sábado, octubre 09, 2021

"EBOLI" - Secretos de la Vida de Ana de Mendoza

Nacho Ares

Fundaciones de santa Teresa

La presencia en Pastrana de Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida como santa Teresa de Jesús, dio nuevos bríos a los planes que los príncipes de Éboli estaban desarrollando en el lugar. Sus fundaciones son lo más conocido de la villa y aunque la presencia física de santa Teresa no pasó de tres meses y la de su orden carmelita de pocos años, la huella que ha dejado en Pastrana ha conseguido eclipsar la presencia posterior de otras órdenes religiosas que nada tuvieron que ver con esos comienzos carmelitas. Es el caso de la orden de la Inmaculada Concepción y la de los franciscanos.

Para el caso que aquí nos reúne, Pastrana y la princesa de Éboli, santa Teresa fundó dos monasterios. La historia que antecede a la llegada de la santa a Pastrana no es menos curiosa que todo lo que ocurrió después y merece la pena que nos detengamos en ella.

En su Libro de las fundaciones nos cuenta la religiosa cómo tras fundar en Toledo, sin apenas descanso, después de culminar harto pesado trabajo, recibe la visita de un criado de la princesa de Éboli en el palacio de su prima, doña Luisa de la Cerda, en donde se alojaba la santa. Éste le recuerda el pacto de palabra que había entre ambas para fundar un monasterio en Pastrana. La religiosa, que por aquellas fechas ya contaba con sesenta y cuatro abriles, estaba cansada y no tenía gana de emprender el cansado viaje hasta Guadalajara habiendo, además, acabado de inaugurar la casa en Toledo que tantos esfuerzos y energías les había supuesto.

Pero la insistencia del criado de la Princesa que se había desplazado hasta Toledo con una carroza especial para llevarla cómodamente desde allí, hizo reflexionar a Teresa.

Cuenta la propia monja que:

Al poco del recibimiento por parte de los príncipes de Éboli en su palacio ducal, tras la Pascua del Espíritu Santo, en el verano ya de 1569, santa Teresa funda primero el convento del Carmen. La idea era hacer dos fundaciones, una de religiosos y otra de religiosas.

El Carmen, levantado en un cerro a las afueras de Pastrana, junto a la vieja ermita de San Pedro, empezó siendo muy pobre, construyendo apenas unas casas de madera y un templo alrededor de esa ermita primigenia cedida por los príncipes a Ambrosio Mariano Azzaro y a Juan Nardush, más conocido éste por fray Juan de la Miseria. Se trataba de dos ermitaños italianos que santa Teresa conoció a su paso por Madrid, de la mano de la mencionada Leonor de Mascareñas, y que tras hablar con la religiosa abrazaron de buena gana la nueva reforma del Carmelo...

La fundación lo tenía todo. Santa Teresa había tenido mucha suerte en toparse con dos varones que quisieran seguir sus pasos en la fundación de un cenobio masculino. Además, el cerro sobre el que se levantaba la originaria ermita de San Pedro tenía su historia dentro del marco de la leyenda. Allí fue donde Juan Giménez, un vecino de Pastrana, profetizó la fundación del monasterio. Al parecer dijo haber tenido una visión por la cual el palomar de palomas bravas que allí había se tornaría en lugar de palomas mansas y blancas, y que con su vuelo alcanzarían el cielo. En Pastrana hay un lienzo del propio fray Juan de la Miseria en el que se relata esta historia:

“Juan Giménez, vecino de Pastrana, varón sencillo, siervo de Dios e ilustrado con el don de la profecía, profetizando la fundación de este convento, dijo delante de muchos vecinos de la dicha villa, que venían en procesión a esta ermita y palomar ‘¿Veis este palomar de palomas bravas? Pues tiempo vendrá en que se pueble de palomas mansas y blancas que con su vuelo llegarán al Cielo’. En confirmación de esto, muchas personas vieron salir muchas veces, de una cueva de este cerro una procesión de religiosos vestidos de buriel áspero, capas blancas, pies descalzos y velas encendidas en las manos y que dando una vuelta por el cerro se recogían en dicho palomar. Historia de los carmelitas descalzos Tomo I”.

Casi a la par que la fundación del Carmen fue la del monasterio de religiosas de San José. Habitado en la actualidad por una comunidad de monjas de la Orden de la Inmaculada Concepción, el monasterio fue fundado el 9 de julio de 1569 por santa Teresa de Jesús, quedando Isabel de Santo Domingo como primera priora.

