Dr. Ariel Calderón Rodríguez.
¿Qué es la inteligencia Emocional?
Actualmente, en el mundo laboral y en otros muchos campos, no sólo se juzga a las personas por lo más o menos inteligentes que son, ni por su formación o experiencia, sino también por el modo en que se relacionan con ellos mismos y con los demás, es decir, por su inteligencia emocional.
Últimamente han surgido algunas voces, como la del profesor de psicología Daniel Goleman, que han puesto de manifiesto la importancia que tiene la inteligencia emocional en el comportamiento humano y en la consecución del éxito en la vida. Otro investigador, Salovey, de la Universidad de Yale, define la inteligencia emocional como "una parte de la inteligencia que concierne a la habilidad de comprender sentimientos propios y ajenos y de utilizarlos para nuestros pensamientos y acciones". Goleman trabaja en programas pilotos en colegios de Estados Unidos, donde se enseña a los niños a resolver conflictos, a controlar sus impulsos y a desarrollar sus habilidades sociales, porque está convencido de que el control emocional se puede aprender, y mejor desde pequeñitos. A partir de estos trabajos se ha comprobado que la situación de niños que eran rechazados ha mejorado. Por tanto, vemos que a los padres nos van saliendo nuevas tareas, no sólo debemos ayudar a nuestros hijos en el desarrollo de la inteligencia lógica, para que puedan obtener un buen futuro profesional, sino que también hay que educarlos emocionalmente, para que ese futuro sea realmente prometedor, e incluso, aunque su inteligencia lógica no sea demasiado brillante, puedan, con sus habilidades sociales y emocionales, conseguir una buena profesión. Se ha demostrado que chicos cuya inteligencia clásica (medible por un test) no era muy elevada consiguieron cargos importantes por poseer alta inteligencia emocional. Otros, en cambio, muy brillantes profesionalmente, por su baja inteligencia emocional, no eran felices debido a su incapacidad para relacionarse con otras personas y para gestionar su propia vida. Otra de las afirmaciones que realiza Goleman en su investigación sobre la inteligencia emocional es que si el aprendizaje del dominio de los impulsos no se ha realizado durante los primeros años del niño, éste tiene mayor dificultad de prestar atención en la escuela. Si las familias no realizamos la alfabetización emocional de nuestros hijos, se producirá una sobrecarga en las tareas de la escuela, que ya se encuentra superada con demasiados dramas no resueltos a nivel familiar y que llegan a las aulas. Hoy en día no es raro en una comunidad escolar ver algunos casos de chicos que no controlan sus emociones y que, cuando se les pide cuentas sobre pequeñas indisciplinas fácilmente corregibles, tienen respuestas muy exageradas, totalmente desproporcionadas y fuera de tono. Moderar los impulsos, resolver los conflictos de manera pacífica con el diálogo, interpretar correctamente los comportamientos de los demás, y muchas más cosas, que sirven para mejorar nuestra calidad de vida, se aprenden sobre todo en la familia, y los padres no debemos descuidar esta faceta, no menos importante que las notas académicas de nuestros hijos...
Existen dos tipos de inteligencia, la intelectual y la emocional, cada una de ellas expresa la actividad de regiones diferentes del cerebro. El intelecto se basa en el funcionamiento del neocórtex, la parte que recubre la superficie del cerebro, mientras que los centros emocionales están en una región más antigua.
HABILIDADES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Conciencia de sí mismo. Es la capacidad de saber lo que se siente en cada momento, de reconocer las propias preferencias y guiar según éstas la toma de decisiones, teniendo en cuenta las capacidades de la propia persona y confiando en ella.
Autorregulación. Consiste en manejar las emociones para que faciliten la tarea que se está llevando a cabo y no interfieran en ella. También hace referencia a ser capaces de recuperarse rápidamente del estrés emocional.
Motivación. Se trata de perseguir los objetivos de la propia persona teniendo en cuenta las preferencias de ésta, ayudando a tomar iniciativas, ser eficaces, y seguir adelante a pesar de los contratiempos y frustraciones que se puedan presentar. Empatía. Hace referencia a darse cuenta de lo que sienten las demás personas, ser capaces de empatizar con ellas y cultivar las relaciones con una amplia diversidad de personas.
Habilidades sociales. Ayudan a manejar con éxito las emociones en las relaciones, interpretando de manera adecuada las situaciones y relaciones sociales, haciendo que se interactúe positivamente con los demás.
