lunes, octubre 24, 2022

Un Aire con Perfume de Luz

Anne y Daniel Meurois Givaudan

En la cueva donde reinan ahora las fuerzas de la Tierra, del Agua y del Fuego reunidas, nuestras formas de luz se han levantado impulsadas por una alegría intensa. Entonces nos parece que nuestra alma se dice a sí misma: “¿Cómo seguir sentados ahora? Tenemos que volver a nuestros cuerpos, escribir, transmitir este depósito, ya que es la herencia a la que puede pretender cada hombre.”

Por única respuesta, el anciano esboza una nueva sonrisa a través de la cual se desliza aún más hasta nosotros la intensidad de la vida que le habita. Esa sonrisa, lo vemos muy bien, tiene la ligereza de una broma en la que la complicidad y la astucia hablan al alimón.

“¿Pero cómo? Parece murmurarnos un instante, ¿Cómo, ya os marcháis? ¿Creéis que os vais a librar con tan poco? ¡Vuestra labor no ha terminado, y la mía tampoco por lo que a vosotros se refiere!”.

Pero el cuerpo de nuestra conciencia ya se ha dejado extraer de la cavidad rocosa por al algún impulso involuntario. Bajo nuestras miradas deslumbradas, sólo están las cumbres inmaculadas del Himalaya, encajes de nieve y de hielo y de altos valles perdidos y barridos por los vientos. ¡Qué de bellezas, que de tesoros que, a su manera, hablan tan bien de esas fuerzas de Reconciliación que acabamos de recoger!

A unos pasos de nosotros, la masa imponente del monte Kailash centellea y parece participar a su vez en la extraña fiesta que se organiza en nuestros corazones. Sin embargo, poco a poco, nos sentimos como esos banderines multicolores, cargados de miles de oraciones, que el viento azota sobre las crestas rocosas. Entonces, algo en nuestro interior parece querer dirigirse a la humanidad entera, para decirle que ponga fin a la masacre... Ese grito, ese impulso sube a través nuestro pero al mismo tiempo sabemos que habría que ahogarlos, porque no significan nada, nada más que otra rebelión más. ¡Eternos parloteos de los egos que se encrespan!

“Decidnos, anciano, ¿Qué podrán hacer tantas bellas palabras y algunas oraciones recitadas sobre estas tierras altas y heladas una vez al año, frente a la ola desatada de las iniquidades que cada día ahogan un poco más al hombre?...

Querer cambiar al hombre, ¿no es un señuelo más?

¿No puedes leer esta extraña mezcla de alegría y amargura que encrespa a quienes quisieran ser artífices del cambio? ¿De verdad se puede querer sin desear, amar sin poseer, actuar dejando hacer? ¿Puedes ayudarnos a descifrar un poco más el jeroglífico que tantos sabios han afirmado legarnos?”

Los ojos del anciano se han vuelto a imponer con fuerza ante los nuestros. Han desarrollado una agudeza penetrante y tras sus pupilas oscuras, ¡hay tanta claridad!

“¿Por qué hablar de los jeroglíficos? ¡Ningún espíritu chistoso ha querido trazar el camino en punteado para someterlo a la sagacidad de nadie! Lo único que se os debe enseñar es la sencillez. Si pretendéis una liberación... deberéis cortar los víveres a las segundas intenciones, a las reservas mentales. En cuanto a los señuelos, ya que evocáis ese término, en efecto hay uno: creer que se puede cambiar al prójimo intentando inculcarle nuestras propias nociones de la verdad. No os preocupéis tanto por la apreciación que hacéis de la mirada del otro como de la luz misma de vuestra mirada. No haréis que el mundo sea mejor intentando cambiar a los demás. En cambio, fijándoos la meta de vuestra metamorfosis personal ayudaréis al prójimo a aligerarse.

Por lo tanto, respirando de forma diferente será como podréis sugerir a los hombres que inspiren un poco más plenamente el aire de este mundo. Decís conocer eso... pero os equivocáis. Lo habéis aprendido, lo habéis memorizado, pero no lo vivís.

La mochila que tanto os hace padecer está repleta de todos esos tipos de cosas almacenadas, ingeridas pero que se os quedan en la boca del estómago porque son fruto del pensamiento de otras personas.

Por eso el aliento del Wesak os propone que, sin más demora, inspiréis una bocanada de aire más puro subiendo el cuarto peldaño de vuestra escalera, allí donde la Tierra, el Agua y el Fuego se confunden y se aman. Ese lugar, ese espacio, ese oxígeno que permite la calcinación de los antagonismos se llama vuestro corazón. Es el crisol en cuyo misterio cada fuerza cobra altura haciéndose la pregunta de su propia autenticidad.

De todo lo que constituye al hombre, amigos, el corazón es el órgano más aéreo. Representa por esencia el elemento en cuyo seno todo confluye. Por lo tanto, podéis concebirlo como un gran atanor cuya misión es reunir los aparentes contrarios. Por consiguiente, es un espacio de fusión al mismo tiempo que una encrucijada. En un plano puramente fisiológico, la Tierra se encarna en su músculo, el Agua en la sangre que lo llena, el Fuego en la energía que lo anima, y finalmente el elemento aéreo en el centro mismo de la sangre que propulsa. Aunque esta no sea la dimensión que nos interesa en primer lugar, debéis saber que sin embargo es significativa, ya que el cuerpo, a través de cada uno de sus componentes, ilustra uno de los lenguajes por los que el Espíritu manifiesta la alquimia de su presencia. ¡Por consiguiente, nadie padece del corazón, de los riñones o del hígado, por casualidad! Pero eso es otra historia... Volvamos a ese Corazón que la fiesta del Wesak llama a considerar de forma diferente. Representa una dimensión de vosotros mismos que apenas si habéis empezado a explorar, no más que el espacio cósmico – a veces, extrañamente llamado “vacío” – que tanto interesa a ciertos científicos.

