Tenía razón Marañón cuando decía que existían principalmente dos tipos de enfermedades: Las que se curan con nada y las que no se curan con nada. Resulta sorprendente una muerte súbita sin enfermedad aparente. Parece imposible que una máquina, funcionando apenas sin fallos, se pare de repente. Pero la explicación es muy sencilla: durante años, la enfermedad germinó solapadamente hasta que, llegado un momento en que la resistencia del organismo se hizo imposible, el mal estalló sin posibilidad de recuperación. Es entonces cuando el corazón falla, los riñones no filtran y la sangre no circula adecuadamente. Aquí requerimos el remedio para un desequilibrio que, con una dieta racional, alguna tisana y, en definitiva, una vida sana, no se hubiera traducido en penosa situación.
Otras veces, por el contrario, ante dolencias pasajeras y sin importancia, que con un día en cama y una dieta apropiada o sudación hubiera cedido en tres o cuatro días, habiendo dado a nuestras autodefensas la oportunidad de actuar, resulta que recurrimos a un médico que nos atiborrará de grageas, supositorios, inyecciones, etc., etc., y no percibimos que la dolencia desapareció no por la ingestión de los medicamentos, sino simplemente porque de todos modos iba a desaparecer por sí sola. Tenemos poca fe en la capacidad de autodefensa de nuestro organismo. Debemos ser conscientes de que, al menos la mitad de las veces que acudimos al médico, es innecesario; de que un treinta por ciento de las enfermedades son secuelas provocadas por la ingestión de fármacos, y de que,
aproximadamente el setenta por ciento de las intervenciones quirúrgicas, igualmente son innecesarias. Así comprenderemos una magnífica razón para aceptar que no existe brujo, santo, virgen, hechicero o curandero que no tenga en su haber numerosas curaciones milagrosas, especialmente en trastornos de origen psicosomático. Esto ha sucedido, sucede y sucederá mientras exista vida sobre nuestro planeta. Cualquier loco, desequilibrado o fanático religioso obtendrá curaciones, especialmente si hace rezar al enfermo y pretende hablar por delegación divina. El enfermo psíquico es terreno abonado para las curaciones espectaculares, puesto que su mente atenaza partes de su cuerpo e impide su funcionamiento, y solo mediante modificaciones mentales importantes es posible devolverlas a la normalidad.
Querer es poder y la fe es imprescindible para curar la mayor parte de las dolencias. El enfermo debe considerar positivo el tratamiento, debe desear sanar y mentalmente participar en la confianza de quien le atiende. El deseo intenso de sanar hace que nuestro organismo, por medio de la glándula hipófisis, segregue la hormona somatotrófica, la cual estimula el sistema inmunológico para destruir los agentes causantes de la enfermedad.
De lo anterior se deduce la importancia de no atrofiar con medicamentos las defensas; por el contrario, se las debe mantener en condiciones adecuadas y estimularlas para vencer sin medicación las pequeñas afecciones.
Hay quien ha definido la palabra "medicina" como la teoría de la interpretación y tratamiento de la enfermedad, y agrupa un conjunto de conocimientos que forman el bagaje de quienes ejercemos la profesión sanadora.
La medicina surgió espontáneamente, de la mano de hombres generosos interesados en ayudar a sus semejantes y a sus animales domésticos cuando estos también estuvieran enfermos. Con tales prácticas surgió una profesión que, al margen de las ventajas materiales que pudiera proporcionar, sirvió para ir acumulando y transmitiendo todo el conocimiento médico adquirido con la experiencia, a la vez que iba seleccionando las plantas con propiedades medicinales y alimenticias y descubría las distintas prácticas fisioterápicas.
El organismo humano es una máquina precisa y única cuyo funcionamiento se manifiesta en cada individuo con matices diferentes, aunque responda a normas comunes que determinan el equilibrio tanto físico como psíquico. En esta plenitud, la vida nos resulta agradable y nos sentimos tranquilos y felices. Dispondremos así de una protección contra la enfermedad, eficaz al propio tiempo para prevenir las molestias naturales de los años.
