lunes, diciembre 01, 2008
Los Ángeles, Nuestros Fieles Guardianes
Cuando crecemos dejamos de creer en muchas cosas. Nos olvidamos de la fantasía y de la magia, de aquellos personajes que saltaban de los cuentos y leyendas para apoderarse de nuestra mente infantil y vivir a nuestro lado experiencias inolvidables. Hadas, duendes, elfos, gnomos, ángeles... todos de alguna manera nos hacían soñar y con ellos nos sentíamos protegidos. ¿Quién no recuerda aquella oración a la hora de acostarnos?: "Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan...". Y el sueño era tranquilo y placentero porque creíamos de verdad que aquellos cuatro angelitos nos custodiaban evitando que el mal se acercase.
Pero nos hicimos adultos y nos enrolamos en esa vorágine de la vida donde sólo las obligaciones, el trabajo y el trajín del ir y venir empezó a ocupar todo nuestro tiempo. Tal vez si echamos el freno y nos detenemos podemos recuperar aquella sensibilidad infantil y volver a vivir gratas experiencias con aquellos personajes y, ¿por qué no?, recuperar a nuestros ángeles custodios.
Pero ¿quienes son esos ángeles?. Según el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, los ángeles son los servidores y mensajeros de Dios. Son espíritus celestiales que hacen de intermediarios entre Dios y los hombres. Su misión, además de servir a Dios, consiste en orientarnos, aconsejarnos, protegernos y ayudarnos. Intervienen en nuestra vida, a veces sin que nos demos cuenta, otras veces a cara descubierta. Aunque son espíritus dotados de cuerpos etéreos, en ocasiones podemos verlos porque pueden adoptar la apariencia de una persona normal, de una figura resplandeciente, o simplemente de una luz. Muchas personas afirman haber tenido experiencias con ángeles, los han visto o han sentido su presencia en un momento determinado. Dicen que cuando un ángel se deja sentir, la persona percibe una sensación de bienestar, tranquilidad y felicidad. Sin embargo, verlos o sentirlos no es lo más importante. El hecho fundamental es que están a nuestro lado siempre dispuestos a ayudarnos. Sólo tenemos que hacer una cosa: pedir. Pedir aunque no creamos en ellos, pedir para beneficiarnos de su ayuda, pedir en cualquier momento, pedir aunque no les veamos, pedir con espontaneidad, sinceridad y naturalidad, pedir, pedir, pedir... Sólo existen algunas condiciones: que la petición se realice con respeto, claridad, sinceridad, confianza en que vamos a conseguir nuestro deseo y por último dos cosas más, que no perjudiquemos a nadie con nuestra petición y que demos las gracias anticipadamente. Pero sobre todo, hay que pedir, así es como funcionan los ángeles. Si no pedimos difícilmente podemos conseguir algún deseo. Todos podemos hacerlo. Merece la pena intentarlo.
Entablar una relación con los ángeles puede resultarnos una idea descabellada, podemos sentirnos heridos en nuestra racionalidad, pensar que es una actitud infantil y lejos de esa realidad a la que tan celosamente nos aferramos. Bien, pero... ¿acaso vamos a perder algo si lo intentamos? Posiblemente lo que realmente conseguiremos es conmovernos ante unos resultados positivos y sorprendentes. Hay que atreverse.
Tal vez nos preguntamos: ¿yo qué puedo pedirle a los ángeles?. La respuesta es muy sencilla: cualquier cosa que necesitemos. No existen límites para nuestras peticiones. El número de ángeles a los que podemos solicitar ayuda es enorme. Son tantos, que existen verdaderos especialistas dedicados a socorrer cualquier circunstancia humana que ser nos presente. Hay ángeles que curan las enfermedades del cuerpo y del alma, ángeles que eliminan obstáculos, ángeles especialistas en asuntos de dinero, ángeles que alivian el dolor, que alejan la negatividad ,que transmiten amor, que traen alegría, que ayudan en los estudios, que nos acompañan en los momentos dolorosos, que nos trasmiten energías positivas, que calman el estrés, que favorecen la creatividad artística, la paz espiritual, la amistad... En fin, tantos ángeles como deseos caben en el corazón de los hombres. No hay que tener dudas, siempre hay un ángel a nuestro lado al que podemos recurrir en un momento desesperado, en cualquier momento.