Ese corazón y el aire perpetuamente renovado que constituye su riqueza, debéis concebirlo como una dimensión en expansión constante e infinita. Aunque sea atanor, no lo consideréis como una cavidad oscura, ya que por el contrario, están en relación con vuestro cielo. La verdad, será por él mismo como aprenderéis a ensamblarlo todo. Por el aprendizaje de su respiración será como reuniréis todas las piezas de vuestro propio rompecabezas. ¿Veis muy exactamente de qué estoy hablando? De nada sirve saltar de una palabra a otra si no sentís lo que se esconde tras la sombra que forzosamente arroja sobre el papel.

¿No estáis seguros ...? Entonces, cread un instante de silencio y dejad que vuestras dos manos vengan a vuestro pecho. Digo “dejad que vengan” ya que, si prestáis mucha atención, veréis que perciben la necesidad porque vuestro corazón las llama a él. Tomad una larga inspiración, y luego soltad sosegadamente vuestro aliento. Ahora, volveros un poco más realmente hacia el centro de vuestro corazón que pulsa. Prestadle atención, sin crispación. Por supuesto, captáis sus latidos, pero por lo demás quizá os indispongan. Pero no es en eso donde os pido que os detengáis. Debéis dejaros arrastras más lejos, mucho más allá incluso, a un punto de luz parecido al cáliz de una flor. Ya no sabréis realmente si se sitúa en vuestro centro más íntimo o fuera de vosotros. No lo sabréis porque estará en los dos sitios a la vez, porque ya no hay diferencia ni antagonismo entre el interior y el exterior.

En adelante, dejad que el cáliz de esa flor hable a su manera. Adivináis bien en él ese rayo luminoso del que os hablaba hace un momento, pero todo es como si todavía no se desplegara en la medida de su fuerza, como si se ahogara... ¡Eso es, tiene necesidad de respirar, os pide que le dejéis respirar! ¿Por qué no ibais a dejarle hacerlo? ¡Por qué lo censuráis? Para respirar, tiene necesidad de dar... y lo sabéis a ciencia cierta. Entonces, sed un poco más auténticos aún con vosotros mismos, e intentad analizar con toda sencillez las razones por las cuales lo amordazáis. Quizás temáis mostraros débiles, o tal vez perder algo... Pero en realidad, ¿Qué poseéis verdaderamente en la corteza de este mundo, salvo ese Corazón y ese Aire perfumado de Luz que lo habita? Nada. Todo os ha sido prestado, o si lo preferís, por la impalpable “naturaleza de las cosas”.

Sea como fuere, no sois más que arrendatarios de todos los instrumentos, de todas las circunstancias por las cuales intentáis afirmaros perdonadme que os diga muy directamente que pronto, en la escala del Tiempo, vuestra casa ya no os pertenecerá y que vuestra mujer, vuestro marido, vuestros hijos ya no serán “vuestros”. Es una mera cuestión de lógica.

Por lo tanto, amigos, si queréis saber realmente a qué referiros, si deseáis con fuerza encontraros en vuestra globalidad, es decir dejar de sentiros asustados por la fragmentación de vuestra imagen, vuestra mirada debe dirigirse hacia el centro de vuestro pecho. No intentéis reunir vuestras excusas, ya que hay ahí como un peso del que os gustaría libraros. Es este último el que os obliga a contorsionaros desde siempre para encontrar en la apariencia la careta adecuada en el momento adecuado.

Hoy, el Aire que vais a inspirar y espirar por ese centro es diferente. Dado que me habéis seguido hasta aquí, eso significa que ya se muestra cargado de vuestra esperanza y que percibís el estado de emergencia... (nacimiento o urgencia???)

La respiración presupone una recepción y una emisión al mismo tiempo. La pacificación, la eclosión, en definitiva la irradiación de vuestro corazón también están sometidas a esa ley. Por lo tanto, os propongo sentir esa corriente de Luz, ese soplo fresco y primaveral que os recorre permanentemente. Penetra por vuestra espalda a la altura de los omóplatos, y luego sale por la parte delantera de vuestro cuerpo, ahí donde habé3is posado las manos. De nada sirve intentar imaginarlo, no os sugiero ninguna práctica de visualización porque está realmente ahí, esa “corriente de aire divino”. Solo pide que dejéis de poner trabas en su camino con los cientos de restricciones que os ingeniáis en acumular; ¿A santo de qué debería ayudar a fulanito? ¿Por qué menganito tiene más éxito que yo? Debo demostrar a todo el mundo quien soy yo. No cederé en este punto... ¿y qué pensarían de mí si hiciera tal cosa?”.

Eso son otras tantas almohadas bajo las cuales ahogáis vuestro potencial de amor y sobre las que os habéis dormido. Si hoy vuestra alma padece insomnio, ¡no busquéis más lejos! Está respirando un aire viciado.

Somos todos como una flauta de siete agujeros a través de la cual pasa un Soplo en perpetuo movimiento. Si por orgullo o por pereza, os empeñáis en no querer reconocer la presencia de éste, poco a poco cada una de las siete puertas se obturará, y el canal que las une se estancará. Hoy, la iniciación que el Wesak puede dispensar en mayor número cobra la fuerza de ese Soplo grande y poderoso capaz de desatrancar todos los canales de Vida en los que el ego ha levantado sus barricadas. ¡Respirad, amigos, respirad por vuestro corazón y haced respirar al prójimo por ese mismo corazón!

