sábado, diciembre 25, 2021

Efectos del "Éxtasis" en el Cerebro

David Concar & Claire Ainsworth

Orig. publicado en New Scientist (20/06/2002)

El artículo de la publicación especializada británica New Scientist es un análisis crítico de los escritos más relevantes publicados hasta la fecha en revistas y diarios médicos sobre los efectos de la MDMA en el cerebro. Los periodistas de NS descubren las fallas de estas pruebas y la manipulación de los resultados por parte de los científicos para –independientemente de los resultados obtenidos- interpretarlos de acuerdo a sus intereses.

Uno de estos artículos en concreto, sirvió para que en Norteamérica las penas por posesión de éxtasis se equipararan a las de heroína. Es un estudio en el que se utilizaron escáneres cerebrales y uno de ellos fue presentado a los medios con el titular “El éxtasis produce agujeros en el cerebro”. Según Stephen Kish, neuro patólogo del Centro para la Salud y la Adicción en Toronto: "No hay agujeros en el cerebro de las personas que toman éxtasis". "Si alguien quiere una respuesta directa sobre si el éxtasis causa daño cerebral, es imposible obtenerla mediante los estudios que se han hecho hasta ahora"

Según la publicación, aunque no haya dudas sobre el daño que causa esta sustancia, los estudios que sugieren que el éxtasis afecta gravemente al cerebro no son fiables. El punto central en el argumento que plantean es la validez de los estudios que demuestran como la droga perjudica la producción de serotonina, una sustancia química vital que produce el cerebro. Otras críticas similares se refieren a los estudios que indican que las mujeres son más susceptibles a los daños de la droga que los hombres.

Tras realizar análisis estadísticos independientes de los datos, NS llega a conclusiones que difieren de las de los investigadores. También se recoge el “secreto a voces” de que es muy difícil publicar trabajos en los que no se hayan encontrado diferencias entre consumidores y no- consumidores. Los autores terminan señalando que el artículo saca a la luz la necesidad urgente de prestar atención a un asunto que puede tener consecuencias a largo plazo sobre la salud pública.

Palabras Clave del Texto: MDMA; éxtasis; droga; serotonina (síndrome de); hiponatremia...

Research claiming to prove that ecstasy damages the brain is fundamentally flawed and has misled politicians and the public- say some independent scientists.
An enquiry by New Scientist magazine concluded that many of the findings
published in respected journals aiming to show long or short-term damage caused by MDMA use could not be trusted. It puts this down to two principal reasons: huge variations in experimental results and the fact that scientific journals are unwilling to publish “null” results in which research shows no difference between ecstasy users and non-users.
At the centre of the controversy are the brain scans published in 1998 apparently showing that ecstasy destroys nerve cells involved in the production and transport of serotonin, a vital brain chemical involved in memory, sleep, sex, appetite and primarily, mood. The pictures were used in anti-drugs advertising, and research findings used to underpin stiffer penalties for ecstasy use.
The investigation suggests the experiments are so irretrievably flawed that the scientific community risks losing credibility if it continues to let them inform public policy.

ÉXTASIS EN EL CEREBRO

Algunos afirman que puede matarte o envenenar tu cerebro; otros que es un “viaje” lo suficientemente seguro si tomas precauciones. A pesar de las campañas oficiales poniendo de relieve los peligros del éxtasis, la droga nunca había sido tan popular entre los asiduos a los clubes y discotecas... ¿Están arriesgándose de forma imprudente a sufrir daños cerebrales? O peor aún: ¿están ignorando acertadamente la propaganda antidroga? David Concar busca la verdad tras el alarmante despliegue publicitario de las campañas.

En una pequeña clínica de Charleston (Carolina del Sur) se están poniendo en marcha preparativos para un experimento médico que marcará un hito. Cuando New Scientist estaba ya en la imprenta, los investigadores aún esperaban la aprobación final por parte de un tribunal ético. Pero si todo sale según lo planeado, alrededor de una docena de víctimas con un fuerte trauma tras un crimen violento recibirán en breve una sustancia alteradora de la mente en un intento por liberarlas de sus terribles miedos.

Este ensayo clínico está siendo financiado por la MAPS, la Asociación Multidisciplinar para Estudios Psiquedélicos (Multidisclipinary Association for Psychedelic Studies), una entidad inconformista fundada por un entusiasta con un doctorado en política de drogas llamado Rick Doblin. Y aunque todo esto suene un poco a “viaje de hippy”, las apariencias son engañosas. La prueba (con método de doble ciego y uso de placebos) es -por escrito al menos- tan rigurosa como cualquiera llevada a cabo por una compañía farmacéutica. Es más: cada detalle ha sido aprobado por severos reguladores gubernamentales de la FDA, el Departamento de Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (US Food and Drug Administration).

Sus compañeros de trabajo del departamento de seguridad en materia de drogas, la DEA (Drug Enforcement Agency) están furiosos, y no es difícil adivinar porqué. La pastilla en cuestión es éxtasis, cuyo nombre científico es MDMA (-3,4 metilenodioxi-n-metilanfetamina). Y desde luego, en circunstancias normales, las autoridades gubernamentales no consideran que tragarla sea un remedio para los efectos psicológicos de un crimen.

