jueves, febrero 23, 2023

La Sabiduría del "Eneagrama"

Don Richard RISO & Russ HUDSON

SERES DE LUZ
Hay una parte de cada ser vivo que desea convertirse en sí misma, el renacuajo en rana, la crisálida en mariposa, el ser humano herido en ser humano sano. Esto es la espiritualidad. - ELLEN BASS

A mí me parece que antes de emprender el viaje en busca de la realidad, en busca de Dios, antes de actuar, antes de tener cualquier relación con otro [...] es esencial que comencemos por comprendernos a nosotros mismos. - KRISHNAMURTI

Sea cual sea tu edad, tu crianza o tu educación, aquello de que estás hecho es principalmente capacidad no empleada. - GEORGE LEONARD

A todos nos mueve un profundo desasosiego interior, que tal vez experimentamos como una sensación de que nos falta algo, aunque es difícil definir qué es exactamente. Tenemos todo tipo de ideas sobre lo que creemos que necesitamos o deseamos: una relación mejor, un trabajo mejor, un físico mejor, un coche mejor, etcétera. Creemos que si adquirimos esa relación perfecta o ese trabajo perfecto o ese «juguete» nuevo desaparecerá el desasosiego y nos sentiremos satisfechos y completos. Pero la experiencia nos enseña que el coche nuevo sólo nos hace sentir mejor durante un tiempo. La nueva relación puede ser maravillosa, pero jamás nos llenará totalmente del modo que creíamos que lo haría.

¿Qué es, pues, lo que buscamos en realidad?

Si reflexionáramos un momento podríamos comprender que lo que anhelan nuestros corazones es saber quiénes somos y para qué estamos aquí pero pocas cosas en nuestra cultura nos animan a buscar respuestas a estas importantes preguntas. Se nos ha enseñado que la calidad de nuestra vida mejorará principalmente si mejora nuestra fortuna externa, aunque tarde o temprano comprendemos que las cosas externas, si bien valiosas, no sirven para tratar la inquietud profunda de nuestra alma...

Así pues, ¿Dónde buscar respuestas?

Muchos de los libros actuales sobre transformación personal hablan conmovedoramente sobre el tipo de persona que todos desearíamos ser. Reconocen la importancia fundamental de la comprensión, la compasión, la comunidad, la comunicación y la creatividad; pero por hermosas y atractivas que sean estas cualidades, nos resulta extraordinariamente difícil mantenerlas o ponerlas en práctica en nuestra vida cotidiana. Nuestros corazones ansían que volemos muy alto y, sin embargo, casi siempre caemos, para estrellarnos con dolor contra las rocas del miedo, los hábitos contraproducentes y la ignorancia. Con demasiada frecuencia las buenas intenciones y los nobles deseos se convierten en nuevas causas de desilusión. Entonces nos desanimamos, volvemos a nuestras distracciones conocidas y tratamos de olvidar todo el asunto.

¿Están equivocados o mal orientados la mayoría de los libros de divulgación de psicología? ¿Somos los seres humanos incapaces de vivir vidas más completas y gratificantes? 

A lo largo de la historia, los grandes maestros espirituales y morales han insistido siempre en que tenemos la capacidad para lograr la grandeza, que somos, de hecho, criaturas divinas en un sentido bastante real. ¿Entonces por qué nos cuesta tanto reconocer este estado y vivir de acuerdo a él?

Nuestra opinión es que la mayoría de los libros de autoayuda no están por fuerza equivocados, sino que sencillamente son incompletos. Por ejemplo, en el caso de un tema tan elemental como el del peso podría haber muchos motivos para que una persona tuviera problemas de obesidad o con la comida: sensibilidad al azúcar, excesiva cantidad de grasa en la dieta, necesidad de comer para reprimir la ansiedad, o cualquier otro problema emocional o afectivo. Sin identificar los problemas esenciales concretos que causan la obesidad no hay solución posible, por grandes que sean los esfuerzos.

Por lo general, las recomendaciones de los libros de autoayuda se basan en métodos que han dado buenos resultados al autor o la autora personalmente, y reflejan su configuración psíquica y sus procesos personales. Si ocurre que un lector tiene una configuración similar, el método tal vez le resulte eficaz. Pero si es poca la similitud, los consejos pueden confundir más que ayudar al lector.

Cualquier método eficaz para crecer debe, por lo tanto, tomar en cuenta el hecho de que hay tipos diferentes de personas, tipos diferentes de personalidad. A lo largo de la historia se han propuesto muchos sistemas psicológicos y espirituales para tratar o explorar este conocimiento esencial: la astrología, la numerología, los cuatro temperamentos clásicos (flemático, colérico, melancólico y sanguíneo), la teoría de los tipos de personalidad de Jung (orientación hacia la extraversión o la introversión, y funciones de intuición, sensación, sentimiento y pensamiento) y muchos otros. Además, estudios recientes sobre el desarrollo del niño y de la ciencia del cerebro han indicado que las diferencias fundamentales de temperamento entre distintos tipos de personas tienen una base biológica.

Esta diversidad explica por qué un consejo bueno para una persona puede ser desastroso para otra. Decirle a algunos tipos que deben centrarse más en sus sentimientos es como arrojar agua a un hombre que se está ahogando. Decir a otros que necesitan hacerse valer más es tan tonto como poner en estricto régimen dietético a una persona anoréxica. Al comprendernos a nosotros mismos y comprender nuestras relaciones, nuestro crecimiento espiritual y muchos otros asuntos importantes, veremos que el factor esencial es el tipo, no las diferencias de sexo, ni las culturales ni las generacionales.

Creemos que el conocimiento de los tipos de personalidad es necesario en muchos ámbitos: en educación, en las ciencias, en los negocios, la literatura, la terapia y, por encima de todo, en la espiritualidad y el trabajo de transformación. Si bien nuestras inquietudes pueden ser universales, la forma de expresarlas es mucho más particular; de hecho, está en función del «filtro» con el cual abordamos la vida. El principal filtro que empleamos para comprendernos a nosotros mismos y comprender el mundo que nos rodea, para expresarnos, para defendernos, para hacer frente al pasado y anticiparnos al futuro, para aprender, para disfrutar y para enamorarnos, es nuestro tipo de personalidad.

¿Y si existiera un sistema que nos capacitara para adquirir más conocimiento sobre nosotros mismos y los demás? ¿Y si ese sistema nos sirviera para distinguir con más claridad nuestros filtros y tomarlos debidamente en cuenta? ¿Y si este sistema nos mostrara nuestros problemas psicológicos esenciales a la vez que nuestras fuerzas y debilidades en las relaciones interpersonales? ¿Y si este sistema no dependiera de las opiniones de especialistas o gurús, ni de la fecha de nacimiento, ni del orden de nacimiento, sino de nuestros rasgos de personalidad y nuestra disposición a explorarnos con sinceridad? ¿Y si este sistema no sólo nos mostrara nuestros problemas esenciales sino también nos indicara la manera de hacerles frente o tratarlos? ¿Y si este sistema también nos dirigiera hacia las profundidades de nuestra alma? Este sistema existe, y se llama Eneagrama.

En sentido espiritual, todo lo que uno desea, a lo que aspira y necesita está siempre presente, es asequible aquí y ahora, para aquellos que tienen ojos para ver. - SURYA DAS

El espíritu es una fuerza invisible que se hace visible en todo lo que vive. - MAYA ANGELOU

SERES DE LUZ

Uno de los incidentes más importantes de mi vida me ocurrió (a mí, Don) hace varios años durante un retiro espiritual de una semana en el Estado de Nueva York. Éramos alrededor de cincuenta personas y nos alojábamos en un hotel de comienzos de siglo, propiedad de nuestro profesor. Puesto que los terrenos y el interior de la vieja casa necesitaban mantenimiento constante, era el lugar idóneo para que hiciéramos trabajos manuales penosos y una oportunidad perfecta para observar nuestras resistencias y reacciones mientras trabajábamos. Era verano y el calor era intenso, había pocas duchas, las colas para los cuartos de aseo comunes eran largas y casi no teníamos periodos de descanso. Como todos sabíamos, todas esas condiciones físicas y comunitarias entraban en el plan de nuestro profesor para sacar a la luz nuestros «rasgos» de personalidad, con el fin de que pudiéramos observarnos con más claridad en la intensidad de ese laboratorio vivo.

Una tarde se nos dio la rara oportunidad de hacer una siesta de tres cuartos de hora entre trabajo y trabajo. A mí se me había asignado la tarea de rascar la pintura de la pared exterior del viejo hotel, y muy pronto estaba cubierto de la cabeza a los pies de escamas de pintura seca. Al final de nuestra sesión de trabajo estaba tan agotado y sudoroso que no me importó la suciedad; necesitaba una siesta, y tan pronto nos dieron la señal de dejar el trabajo, fui el primero en llegar al dormitorio común y meterme en la cama. Poco después llegaron la mayoría de los otros chico de ese dormitorio y a los cinco minutos ya estábamos todos disponiéndonos para dormir.

En ese momento llegó el compañero de habitación que faltaba. Alan. Le habían asignado el trabajo de cuidar a los hijos de los miembros del grupo, y por su forma de entrar, con un portazo, y de tirar las cosas a su alrededor era clarísimo que estaba furioso por no haber podido desocuparse antes para subir a dormir la siesta. Pero sí tuvo tiempo para hacer bastante ruido y no dejar descansar a nadie más tampoco.

Poco después de que entrara Alan metiendo bulla, me ocurrió algo pasmoso: vi que mis reacciones negativas subían por mi cuerpo como un tren que llega a una estación; y no me subí al tren. En un instante de simple claridad, vi a Alan con su rabia y frustración, vi su comportamiento tal como era, sin añadidos ni complejidades, y vi cómo se iba «acumulando» mi rabia para descargarla sobre él; y no reaccioné a nada de esto.

Al limitarme a observar mis reacciones de rabia y autojustificación en lugar de actuar según ellas, fue como si de pronto se hubiera descorrido un velo ante mis ojos y me abrí. En un instante se disolvió algo que normalmente me bloqueaba la percepción, y vi el mundo completamente vivo. De pronto Alan era encantador y los demás chicos perfectos en sus reacciones, fueran las que fueran. Miré por la ventana y con igual asombro vi que todo lo que me rodeaba brillaba desde dentro. La luz del sol en los árboles, las hojas mecidas por la brisa, el suave crujido de los paneles de vidrio en los viejos marcos de la ventana, todo era demasiado hermoso para expresarlo con palabras. Me quedé extasiado ante lo milagroso que era todo; todo, absolutamente todo, era hermoso.

Continuaba en ese estado de asombrado éxtasis cuando me reuní con el resto en la meditación de última hora de la tarde. Al profundizar en la meditación, abrí los ojos y miré a mi alrededor, y entré en lo que sólo puedo definir como una visión interior cuya impresión ha permanecido en mí durante años.

Lo que vi fue que cada una de las personas reunidas allí era un «ser de luz». Vi claramente que todos estábamos hechos de luz, que éramos como formas de luz, pero sobre esa forma había surgido una corteza; esa corteza era negra y de consistencia gomosa, como alquitrán, que oscurecía la luz interior que era el yo verdadero de cada persona. En algunas partes la capa de alquitrán era muy gruesa y densa; en otras, más delgada y transparente. Las personas que han trabajado en sí mismas durante más tiempo tienen menos alquitrán e irradian más de su luz interior. Debido a sus historias personales, otras personas están cubiertas con más alquitrán y necesitan trabajar muchísimo para quitárselo.

Alrededor de una hora después, la visión se fue desvaneciendo y desapareció. Cuando terminó la meditación teníamos más trabajo que hacer; me apresuré a ir a realizar una de las tareas más ingratas: fregar los platos en la calurosa cocina, pero dado que aún seguía palpable cierto residuo del éxtasis, esa tarea también fue un momento de dicha.

Relato esta historia no sólo por su importancia para mí personalmente, sino también porque me enseñó de manera gráfica que las cosas de las que vamos a hablar en este libro son reales. Si nos observamos con sinceridad y sin juzgarnos, si vemos en acción los mecanismos de nuestra personalidad, podemos despertar y nuestra vida puede ser un maravilloso despliegue de belleza y dicha.

CÓMO UTILIZAR ESTE LIBRO

El eneagrama sólo puede servirnos si somos sinceros con nosotros mismos. Así pues, los elementos de este sistema, y este libro, servirán mejor como guía para la autoobservación y la autoexploración. Este libro lo hemos diseñado con muchos detalles prácticos para facilitar su uso, entre otros:
- Actitudes sanadoras, dones y proceso de transformación de cada tipo de personalidad.
- Cómo «observar y dejar marchar» los hábitos y las reacciones problemáticos.
- Cómo trabajar con las motivaciones de cada tipo de personalidad.
- Mensajes inconscientes recibidos en la infancia.
- Estrategias terapéuticas para cada tipo.
- «Empujones» espirituales para arrancar, llamadas a despertar y banderas rojas para cada tipo.
- Cómo cultivar la percepción en la vida cotidiana.
- Sesiones de trabajo interior y prácticas para cada tipo.
- Cómo usar el sistema para continuar el crecimiento espiritual.

