
Jorge RIPOLL MATTERSON
Martes, 2 de febrero, así decía el almanaque que olvidadamente colgaba como podía en la pared de la habitación.
Una mañana más despertaba a mi vida… una más de la de todos los días... hasta cuando lo mismo?
Sin ganas de moverme, solo atinaba a abrir los ojos lentamente, sin la más mínima voluntad de ver lo que siempre veía… aquel techo, que alguna vez fuera blanquecino, con sus revoques resquebrajados que dibujaban junto con la humedad un mapa de venas en el techo.
Girar la cabeza… mirar el despertador y pensar... para que levantarme?...
Dibujar en mi mente el día que me tocaría vivir... igual al de ayer... al de antes de ayer y al de mañana, si es que seguía vivo… me daba igual.
No había nada en mi vida que me gustara vivir, el hastío de siempre, lo gris de siempre... una vida llena de brumas que pegoteaban la ropa sobre la piel formando una pasta pesada y maloliente.
Me siento en la cama y rasco mi cabeza transpirada después de aquella noche húmeda de verano... tan húmeda como las lágrimas con las que me dormía cada noche… hacía tanto que lloraba al dormirme que ya ni siquiera me acordaba por que era.
Ya ni siquiera me quedaban recuerdos....
¡Mierda de vida!...
Pero la hora apura… a la cocina a poner el agua para el café y al baño.... la barba esta un poco larga… pero… que mas da, a quien le importa.
Estamos cerca de fin de mes de manera que a ponerme nuevamente la camisa de ayer... no queda jabón de la ropa. La corbata se convierte en un enemigo implacable en esos días de calor, y obliga a usarla con el cuello de la camisa abierto y media floja.
Pita la pava, ya esta el agua. Una de café instantáneo, dos y media de azúcar, mitad agua y mitad leche desnatada fría.
Mi vida es como esa taza, todos los días lo mismo, a la misma hora... nunca una variación en la rutina… nunca.
Porque hay que vivir ese día si será igual que todos los otros?
El reloj apura de nuevo... se me pasará el autobús de las 8... el que siempre viene lleno.
Salgo a la calle, el sol ya alumbra de lleno y hace sentir que ese día será tórrido, al menos en la oficina hay aire acondicionado... cuando funciona.
No se en que pienso... nunca se... nunca presto atención, nunca me acuerdo, pero esos doscientos metros que separan la puerta de la pensión hasta la parada del autobús nunca recuerdo haberlos hecho... de repente encuentro las caras de todos los días, esperando lo mismo que yo... el 67... al centro.
Cuando era chico me gustaba viajar en el fondo, ahora con lo lleno que viene solo tengo espacio para colgarme del estribo... ¡ y esta humedad!... la gente apretada... sentía asco de todo eso… de la gente… de su olor repugnante… del sudor de su piel…mi vida… mi vida me daba asco.
Tantos años haciendo el mismo recorrido… ya ni miraba, me sabía de memoria cada postal de aquellas calles, de ida y vuelta, como era hace tiempo, como es ahora y hasta puedo adivinar como será.
Pero.....que es eso? Un negocio nuevo, un almacén...”La Ilusión”... que será?, lo deben haber inaugurado ayer… no se, no me acuerdo… en realidad no me importa.
Que nombre...”La Ilusión”... boludos, no tenían otro nombre para ponerle?....”La Ilusión”... ¡¡Que boludos!!
Toda la gente se comienza a bajar, ya debo estar llegando, si... otra vez a la oficina....uuuuuffffffffff.
Marco la tarjeta, esa campanilla me retumba en los oídos, tantos años y ni siquiera eso ha cambiado, siempre la misma campanilla.
Todos tiene el gesto de estar medios dormidos, todos vestidos de gris, nadie habla, nadie escucha, será que no hay nada que decir ni escuchar… o a nadie le interesa nada de los demás.
El universo de cada uno es el espacio que media entre su ombligo y su culo.