En efecto, temiendo una epidemia al estilo del crack, el gobierno de Estados Unidos ha endurecido a lo largo de estos dos últimos años las penas legales y ha intensificado los esfuerzos para hacer públicos los peligros. Dosis por dosis, las infracciones por éxtasis reciben hoy en día castigos más severos que las que tienen que ver con la heroína. Los anuncios radiofónicos y los grandes anuncios publicitarios en los centros comerciales advierten sobre la pérdida de memoria. El enormemente influyente Instituto Nacional de Drogodependencias (National Institute for Drug Abuse), cerca de Washington D.C., incluso ha estado distribuyendo postales que muestran imágenes de cerebros tras un escáner. Las tarjetas contraponen un cerebro normal, de aspecto brillante y radiante, al lado de “un cerebro tras éxtasis”- un bulto con oscuras manchas que parecen agujeros.

En otras palabras, mientras respetables doctores respaldados por un departamento del gobierno norteamericano se preparan para repartir éxtasis como medicina, otros departamentos están haciendo todo lo posible para prevenir a los adolescentes sobre las consecuencias de la droga. Todo es muy confuso. Y los mensajes son igual de contradictorios en otras partes. En Gran Bretaña, por ejemplo, el año pasado el gobierno introdujo una severa nueva ley que consideraba un crimen el hecho de que los dueños de clubes y discotecas permitieran el consumo de éxtasis en sus locales. Este mismo año, ha emitido un panfleto diciéndoles a los mismos propietarios de salas de baile y discotecas que se encarguen de proporcionar zonas de descanso (chill-out ), áreas de tratamiento y abundantes suministros de agua. Si ésto no es una luz verde al uso del éxtasis, sí es seguramente un signo de mayor tolerancia... O tal vez no, puesto que en Gran Bretaña la ley pone al éxtasis a la par que la heroína y el crack. Y mientras que algunos veteranos oficiales de policía británicos creen que no es una medida acertada, el gobierno insiste en no bajar de categoría una sustancia que es tan peligrosa como demuestra la evidencia recogida hasta la fecha.

Pero, ¿Cómo de peligrosa es esta sustancia realmente? En los últimos años, el gobierno norteamericano ha gastado decenas de millones de dólares en investigación- más que ningún otro gobierno- intentando precisar el daño con exactitud. Y según sus científicos más veteranos, ya no hay duda al respecto: aunque no te mate, el éxtasis es una garantía de daño duradero, posiblemente de la función serotoninérgica de las neuronas en el cerebro, que tienen que ver con la memoria, el humor, el sueño, el sexo y el apetito. En una audiencia ante el senado el pasado mes de julio, el entonces director del National Institute on Drug Abuse afirmó: “Hay un acuerdo sin excepciones: se producen daños en el cerebro.”La investigación -añadió- ha “mostrado inequívocamente que la MDMA daña literalmente las células cerebrales.”

NS se metió entre bastidores para hablar con diversos investigadores. Nos encontramos con que no existía tal acuerdo. Nadie afirma que el éxtasis sea benigno. No lo es y nunca podría serlo -ninguna droga lo es. Y sin embargo pocos de los expertos con los que establecimos contacto creen que la investigación haya conseguido probar ya que el éxtasis cause daño duradero en las células del cerebro o en la memoria. Es más: según algunos, la evidencia hasta la fecha simplemente no puede ser considerada fiable.

Los escáneres mostrando los cerebros llenos de manchas de consumidores de éxtasis se han convertido en el as de las campañas de información pública. En Norteamérica, estas imágenes influenciaron enormemente el movimiento hacia sentencias más severas. Sin embargo, expertos imparciales nos dijeron que los escáneres, aun habiendo sido publicados en un respetable diario, están basados en experimentos que contienen tantas fallas fundamentales que corren el riesgo de ver debilitada la credibilidad de los intentos por educar a la gente sobre los peligros de las drogas. Los escáneres cerebrales no prueban que el éxtasis dañe la función serotoninérgica de las neuronas” -dijo un investigador que pidió permanecer en el anonimato. “Si usar o no la evidencia es por lo tanto un asunto de política más que de ciencia.”

Nuestra investigación no prueba que el éxtasis sea inofensivo para las células cerebrales, pero suscita muchas preguntas clave para el futuro de la política sobre drogas en todo el mundo. Cuando la evidencia sobre la seguridad de una droga ilícita es compleja y controvertida , ¿Quién llega a decidir qué conclusiones son lo suficientemente sólidas como para influenciar esta política?

¿Cuán activos deberían mostrarse los políticos a la hora de rechazar conclusiones poco fidedignas? ¿Y cuán abierto debería estar el gobierno al desacuerdo científico?

Algunas cosas sobre el éxtasis son razonablemente ciertas. Al igual que muchas drogas legales, afecta a la manera que tienen las células cerebrales de manejar los neurotransmisores de la serotonina. Las células en cuestión están enraizadas cerca de la base del cerebro pero poseen largas fibras nerviosas que se abren en abanico hacia las regiones más altas. Aquí, las fibras se encuentran y comunican con otras células nerviosas, “mensajeándolas” mediante chorros de serotonina que penetran entre las diminutas uniones o sinapsis que conectan todas las células nerviosas del cerebro.