Dado que es útil hacer los ejercicios que presenta este libro en una especie de diario personal, te convendría dedicar a este fin una libreta, cuaderno o archivador. Te recomendamos que uses este diario de trabajo interior para anotar las ideas y percepciones que te vengan a la mente mientras lees acerca de tu tipo de personalidad y sobre los otros ocho. A muchas personas les ocurre que esta información les evoca todo tipo de temas, recuerdos e inspiraciones creativas.

A modo de primer ejercicio te sugerimos que escribas tu biografía, no tu autobiografía; escribe sobre ti en tercera persona, usando el «él» o el «ella», no el «yo». Cuenta la historia de tu vida, comenzando por tus primeros años (o antes, lo que sabes de la historia de tu familia) hasta el momento presente, como si estuvieras hablando de otra persona. También podría ser conveniente que dedicaras una página de tu diario a cada decenio, dejando espacio para añadir ideas y observaciones al respecto a medida que las recuerdas. No te preocupes de la «corrección» literaria; lo importante es que veas tu vida en su conjunto y totalidad, como si la contara otra persona.

¿Cuáles han sido los momentos decisivos de tu vida, tus traumas y triunfos, esos momentos en que comprendiste que, para bien o para mal, tu vida no volvería a ser la misma? ¿Cuáles han sido las personas más importantes de tu vida, las que han actuado de «testigos» de tus esfuerzos y de tu crecimiento, aquellas que te han herido y aquellas que han sido tus mentores y amigas comprensivas? Pon el máximo posible de detalles.

Vuelve a tu biografía siempre que desees añadir algo mientras lees este libro y adquieres más conocimiento sobre ti mismo. Tu historia se irá enriqueciendo y adquirirá más sentido a medida que te comprendas con más profundidad.

CAPÍTULO I
IDENTIFICACIÓN DEL TIPO DE PERSONALIDAD

Las grandes metáforas de todas las tradiciones espirituales (gracia, liberación, renacimiento, despertar de la ilusión) testimonian que puedo trascender el condicionamiento de mi pasado para hacer algo nuevo. - SAN KEEN

No llores; no te indignes. Comprende. - SPINOZA

EL ENEAGRAMA es una figura geométrica que representa los nueve tipos de personalidad fundamentales de la naturaleza humana y sus complejas interrelaciones. Es una descripción de la psicología moderna basada en la sabiduría espiritual de muchas tradiciones antiguas diferentes. La palabra enea-grama, del griego ennea, «nueve», y grammos, «figura», significa «figura de nueve puntas».

El eneagrama moderno de los tipos de personalidad es una síntesis de muchas y diferentes tradiciones espirituales y religiosas. En gran parte es una condensación de la sabiduría universal, la filosofía perenne acumulada durante miles de años por cristianos, budistas, musulmanes (especialmente los sufíes) y judíos (en la Cábala). La esencia del eneagrama es el conocimiento universal de que todos los seres humanos somos presencias espirituales encarnadas en el mundo material y que misteriosamente compartimos la misma vida y el mismo espíritu del Creador. Bajo las diferencias y apariencias superficiales, detrás de las cortinas de la ilusión, la luz de la Divinidad brilla en cada persona. Sin embargo, diversas fuerzas oscurecen la luz y cada tradición espiritual tiene mitos y doctrinas para explicar las causas de que la humanidad haya perdido su conexión con lo divino.

Uno de los grandes valores del eneagrama es que se mantiene al margen de todas las diferencias doctrinales. Ha servido a personas de prácticamente todos los principales credos religiosos para redescubrir su unidad fundamental como seres espirituales. El eneagrama tiene, por lo tanto, un inmenso valor en el mundo actual, para enseñar a blancos y negros, hombres y mujeres, católicos y protestantes, árabes y judíos, heterosexuales y homosexuales, ricos y pobres, que si buscan más allá de las diferencias superficiales que los separan encontrarán un plano totalmente nuevo de humanidad común. Con la ayuda del eneagrama, vamos a descubrir que los tipos de personalidad Seis son como todos los demás Seis, y comparten los mismos valores con los demás de su tipo. Los negros tipo Uno son más parecidos a los blancos tipo Uno de lo que se podría imaginar, etcétera. Surge entonces un nuevo grado de comunidad y de compasión que hace desaparecer la ignorancia y el miedo. Pero el eneagrama no es una religión; no se inmiscuye en la orientación religiosa de la persona; no pretende ser un camino espiritual completo. Sin embargo, se ocupa del único elemento que es fundamental a todos los caminos espirituales: el conocimiento de uno mismo. Sin conocernos a nosotros mismos no llegaremos muy lejos en nuestro viaje espiritual ni seremos capaces de mantener ningún tipo de progreso que hayamos hecho. Uno de los grandes peligros del trabajo de transformación es que el ego intenta pasar por alto el trabajo psicológico profundo saltando demasiado pronto a lo trascendente. Esto se debe a que el ego siempre se cree que está mucho más «avanzado» de lo que está en realidad. ¿Cuántos novicios en su primer año de noviciado se han convencido de que están casi listos para la santidad? ¿Cuántos alumnos de meditación han tenido la seguridad de que alcanzaron la iluminación en un tiempo récord?

El verdadero conocimiento de uno mismo es un guardián valiosísimo contra ese engaño. El eneagrama nos lleva lejos (y hace posible el verdadero progreso) porque comienza el trabajo a partir de donde estamos realmente. Así como revela las alturas espirituales a las que somos capaces de llegar, también arroja luz, con claridad y sin juicios, sobre los aspectos de nuestra vida que están oscuros y permanecen aún sin liberar. Si queremos vivir como seres espirituales en el mundo material, tenemos que explorar más esos aspectos.

Los tres elementos básicos necesarios para el trabajo de transformación son la presencia (presencia mental, percepción consciente), la práctica de la autoobservación (adquirida del conocimiento de uno mismo) y la comprensión de lo que se experimenta (interpretación correcta proporcionada por un contexto mayor como una comunidad o sistema espiritual). El Ser aporta el primero, tú aportas el segundo y el eneagrama aporta el tercero. Cuando se unen estos tres elementos pueden ocurrir cosas con rapidez.

PRESENTACIÓN DE LOS NUEVE TIPOS

¿Qué ganamos con navegar hasta la Luna si no somos capaces de cruzar el abismo que nos separa de nosotros mismos? - THOMAS MERTON

Si los hombres se conocieran, Dios los sanarla y los perdonaría. - PASCAL

El trabajo con el eneagrama comienza cuando uno identifica su tipo y empieza a comprender sus características dominantes.

Por ahora, lee los nombres de los nueve tipos y las breves explicaciones para ver cuáles, dos o tres, te parecen más típicos de ti. Ten presente que las características enumeradas aquí sólo son unos cuantos aspectos destacables y no representan el espectro completo de cada tipo de personalidad.

Tipo Uno: El reformador. El tipo idealista de sólidos principios. Las personas tipo Uno son éticas y concienzudas, poseen un fuerte sentido del bien y el mal. Son profesores y cruzados, se esfuerzan siempre por mejorar las cosas, pero temen cometer errores. Bien organizados, ordenados y meticulosos, tratan de mantener valores elevados, pero pueden resultar críticos y perfeccionistas. Normalmente tienen problemas de rabia e impaciencia reprimidas. En su mejor aspecto, el Uno sano es sabio, perceptivo, realista y noble, a la vez que moralmente heroico.

Tipo Dos: El ayudador. El tipo preocupado, orientado a los demás. Los Dos son comprensivos, sinceros y bondadosos; son amistosos, generosos y abnegados, pero también pueden ser sentimentales, aduladores y obsequiosos. Desean intimar con los demás y suelen hacer cosas por ellos para sentirse necesitados. Por lo general tienen problemas para cuidar de sí mismos y reconocer sus propias necesidades. En su mejor aspecto, el Dos sano es generoso, altruista y siente un amor incondicional por sí mismo y por los demás.

Tipo Tres: El triunfador. El tipo adaptable y orientado al éxito. Las personas tipo Tres son seguras de sí mismas, atractivas y encantadoras. Ambiciosas, competentes y enérgicas, también pueden ser muy conscientes de su posición y estar muy motivadas por el progreso personal. Suelen preocuparse por su imagen y por lo que los demás piensan de ellas. Normalmente tienen problemas de adicción al trabajo y de competitividad. En su mejor aspecto, el Tres sano se acepta a sí mismo, es auténtico, es todo lo que aparenta ser, un modelo que inspira a otras personas.

Tipo Cuatro: El individualista. El tipo romántico e introspectivo. Los tipos Cuatro son conscientes de sí mismos, sensibles, reservados y callados. Son demostrativos, sinceros y personales emocionalmente, pero también pueden ser caprichosos y tímidos. Se ocultan de los demás porque se sienten vulnerables o defectuosos, pero también pueden sentirse desdeñosos y ajenos a las formas normales de vivir. Normalmente tienen problemas de autocomplacencia y autocompasión. En su mejor aspecto, los tipos Cuatro sanos son inspirados y muy creativos, capaces de renovarse y transformar sus experiencias.

Tipo Cinco: El investigador. El tipo vehemente y cerebral. Los Cinco son despabilados, perspicaces y curiosos. Son capaces de concentrarse y enfocar la atención en desarrollar ideas y habilidades complejas. Independientes e innovadores, es posible que se obsesionen con sus pensamientos y elaboraciones imaginarias. Se desligan de las cosas, pero son muy nerviosos y vehementes. Por lo general tienen problemas de aislamiento, excentricidad y nihilismo. En su mejor aspecto, el Cinco sano es pionero visionario, suele estar en la vanguardia y es capaz de ver el mundo de un modo totalmente nuevo.

Tipo Seis: El leal. El tipo comprometido, orientado a la seguridad. Las personas tipo Seis son dignas de confianza, trabajadoras y responsables, pero también pueden adoptar una actitud defensiva, ser evasivas y muy nerviosas; trabajan hasta estresarse al mismo tiempo que se quejan de ello. Suelen ser cautelosas e indecisas, aunque también reactivas, desafiantes y rebeldes. Normalmente tienen problemas de inseguridad y desconfianza. En su mejor aspecto, los Seis sanos son estables interiormente, seguros de sí mismos, independientes, y apoyan con valentía a los débiles e incapaces.

Tipo Siete: El entusiasta. El tipo productivo y ajetreado. Los Siete son versátiles, optimistas y espontáneos; juguetones, animosos y prácticos, también podrían abarcar demasiado, ser desorganizados e indisciplinados. Constantemente buscan experiencias nuevas y estimulantes, pero la actividad continuada los aturde y agota. Por lo general tienen problemas de superficialidad e impulsividad. En su mejor aspecto, los Siete sanos centran sus dotes en objetivos dignos, son alegres, muy capacitados y muy agradecidos.

Tipo Ocho: El desafiador. El tipo poderoso y dominante. Las personas tipo Ocho son seguras de sí mismas, fuertes y capaces de imponerse. Protectoras, ingeniosas y decididas, también resultan orgullosas y dominantes; piensan que deben estar al mando de su entorno y suelen volverse retadoras e intimidadoras. Normalmente tienen problemas para intimar con los demás. En su mejor aspecto, los Ocho sanos se controlan, usan su fuerza para mejorar la vida de otras personas, volviéndose heroicos, magnánimos y a veces históricamente grandiosos.

Tipo Nueve: El pacificador. El tipo acomodadizo, humilde. Los tipos Nueve son conformistas, confiados y estables. Son afables, bondadosos, se acomodan con facilidad y ofrecen su apoyo, pero también pueden estar demasiado dispuestos a transigir con los demás para mantener la paz. Desean que todo vaya sobre ruedas, sin conflictos, pero tienden a ser complacientes y a minimizar cualquier cosa inquietante. Normalmente tienen problemas de pasividad y tozudez. En su mejor aspecto, los Nueve sanos son indómitos y abarcadores; son capaces de unir a las personas y solucionar conflictos.

LOS CUESTIONARIOS

El primer cuestionario, que viene a continuación, es el TRIE Riso-Hudson, el Test Rápido de Identificación en el Eneagrama.[1] Este test te servirá para limitar los tipos de personalidad con los que te identificas en menos de cinco minutos con alrededor de un 70 por ciento de certeza. Por lo menos podrás identificar las dos o tres principales posibilidades respecto a tu tipo. El segundo cuestionario, concreto para cada tipo y que encontrarás al comienzo del capítulo pertinente, es el ITA Riso-Hudson, Identificador de Tipo según Actitudes,[2] y consta de un conjunto de quince afirmaciones muy características del tipo de personalidad que se está considerando. Si te interesa, en la página de Internet www.EnneagramInstitute.com hay otro test que puedes hacer. Este test, el RHETI, o Riso-Hudson Enneagram Type Indicator, versión 2.5 [Indicador de tipo en el Eneagrama de Riso-Hudson] consiste en elegir entre 144 afirmaciones emparejadas y tiene una precisión de alrededor del 80 por ciento. Además de indicar el tipo principal, realiza un perfil que indica la influencia relativa de cada uno de los nueve tipos en tu personalidad; este test suele hacerse en unos 45 minutos.