Mi silla, mi escritorio, mis papeles... eso es lo único que cambia día a día, me paso las 8 horas sacando papeles y siempre siguen llegando... siempre se acumulan en la bandeja... y que me importa... a quien le importa.
De repente todo se alborota... es la hora de comer… ni me di cuenta que ya habían pasado las cuatro horas de la mañana... ni me había dado cuenta que no pensaba en nada, la cabeza vacía, el corazón hueco, solo papeles, sellos y firmas.
La rutina marca ir al Bar a comer un bocadillo con una cerveza... me comentaron que en la otra cuadra de la iglesia daban un baso mas grande de cerveza a mejor precio... ¡a ver que pasa!... al menos algo nuevo, algo diferente.
La calle de nuevo, pleno medio día de verano, el sol cae implacable. Busco la sombra de una arboleda y enfilo hacia el Bar nuevo. Paso frente a la iglesia y doblo la esquina sin siquiera mirarla, para qué, ya la he visto durante muchos años.
- Hola Juan... Juan?... Juan soy yo... alguien me llama?. Me paro y me doy la vuelta... no veo a nadie... solo gente que va y viene indiferente.
- Juan...aquí... Sigo buscando con la mirada y no veo nada, no veo a nadie. Debe ser mi imaginación, mejor dicho lo poco que queda de ella.
Sigo caminando y unos pasos más allá observo un mendigo acurrucado en un sobretodo.... ¡¡ con el calor que hace!! ... da la sensación que poco a poco va derritiéndose dentro de ese mugriento abrigo, solo extiende su mano para pedir... en vano, todos pasan de largo.
De repente recordé que cuando era chico alguien me dijo que el que mas da, mas recibe... porque vino a mi mente ese pensamiento en este momento?
Impulsivamente metí la mano transpirada en el bolsillo, evitando engancharme los dedos en el hueco del costado y saque una moneda de $ 2 y otra de $ 0.50, elegí la de $ 2, me acerqué y se la puse en su mano asegurándome de que la sintiera.
- Gracias Juan, contestó la persona del mendigo.
- De nada, contesté sin reparar.
Comencé a caminar y... pero... pero... como sabe mi nombre? Giré como un trompo y volví sobre mis pasos deteniéndome delante del mendigo, no podía ver su cara, entre las solapas del sobretodo levantadas y la gorra solo se veía su pelo enmarañado, largo y enrulado.
- Como sabe mi nombre? , pregunté.
- Porque hace muchos años que te llamo y no me escuchas…, respondió sin levantar la cara.
- Muchos años que me llamas? No entiendo… repliqué
Levantó su cara suavemente, como si tuviera todo el tiempo del universo para hacerlo. Abrió completamente sus ojos y miró directamente a los míos. Un escalofrío me recorrió la espalda de punta a punta.... esos ojos... esos ojos…
A esos ojos los había visto antes, no se donde, no se cuando, pero me eran sumamente familiares. Toda la mugre y suciedad que tenía su aspecto y su vestimenta, lo tenía de claridad y limpieza su mirada… su mirada… esa mirada...
- Si Juan, soy yo, el que te busca todas las noches sin que me dejes encontrarte.
- El qué que?... que de todas la noches?... no entiendo... encontrar que?
Mi estado de sorpresa comenzaba a convertirse en aturdimiento.
- Yo soy el que te busca todas las noches Juan, desde aquel día.
- Que día?... que me busca donde? Aclárate por favor.
- Desde la noche en que pediste ayuda, pero nunca la escuchaste.
- Ayuda?... de que?... cada vez entiendo menos, estás loco... pero como sabes mi nombre? La situación ya comenzaba a enfurecerme.
- Recuerdas?... hace muchos años tuyos... abriste tu corazón, pediste al padre que te diera lo que necesitabas para ser feliz.
- Yo?... feliz.... eso no existe, los boludos creen en esa fantasía.
- Tú lo pediste Juan... me encomendaron la misión de enseñarte el camino del aprendizaje.
