viernes, noviembre 28, 2008

Marduk: Donde Viven los Muertos


Por Carlos Fernandez


El continuo perfeccionamiento de las técnicas de la Transcomunicación Instrumental -supuestos contactos con el Más Allá a través de medios técnicos- ha permitido a sus seguidores construir una cosmogonía propia sobre la vida, la muerte y el Más allá. Y según su filosofía, los seres que fallecen en la Tierra experimentan un salto dimensional hacia un mundo semimaterial llamado Marduk, situado en unas coordenadas espacio-temporales distintas a las terrestres.

Resulta poco menos que imposible el calcular cuantas personas en todo el mundo están convencidas de que contactan con el más allá a través de un simple magnetofón. Las psicofonías están siendo utilizadas desde hace décadas como un medio sencillo de comunicar con personas ya fallecidas, proporcionando a miles de familias una esperanza sobre la supervivencia a la muerte.

Mientras en España siempre se ha considerado a estas voces como el reflejo de un "más allá" tétrico y poco acogedor, en otros países -especialmente los de centroeuropa- se interpretó de manera bien diferente. Desde que el fenómeno de las psicofonías alcanzó una cierta popularidad en la década de los setenta, miles de personas comenzaron a experimentar con el deseo de escuchar las voces de sus seres queridos ya fallecidos. Y se crearon asociaciones de experimentadores, que editaban sus propios boletines y organizaban congresos donde se debatían las mejores técnicas de pretendido comunicación.

A los magnetofones le siguieron otros medios técnicos que servían como soporte para el pretendido contacto, como televisores, radios, teléfonos y hasta los modernos ordenadores. Y a través de estos aparatos algunos experimentadores aseguran haber obtenido abundante información sobre los más variados temas, construyendo una filosofía propia basada en el contacto tecnológico con el más allá, conocido con el nombre de Transcomunicación Instrumental (TCI).

Uno de los más activos experimentadores sobre la transcomunicación, es el matrimonio formado por Maggy y Jules Harsch Firschbach. Comenzaron sus pesquisas en 1986, a través del fenómeno de las psicofonías. A través de este método, querían comprobar experimentalmente si existía una vida más allá de la muerte.

Los resultados no se hicieron esperar, y en unos pocos años fueron mejorando la cantidad y calidad de sus equipos, incorporando radios, luces ultravioletas y algunos ingenios electrónicos especialmente construidos para este fin. Los objetivos de esta configuración de aparatos eran conseguir cada vez mejores "comunicaciones" con el Más Allá. El primero de estos equipos, fue bautizado con el nombre de "Europuente de señales" y permitió al matrimonio Harsch-Firschbach obtener extensos discursos de sus interlocutores, que a veces llegaban a durar varios minutos. Poco tiempo después, las propias voces les indicaron como construir el GA-1, con el que pudieron entablar algunos diálogos con sus misteriosos interlocutores.
A través de estos dos sistemas, de otro aun más perfeccionado llamado "Puente de Burton", de mensajes telefónicos, imágenes de video y textos e imágenes grabados espontáneamente en el ordenador; el matrimonio luxemburgués obtuvo abundante información sobre esta particular punto de vista sobre la vida después de la muerte. Pero no fueron los únicos.


Otras fuentes de información

Algunos años antes de que comenzaran las experiencias de Luxemburgo, en los Estados Unidos se gestó otro ingenio para el contacto con el más allá. Con muy corta vida, el Spiricom (Spiritual Comunication) permitió a Georges Meek, artífice de este proyecto; y a su constructor William O'Neill, establecer contactos con el Dr Mueller, un ingeniero en electrónica fallecido unos años atrás. A través de las supuestas conversaciones con Mueller, se recibieron numerosos mensajes donde se describía como es la vida en el más allá.

Otros investigadores en TCI especialmente americanos y centroeuropeos, consiguieron contactos más o menos fluidos, donde pudieron conocer importantes conceptos e imágenes sobre el supuesto mundo de los muertos.
Y como resultado de todos esos mensajes, comienza a tomar forma una filosofía y una forma de entender la vida y la muerte, basada en los supuestos contactos con el más allá a través de medios técnicos.


El Universo según la TCI

Los diversos aspectos que conforman la cosmogonía de la transcomunicación instrumental es muy amplia y rica en conceptos.