Es un error pensar que los efectos de una vida insana, los excesos en la comida y la bebida, el confinamiento en las grandes urbes con el resultado de un constante estrés, puedan desaparecer con la administración simple de un medicamento. Según estadísticas de la Seguridad Social, uno de cada ocho enfermos tratados en los hospitales requiere atención debido a dolencias causadas por la ingestión de medicamentos, pese a lo cual se ha conseguido escaso éxito en la política de disminuir la administración excesiva de fármacos. Como ejemplo: en un establecimiento de la Seguridad Social en un pueblo cercano a Madrid, de cada doce personas que recibía un médico, nueve se limitaban a solicitar medicamentos para una tercera persona que no podía acudir a consulta. El médico no ponía obstáculo alguno. Durante los años 1.977 y 1.978, los medios de comunicación españoles realizaron una campaña apretada para disminuir la utilización de fármacos, subrayando al mismo tiempo los peligros de la automedicación. Pero las campañas de tal tipo deberían dirigirse exclusivamente a la clase médica que, en muchos casos por recibir la "golosina del tarugo", otras veces por comodidad y la mayoría por desconocimiento de las propiedades reales de los fármacos, han fomentado lo que podríamos llamar medicación. Además, parte de las recetas debieran estar sancionadas, incluso con pena de cárcel, por la inconsciencia con que suelen ser extendidas. Durante siglos se ha mantenido la idea de que la medicina la practicaba el médico con criterios completamente cerrados sin admitir la posibilidad de un razonamiento con el paciente. El ejercicio de la medicina siguió por senderos doctrinarios, ajustándose a ellos más que a los hechos. En esta obra no aportamos ninguna doctrina nueva. Todo está descubierto. Basta con ordenarlo y aplicarlo con sentido común. Nos hemos permitido recordar la más importante de la filosofía médica en los últimos doscientos años, mucho de ello plenamente vigente. Todo, en su momento, pasó por ser definitivo, y tras una época dorada no tardó en ser renovado por algo nuevo. Como importantes, señalaremos:
NATURALISMO. Con exclusión del punto de vista médico tradicional de los conceptos sobre el organismo y su enfermedad, los naturalistas, fundándose en observaciones reiteradas sobre el comportamiento del organismo humano en la enfermedad, llegan a la conclusión de que la Naturaleza, por sí sola, es la más eficaz fuerza medicatrix y que lo ideal es abandonarse a ella.
Esta doctrina, que en apariencia parece absurda al médico alopático, puede, sin embargo, ser aceptada y aplicada en determinadas enfermedades agudas. No cabe duda que la dificultad estriba en poder diferenciar las dolencias que curan solas y las que abandonadas a sí mismas acarrearían funestas consecuencias.
ESPECIFICIDAD. La mayoría de la clase médica, en la actualidad comulgan con esta doctrina, ya que para los ONTOGENISTAS, ESPECIFISTAS y ESENCIALISTAS, la enfermedad es un ser individual, independiente, injertada accidentalmente en el organismo.
Para este tipo de profesionales de la medicina, dice Monguo: "Asimilando las enfermedades a especies naturales, se crean necesariamente entidades morbosas que no tienen con el organismo otra relación que la de un actor con el teatro donde representa".
Para los convencidos de esta teoría, la medicina se simplifica extraordinariamente ya que es suficiente buscar en el VADEMECUM un remedio para cada enfermedad puesto que tiene su individualidad perfectamente distinta y el específico idóneo para la misma.
El gran Trousseau afirmada que "era trágico envenenar a la enfermedad como si fuera un ser dañino distinto del organismo; no contar sino con el medicamento y nunca con la fuerza medicatrix colocándose en el lugar de ella. Quieren manejar y dominar todo en la economía, hasta la salud. Este es el ideal de esta especie de curanderos".
Desgraciadamente, en nuestros días la inconsciencia y comodidad de los médicos han hecho el juego a los poderosos laboratorios farmacéuticos, transformando el arte de curar en un comercio seguidor del especifismo y la polifarmacia.
HOMEOPATÍA. El creador de esta teoría fue el médico alemán Christian Hahnemann, a quien le cabe el honor de conseguir librar a la humanidad de uno de los azotes de la salud, como es la ingestión masiva de medicamentos, reduciendo con su doctrina prácticamente a la nada la peligrosa medicación que imperaba en la época.
Hahnemann actualizó las antiguas leyes de los semejantes (semilla similibus curantur), reestableciendo la relación de similitud entre los efectos de la causa mórbida o enfermedad y los efectos y síntomas patógenos de los medicamentos.
Con la puesta en escena de la homeopatía, Hahnemann intentó demostrar que el medicamento más idóneo para curar la enfermedad es el que "en el estado de salud más completo" imita los síntomas que se presentan al padecer la enfermedad. En el año 1.810 publicó "Órgano del Arte de Curar", donde expone la doctrina homeopática fundada en los antiguos preceptos:
"El arte de curar es la imitación de la Naturaleza".
"La medicina debe obrar en el sentido de la Naturaleza".
"Se gobierna a la Naturaleza favoreciendo sus tendencias".
"Si se contraría a la Naturaleza no se consigue ningún efecto".
Debemos tener en cuenta que la aceptación de la terapéutica homeopática se debió en gran parte a que liberaba al enfermo de crueles prácticas médicas que en aquellos años se utilizaban, como eran las sangrías, purgas, vomitivos, clisteres, cauterizaciones, drogas, etc., ya que se unían a la imperceptible medicación unas normas higiénicas y alimenticias
permitiendo que la Naturaleza obrase de manera efectiva sobre las enfermedades.