- Te encomendaron?... quienes?.... que aprendizaje?... como sabés mi nombre vos?... ¡Estas loco viejito…!
Me di media vuelta y seguí mi camino... loco... pobrecito... mendigo y loco de remate... pero… como sabia mi nombre?
No pude pensar en otra cosa el resto de la tarde... y de la noche.
Quien era esa persona?
Si bien su apariencia era la de un mendigo, a pesar del calor y de vestir un sobretodo no olía... aunque si... de repente recordé haber sentido un aroma a rosas que no se porque lo asocie en ese memento con él. Su rostro no era el de un mendigo, su piel no estaba reseca, ni arrugada, no tenía manchas, ni suciedad de ninguna clase.
Su barba estaba perfectamente recortada, casi dibujada con una perfección muy sutil, casi como si no existiera... pero sus ojos... ¡esos ojos!...
Esa noche no cené, no dormí, no podía sacarme la imagen de esos ojos de la cabeza y sus palabras se repetían en mi mente una y otra vez... en cualquier otra ocasión me hubiera olvidado del tema... pero en este caso había algo... algo que me absorbía tanto que ni siquiera me dejaba darme cuenta que aquel día la rutina se había quebrado, que las horas del trabajo y de la noche habían pasado sin siquiera notarlo, como siempre, pero en esta oportunidad… no con la mente vacía, sino pensando en lo sucedido.
Por primera vez en muchos años deseaba que llegara la mañana para ir a ese lugar a verlo... no se porque...pero quería ir… lo necesitaba.
Llegó la mañana, el café, el autobús, la gente, sus olores, los apretones, el recorrido y el centro.
Pero inexplicablemente no caminé a la oficina, doblé en la esquina y me dirigí a la iglesia y allí volví a girar en la esquina, hacia donde había estado aquel mendigo...
…Pero no estaba.
Me quedé un rato esperando, quizás llegará mas tarde... Pero nada. Habrá sido solo un sueño?.... no creo, fue tan vívido, aparte hace muchos años que no soñaba…
Ya era tarde para ir a la oficina y decidí tomarme el medio día, ya inventaría una excusa...”decidí”...hace mucho tiempo que no decidía nada.
De repente mi mente era como si comenzara lentamente a cobrar vida. Comenzaron a aparecer imágenes de antes, recuerdos, vestigios de sentimientos. Todo eso me costaba mucho, hacia mucho que no sucedía, casi como que nunca había sucedido, hasta me provocaba dolor físico.
Un recuerdo, una imagen, fue llevando a otro recuerdo, a otra imagen, como cuando se tira la punta de la lana del ovillo, y comenzaron a destejerse varios recuerdos, muchos, los mas significativos, aquellos que alguna vez me provocaron emociones muy fuertes y sentimientos muy duraderos… pero estaba en medio de la calle.
Busqué con la mirada algún Bar para tomar un café y mirar la plaza que estaba delante, una plaza que no recordaba estuviera allí... no recordaba... cuantas cosas que no recordaba.
Me senté y pedí un cortado.
Posé mis ojos en la arboleda de la plaza y recorrí la copa de los árboles. Fui bajando por sus troncos y comencé a recorrer la acera, los bancos, a observar la gente que pasaba por allí, hacia mucho que no observaba a la gente, siempre me daban asco.
El calor apretaba, me saque la corbata y la guarde en un bolsillo y desprendí los botones de la camisa y aspiré hondo el asco que me recorría el cuerpo.
- Hola Juan.
Levanté la mirada y no vía a nadie, me giré a un lado y al otro y nada, no había nadie que me mirara, solo gente que transitaba y otros que estaban en el Bar conversando o leyendo el periódico. Mi corazón se aceleró de repente.
Reparé en una persona que estaba sentada en la plaza, del otro lado de la calle.
Levantó su brazo suavemente y con la mano, con sus dedos pulgar, Índice y anular extendidos me hizo un gesto de saludo muy tenue.