Los Hermanos del Wesak, los que han elegido estas montañas y este valle como señal de reunión, saben muy bien de qué forma se debate vuestro Occidente. Conocen muy bien esas corrientes de pensamiento que han aflorado en vuestras sociedades bajo las denominaciones de “Espiritualidad” y “Nueva Era”. Las conocen muy bien porque ellos las han suscitado, a pesar de que a veces estas hayan tomado direcciones erróneas por la vía del libre albedrío humano. Por lo tanto, observan las vías, los métodos por los cuales quienes temen el resecamiento del corazón intentan justamente captar ese nuevo Aire que he evocado. Esos métodos se llaman seminarios o cursillos, y quienes a ellos acuden ven en los mismos los instrumentos privilegiados mediante los cuales van a descubrir herramientas de trabajo sobre sí mismos y sobre el prójimo, y también una forma de restablecer el contacto con una conciencia perdida. Qué decir de ese planteamiento, amigos, sino que es magnífico en su esencia. En la práctica, por desgracia hay que reconocer que a veces las cosas son muy diferentes, porque si observamos bien los hechos, vemos que sólo se pasa rozando las cosas... La profusión casi patológica de métodos de desarrollo interno y de auto-perfeccionamiento oculta el síndrome de lo que yo llamaría la carrera de la iniciación: ¿Quién podrá enseñarme tal cosa?” ”¿Cómo y dónde ir para dominar aquello?”. Si se aguza un poco el oído, se comprueba que eso es lo que repite la mente de cientos de miles de seres humanos, mientras siguen invocando de buena fe la fuerza del corazón.

Por lo tanto, con ocasión de los encuentros que surgen, se coleccionan instantes que, no lo niego, sin duda elevan el alma, pero no resuelven su dificultad de encontrarse en un cuerpo de materia. A veces, incluso el llamado “problema” se analiza de tal forma que resulta exageradamente simplificado... y la fuerza mental se alimenta de ello con una especia de gozo.

Una vez más, ¿Quién va a lo esencial? Todo consiste en dejar de intentar adueñarse de un conocimiento. La felicidad, el amor, la paz con uno mismo y con el mundo, en una palabra la Reconciliación nunca los generará la disección de los mecanismos humanos tal como se practica con demasiada frecuencia, es decir con complacencia. “¿Fulanito ha seguido tal seminario? ¿También está diplomado por tal Escuela de formación de desarrollo personal?” Muy bien, me abstendré muy mucho de censurar esos esfuerzos realizados por cada ser para volver a su Fuente. Pero entonces, ¿por qué tantas manos cerradas, tantos puños crispados y gargantas anudadas? Porque es difícil esquivar la trampa de “el que está en la búsqueda”, y es tan fácil cultivar la extraña forma de narcisismo del que se dice “espiritualista”. Porque son muchos los que siguen estimando en el fondo de su “yo” que la “búsqueda interna” y la vida cotidiana son dos cosas distintas. No, os lo afirmo, no están por una parte los seminarios, paréntesis sagrados, y por otra la lucha trivial y penosa de cada día. En el joyero de vuestro corazón, hay cierto diamante que todos, ahora, debéis esforzaros en percibir. Es un diamante ante el cual hay que aprender cada vez más a detenerse y callar... Porque es sencillez, confianza, paciencia y finalmente ternura.

Por lo tanto, amigos, nada os impide buscar formaciones e iniciaciones; quizá incluso os sintáis tentados de comprarlas... porque existen extrañas teorías. Pero la Iniciación, esa joya a la que todo ser aspira, no se encuentra ahí. La Vida os la propone en el oro de cada instante a través del Servicio al que está llamado vuestro corazón. ¿Acaso creéis que los fariseos son de una época distinta a la vuestra? Su principio sigue obrando en vosotros cada vez que el acto se parapeta detrás de las palabras bonitas, cada vez que la filosofía se convierte en una barrera y que os deleitáis con sus cincunvoluciones. ¿Creéis realmente que a las Luces que han guiado a este mundo hasta ahora les importa que creáis en la reencarnación, que discutáis sobre sus engranajes, que conozcáis a fondo las mil sutilezas de la enseñanza de Buda, o que discutáis sobre el significado de las palabras de Cristo en la cruz? ¡Qué estiméis que hay cinco, siete o doce planos de existencia tampoco os procurará la varita mágica para salir de vuestro atolladero! Feliz el que concilia todo eso con la apertura del centro de comprensión que constituye el corazón... pero no imaginéis en ningún momento que esa dicha esté reservada a unos pocos. No es resultado ni de una suerte ni de un privilegio debidos a alguna gracia divina.

El Aliento se recibe, se cultiva y se retransmite mediante el abandono progresivo de una meta puramente personal. Seguramente ya os ha sucedido encontraros frente a un retrato del Maestro Jesús en su representación del “Sagrado Corazón”. Ante el poder simbólico de esa imagen, vuestra alma se ha dicho, en uno de sus pliegues: “todo eso es él, peno no soy yo...” Teníais razón al pensar “no soy yo”, pero alimentabais el error al no afirmar “ ése puedo ser Yo”, es decir “el Aliento que balbucea en mi ser está dotado del mismo potencial... es una invitación.”

