viernes, septiembre 04, 2009
Los Biorritmos
¿Será cierto que existen tres ciclos invariables que gobiernan la vida física, emocional e intelectual de cada persona? ¿Podríamos acaso mejorar el rumbo de nuestra existencia si los tomáramos en cuenta?
A los biorritmos se les puede definir como “la aplicación de las matemáticas al esquema biológico de las cosas”, y se conoce generalmente como teoría de los biorritmos.
Los biorritmos deben mucho a la obra del doctor Hermann Swoboda (1873-1963), profesor de psicología de la Universidad de Viena. Publicó el primero de sus seis libros sobre el tema en 1904, con el título The periods of human life. Según su teoría, existen dos períodos o ciclos que regulan la vida de la gente: uno de 23 días que gobierna el estado físico, y otro de 28 días relacionado con las emociones. Cada uno de estos ciclos comienza con el nacimiento y se repite a lo largo de toda la vida; cada uno está dividido en dos partes iguales, una “positiva” y otra “negativa”. El primer día y el día central de cada ciclo se denominan días “críticos”. En esos días el cuerpo o la mente experimentan un cambio de positivo a negativo, o sea de “alto” a “bajo”, o viceversa. Las conclusiones de Swoboda se basaban en sus propias observaciones de los cambios cíclicos de sus pacientes.
Los biorritmos fueron identificados y descritos de forma independiente y casi simultánea por un médico berlinés llamado Wilhelm Fliess (1859-1928), que llegó a ser presidente de la Academia de Ciencias Alemania. Su primer libro sobre los biorritmos, El curso de la vida, apareció en 1906. Como Swoboda, basaba sus conclusiones en un estudio de sus propios pacientes. Hizo avanzar la teoría al asociar los dos ciclos con su hipótesis de la naturaleza bisexual de los seres humanos. Identificó el ciclo de 23 días como “masculino” o físico, y el 28 días como “femenino” o emocional. La semejanza de este último con la duración promedio del ciclo menstrual confirió un mayor aspecto lógico a la teoría.
“Toda vida -escribió Fliess- sigue unas pautas reguladas desde su interior, un mecanismo que es similar en hombres, animales y plantas; es un mecanismo que controla el momento del nacimiento con tanta exactitud como la hora de la muerte.” Su razonamiento afirmaba que, como la gente era el resultado del desarrollo de células tanto masculinas como femeninas, era lógico suponer que una periodicidad bisexual debía seguir gobernando la conducta del organismo.
No se puede acusar a Fliess de hacer afirmaciones sin fundamento; sus teorías se apoyaban en una gran cantidad de pruebas estadísticas. De hecho, recurrió tanto a las matemáticas que hasta su discípulo George Tomen admite que se excedió. Uno de sus primeros admiradores fue Sigmund Freud, quien le escribió no menos de 184 cartas a lo largo de un período de 16 años y le eligió en dos oportunidades para que le operara la nariz.
La teoría de los biorritmos fue enriquecida posteriormente por un ingeniero austríaco llamado Alfred Telscher; éste añadió un tercer ciclo de 33 días que, según él, se aplica a la actividad intelectual. Desgraciadamente, no dejó materiales publicados. Se supone que sus trabajos se basaban en el estudio del comportamiento de un grupo de estudiantes de Innsbruck, cuya capacidad para asimilar nuevos materiales parecía mostrar puntos altos y bajos dentro de un ciclo de 33 días.
En los años 20 parecía que una nueva ciencia, basada en las observaciones directas de tres investigadores independientes, acababa de nacer. Sus investigaciones fueron confirmadas por varios médicos y estadísticos alemanes y suizos, entre los que figuraban Alfred Judt, Hans Schwing, Hans R. Frueh y el colega de Fliess, Hans Schlieper.
Reducidos a sus términos más simples, he aquí los principios básicos de los biorritmos:
En el momento del nacimiento, un bebé sufre un cambio súbito y drástico tanto en su ambiente como en sus procesos internos. En cuanto es cortado el cordón umbilical comienza a existir como individuo, privado del mecanismo vital de su madre. En ese momento, los tres relojes internos se encuentran en cero.
Desde ese momento, a lo largo de la vida del individuo se repiten tres ciclos separados de 23, 28 y 33 días. Cada uno de esos ciclos, a su vez, consiste en medio ciclo de actividad positiva seguido de otro de actividad negativa. El primer día y el día central de cada uno de los ciclos son días críticos.
Los tres ciclos volverán a comenzar juntos desde cero sólo al cabo de 23 X 28 X 33 días, es decir, 21. 252 días. Eso equivale a 58 años y 66 ó 67 días, según la cantidad de años bisiestos que incluya la vida del individuo. De todos modos, con bastante frecuencia sucederá que dos de los tres ciclos atraviesen simultáneamente por sus días críticos. Si en los cálculos se incluyen también los días centrales, cada año habrá cuatro días doblemente críticos, y un día triplemente crítico en cada período de algo más de 7 años y cuarto. En cuanto a los días críticos simples habrá cinco, por lo menos, en cada mes, y a veces hasta ocho. De modo que siempre nos hallamos a pocos días de uno de esos días.
Ahora, estudiaremos más de cerca los ciclos. El ciclo físico de 23 días tiene dos mitades de 11 días y medio. En la primera mitad alcanzamos las mejores condiciones físicas; estamos en nuestra mejor forma durante el quinto y el sexto día, parte central del medio ciclo. Después, durante el segundo medio ciclo, descendemos para recargar nuestras pilas y recuperarnos de los esfuerzos realizados en la primera mitad.
En la primera mitad de nuestro ciclo emocional de 28 días también disfrutamos de dos semanas de optimismo, creatividad y bienestar. Después tenemos que pasar 14 días de descenso y recarga. En esos momentos es más probable que tengamos ideas negativas, que nos irritemos con facilidad y experimentemos “días malos”. En los días centrales de este medio ciclo aumenta la posibilidad de accidentes.
El tercer ciclo de 33 días nos ofrece 16 días y medio de pensamiento lúcido, buena memoria y mente alerta; le sigue el característico medio período de menor actividad intelectual y menor eficacia. Se aconseja que evitemos el tomar decisiones importantes en nuestros días de intelectualidad baja, porque tal vez no podamos razonar acertadamente.
Thommen insiste en que los días críticos no son peligrosos en sí mismos; son, simplemente “días de cambio”. Los biorritmos, dice, no predicen los accidentes. “La manera de actuar de una persona depende de lo que le está sucediendo, y también de las condiciones en que está, tanto física, como emocional, como intelectualmente en un momento dado.” Los biorritmos predicen esa condición, y nada más.
El estudio de los biorritmos, ¿nos ofrece la posibilidad de mejorar nuestra vida cotidiana, al tomar en cuenta los altibajos de nuestro estado físico, emocional e intelectual?
Puede ser.