Quien era?... Me saludaba a mi?...
- Ven Juan, me susurró la voz de alguien que no veía.
Dejé dos monedas sobre la mesa del Bar, junto al posillo del cortado que aún no había tomado, y crucé la calle... no se porque.
Me acerqué despacio y desconfiadamente a ese banco donde estaba aquella persona... disimulando y haciendo como que seguiría de largo... pero cuando pasé por delante de él me dijo:
- Siéntate Juan.
Sus vestimentas eran normales, vaqueros y camisa, su pelo largo y sus ojos... los ojos...
¡Esos ojos!
Eran los mismos del mendigo... pero... como puede ser?
No entendía, seguía aturdido.
- Quien eres? , fue lo único que atiné a decir
- Ya te lo he dicho ayer.
- Ayer?... he hablado contigo ayer?
- Si Juan... aquí cerca... cuando me diste tu moneda.
- Como sabes mi nombre?, insistí.
- Sé de ti mucho mas que tu nombre.
- Como? Explícate, le requerí casi a modo de orden.
- Hace años que estoy a tu lado, escuchándote, viéndote y hablándote, pero tú nunca me has escuchado.
- Escuchado?... como?
- Juan... hace mucho tiempo que tu vida no te gusta.
- Y que tiene que ver eso ahora?... como sabes mi nombre?
- Que has hecho para mejorar tu vida?
- Ehhh... no se... pero que tiene que ver?
- Todo Juan.
- Eh?
- Juan, hace años que tu propia vida te apena, te agobia, te deprime... hasta podría decirse que vives por acto reflejo, nada mas.
- Ehhh, mmmmsi, pero....
- Aquella noche, cuando llegaste al fondo del pozo y pediste ayuda, se te escuchó y eras merecedor de esa ayuda.
- Pozo?... noche?
- Si Juan, cuando descubriste cara a cara a la soledad en la que estabas inmerso después de la muerte de tu esposa y el abandono de tu hijo, porque te culpaba de su accidente.
- ¡Yo no tuve la culpa, te lo juro!.
- Lo sabemos Juan… tranquilo, aún no es la hora de juzgarte, ya lo harás tu mismo cuando corresponda.
- Pero como sabes tu todo eso?... eres vidente?
- Aquella noche pediste que querías recuperar tus ganas de vivir, y preguntaste que tenías que hacer en esta vida para poder recuperar aquello.
- Es verdad... nunca he olvidado ese momento. De repente sentí una especie de relax interior y toda aquella inquietud y aturdimiento se desvanecieron dentro de mí. Mi tono de voz bajó y mis palabras se calmaron.
Apoyé mi espalda en al banco y levanté la mirada a la copa de los árboles recordando aquella noche... aquella noche en la que pedí ayuda y no la recibí... aquella noche en que me di cuenta de que Dios no existía.
- Sé lo que estas pensando Juan… estas pensando que pediste y nadie te escuchó, pero en realidad tú eres el que no ha sabido escuchar la ayuda que te enviaron...
- Que ayuda?... interrumpí groseramente. La calma se evaporó, se convirtió en furia, indignación impotencia y… odio.
- ¡Una mierda de ayuda, me he pasado el resto de la vida muriéndome de asco, revolcándome en la basura de mis días!...¡¡ Porrrr favor ¡!… de que ayuda me vienes a hablar tú?
- Y que esperabas recibir Juan?
- Que se yo... algo... algo de suerte, nada mas.
- Juan, Juan, Juan...ves que no escuchas... siempre has estado esperando lo que tu querías y no veías nada más... hasta que un día te cansaste de esperar y perdiste la esperanza, sin ver que lo que necesitabas estaba delante de ti desde hacia tiempo.
- Lo que necesitaba?... donde estaba, yo no vi nada, si siempre todo me salio mal, como el mismísimo culo.
- No Juan... siempre tuviste al alcance de la mano lo que necesitabas... que es muy diferente a lo “que querías”.