Si el eneagrama es algo nuevo para ti, haz el cuestionario TRIE y luego el ITA para ver si coinciden. Por ejemplo, el TRIE podría indicar que eres tipo Seis; entonces pasas de inmediato a las 15 afirmaciones del ITA para el tipo Seis (en capítulo 12) para comprobar si obtienes una puntuación elevada también en esas afirmaciones. Si es así, probablemente vas bien encaminado.

Sin embargo, te instamos a que continúes receptivo y leas todo el capítulo del tipo Seis (por continuar el ejemplo) hasta que encajen más piezas. Si la descripción y los ejercicios tienen un fuerte efecto en ti, entonces es casi seguro que eres un Seis.

Vamos a moderar ligeramente estas expectativas, porque siempre es posible equivocarse en el autodiagnóstico, así como, lamentablemente, es fácil que se equivoque un «especialista en eneagrama» al hacernos el diagnóstico. Por lo tanto, tómate tu tiempo para identificar tu tipo. Lee detenidamente el libro y, más importante aún, vive un tiempo con la información y coméntala con personas que te conozcan bien. No olvides que el autodescubrimiento es un proceso, y que este proceso no termina con la identificación del tipo de personalidad al que perteneces, más bien ese es sólo el comienzo.

Cuando descubras tu tipo lo sabrás. Es probable que sientas oleadas de alivio y vergüenza, de euforia y disgusto. De pronto verás con claridad cosas que siempre has sabido inconscientemente sobre ti y surgirán pautas de vida. Cuando te ocurra esto puedes estar seguro de que has identificado correctamente tu tipo de personalidad.

TRIE Riso-Hudson
Test Rápido de Identificación en el Eneagrama

INSTRUCCIONES:

Para obtener del TRIE un resultado correcto, es importante que leas y sigas estas sencillas instrucciones.
- En cada uno de los dos grupos siguientes, elige el párrafo que refleje mejor tus actitudes y tu comportamiento generales, según tu forma de ser la mayor parte de tu vida.
- No es necesario que estés totalmente de acuerdo con cada palabra o afirmación del párrafo que elijas. Basta con que estés de acuerdo en un 80 o 90 por ciento con lo que dice el párrafo para elegirlo antes que los otros dos del grupo. Pero sí deberás identificarte con el tono general, con la ideología o «filosofía» global de ese párrafo. Probablemente no estarás de acuerdo con alguna parte de cada uno de los párrafos. No rechaces un párrafo debido a una sola palabra o frase. Mira el cuadro general.
- No analices demasiado para elegir. Elige el párrafo que tu «instinto visceral» te dice que es el que te corresponde, aunque no estés de acuerdo con todo. La idea general y el sentimiento del párrafo en su conjunto es más importante que sus elementos individuales. Guíate por tu intuición.
- Si no logras decidir con qué párrafo te identificas más en uno de los grupos, puedes elegir dos, pero sólo en un grupo, por ejemplo, C en el grupo 1 y X e Y en el grupo 2.
- Escribe la letra elegida en el casillero correspondiente.

GRUPO I

A. Tiendo a ser bastante independiente y confiado: pienso que la vida va mejor cuando la esperas de frente. Me fijo objetivos, me comprometo y deseo que ocurran las cosas. No me gusta quedarme sentado, prefiero realizar algo grande y dejar mi huella. No busco necesariamente confrontaciones, pero no me dejo llevar ni empujar tampoco. La mayor parte del tiempo sé lo que quiero y voy a por ello. Tiendo a trabajar mucho y a disfrutar mucho.

B. Tiendo a estar callado, y estoy acostumbrado a estar solo. Normalmente no atraigo mucho la atención en el aspecto social, y por lo general procuro no imponerme por la fuerza. No me siento cómodo destacando sobre los demás ni siendo competitivo. Probablemente muchos dirían que tengo algo de soñador, pues disfruto con mi imaginación. Puedo estar bástame a gusto sin pensar que tengo que ser activo todo el tiempo.

C. Tiendo a ser muy responsable y entregado. Me siento fatal si no cumplo mis compromisos o no hago lo que se espera de mí. Deseo que los demás sepan que estoy por ellos y que haré todo lo que crea que es mejor por ellos. Con frecuencia hago grandes sacrificios personales por el bien de otros, lo sepan o no lo sepan. No suelo cuidar bien de mí mismo; hago el trabajo que hay que hacer y me relajo (y hago lo que realmente deseo) si me queda tiempo.

GRUPO II

X. Soy una persona que normalmente mantiene una actitud positiva y piensa que las cosas se van a resolver para mejor. Sudo entusiasmarme por las cosas y no me cuesta encontrar en qué ocuparme. Me gusta estar con gente y ayudar a otros a ser felices; me agrada compartir con ellos mi bienestar. (No siempre me siento fabulosamente bien, pero trato de que nadie se dé cuenta.) Sin embargo, mantener esta actitud positiva ha significado a veces dejar pasar demasiado tiempo sin ocuparme de mis problemas.

Y. Soy una persona que tiene fuertes sentimientos respecto a las cosas, la mayoría de la gente lo nota cuando me siento desgraciado por algo. Sé ser-reservado con los demás, pero soy más sensible de lo que dejo ver. Deseo saber a qué atenerme con los demás y con quiénes y con qué puedo contar; la mayoría de las personas tienen muy claro a qué atenerse conmigo. Cuando estoy alterado por algo deseo que los demás reaccionen y se emocionen tamo como yo. Conozco las reglas, pero no quiero que me digan lo que he de hacer. Quiero decidir por mí mismo.

Z. Tiendo a controlarme y a ser lógico, me desagrada hacer frente a los sentimientos. Soy eficiente, incluso perfeccionista, y prefiero trabajar solo. Cuando hay problemas o conflictos personales trato de no meter mis sentimientos por medio. Algunos dicen que soy demasiado frío y objetivo, pero no quiero que mis reacciones emocionales me distraigan de lo que realmente me importa. Por lo general, no muestro mis emociones cuando otras personas «me fastidian».

Si odias a una persona, odias algo de ella que forma parte de ti. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta. - HERMÁN HESSE

COSAS A TENER PRESENTES ACERCA DEL TIPO

- Si bien en todo el mundo se da una cierta combinación de tipos en su personalidad global, una pauta o estilo particular es nuestra «base» y volvemos a ella una y otra vez. Nuestro tipo básico continúa siendo el mismo durante toda la vida. Aunque la persona cambia y se desarrolla de numerosas formas, no cambia de un tipo básico de personalidad a otro.
- Las descripciones de los tipos de personalidad son universales y valen tanto para hombres como para mujeres. Como es lógico, los hombres y las mujeres expresan de modo algo diferente las mismas actitudes, características y tendencias, pero los temas básicos del tipo continúan siendo los mismos.
- No todos los detalles de la descripción del tipo básico son aplicables siempre. Esto se debe a que constantemente oscilamos entre las características sanas, las que representan un término medio y las insanas que conforman nuestro tipo de personalidad, como veremos al tratar los niveles de desarrollo (capítulo 6). También veremos que una mayor o menor madurez o un mayor o menor estrés tienen una influencia importante en la forma de expresar nuestro tipo. Ź Aunque a cada tipo le hemos dado un nombre descriptivo (Reformador, Ayudador, etc.), en la práctica preferimos usar su número. Los números son valores neutros, nos ofrecen un modo objetivo y corto de referirnos a los tipos. Además, la categoría numérica de los tipos no es importante: ser de un tipo con un número mayor no es mejor que ser de un tipo con un número menor (por ejemplo, no es mejor ser un Nueve que un Uno).
- Ninguno de los tipos de personalidad es mejor ni peor que cualquier otro; cada tipo tiene sus ventajas y desventajas, sus fuerzas y debilidades únicas. Es posible, sin embargo, que algunos tipos sean más valorados en una cultura o un grupo determinados. A medida que vayas sabiendo más acerca de todos los tipos verás que así como cada uno tiene sus capacidades únicas, cada uno tiene también diferentes limitaciones.
- Sea cual sea el tipo al que pertenezcas, hasta cierto punto tienes en ti los nueve tipos. Explorarlos todos y verlos todos actuando en uno es ver el espectro completo de la naturaleza humana. Este conocimiento te dará mucha más comprensión y compasión por los demás, porque reconocerás en ti muchos aspectos de sus hábitos y reacciones particulares. Es mucho más difícil condenar la agresividad de los Ocho o la disfrazada desvalidez de los Dos, por ejemplo, si reconocemos la agresividad y la desvalidez en nosotros mismos. Si exploras los nueve tipos en ti, verás lo interdependientes que son, tal como los representa el símbolo del eneagrama.

IDENTIFICACIÓN DEL TIPO DE OTRAS PERSONAS

Aquel que conoce a los demás es docto; aquel que se conoce a sí mismo es sabio. - LAO TSE

Estamos convencidos de que siempre es más problemático usar el eneagrama para identificar el tipo de otras personas que el nuestro propio. Toda persona tiene puntos ciegos y son tantas las variaciones posibles entre los tipos que es inevitable que sencillamente no las conozcamos todas. Dados nuestros prejuicios personales es también muy probable que tengamos una franca aversión a algunos tipos. Ten presente que la finalidad principal del eneagrama es el descubrimiento y la comprensión de uno mismo.

Además, conocer nuestro tipo o el de otra persona puede aportarnos muchas percepciones valiosas, pero de ninguna manera nos dice todo acerca de la persona, como no nos lo dice saber su raza o su nacionalidad. El tipo no nos dice nada acerca de la historia, la inteligencia, el talento, la honradez, la integridad o el carácter de la persona ni sobre muchos otros factores. Por otro lado, sí nos dice muchísimo sobre cómo vemos el mundo, los tipos de elecciones que tendemos a hacer, los valores que tenemos, lo que nos motiva, nuestra forma de reaccionar ante otras personas y ante el estrés, y muchas otras cosas importantes. A medida que nos familiarizamos con las formas de personalidad reveladas por este sistema nos es más fácil valorar las perspectivas que difieren de las nuestras.

LA FINALIDAD MÁS PROFUNDA DEL ENEAGRAMA

Identificarse con uno de los nueve tipos de personalidad podría ser algo revolucionario. Es posible que por primera vez en la vida veamos la pauta y el motivo fundamental global de la forma como hemos vivido y nos hemos comportado. Sin embargo, llega un momento en el que «el conocimiento de nuestro tipo» se incorpora a la imagen que tenemos de nosotros mismos, lo cual en realidad podría comenzar a interferir en nuestro crecimiento.

En efecto, algunos alumnos del eneagrama se encariñan con su tipo de personalidad: «Pues claro que soy un paranoico; al fin y al cabo soy un Seis», o «Ya sabes cómo somos los Siete, no podemos quedarnos quietos». Justificar un comportamiento discutible o adoptar una identidad más rígida son malas formas de emplear el eneagrama.

Al ayudarnos a ver lo atrapados que estamos en nuestros trances y lo alejados que estamos de nuestra naturaleza esencial, el eneagrama nos invita a profundizar en el misterio de nuestra verdadera identidad. Su finalidad es iniciar un proceso de exploración que nos lleve a una verdad más profunda acerca de nosotros mismos y de nuestro lugar en el mundo. Pero si lo usamos simplemente para mejorar nuestra propia imagen detendremos el proceso de desvelar (o recuperar, en realidad) nuestra verdadera naturaleza. Si bien conocer nuestro tipo nos da información importante, esa información es sólo un punto de partida para un viaje mucho mas grandioso. En resumen, saber a qué tipo pertenecemos no es el destino final.

El objetivo de este trabajo es poner fin a las reacciones automáticas de la personalidad llevándolas al terreno de lo consciente. Sólo despertaremos si aportamos percepción y claridad al mecanismo de la personalidad, eso es lo que nos ha motivado a escribir este libro. Cuanto más percibamos las respuestas mecánicas de nuestra personalidad menos nos identificaremos con ellas y más libertad tendremos. De eso trata el eneagrama.

CAPÍTULO 2
RAÍCES ANTIGUAS, PERCEPCIONES MODERNAS

Entérate de lo que eres, y sé lo que eres. - PINDARO

Coge el entendimiento de Oriente y el conocimiento de Occidente y después busca. - GURDJIEFF

Acuérdate de ti siempre y en todas partes. - GURDJIEFF

El actual eneagrama de los tipos de personalidad no procede de una sola fuente. Es un híbrido, una amalgama moderna proveniente de varias tradiciones de sabiduría antigua combinadas con la psicología moderna. Diversos autores han especulado sobre sus orígenes, y sus entusiastas han elaborado una buena cantidad de folclore sobre su historia y desarrollo, pero, por desgracia, gran parte de la información que se transmite es errónea. Muchos autores antiguos atribuían todo el sistema a los maestros sufíes, lo cual ahora sabemos que no es así.