APLICACIONES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Es importante utilizar estas habilidades sociales para dirigir y resolver disputas, cooperar y trabajar en equipo. La inteligencia emocional es una forma de interactuar con el mundo que tiene muy en cuenta los sentimientos, y engloba muchas habilidades. Éstas configuran rasgos de carácter como la autodisciplina, la compasión o el altruismo, que resultan indispensables para una buena adaptación social.
El déficit de inteligencia emocional repercute en numerosos aspectos de la vida cotidiana: desde problemas matrimoniales hasta trastornos de salud. El descuido de la inteligencia emocional puede arruinar muchas carreras y en el caso de niños y adolescentes, conducir a la depresión, trastornos alimentarios, agresividad o delincuencia.
CÓMO MEJORAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
En los últimos años, la inteligencia emocional ha ido tomando cada vez más importancia. Se habla de que las personas emocionalmente inteligentes son más capaces para triunfar en la vida, por tanto, ¿significa eso que sólo unos pocos pueden tener éxito en aquello que lleven a cabo?
La respuesta es que no, ya que la inteligencia emocional puede ir mejorando a lo largo de la vida, y esa es precisamente la gran diferencia con la inteligencia cognitiva. De hecho, tiende a ir desarrollándose según se va madurando y aprendiendo a ser más conscientes de los estados de ánimo, a manejar emociones angustiosas, a escuchar a los demás…
Las personas emocionalmente inteligentes se plantean unas expectativas desafiantes, pero que saben que pueden alcanzar, ya que no se dejan llevar por un excesivo optimismo ni por expectativas irreales. Son personas constructivas, es decir, son capaces de aprovechar lo que se les ofrece, y lo más importante, hacerlo bien.
Orientaciones para mejorar la Inteligencia Emocional
Intentar descubrir cómo se siente uno, y qué le ha llevado a sentirse de esta manera. Por ejemplo: ”hoy estoy enojado porque alguien me ha tratado mal y me he sentido humillado”.
La búsqueda de la causa de los estados de ánimo es útil si lo que se pretende es un cambio en la persona, ya que debe estar dispuesta a cambiar la situación, salir de ella y mejorar. ” No volveré a dejar que alguien me trate mal y me humille, porque soy una persona igual que ella. Le diré que no me trate así”.
Aceptar las críticas de los demás, ya que son una manera de lograr información sobre uno mismo, y descubrir facetas a desarrollar y potenciar o evitar.
Para evitar preocuparse en exceso, es recomendable procurar pensar en otras cosas. Cuando aparezcan las preocupaciones, se debe tratar de hallar el motivo que las causan, identificando las situaciones o pensamientos para intentar controlarlas. Para mejorar la automotivación, es pensar que se es capaz para encontrar distintas salidas a un problema, sentir que se posee la capacidad y energía necesaria para realizar una determinada tarea. Hay que estar seguros de las propias posibilidades y pensar que lo que se está haciendo supone un desarrollo personal y un afán de superación.
La empatía puede desarrollarse si se pone especial interés en comprender e interpretar los canales de comunicación no verbal que acompañan a toda comunicación. Fijarse en el tono de voz, en los gestos, en las expresiones corporales y faciales de los demás… ayuda a intuir cómo se sienten realmente. Todas las personas necesitan sentirse parte de un grupo, pero para muchas, el hecho de entrar en contacto con otros es un verdadero problema. Para tener éxito en el intento, lo primero es observar al grupo. Conocer sus aficiones, lo que les une, cómo se comportan cuando están juntos y procurar imitarlo, para no quedar fuera de lugar. Hablando con los demás y disfrutando con las mismas actividades se van creando lazos.
En las discusiones, la inteligencia emocional también es importante para no perder los papeles. El enfado puede hacer que se digan cosas que no se piensan realmente. Por tanto, si se llega a esta situación, hay que ser responsable y ser capaz de pedir perdón o de retractarse si se comete una equivocación. Para resolver un problema, también es útil hacerle ver a la otra persona que se comprende su punto de vista, pero que hay que llegar a un consenso.
Por tanto, la inteligencia emocional potencia las capacidades de las personas, y mejora todas las áreas de la vida: personal, de pareja, de amistad, laboral, la salud, el rendimiento académico… Porque cuando uno se siente mejor consigo mismo, realiza las cosas con mayor agrado y se consiguen resultados más positivos.