- Y que diferencia hay?
- Tu pedías recuperar la vida... te preguntaste alguna vez por que la habías perdido?
- No se.... mala suerte?... destino?
- Nada de eso Juan. La vida les da oportunidades de aprender, y cuando ante una dificultad no se aprende la lección debida, se repite, pero con mas dificultad, y así hasta que finalmente se aprenda lo que se debe aprender y se logra el objetivo.
-Aprender?, Lección?... Que objetivo?
- Crecer, evolucionar… Juan.
- Evolucionar?... y eso que es?
- Eso, Juan, es el principio y finalidad de sus vidas.
- No entiendo.
- Juan, pasaste por la gran oportunidad de tu vida aquella noche en que caíste al pozo... pero no aprendiste la lección, ni esa vez ni las que siguieron, y así caíste en la inercia de la desesperanza, de la incredulidad, en la abulia de vivir, la depresión.
- Si… así parece ser... pero no entiendo cual fue esa “gran” oportunidad que dices?
- No nos escuchaste cuanto te guiábamos a encontrar en la propia dificultad la solución. Siempre cada problema tiene en sí mismo implícita la solución.
- Pero no se cual es esa solución de que hablas.
- Estabas en el fondo del pozo, y ese fondo es una de las puertas de entrada al mundo más maravilloso de una persona, en el que puedes encontrar la solución a todo.
- Puertas, mundos maravillosos, estás fumado?
- No Juan…buscabas tu vida, tu felicidad, y ambas están donde han estado siempre y donde seguirán estando…esperando por ti.
- ¡Siiiiiiii, en la loma del carajo!... interrumpí abruptamente, mientras miraba las baldosas de la acera y me fregaba nerviosamente las manos tratando de descargar de alguna manera la ira que crecía dentro de mi.
- No Juan, nada de eso, al contrario, mucho más cerca de lo que imaginas.
- Entonces?...donde?
- Dentro de ti Juan, en tu corazón, en tu Alma.
- Corazón?...lo único que tengo allí son toneladas de colesterol… y el Alma?…baaaah, estupideces.
- Ves Juan?, como crees poder encontrar el Tesoro si piensas que el Cofre no existe?
- Si, si, si…bla, bla, bla…respondí girando la cabeza y mirando para la otra esquina. – Quien eres?... Acaso eres uno de esos Curas que está cansado de parasitar en su parroquia y quieres hacer la obra buena del día convirtiendo a alguien?... Pues vete a joder a otro…
Aspiré tres bocanadas de aire y volví a mirarle….
¡Mierda!... el banco estaba vacío, estaba solo…
Donde se fue?... habrá estado allí realmente o lo he soñado todo?... Para mis adentros pensaba: “Jajajaja, pobrecito, me viene a mi con eso del Alma… Alma… ¡que mierda!”
Allí me quedé sentado, sin pensar… o si… pensando, pero no se en que, ningún pensamiento llegaba a buen termino… sus palabras se me repetían una y otra vez… pero como mierda… sabía mi nombre y tantas cosas de mi?... como desapareció así como así?.. Me estará llegando el colesterol al cerebro?
Cigarrillo tras cigarrillo, pensamiento tras pensamiento cuando quise recordar eran ya las 7 de la tarde… y la oficina?...¡da igual!
Esa noche era diferente, mi mente estaba tan ocupada que no tuve tiempo de llorar… llorar… ahora recordaba porque lloraba… “porque no me sentía vivo”… “porque no tenia nada porque vivir”… “porque le pedí ayuda a un Dios que no existe”… y las lágrimas volvieron a salir, pero esta vez se acompañaron de una emoción irrefrenable en mi pecho, si las emociones hicieran ruido aquello hubiera sido una explosión de las más estrepitosas.
Lloré tanto, lloré con gemidos, con ira, con suplicas, con impotencia, sin darme cuenta me fui acurrucando en la cama hasta alcanzar la posición fetal cuando…
- No llores mas Juan…desahoga la pena… pero no te estanques en ella.