Para comprender la historia del eneagrama es necesario distinguir entre su símbolo y los nueve tipos de personalidad. Es cierro que el símbolo del eneagrama es antiguo, tiene unos 2.500 años de antigüedad o más. De igual modo, las ideas que finalmente llevaron al desarrollo de la psicología de los nueve tipos se remonta por lo menos al siglo IV y tal vez a antes. Sin embargo, sólo ha sido en las últimas décadas cuando se han unido estas dos fuentes. El origen exacto del símbolo del eneagrama se ha perdido para la historia; no sabemos de dónde procede, así como no sabemos quién inventó la rueda ni quién inventó la escritura. Se dice que se originó en Babilonia alrededor del año 2500 a. de C., pero hay pocas pruebas fehacientes de que sea así. Muchas de las ideas abstractas relacionadas con el eneagrama, por no decir su derivación de la geometría y las matemáticas, sugieren que podría tener raíces en el pensamiento griego clásico. Las teorías que subyacen al diagrama se pueden encontrar en las ideas de Pitágoras, Platón y algunos filósofos neoplatónicos. En todo caso, está claro que forma parte de la tradición occidental que dio origen al judaísmo, el cristianismo y el islam, así como a las filosofías hermética y gnóstica, aspectos de las cuales se encuentran en estas tres grandes religiones proféticas.

En todo caso, de lo que no cabe duda es que el responsable de introducir el símbolo del eneagrama en el mundo moderno fue George Ivanovich Gurdjieff. Gurdjieff era armenio griego nacido alrededor de 1875; de joven se interesó por el conocimiento esotérico y se convenció de que los antiguos habían desarrollado una ciencia completa para transformar la psique humana y que ese conocimiento se había perdido después. Junto con un grupo de amigos que compartían su deseo de recuperar esa ciencia perdida de transformación humana dedicó la primera parte de su vida a investigar todo tipo de sabiduría antigua que lograba encontrar. Estos amigos formaron un grupo llamado Buscadores de la Verdad (SAT: Seekers After Truth) y decidieron explorar las diferentes enseñanzas y sistemas de pensamiento cada uno por separado y reunirse periódicamente para comunicarse lo aprendido. Viajaron mucho, visitaron Egipto, Afganistán, Grecia, Persia, India y Tíbet, pasaron periodos en monasterios y santuarios remotos y aprendieron todo lo que pudieron acerca de las tradiciones de sabiduría antiguas.

En algún lugar durante sus viajes, posiblemente en Afganistán o Turquía, Gurdjieff encontró el símbolo del eneagrama. Después desarrolló su síntesis de lo que él y los demás miembros del grupo habían descubierto. Acabó sus muchos años de investigación justo antes de la Primera Guerra Mundial y comenzó a enseñar en San Petersburgo y Moscú, atrayendo de inmediato un público entusiasta.

Gurdjieff enseñaba un compendio vasto y complejo de psicología, espiritualidad y cosmología cuyo objetivo era ayudar a los alumnos a comprender su lugar en el Universo y su finalidad en la vida. Gurdjieff también enseñaba que el eneagrama era el símbolo principal y más importante de su filosofía. Afirmaba que una persona no comprende algo por completo mientras no lo entiende desde el punto de vista del eneagrama, es decir, mientras no sabe colocar correctamente los elementos de un proceso en los puntos correctos del eneagrama, para ver así las partes interdependientes del todo que se sostienen unas a otras. Así pues, el eneagrama que enseñaba Gurdjieff era ame todo un modelo de procesos naturales, no una tipología psicológica.

Gurdjieff explicaba que el símbolo del eneagrama tiene tres partes que representan tres leyes divinas que rigen toda la existencia. La primera de estas partes es el círculo, mándala universal usado casi en todas las culturas. El círculo representa la unidad, la totalidad y la unicidad, y simboliza la idea de que Dios es uno, la característica distintiva de las principales religiones occidentales: el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Dentro del círculo encontramos el siguiente símbolo, el triángulo. En la tradición cristiana, representa la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. De modo similar, la cábala, enseñanza esotérica del judaísmo, afirma que Dios se manifiesta inicialmente en el Universo en forma de tres emanaciones o «esferas», las sefirot (Kéter, Bina y Jojmá), que aparecen en el principal símbolo de la cábala, el Árbol de la Vida. En otras religiones también vemos reflejos de esta idea trinitaria: los budistas hablan de Buda, Dharma y Sangha; los hindúes, de Visnú, Brahma y Siva, y los racistas hablan del Cielo, la Tierra y el Hombre.

Es notable cómo casi todas las principales religiones del mundo enseñan que el Universo es una manifestación no de dualidad, como enseña la lógica occidental, sino de trinidad. Nuestra manera habitual de mirar la realidad se basa en pares de opuestos, por ejemplo bueno y malo, blanco y negro, masculino y femenino, introvertido y extrovertido, etcétera. Las tradiciones antiguas, no obstante, no ven hombre y mujer sino hombre, mujer e hijo/a; las cosas no son blancas o negras sino blancas, negras y grises.

A este fenómeno Gurdjieff lo llamó la «Ley de Tres»; según esta ley todo lo que existe es resultado de la interacción de tres fuerzas (las que sean, en una situación o dimensión dada). Incluso parece que los descubrimientos de la física moderna apoyan esta idea de la Ley de Tres; en la escala subatómica, los átomos están formados por protones, electrones y neutrones, y en lugar de haber cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza, como se creía antes, la física ha descubierto que en realidad sólo hay tres: la fuerza fuerte, la fuerza débil y el electromagnetismo.

La tercera parte de este símbolo triple es la hexada (la figura cuyo trazo sigue los números 14-2-8-5-7). Esta figura simboliza lo que Gurdjieff llamó la «Ley de Siete», que tiene que ver con el proceso y el desarrollo en el tiempo; afirma que nada es estático, todo se mueve y se convierte en otra cosa. Incluso las piedras y las estrellas se transforman finalmente. Todo cambia, se re-cicla, evoluciona o se transfiere, aunque de modos legítimos y previsibles según su naturaleza y las fuerzas que actúan sobre ello. Los días de la semana, la tabla periódica y la octava de la música occidental se basan en la Ley de Siete.

Uniendo estos tres elementos (círculo, triángulo y hexada) obtenemos el eneagrama. Es un símbolo que representa la integridad de una cosa (el círculo), cómo su identidad resulta de la interacción de tres fuerzas (el triángulo) y cómo evoluciona o cambia con el tiempo (la hexada).

Gurdjieff enseñaba el eneagrama mediante una serie de bailes sagrados, explicaba que debía considerarse un símbolo vivo, dinámico, móvil, no estático. Sin embargo, en ninguno de los escritos publicados de Gurdjieff ni de sus discípulos habla del eneagrama de los tipos de personalidad. Los orígenes de ese eneagrama son más recientes y se basan principalmente en dos fuentes modernas.

La primera es Óscar Ichazo. Igual que Gurdjieff, ya desde muy joven a Ichazo le fascinó el descubrimiento de conocimientos perdidos. En su infancia aprovechó su extraordinaria inteligencia para asimilar

textos filosóficos y metafísicos de la vasta biblioteca de su tío. Muy joven viajó desde su casa, en Bolivia, a Buenos Aires y después a otras partes del mundo en busca de sabiduría antigua. Después de viajar por Oriente Medio y otras regiones, regresó a Sudamérica y comenzó a destilar lo que había aprendido.

Ichazo investigó y sintetizó los numerosos elementos del eneagrama hasta que, a comienzos de los años cincuenta, descubrió la conexión entre el símbolo y los tipos de personalidad. Los nueve tipos que relacionó con el símbolo del eneagrama proceden de una tradición antigua, la de recordar los nueve atributos divinos como se reflejan en la naturaleza humana. Estas ideas comenzaron con los neoplatónicos, si no antes, y aparecieron en las Eneadas de Plotino en el siglo III. Entraron en la tradición cristiana como sus opuestos: la distorsión de los atributos divinos se convirtió en los siete pecados (o «pasiones») capitales, más otros dos (el miedo y la mentira o engaño).

Común al eneagrama y a los siete pecados capitales es la idea de que si bien los tenemos todos en nosotros, uno en particular aflora una y otra vez; esa es la causa de nuestro desequilibrio y de que quedemos atrapados en el ego. Ichazo exploró las ideas antiguas acerca de los nueve atributos divinos, desde Grecia a los padres del desierto del siglo IV, que fueron los primeros en desarrollar el concepto de los siete pecados capitales, y desde allí pasó a la literatura medieval, como en los Cuentos de Canterbury de Chaucer y el «Purgatorio» de Dante.

También exploró la antigua tradición judía de la cábala. Esta enseñanza mística se desarrolló en las comunidades judías de Francia y España entre los siglos XII y XIV de nuestra era, aunque tenía antecedentes en las tradiciones místicas judías antiguas, como también en el gnosticismo y el neoplatonismo. Un símbolo fundamental en la filosofía cabalística es el llamado Árbol de la Vida (Etz Hayim), que, a semejanza del eneagrama, contiene las ideas de unidad, trinidad y un proceso de desarrollo que entraña siete partes.

En un relámpago de genialidad, a mediados de los años cincuenta, Ichazo consiguió situar en la secuencia correcta todo este material sobre el símbolo del eneagrama. Sólo entonces se unieron las diferentes corrientes de transmisión para formar la plantilla básica del eneagrama tal como lo conocemos hoy.

En 1970, el famoso psiquiatra Claudio Naranjo, que estaba desarrollando un programa de terapia gestalt en el Instituto Esalen de Big Sur (California), y un buen número de otros pensadores del movimiento de potencial humano, viajaron a Arica (Chile) para estudiar con Ichazo, que dirigía un curso intensivo de 40 días diseñado para conducir a los alumnos a la auto-comprensión. Una de las primeras cosas en su programa era el eneagrama, junto con los nueve tipos o lo que él llamaba «fijaciones del ego».

De inmediato el eneagrama cautivó a un buen número de personas, en particular a Naranjo, que volvió a California y comenzó a enseñarlo junto con otros sistemas psicológicos que había estudiado. Naranjo se interesó en hacer la correspondencia entre los tipos del eneagrama y las categorías psiquiátricas que él conocía, y comenzó a ampliar los breves esquemas de Ichazo sobre los tipos. Un método para demostrar la validez del sistema fue reunir grupos de personas que se identificaban con un determinado tipo o cuyas categorías psiquiátricas se conocía y entrevistarlas para destacar las similitudes y adquirir más información. Por ejemplo, reunía a todas las personas de su grupo que tenían personalidad compulsiva-obsesiva para observar cómo correspondían sus reacciones con las descripciones del tipo de personalidad Uno, etcétera.

El método de Naranjo de usar grupos de personas para comprender los tipos no es un tradición oral antigua como se ha afirmado a veces; tampoco el eneagrama de la personalidad proviene de un cuerpo de conocimientos que han llegado hasta nosotros desde una fuente oral. El uso de paneles o grupos comenzó con Naranjo a principios de los años setenta, y es sólo una manera de enseñar e iluminar el eneagrama.

Naranjo empezó a enseñar una primera versión del sistema a grupos particulares de Berkeley (California) y a partir de allí su enseñanza se extendió rápidamente. El eneagrama lo enseñaban entusiastas en la zona de la Bahía de San Francisco así como en las casas de retiro de los jesuitas por toda Norteamérica, donde uno de nosotros. Don, entonces seminarista jesuita, aprendió la primera versión. A partir del trabajo fundamental de Ichazo y Naranjo, varios otros, entre ellos nosotros, los autores de este libro, hemos desarrollado el eneagrama y descubierto muchas facetas nuevas.

Nuestro trabajo ha consistido principalmente en desarrollar la base psicológica de los tipos, redondeando las primeras descripciones muy breves y demostrando cómo el eneagrama está relacionado con otros sistemas psicológicos y espirituales. Don siempre ha estado convencido de que mientras no estén completa y correctamente definidas las descripciones de los tipos el eneagrama será de poca utilidad real para nadie, y en realidad sería una fuente de mala información y mal orientados intentos de crecimiento.

En 1977 hubo un progreso importante, cuando descubrió los «niveles de desarrollo». Los niveles revelaron las gradaciones de crecimiento y deterioro por los que pasa la gente a lo largo de su vida; mostraron qué rasgos y motivaciones van con cada tipo y por qué. En un plano más profundo, indicaron nuestro grado de identificación con la personalidad y nuestra consecuente falta de libertad. También subrayó las motivaciones psíquicas de los tipos, de modo distinto a las descripciones impresionistas que predominaban cuando comenzó a trabajar. Desarrolló estas y otras ideas, tales como las correlaciones con otras tipologías psicológicas y presentó sus hallazgos en Personality Types (1987) y Understanding the Enneagram (1990).[3]

Russ se unió a Don en 1991, al principio para ayudarlo a elaborar un cuestionario para identificar el tipo, que finalmente se convirtió en el Riso-Hudson Enneagram Type Indicator (RHETI), y después colaboró en la revisión de Personality Types (1996). Russ ha aportado su comprensión y experiencia de las tradiciones y prácticas que subyacen a la teoría del eneagrama. Después desarrolló más las ideas presentadas por Don, descubriendo muchas de las estructuras más profundas de los tipos así como muchas de las implicaciones del sistema para el crecimiento personal. Desde 1991 los dos hemos dirigido talleres y seminarios por todo el mundo y muchas de las percepciones que presentamos en este libro provienen de nuestra experiencia de trabajar con nuestros alumnos. Tenemos el privilegio de trabajar con personas de todos los continentes habitados y de todas las religiones importantes. Continúa sorprendiéndonos e impresionándonos lo universal y lo práctico que es el eneagrama.

