miércoles, diciembre 03, 2008
Trastornos Psicológicos Somatomórfos
Definición general
Las personas con este trastorno presentan una serie de quejas y síntomas físicos, pero las pruebas médicas realizadas no indican enfermedad orgánica alguna o, si hay alguna enfermedad, no puede explicar sus síntomas, ya que el origen de dichos síntomas es psicológico. Suelen presentarse en las consultas de los médicos convencidos de que sus síntomas se deben a alguna enfermedad física y a menudo no aceptan la posibilidad de una etiología psicológica. Los síntomas aparecen en periodos de estrés.
Muchas personas tienen a veces síntomas de este tipo sin que por ello padezcan un trastorno somatomorfo. Para diagnosticar este trastorno es necesario que los síntomas sean lo bastante graves como para interferir en la vida de estas personas (relaciones, trabajo, etc) e impedirles funcionar con normalidad.
Algunos autores piensan que ese trastorno se debe a un rechazo real o imaginado por parte de personas significativas. Las continuas quejas de dolor o síntomas físicos tendrían la función de obtener la atención de dichas personas y modificar su comportamiento, aunque esto se realizad de un modo inconsciente. Sin embargo, las quejas prolongadas infundadas suelen acabar suscitando más rechazo, el cual a su vez agravaría los síntomas.
Otras autores destacan el componente de aprendizaje de este tipo de trastornos. Se ha visto que es más frecuente en personas cuyos padres o madres han padecido enfermedades físicas (o trastornos somatomorfos) durante la niñez del paciente, sobre todo si obtenían algún beneficio de dichos síntomas. De este modo, siendo niños aprenden un modo de comportarse que consiste en utilizar los síntomas físicos para obtener atención, afecto, evitar situaciones estresantes, etc.
El abuso físico y sexual en la infancia, así como una historia de secretos familiares suele ser también un antecedente de estos trastornos. En estos casos suele darse una represión de las emociones (por ejemplo, cuando una familia niega la existencia de los abusos y nunca habla de ellos), de modo que los conflictos que no pueden ser expresados emocionalmente acaban siendo expresados mediante síntomas físicos. A veces es también un modo de pedir ayuda sin tener que hablar ni contar lo sucedido, como puede pasar en casos de abusos sexuales en la infancia.
En una investigación (Reilly, 1999) se comparó grupos de personas sin enfermedad orgánica (convulsiones no epilépticas y enfermedad del intestino irritable) con personas con síntomas similares procedentes de enfermedades físicas (epilepsia y enfermedad de Crohn). Los pacientes del primero grupo (con los dos tipos de síntomas) se asemejaban entre ellos en que recordaban más abusos físicos y sexuales que el otro grupo. También eran similares respecto a padecer más problemas emocionales y sociales y estar más orientados hacia la enfermedad que los dos grupos con enfermedades orgánicas.
Los trastornos somatomorfos se dividen en cinco trastornos principales:
Trastorno de somatización
En el pasado, este trastorno recibía el nombre de histeria. Consiste en la aparición de numerosos síntomas físicos que comienzan antes de los 30 años y causan un mal funcionamiento en la vida de estas personas. Durante la exploración médica no aparece ninguna enfermedad o bien si aparece alguna no explica todos los síntomas. Para que se diagnostique el trastorno es necesario que se cumplan todos estos criterios:
- Dolor en cuatro zonas diferentes (por ejemplo, cabeza, abdomen, espalda y pecho) o en cuatro funciones diferentes (por ejemplo, dolor menstrual, dolor al orinar, dolor durante las relaciones sexuales, etc.).
- Dos síntomas gastrointestinales diferentes del dolor (por ejemplo, náuseas y vómitos).
- Un síntoma sexual y reproductivo que no sea dolor.
- Un síntoma psiconeurológico (por ejemplo, parálisis, afonía, retención urinaria... de origen psicológico).
Cualquier parte del cuerpo puede verse afectada, y entre los síntomas que pueden aparecer se encuentran: dolores de cabeza, náuseas, vómitos, hinchazón, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, dolor menstrual, fatiga, desvanecimientos, coito doloroso, pérdida del deseo sexual, dolor al orinar, problemas de erección o eyaculación, síntomas psiconeurológicos. Es habitual que estas personas padezcan también ansiedad y/o depresión.