El espacio donde residen los seres que alguna vez vivieron en la Tierra es, según la TCI, en algunos aspectos concretos, algo diferente al que normalmente concebían los espiritistas clásicos. Se trata de mundos también materiales donde quien muere en la Tierra, renacería en este lugar, y adoptaría una nueva vida y nuevas obligaciones, como un estadio más dentro de una progresiva evolución. Un mensaje recibido por el matrimonio de Luxemburgo, ofrece algunas pinceladas al respecto: "Nosotros tenemos un cuerpo como el suyo. El se origina sobre una base de vibraciones más finas... Aquí no existen enfermedades; los miembros que faltan crecen nuevamente. Los cuerpos que en su mundo estaban atrofiados, aquí son regenerados".

Según los comunicantes de la TCI, los cuerpos sufren transformaciones reparadoras, estabilizándose en una edad media aparente... "Las personas que en la tierra mueren con edad avanzada, llegan aquí totalmente conscientes, después de un sueño reparador. Ese sueño de reposo tiene una duración terrestre de cerca de seis semanas. En algunos casos puede durar un poco menos. Los niños que llegan son cuidadosamente recibidos y cuidados por sus parientes fallecidos. Los niños crecen y continuan desenvolviéndose hasta alcanzar la edad media de 25 a 30 años. Vivimos en compañía de otras formas de vida, con seres humanos que antes de la muerte física habitaban otros planetas...".

Este hipotético mundo donde residen los muertos, llamado Marduk, estaría ubicado en un Universo paralelo, en una dimensión imposible de acceder en nuestras coordenadas espacio-temporales. Así describen los interlocutores de la TCI a su mundo: "Los paisajes son impresionantemente bellos... Cerca de sesenta billones de humanoides se encuentran aquí, provenientes de todos los mundos existentes. La amistad y la camaradería continuan siendo cultivadas."

En Marduk vivirían varios billones de seres, algunos fallecidos recientemente, y otros hace siglos; de la Tierra y de otros planetas; como un lugar de paso hacia otros mundos más evolucionados. Y es que desde el punto de vista de la TCI, la evolución de los seres está marcada por un progresivo paso por mundos cada vez más sutiles, hasta alcanzar las máximas cotas de evolución.


La comunicación con el Más Allá

La comunicación entre la Tierra y ese mundo paralelo, se establece por iniciativa de los habitantes del otro lado, quienes han construido estaciones emisoras, desde donde emitir sus mensajes.

La supuesta objetividad que presenta la tecnología como medio para transmitir un mensaje, estaría subordinada a las capacidades psíquicas del operador, y por supuesto a la voluntad de los comunicantes. Es por ello que los transcomunicadores afirman que ningún equipo por si solo puede garantizar la comunicación con el más allá. Así es que el conjunto formado por el equipamiento electrónico y la psique humana -en especial sus pensamientos- serían el alma mater de cualquier transcomunicación, formando lo que se conoce como Campo de contacto.
Según la TCI, existirían en nuestro planeta doce puntos a través de los cuales los comunicantes del Más Allá podrían -no sin esfuerzo- enviar objetos materiales, tal como si fueran "aportes". Algunos transcomunicadores dicen haberlos recibido (Maggy Harsch, por ejemplo).


Perspectivas de la TCI

Dadas las premisas y la evolución propia de la Transcomunicación Instrumental, tanto en los aspectos puramente técnicos, como en los sociales y filosóficos, es difícil predecir el futuro de esta disciplina. Muy especialmente cuando la comunicación con seres fallecidos -y la propia existencia de una supervivencia a la muerte- no llegan a subir el peldaño de la ciencia.

La TCI podría definirse simplemente como un conjunto de experiencias donde existe una supuesta comunicación con seres ya fallecidos. Y el carácter probatorio de estas experiencias se reduce -en el más propicio de los casos- a una convicción personal de los protagonistas. Y es que con las herramientas de la ciencia, la supervivencia a la muerte no encuentra -por lo menos de momento- sus elementos probatorios.
Si los conceptos que se manejan en la TCI son correctos, el futuro podría depararnos cambios radicales en muchos aspectos. Quizá comunicarse con los muertos sea algo tan sencillo como encender una radio o un televisor.

De momento, solo así lo creen miles de familiares que encuentran alivio al dolor de la pérdida de un ser querido; o buscadores que creen haber encontrado la prueba de la supervivencia. Los fenómenos interpretados como una comunicación, o las técnicas apócrifas y casi contraculturales que sustentan a la TCI, no alcanzan -al menos por el momento- el rango de prueba. Y el tiempo dirá si se trata de un contacto tecnológico con el Más Allá, o con algún rincón poco conocido de la mente humana. Entretanto, la única alternativa parece ser la experimentación y la investigación desapasionada. Por otros caminos -los excesivamente simplistas o hiper crédulos- difícilmente se encuentran respuestas.