Todo eso, hay que atreverse a decirlo, no en un delirio místico sino en un instante de serenidad, de silencio, donde puede instalarse una resolución tranquila. El verdadero Aliento no se parece a uno de esos remolinos que os hace tricotar un gorro de buena conciencia. Nada le importan las etiquetas, la verdad es que el maestro de Amor y Sabiduría que espera en vuestro pecho ahora sabe que llega su hora. Vuestro papel se puede resumir, al extremo, al aprendizaje de su reconocimiento, y luego a dejar que se exprese libremente.

Pero hagamos una pausa, amigos, ya que veo el aspecto que tienen esos interrogantes que revolotean sobre vuestras cabezas... Se refieren a esa Nueva Era cuya acción he mencionado hace un momento. ¿Cuál es esa Era nueva? ¿Los artífices de la Reconciliación son “Nueva Era”? ¿Hay que ver en ello una especie de religión cuya fiesta central será el Wesak? Os lo repito, el Aliento del que debéis preocuparos no tiene nada que ver con las etiquetas. Que os integréis o no en un movimiento de pensamiento y de acción como ese, que adoptéis igualmente sus modas, todo eso es una acción meramente personal que no modifica en nada lo que se ha podido decir. El Amor no es ni musulmán, ni cristiano, ni más budista o hinduista que “Nueva Era”. Es... cualquiera que sea el nombre prefiráis darle para daros seguridad... si os es imprescindible un punto de referencia. No existen vías verdaderas o falsas, espiritualidad verdadera o falsa desde el momento en que la fuerza auténtica y sencilla del corazón se pone a hablar. ¿Por qué crear un debate sobre un tema que no tiene ninguna razón para suscitarlo? ¿Tal nombre, tal imagen os gustan y os ayudan a reconoceros? Adoptadlos, si por un tiempo vuestro equilibrio pasa por ahí... pero por favor, no las convirtáis en otro pivote inquebrantable, en un estandarte propio. La Era verdaderamente nueva prescindirá de estandartes y rituales. Nacerá en cuanto la hayáis concebido claramente en vosotros.

Ahora, el Aliento que anima vuestro corazón ya no puede permanecer encarcelado tras los barrotes de vuestra caja torácica. Desde siempre, es decir desde que habéis tenido conciencia de vosotros, lo habéis contenido, comprimido en vuestro pecho con miedo a dejarlo expresarse, expandirse, irradiar en el espacio infinito al que se llama “exterior”. ¿Por qué? Porque os habéis dejado sofocar progresivamente en las sociedades de convenciones, sociedades en las que cada cual debe construirse su propia fortaleza y atrincherarse en ella. ¿Es que no estáis hartos de “aparentar”? ¿No se os ocurre que la mera decisión de bajar el puente levadizo os haría más felices? Dejar el libre acceso a vuestro patio interior hasta entonces tan secreto puede suponer el principio de una nueva vida... De ello depende vuestro equilibrio, ya que más vale que toméis conciencia de ello inmediatamente: el Aliento que va a barrer vuestra Tierra durante los años inmediatamente venideros sólo se podrá vivir con felicidad y comprensión con y en corazones desplegados (abiertos?). Por lo tanto, amigos, si vuestro deseo es que la vida deje de haceros daño, debéis daros cuenta, en este mismo instante, de que sólo hay un itinerario posible. Cada mañana, al despertaros, atreveros a decir a la Vida: “¡Sí, me rindo!” (o “¡Sí me entrego!”) Repetidlo cuanto sea necesario, hasta comprender bien el significado de esas palabras. Ya que, en verdad, ¿Cuál es esa parte de vosotros que va a entregar las armas? ¿y de qué armas se trata? ¿Dónde está el veneno y qué aspecto presenta vuestra armadura? ¿Es un nombre tras el cual os parapetáis o que no dejáis de blandir? ¿Es una función a la que os aferráis hasta identificaros con sus murallas? ¿O por el contrario se trata de un rencor, una frustración que alimentáis sabiamente y que sirve de pretexto a una empresa de demolición? Cualquiera que sea vuestra respuesta, cualquiera que sea el granito de arena o la montaña que vais a identificar, sabed que tenéis ya, ahora mismo, todas las cartas para aniquilarlo. En adelante, el principio de vuestro corazón debe latir fuera de vuestro pecho. La salud de vuestro ser y la armonía de vuestro mundo dependen de ello. Mirad la sociedad en la habéis crecido, ¿sabéis acaso sobre cuántas toneladas de neurolépticos trastabilla anualmente? Esa simple constatación basta para deciros cuánto os equivocáis si no salís de los caminos trillados que os han hecho seguir hasta ahora. Fuera de lo que sugieren insidiosamente, vais a redescubrir la espontaneidad, es decir ese impulso de vuestro corazón de niño que una chaqueta con corbata y una sombra de ojos sobre fondo “permanente” se encarnizan en refrenar con demasiada frecuencia. Abandonad pues los uniformes y volved a aprender a abrazar a alguien contra vuestro pecho, aunque lo veáis por la primera vez aunque y... sobre todo si eso no se hace. Solo que, amigos, escuchadme bien y no creáis escapar al compromiso con una pirueta más. Cuando os digo “abandonad los uniformes”, eso significa “todos los uniformes”, ya que existen lo que llamáis los “vaqueros” que ocultan a su modo falsas desenvolturas. Los uniformes de los que debéis aprender a despojaros son todas las convenciones y todos los “aparentar” tras los cuales contenéis vuestra respiración. La enfermedad espera siempre a la puerta de quien no es auténtico, es decir de quien practica la retención de la Vida, de la espontaneidad, en una palabra, del Amor.