Los sentimientos no sólo son los hontanares del saber intuitivo. También nos suministran, a cada instante, durante todo el día, datos potencialmente aprovechables. Pero no basta con tener los sentimientos. Es necesario saber reconocerlos y apreciarlos, tanto en uno mismo como en los demás, así como reaccionar a ellos correctamente. Las personas que saben hacerlo utilizan la inteligencia emocional, que es la capacidad para sentir, entender y aplicar eficientemente el poder de aquel cúmulo de emociones del cual mana parte de la fuerza, de las informaciones, de la confianza, creatividad e influencia sobre los demás que anima al hombre.
La medida de la inteligencia emociona se expresa con un cociente, el EQ. Los investigadores sugieren que las personas que tienen el EQ alto tienen mejores resultados en su vida profesional, entablan relaciones personales más estrechas, desempeñan funciones directivas más hábilmente y gozan de mejor salud que las personas con un EQ bajo.
El EQ Map Profiles y el Organizational EQ Map Profiles son dos instrumentos homologados según las normas norteamericanas y válidas a los efectos estadísticos, que sirven para medir la inteligencia emocional y otras dimensiones de la inteligencia humana en el trabajo.
A medida que el sujeto va desarrollando las distintas características de su inteligencia emocional, lo más probable es que observe que, al mismo tiempo, va aumentando su capacidad en los siguientes aspectos:
La intuición.
La disposición para confiar en los demás y la capacidad para inspirar confianza.
Un talante sólido y de auténtica personalidad.
El aprecio por la insatisfacción constructiva.
La capacidad para encontrar soluciones acertadas en situaciones difíciles y para tomar decisiones inteligentes.
Liderazgo eficiente.
La inteligencia emocional no sólo es una fuerza potente en sí misma, sino que también es indispensable para poder llevar a buen término ciertas iniciativas relacionadas con la mente, tales como control de calidad, desarrollo de las competencias fundamentales y aplicación de las disciplinas correspondientes a la valoración. La rentabilidad de las organizaciones está relacionada en gran medida con la calidad de la vida profesional, la cual depende mucho de la confianza y de la lealtad, tanto dentro de la organización como para con las personas externas. La rentabilidad también tiene cierta relación con lo que sienten los empleados respecto a su trabajo, a sus compañeros y a la empresa.
Las tres fuerzas impulsoras
Tres factores que determinan la ventaja competitiva:
La consecución de la confianza en las relaciones con las personas.
El aumento del impulso de la eficiencia
La construcción del futuro
La consecución de la confianza en las relaciones con las personas: Se trata de desarrollar métodos concretos para construir un radio de confianza que abarque a los clientes actuales y potenciales, a los equipo propios y a toda la organización.
El aumento del impulso y de la eficiencia en situaciones de presión: Este factor tiene relación con la preparación de unos dispositivos, que se puedan accionar para alertar la mente, cuando sea necesario aumentar la fortaleza de las personas y de las relaciones entre ellas.
La creación del futuro: Este factor desarrolla las habilidades fundamentales que sirven para aprovechar el poder de los puntos de vista divergentes y del potencial más importante, el de los talentos y fuerzas esenciales de cada persona, incluidos aquellos aspectos que no suele aprovecharse como ventajas competitivas. Esas habilidades pueden aumentar la capacidad de los equipos y trabajadores individuales para encontrar oportunidades, solucionar problemas e introducir avances reveladores en el campo estratégico, técnico y de servicios.
Esas manifestaciones de la capacidad esencial se concentran y movilizan en el lugar de trabajo a través de un modelo llamado: modelo de las cuatro piedras angulares de la inteligencia emocional. Las citadas cuatro piedras angulares son:
El reconocimiento de las emociones.
La aptitud emocional.
La profundidad emocional.
La alquimia de las emociones.
Es importante comenzar por mencionar la honestidad. La construcción o el enriquecimiento de la inteligencia emocional comienza cuando nos dejamos guiar sinceramente por los sentimientos y nos mantenemos fieles a nosotros mismos, respetando la sabiduría del corazón y de la mente.
Es indudable que, a los trabajadores de todos los niveles de cualquier organización les gustaría que las relaciones fueran directas y sinceras. La comunicación desprovista de sinceridad es denigrante para todos, porque implica que somos casi infinitamente manipulables mientas los que mandan sepan darle el matiz que les convenga. Existe, sin embargo, un antídoto contra esa deshumanización del lenguaje. Consiste en conocer aquellas cualidades de nuestra fortaleza gracias a las cuales se nos respeta y no cesar en la lucha por ellas.
Durante muchas décadas, los estudiosos más prestigiosos del liderazgo vienen recomendando que cuidemos las emociones en la vida de las organizaciones y que aprendamos a valorarlas y a controlarlas correctamente, tanto las nuestras como las de los demás.
