lunes, octubre 31, 2022

Viaje A Través de la Histeria

Dentro de la psiquiatría, en particular la psicopatología, la histeria de conversión constituye uno de los capítulos más importantes, sobre todo por la gran cantidad de estudios y controversias que, a partir de ella, se fueron generando desde el pasado hasta el presente. Con síntomas y signos que fueron variando en el tiempo, su cuadro clínico llegó a ser tan difícil de delimitar que, para muchos especialistas, no había síntoma del que la histeria no pudiera ser capaz ni síndrome del cual no tuviera algo de responsabilidad.

Esa conceptualización tan amplia se enseñó durante largos años a los estudiantes de medicina y psicología. Sin embargo, luego de los grandes cambios que se produjeron en los ámbitos sociales y familiares después de la Segunda Guerra Mundial, la progresiva liberación de la mujer de las pautas y roles rígidos que por tradición le fueron asignados, las manifestaciones psicopatológicas clásicas de la histeria de conversión fueron entrando en una especie de cono de sombras, para ser sustituidas por otras expresiones, más raras y polifacéticas todavía, que han sido englobadas dentro de lo que hoy se conoce como trastornos disociativos de la conciencia.

Las primeras grandes discusiones conceptuales sobre esta enfermedad se plantearon en las últimas décadas del siglo XIX, en términos generales de si la histeria tenía por causa al cuerpo o a la mente. El célebre francés Jean Martín Charcot se situó en la encrucijada de esos caminos, a través del abordaje clínico de la afección y el impacto neurológico que la misma provocaba.

La histeria de Charcot se asentaba sobre un modelo que revalorizaba lo anatomo clínico y donde los trastornos sensitivos y motores se "calcaban" sobre los elementos esenciales del arco reflejo, hasta llegar al denominado gran ataque, que tenía todo el aspecto de una crisis epiléptica convulsiva generalizada.

No obstante sus descripciones puramente anatomistas, Charcot no ignoró ni los efectos de la sugestión ni la influencia de la sexualidad en la psico génesis de los síntomas histéricos, pero poniendo siempre en el centro de la escena las manifestaciones corporales. Fue Sigmund Freud, quien había pasado por la cátedra de Charcot, quien trató de buscar a partir de 1885 el verdadero sentido psíquico que podía ocultar el síntoma histérico...

En sus primeros descubrimientos, compartidos con Josef Breuer, fueron utilizando la hipnosis para penetrar en los planos profundos de la conciencia y, desde ahí, recordar el trauma psíquico primario y provocar la descarga afectiva por reacción (catarsis), con lo que se reproducía la ligadura causa-efecto dentro de la propia mente del paciente. Para Freud, luego de hacer una clara separación diagnóstica entre la neurastenia, la neurosis de angustia y la histeria, el rechazo inconsciente de una representación psíquica traumática era el origen del síntoma de conversión. Más adelante, este mismo autor insistiría sobre el papel de la sexualidad infantil en la etiología de la histeria y, posteriormente, de la fijación en las etapas sucesivas. Ya por 1908, para Freud, el síntoma histérico se revela como la realización de un deseo inconsciente, con lo que la histeria se ubicó en un lugar privilegiado en el origen del desarrollo teórico del psicoanálisis.

El proceso psíquico, según la hipótesis freudiana, comenzaba con una representación psíquica de tipo erótico, rechazada (reprimida) en estado de conciencia normal. El "retorno" de lo reprimido se traduciría en el síntoma corporal, siendo muy frecuentes en aquella época las parálisis y contracturas histéricas.

La tendencia a reducir toda la etiopatogenia de la histeria al funcionalismo neurofisiológico encontró a numerosos investigadores que trataron de descubrir todo tipo de ligadura o paralelismo entre los síntomas de la enfermedad y ciertas estructuras nerviosas que pudieran estar comprometidas con los mismos. De esa manera se buscaron durante años localizaciones funcionales y dinámicas que pudieran explicar manifestaciones específicas de la histeria, pero nunca se pudieron encontrar puntos de intersección causal demostrable. Por eso es que la histeria fue considerada durante largo tiempo como la enfermedad de los símbolos, las metáforas y los deseos reprimidos desde el inconsciente, pues como bien lo expresó Henri Baruk: "Cuando una emoción verdadera sacude el alma humana no hay lugar para la histeria".

Por eso es que, hacia fines de la década de 1930, muchos médicos especialmente consideraban a la histeria como un síndrome esencialmente imaginativo, una mitomanía de síntomas relacionada con la mentira y la fabulación, dando lugar a una especie de perversidad simuladora.

Hubo también muchos desarrollos investigativos frustrantes, como los de quienes intuían el influjo de corrientes nerviosas, o las teorías de una energía biológica medible a través de la carga de las neuronas, lo que también sedujo, en algún momento, a Sigmund Freud, llevándolo a concebir una obra inconclusa que llamó Proyecto de una

psicología científica. Los tests analíticos de la personalidad, en especial los proyectivos, no encontraron en este campo una validez que permitiera sacar conclusiones definitivas, permaneciendo discutible su utilización en este dominio.

La posible estructuración de un carácter histérico de base fue también motivo de muchas discusiones teóricas. Kart Schneider consideró a la histeria como un tipo de personalidad psicopática, en el cuadro de la constitución pseudo lógica o en el grupo de la plusvalía del afecto. Henry Ey también observó con interés la posibilidad de una estructuración caracterizada por la hiper expresividad, el teatralismo y una feminidad vigilante con sexualidad ambivalente.