Desde luego, os sobran excusas para mantener esa retención, ya que os habéis dejado amaestrar como animales de competición y también os complacéis en perpetuar un esquema parecido imprimiéndolo en los demás.

Mirad, vuestros cánceres y vuestros infartos son fruto de la siembra diaria ejercida por las barreras a la Vida que constituyen todas vuestras mentiras o, en otras palabras, todas vuestras conspiraciones contra la autenticidad. Bajo el influjo anual del Wesak, la era que amanece os enseña ahora a romper la cadena de las muñecas rusas de mentiras sobre las que se ha edificado vuestra humanidad. De hecho, el problema no consiste tanto en aprender a reconocer aquello en lo que os mienten, como en percibir en qué os mentís a vosotros mismos.

Dejad pues de una vez por todas de encogeros de hombros, de dar la espalda o de señalar al vecino. En adelante, estáis muy lejos de los cursos de catecismo y de moral. Esos, a menudo los habéis absorbido como otros tantos somníferos más, ya que no basta con “querer hacerlo bien” para aprender a respirar. Hace falta, lo repito, un sentido del respeto de la autenticidad. No es necesario que os dejéis cubrir por la verdad del prójimo, ni tampoco debéis intentar ahogar al prójimo bajo la vuestra. ¿No lo hacéis, decís? De todos modos, observaros... La mayoría de vuestras reacciones obedecen a la voluntad de demostrar que “sabéis” y que vuestro corazón palpita “como debe ser”. Todos quieren ser rey a su manera, desde el orgulloso que a menudo disimula tras la arrogancia el miedo a su inferioridad, hasta el aparentemente humilde que, por desgracia, se alimenta de un orgullo la mayoría del tiempo bien disimulado. ¡Cada cual se esculpe su propio cetro prefiriendo ignorar que ese emblema nunca es más que un palo, y que un palo acaba siempre por romperse puesto que está concebido para pegar y para imponer! Hoy, estáis agotados de tanto golpear, y por eso os hablo con mi propia lengua junta a tantas otras. Lo que me ha enseñado la estupidez de la mentira a la Vida y la belleza de la respiración del Corazón, no son especialmente las piedras de estas montañas. Son las piedras y los guijarros de las carreteras más ínfimas que recorréis en este mismo momento. Los he pulido hasta dejar en ello las uñas que me había dejado crecer. Los he observado, muchas veces creyendo perder el tiempo, hasta percibir por fin en ellos a la Divinidad entera. He comprendido entonces que el aire que entra en nuestros pulmones no deja de hablarnos y que en este mundo todo es parábola... todo... absolutamente todo... hasta los excrementos de la vaca en medio del sendero.

¡Amigos, a los ojos del cosmos y de la Fuerza que lo inunda, el esfuerzo que se os pide hoy apenas es más difícil que una sonrisa, una sonrisa auténtica... tan decisiva! Ese poco basta para reconciliaros con lo que vibra en vosotros. Por los mil elementos que el aire sutil lleva hasta él, a partir de ahora mismo, vuestro corazón debe iniciar su metamorfosis.

Sabéis, cuanta más posibilidad tiene el espíritu de entrar en un cuerpo, más densa se vuelve su marca en él. Eso no tiene nada que ver con la belleza física de ese cuerpo, sino con su estructura molecular, y también con lo que ahora llamáis el código ADN.

Por lo tanto, en cuanto empezáis a amar con Amor y no con deseo, entráis en mutación en toda la cadena que constituye vuestro ser. Os convertís en mutantes, la palabra no es demasiado fuerte. Muchos de los que nacen hoy entre vosotros ya no responden exactamente a las mismas leyes biológicas y físicas que han sido las de la humanidad hasta ahora. Eso no lo impone únicamente la tasa vibratoria del mundo en transformación, sino también la conciencia diferente de cierto número de reconstructores que se encaminan hacia la Tierra.

Quizá os imaginéis que este estado de cosas se parece a una marca recibida al nacer (que permanece) de una vez para siempre. Desengañaros. Ese ser humano que tiene la capacidad de sintonizar con los vientos solares, también podéis serlo vosotros, sin necesidad de esperar.

He aquí una práctica sencilla y realizable en cualquier lugar que podrá ayudaros a concretar mejor ese nuevo estado. Resulta tanto más poderosa por el hecho de que alcanza su co9mpleta medida en el mundo agitado y privado de silencio en el que os movéis por lo general. Por lo tanto, no exige la tranquilidad de una habitación silenciosa, ni se desarrolla tras la cortina de los párpados cerrados.

Por el contrario, amigos, activad su fuerza en la sombra espesa de los metros, en el anonimato de los lugares públicos y hasta en la actividad mental de vuestro lugar de trabajo. El postulado es sencillo: sois, por esencia, un sol capaz de irradiar y calentar, un sol que, lejos de vivir para ser amado cueste lo que cueste, vive por amor y para amar. Fortalecidos por esa conciencia, cualquiera que sea el lugar donde estéis, durante algunos minutos al día aprended pues a sentiros realmente sol. Quizá empezaréis por percibir solamente un punto luminoso en vosotros, seguramente en el centro de vuestro pecho... El objetivo es dejarlo crecer, hasta que lance sus rayos más allá de vosotros, en todas direcciones. Entonces, os esforzaréis en sentir hasta qué punto puede ponerse a irradiar a través de vuestra presencia una voluntad impersonal. Percibid cuánta luz y paz emana de vuestra espalda, vuestras manos, vuestra caja torácica, vuestro vientre, vuestros pies, vuestra frente y qué se yo qué más, a cada paso que dais, a cada segundo de vuestra espera en el andén de una estación o en vuestra silla de trabajo.