El reconocimiento de las emociones
El reconocimiento de las emociones implica la adaptación de un glosario claro y útil para referirse a ellas y el respeto y aprecio de la sabiduría que encierran los sentimientos. La honestidad emocional, la energía emocional, el feedback emocional y la intuición práctica son algunas de las nociones que contribuyen a ello.
Para comprobar personalmente el dinamismo de la honestidad emocional en algunos aspectos, usted mismo puede escudriñar su propia inteligencia emocional durante varios días. Observe sus pensamientos y sentimientos. Basta contactar con nuestras voces interiores y mantenernos atentos a ellas para desarrollar la facultad de surtirnos de las profundas fuentes del saber que viene más allá de nuestro pensamiento, desde dónde reina la inteligencia emocional.
La aptitud emocional
La confianza es una de las principales característica de la aptitud emocional, que es la segunda piedra angular de la inteligencia emocional. Se compone de autenticidad, resistencia, renovación e insatisfacción constructiva. Esas cualidades enriquecen nuestras facultades personales y nuestro carácter, así como los sentimientos que los animan y orientan. Es con ellas que cada uno de nosotros forja su auténtico destino en la vida y en el trabajo: Para un buen profesional o líder, hay pocas cosas que tengan más importancia que la confianza.
La confianza, que muchas veces se pierde víctima de nuestra propia falta de voluntad o de capacidad para aceptar los sentimientos, se ha convertido en el principal factor de la competitividad, no sólo para las empresas sino incluso para los países.
La confianza es más que una buena opinión o actitud. Es una fuerza de las emociones que se puede movilizar. Es algo en que debemos basar nuestros sentimientos y acciones. Cuando tenemos confianza en nosotros mismos, la depositamos en los demás y, a cambio ganamos la suya. Entonces, ese sentimiento se convierte en el aglomerante que cimienta esas relaciones. Además abre el camino para un diálogo franco. En cambio, la falta de confianza nos hace perder mucho tiempo y esfuerzo en salvaguardar, inspeccionar, dudar, verificar y medir cosas, en lugar de dedicarnos al trabajo que sea creativo y cooperativo y que genere valor añadido.
La confianza que infunden y de la cual luego gozan las personas, equipo u organizaciones, se construye sobre la forma honrada y apropiada en que éstos la manifiestan, así como sobre la verosimilitud de estas manifestaciones y la credibilidad que infunden. Está probado que la confianza en los negocios depende sobre todo del contacto emocional entre las personas. Sin ella, la innovación es tímida y desaparece, los líderes tienen que ocuparse de muchos pormenores al preparar cualquier procedimiento, incluso una transacción sencilla.
A menos que hagamos algo concreto para que la confianza sea más profunda y se extienda, abarcando nuestras relaciones de trabajo y organizaciones, nos quedaremos solos, sin una auténtica comunidad. Eso podría inhibir a los trabajadores de perseguir las oportunidades económicas. El coste económico de este fenómeno es la perdida de la capitalización social o radio de confianza que, en este contexto, se refiere a las condiciones que permiten a unas personas confiar en otras y trabajar juntas en grupos u organizaciones, compartiendo los mismos propósitos.
Si usted demuestra que su disponibilidad y atención son sinceras, la gente confiará en usted y pensará que usted no es igual que lo otros jefes. Esa opinión es vital para los líderes con alto rendimiento. Sin ella se formaría una incesante corriente de resentimientos, con el resultado de que ambas partes se volverían tensas, desconfiadas y menos productivas.
La profundidad de las emociones
La profundidad emocional, tiene que ver con:
Destacar el rasgo fundamental del carácter del sujeto.
Descubrir y fomentar el potencial y el propósito que le son propios y que definen su destino.
Manifestar el compromiso, el impulso, la iniciativa, la conciencia y la responsabilidad.
Aprovechar la solidez de un talante.
Aumentar la influencia que ejerce el sujeto más allá de su autoridad, posición y cargo.
El saber, que es la herramienta más eficaz para influir sobre los demás sin tener que aprovechar ningún ascendente ni ejercer ningún control sobre ellos, constituye uno de los principales retos para las organizaciones de nuestra década. Se trata de percibir, aprender, relacionar, crear, ordenar por prioridades y actuar de tal manera que el proceder dependa más del elemento emocional que del mero dominio y control, lógica e intelecto o análisis técnico.
Las emociones invaden nuestra identidad y se extienden al sistema que formamos los humanos a modo de la fuente que irradia y transmite energía; son las corrientes de energía que manan en nuestro interior, vitalizan nuestros valores y orientan nuestras percepciones y conductas. Luego, fluye hacia el exterior y afectan a los demás.