LAS NUEVE PASIONES

La idea de pecados capitales (también llamados «pasiones») se comprende mejor si no damos un sentido de maldad a la palabra pecado y la consideramos sólo como la tendencia a «errar el tiro» en cierto modo. Las pasiones representan las nueve maneras principales de descentrarnos y distorsionar nuestro modo de sentir, pensar y hacer.

1 - IRA
Esta pasión podría definirse mejor como resentimiento. La ira o rabia de suyo no es el problema, pero en los Uno está reprimida, lo cual los lleva a una continua frustración, a estar insatisfechos consigo mismos y con el mundo.

2 - SOBERBIA
La soberbia es la incapacidad o renuencia a reconocer los propios sufrimientos. Los Dos niegan muchas de sus necesidades mientras intentan «ayudar» a otros. Esta pasión podría definirse también como vanagloria, orgullo por la propia virtud.

3 - FALSEDAD
Entendida la falsedad como la creencia de que sólo somos el ego. Cuando lo creemos nos esforzamos en desarrollar el ego en lugar de desarrollar nuestra verdadera naturaleza. Esta pasión también se la denomina vanidad, el intento de hacer que el ego se sienta valioso sin recurrir a nuestra fuente espiritual.

4 - ENVIDIA
La envidia se fundamenta en la sensación de que nos falta algo esencial. La envidia lleva a los Cuatro a pensar que otros poseen cualidades de las que ellos carecen. Los Cuatro anhelan lo que les falta y no ven los muchos bienes que hay en sus vidas.

5 - AVARICIA
Los Cinco creen que carecen de recursos interiores y que una relación demasiado intensa con los demás los conducirá a un agotamiento catastrófico. Esta pasión los lleva a abstenerse del contacto con el mundo; así se aterran a sus recursos y reducen al mínimo sus necesidades.

6 - COBARDÍA
Esta pasión podría definirse más correctamente como ansiedad, porque la ansiedad nos lleva a temer cosas que no están ocurriendo. Los Seis viven en un estado constante de aprensión y se preocupan por posibles acontecimientos futuros.

7 - GULA
La gula alude al insaciable deseo de «llenarse» de experiencias. Los Siete intentan superar la sensación de vacío interior realizando numerosas ideas y actividades positivas y estimulantes, pero nunca sienten que tienen suficiente.

8 - LUJURIA
La lujuria no alude solamente al deseo sexual; los Ocho son «lujuriosos» en el sentido de que los impulsa una necesidad constante de vehemencia, dominio y expansión. La lujuria es causa de que los Ocho intenten acometerlo todo en la vida, para imponerse con voluntariedad.

9 - PEREZA
La pereza no significa simplemente holgazanería, puesto que los Nueve pueden ser muy activos y hábiles. Alude más bien al deseo de no dejarse afectar por la vida. Es una renuencia a levantarse con plena vitalidad para entregarse totalmente a la vida.

LA HISTORIA DEL CERRAJERO: CUENTO SUFÍ

Había una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisión oscura y profunda. Cuando llevaba allí algún tiempo, su mujer, que lo quería muchísimo, se presentó al rey y le suplicó que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada día. El rey consideró justa esa petición y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oración. El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella.

Pasado un tiempo, el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.

Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huida y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave.

Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar. Así se reunió con su mujer, sus ex guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron.

Esta historia tradicional sufí, de Idries Shah, podría simbolizar nuestro estudio del eneagrama: la cerradura es nuestra personalidad, la alfombra para orar es el eneagrama y la llave es el trabajo. Observa que aunque la esposa le lleva la alfombra, para obtener las herramientas el cerrajero tiene que crear algo útil para los guardias. No puede salir solo ni gratis. Además, durante todo el tiempo que oraba por la libertad el medio para su liberación estaba literalmente bajo sus narices, aunque él no veía el dibujo ni entendía su significado. Pero un día despertó, vio el dibujo y entonces tuvo los medios para escapar.

La lección de la historia es clara: cada uno de nosotros está prisionero. Sólo hemos de despenar para «leer» el dibujo de la cerradura que nos permitirá escapar.

CAPÍTULO 3
ESENCIA Y PERSONALIDAD

El verdadero yo es el espíritu, no esa figura física a la que podemos apuntar con el dedo. - CICERÓN

El desarrollo espiritual es un viaje largo y arduo, una aventura por tierras desconocidas llenas de sorpresas, alegría, belleza, dificultades e incluso peligros. - ROBERTO ASSAGIOLI

La verdad esencial que nos transmite el eneagrama es que somos mucho más que nuestra, personalidad. La personalidad no es más que las partes conocidas y condicionadas de una gama de capacidades mucho más amplia que todos poseemos. Más allá de las limitaciones de nuestra personalidad, cada uno existe como una vasta categoría, en gran parte no reconocida, de Ser o Presencia, lo que se llama nuestra Esencia. En lenguaje espiritual podríamos decir que dentro de cada persona hay una chispa individual de lo Divino, aunque hemos olvidado esta verdad fundamental porque estamos dormidos a nuestra verdadera naturaleza. No experimentamos nuestra naturaleza Divina, no experimentamos a los demás como manifestaciones de lo Divino. Más bien solemos volvernos duros, incluso cínicos, tratando a los demás como objetos de los que hay que defenderse o a los que hay que usar para nuestra gratificación.

La mayoría tenemos cierta idea de lo que es la personalidad, pero probablemente la idea de esencia nos es desconocida. Cuando hablamos de esencia nos referimos a su significado literal, lo que somos fundamentalmente, nuestro yo esencial, la base de Ser que hay en nosotros (espíritu es otra palabra apropiada).

También es importante distinguir entre esencia o espíritu y «alma». La base fundamental de nuestro ser es esencia o espíritu, pero toma una forma dinámica que llamamos «alma». Nuestra personalidad es un aspecto particular de nuestra alma. Nuestra alma está «hecha de» esencia o espíritu. Si el espíritu fuera agua, el alma sería un determinado lago o río, y la personalidad sería las olas sobre su superficie o trozos de hielo en el río.

Generalmente no experimentamos nuestra esencia ni sus muchos aspectos porque nuestra percepción está muy dominada por nuestra personalidad. Pero cuando aprendemos a percibir nuestra personalidad, esta se hace más transparente y entonces podemos experimentar más directamente nuestra esencia. Seguimos funcionando en el mundo, pero con una creciente comprensión de nuestra conexión con la divinidad. Comprendemos que formamos parte de una presencia divina que nos rodea y está en nuestro interior y que se despliega constante y milagrosamente.

El eneagrama puede servirnos para ver lo que nos impide recordar esta verdad profunda sobre quiénes somos realmente, la verdad de nuestra naturaleza espiritual. Lo hace ofreciéndonos percepciones profundas y concretas de nuestra naturaleza psíquica y espiritual. También nos ofrece orientación respecto al aspecto que es necesario trabajar, pero sólo mientras tengamos presente que no nos dice quiénes somos sino cómo hemos limitado a quienes somos. El eneagrama no nos encierra dentro de una caja, nos muestra la caja en que y a estamos, y la salida.

PSICOLOGÍA SAGRADA

El hombre desea ser feliz aun cuando viva de tal modo que haga imposible la felicidad. - SAN AGUSTÍN

[...] el proceso neurótico [...] es un problema del yo. Es un proceso de abandonar el verdadero yo por uno idealizado; de tratar de realizar ese yo falso en lugar del potencial humano que nos es dado. - KAREN HORNEY

La mayor felicidad es conocer la fuente de la infelicidad. - DOSTOIEVSKI

Una de las lecciones profundas del eneagrama es que la integración psíquica y la comprensión espiritual no son procesos separados. Sin espiritualidad la psicología no nos puede liberar ni conducir a las verdades más profundas acerca de nosotros mismos, y sin la psicología, la espiritualidad puede llevarnos a la grandiosidad, la ilusión engañosa y al intento de huir de la realidad. El eneagrama no es ni psicología árida ni misticismo enigmático, sino un instrumento de transformación que utiliza la claridad y la percepción interior de la psicología para acceder a una espiritualidad profunda y universal. Así, en sentido literal, el eneagrama es «el puente entre la psicología y la espiritualidad».

El núcleo de esta psicología sagrada es que nuestro tipo básico revela los mecanismos psíquicos por los cuales olvidamos nuestra verdadera naturaleza, nuestra esencia divina, nos revela el modo como nos abandonamos. La personalidad utiliza las capacidades del temperamento innato para desarrollar defensas y compensaciones para las heridas recibidas en la infancia. Para sobrevivir a las dificultades, sean cuales fueren, con que nos encontramos en esa fase de la vida, sin darnos cuenta nos especializamos en un repertorio limitado de estrategias, imágenes propias y comportamientos que nos permitieron salir adelante y sobrevivir en el entorno de esos primeros años. Cada uno, por lo tanto, se ha hecho «experto» en una determinada forma de arreglárselas que, si se usa en exceso, también se convierte en el núcleo del aspecto disfuncional de nuestra personalidad.

A medida que las defensas y estrategias de nuestra personalidad se van estructurando, nos desconectan de nuestra experiencia directa de nosotros mismos, de nuestra esencia. Entonces, la personalidad se convierte en la fuente de identidad, en lugar de ser el contacto con nuestro ser. Nuestro sentido de nosotros mismos se basa cada vez más en imágenes internas, recuerdos y comportamientos aprendidos y no en la expresión espontánea de nuestra naturaleza. Esta desconexión con nuestra esencia nos produce una profunda ansiedad, que se manifiesta en forma de una de las nueve pasiones.

Una vez instaladas, estas pasiones, que normalmente son inconscientes e invisibles para nosotros, comienzan a dirigir la personalidad.

Comprender nuestro tipo de personalidad y su dinámica, por lo tanto, es una forma potente de acceder al inconsciente, a nuestras heridas y mecanismos de compensación y, en último término, a nuestra curación y transformación. El eneagrama nos muestra los aspectos donde más nos «hace caer» la personalidad. Destaca aquello de lo que somos capaces a la vez que nos muestra lo innecesarios y contraproducentes que son nuestros comportamientos y nuestras reacciones. Por eso, cuando nos identificamos con nuestra personalidad nos acostumbramos a ser mucho menos de lo que realmente somos; es como si nos regalaran una mansión, exquisitamente amueblada y decorada y con hermosos y bien cuidados jardines, pero nos limitáramos a vivir encerrados en un cuarto pequeño y oscuro del sótano. La mayoría hemos olvidado que existe el resto de la mansión y que en realidad somos los propietarios.

Como han señalado los maestros espirituales a lo largo de los siglos, estamos dormidos a nosotros y a nuestras vidas. Pasamos la mayor parte del día obsesionados por ideas, ansiedades, preocupaciones e imágenes mentales. Rara vez estamos presentes en nosotros mismos y en nuestra experiencia inmediata. Pero cuando comenzamos a trabajar en nosotros mismos vemos que nuestra atención ha sido atrapada o «magnetizada» por las preocupaciones y características de nuestra personalidad, y que en realidad vamos sonámbulos por gran parte de la vida. Esta visión de las cosas es contraria al sentido común y suele ser insultante para la forma en que nos vemos, como seres independientes, conscientes y bajo control.

Al mismo tiempo, nuestra personalidad no es «mala»; es una parte importante de nuestro desarrollo y es necesaria para el refinamiento de nuestra naturaleza esencial. El problema es que nos quedamos atascados en la personalidad y no sabemos pasar a la fase siguiente. Esto no es consecuencia de ningún defecto inherente, es más bien un freno en nuestro desarrollo que se produce porque en los años de formación nadie sabía que algo más fuera posible. Tal vez nuestros padres y profesores hayan tenido ciertos atisbos de sus verdaderas naturalezas, pero, al igual que nosotros, no las reconocieron y mucho menos vivieron como expresiones de ellas.

Así pues, una de las percepciones más transformadoras que nos ofrece el eneagrama es la comprensión de que uno no es su personalidad. Comenzar a captar esto es experimentar una transformación del sentido de identidad. Cuando comenzamos a comprender que no somos nuestra personalidad, también empezamos a entender que somos seres espirituales que tienen una personalidad y que se manifiestan mediante esa personalidad. Cuando dejamos de identificarnos con nuestra personalidad y dejamos de defenderla, ocurre un milagro: surge espontáneamente nuestra naturaleza esencial y nos transforma.