La MDMA convierte estos chorros en oleadas. Hace que las células disparen prácticamente toda su carga de serotonina al completo y la reabsorban de manera inusualmente lenta. Y la droga hace ésto capturando ciertas proteínas que salpican las superficies de las células nerviosas, llamadas transportadoras de la serotonina. El trabajo normal de estas proteínas es reabsorber la serotonina de vuelta a las células. La MDMA hace que las proteínas trabajen en orden inverso y bombeen expulsando la materia. Esto no es todo lo que la droga hace a la química del cerebro, pero la mayoría de los científicos creen que es la clave de las sensaciones de amor incrementado que proporciona el éxtasis.

Y la clave también de los efectos menos deseables de la droga. Algunos problemas a corto plazo ya ni siquiera se discuten seriamente. En los últimos años ha quedado claro que el éxtasis puede hacer que algunas personas tengan dificultad para eliminar el agua y puede provocar un golpe de calor súbito e incluso mortal, especialmente en salas de baile calurosas. La mayoría de los expertos están de acuerdo en que mediante la reducción temporal de serotonina en el cerebro, la MDMA puede hacer que sus consumidores se vuelvan vulnerables a la “depre” de mitad de semana. Sin embargo, ninguno de estos riesgos -dicen los expertos- ha creado un serio problema de salud pública. Los cambios de humor son comparativamente suaves y a pesar de la enorme popularidad de la droga, las muertes por éxtasis siguen siendo poco frecuentes: el esquí de descenso a contrarreloj mata a más personas. Incluso el más destacado experto en éxtasis de Gran Bretaña, John Henry, del hospital-escuela médica de Saint Mary en Londres, cree que el riesgo de muerte repentina ha sido exagerado en exceso.

Lo que más preocupa a científicos como Henry es la posibilidad de que cientos de miles de consumidores de éxtasis pudieran estar acumulando problemas de salud mental para el futuro. ¿Y lo están? George Ricaurte y Una Mc Cann, un equipo de marido y mujer de la universidad John Hopkins en Baltimore, Maryland han sido pioneros intentando precisar con exactitud cuál es el impacto a largo plazo de la droga en el cerebro. Y después de casi 15 años de investigaciones, están convencidos de que la droga puede dañar las sinapsis de la serotonina y las fibras nerviosas. Desde luego –afirman- los consumidores realmente persistentes incluso se arriesgan a sucumbir a una “poda” , en la cual las fibras nerviosas más gruesas de la serotonina en el cerebro se marchitan y son reemplazadas por haces de fibras nerviosas más cortas y delgadas. Resumiendo, consume éxtasis semana sí semana no y la fina estructura de tu cerebro ya no volverá a ser la misma.

Difícilmente es esto una razón de base para presionar exigiendo penas legales menos severas. Pero, ¿es válida la evidencia? Durante años provenía exclusivamente de experimentos con animales. Lo típico era que los investigadores dieran altas dosis de éxtasis a ratas o monos, dejándoles unas pocas semanas, meses o incluso años y luego abriendo su cerebro en dos. No es fácil conseguir un escrutinio directo de las fibras nerviosas enteras y de las sinapsis, pero los científicos pueden tomar una instantánea de los transportadores de la serotonina distribuidos por el cerebro para ver si falta alguno o está fuera de lugar. Muchos estudios han encontrado tales cambios, pero otros no y los experimentos continúan hasta el día de hoy. Y también el debate sobre lo que realmente significan.

En 1998, sin embargo, el caso contra el éxtasis dio un nuevo y dramático giro. El equipo de Ricaurle publicó un artículo en The Lancet informando de lo que parecía ser daño duradero en el cerebro de las personas que consumían éxtasis. Esta vez la evidencia provenía de un escáner cerebral realizado mediante el uso de una Tomografía por Emisión de Positrones (PET, sus siglas en inglés) y parecía bastante claro. Mientras que los escáneres de los sujetos de control estaban vivos y con color, los de los consumidores de éxtasis tenían un aspecto apagado, sin brillo y oscuro. El éxtasis “daña el cerebro de por vida” declaraba uno de tantos titulares alarmantes.

El estudio consistía en inyectar a 14 personas que habían consumido éxtasis una media de más de 100 ocasiones con sondas químicas diseñadas para adherirse a los transportadores de la serotonina. Cada vez que una de las sondas llegaba a su término emitía un detectable pero seguro brillo radioactivo. El razonamiento fue el siguiente: si el éxtasis destruye las sinapsis y las fibras encargadas de la serotonina entonces la sonda debería encontrarse con que hay muchos menos transportadores y en consecuencia, debería brillar menos. Y desde luego, los cerebros de los consumidores de éxtasis brillaban menos en término medio que los de los sujetos de control.

En aquel entonces, no todos los expertos estaban convencidos de que esta deficiencia fuera evidencia de daño perdurable causado por el éxtasis. Los usuarios de la droga consumían muchas sustancias distintas y los investigadores no informaron de análisis de orina o saliva que probaran que estaban libres de drogas en el momento del escáner. Algunos críticos incluso sugieren que los sujetos podrían haber tenido por naturaleza una deficiencia en las sinapsis de la serotonina. Pero como era imposible demostrar estas explicaciones alternativas, se aferraron al aspecto más desolador de los escáneres.

