juntas por instinto y dando vida a una metáfora.
El renombrado psiquiatra escocés Ronald David Laing, quien en los años ’60 y ’70 sacudió al mundo de la salud mental con sus observaciones y postulaciones, relata en su libro “Sabiduría y locura” el caso de la célebre violoncelista británica Jacqueline Du Pre, que murió de esclerosis múltiple antes de cumplir 50 años. Afectada desde que tenía 28 años, la enfermedad la llevó a perder la total coordinación de de sus dos brazos. Cuando por esa causa llevaba más de un año sin tener ningún contacto con el violoncello, un día despertó completa e inexplicablemente “curada”. Corrió hacia un estudio y grabó maravillosas interpretaciones de Chopin y Franck. Su remisión espontánea duró cuatro días, luego de los cuales volvió a su incapacidad absoluta. Es difícil negar que, en esos cuatro días, Du Pre estuvo totalmente liberada de su enfermedad, pero desde el punto de vista médico eso no tiene sentido porque la esclerosis múltiple es una enfermedad que provoca daños irreversibles sobre la vaina de mielina que cubre las células nerviosas, generando incapacidades irrecuperables.
Du Pre, según relata Laing, se hallaba ya en la etapa en que sus neuronas dañadas estaban físicamente fuera de funcionamiento. Cabe preguntarse entonces: ¿Cómo pudo recobrarse? Ella no mejoró por solo pensarlo, ni tampoco por su coraje o fuerza de voluntad. Aquí, de algún modo desconocido, ella logró trascender su enfermedad tan por completo, que logró alterar la realidad material. Y esa es precisamente la forma de curación que provocan o producen los chamanes, es decir a partir de una modificación de lo que aparentemente es de una forma determinada y no admite cambios, pero el chamán penetra en su misteriosa estructura interna y la modifica.
Para coronar la descripción iniciada con el caso Du Pre, Laing recuerda que él en persona ayudó a un paciente a crear ese “espacio y efecto mágico”, aunque solo por un breve momento El enfermo era un hombre de 38 años que estaba postrado en una silla de ruedas, presentando un cuadro avanzado de esclerosis múltiple, bien establecido clínicamente y correctamente diagnosticado. Escribió Laing al respecto: “Sólo por ver qué pasaba, hipnoticé al paciente y le dije que se levantara de su silla y caminara. Se puso de pie y dio varios pasos, hasta que se lo sostuvo y colocó de nuevo en la silla. Quizás aún estaría caminando”, creyó Laing, “si yo no hubiera perdido el valor y él también, después de esos tres o cuatro pasos”. Laing sostiene firmemente que, con su “curación sugestiva”, él permitió a su paciente entrar en un tiempo y espacio diferente, donde su esclerosis múltiple no existía y las neuronas destrozadas aquí y ahora actuaron allí y entonces como si estuvieran sanas. Con esto, Laing avalaba indirectamente algo que los chamanes sostienen de siempre, la existencia de otras dimensiones témporo-espaciales. No obstante, de alguna manera desconocida, la parálisis dependía del estado de conciencia del enfermo, conclusión que tanto en aquel entonces como hoy enfurecería a un neurólogo inflexible.
stos dos casos referidos por Laing tienen un factor común: la generación de un espacio-tiempo diferente, de una dimensión distinta en la que la enfermedad no existe. Y aquí mismo yo hago el enlace con el chamanismo, porque una de las cosas que puede lograr o hacer el chamán es manejarse por diferentes espacios y tiempos de realidad. El chamán en su accionar va mucho más allá de eso que nosotros llamamos realidad objetiva y que además percibimos y aceptamos como tal. El chamán sale de ese campo de realidad y puede crear otro campo diferente desde el cual actúa y provoca la curación.
Quiero rescatar también, de bibliografía para mi muy confiable, casos de curación chamánica de psicosis crónicas técnicamente irreductibles. En su libro “La curación chamánica”, el psiquiatra argentino Arturo Philip cuenta algunas de sus experiencias en el Hospital Neuropsiquiátrico de Carmen de Patagones, donde por iniciativa propia avalada por los demás integrantes de su equipo de salud, decidió incorporar al grupo psicoterapéutico a una chamana mapuche llamada Dominga Ñacufil, una indígena descendiente pura de los indios mapuches, que habitaban en el territorio patagónico argentino.
Y transcribe el mencionado autor el caso “César”, un paciente de 31 años, internado crónico en el hospital, quien llevaba ya cinco años con un diagnóstico de Esquizofrenia Catatónica. Debo aclarar o explicar que la esquizofrenia es una psicosis delirante crónica de muy mal pronóstico y la forma clínica llamada catatónica una de las más difíciles de curar, siendo su evolución más común y lógica hacia la demencia.