La inteligencia emocional es transferida durante un continuo proceso, primero de compresión y aplicación de las dos primeras piedras angulares (reconocimiento de las emociones y aptitud emocional) y luego, de exploración del nivel profundo de las emociones mediante toda una serie de prácticas. Entre éstas, se encuentra aquella clase de programas de adiestrados y asistencia de mentores.
Por más que nos esforcemos, es imposible que podamos sobresalir en todo, pero cada uno de nosotros es capaz de hacer algunas cosas mejor que otras cien mil personas. Es necesario que busquemos y desarrollemos nuestros lados fuertes y habilidades mientras vamos reorientando y controlando los puntos débiles, en lugar de intentar subsanarlos. Lo esencial de la profundidad emocional es lo siguiente: La vida y el trabajo del hombre representan más de lo que admiten las rígidas teorías ya superadas. Lo que sentimos y las imágenes del potencial único que llevamos en el corazón calan mucho más hondo.
El trabajo es una oportunidad de transferir al mundo exterior aquello que nos identifica como únicos. El hombre tiene una necesidad compulsiva de dejar su huella personal en el mundo.
La alquimia de las emociones
Al aplicar las tres piedras angulares de la inteligencia emocional ya citadas, es decir, el reconocimiento, la aptitud y la profundidad de las emociones, se podrá experimentar superación y progreso. Uno podrá volverse más enérgico, más eficaz y más confiado en sus relaciones con los demás. Y, qué duda cabe, se sentirá más a gusto con su verdadero talante.
La alquimia se trata de una convergencia de aquellas fuerzas que nos permiten descubrir oportunidades creativas y transformar ideas menores en algo más importante.
Por lo general, cuando hablamos del cambio, pensamos en un cambio para más o mejor, que resulta de un análisis racional y ordenado y de una planificación rigurosa, producto de un esfuerzo intelectual sobre todo. Por el cambio para más o mejor dura poco, tiene una envergadura limitada y tiende a ser reversible.
En cambio, muchos buenos directores no están dispuestos a competir en el futuro, introduciendo únicamente los cambios para más o mejor, con todas las previsiones y limitaciones que ello implica, sino se proponen un cambio transformacional y se dedican a efectuarlo. Tienen valor para asumir los riesgos de la creatividad. Toleran el error propio o ajeno y, aunque alguien se equivoque, le permiten seguir explorando nuevos territorios. Saben que el futuro no es algo que basta esperarlo y ya vendrá, sino algo a cuya construcción debemos contribuir activa y apasionadamente. La inteligencia emocional juega un papel vital en esa construcción.
El síndrome de Zeigarnik, descubierto hace treinta años, se refiere a que la creatividad se extingue tan pronto como llegamos al término de un proyecto o eliminamos un problema. Cuando un trabajador está haciendo algo excepcional, casi siempre deja de ser administrador. Hay algo que absorbe toda su atención y dirige su interés hacia la naturaleza misma del proyecto o problema. Se siente animando y fuerte y empieza a exigirse a sí mismo y a los demás aportes creativos y máximo esfuerzo. Casi siempre termina creando algo extraordinario o aprendiendo algo muy útil
Todos podemos saber hacer frente a las mismas cosas que cualquier otra persona, pero debemos estar mejor preparados, nuestro instinto debe ser más agudo y nuestra dedicación, más creativa. Entonces, sabremos reaccionar de un modo diferente e innovador, porque no estaremos atascados en el tiempo. Sabremos ser excepcionalmente tolerantes con la ambigüedad y dejar que el juego de las cosas siga su curso creativo.
En realidad, muchas cosas que buscamos, tanto en el quehacer empresarial como en la vida, no están en ninguna parte. No vienen con la última tendencia ni con la tecnología más avanzada, sino las llevamos dentro. Siempre han estado allí, pero muchos de nosotros no hemos sabido valorarlas ni responder a ellas o no las hemos utilizado todo lo bien que somos capaces de hacerlo.
En síntesis, para que la vida tenga un sentido y una realización satisfactoria es necesario sintonizar con lo que está detrás de los análisis mentales, de las apariencias, del control y de la retórica. Y eso se encuentra en el corazón humano, el cual no es un mero órgano, sino la parte del ser que emite sentimiento. Es la parte que anima nuestras facultades más preciadas y la capacidad para aprender y crear, transformado esas facultades e ideas, para convertir los pensamientos en vivencias.