La relación entre la princesa de Éboli y santa Teresa nunca fue buena. La gota que colmó el vaso del desencuentro lo encontramos en una anécdota curiosa. Al parecer, doña Ana tenía muchas ganas de leer una especie de diario que llevaba la Santa siempre consigo. En él relataba sus experiencias místicas. Lo comenzó a escribir alentado por su confesor, creando así una especie de autobiografía que posteriormente le daría más de un problema con la Inquisición. Pues bien, conociendo cómo se las gastaba la Princesa, es lógico entender que santa Teresa se negara a la cesión. Pero cuando en ello medió el príncipe de Éboli, la religiosa no tuvo más remedio que claudicar viendo en peligro, seguramente, la fundación de los monasterios. No es que don Ruy Gómez chantajeara a santa Teresa, sino que es más probable que ésta en previsión de futuros problemas prefiriera ceder.

Bajo la promesa de no dejar ni revelar el contenido a nadie, la princesa de Éboli se fue muy contenta con el manuscrito, orgullosa y viéndose vencedora en aquel singular tira y afloja con la religiosa.

La irritación supina de santa Teresa llegó cuando cierto día descubrió a doña Ana leyendo en alto algunos pasajes del manuscrito a sus ayas y pajes, en medio de bromas, burlas y tronchamientos de risa por los vuelos o los trances místicos que protagonizaba la monja de Ávila. La princesa de Éboli era un poco mala, es cierto; pero también hay que reconocer su ingenio.

Y a pesar de las burlas de doña Ana hacia la faceta mística de santa Teresa, hay que reconocer que la princesa de Éboli fue una mujer muy religiosa. Su devoción a la Virgen María no solamente queda patente en la divisa de su familia, en cuyo blasón podemos leer el mencionado “Ave Maria Gratia Plena”, sino en la generosidad que demostró en las continuas donaciones que otorgaba a los dos monasterios fundados por santa Teresa. Su devoción principal fue la de la llamada Santísima Virgen de Nuestra Señora del Soterraño, imagen conservada hoy en el Museo de la Iglesia Parroquial de la Colegiata de Pastrana.

La tradición cuenta que esta figura fue descubierta en una cueva, de ahí el nombre de Nuestra Señora del Soterraño (“del subterráneo”), bajo el castillo de Zorita de los Canes, a 10 kilómetros al sur de Pastrana. Este lugar fue en su momento una especie de área de recreo de los príncipes de Éboli. En la actualidad, su estado ruinoso apenas llama la atención de los modernos automovilistas que pasan a su pie, descubriendo sólo un montón de muros y torreones sin forma. Los orígenes de esta fortaleza se remontan a la época medieval en tiempo de la lucha con los moros, en el siglo X.

Tras pasar de mano en mano durante siglos, en el año 1565 fue comprado por don Ruy Gómez. Junto a la princesa de Éboli, ambos esposos realizaron reformas en el castillo para poder habitarlo. Hasta allí gustaba ir doña Ana descendiendo río Arlés abajo para contemplar desde la gran terraza que se abre en la cima del torreón sur del castillo, las ruinas de lo que se ha venido a identificar con la población visigoda de Recópolis, la cual se encuentra a muy poca distancia del lugar, muy cerca de la ermita de la Virgen de la Oliva. En la actualidad el lugar está totalmente en ruinas, habiendo perdido cualquier recuerdo del paso de la Princesa.

Pues bien, en el castillo había una pequeña iglesia o capilla bajo la cual se habría una antigua cripta en donde se adoraba a la Virgen del Soterraño. Fray Pedro González de Mendoza cuenta en su Historia del Monte Celia que allí apareció la imagen de la Virgen, en esta vieja iglesia de la Orden de Calatrava, escondida en una cripta excavada en la roca de la montaña a la que se llegaba a través de un misterioso pasadizo secreto abierto a modo de tumba. Fue descubierta siglos antes, estando siempre acompañada por una lámpara que nunca se apagaba.

Según cuenta Jesús Simón Pardo, la imagen fue venerada desde el siglo XIII. La Virgen del Soterraño era frecuente meta de peregrinaciones de los vecinos de la comarca que, conocedores de los milagros que se le atribuían, iban hasta el castillo de Zorita para pedirle la solución de sus males y problemas.