Muy pronto, los escáneres se convirtieron en el argumento central de la campaña del gobierno norteamericano para advertir de los peligros de las drogas de diseño y aparecieron en documentales televisivos. Los escáneres también tuvieron un papel prominente en el informe de la Comisión de Sentencias de EEUU (US Sentencing Comission) que el año pasado llevó a establecer penas de prisión más largas para los delitos por éxtasis. Dicho informe afirmaba que los escáneres cerebrales mostraban “que los consumidores tenían un número de transportadores de serotonina significativamente reducido en todo el cerebro.”

Y pronto también, otros equipos con imágenes de cerebros intentaron desarrollar el hallazgo y las conclusiones de 1998. Un año más tarde, investigadores del Hospital Real de Edimburgo (Royal Edinburgh Hospital) en Escocia publicaron también un artículo afirmando que los consumidores habituales de éxtasis tienen menos transportadores de serotonina en el cerebro. Aún más evidencia adicional –concluyeron- de la neurotoxicidad de la droga.

Más recientemente, un equipo liderado por Liesbeth Reneman y Gerard den Heeten del Centro Médico Académico (Academic Medical Centre) de Amsterdam quisieron averiguar si los consumidores más habituales de éxtasis perdían más sinapsis de serotonina que los consumidores más moderados. Con este fin escanearon los cerebros de cuatro grupos; consumidores moderados de éxtasis que afirmaban no haber tomado más de 80 pastillas en su vida; consumidores habituales que afirmaban haber tomado cientos; consumidores muy habituales que afirmaban haberse abstenido durante al menos un año; y un grupo de control. “Nuestros resultados” -concluyó el equipo en un artículo publicado el año pasado en The Lancet, “indican que las mujeres podrían ser más sensibles que los hombres a los efectos neurotóxicos de la MDMA.”

Esta era otra conclusión a primera vista preocupante y que aparentemente parecía respaldar el crucial estudio de 1998. Excepto que tras una minuciosa inspección, se observaban discrepancias y contradicciones. Esta vez, los cerebros de éxtasis pertenecientes a hombres brillaban tanto como los cerebros de control, y sólo después de analizar los cerebros de las mujeres separadamente de los cerebros de los hombres fue cuando los investigadores encontraron algo diferente en los resultados de algunas de las mujeres. Los cerebros de las consumidoras habituales resultó que sí brillaban menos que los de las consumidoras moderadas o las mujeres del grupo de control y sin embargo, estos cerebros de mujer “dañados” no dieron peores resultados que los cerebros de los supuestamente sanos no-consumidores (hombres).

La situación parecía muy confusa, así que NS pidió a algunos prestigiosos científicos independientes que echaran un vistazo a la evidencia de nuevo. Nos enteramos de que las sondas usadas en los estudios del escáner tienen graves deficiencias y que a pesar de lo que rezaba la imagen: ”tu cerebro con éxtasis”, nunca hubo – y nunca ha habido – un escáner típico mostrando un cerebro típico de un consumidor habitual de éxtasis.

“No hay agujeros en los cerebros de los consumidores de éxtasis” – dice Stephen Kish, un neuro patólogo del Centro para la Adicción y la Salud (Center for Addiction and Health) de Toronto. “Y si alguien quiere una respuesta clara a la cuestión de si el éxtasis causa algún tipo de daño al cerebro, es imposible sacar una de estos informes”. Marc Laruelle de la universidad de Colombia, un experto en análisis de escáneres cerebrales está de acuerdo: “Todos los informes tienen limitaciones científicas muy significativas que me hacen sentir incómodo”. Según ambos expertos, el error clave del estudio de 1998 es la total variabilidad de las mediciones. Algunos cerebros de control respondieron hasta 40 veces mejor que otros, e incluso algunos de los cerebros de éxtasis eclipsaron a los cerebros de control en factores de 10 o más – un nivel de dispersión que ambos expertos afirman no tiene precedentes en este tipo de estudios. Según Kish, las enormes variaciones observadas incluso en los grupos de control saludables son un signo seguro de que el experimento no consiguió dar mediciones precisas y fiables. El problema ha tardado años en salir a la luz -dice Kish- porque el alcance de la dispersión está oscurecido en el informe original por la forma inusual de analizar las conclusiones que tuvieron los investigadores, convirtiendo las mediciones brutas de los escáneres cerebrales en logaritmos antes de tramar su difusión pública.

Así que, ¿a qué se debe esta falta de seguridad y fiabilidad? Larvelle dice que las sondas que se usan en todos los estudios de escáneres cerebrales de consumidores de éxtasis no siempre se ciñen únicamente a los transportadores de la serotonina y por lo tanto deberían ser usadas sólo en ciertas áreas del cerebro. En los últimos años, su equipo ha establecido que sólo el cerebro medio, el tálamo y el estriato tienen suficientes trasportadores de serotonina como para dar lecturas fiables. Ninguno de los estudios sobre el éxtasis se centró en estas estructuras. El equipo de Edimburgo sólo examinó el córtex cerebral.

Ricaurte rechaza las críticas: “La variabilidad de los datos disminuiría nuestra habilidad para detectar diferencias entre consumidores de MDMA y sujetos de control” -declaró a NS. “El hecho de que se encontraran diferencias significativas lo dice todo.”