LA PERSONALIDAD NO SE MARCHA

Siempre que un hombre despierta, despierta de la falsa suposición de que ha estado siempre despierto y es por lo tanto el dueño de sus pensamientos, sentimientos y actos. - HENRI TRACOL

La finalidad del eneagrama no es ayudarnos a librarnos de nuestra personalidad; aunque pudiéramos hacerlo no sería muy útil. Esto es tranquilizador para aquellas personas que temen que si abandonamos nuestra personalidad perderemos nuestra identidad o seremos menos capaces o eficaces.

Lo cierto es lo contrario, en realidad. Cuando conectamos con nuestra esencia, no perdemos la personalidad; esta se hace más transparente y flexible, algo que nos ayuda a vivir y no algo que se apodera de nuestra vida. Cuando estamos más presentes y somos más conscientes, cualidades de la esencia, surgen momentos de «fluir» y de «rendimiento máximo», mientras que las manifestaciones de la personalidad suelen ser causa de que pasemos cosas por alto, cometamos errores y creemos problemas de todo tipo. Por ejemplo, si estamos especialmente nerviosos por un viaje, es posible que pongamos en la maleta ropa que no conviene y olvidemos artículos importantes. Aprender a estar relajados y presentes en medio de las prisas y obligaciones cotidianas nos hará más fácil la vida.

Cuando nos identificamos menos con la personalidad esta se hace una parte más pequeña de la totalidad de lo que somos; sigue existiendo, pero hay más inteligencia activa, sensibilidad y una presencia subyacente que utiliza la personalidad a modo de vehículo, y no es conducida por ella. Cuando nos identificamos más con nuestra esencia, vemos que no perdemos nuestra identidad, en realidad la encontramos.

Sería un error, no obstante, sugerir que una experiencia de despertar, o unas cuantas, evitará que nos identifiquemos con nuestra personalidad. Si bien cada momento de autocomprensión nos transforma hasta cierto grado, normalmente se requieren muchas experiencias de estas para vivir y funcionar con percepción ampliada. Pero cuando se acumulan estas experiencias, poco a poco nuestra identidad se va abriendo para incluir más y más de nuestra naturaleza esencial. Se crea una capacidad para experiencias más profundas y el vehículo se expande para ser un portador más constante de lo divino. Nuestra luz interior se hace más brillante y se expande con mayor calidez por el mundo.

EL MIEDO BÁSICO Y EL DESEO BÁSICO

Justamente las cosas que deseamos evitar, descuidar y abandonar resultan ser la «materia prima» de la que procede el verdadero crecimiento. - ANDREW HARVEY

Todos los hombres deberían procurar aprender antes de morir, de qué huyen, hacia qué van y por qué. - JAMES THURBER

El mecanismo de la personalidad se pone en marcha mediante lo que llamamos el miedo básico de cada tipo. El miedo básico surge debido a la inevitable pérdida de contacto con nuestra naturaleza esencial durante la infancia. Esta pérdida ocurre por varios motivos. Como bebés recién nacidos, llegamos al mundo con necesidades naturales e innatas que deben satisfacerse para desarrollarnos como seres humanos maduros. Sin embargo, incluso en las mejores circunstancias, e inevitablemente, nuestros padres no pudieron satisfacer a la perfección todas nuestras necesidades del desarrollo. Por buenas que fueran sus intenciones, hubo momentos en que tuvieron dificultad para hacer frente a nuestras necesidades, sobre todo aquellas que no se habían satisfecho adecuadamente en ellos. Forma parte de la naturaleza del bebé expresar una amplia gama de emociones y estados de ser. Si esas cualidades están bloqueadas en los padres, éstos se sienten nerviosos e incómodos cada vez que surgen en el bebé, y esto produce ansiedad e infelicidad al pequeño.

Si, por ejemplo, un bebé expresa su alegría y placer por estar vivo, pero su madre está deprimida, probablemente ella no se sentirá cómoda con la alegría del bebé. En consecuencia, este aprenderá a reprimir su alegría para evitar que su madre se altere más; otro bebé de diferente temperamento tal vez llore o intente expresarse con más intensidad para obtener una reacción de la madre, pero sea cual sea la reacción del bebé, su alegría no se refleja. Es importante comprender que estas reacciones no ocurrieron porque nuestros padres fueran «malos», sino porque sólo podían reflejar las cualidades que no tenían bloqueadas. Esta gama limitada, y a veces disfuncional, de comportamientos y actitudes se imprime o graba en el alma receptiva del niño o de la niña como el telón de fondo psíquico que los acompañará en su vida y en todas sus relaciones futuras.

MENSAJES INCONSCIENTES RECIBIDOS EN LA INFANCIA

No conseguimos cambiar las cosas según nuestro deseo, pero poco a poco cambia nuestro deseo. - PROUST

Durante la infancia, todos recibimos muchos y diferentes mensajes inconscientes de nuestros padres y de otras figuras importantes. Esos mensajes tienen un efecto profundo en el desarrollo de nuestra identidad y en la medida en que nos permitimos ser totalmente nosotros mismos. A menos que nuestros padres fueran seres humanos muy desarrollados y conscientes, el brillo expansivo de nuestra alma se vio obligado a apagarse en grados variables.

Aunque algunos recibimos muchos de los mensajes siguientes, uno de ellos tiende a ser el principal de cada tipo. ¿Qué mensajes te afectan especialmente?

Tipo Uno: «No está bien cometer errores».
Tipo Dos: «No está bien tener necesidades».
Tipo Tres: «No está bien tener sentimientos de identidad».
Tipo Cuatro: «No está bien ser demasiado práctico ni demasiado feliz».
Tipo Cinco: «No está bien sentirse a gusto en el mundo».
Tipo Seis: «No está bien confiar en sí mismo».
Tipo Siete: «No está bien depender de alguien para nada».
Tipo Ocho: «No está bien ser vulnerable ni confiar en alguien». Tipo Nueve: «No está bien hacerse valer».

A consecuencia de necesidades infantiles no satisfechas y de los subsiguientes bloqueos, muy temprano comenzamos a sentir que nos faltan ciertos elementos esenciales. Naturalmente este sentimiento crea una profunda ansiedad. Es probable que nuestro temperamento innato determine la forma de reaccionar a esa ansiedad, pero sea cual sea nuestro tipo de personalidad posterior, llegamos a la conclusión de que hay algo fundamentalmente mal en nosotros. Aunque no sepamos expresarlo en palabras, sentimos el tirón de una ansiedad potente e inconsciente, nuestro miedo básico.

Cada tipo tiene su propio miedo básico característico, aunque los miedos básicos también son universales (desde una perspectiva más sutil, cada miedo básico es una reacción al miedo universal a la muerte y la aniquilación, y el miedo a la nada de nuestra personalidad). Reconocemos en nosotros los miedos básicos de los nueve tipos aunque el miedo básico de nuestro tipo motiva nuestro comportamiento mucho más que los otros.

LOS MIEDOS BÁSICOS DE LOS TIPOS

1 Miedo a ser malo, corrupto, perverso o imperfecto.
2 Miedo a ser indigno de amor.
3 Miedo a ser despreciable o a carecer de valor inherente.
4 Miedo a carecer de identidad o dé no ser importante.
5 Miedo a ser inútil, incapaz o incompetente.
6 Miedo a carecer de apoyo u orientación.
7 Miedo a ser desvalido o quedar atrapado en el dolor.
8 Miedo a ser dañado o controlado por otros.
9 Miedo a perder la conexión, a la fragmentación.

Para compensar el miedo básico surge un deseo básico. El deseo básico es el modo de defendernos del miedo básico para continuar funcionando. El deseo básico es lo que creemos que nos hará estar bien; es como si uno se dijera: «Si yo tuviera X (amor, seguridad, paz, etcétera), todo sería fabuloso». Al deseo básico también podríamos llamarlo programa del ego, porque nos dice qué es lo que el ego se afana por conseguir.

Los deseos básicos representan las necesidades humanas universales y legítimas, aunque cada tipo idealiza y se aterra a su deseo básico de tal manera que las otras necesidades humanas legítimas comienzan a sufrir. Es importante comprender, no obstante, que no hay nada malo en nuestro deseo básico; el problema es que tratamos de hacerlo realidad de modos equivocados que nos llevan por caminos que en último término son contraproducentes. Por ejemplo, el deseo básico de los Seis es encontrar seguridad; como veremos, es posible que busquen la seguridad hasta el extremo de estropearlo todo en su vida, incluida, irónicamente, su seguridad. De modo similar, cada tipo es capaz de ser autodestructivo al tratar, de manera equivocada y exagerada, de hacer realidad su deseo básico. Vivimos buscando lo mismo, usando las mismas estrategias aun cuando no nos dan los resultados que deseamos.

El deseo básico también bloquea inconscientemente nuestra naturaleza esencial, puesto que la personalidad no va a entregar el control mientras no crea que ha obtenido su deseo básico. Por ejemplo, un Seis no se permitirá relajarse ni estar presente mientras no piense que su mundo está del todo seguro. De modo similar, un Uno no querrá relajarse ni estar más presente mientras no esté todo perfecto en su mundo. Lógicamente, estas cosas no ocurrirán jamás.

Comprender el miedo y el deseo básicos nos da una percepción particular de la doctrina antigua y universal de que la naturaleza humana está impulsada por el miedo y el deseo. Así, podríamos decir que toda la estructura de nuestra personalidad está compuesta de nuestra huida del temor básico y nuestra tenaz persecución del deseo básico. De esta dinámica surge toda la gama de sentimientos de nuestra personalidad, que se convierte en los cimientos de nuestro sentido de identidad.

LOS DESEOS BÁSICOS Y SUS DISTORSIONES

1 Deseo de integridad (degenera en perfeccionismo crítico).
2 Deseo de ser amado (degenera en necesidad de ser necesitado).
3 Deseo de ser valioso (degenera en afán de éxito).
4 Deseo de ser uno mismo (degenera en autocomplacencia).
5 Deseo de ser competente (degenera en especialización inútil).
6 Deseo de seguridad (degenera en un fuerte apego a las creencias).
7 Deseo de ser feliz (degenera en escapismo frenético).
8 Deseo de protegerse (degenera en lucha constante).
9 Deseo de estar en paz (degenera en terca negligencia).

LA PERSONALIDAD HA CONSTREÑIDO LA ESENCIA

La psicología postula que gran parte de nuestra capacidad de actuar como adultos integrados y maduros está determinada por lo bien que se han satisfecho necesidades concretas de desarrollo durante la primera infancia. Aquéllas necesidades que no se satisficieron bien podrían considerarse «desajustes» que obstaculizan la capacidad para experimentar la integridad esencial. La tradición espiritual sugiere además que la personalidad se forma para compensar esos desajustes en nuestro desarrollo; la personalidad es como una escayola que protege un hueso fracturado. Cuanto más extremas son las lesiones más extensa tiene que ser la zona escayolada. La escayola es necesaria, por supuesto, para que el hueso pueda soldar y recuperar su funcionamiento total, pero si después no se quita la escayola, esta limita gravemente el uso de la extremidad e impide que siga creciendo. Algunas personas han tenido que desarrollar una personalidad equivalente a una escayola de cuerpo entero. Nadie ha salido de la infancia sin una cierta necesidad de ocultarse o aislarse para protegerse de más heridas.

MENSAJES PERDIDOS DE LA INFANCIA

Considerada como una escayola temporal, la personalidad es una ayuda muy útil y absolutamente necesaria, porque se ha desarrollado potentemente alrededor de las zonas donde están las mayores heridas del alma. Se ha hecho más fuerte donde somos más débiles. Así pues, la personalidad no sólo nos ha ayudado a sobrevivir psíquicamente sino que también nos dirige ahora hacia donde más necesitamos hacer nuestro trabajo transformador. Pero dado que la mayor parte de nuestra personalidad no es más que una colección de reacciones condicionadas, miedos y creencias que no son nuestro verdadero yo, nuestra identificación con ella tiene por consecuencia un profundo abandono de uno mismo. La experiencia de nuestra identidad ha pasado de nuestra verdadera naturaleza al caparazón de defensas que hemos tenido que desarrollar.

Durante la infancia, al mismo tiempo que recibimos mensajes limitadores también se nos envían mensajes que todos necesitamos oír; es posible que oigamos algunos, pero casi es seguro que no los oímos todos. El mensaje perdido, el que no se ha oído (aunque haya sido enviado) suele convertirse en el problema principal para el niño y en el núcleo de su miedo básico. Así pues, la estructura de la personalidad adulta de cada tipo hace todo lo posible para que otras personas le envíen el mensaje que nunca recibió bien.

Lee los siguientes mensajes perdidos y observa su efecto en tí. ¿Qué mensaje necesitabas oír más? ¿Cómo te afecta ahora reconocer esa necesidad?
Tipo Uno: «Eres bueno».
Tipo Dos: «Eres deseado».
Tipo Tres: «Eres amado por tí mismo».
Tipo Cuatro: «Se te ve por lo que eres».
Tipo Cinco: «Tus necesidades no son problema».
Tipo Seis: «Estás seguro».
Tipo Siete: «Estarás cuidado y atendido».
Tipo Ocho: «No serás traicionado».
Tipo Nueve: «Tu presencia importa».

