jueves, noviembre 27, 2008

La Mentalidad del Combate del Wing-Chun


«Ningún hombre es invencible, y por lo tanto, ningún hombre puede completamente comprender lo que le haría invencible». (MUSASHII).

Las artes marciales se crearon con el único propósito de defenderse a uno mismo, a su familia, a sus creencias y a su patria de la agresión. Naturalmente, habiendo diferentes culturas, se desarrollaron varios métodos y sistemas de acuerdo con las diferentes experiencias y estudios del combate. Frecuentemente la gente cree que la victoria en una pelea se obtiene tan solo por la aplicación propia de técnicas, y al aprender estas técnicas, cualquiera es capaz de ganar. Así que la pregunta se nos presenta: ¿si todas las técnicas son básicamente iguales, y adquieren su validez de los mismos principios universales, por qué es que un hombre prevalece contra otro? La respuesta es: la mentalidad de el combate. La mente de el guerrero.

Al preparar la mente para el combate, el primer paso es el llegar a una razón satisfactoria por la cual recurrir a la violenta opción de el combate. En el combate verdadero, la razón es simple: es un asunto de vida o muerte. Lao Tzu escribió:
«Ya que los brazos son instrumentos de mal presagio y hay cosas que les detestan, aquel que posee el Camino no se basa en el uso de ellos...Cuando uno se convence en que hay que usarlos, lo mejor es usarlos sin entusiasmo. No hay gloria en la victoria, y el glorificarla a pesar de esto es deleitarse en el matar a hombres. Uno que se deleita en el matar hombres nunca se saldrá con la suya en el imperio».
El combate es un evento feo y brutal que termina con daño serio o la muerte de uno de los combatientes. Una persona que entrena para el combate debe preguntarse por cuáles razones está dispuesta a matar, y por cuales razones está dispuesta a morir. Tomando en cuenta la realidad tan seria de la vida o la muerte, un insulto, o una mala mirada debería ser poco motivo para pelear físicamente. No hay cabida ni para un juicio equivocado ni para un ego inflado.

Las artes marciales se desarrollaron para sobrevivir la realidad del combate, no se desarrollaron como deporte ni forma de entretenimiento. Un verdadero guerrero no pelea por trofeos ni por reconocimiento; el hacerlo es una perversión de las artes marciales, y es profanar el honor y las virtudes sobre los cuales un guerrero basa su carácter. ¿A qué precio venderá uno su honor?

Un componente elemental de la mente del guerrero es la humildad. La humildad consiste en darse cuenta que uno no lo sabe todo, y que puede aprender algo en cuanto a si mismo de los demás. Un gran peleador se da cuenta que no existen las garantías, y que cualquiera puede ganar o perder cada día. El no presume de sus habilidades ni busca pleitos. El respeta a todos y no degrada a nadie. Lao Tzu escribió:
«Uno que sobresale como guerrero no parece ser formidable. Uno que sobresale en el combate nunca se deja llevar por el enojo. Uno que sobresale en derrotar a su enemigo no se deja llevar por la situación. Uno que sobresale en el emplear a otros se humilla ante ellos».

Además, uno nunca debe de subestimar al adversario, o a la naturaleza de la confrontación. Lao Tzu escribió:
«No hay mayor desastre que el recibir a un enemigo con demasiada tranquilidad. El hacerlo casi me costó mi tesoro [vida]. Por lo tanto, cuando dos lados toman armas el uno contra el otro, el que está lleno de pesar es el que triunfa».
El verdadero guerrero comprende que toda vida es de gran valor, y que no puede destruirse sin buena razón. Este principio es recíproco, ya que la vida propia no se debe arriesgar por numerosas razones, ni por algo tan nimio como el orgullo.
La mentalidad del combate de un guerrero parece ser casi una contradicción. Si uno solo puede pensar en el triunfar o en el no perder, la derrota es casi impensable. El guerrero ni se esfuerza por triunfar ni por perder, sino que permite que la pelea se desarrolle y se desenlace. El ve la lucha en su totalidad y en el momento presente. No se preocupa por el futuro ni por el pasado, sino que vive en el ya. El filósofo de Zen, Takuan Soho escribió:
«Se supone que como artista marcial yo no lucho por triunfar ni por perder. No me preocupo por la fuerza ni por la debilidad. Ni avanzo ni retrocedo un paso. Ni me ve el enemigo ni yo lo veo a él. Penetrando a un lugar donde los cielos y la tierra aun no se han dividido; donde Yin y Yang todavía no han llegado. Yo prontamente y necesariamente gano el efecto».

Hay un principio que declara que al pelear, uno saldrá golpeado. El guerrero comprende esta verdad, y se prepara para arriesgarlo todo, y no ganar nada. Por lo tanto, él lo gana todo. Cuando uno recibe un golpe, si uno se concentra en el haber sido golpeado, entonces con certeza recibirá más golpes. Al mismo tiempo, si uno piensa no recibir más golpes, ciertamente los recibirá. El único método correcto es el percibir el momento, y reaccionar en vista de la realidad. Takuan Soho escribió:
«La victoria se gana sin el moverse de donde uno está». La mente se mantiene centrada y enfocada en el ya. El guerrero mantiene una mente balanceada. Además, el guerrero comprende los principios de no compasión y no misericordia hacia el enemigo. La misericordia es el no herir físicamente al enemigo; y la compasión es el tener empatía por los sentimientos del enemigo. El guerrero se da cuenta que la misericordia o la compasión será una desventaja a su habilidad de sobrevivir el combate. Pero, esta es una mentalidad basada no en la apatía, sino en el deseo de subsistir. El guerrero nunca se deleita en la crueldad. El acaba la pelea rápida y eficazmente. Cualquier acción adicional sería el espíritu de venganza y la defensa del orgullo, no de el honor».

Cualquiera puede desarrollar la mente de el guerrero, o la mentalidad de el combate. Para no titubear, hay que fijar en la mente que uno está dispuesto a hacer cualquier cosa por vivir, aun si esto cuesta una vida ajena. Uno debe decidir cuánto quiere vivir, y que hará para defender aquellos valores y creencias que le definen. La mentalidad del combate moldea el carácter del guerrero, y le permite penetrar lo ordinario al luchar. Esta mentalidad la gobierna una forma de pensar diferente, y llega a ser un ingrediente esencial de las habilidades marciales. En el Zen, se le llama ilustrado a aquel que ha logrado este estado mental. La mente de el guerrero, al fin no es nada más que saber ver las cosas tal y como verdaderamente las son, y darse cuenta de la belleza que se encuentra escondida en esa simplicidad.