A partir de ese momento, ya no tenéis una parcela de sol en vosotros, ya no estáis animados por una voluntad de obrar bien, sino que encarnáis un poco más un impulso de amor, un soplo de metamorfosis. Al hacerlo, Hermanos, las palabras se quedan chicas y os volvéis contagiosos, os convertís conscientemente, y muy lejos del “querer demostrar”, en un elemento activo de transmisión de lo Divino. Entonces perpetuáis el impulso del Wesak, hacéis don de vuestra presencia convirtiéndoos al mismo tiempo en algo parecido a un bastoncillo de incienso. El Sol de vuestro Corazón y el Aliento secreto que lo anima son difusores de perfume desde toda la eternidad. Al realizar esta práctica, lo que haréis será restituirles su nobleza y devolverlos a su justo lugar. Enseguida os daréis cuenta que lo que al principio requiere por vuestra parte un pequeño esfuerzo de voluntad después se inscribe en vosotros, no como un automatismo, sino como un reflejo surgido de vuestra naturaleza profunda. Os lo digo, no veáis en ello un trabajo de la imaginación, ya que por el contrario, representa una obra de reconexión con la Realidad última. El Aire nuevo que la impulsión del Wesak invita a expandir y a cantar es una fuerza que debe diferenciarse absolutamente de lo afectivo. Concibo fácilmente la sorpresa y la perplejidad de un buen número de Occidentales ante una declaración semejante. “¿Cómo? ¿Nos hablan de amor e intentan suprimir en nosotros toda noción afectiva?”

En primer lugar, sabed que no se trata en absoluto de asumir una actitud tendente a convertiros en seres no afectuosos, en cierto modo fríos y por consiguiente privados de la gracia de una ternura comunicativa. Por el contrario, debéis encontrar ese calo9r, si no lo habéis hecho todavía, y luego comunicarlo. La noción de “afectivo” en el marco de este Amor que hay que redescubrir concierne a otra realidad, una realidad pasional y por consiguiente egocéntrica en el ser humano. El terreno afectivo al que hago alusión aquí es una manifestación posesiva y restrictiva de la vida. El Amor con A mayúscula siempre surge del Corazón con C mayúscula. Lo abarca todo sin discriminación, mientras que el amor al que se ha acostumbrado el razonamiento humano vive detrás de condiciones y de barreras. Se alimenta de emociones y de instintos que se adornan con su nombre, robándole así su capacidad de crecer.

Además, el Amor no afectivo que transmite el Wesak no intenta salvar las barreras, por la sencilla razón de que, para él, no existe ninguna frontera.

Es el propio elemento Aire en su aspecto más luminoso y más total. Encarnar ese ideal en el mundo al que con frecuencia os sentís clavados a diario evidentemente requiere cierta fuerza, soy consciente de ello. Y sin embargo, esa labor que debéis realizar no representa algo insuperable si lo concebís claramente... Y debéis, amigos, concebirla claramente... ya que no imaginéis ni por un instante que corresponde al terreno de lo superfluo en vuestra vida. No es un “plus” que estaría bien descubrir. Representa una condición fundamental para vuestra supervivencia como hombres y mujeres equilibrados.

Por lo tanto, os lo digo, no podéis andaros con rodeos con un fácil “ya veremos”, porque la Tierra se va a encontrar incesantemente en un estado de “agotamiento de existencias de Amor”. El amor con condiciones, la respiración vigilada ya han estragado a la humanidad terrestre generación tras generación. Si sigue habiendo hombres que los pregonan tras una multitud de micrófonos e ideologías, es porque vosotros mismos, muchas veces, sois representantes suyos sin saberlo. Comprended que nos encontramos aquí ante el meollo de vuestra dificultad: es la estatua del “sin saberlo” la que hay que derribar de su pedestal. Sobre todo, no digáis: “No somos ni Cristo ni Buda.” Quien espera a que la perfección venga a él para actuar, comete un grave error. Hay que ir hacia ella; no se os pide milagros, sino actos sencillos y plenos. Es saber, por ejemplo, que el hijo de otros, el que tal vez pide que lo adopten, es tan vuestro como el que es fruto de vuestra propia carne. Es comprender que el que bebe o se droga y con cuya mirada os cruzáis a menudo de forma desdeñosa indudablemente sufre el mismo mal – pero de forma abierta y declarada – que vosotros que os esforzáis en ocultarlo bajo vuestras cortezas. Hay hombres que sangran y perecen ante los demás, y otros que mueren de hemorragias internas. Eso es todo.

La toma de conciencia que se os pide consiste también en saber que la Naturaleza y el Animal siguen tendiéndonos la mano cada día, y constituyen mejores guías que muchísimos libros. Su respeto se anuncia como un aliento de juventud que ninguno de vosotros puede soslayar si quiere salir de su atolladero.

Vuestro corazón puede ver, respirar, recordar, eso es lo que os habéis negado a comprender y por eso, y nada más, habéis llegado a perder vuestra brújula. Falta todavía que os atreváis a confesar que os habéis perdido, que admitáis que vuestro caparazón se agrieta y deja aparecer a Pulgarcito en vosotros. ¡El ogro, por su parte, es el predador que se agita detrás de vuestras caretas sociales! ¡No os canséis buscando su muerte, dejad más bien de darle huesos que roer! Entonces, se desinflará como un globo.