Mientras creamos que «Soy mi personalidad» vamos a estar identificados con la personalidad. Uno de los principales motivos de que nos resistamos al cambio es que el movimiento de vuelta a la esencia siempre entraña sentir el dolor de nuestro abandono. Cuando estamos dispuestos a decir «Quiero ser quien soy realmente y quiero vivir en la verdad», ha comenzado el proceso de recuperación.

Por estos motivos, al trabajar con este material, es posible que nos expongamos a verdades acerca de nosotros mismos que no sabíamos, o que volvamos a experimentar viejos dolores, miedos y rabias. Por eso es importante cultivar la comprensión y compasión de nosotros mismo?, tenemos que amarnos lo suficiente para saber que somos dignos del esfuerzo por conocernos tal como somos. Tenemos que amarnos lo suficiente para saber que aun en el caso de que nos angustiemos o deprimamos no nos volveremos a abandonar. Cuando estamos dispuestos a experimentar la verdad de cómo hemos sido y cómo somos ahora, y cuando nos damos permiso para sanar, surgirá nuestra verdadera naturaleza. El resultado está garantizado: lo único que hemos de hacer es estar presentes.

LA ESENCIA NO SE PUEDE PERDER NI DAÑAR

Todos cumplimos cadena perpetua en la mazmorra del yo. - CYRIL CONNOLLY

No importa cómo haya sido nuestro pasado, podemos estar seguros de que ni las experiencias más traumáticas de la infancia pueden hacer daño o destruir nuestra esencia. La esencia continúa siendo pura e inmaculada aunque esté constreñida y oscurecida por las estructuras de la personalidad. Si la persona procede de una familia muy inestable, esta estructura será extremadamente rígida y restrictiva; si proviene de una familia más estable, la estructura de su personalidad será más clara y flexible.

En el caso de que procedas de una familia muy inestable, debe alentarte saber que tu yo esencial interior está completamente intacto y que siempre busca maneras de manifestarse. Al principio es posible que tengas que dedicar muchísimo tiempo y esfuerzo a trabajar en los desajustes ocurridos durante tu desarrollo, pero siempre contarás con el apoyo y la ayuda del núcleo de tu ser. Lo repetimos, por dolorosos que hayan sido nuestras primeras experiencias, no se puede dañar nuestra esencia. Nuestra esencia está esperando la oportunidad para revelarse. En un sentido muy real, estamos esperando la oportunidad de ser nosotros mismos. Nuestro espíritu anhela liberarse, expresarse, volver a la vida, estar en el mundo del modo como está destinado a estar.

Sin embargo, lo irónico es que siempre tememos y nos resistimos a abrirnos a lo que es más real en nosotros. Pero cuando confiamos en este proceso y nos entregamos a él, surge nuestra verdadera naturaleza. El resultado es verdadera integridad, amor, autenticidad, creatividad, comprensión, orientación, alegría, poder y serenidad, todas las cualidades que siempre exigimos a la personalidad.

CAPÍTULO 4
CULTIVAR LA PERCEPCIÓN CONSCIENTE

¿Cómo conectar con nuestra verdadera naturaleza, con esa chispa de divinidad que vive en el interior de nosotros? ¿Cómo desprendernos de esas capas de defensas e identificaciones que tomamos por nosotros mismos, y aprender a confiar en que nuestra esencia nos dará sustento y orientación? ¿Cómo hacer eso no sólo en un taller o en un apacible retiro junto a las montañas, sino en nuestra vida cotidiana? ¿Cómo salir de un reconocimiento intelectual de lo que es verdadero para vivir nuestra verdad momento a momento? ¿Cómo hacer de nuestra vida una práctica?

El eneagrama nos ayuda a desprendernos de los mecanismos limitadores de nuestra personalidad para que seamos capaces de experimentar profundamente quiénes y qué somos en realidad. Pero esto no ocurre de modo automático; ciertamente es un requisito comprender los tipos de personalidad de modo claro y profundo, aunque la información sola no basta para liberarnos. No podemos llegar a la transformación por simple fuerza de voluntad, pensamiento o «técnica»; sin embargo, no puede ocurrir sin nuestra participación. ¿Qué papel tenemos entonces en nuestra transformación?

«PILLARNOS EN EL ACTO»

Las tradiciones sagradas de todo el mundo se unen para insistir en la importancia de ser testigos de nuestra transformación. Se nos llama a estar vigilantes, a observarnos y a ser conscientes de nosotros mismos y de nuestras actividades. Si deseamos beneficiarnos de este mapa del alma, hemos de cultivar el arre de la percepción consciente, aprendiendo a estar más despiertos a nuestra vida en cada momento, sin juicios ni pretextos. Hemos de aprender a «sorprendernos en el acto» de comportarnos según los dictados de nuestra personalidad, a ver cómo nos manifestamos momento a momento de modo mecánico y no libre. Cuando somos capaces de advertir lo que estamos haciendo en el momento presente, de experimentar el estado actual totalmente y sin juicios, empiezan a desvanecerse las viejas pautas.

La percepción consciente es fundamental en el trabajo de transformación, porque los hábitos de nuestra personalidad se marchan completamente cuando los vemos en el momento en que ocurren. Analizar comportamientos pasados es útil, pero no es tan poderoso como observarnos en el momento presente. Por ejemplo, ciertamente vale la pena comprender por qué uno tuvo un terrible altercado con su cónyuge o se irritó con un socio ó un hijo. Pero si de pronto nos sorprendemos en el momento mismo en que tenemos el altercado o nos irritamos, puede ocurrir algo extraordinario. En ese momento de conocimiento podríamos caer en la cuenta de que en realidad no deseamos actuar con ese comportamiento discutible en que estábamos tan sumergidos sólo unos segundos antes. También es posible que veamos una verdad más profunda acerca de nuestra situación, por ejemplo, que ese «punto importante» que tanto deseábamos establecer era sólo un intento de justificarnos, o peor aún, un intento encubierto de desquitarnos de alguien. O que ese «comentario ingenioso» que tanto nos divertía era en realidad un intento de evitar sentirnos tristes o solos.

Si somos capaces de permanecer con estas impresiones, nuestra percepción consciente continuará expandiéndose. Al principio tal vez nos sintamos avergonzados o azorados; podríamos sentir el deseo de cerrarnos o de distraernos de diversas maneras. Pero si continuamos presentes en nuestra incomodidad o desagrado, también sentiremos surgir algo distinto, algo más real, capaz, sensible y exquisitamente consciente de nosotros mismos y de nuestro entorno. Este «algo» es comprensivo y fuerte, paciente y sabio, intrépido y de inmenso valor. Este algo es lo que verdaderamente somos. Es el «yo» que trasciende al nombre, sin personalidad, nuestra verdadera naturaleza.

DESPERTAR

La Biblia dice que Adán entró en un sueño profundo, y en ningún lugar dice nada respecto a su despertar. - UN CURSO DE MILAGROS

La percepción consciente no sólo nos puede cambiar la vida, también puede salvárnosla. Hace varios años una fuerte tormenta provocó la caída de un importante puente de autopista, durante la noche. Varias partes del puente cayeron en el río; esto, sumado a la oscuridad, la lluvia torrencial y la confusión de la tormenta hacía peligrosísima la situación para los desprevenidos automovilistas.

Un conductor alerta vio lo ocurrido y consiguió frenar a unos metros del borde, junto antes de caer a una muerte segura en el río, doce metros abajo. Se arriesgó a correr hacia el tráfico que venía y alertó a los demás conductores del peligro. Casi de inmediato apareció un coche en el que venían cinco jóvenes. Al ver las frenéticas señales del hombre para detenerlos, al parecer creyeron que sólo deseaba pedir ayuda para su coche detenido; riendo, le hicieron un gesto grosero y el conductor apretó a fondo el acelerador. A los pocos segundos cayeron por el borde del puente y murieron todos en el río.

Desde nuestra perspectiva, podría decirse que su personalidad los mató. El desprecio, la hostilidad, la bravuconería, la renuencia a escuchar, la falta de compasión, la vanidad, cualquiera de muchos impulsos relacionados pudo ser la causa de la decisión del conductor de no detenerse. Algún hábito, algún rasgo de su personalidad dominó la situación en el momento crítico, con trágicos resultados.

Es un importante progreso comprender perfectamente hasta qué punto confiamos nuestra vida a mecanismos de nuestra personalidad y en qué peligros estamos cuando lo hacemos. Muchas veces es como si un niño de tres años tomara muchas de nuestras decisiones importantes de la vida. Cuando entendemos la naturaleza de los mecanismos de nuestra personalidad podemos empezar a decidir si nos identificamos con ellos o no. Si no los conocemos, ciertamente no hay ninguna opción posible. Pero cuando vemos nuestro tipo de personalidad. Cinco, Dos u Ocho, aparece la oportunidad de «no actuar» según nuestro tipo.

Gurdjieff y otros profesores espirituales han afirmado que nuestro estado normal de conciencia es una especie de «sueño». Esto podría parecer raro, pero en lo relativo al grado de percepción que somos capaces de alcanzar, nuestro estado normal de conciencia dista tanto de una experiencia directa de la realidad como dista el estado de sueño de la conciencia de vigilia. De todos modos, sabemos que cuando estamos durmiendo nuestros sueños nos parecen muy reales; cuando despertamos y comprendemos que estábamos soñando cambia nuestra conexión con la realidad, toma otro enfoque nuestra sensación de quiénes y qué somos.

MIRADA CONSCIENTE

Dedica un momento a mirar la habitación en que estás en este momento. ¿Qué no habías notado en ella antes? ¿Tiene aspectos que no habías visto nunca? Mírala de verdad. No des por sentado que lo conoces todo en ella. Mientras miras, ¿sientes tu cuerpo? ¿Adviertes tu postura mientras estás mirando? Si intentas hacer esto, ¿notas algo diferente entre tu sentido actual de ti mismo y el modo como te experimentas normalmente?

Despertar del trance de la personalidad se produce de modo bastante parecido. Tenemos una especie de reacción retardada y nos preguntamos:

«¿Qué fue eso? ¿Dónde estaba yo hace un momento?». Podría sorprendernos lo perdidos que estábamos, aunque en esos estados anteriores no nos sintiéramos perdidos. Si alguien nos hubiera preguntado si estábamos totalmente presentes y despiertos habríamos contestado que sí, pero desde este nuevo punto de vista vemos que no lo estábamos. Tal vez comprendemos que partes enteras de nuestra vida las hemos pasado «dormidos».

¿QUÉ ES CONCIENCIA O PERCEPCIÓN CONSCIENTE?

Cada pensamiento, cada acto, se torna sagrado a la luz de la conciencia. - THICH NHAT HANH

Usamos muchísimo la expresión percepción consciente, y es un término importante en muchos métodos de crecimiento psíquico y espiritual. Sin embargo, es difícil encontrar una definición acertada; podría ser más fácil definirla por lo que no es que por lo que es. Por ejemplo, podemos decir que no es pensar, no es sentir, no es moverse, no es intuición y no es instinto, aunque sí puede contener cualquiera o todas estas cosas.

Ni siquiera el pensamiento más activo y centrado equivale a tener conciencia o percibir conscientemente. Por ejemplo, podríamos estar pensando intensamente acerca de qué escribir en este capítulo y al mismo tiempo ser conscientes de nuestro proceso de pensamiento. En otra ocasión podríamos observar que estamos pensando en una inminente reunión de negocios, o ensayando en la cabeza una posible conversación con alguien, mientras damos un paseo. Por lo general, nuestra conciencia está tan sumida en nuestra conversación interior que no nos experimentamos como separados de ella. Pero con más percepción consciente somos capaces de apañarnos de nuestra conversación imaginaria y observarla.

Del mismo modo podemos percibir más conscientemente nuestros sentimientos. Podemos sorprendernos atrapados en la irritación, el aburrimiento o la soledad. Cuando somos menos conscientes nos identificamos con un sentimiento; por ejemplo, no percibimos la naturaleza temporal de la frustración o la depresión: creemos que así es como somos. Una vez pasada la tormenta comprendemos que el sentimiento era temporal, aunque cuando estábamos inmersos en él era toda nuestra realidad. Pero cuando percibimos conscientemente nuestros sentimientos observamos con claridad su surgimiento, su efecto en nosotros y su desaparición. También podemos tener más conciencia de lo que hacemos, de las sensaciones del cuerpo en actividad o descanso. Para bien o para mal, nuestros cuerpos han aprendido a hacer muchas cosas con piloto automático. Por ejemplo, somos capaces de conducir un coche y conversar al mismo tiempo. Podríamos estar pensando en lo que vamos a decir, preocupados al mismo tiempo por llegar a nuestro destino, mientras el cuerpo hace todas las cosas complicadas necesarias para conducir el coche. Todo ello puede ocurrir automáticamente y sin exigir mucha conciencia, o con sólo una parte de conciencia o con toda ella.