- Tú?... No se porque, pero ya no me extrañaba verlo, casi fue una sorpresa esperada.
- Si Juan, como en cada una de tus noches, siempre he estado aquí, junto a Ti, apoyando mi mano en tu pecho… pero tú eras insensible, no me veías, no me escuchabas ni me sentías.
- Y ahora?... por que ahora si puedo?
No me contestó, o mas bien su silencio fue su contestación. Sentí su mano en mi pecho… no pesaba, no sentía un contacto de piel con piel, sentía el calor que irradiaba de ella… mi pecho comenzó a latir, si, mi pecho, no solo mi corazón, sino mi pecho entero, cada vez más fuerte y más… sentí, sin verle, como apoyaba su otra mano en mi cabeza, en la coronilla, y como entre ambas manos se creaba una corriente dentro de mi que no puedo describir… solo se que me sentí tan relajado como nunca en mi vida y que en determinado momento cerré los ojos y pude verme… verme?... si…si… me estaba viendo a mi mismo pero como si estuviera volando sobre mi, como si flotara sobre mi mismo… me veía…me veía allí, acurrucado en la cama con las sabanas arrugadas, como si durmiera… por primera vez en mucho tiempo me observé, me estudié, como si fuera un desconocido para mi mismo.
- Lo ves Juan?
- Eh?... me costaba salir de mi sopor.
- Si te ves a ti mismo Juan?.
- Si.
- Y que ves Juan?
- A mi mismo…
- Y como puedes verte a ti mismo, aquí no hay espejos.
- No se… dímelo tú…
- Has despertado Juan, el ojo que se ve a si mismo es la conciencia, has abierto tu conciencia, la has expandido… y que ves Juan?
- Ya te lo dije… a mi mismo.
- Y como te ves Juan?
- La verdad… descuidado, desalineado, sucio…
- Mira mas allá de la piel…mira por dentro Juan.
- Bufff…. una puta mierda.
- Alguna idea Juan?
- Hay muchas cosas que arreglar, por dentro y por fuera.
- Y que piensas hacer Juan?
- Arreglarlas, ponerme manos a la obra, ese pobre tipo que estoy viendo me da pena y me dan ganas de ayudarlo.
- Al fin Juan… al fin… nos escuchaste.
De repente sonó la chicharra del despertador, como todas las mañanas… pero esa mañana no era como todas, salte de la cama, abrí la ventana, me detuve en el canto de los pájaros y observé el cielo totalmente despejado y límpido de la mañana… aspire una bocanada de aire y me desperecé sintiendo como estaba viva cada una de las partes de mi cuerpo.
Que me pasaba?... si hasta parecía estar contento de que llegara la mañana?
Y así era, durante un segundo paso todo lo que había sucedido la noche anterior por mi mente y recordé cada una de las palabras… y recordé que dije que me iba a ocupar de mí.
Me duché, me afeité, elegí aquella camisa que no había estrenado por que nunca consideré que era la ocasión, busque una corbata que combinara… La pava pitaba… ¡pero no!, hoy desayunaría jugo de naranjas, es bueno y tiene vitaminas.
De paso hacia la cocina arranqué la hoja del almanaque, la de ayer, hoy era martes 2 de febrero.
Recorrí con la mirada cada uno de esos doscientos metros hasta la parada del bus y sin querer me salió de dentro un “buenos días” cuando llegué a ella.
El recorrido del bus era el mismo, el de siempre, pero parecía como que le hubieran dado una mano de pintura a todas las fachadas… hasta que volví a pasar por aquella tienda nueva… “La Ilusión”… bonito nombre… toda una apuesta… y pensé para mis adentros: “ojala les baya bien y tengan suerte con el negocio”.
La misma suerte que me deseaba a mi mismo, ese YO mismo que ahora había decidido volver a vivir la vida. Si, a partir de hoy, martes… 2 de Febrero.