
Autor: Gloria Garrido
¿Profesaba el genio renacentista ideas heréticas que le habrían llevado a la hoguera de haberse hecho públicas?
Reiteración significativa
Podemos advertir este enigmático signo por primera vez en La Adoración de los Magos (1481), obra nunca terminada. En esta pintura, se ve que los magos sólo ofrecen a Jesús incienso y mirra, pero no oro, metal asociado a la realeza. Aquí, el «gesto de Juan» lo exhibe un espectador situado tras un promontorio sobre el cual crece un algarrobo, árbol dedicado al Bautista, hacia quien mira fijamente con expresión de fervor un grupo de adoradores.
El gesto admonitorio vuelve a aparecer en la primera versión de La Virgen de las Rocas (1483-1489), ahora en el Louvre. Este cuadro, rechazado por las monjas que lo encargaron, muestra al ángel Uriel con el dedo índice amenazante, apuntando hacia el cuello del niño que está con la Virgen y que supuestamente debería ser Juan, ya que su posición es inferior a la del niño que está con el ángel y que, por lo tanto, debería ser Jesús, aunque algunos investigadores creen que Leonardo jugó adrede en esta composición con la ambigüedad y el equívoco, dando a entender que Juan Bautista pudo haber tenido mayor autoridad que Jesús. El caso es que en la segunda versión del cuadro –la aceptada definitivamente por las monjas–, ahora en la National Gallery, Uriel ya no hace el «gesto de Juan».
Ese dedo acusador aparece de nuevo en el boceto de La Virgen y el Niño con Santa Ana (1501) en el cual Jesús bendice a su primo Juan, mientras Santa Ana –que algunos autores sospechan es realmente Santa Isabel, madre de Juan– contempla fijamente y de cerca el semblante ensimismado de su hija, y hace el «gesto de Juan» con una mano curiosamente grande y masculina. La presencia inquietante de esta señal enigmática puede verse asimismo en La Última Cena (1495-1497), en la que un apóstol situado a la izquierda de Jesús blande el índice ante el rostro del Redentor en una actitud de advertencia. Por si todas estas concurrencias fueran pocas, la única escultura de Leonardo que conservamos (hoy en el exterior del baptisterio de Florencia), precisamente otro Bautista realizado a medias con Giovani Francesco Rustici, tiene también levantado el índice de la mano derecha.
Símbolo fundamental
Esta insistencia implica que nos hallamos ante un símbolo fundamental en la obra de Leonardo. Precisamente, la forma más natural de crear un símbolo en el arte o en la poesía es la reiteración de una misma imagen. Este método convierte al motivo que sea en leitmotiv (o tema dominante) y, por lo tanto, en un vehículo que contiene y comunica más de lo que denota. En consecuencia, es legítimo preguntarse: ¿qué simboliza este «gesto de Juan» en la obra de Leonardo?
En La revelación de los templarios, Lynn Picknett y Clive Prince han elaborado una teoría según la cual dicho «gesto de Juan» fue utilizado por el genio de Vinci para comunicar sus creencias heréticas de forma velada. Dado que el ademán apunta en algunas ocasiones hacia el cuello o al rostro de Jesús, interpretan que se trata de una especie de recordatorio sobre la decapitación injusta que acabó con la vida del Bautista y que, según estos autores, Jesús podría haber evitado. Su teoría, meramente especulativa y sin ninguna base documental, habla incluso de una conspiración política cuyo objetivo habría sido el trono de Israel. La lucha mantenida entre los partidarios del Bautista, descendiente directo de David a través de su padre Zacarías, de la casta sacerdotal de Aarón, y los partidarios de Jesús, descendiente de la casa de David a través de la Virgen María, habría provocado la muerte de Juan para dar prioridad a Jesús. Dejando a un lado esta insólita hipótesis, lo que sí es cierto es que el personaje de Juan Bautista fue muy reverenciado en los primeros siglos de la era cristiana.
Los Evangelios canónicos empiezan refiriéndose a él como el precursor y mensajero que anuncia la venida del Mesías. Por otra parte, en las Antigüedades judaicas, de Flavio Josefo, se hace un elogio de su rectitud y vida ascética. También se dice que tenía gran influencia entre el pueblo y numerosos seguidores. Al parecer no faltaron en los primeros siglos de la era cristiana quienes dieron incluso más autoridad a Juan Bautista que a Jesús, aseverando que el verdadero Mesías era el primero y que el segundo, discípulo suyo en sus inicios, acabó separándose de él y arrebatándole gran parte de sus seguidores.
Este tipo de creencia pudo estar avalada por un evangelio apócrifo llamado Protoevangelio de Santiago, recopilado en época tardía con materiales de distintas fuentes hoy desaparecidas, y en el cual se afirma que Juan era importante por derecho propio y que fue él, y no Jesús, el niño perseguido por Herodes para evitar que se convirtiera en rey de Israel. Pero incluso si rechazamos estas fuentes por resultar espurias, los propios Evangelios canónicos reflejan que los seguidores de Juan Bautista y los de Jesús polemizaban sobre cuál de los dos era el mayor profeta.
También es obvio que Jesús comenzó en el movimiento de Juan y que después de iniciar su magisterio independiente contó entre sus discípulos con seguidores de éste. De hecho, entre los historiadores y expertos en el Nuevo Testamento existe un consenso para considerar que el reconocimiento de Jesús como Mesías por parte de Juan no fue histórico y que se introdujo en la tradición cristiana después de la muerte de ambos.