Pilar Turu en CulturaColectiva
“¿Vivir para sentir, o sentir para vivir? Me encontraba en una búsqueda eterna de ser feliz, de hallarle un sentido a mi propia existencia. Ella me hizo despertar. Me hizo consciente de algo más grande que mi ser y mi propio cuerpo. Más fuerte que mi posible o no trascendencia. Mi mundo tembló de arriba abajo. Sus colores, sus formas, todo lo que conocía (o pensaba conocía en sus formas más elementales) adquirió un tono distinto. Ella cambió mi vida. Mi maestra, mi guía.
¿Que quién fue mi maestra? La Ayahuasca. Ese brebaje milenario, fruto del Amazonas”.
Todos, en algún momento de nuestra vida nos hemos detenido a pensar, ¿qué hago aquí?,¿cuál es el sentido de mi existencia? Cuestionarnos es parte de nuestra naturaleza y, por ende, de nuestra evolución. Ser fantasmas de nuestra propia historia es consumirnos en vida, es esperar el último momento, el certero y definitivo, del que no hay vuelta.
“…me sugirió que me relajase. Que para poder llegar al trance había primero que liberar mis demonios. Tras tomar el líquido purgante, me recosté. Todos nos encontrábamos ahí para curarnos de cierto mal. Nos decíamos valientes, pero el viaje no hacía más que empezar. El Chamán comenzó a cantar unos dulces pero ajenos versos. Mi corazón daba el ritmo. Cada vez más rápido…”
La Ayahuasca es una bebida que se prepara con una liana amazónica que tiene el mismo nombre. Los chamanes o curanderos del Amazonas preparan esta receta milenaria. La pócima es preparada con dos plantas, una de ellas la que contiene el alucinógeno DMT (dimetiltriptamina): un psicodélico. Esta fuente vegetal activa la glándula pineal, parte del cerebro relacionada con las experiencias místicas y religiosas, los sueños y la fase REM del descanso inconsciente.
El té se reconoce como una medicina sagrada, pura. No ha de confundirse con cualquier otra droga de uso recreativo. Se le considera, más bien, un regalo de la naturaleza. Una parte de la madre tierra que se nos ofrece para revelarnos los secretos del mundo. De nuestro mundo. Nuestras respuestas.
“…se me revolvió aún más el estómago, ¿o eran mis propios traumas y deseos renaciendo? No sé. Sólo sé que ya no quería estar ahí. No podía enfrentarme a ellos. No ahora. No así. La vida había sido dura conmigo. Pero esto ya no viene a cuento. No venía a cuento. ¿Por qué despertaron mis demonios? Estaba tensa. Revoltosa.
–Relájate –me sugirió Fernando…”
Los indígenas la han utilizado por siglos para curarse tanto de enfermedades físicas, como psicológicas y para fortalecer un vínculo espiritual. Es parte de la cultura. Su uso se ha hecho cada vez más popular y aunque no es legal en todas partes, sí lo es consumirla en su lugar de origen, con un chamán por guía, y como homenaje y respeto a los ritos que siguen vigentes desde el pasado. Quienes van al encuentro del despertar de la mano de la Ayahuasca esperan crecer espiritualmente, curarse. Los chamanes creen de manera firme en su uso pues en nuestra sociedad actual se ha perdido el poder de la espiritualidad. Todos estamos tan ocupados que vivimos aferrándonos a las cosas materiales, al día a día y a la monotonía. Sumergirnos en la cotidianidad y darle valor a lo material tiene repercusiones a largo plazo. Se puede generar un vacío en nosotros.
“…y sí. Cuando me decidí a escucharla, mi guía me habló. Se volvió parte de mí. Aunque me trajo recuerdos tortuosos que había decidido en algún momento olvidar para siempre, afirmó era preciso sacarlos a la luz. Me pude enfrentar a ellos. Compartimos dos o tres palabras. Nos enojamos, nos arrepentimos, lloramos. Paz. Llegó la paz. Aquello que no sabía me faltaba pero reconocí propia cuando llegó. Todo había terminado. Ahora podía seguir adelante. La vida me esperaba. Mi vida descarrilada estaba otra vez en el camino…”
Pese a que las religiones se fundamentan en la fe sobre la evidencia (lo que pierde a muchos de sus seguidores) la Ayahuasca y su uso parte del auge de la experiencia sobre la razón, de los sentimientos sobre las creencias. Sentir, vivir, despertar del inconsciente y la reformulación de la vida que se tenía antes y después de su consumo, son los principios básicos por los cuales hoy se está popularizando su uso, y la costumbre no se ha perdido en el Amazonas.