Suelen describir sus síntomas como insoportables o lo peor que se pueda imaginar y a menudo se vuelven dependientes y manipuladores en sus relaciones y exigen atención y cuidados, llegando a enfadarse si los demás no satisfaces sus necesidades. No suelen ser conscientes de que su problema principal es psicológico y buscan ayuda médica. Aunque a veces su síntomas les reporten ganancias secundarias, no es raro que se sientan culpables y duden de su capacidad y valor personal.
Ejemplo de caso: Susana era una chica de 15 años que había padecido durante dos años los siguientes síntomas: dolores corporales, fatiga, fiebre, dolores de cabeza, diarrea, náuseas, dolor articular, dolor al orinar y menstruaciones irregulares. Los análisis médicos fueron normales, no apareciendo ninguna enfermedad física. En un principio negó padecer una situación estresante o haber sido víctima de algún trauma psíquico. Sin embargo, más tarde se decidió a revelar una historia de abuso sexual por parte de su hermano y pareja de su madre y violencia doméstica durante años. Sus síntomas eran debidos al intenso malestar provocados por los abusos y el ambiente de violencia que debía mantener en secreto.
Trastorno por dolor
El síntoma principal es el dolor en una o varias zonas del cuerpo. Se trata de un dolor intenso que afecta y dificulta el funcionamiento de estas personas en áreas importantes de su vida (trabajo, relaciones, etc). A veces se trata de un dolor agudo, con menos de seis meses de duración, aunque otra veces se acaba volviendo crónico.
Los lugares más habituales en los que aparece el dolor son: cabeza, abdomen, pecho y espalda, aunque puede verse afectada cualquier parte del cuerpo. Pueden aparecer dolores musculares, dolores articulares, dolor pélvico, etc. A veces hay alguna enfermedad médica asociada que explica el dolor, pero no explica su severidad o incapacidad que provoca, y otras veces el dolor aparece en ausencia de una alteración médica que pudiera explicarlo.
Este trastorno es bastante frecuente en la población general. En los niños y adolescentes el síntoma más habitual es el dolor abdominal, que se da en un 10-30% de ellos. De este grupo, el 80-90% no presenta ningún trastorno orgánico que pudiera explicar el dolor.
Evidencia del papel de los factores psicológicos:
- El dolor suele estar asociado a un acontecimiento estresante; hacer que estas personas sean consciente de este hecho puede aliviar los síntomas.
- El dolor aumenta al aumentar el estrés.
- Los síntomas se alivian al desparecer el estrés.
- La discapacidad que expresan es exagerada respecto al dolor del que informan.
- Existencia de algún beneficio de sus síntomas (ganancia secundaria).
Hipocondría
Consiste en una preocupación marcada por las funciones corporales con miedo a adquirir o padecer una enfermedad grave. Para llegar a estas conclusiones se basan en síntomas físicos que interpretan de manera errónea. Sus preocupaciones les provocan un gran malestar emocional y les dificulta funcionar de un modo normal. Por ejemplo, una adolescente de 13 años pensaba que tenía cáncer porque sus pechos se habían desarrollado de forma asimétrica. También tenía la sensación de que se le caía el pelo, lo cual, según ella, confirmaba el diagnóstico.
Estas preocupaciones persisten a pesar de que los médicos les aseguren que están sanos. Son usuarios habituales de los servicios médicos, aunque suelen sentirse insatisfechos con los servicios prestados o el trato recibido por el personal sanitario. Es habitual que padezcan algún otro trastorno simultáneamente, siendo el más frecuente un trastorno de ansiedad generalizada (71%) seguida de distimia, depresión mayor, trastorno de somatización y trastorno de pánico.
Aunque no está claro su origen, muchos autores consideran que se trata de un comportamiento aprendido en la infancia: estos niños aprenden que estar en el papel de enfermo conlleva atención y cuidados por parte de otras personas, así como otras ganancias secundarias, como evitar determinadas obligaciones. En otros casos, se trata de niños que han vivido con familiares enfermos o se han enfrentado a la muerte y han aprendido a temerla más que los demás y a tener más presente que otras personas la posibilidad de enfermar y morir.
Algunos autores explican que estas personas toleran peor que los demás los síntomas físicos y los perciben de modo exagerado. Por ejemplo, lo que para la mayoría de las personas es una presión abdominal, para ellos es dolor. Sus síntomas más leves son interpretados con una intensa ansiedad como indicios de que les sucede o les podría suceder algo muy grave. Es decir, se trataría de distorsiones en su pensamiento, con tendencia al catastrofismo y la exageración.