En cuanto al aspecto que los cerebros puedan tener en un escáner, no debería importar tanto como el hecho de si el éxtasis tiene algún efecto detectable a largo plazo en la manera de pensar, sentir y actuar de las personas. ¿Y lo tiene? Desde luego, ha habido un aluvión de artículos en revistas de psicología insinuando que los consumidores de éxtasis tienen memorias y reflejos mentales considerablemente más pobres que los no-consumidores. Y algunas de las conclusiones dan una lectura perturbadora. En un estudio típico, los consumidores de éxtasis “mostraron una fluidez verbal y una memoria inmediata y retardada significativamente más pobre”. En otro, fueron ”peores en una tarea de atención sostenida que requería cálculos aritméticos, una tarea que requería memoria a corto plazo y una tarea de reconocimiento semántico y razonamiento verbal”. El año pasado un equipo británico incluso llegó a equiparar tales síntomas a los observados en la enfermedad de Alzheimer.

Sin embargo, tras una inspección más detenida, y al igual que con los escáneres cerebrales, no hay una evidencia tan clara como podría parecer. Para empezar, en la mayoría de las pruebas de agilidad mental, los consumidores de éxtasis obtuvieron tan buenos resultados como los no consumidores. Sus tiempos de reacción, memorias visuales y habilidad de concentración resultaron normales, algunas veces incluso mejor de lo normal.

En un estudio, el psicólogo Andrew Parrot de la Universidad del Este de Londres y su equipo constataron que los consumidores de éxtasis obtenían mejores resultados que los no-consumidores en pruebas en las que se les requería que rotasen formas geométricas complejas mediante su visualización mental. Los consumidores de éxtasis también llevaban ventaja sobre los no consumidores cuando se trataba de buscar una serie de habitaciones virtuales en la pantalla de un ordenador para conseguir encontrar un pequeño coche de juguete rojo. Posteriormente, afirma Parrot, los consumidores de éxtasis fueron mejores respondiendo a preguntas sobre la forma de las habitaciones y la ubicación de sus puertas.

Cuando los consumidores de éxtasis parecen tener peores resultados es a la hora de aprender nueva información verbal. En pruebas donde se dan a las personas listas de palabras y luego se les pide más tarde que las recuerden, un grupo de no-consumidores podría obtener una puntuación media de 10 sobre 15, mientras que un grupo de consumidores de éxtasis de la misma edad y estrato social podría conseguir un 8. Según Parrot, que publicó las primeras conclusiones de éste tipo en 1998, los consumidores de éxtasis son en término medio más lentos a la hora de mejorar los resultados cuando se repite la prueba. Pero sus resultados aún se encuentran dentro del espectro de lo que se considera normal.

En otras palabras, cualesquiera que sean los efectos cognitivos del éxtasis, son sutiles. Tan sutiles que algunos expertos creen que culpar al éxtasis es sacar conclusiones precipitadas ya que los consumidores de la droga toman muchas otras sustancias. Un equipo de la Escuela Médica del Colegio Imperial (Imperial College Medical School) de Londres ha hecho recientemente pruebas de memoria , fluidez verbal y rapidez de pensamiento a tres grupos diferentes. Uno no utilizaba drogas; otro sólo cannabis; y el tercero cannabis y éxtasis. En término medio, el grupo de “no-drogas” obtuvo los mejores resultados. Pero los consumidores de cannabis no obtuvieron mejores resultados que los consumidores de tanto éxtasis como cannabis. Por lo tanto, ¿es el cannabis (una droga que la gente a menudo fuma para “bajar” del viaje de éxtasis) el auténtico problema?

O están los científicos preocupándose por unas disfunciones cognitivas que simplemente no están ahí? Es un secreto a voces que algunos equipos no han conseguido encontrar deficiencias en consumidores de éxtasis y tuvieron problemas a la hora de publicar sus conclusiones. “Los diarios son muy conservadores” -afirma Parrot- “Son una fuente de prejuicios y parcialidad”. Incluso Parrot ha visto rechazados dos artículos suyos de este tipo.

Pero, ¿hay en todo esto alguna razón válida para atenuar los riesgos de salud del éxtasis? Desde luego, si hay sospechas de algún tipo, los gobiernos y los científicos deberían hacer declaraciones lo más contundentes posibles sobre el riesgo. Tal vez. Pero algunas personas en el campo que nos concierne creen que este acercamiento conlleva un riesgo propio. Si la gente cree que las advertencias sobre los riesgos para la salud son exageradas o están peleadas con su propia experiencia de la droga, las autoridades se arriesgan a perder su credibilidad y con ello, su oportunidad para educar a la gente sobre drogas.

Kish afirma que la mayoría de los consumidores de éxtasis con los que trata ya consideran que los escáneres cerebrales son “simplemente no creíbles”. Harry Summal, que estudia a consumidores de éxtasis en la Universidad de Liverpool, teme que si se resalta prematuramente la droga como especialmente peligrosa, los psicólogos y los medios de comunicación se arriesgan a transmitir el falso mensaje de que “mientras te mantengas alejado del éxtasis, estarás bien”

La situación no se ve favorecida por la impresión generalizada que existe de que parezca haber dos criterios en juego; con un código de reglas para las drogas con receta médica y otro mucho más estricto para las drogas usadas ilícitamente.

Mientras montones de estudios han buscando evidencia de cambios bioquímicos en los cerebros de animales y personas expuestos al éxtasis, sólo un puñado han buscado algo similar en cerebros expuestos a antidepresivos y a otros agentes prescritos que actúan en el transportador de la serotonina. Y cuando los científicos examinan a fondo tales drogas, no sacan conclusiones alarmantes con tanta rapidez.