¡Nunca hay nada ridículo en el hecho de abrir los brazos! Os lo he dicho... vuestro corazón es una memoria... Tiene el recuerdo del hierro que lleva vuestra sangre, pero también el recuerdo tan puro que impregna su germen. ¡Y sabéis, con ese germen es con el que soñáis en vuestros vagabundeos y vuestras codicias! La estupidez, la crueldad y el egoísmo han arraigado progresivamente en vosotros por una especie de despecho ante el vago recuerdo de un origen y un destino cuya llave creéis haber perdido para siempre. Deciros una y otra vez que esa pérdida es una ilusión, que sólo padecéis un tumor del alma cualesquiera que sean las manifestaciones de vuestro mal-estar. De hecho, la humanidad conspira contra sí misma desde tiempos inmemoriales y el objeto de mis palabras es ayudaros a denunciar esa misma conspiración en cada uno de vosotros. Mi intención no es convertiros en otros conspiradores, los de la Luz por ejemplo... porque hoy, ya no debéis temer volver a ser vosotros mismos, a plena luz del día, con sencillez pero con firmeza y sin temor. Sin temor al “qué dirán”, sin temor a salirse de los caminos trillados que vuestro entorno ya os había predestinado, sin temor tampoco a perder una identidad que de todas formas no era la vuestra. No os engañéis, la aplicación de semejante programa en el que la autenticidad de la inteligencia del corazón recupera su lugar preponderante no requiere ni sinrazón ni misticismo. Por el contrario, exige de vosotros una verdadera razón y un sólido sentido común. Pide que habléis menos y actuéis más. Vuestra estabilidad pasa por ahí en un primer tiempo.

Para devolver su transparencia a vuestro aire interior, tenéis que hablar menos. Eso no significa contener el Verbo ni expresarse menos, sino expresarse mejor eliminando lo que yo llamaría la trivialidad de las declaraciones. Al afirmar esto, no hago alusión al vocabulario que utilizáis y cuya observación dejo a vuestro propio cuidado, sino a la pobreza general de lo que decís. Comprendedme bien: durante un día, fijaros la meta de hacer inventario, en dos columnas por ejemplo, del contenido de vuestras palabras. Veréis que por una parte están las que construyen, y por otra las que destruyen. Entre estas últimas, sitúo no solo aquellas por las cuales atacáis a tal persona o tal grupo de seres, sino también aquéllas con las que seguís hiriéndoos, dudando de vosotros, por ejemplo, o por el contrario queriendo jugar a los guerreros, los “positivos” cueste lo que cueste, para demostrar vuestro valor. Convenceros de que las cruzadas han terminado, incluso en las palabras, si sois fieles a vuestra actitud.

En cuanto a los discursos constructivos, lo que la vida lleva a pronunciar no son simplemente las palabras de afecto o de amistad. Son todas aquellas mediante las cuales tenéis la posibilidad de formular una esperanza, una apertura, de sembrar una reconciliación, de insuflar vida en algo.

Dedicaros pues a esa pequeña contabilidad por lo menos una vez, muy honradamente. El objetivo no es acorralaros, sino perfeccionar el conocimiento que tenéis de vosotros mismos, sin intención de culpabilización.

De ese modo, meteréis un poco más el dedo en las manifestaciones de ese tumor que he evocado, y tomaréis mayor conciencia de que, aunque os sintáis sanos, quizá haya ciertos reflejos que debéis desincrustar de vuestras palabras... Ya que, hermanos, las palabras son un poco como el termómetro de vuestra alma. Las ideas que las animan ilustran a su modo su temperatura profunda. Desde luego, un discurso puede engañar. Se pueden untar sus palabras con una sustancia viscosa invisible... pero los cientos de pequeños diálogos diarios, los considerados triviales y que forman parte del contexto familiar profesional de la existencia, por su parte no pueden mentir durante mucho tiempo. Indican a ciencia cierta de qué forma conseguís inspirar y espirar la luz.

Si el paisaje interior que descubrís así no os parece muy hermoso, sobre todo no os lamentéis pensando “es horrible, no debo...” Actuando así, lo único que haríais es alargar la lista de vuestras “desconstrucciones”. La sensación de culpa ya ha minado bastante vuestras sociedades desde hace milenios. Es, no lo dudéis, uno de los ingredientes más seguros de lo que llamáis “un karma pesado”.

En vez de eso, haréis bien en anunciaros de forma diferente el color de vuestros días venideros:
“En adelante, voy a... desde ahora, soy....” La diferencia es considerable, ya que desprograma un viejo reflejo de insatisfacción y de frustración. Desde luego, este método no es nuevo, pero ¿qué hay de nuevo en el mundo salvo esta Hora, salvo esta Llamada que suena en la esfera de vuestro corazón? Todo ha sido dicho ya. Sólo hay que volver a pulir las ideas y recordarlas una vez más, porque el hombre y la mujer se complacen en la sordera.

Por lo tanto, amigos, creedme cuando os digo que no os sugiero en absoluto que os confeséis ante vosotros mismos. La noción de confesión, que en su tiempo tenía su justificación, ha acabado por difundir un veneno lento en el alma humana. Ha generado una culpabilidad-gangrena, un concepto moralizante de pecado y, por eso mismo, la noción de castigo divino.