Después de haber fracasado en varios intentos con distintas terapias físicas y psíquicas, el médico decidió concretar un trabajo conjunto con la chamana de la región. Para ello se contactó con Doña Dominga, a quien le explicó claramente qué era lo que pretendía de ella. Cuando la chamana accedió a intervenir lo hizo a su manera y en diálogos y sesiones privadas con el paciente. De ahí en más, el cambio de “César” fue notable, tanto que quienes lo conocieron antes lo desconocieron después porque su curación fue estable.
Pero mucho más llamativo fue el caso “Norma”, una mujer también psicótica, a la que la chamana curó luego de toda una ceremonia ritual en la que participó también como espectador y marco de acompañamiento el resto del equipo terapéutico del hospital. Al cabo de cinco meses, el cambio de “Norma” había sido tan grande que ella pasó a ser una mujer feliz, ya no tenía ni siquiera restos de aquella paciente psicótica esquizofrénica crónica que había sido y parecía estigmatizada a seguirlo siendo, reinstalándose en el estatus social que alguna vez había tenido, antes de la enfermedad, de esposa y madre, viviendo de nuevo con su familia, en su hogar y lejos de una sala de esquizofrénicos crónicos de un hospital psiquiátrico a la que había sido confinada.
Quiero rescatar al respecto un párrafo del Dr. Philip que, a mi entender, es muy expresivo: “Según nuestra experiencia, el chamán cuenta con más recursos por su particular concepción de salud y enfermedad. Recordemos que, para él, la salud es bien-estar y esto implica una situación de armonía con todos los elementos de su campo perceptual, interior y exterior, desde seres humanos que están o han estado cerca suyo, situaciones de conflicto, coyunturas de energía o transferencia acontecidas o por acontecer, relación con seres inanimados de su entorno, etcétera. Sin olvidar a la Madre Tierra, el sol, las estrellas, el agua , el río, el canto de los pájaros, todos ellos elementos capaces de interactuar o intervenir de alguna manera en un complejo proceso de salud y enfermedad. En esta concepción que podríamos denominar ecológica de la salud, la enfermedad es una ruptura de ese ecosistema que el chamán puede subsanar a través de su rito”.
Como se ve, el chamán es la persona indicada, el sujeto de supuesto saber, el experto en la operatividad de esos elementos externos e internos sobre los cuales, quien acude en su ayuda o en su auxilio le proyecta un conocimiento y una capacidad acorde a la investidura del chamán. Es decir que, en el ritual chamánico, se funden tanto el saber acumulado y presto a actuar del propio chamán, sinergizado o catalizado por todos esos elementos, afectivos e intelectuales, que el demandante de la curación chamánica pone también sobre la escena.
Pero el chamán es siempre el que decide cuándo es conveniente o no, o de qué manera, “trabajarlo” al caso por el cual se lo consulta. Hay ocasiones en las que el chamán puede decidir no intervenir, sobre todo cuando él considera que su “paciente” se encuentra atrapado dentro de un sistema sobre el cual no sería factible introducir ninguna modificación. Hay que tener en cuenta también que, toda práctica chamánica curativa, lleva siempre implícito el riesgo de la muerte, cosa que el chamán sabe y a la que no le teme. La muerte siempre está muy presente en cualquier intervención de tipo chamánico.
El ritual que ejecuta el chamán tiene el mismo efecto de un bisturí, que hace una precisa escisión liberadora del mal que aqueja al enfermo.
Otro caso muy interesante, de curación de una esquizofrénica catatónica grave, es el que refiere la psiquiatra rusa Olga Kharitidi en su primer libro “Entrar en el Círculo” también conocido como “El círculo chamánico”. Para los que no la conocen, la Dra. Kharitidi era una médica psiquiatra del Hospital Neuropsiquiátrico de Novosibirsk, en Siberia, quien a través de distintas experiencias personales se va introduciendo en el aprendizaje y la práctica de técnicas chamánicas, en la región de los montes Altai, lo que va cambiando su vida personal y profesional. En este libro cuenta con detalles como se va produciendo la evolución de ese proceso en el interior de su persona, hasta que llega un momento en que descubre a la chamana que lleva dentro de si y se le plantea la posibilidad de actuar como tal en su propio lugar de trabajo, a escondidas de todo el mundo, porque la ciencia médica no podía convivir en un lugar académico con un producto de la imaginería popular.
Pero Kharitidi no dejó pasar esa primera oportunidad de su vida de actuar dentro de un contexto totalmente diferente, en el propio lugar donde había cimentado todas sus experiencias profesionales. Y cuenta el caso de una paciente llamada “Luba”, de 40 años, con diagnóstico previo de Esquizofrenia Catatónica , de evolución rápida y maligna, con pronóstico negativo y sugerencia de declaración de incapacidad mental total, absoluta e irreversible, luego del fracaso de los psicofármacos y las terapias de shock.