En los años 80, por ejemplo, el equipo de Ricaurte empezó a publicar artículos sugiriendo que una píldora adelgazante tomada a diario por millones de personas, llamada fenfluramina, podría dañar las células cerebrales. La evidencia era sorprendentemente similar a la observada en animales a los que se había administrado éxtasis. Pero mientras que la neurotoxicidad del éxtasis desencadenó la acción gubernamental, la fenfluramina fue dejada de lado.

Sin duda alguna, mucha gente se siente más cómoda respecto a las drogas con receta médica que comportan riesgos pero que también tienen beneficios. Es por ello que los esfuerzos de Rick Doblin por convertir la MDMA en una pastilla con receta podrían ser tan cruciales para invertir el proceso de demonización de la droga. La evidencia anecdótica ya sugiere que el éxtasis podría aliviar el dolor y los miedos de pacientes con cáncer o Trastorno de Estrés Postraumático. Y quizás incluso ayudar a los enfermos de Parkinson. Pero Doblin sabe que sólo valdrá la evidencia de la más rigurosa de las rigurosas pruebas. No hay evidencia –afirma- de que las bajas dosis que recibirán los pacientes pudieran dañar las fibras nerviosas de la serotonina. Sin embargo, tampoco las pastillas serán curas milagrosas instantáneas: cada paciente en la prueba de Charleston tendrá 16 horas de orientación psiquiátrica también.

¿Y los cientos de miles de pacientes que lo consumen con fines recreativos? Nadie puede poner aún la mano en el fuego y decir que ninguno de ellos tendrá nunca serios problemas de salud mental, en especial los consumidores más habituales, pero esta droga no es nueva, afirma Doblin. “Yo la probé por primera vez en 1982 y muchos de los primeros consumidores rondamos ahora los 50 ó 60 años y no estamos entrando a raudales en centros de tratamiento.”

¿FUGA DE CEREBROS?

¿La MDMA daña las células cerebrales? Dosis altas de la droga desde luego pueden causar sutiles cambios bioquímicos perdurables en los cerebros de animales de laboratorio, en especial cuando se les inyecta. Pero...¿debería esto ser interpretado como evidencia de daño? Y...¿se puede dar en personas que ingieran “dosis para humanos” de la droga? El jurado está aún deliberando.

Hasta la fecha, George Ricaurte y su equipo de la Universidad Johns Hopkins de Maryland han llevado a cabo la investigación más influyente hasta el momento. A principios de los 90, comenzaron un experimento a largo plazo con monos ardilla: dos veces al día, durante cuatro días, dieron éxtasis a un grupo de monos; y a otro agua salada. Para que sus cerebros pudieran ser examinados, los animales fueron sacrificados en remesas a intervalos variables de tiempo.

Al cabo de dos semanas, los monos de éxtasis tenían menos serotonina en sus fluidos cerebrales en comparación con los monos de control y menos proteínas transportadoras de serotonina, que son los principales objetivos del éxtasis en el cerebro. El éxtasis -concluyó el equipo- había “ podado” las sinapsis de la serotonina y las fibras nerviosas de estos monos. Al cabo de 18 meses, los monos del éxtasis aún tenían menos transportadores de serotonina, excepto que había evidencia entonces de nuevas fibras nerviosas de la serotonina creciendo desde la base del cerebro. Siete años después, las nuevas fibras estaban todavía allí, pero habían crecido sólo hasta el cerebro medio, quedándose cortas y sin llegar a extenderse hasta coronar el córtex.

Tal vez sea más preocupante para los asiduos a las macro discotecas la evidencia que sugiere que el impacto de la MDMA en los transportadores de la serotonina aumenta según se acaloran los animales. Pero no todo el mundo piensa que perder estos transportadores es un signo de daño nervioso: las fibras nerviosas en sí mismas pueden permanecer intactas. Uno de tales “disidentes” es James O’Callaghan, un neuro toxicólogo del Centro Norteamericano de Control y Prevención de Enfermedades (U.S. Center for Disease Control and Prevention). O’Callaghan lleva tiempo manteniendo que la MDMA no provoca la crucial respuesta inflamatoria esperada de una sustancia química que dañe las células nerviosas -el entramado de células en forma de estrella conocidas como células glia.

Y algunos estudios con animales no han conseguido encontrar ningún cambio bioquímico duradero. Un equipo del Centro Nacional Norteamericano para la Investigación Toxicológica ( US National Ceter for Toxicological Research) de Arkansas dio una serie de dosis de éxtasis a macacos rhesus, pero no encontró efectos significativos casi dos años después. Es más, pocos estudios hasta la fecha han informado de problemas de comportamiento perdurables en animales expuestos al éxtasis.

Semanas después de que el equipo de Arkansas suministrara altas dosis de la droga, sus animales obtuvieron tan buenos resultados como los animales de control en pruebas de memoria a corto plazo y motivación. Un equipo del Instituto Scripps de Investigación (Scripps Research Institute) de La Jolla, California, entrenó monos para llevar a cabo pruebas de memoria, tiempo de reacción y coordinación y luego les administraron elevadas dosis. Después, los animales realizaron las pruebas igual de bien que antes.