Además de recurrir a un ángel especialista para resolver un problema muy concreto, podemos acudir a nuestro ángel de la guarda. A todos se nos ha asignado un ángel de la guarda cuando nacemos. Es ese al que consciente o inconscientemente recordamos cuando hemos salido ilesos de algún apuro de una forma que nos parece milagrosa. Entonces exclamamos "¡gracias a que tengo un ángel de la guarda!". Pues bien, ese es nuestro ángel custodio, el que siempre nos acompaña, el que vela por nosotros. Casi todos hemos tenido conciencia de él de forma involuntaria en algún momento de nuestra vida. Pero si lo deseamos, también podemos establecer intencionadamente un primer contacto con él e incluso conocer su nombre.
No se necesitan grandes rituales y ceremonias complicadas para realizar ese primer contacto. Lo que sí es aconsejable es que lo hagamos en un momento de tranquilidad, por ejemplo después de unos minutos de relajación. Una vez sosegado nuestro espíritu, realizamos una llamada mental con nuestra petición. Luego esperamos y observamos muy atentamente los sucesos que ocurren a nuestro alrededor. Con certeza ocurrirá alguna circunstancia extraordinaria, alguna coincidencia extraña, algún detalle fuera de lo común que esté relacionado con nuestra petición. Esta es la respuesta de nuestro ángel. Ahora lo que queremos es sacarle del anonimato, conocer su nombre para que al realizar nuestras peticiones podamos pronunciarlo. Lo único que tenemos que hacer es pedírselo. Una forma muy sencilla de averiguarlo es hacerlo por la noche cuando nos acostamos. Pensamos en él mentalmente, con intensidad y le pedimos que nos revele su nombre. Puede ocurrir que su nombre aparezca en alguno de nuestros sueños o, por el contrario, que se manifieste clara y nítidamente cuando nos despertamos por la mañana. Puede ser un nombre cualquiera, conocido o no, pero con seguridad ese es el nombre de nuestro ángel de la guarda. Desde ese momento tendremos siempre la sensación de que estamos acompañados y protegidos. Desde ese momento cada vez que nos encontremos en una situación complicada o difícil podemos acudir a él, pedirle ayuda mentalmente, con fuerza, con sinceridad. Y nos sorprenderemos una y otra vez de la eficacia de nuestro ángel. Conforme pase el tiempo nuestra relación con él será más estrecha e intensa y sabremos descifrar las señales que nos deja para guiarnos por el camino que más nos conviene. Aunque no podamos verlos ni sentirlos, aunque tengamos dudas, aunque no seamos creyentes, aunque lo consideremos un atentado a nuestro pensamiento racional y lógico, hagamos la prueba. Merece la pena establecer contacto con los ángeles porque ellos, esos seres de naturaleza espiritual que habitan en el mundo invisible, están deseando ayudarnos, hacernos felices, convertirse en nuestros aliados para orientarnos y solucionar nuestros problemas por pequeños e insignificantes que sean.
Cuando hayamos tenido alguna relación con un ángel y hayamos sentido las señales que nos envían como respuesta a nuestras peticiones, nos daremos cuenta de que a pesar de ser adultos, serios y responsables también podemos volver a creer ellos y, sobre todo, conseguiremos beneficiarnos de ese fabuloso mundo espiritual cargado de energía positiva que no está tan lejos como pensamos. Los ángeles están al alcance de tu mano. Esconde la timidez y pídeles lo que se te ocurra. A ellos les encanta ayudarnos.