Cuando la princesa de Éboli construyó la iglesia del monasterio de San José, un año después de su fundación, en 1570, quiso hacer en él un hueco para venerar la imagen de la Virgen del Soterraño. Ello implicaba retirarla de su ubicación original en la que había permanecido durante siglos. Aunque doña Ana era la dueña del castillo de Zorita y, por lo tanto, de la imagen, el alcalde del castillo, don Mateo López Cerezo, intentó disuadir a la Princesa argumentando que cuando en situaciones previas se había intentado llevar a cabo algún traslado, de forma sobrenatural la imagen de la Virgen había vuelto a la cueva subterránea.

Como las gentes de Pastrana temían las represalias de la Virgen, nadie se prestó a realizar el traslado. Ni corta ni perezosa, doña Ana se presentó en el castillo en su carruaje y con sus propias manos tomó la imagen, la subió al coche y emprendió el camino hacia el monasterio de San José.

La leyenda dice que incluso la princesa de Éboli se vio afectada por los poderes sobrenaturales de la talla. Al parecer, al vadear el Tajo en una barcaza, descubrió que la imagen se había volatilizado. Tras varios intentos infructuosos, se conoce que la Virgen se cansó de jugar al gato y al ratón con doña Ana y finalmente consintió quedarse en el monasterio de Pastrana. Allí permaneció desde 1570 hasta que recientemente ha pasado a engrosar la colección de piezas del museo de la colegiata en donde hoy se puede ver. La fama de milagrera de la Virgen del Soterraño empujó a las religiosas del monasterio a que en 1605 reclamaran al cardenal Sandoval y Rojas para que constituyese una comisión para investigar lo sucedido. En aquella ocasión se entrevistó a más de 30 personas, incluida doña Ana de Silva y Mendoza, la hija pequeña de la princesa de Éboli. En aquel año residía como monja concepcionista bajo el nombre de sor Ana de San Francisco. La comisión fue presidida por el deán de la colegiata, don Juan Mazuelas, y ante la presencia del notario apostólico, don Pedro Ruiz Montesdeoca.

De ese documento de 1605, se conserva en el monasterio de San José una copia auténtica realizada el 5 de febrero de 1723. En el fragmento que aquí reproduzco se alude al interés de la Princesa por la talla y al anecdotario sobre si hacía o no milagros fuera o dentro de su cripta original:

“...estando esta testigo en palacio de esta villa excelentísima de la princesa doña Ana de Mendoza y de la Cerda y duquesa que fue de ella, oyó hablar de la Santísima Virgen de Nuestra Señora del Soterraño y entonces supo esta testigo y entendió cómo esta Santa Imagen hacía milagros, porque viendo doña Teresa, secretaria que entonces era de la otra señora Princesa, cómo su excelencia había traído al convento de la Concepción de esta villa (de Pastrana) la otra imagen y que al principio se había vuelto al Soterraño y capilla de donde dicen se apareció que fue en la fortaleza de Zorita. Y viendo que por acá en aquel tiempo la sagrada imagen no hacía milagros como allá los hacía, oyó esta testigo a la otra doña Teresa que dijo a la otra señora Princesa después, que su excelencia hizo traer esta sagrada imagen a este convento de la Concepción, no hace milagros como solía; su excelencia dé orden de mandar volverla a su soterraño y capilla, y entonces respondió la otra señora Princesa que si Dios le daba vida que haría de poner en el convento que ella tenía una imagen que ella tenía de Nuestra Señora en su cárcel de la Plaza y que haría de hacer volver la imagen de Nuestra Señora del Soterraño a su lugar; y que (nuestro) Señor [...] que se murió luego pasados algunos días hizo mandar volver la otra imagen, y así se quedó en el convento a donde después está con gran veneración en el altar mayor de la iglesia de él”.

Fray Pedro González de Mendoza, hijo de la Princesa, también nos reseña sus propiedades milagreras.

“con la devoción de sus cristianos pechos y la grandeza que pedía la obra, (mis padres) la trasladaron (a Pastrana) donde ha hecho y hace todavía grandes milagros particularmente con enfermos del mal de peste”.

La imagen de la Virgen del Soterraño, que hoy se puede ver en el museo de la antigua colegiata, es una talla románica tardía de los siglos XII o XIII, en posición sedente. A lo largo de los siglos ha sufrido no pocas restauraciones y apaños, como la corona que hoy porta, supuestamente colocada por fray Pedro, que la han convertido seguramente en una versión recargada.