VIDA Y MUERTE EN LA PISTA DE BAILE

Cuando la estudiante británica Lorna Spinks murió después de tomar éxtasis, sus afligidos padres decidieron publicar una foto tomada minutos después de su muerte. Tenían la esperanza de que la hinchada y sangrante cara de Lorna haría que otros se lo pensaran dos veces antes de consumir éxtasis.

Y no lo hizo. Casi dos años y un par de docenas de muertes relacionadas con éxtasis más tarde, se estima aún que los jóvenes británicos están consumiendo aproximadamente entre medio y dos millones de pastillas cada fin de semana. Al parecer, la verdad ineludible es que tomar éxtasis es diversión y que a pesar de las historias de horror de los periódicos, sus consumidores creen que las posibilidades de morir son vagamente remotas y que pueden ser reducidas tomando precauciones sensatas. Pero, ¿qué hay de cierto en esto?

A mediados de los 90, cuando se estimaba que había unos 420.000 usuarios de éxtasis en Inglaterra, la droga aparecía en los certificados de defunción de una media de nueve jóvenes al año. Así que para un consumidor típico de éxtasis las posibilidades de morir en el transcurso de un año eran de 1 entre 50.000, o aproximadamente 5 veces menos probable que morir en un accidente de tráfico. En base a estos cálculos, el éxtasis puede parecer más arriesgado que el tráfico, pero sólo si se asume que todas las muertes por éxtasis registradas tenían que ver con personas que experimentaban con la droga por primera vez -un argumento posible pero improbable en extremo.

La cifra anual de muertes relacionadas con el éxtasis ha subido sigilosamente en Gran Bretaña. La más reciente, para el año 2000 es de 27, la más elevada hasta el momento. Pero el hecho es que esnifar pegamento y los calmantes que se venden sin receta matan aún a más personas, mientras que la cocaína es responsable del doble de ese número de muertes y la heroína 20 veces más. Y de las 27 muertes británicas, 19 víctimas habían consumido otras sustancias, lo cual plantea preguntas sobre qué sustancia causa realmente la muerte.

Aunque esté claro que el éxtasis no puede ser completamente absuelto, ¿por qué un pequeño número de personas que toman la pastilla muere? Su disposición genética es probablemente parte de la respuesta. Lorna Spinks había tomado éxtasis muchas veces. La noche que falleció había tomado dos pastillas que simplemente eran un poco más fuertes de lo que ella acostumbraba a consumir y no pudo sobrellevarlo. Sufrió una reacción impredecible y de la que se entiende muy poco, llamada síndrome de serotonina que sumió su cuerpo en un tembloroso estado de rigidez e hipertermia que desembocó en un fallo multiorgánico y una hemorragia interna.

Por suerte, este tipo de reacciones tan marcadas hacia la MDMA son muy escasas y poco frecuentes. Al contrario de lo que se cree popularmente, la MDMA es incapaz de provocar a nadie un golpe de calor directamente, a excepción de un pequeño número de personas inusualmente sensibles. En la inmensa mayoría de los casos la causa directa de la hipertermia es de hecho, la pista de baile. La droga hace que sus usuarios no lleguen a darse cuenta de que se están acalorando en exceso y deshidratando. Así que siguen bailando cuando en realidad deberían estar refrescándose, afirma John Henry, un toxicólogo y experto en MDMA del hospital St. Mary de Londres. “Esto explica porqué una sola pastilla puede provocar la muerte y porqué los estudios con voluntarios que han ingerido MDMA en un entorno tranquilo no han conseguido encontrar evidencia de golpe de calor o hipertermia.”

Otro de los efectos colaterales del éxtasis es que afecta a la capacidad del cuerpo para eliminar el agua. En experimentos con voluntarios, Henry ha descubierto que la MDMA hace que el hipotálamo del cerebro segregue una sustancia conocida como hormona antidiurética, la cual hace que los riñones dejen de producir orina e impide que los usuarios de MDMA eliminen bien el agua, aunque estén bebiendo litros y litros de ella. Y si beben en exceso, ello puede resultar en desastre. En contados casos, la sangre se debilita y el cerebro se hincha, creando una presión que en casos extremos empuja la raíz del cerebro por la espina dorsal abajo, donde ya no puede facilitar la respiración. A esta condición se le llama hiponatremia, y es lo que provocó el fallecimiento de Leath Betts, una joven víctima británica del éxtasis en 1995.

A diferencia de la altamente improbable reacción del síndrome de serotonina que mató a Lorna Spinks, la hiponatremia es bastante fácil de evitar. Los expertos estiman que los consumidores de éxtasis pueden protegerse a sí mismos bebiendo no más de medio litro de agua por hora si están bailando y sudándolo, y nada de agua si no lo están. Es más, aunque los detalles no estén claros, parece que las mujeres jóvenes deberían tomar precauciones extras puesto que su sensibilidad a la hormona antidiurética puede variar a lo largo del ciclo menstrual.

Hay una investigación ya en marcha para descubrir los factores subyacentes que hacen que personas diferentes reaccionen al éxtasis de maneras tan distintas. La forma que tiene el cuerpo de metabolizar la droga es probable que sea crucial. Por ejemplo, la isoenzima hepática CYP2D6 que ayuda a descomponer la MDMA es inactiva en 1 de cada 10 personas de ascendencia europea, lo cual podría hacer que fueran especialmente sensibles a algunos efectos de la droga.