La administración de dosis infinitesimales de droga no hace más que corroborar lo demostrado por no pocos estudiosos: a) Que todo medicamento produce en el hombre sano dos efectos opuestos, según se administre en dosis pequeñas o elevadas) Que toda sustancia que empieza excitando un nervio puede acabar paralizándolo.
DISIMETRÍA. Con la doctrina dosimétrica de Burgraeve, no pocos han visto una modificación o transformación de la homeopatía. Esto no es del todo cierto, ya que la Dosimetría es una doctrina VITALISTA y tiende siempre a mantener la incitación vital. Burgraeve se ocupa prácticamente solo de la fiebre, no reconociéndola aparentemente ninguna causa concreta. Para él, el secreto de curar la enfermedad está basado en YUGULAR LA FIEBRE, que no deja de ser la constante preocupación de los dosimetrías.
Los tres principios fundamentales de la Dosimetría son:
a) No es necesario la especificidad de la enfermedad.
b) Yugulación de la fiebre.
c) Estimular la energía vital y las autodefensas.
Una de las características de esta doctrina es la administración de medicamentos, que se efectúa a dosis pequeñas (algo mayores que en homeopatía) y sucesivas hasta conseguir la curación del paciente.
SOLIDISMO Y HUMORISMO. Las innumerables disputas entre solidistas y humoristas se han venido manteniendo hasta principios de nuestro siglo. El Solidismo, cuya paternidad está atribuida a Brown, trabaja sobre las teorías de la irritabilidad de Haller y Cullen. Se remonta a tiempos de los Asclepiales griegos.
Para Brown, todo se limita al espasmo o a la atonía. Según sus palabras, "el médico únicamente debe fijar su atención en los trastornos que pudiera sufrir la INCITACIÓN para volverla a su estado normal".Atribuía a una especie de relajación de las fibras (diátesis asténica) el origen de la enfermedad y limitaba su materia médica únicamente a los agentes capaces de modificar la incitación y por tanto reanimarla.
La escuela italiana, de la que fue Rasori su máximo exponente, afirmaba, al contrario que Brown, que la enfermedad se debía a un exceso, y en lugar de aplicar la medicación estimulante aplicaba una sedante.
Con el Humorismo llegó, desgraciadamente, la quimiatría; ya que con el estudio del papel que desempeñaban los cuatro humores, sangre, bilis, pituita y atrabilis, se llegó a la conclusión de que la enfermedad era causa de la alteración de estos humores, y todo el arte médico (humorista) se afanó en descubrir medicamentos químicos desobstruyentes, fundentes y exutorios, creando la polifarmacia.
FISIOLOGÍA. A Brouseais se le atribuye la reforma de la medicina en el siglo XIX. Hizo desaparecer la mayoría de las doctrinas médicas que antecedieron a su época. Para Brouseais no existe la enfermedad propiamente dicha, no es un ser independiente; es, simplemente, un accidente ocasionado "por una acción intempestiva de las modificaciones íntimas de nuestra economía".
La Fisiología lo explica todo. En estado normal, nos muestra cómo funcionan nuestros órganos; en estado patológico, nos enseña como funcionan estos mismos órganos accidentalmente, alterados y trastornados.
Brousseais limitaba al máximo los medicamentos y afirmaba que la verdadera medicina debiera ser fisiológica, que la terapia es, simplemente, una rama de la higiene, que las medicaciones están extremadamente simplificadas, y que de la materia médica deben ser eliminadas la mayoría de los agentes más perjudiciales que útiles.
MICROBIANA. Con los descubrimientos de Pasteur cambia por completo el concepto de enfermedad. Al aplicar a la patología los resultados de sus investigaciones sobre las fermentaciones, Pasteur demuestra que la mayoría de las enfermedades infecciosas se deben a la penetración en el organismo de gérmenes (microbios, bacterias, bacilos, etc.). Pronto, una legión de experimentadores siguen sus pasos, y para una gran parte de los médicos, lo importante para sanar la enfermedad es descubrir el microbio que la provoca, considerando al organismo como un gran caldo de cultivo.
Pasados unos años, la teoría microbiana fue una más entre las doctrinas que pasan desde hace milenios; fugazmente nos dejó su parte de verdad y otra vez pudimos comprobar que es un despropósito generalizar para todas las enfermedades el remedio que es peculiar a una sola. El genial Bouchard acostumbraba decir: "Por muy importante que sea un descubrimiento médico, jamás derrocará la medicina; cabrá siempre dentro de los dominios de esta ciencia".
