martes, noviembre 18, 2008

Supersticiones y Magia Gitana

Los poblados de carromatos gitanos eran pura magia. Una hoguera central presidía el asentamiento. El fuego purificaba el lugar y en torno a él crecía la vida y la magia. Los gitanos relacionaban su culto y rituales con animales, plantas y aguas de los ríos.

De herencia gitana

Muchas de las costumbres que todavía mantenemos hoy bien pudieron tener un origen gitano o Romaní. Según la tradición, cuando vemos una estrella fugaz en el cielo, debemos pedir, sin pensarlo ni un segundo, un deseo que pueda cumplirse.

Recurrimos a la estrella como hacedora de milagros. Para los gitanos, el hecho de encontrar luz en la noche, aunque fuese tremendamente breve, era una señal de buena suerte. Los seres de las tinieblas podían estar cerca y atacar en cualquier momento. La estrella facilitaba que dichos seres se alejasen del campamento. Ellos no pedían deseos pero sabían que aquello les traería buena suerte.


Supersticiones miméticas

Las supersticiones y tradiciones mágicas gitanas son abundantes. Algunas no están exentas de cierta magia mimética, como aquella que sugería no comer jamás, bajo ningún concepto ni aún con hambre extrema, un caracol. El motivo era muy sencillo: el animal, al igual que los gitanos, llevaba su casa a cuestas. Pero este no es el único ejemplo del respeto por los alimentos, veamos otros.

Los gitanos creían que comer moras en invierno podría ser negativo para la persona, pero no por el veneno, sino porque consideraban que durante el final del otoño el maligno, en este caso el diablo, vertía sobre ellas su aliento. Cuando querían alejar un enemigo de sus vidas depositaban, cerca de su casa o campos, moradas que se habían podrido a causa de una helada otoñal.


Anillos o joyas

Encontrar un anillo, especialmente cuando era de oro, exigía colocarlo debajo de la pata delantera derecha del caballo del carromato mientras este estaba en reposo y atárselo a la pata cuando estuviera en ruta, no debiendo sacárselo hasta llegar al nuevo destino. Otra superstición aseguraba que si el caballo, estando en ruta, tropezaba con una joya, ella le apartaría de todo mal y que los poseedores del caballo tendrían mucha suerte.


De la herradura al metal

Casi todo el mundo recuerda el dicho de que lanzar la herradura hacia atrás y sin mirar da buena suerte. Las herraduras formaban parte de la existencia vital de la vida gitana. No disponer de las herraduras, perderlas o no tenerlas en perfecto estado, podía significar numerosas desgracias. En general una herradura que se perdía era una etapa pasada y hasta cierto punto podía otorgar suerte, si era lanzada con fuerza hacia atrás y sin mirar.

El metal también era muy importante. Por ejemplo una olla o cualquier instrumento de la cocina, no debía lavarse más que cuando fuera necesario. Bastaba pasarlo por agua y quemarlo, ya que de esa manera se eliminaban todos los maleficios. Una olla que de pronto se resquebrajaba, agujereaba o rompía, era una desgracia que simbolizaba la llegada de épocas hambrunas y de mala suerte.

Los útiles de cocina y sartenes, que acostumbraban a colgarse en la parte baja del carromato, se situaban siempre en posición vertical para que de esta forma pudieran absorber mediante una mimética magia la energía de la tierra que era el hogar y la despensa de los gitanos.


El pañuelo mágico

Para algunos gitanos debía llevarse en la cabeza como elemento protector, como recordatorio de la experiencia y los tiempos vividos. El pañuelo es quien conserva las ideas, los sueños y los miedos de su portador. Un antiguo ritual afirma que cuando una mujer sabe que otra está persiguiendo a su marido o pretendiente, lo mejor que puede hacer es "cerrarle" el corazón, cuando no el sexo. Para ello la gitana ofendida recurría a anudar en su pañuelo una prenda de la otra mujer. Eso sí, previamente se había humedecido el pañuelo con la sangre del corazón de un animal de corral, esto es, pollo, gallo o gallina.