Trastorno dismórfico corporal
Consiste en una gran preocupación con algún pequeño defecto físico real o imaginado. Si dicho defecto existe, la preocupación y ansiedad experimentada por estas personas es excesiva, ya que lo perciben de un modo exagerado. Por ejemplo, una nariz grande, aunque normal, puede ser percibida como enormemente desproporcionada y provocar un gran malestar emocional y rechazo en esta persona.
Suelen ser personas inseguras, sensibles, obsesivas, ansiosas, narcisistas, introvertidas y con rasgos hipocondríacos.
Su excesiva preocupación puede afectar a su funcionamiento en el trabajo, estudio, relaciones y otras áreas de su vida. Pasan muchas horas pensando en su supuesto defecto y mirándose al espejo o bien evitan completamente los espejos (o alternan entre ambos comportamientos). Pueden evitar aparecer en público e incluso ir a trabajar. Otros salen de casa sólo de noche o incluso pueden llegar a no salir en absoluto, lo cual dará lugar a aislamiento social. Algunos han intentado suicidarse.
Las principales áreas corporales de preocupación son piel, cara, acné, genitales, arrugas, dientes, pecho, nalgas, cicatrices, pelo fino, asimetría facial, bello facial excesivo, labios, nariz, etc. En los hombres la preocupación principal suele centrarse en los genitales, mientras que las mujeres suele preocuparse más con su cara, pelo y pecho. No suelen revelar lo que les pasa debido a que se sienten avergonzados y, como mucho, dicen que se consideran feos en un sentido general, sin especificar el motivo.
Este trastorno suele comenzar en la adolescencia e ir disminuyendo con la edad, aunque en ocasiones puede volverse crónico.
Trastorno de conversión
Se trata de uno o más síntomas que afectan al funcionamiento sensorial o motor y que asemejan una enfermedad neurológica pero que no pueden ser explicados mediante ninguna enfermedad física. Su aparición suele estar asociada a algún acontecimiento estresante. Los episodios suelen ser breves, recuperándose totalmente en el plazo de un mes o menos. En la mayoría de los casos no vuelve a repetirse, aunque en otras ocasiones los síntomas pueden volver a aparecer al cabo del tiempo.
Los síntomas producen un malestar significativo o un impedimento social, ocupacional o en otras áreas importantes de la vida.
Entre los síntomas típicos se encuentran los siguientes: problemas de coordinación o equilibrio, debilidad o parálisis de un brazo o pierna, pérdida de sensibilidad al tacto o al dolor en una parte del cuerpo, convulsiones (parecidas a un ataque epiléptico), pérdida de visión, sordera, afonía, dificultad para tragar, sensación de tener un nudo en la garganta, retención urinaria.
El nombre de este trastorno es debido a que estas personas están convirtiendo un conflicto psicológico en una incapacidad para mover ciertas partes del cuerpo o usar los sentido con normalidad. Por ejemplo, la persona que pierde la voz en una situación en la que teme hablar, o el pianista cuyas manos quedan paralizadas cuando ha de actuar ante una audiencia y esta situación le produce una gran ansiedad. Estos síntomas sirven para aliviar la ansiedad (ganancia primaria) y para sacar a la persona de la situación estresante (ganancia secundaria).
Este trastorno puede ocurrir a cualquier edad. Se estima que hasta un 34% de la población experimenta algún síntoma de conversión a lo largo de su vida, pero el trastorno suele ser más frecuente en personas de bajo nivel educativo y cultural.
Hay que diferenciar entre la aparición de un síntoma de conversión y un trastornos de conversión. La diferencia está en que para considerarlo un trastorno, ha de afectar significativamente a la vida o estado psicológico de esta persona (por ejemplo, una afonía que impida a un profesor dar clases durante un par de semanas). Como ejemplo de un síntoma de conversión sin repercusiones se encuentra el caso de una mujer de 19 años que tuvo problemas de visión consistentes en ver los objetos como si estuvieran rodeados de un círculo de luz, con dificultades para ver el lado derecho de cualquier objeto en el que fijase su vista. Este síntoma tuvo una duración de una media hora y reaccionó ante él con relativa tranquilidad.