Muchos conocidos me preguntan, acerca de mi opinión sobre las malas energías, pensamientos, vibraciones o lo que vulgarmente se conoce como mal de ojo.
Siempre digo que es un mito, que no hay ninguna prueba científica que lo demuestre y que me suena a película barata.
Me resulta mucho más cómodo decir una mentirijilla piadosa, que el panorama que evidencio a este respecto.
Más de una vez he sufrido las iras en el astral de personajes que no me tienen en buena estima. Todavía recuerdo la última, cuando, descansando en mi habitación, una masa inmunda, llena de bajos astrales que prefiero no describir, emergió del suelo para entrar disparada en mi cuerpo energético, comiéndose en un santiamén todo el hálito de prana que me quedaba.
Mi corazón sentía, el enfado, ira y desprecio de alguien que no conseguía identificar.
A la mañana siguiente, recibí una llamada telefónica de una persona bastante enojada. Despachándose, esta vez verbalmente, me puso a caldo, durante al menos diez minutos. Por lo cual aquel día, sufrí dos broncas de la misma persona. Una por la noche, cuando estaba planificando lo que me iba a decir, y otra por la mañana, cuando me lo dijo.
Lo que yo no sabía entonces era que el emisor, sale tan mal o peor parado que el receptor.
Me di cuenta ayer, cuando una vieja amiga llegó a casa con un aspecto francamente mortuorio. Su cuerpo etéreo era inexistente, los colores de su aura no se veían y de su cabeza salían larvas por doquier.
A nivel físico, sus ojeras no tenían parangón, y su tez blanca daba la impresión de haberse quedado sin pigmento férreo de golpe.
Le pregunté si se encontraba bien, pero no tenía fuerzas ni para responder. Cuando recuperó el aliento, con voz entrecortada, expuso una serie de dolencias que me llegaron a asustar.
- No puedo ni con mi alma, parece como si me hubieran quitado las pilas. Aún en reposo me falta el aliento. No tengo energía. Parece como si me hubieran echado un mal de ojo.
No me quedó más remedio que contestarle:
- Mujer, ¿tan mal te quieren para dejarte así?
- No lo sé, pero tengo un problema con una herencia, mi familia está dividida. No puedo dejar de pensar en mi tía que es la culpable de todo.
Le aconsejé que lo mejor que podía hacer era pasar hoja y desentenderse del problema, que sus hijos y familiares lo solucionaran, pues ella no estaba en condiciones de enfrentarse a nada ni a nadie.
Su respuesta, me dejó petrificada. No se podía controlar, tenía que decir todo lo que pensaba. Cosa que comprendí, pues a mi me pasa igual, si no hablo reviento. Lo que no comprendí, fue cuando me dijo:
- De vez en cuando, me concentro para mandarle a mi tía con mi fuerza mental todas las malas energías que hay en el Universo.
Cada vez que repetía eso, su escaso etéreo se acortaba y destruía más y más. Pero lo peor fue lo que atrajo hacia sí.
Un ejército organizado de larvas, bestias indescriptibles y entidades diabólicas de todos los colores y formas emergieron del suelo y entraron en la cabeza y corazón de mi amiga.
Se la comieron energéticamente viva, y cuando parecía que no quedaba más manjar, salieron disparadas y organizadas hacia el horizonte en busca del receptor. En este caso la tía.
Mi amiga, cada vez se encontraba peor, sin saber por qué.
Mi decisión fue complicada. ¿Le cuento lo que acabo de ver, o no se lo cuento?
La verdad que aquel numerito, era incomestible incluso para mí, por lo cual decidí contestarle en plan psicóloga barata.
- Mira, con esos pensamientos que tienes hacia tu tía, tienes que pensar una cosa: Tanto daño se hace el emisor, como el receptor.
Me miró horrorizada, recapacitando, que probablemente, parte de su mala salud se debiera a esos pensamientos repetitivos.
- Nunca se me habría ocurrido. ¡Que barbaridad! Lo mismo hasta tienes razón. Me parece que voy a pasar página y pensar en otra cosa. Me contestó.
Desde aquel instante, su semblante cambió. Parecía como si su blanca tez, empezara a coger color.
En vista de lo ocurrido, le aconsejé, que se apoyara con unas vitaminas para que en un par de días se sintiera una mujer nueva.