Dra. Beatriz Rodríguez
Mas allá de las consultas puntuales que se pueden hacer a esta obra maravillosa que recorrió los siglos, en cualquier momento y circunstancia podemos detenernos en alguno de sus 64 signos y encontrar una referencia concreta a la situación que estemos atravesando.
Aunque nos invada la mayor de las dudas, en nuestro inconsciente existen respuestas posibles para encontrar la solución. El contacto con el I Ching pone palabras a estas respuestas prefiguradas, apenas percibidas por nosotros, o, incluso, respuestas que no quisiéramos enfrentar.
Aun tratándose de sólo 64 signos, la gama de posibilidades es infinita y siempre una de ellas es la respuesta adecuada.
Por su abstracción y atemporalidad es justo la respuesta necesaria a una realidad concreta en un tiempo determinado. Es decir, su texto implica un registro de polaridades, continuo, y la sincronicidad es perfecta.
Reflexionando sobre el momento histórico que estamos viviendo, contaminado por excesos y desbordes de toda naturaleza, pienso en el desborde de la salud de la población, con crisis intensas y agobiantes, en los ámbitos físico y psíquico.
Esta situación aleja al ser humano de las leyes naturales y divinas, hasta el punto de no poder asumir una actitud responsable en la búsqueda de su propia curación. En lugar de compartir esta responsabilidad con el profesional de la salud, deposita en él la autoridad sobre su ser. Entonces recibe pasivamente una medicación, sin una participación propia, como una acción decidida que implique un cambio en la conducta; por lo menos, recorriendo un camino inverso al que lo llevó a enfermar, a decir de Hipócrates.
El hexagrama 43 nos habla del desbordamiento como dar a conocer, sacar, extravertir, con una acción decidida que requiere un cambio: “la mejor manera de combatir el mal es un enérgico progreso en el sentido del bien”...
El desbordamiento puede mostrarse en sus dos caras. Por un lado el positivo: la energía del bien que transmuta en amor, trabajo, acción reparadora. Por el otro, el negativo: la tensión, constricción, que irrumpe como descarga excesiva, provocando la enfermedad del alma y del cuerpo.
Desde el “Tao”: la taza de té que una vez llena, no se vacía, se desborda y además, no puede volver a llenarse... mientras siga llena.
En el plano de la salud, pasa lo mismo: el organismo tiene una determinada capacidad de asimilación, que es óptima: asimila y transforma lo asimilado en energía reparadora, en distintos planos de la existencia; esto es muy bueno. Si sobrepasa esta capacidad, desborda; puede ser hacia fuera o hacia adentro.
Si es hacia fuera, aunque hay enfermedad, es una reacción muy buena. ¿Porqué?. Porque mediante el síntoma, se las arregla para expulsar el tóxico que enferma. Tiene vitalidad ese organismo para hacerlo, y va a quedar aun más restablecido cuando lo haga. Si el desborde es hacia adentro, es negativo, enferma aun más, ya que ocupa, tapona los llamados tejidos intermedios.
Estos constituyen una preciosa parte de nuestro organismo que sostiene a todos los órganos, los protege mullidamente. Y además cumple funciones importantes, como que es el lugar de paso del oxígeno y productos nutricios que deben ingresar a cada una de las células, y de las sustancias que de ellas tienen que salir para ser eliminadas. Pero si estos tejidos intermedios están taponados por los excesos desbordados hacia adentro no pueden cumplir su noble función. Se trata del desbordamiento que enferma.
Hipócrates, el padre de la medicina, señaló, hace mucho tiempo, la existencia de una “vix medicatrix natura”: el poder curador de la naturaleza, que, utilizando la propia fuerza vital del organismo, tiende hacia la curación, provocando desborde hacia fuera, esto es: limpiando la carga tóxica.
Con esta crisis el ser recobra el equilibrio, aparece la calma orgánica que se transmite a la espiritual, disminuyendo la ansiedad (Hex. 37)
1 En estadios posteriores, persistiendo en una falta de respeto a las leyes naturales, se pierde esa vitalidad que guía hacia la curación. El desborde queda adentro estancado, dando lugar a enfermedades más graves, muchas veces insalvables.
Pero entonces, ¿Qué hacer?. Volviendo al Tao: permitiendo que la taza de té se vacíe, en salud: haciendo dietas livianas, frugales, absteniéndose de ingerir alimentos muy concentrados en horarios matinales, ya que en este momento la energía del organismo está dedicada a la depuración, a sacar, eliminar; haciendo actividad física, que con la respiración y la transpiración, también elimina toxicidad.
Todas estas son formas de desbordar hacia fuera antes de llegar a la enfermedad, y para mantener la salud. El I Ching nos dice: “....Pero la donación de la comida tiene su tiempo, que debe guardar”(Hex. 5)
Nuestra cultura de excesos nos impide un equilibrio entre el alimento que se ingiere y el no ingerir alimento, también impide el equilibrio entre las calidades y cantidades de los alimentos, así por ej. : Un alimento con mucha proteína, seco, se acompaña de otro fresco jugoso con muy poca concentración proteica (una ensalada cruda con un puñado de almendras).
Hay que reaprender a vivir de acuerdo a un orden natural; al nacer lo teníamos.
El I Ching nos dice, hex. 27 :
“Así el noble presta atención a sus palabras y es moderado en el comer y el beber”
“.....La quietud y el silencio moderan el movimiento, el silencio permite que las palabras dichas no sobrepasen la justa medida, y que tampoco sobrepase la justa medida el alimento que entra por la boca. De este modo se cultiva el carácter”.
I Ching, según R. Wilhelm