EMPIRISMO. Con la terapéutica empírica, la aplicación de la medicina se convierte en arte ya que para la elección de un tratamiento, más que en las bases científicas, el empírico se basa en las observaciones de hechos curativos análogos y en seguir el proceso del enfermo muy directamente. Así se explicaba cómo el viejo médico de cabecera de nuestros abuelos sanaba las dolencias con los mismos agentes terapéuticos que en mano de cualquier otro hubieran fracasado. Es fácil asegurar que las bases de la actual terapéutica científica están cimentados sobre el empirismo.
De forma empírica se descubrió la quina, la ipecuana, la digital, etc. La razón por la cual curaban determinadas dolencias importaba poco; lo importante es que tenían esa propiedad y se administraban extendiéndose su uso.
ESCÉPTICO Y OPTIMISTA. Con el abuso de los medicamentos y sus terribles consecuencias, cada día es mayor el número de personas que mantienen estas posiciones o conceptos.
Los primeros, desalentados porque piensan que ninguno de los medicamentos es positivo para la curación de la enfermedad. Los segundos consideran que cualquier medicina que les recete el médico será suficiente para curarlos. Como todo en la vida, las dos tendencias tienen algo de falso y algo de verdadero. Son numerosos los agentes terapéuticos de probada eficacia y que deben ser administrados en determinadas dolencias. También debemos decir que es errónea la suposición, de los optimistas, de que todas las enfermedades se curan con los medicamentos.
Es importante tener en cuenta, si pretendemos hacer un juicio crítico sobre los fármacos, que hay un sin fin de enfermedades que siguen regularmente un curso favorable sin necesidad de medicación alguna.
DOCTRINA DE LAS INDICACIONES. Se aplica el nombre de INDICACIÓN, en terapéutica, al juicio que formamos frente al paciente teniendo en cuenta, por un lado, la enfermedad, o sea el proceso patológico con sus diferentes factores constituyentes, y por otro lado, los diferentes agentes terapéuticos que podemos utilizar para curar la enfermedad.
Todas las doctrinas expuestas tienen su parte de verdad, como también tiene sus virtudes la medicina tradicional del pueblo. La medicina natural intenta aprovechar todo lo bueno y positivo que las distintas escuelas, doctrinas o prácticas, puedan aportar para restaurar la salud.
En los últimos dos siglos, la Naturopatía ha prevalecido de forma más o menos afortunada gracias a la entrega de numerosos hombres, con desigual éxito, que no les importó sufrir las denuncias y persecución de algunos elementos de la clase médica, que por fortuna en nuestros días van desapareciendo. Ya quedan un poco lejanas las afirmaciones del maestro Brant: "La puerilidad de algunos ilusos empeñados en que el Naturismo debiera enderezar sus esfuerzos, especialmente, a la catequización de los médicos facultativos, me resulta tan tonta como, por ejemplo, si el cristianismo, en vez de propagarse por igual en todo el mundo, dirigiera sus esfuerzos, principalmente, a catequizar monjes, musulmanes o rabinos judíos. ¿A qué empeñarse en catequizar, principalmente, a aquellos cuyos prejuicios contra la medicina Natural son tan arraigados?".
Cada día son más los médicos que reconocen la superioridad de una medicina no agresiva, preventiva de la enfermedad y que colaboran con los profesionales. Especialmente en los casos de dolencias psicosomáticas y crónicas.
Desgraciadamente, esta actitud por parte de una minoría de personas que anteponen la salud y el amor a sus semejantes, choca con el actual planteamiento de la medicina en general. Son tan cuantiosos los intereses que se mueven en torno a la salud y son tan fuertes las presiones que las multinacionales farmacéuticas ejercen sobre quienes viven de la medicina, que se han permitido ignorar durante siglos técnicas terapéuticas tan eficaces, económicas e inofensivas como la hidroterapia, climatoterapia, herboterapia, talasoterapia, cinesiterapia, dietoterapia, etc.
Las razones expuestas para ello, en su mayoría poco loables, van encaminadas, en nuestros días, a ridiculizar y desprestigiar a los profesionales que trabajan con dignidad el vasto campo de las medicinas naturales. Su reiterado razonamiento de que con los tratamientos naturales, al no ser diagnosticada y tratada la enfermedad en profundidad, se prolongue esta hasta un punto en que su curación sea de todo punto imposible, no es cierto. Nada más falso. La práctica totalidad de los pacientes que acuden a un naturópata, lo hacen cuando están desmoralizados y han perdido por completo la fe en los tratamientos y medicamentos que le han venido administrando el médico del Seguro o los diversos especialistas. Con un poco de comprensión, saber escucharles y la eliminación de los fármacos, es más que suficiente para aliviar a la mayoría de los enfermos.