Y lo que es más confuso aún: podría también protegerles de otros. La complicación resulta del hecho de que algunos de los efectos de la MDMA no son causados por la droga sino por los productos de su disolución en el cuerpo. El equipo de Henry tiene evidencia preliminar proveniente de ratas que sugieren que uno de estos productos llamado HMMA es más eficaz que la MDMA haciendo que el cerebro libere la hormona antidiurética. Si esto se confirma, podría significar que las personas que metabolizan la MDMA rápidamente corren más riesgo de hiponatremia.

“LA SUSTANCIA EQUIVOCADA”

Quieres pasar una buena noche de fiesta, las personas que llevan la discoteca o la fiesta rave no quieren que consumas nada que sea realmente malo. Así que éste es el trato: facilitas un pedacito minúsculo o dos de tus pastillas de éxtasis para que los controladores los inspeccionen y analicen. Te dicen lo que creen que contienen las pastillas y cuáles podrían ser los riesgos al consumirlas.

Depende de con quien hables, ésto es o bien una manera pragmática de frenar el daño que las pastillas de éxtasis pueden ocasionar o bien un dudoso paso adelante hacia un control de calidad de drogas ilícitas que sólo puede crear más usuarios. Francia, Alemania, Austria y España están –de forma no oficial- permitiendo que se examinen las drogas en ciertas salas de baile y establecimientos. Ocurre incluso en ciertas fiestas rave en Estados Unidos, a pesar de la dureza de este país en la lucha antidroga. Pero el gobierno británico dice que este tipo de análisis es poco preciso, innecesario y que puede acabar creando un falso sentimiento de seguridad entre los usuarios. ¿Quién tiene razón?

Muchas historias sobre pastillas de éxtasis adulteradas son, desde luego, exageradas. A diferencia de las drogas vendidas en forma de polvo, como el speed o la heroína, es difícil que los traficantes “corten” las pastillas de éxtasis con adulterantes tóxicos tales como la lejía. El problema es que en la mayoría de los casos lo que se vende como éxtasis no es MDMA en absoluto. Sintetizar MDMA puede ser delicado sobre todo porque las sustancias químicas que se requieren para ello están controladas por los gobiernos. Así que algunos proveedores falsifican éxtasis haciendo mezcolanzas con otros componentes , algunos de ellos mucho más tóxicos que la MDMA.

El más conocido es el PMA o parametoxianfetamina. En dosis pequeñas produce alucinaciones suaves y euforia, pero si se toma más, lleva al vómito y a la hipertermia. Y lo que es peor, como la euforia es más suave y tarda más tiempo en aparecer que con la MDMA, algunos usuarios inconscientes toman más pastillas como dosis extra para conseguir un viaje más intenso. Al PMA se le han atribuido las muertes de al menos 9 personas en Norteamérica y 3 en Europa.

¿Es este un argumento infalible para permitir los análisis químicos en todas las salas de baile y discotecas? En absoluto lo es. El método más común, llamado el test Marquis consiste en tomar un pequeño fragmento de la pastilla y disolverlo en un reactivo incoloro que contiene ácido sulfúrico y formaldehído. La MDMA vuelve el reactivo violeta-púrpura y luego lentamente azul-negro. El problema es que algunos componentes de las falsas pastillas de éxtasis provocan los mismos cambios de color. Otros, como el PMA, no causan ningún cambio cromático en absoluto, así que las pastillas hechas de éste pasarán el análisis siempre y cuando contengan algún rastro -por pequeño que sea- de MDMA.

En discotecas de Viena y Berna los expertos están ahora poniendo a prueba una técnica más fiable y precisa llamada Cromatografía Líquida de Alta Resolución. Pero las máquinas tienen un precio exorbitante.

Holanda ha seguido un táctica diferente. Aunque ha puesto fin a los análisis químicos ad hoc en las discotecas, ha creado un servicio de análisis de pastillas en 23 centros de prevención y tratamiento. Los usuarios de éxtasis holandeses pueden llevar sus pastillas a cualquiera de los centros, donde empleados capacitados anotan el color de las pastillas, sus dimensiones y logo, y realizan un test Marquis. Luego lo almacenan en una base de datos que contiene los detalles de todas las pastillas analizadas más rigurosamente por un servicio de laboratorio independiente en las últimas seis semanas. Si la pastilla no encaja con ninguno de los perfiles registrados, puede ser enviada para realizar un análisis más riguroso y así ser añadida a la base de datos. Cualquier evidencia de pastillas potencialmente peligrosas está disponible para los usuarios en el transcurso de unos pocos días.

Según un sondeo de 1997 realizado entre consumidores de éxtasis, el análisis de las pastillas no incita a su consumo ni tampoco desanima a él. Pero Raymond Niesink, que coordina el esquema holandés, cree que ha salvado vidas. “No hay víctimas del PMA en Holanda”-afirma. “A diferencia de Bélgica.”

En Norteamérica, organizaciones voluntarias como DanceSafe continúan examinando las pastillas en las fiestas rave y envían muestras para su análisis.

Están operando en un área resbaladiza y gris de la ley. En Gran Bretaña, nadie está analizando sistemáticamente el éxtasis que está en la calle.