El psicoanálisis post freudiano fue más allá todavía porque, por encima del marco de una estructura, intentó abordar y pudo alcanzar y articular el sentido del sujeto, de sus relaciones intersubjetivas, de su evolución humana y de su corporalización. Desde esta perspectiva, una estructura de la histeria prácticamente nunca podría ser pura, sino que se relacionaría dinámicamente con otras estructuras neuróticas sobre diferentes planos, como el obsesivo, e incluso también con las estructuras perversas, psicopáticas, psicosomáticas y también psicóticas.

Para Wilhem Reich, un carácter histérico de base solo podría ser comprendido sobre una serie de reacciones de carácter neurótico, las que pasarían por distintos paralelos y meridianos, entre ellos el comportamiento sexual y la labilidad de las conductas. Las emociones han sido invocadas con insistencia a propósito de los fenómenos de somatización de la histeria. En las concepciones dualistas, se considera que la emoción actuaría tanto sobre el cuadro psíquico cuanto el somático. Josef Babinski no admitía que la "emoción shock" pudiera, por sí sola, provocar una conversión. En su opinión, aparte de la emoción, seguramente más de una "idea" debía intervenir en la génesis de los variados síntomas histéricos. La emoción, al igual que los afectos, comporta modificaciones somáticas, endócrinas y humorales, no imputables a la histeria sino más bien al estrés y al síndrome general de adaptación.

Algunos seguidores de Jacques Lacan, considerando a la emoción como una finalidad

"significante", como "una manera de aprehender el mundo" y también de "transformarlo", adhieren la emoción a la red de significaciones del sujeto y, en consecuencia, la ligan a la génesis del síntoma histérico, pero no hay que minimizar las dificultades demostrativas de esta hipótesis. La emoción pondría en juego, desde este punto de vista, la "metáfora corporal", conduciendo a las relaciones entre representaciones significativas y afectos que no pueden ser rechazados, dando lugar al surgimiento del síntoma. La histeria sería una manera particular de integrar la emoción por el rechazo.

Clínicamente y a modo de diagnóstico diferencial se hace fundamental la separación entre conversión histérica y trastornos psicosomáticos. Para Franz Alexander, en toda somatización hay "vestigios" de una conversión histérica. Con el correr de los años, los síntomas conversivos de la histeria han quedado más para el estudio de la historia de la enfermedad que para la observación clínica o sintomatológica actual. Mientras una estructura psicosomática de numerosos síntomas se ha ido observando cada vez más en la práctica diaria, la descripción de personalidades psicosomáticas de base ha avanzado considerablemente.

En la actualidad, las enfermedades psicosomáticas ocupan un lugar predominante por derecho propio, mientras la herencia de la histeria clásica se va reduciendo a complejos trastornos disociativos de la conciencia.

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y luego de la liberación sexual de la década de los 60, con la aparición del movimiento hippie y otros más o menos semejantes en los países desarrollados del mundo, los casos clínicos de histeria de conversión se fueron convirtiendo en un hallazgo cada vez más raro. La depresión en sus distintas formas, la ansiedad y la angustia, fueron convirtiéndose en los motivos de consulta más frecuentes, a la par que se fue observando también una reaparición de las fobias, pero no en formas tan específicas como el reconocido caso "Juanito" descrito por Freud, sino más bien en forma en forma de fobias sociales o de agorafobia.

En la neurosis histérica de los tiempos modernos fueron desapareciendo

paulatinamente aquellas manifestaciones corporales que generaron, años atrás, tantas discusiones académicas y científicas. Las parálisis y contracturas que duraban largo tiempo, aquellas raras insensibilidades o alteraciones sensitivo motrices que rompían los esquemas de la inervación nerviosa, fueron quedando para el recuerdo. Lo que, en cambio, nunca desapareció de la histeria fueron los trastornos disociativos de la conciencia, aquellos que tan bien señalaron Freud y Breuer como productos de los estados hipnoides, de la autosugestión y de formas patológicas de autohipnosis. Hacia fines del siglo XX, las clasificaciones más modernas de las enfermedades mentales, pasaron a tener en consideración a los trastornos disociativos, o neurosis histérica tipo disociativo, cuya sintomatología definitoria está dada en fallas profundas que se dan a un nivel más que nada psíquico, al producirse una especie de desintegración de las funciones coordinadoras de la identidad, la memoria y la conciencia.

Esto también se veía en la época de Charcot y Freud, incluso mucho antes de ellos ya hay descripciones en la literatura médica norteamericana de enfermos, a predominio de sexo femenino, que en forma gradual, transitoria o crónica, pueden perder temporalmente su identidad, llegando incluso a asumir otra nueva. Aquí, como en los estados hipnoides, un tipo muy especial de amnesia impide todo tipo de conexión entre un estado mental y otro.

Al presente, se reconocen varios tipos de trastornos disociativos de la conciencia, como la múltiple personalidad, la fuga psicógena, la amnesia psicógena, la despersonalización y alguna forma de disociación no específica. Son cuadros clínicos estadísticamente poco significativos pero que existen, están muy relacionados con los tiempos modernos y quizás los veamos más en el cine que en la vida real de las personas. Pero son indudablemente los herederos de aquella clásica histeria de conversión que fue la vedette más importante de la psiquiatría y la psicología durante casi un siglo.