¡Esa Fuerza, ese Amor, esa Luz a la que lamáis Dios no castiga nunca, podéis estar seguros! Ya se sanciona muy bien el hombre a sí mismo. Se le ha dado el poder de hacerlo, y hace uso de él con sorprendente regularidad. ¡Vuestro látigo, vuestro infierno, sois vosotros! ¡No es ni un instrumento, ni un lugar, sino el estado de vuestro corazón! ¿No lo habéis comprendido al fin? ¿Con qué palabras habrá que inscribirlo en ese aire que respiráis? El Wesak os da la ocasión anual de recordar este estado de cosas. Os da esta ocasión de hacer balance y de volver a situaros en el mapa del mundo. Quiero decir del Mundo con M mayúscula, que significa no vuestro pequeño mundo hecho de precarios andamiajes, de barreras y de falsos refugios, sino del inmenso Universo que palpita en potencia en el pecho de cada ser. En el descubrimiento de ese cosmos interno no hay ninguna introversión. En realidad, lo que se produce es todo lo contrario: una apertura extraordinaria.

Descubrir el poder de vuestro corazón, dejar que el aire sutil vuelva a propagarse a través vuestro, no exige pues que os retiréis del mundo. No es una posibilidad de liberación reservada a los monjes o los ermitaños. Es una dinámica, una realidad que hay que encarnar en la muchedumbre, allí donde vivís, sin necesidad de lo que se llama “un gran destino”.

Acabo de hablar de “liberación”. Permitidme que haga una última observación al respecto, una observación que quizá resulte chocante para algunos: no os preocupéis nunca por vuestra liberación... Comprendedme, esa marioneta del ego que se hace pasar por vosotros es infinitamente astuta. Os acecha hasta en la búsqueda del abandono del yugo. Por consiguiente, os hace cosquillas en el punto de vuestro ser en el que sois más sensibles: vuestro ombligo. El mecanismo es extraordinariamente sencillo; sencillo y eficaz: “¿Qué es más importante que mi liberación? Puesto que el mundo es ilusorio, estúpido, inútilmente cruel y no quiero sufrir más, me liberaré de él. Para ello, meditaré con asiduidad, seguiré firmemente una vía y por fin descubriré a mi Cristo interior.” Muy bien, amigos, he aquí unas resoluciones espléndidas.

Diariamente, se toman millares así en la corteza de esta Tierra. El resultado es que la humanidad sigue siendo lo que es, porque el estancamiento acecha en las vueltas de los caminos que a veces parecen los más nobles. Y digo bien “que parecen”... ya que en realidad, en un buen número de seres en busca de su liberación, no se trata de verdadera liberación, sino de huida.

Sabe pues en lo más hondo de vosotros, que uno no huye de la Escuela de la Tierra porque es imposible huir de uno mismo. La mayoría de las veces, debo decíroslo, hay un egoísmo detrás del hecho de querer liberarse”. El que recorre verdaderamente el camino hacia su morada no abandona al mundo para dedicarse únicamente a su propia personal. Su meta no se parece a un Nirvana donde se libra de lo que le pesa, sino a la Luz que revela a lo largo de su propio sendero. Así, se convierte en sembrador, y por su servicio es por lo que se reúne con el Ser profundo, sin haber tenido nunca una voluntad egoísta en él. Una flor siempre se abre espontáneamente, porque es su naturaleza bajo los rayos del sol. Por lo tanto, nadie podrá florecer nunca bajo la acción de una toma de conciencia que se queda a nivel del intelecto, de una voluntad egocéntrica ni tampoco de un miedo.

El despliegue de vuestro corazón, amigos, la respiración a pleno pulmón de la Vida pasan por una actitud de abandono sagrado, de confianza activa que nunca se podrá descubrir acumulando, sino por el contrario ofreciendo. En efecto, ¿por qué tratar de “acumular méritos”? Os convertiréis más en contable que en verdadero gerente de vuestra propia evolución. ¡El Amor que os reconcilia con vosotros mismos y con la vida, es un Amor al “Ser” y no a un amor al “yo”! Nunca se revelará al cabo de un cálculo, ni siquiera de una hermosa suma. Como veis, tiene una espontaneidad generosa que espera para surgir de lo más profundo de cada uno... Escuchadla, ya que por su principio caerán los hierros de la humanidad.

No podría ser más claro: nadie se liberará, amigos, si no emplea todo el calor de su espíritu para liberar al prójimo.

Transcripción del cuarto capítulo de Wesak (Editorial Mandala)
Convergencia Wesak 2004, cita por la paz y la unión

Cada vez más meditadores y gentes con sensibilidad espiritual, repartidas por toda la geografía del planeta, meditan en esa señalada fecha, con una intencionalidad de servicio, con una voluntad de irradiación de paz, amor y unión.

He aquí algunas de las citas de la península:
- Montaña de Aralar (Navarra) “Ceremonia de hermandad y luz”. Sábado 1 de Mayo, a las 11 de la mañana junto al dolmen Eubi-Hegoa. Prolongación a lo largo del 2 de Mayo.
- Presa de Navacerrada (junto al pueblo). Domingo 2 de Mayo a las 12 del mediodía. En Madrid. Convoca Red Ibérica de Luz. www.portaldorado.com - Librería Alariel. Martes 4 de Mayo, a las 8 de la tarde en C/Cartagena, 14. Madrid. www.alariel.com
- Centro Inkarri. Miércoles 5 de Mayo a las 8’30 de la tarde en C/Ponzano 39, 7º D. (Madrid. www.inkarri.org
- Esfera Azul. Martes 4 de Mayo a las 19:30 C / Valencia 207 . pral 2ª ((esquina Enrique Granados). Barcelona.
- Centro Espacio Alternativo. Martes 4 de Mayo, a las 8:30 pm en Rua Rodríguez Carracido 8 (esq. con Argentina), Santiago de Compostela, La Coruña. www.mind-surf.net/espacioalternativo