Si bien Kharitidi reconoce que el diagnóstico clínico psiquiátrico de esta paciente le pareció correcto en todos sus aspectos y que no se le concedían a ella esperanzas ni siquiera de una breve remisión, no existía ningún motivo aceptable para no ocuparse de esa persona. Justamente cuando estaba intentando entrevistarla, dice Kharitidi que sintió el mensaje que le enviaba Umai, una chamana sin edad ni tiempo, de los Urales, que había sido su iniciadora en el conocimiento de la práctica milenaria del chamanismo. “Pídele a tu sanador interno que salga y que haga el trabajo por ti y luego no te sorprendas de tus propios actos, aunque te parezcan extraños e incluso absurdos. Inténtalo y compruébalo por ti misma”.
Expresa también la psiquiatra rusa que, frente a un caso perdido como éste, no le quedaba otra forma de actuación que no fuera a modalidad chamánica, ya que en el claustro hospitalario debería ser muy cuidadosa con los métodos que aplicara en sus sesiones terapéuticas. De ese modo llegó a la conclusión de que la enfermedad de “Luba” no se debía a la alteración de su cerebro por un componente biológico extraño, sino que apeló a la vieja creencia chamánica de que esa mujer, por alguna razón desconocida, había perdido su alma interior.
Ante tal “realidad”, lo único que la profesional sentía que podía hacer era proporcionarle a esa persona alguna clase de estímulo que le permitiera salir fuera de si misma, con la esperanza de que pudiera recordar y encontrar lo que había perdido. Entonces, concentrándose en las palabras de Umai, la doctora percibió una transformación interna que le hizo sentir como si su corazón tuviera ojos y pudiera ver. Y le habló a “Luba” desde ese sanador interno que bullía dentro de si. Reconociendo que sus palabras de sanadora sonaban como algo patético a su Yo conciente, Kharitidi siguió hablando a una “Luba” que ni parecía escucharla, hasta que la médica tuvo la sensación de que perdía totalmente el dominio de su persona, mientras “Luba” no mostraba la más mínima reacción inmediata, permaneciendo todo el tiempo sentada como si fuera un monumento de piedra.
Después de esta primera experiencia, en la que la médica psiquiatra dijo que “una vez sola en su despacho hundió el rostro entre las manos, tratando de superar su vergüenza e insatisfacción por lo que había hecho, pronto empezó a reprocharse su estupidez y su conducta para nada profesional”. Es que las defensas de su Yo estructurado saltaron a la escena y la llenaron de culpas y reproches, lo que demuestra hasta dónde la gente con formación académica y profesional puede ser totalmente reacia y rechazar este tipo de experiencias, calificándolas como algo rayano en la locura.
Cinco días después y cuando la Dra. Kharitidi ya había escrito en su diario personal que la toma de conciencia de este fracaso personal al menos le había servido para aceptarlo y que eso le proporcionaba una cierta sensación de alivio, se enteró que “Luba” la estaba esperando y quería hablar con ella. Y no pudo menos que asombrarse cuando se encontró con la misma mujer, pero cuidadosamente ataviada, con un rostro hermoso y lleno de vida, que le decía: “Gracias doctora, usted me ha curado, he vuelto a ser yo misma y estoy sana. No se imagina lo feliz que me siento”. “Luba” dejó el internado, volvió con su familia y se recuperó totalmente. Después de lo cual, la Dra. Kharitidi siguió estudiando los rituales y las ceremonias de curación chamánicas, desde su nueva residencia en los Estados Unidos.
Por mi parte, creo que, en nuestros días, nadie puede ser un escéptico total frente a los cada vez más numerosos casos que se conocen de curaciones chamánicas, o por otros medios espirituales, o de depuración energética. Pienso que, entre estas formas de curación mágica, el chamanismo cuenta con un aval histórico milenario y con toda una tradición que lo ha convertido en un fenómeno transcultural por excelencia.
Sin embargo, en el mundo moderno, el fenómeno salud-enfermedad sigue formando parte de un campo nebuloso, en el que la ciencia médica formal se ha mantenido rigurosamente fiel a una realidad científicamente estructurada, dentro de los márgenes de un materialismo objetivo a ultranza. Me parece que, no obstante, ya hay mucha gente famosa en el mundo reclamando cambios de paradigmas.
No quiero ser pesimista ni terminar esta exposición abriendo márgenes de duda acerca de todo lo que hemos estado tratando. Estoy convencido de que el chamanismo, como fenómeno acompañante del proceso evolutivo del hombre desde los comienzos mismos de la prehistoria, tiene mucho para enseñarnos todavía. Pero me parece que ese enorme e inacabable caudal de enseñanzas acumuladas a lo largo de miles de años, no llegará nunca ni siquiera a rozarnos si antes no somos capaces de abrir, de par en par, las puertas de nuestro corazón