Cada momento nos presenta la posibilidad de expandir nuestra percepción, con muchos beneficios para nosotros:
- Cuando nos relajamos y permitimos que se expanda nuestra percepción consciente, no quedamos tan atrapados en aquello que atrae nuestra atención. Si hemos estado asustados, angustiados o extraviados en sueños despiertos y fantasías, adquirimos objetividad y perspectiva sobre lo que estamos haciendo. En consecuencia, sufrimos menos.
- La expansión de la conciencia nos capacita para estar más presentes en los problemas o dificultades y por lo tanto para tener más recursos para enfrentarlos. Vemos soluciones nuevas y evitamos reaccionar por hábito según los mecanismos de nuestra personalidad.
- La expansión de la conciencia nos abre a una verdadera relación con los demás y con el mundo que nos rodea. El placer y la maravilla de cada momento nos sustenta y enriquece. Incluso lo que normalmente consideraríamos experiencias desagradables tienen una cualidad muy diferente cuando las experimentamos con percepción consciente.

También usamos con frecuencia el verbo ver, por ejemplo en la expresión «es importante que veamos los mecanismos de nuestra personalidad». Sin embargo, igual que ocurre con la expresión percepción consciente o conciencia, hemos de aclarar lo que queremos decir con esta palabra. Más concretamente, es esencial comprender qué parte de nosotros «ve». Todos tenemos bastante práctica en hacer comentarios sobre nosotros mismos o evaluar nuestras experiencias. En esos casos, una parte de nuestra personalidad critica o hace un comentario de otra parte, como diciendo: «No me gusta esa parte de mí» o «Ha sido fabuloso el comentario que acabo de hacer», etcétera. Este comentario interior suele llevar solamente a una estructura del ego inflada, vacía y pobre, y finalmente a un conflicto interior. Ese no es el tipo de «ver» que nos conviene cultivar.

«Ver» no es una comprensión puramente intelectual tampoco. Ciertamente el intelecto tiene su papel y no queremos decir que no necesitamos la mente en el proceso de transformación. Pero la parte de nosotros que ve es algo más omnipresente, aunque esquivo. A veces se le llama observador interior o testigo. Es nuestra percepción consciente total, viva, aquí y ahora, capaz de comprender la experiencia en muchos niveles o planos diferentes.

APRENDER A «OBSERVAR Y DEJAR PASAR»

No necesitamos mejorar; sólo hemos de soltar lo que nos bloquea el corazón. - JACK KORNFIELD

El mundo se nos presenta a través de los sentidos; mediante nuestras reacciones creamos engaños. Sin reacciones el mundo aparece con claridad. - BUDA

Una de las habilidades más importantes que hemos de adquirir al embarcarnos en el viaje interior es la de «observar y dejar pasar» los hábitos y mecanismos de nuestra personalidad que nos han atrapado.

Nuestra máxima es engañosamente sencilla; significa que hemos de aprender a observarnos, a ver lo que surge en nosotros momento a momento, así como ver qué nos invita a alejarnos del aquí y el ahora. Sea agradable o desagradable lo que encontremos, nos limitamos a observarlo. No tratamos de cambiarlo ni nos criticamos por lo que hemos descubierto. En la medida en que estamos presentes en lo que descubrimos, sea lo que sea, las constricciones de nuestra personalidad comienzan a aflojarse y nuestra esencia comienza a manifestarse más plenamente.

A diferencia de lo que pueda creer nuestro ego, no es nuestro papel repararnos o transformarnos. En realidad, uno de los principales obstáculos para la transformación es la idea de que somos capaces de «arreglarnos». Esta idea, lógicamente, plantea algunas preguntas interesantes. ¿Qué parte creemos que necesita reparación y qué parte se atribuye la autoridad y capacidad para arreglar a la otra parte? ¿Qué partes son el juez, el jurado y el acusado en el banquillo? ¿Cuáles son los instrumentos de castigo o rehabilitación y qué partes los van a manejar sobre qué otras partes?

Desde la primera infancia estamos programados para creer que necesitamos ser mejores, esforzarnos más y desechar partes de nosotros desaprobadas por otras partes. Toda nuestra cultura y educación nos recuerdan constantemente cómo podríamos tener más éxito, más seguridad, ser más deseables o espirituales si hiciéramos este o aquel cambio. En resumen, hemos aprendido que necesitamos ser diferentes de lo que somos conforme a alguna fórmula que ha recibido la mente. La idea de que simplemente necesitamos descubrir y aceptar a quienes somos en realidad es contraria a casi todo lo que se nos ha enseñado.

Ciertamente, si hacemos cosas que nos perjudican, como abusar de las drogas o el alcohol, o entregarnos a relaciones destructivas o actividades delictivas, es necesario poner fin a ese comportamiento primero para poder hacer el trabajo de transformación. Pero lo que normalmente nos capacita para cambiar no es sermonearnos ni castigarnos, sino cultivar una presencia mental serena y sosegada para ver lo que nos impulsa a hacernos daño. Cuando llevamos percepción consciente a nuestros malos hábitos y a esas partes nuestras de las que nos gustaría librarnos, entra en juego algo totalmente nuevo.

Cuando aprendemos a estar presentes en nuestra vida y receptivos al momento comienzan a ocurrir milagros. Uno de los mayores milagros es que somos capaces de dejar en un minuto un hábito que nos ha fastidiado durante muchos años. Cuando estamos totalmente presentes el viejo hábito se marcha y ya no somos los mismos. Experimentar la curación de nuestras más viejas heridas por acción de la percepción consciente es el milagro con el que todos podemos contar. Si seguimos este mapa del alma hasta las profundidades de nuestros corazones, el odio se convertirá en compasión, el rechazo en aceptación y el miedo en admiración.

Recuerda siempre que es tu derecho y es tu estado natural ser sabio y noble, afectuoso y generoso, estimarte a ti y estimar a los demás, ser creativo y renovarte constantemente, participar en el mundo con respeto y en profundidad, tener valor y confiar en ti, ser dichoso y hábil sin esfuerzos, ser fuerte y eficaz, disfrutar de la paz mental y estar presente en el desenvolvimiento del misterio de tu vida.

EMPUJONES ESPIRITUALES PARA EMPEZAR

Sea cual sea tu tipo, hay cosas concretas que puedes hacer para dar un impulso a tu crecimiento espiritual y personal. Los siguientes son aspectos problemáticos específicos de los tipos, pero todos quedamos atrapados en ellos de tanto en tanto. Así pues, si deseas avanzar en tu trabajo interior, lleva la mayor percepción consciente posible a los siguientes hábitos:
o Hacer juicios de valor, condenar, a ti mismo y a otros (Uno).
o Ceder tu valía a otros (Dos).
o Tratar de ser distinto a como eres auténticamente (Tres). o Hacer comparaciones negativas (Cuatro). o Interpretar exageradamente tus experiencias (Cinco). o Depender de algo exterior a ti para obtener apoyo (Seis). o Adelantarte a lo que vas a hacer a continuación (Siete). o Intentar forzar o controlar tu vida (Ocho). o Resistirte a que te afecten tus experiencias (Nueve).

LA IDENTIFICACIÓN Y EL OBSERVADOR INTERIOR

La identificación [...] es una manera de huir del yo. - KRISHNAMURTI

Si hablamos con propiedad, son muy pocos los hombres que viven en el presente; la mayoría se están preparando para vivir en otro tiempo. - JONATHAN SWIFT

A medida que adquirimos experiencia en estar presentes y en observarnos, comenzamos a advertir el desarrollo de un nuevo aspecto de nuestra percepción: una capacidad de «presenciar» con más objetividad nuestra experiencia. Como hemos dicho, a este tipo de percepción se la ha llamado observador interior. El observador interior nos permite observar lo que ocurre dentro y fuera de nosotros simultáneamente, sin hacer comentarios ni juicios. El observador interior es necesario para la transformación debido a un mecanismo psicológico al que Gurdjieff llamó «identificación», que es uno de los principales modos como la personalidad crea y sostiene su realidad.

La personalidad se puede identificar con cualquier cosa, con una idea, con el cuerpo, con una comezón, con una puesta de sol, con un niño, con una canción, etcétera. Es decir, en cualquier momento en que no estamos totalmente despiertos, nuestro sentido de identidad proviene de cualquier cosa a la que estemos prestando atención. Por ejemplo, si estamos nerviosos, con la atención centrada en una inminente reunión, es como si ya estuviéramos experimentando la reunión (aunque sea una imaginaria) en lugar de estar en lo que está ocurriendo en el momento. O, si nos identificamos con una reacción emocional o afectiva, por ejemplo con una atracción hacia alguien, es como si fuéramos esa atracción. O si nos sentimos reprendidos por una voz crítica que nos habla en la cabeza, no podemos separarnos de esa voz.

Si acallamos la mente, aunque sea un poco, observamos cómo nuestros estados fluctúan de momento en momento. Un instante uno está pensando en el trabajo y al siguiente ve cruzar la calle a una persona que le recuerda a alguien con quien estuvo saliendo hace unos años. Un instante después recuerda una canción de la época del colegio, pero en ese momento pasa un coche por una charca y le salpica agua y uno se enfurece con el conductor idiota y no logra pensar en otra cosa hasta que cae en la cuenta de que necesita un caramelo para sentirse mejor. Y así sucesivamente. Lo único constante es la tendencia de la personalidad a identificarse con cada estado sucesivo.

La percepción consciente se expande y se contrae como un globo, pero la identificación siempre la hace empequeñecerse. Podríamos advertir que cuando nos identificamos con algo, la percepción de nuestro entorno inmediato disminuye considerablemente. Percibimos menos de los demás, de lo que nos rodea y de nuestro estado interior. Dicho con palabras sencillas, cuanto más identificados estamos, más contraída está nuestra percepción y más desconectados estamos de la realidad.

Con el tiempo nuestra identificación se fija con cierto conjunto de cualidades (tales como fuerza, empatía, paz o espontaneidad, por nombrar sólo unas pocas), y se establece el sentido del yo característico de nuestro tipo. Los sentimientos y estados que abarcan nuestro sentido del yo son aquellos que creemos necesarios para lograr nuestro deseo básico. Cuanto más nos identificamos con nuestro sentido del yo, más nos encerramos en él y más olvidamos que tenemos a nuestra disposición otras opciones y otras modalidades de ser. Comenzamos a creer que somos ese hábito o pauta. Nos centramos sólo en ciertas cualidades de la gama total de nuestras capacidades humanas, como diciendo: «Estas cualidades son yo, no ésas. Yo soy así, no asá». Y de este modo desarrollamos una imagen propia, una definición propia, un tipo de personalidad previsible.

Por ejemplo, el miedo básico del tipo Ocho es ser dañado o controlado por otras personas o por la vida, y su deseo básico es protegerse y defenderse. La protección propia y la confianza o seguridad en uno mismo son necesidades humanas universales, y aunque no seamos del tipo Ocho, necesitamos protegernos física y emocionalmente. Los Ocho jóvenes, sin embargo, comienzan a centrarse en las cualidades que encuentran en sí mismos que les ayudarán a protegerse. Descubren su potencia, su fuerza de voluntad, su perseverancia y su capacidad de imponerse, y comienzan a usar esas capacidades para desarrollar y reforzar la identidad de su ego.

CONTINUO DE PERCEPCIÓN CONSCIENTE

Para este ejercicio vas a necesitar un reloj y, si es posible, un magnetófono. Busca un lugar donde te puedas sentar cómodamente y observar la habitación o el sitio en que estás. Durante cinco minutos, sigue a tu atención lo mejor que puedas, diciendo las cosas que vas percibiendo. Un ejemplo: «Estoy observando la forma como incide la luz en esa pared. Noto que estoy pensando por qué he mirado esa pared. Noto que tengo tenso el hombro derecho. Noto que me siento nervioso», etcétera.

Tal vez te convenga grabar tus observaciones, o hacer este ejercicio con otra persona. En el caso de que hagas el ejercicio sin grabar o sin pareja, procura discernir alguna pauta en el movimiento de tu percepción consciente. ¿Te centras más en tus pensamientos? ¿En el entorno? ¿En tus sensaciones? ¿En tus sentimientos y reacciones? ¿Surgen ciertos temas?

IDENTIFICACIONES PRINCIPALES DE LOS TIPOS

1 - El superyó, la capacidad de evaluar, comparar, medir y discernir las experiencias o las cosas. Se resiste a reconocer la tensión causa da por la ira. - tolerante sensato objetivo - moderado - prudente moral - «bueno» racional

2 - Sentimientos por y acerca de los demás y sentimientos por las reacciones de los demás hacia él/ella. Se resiste a reconocer sus sentimientos hacia sí mismo y sus necesidades. - afectuoso - humanitario generoso - considerado - bondadoso atento - amable compasivo

3 - Una imagen propia desarrollada en reacción a lo que percibe como admiración de los de más. Se resiste a reconocer sentimientos de vacío, de autorrechazo - admirable deseable atractivo - sobresaliente - equilibrado eficaz - de «capacidad ilimitada»

4 - La sensación de «ser otro», de ser defectuoso, y con reacciones emotivas. Se resiste a reconocer sus verdaderas cualidades positivas y a ser como los demás. - sensible - diferente único - consciente de sí - benévolo intuitivo - callado, profundo sincero consigo mismo

5 - La sensación de ser un observador del mundo exterior e imparcial, no parte de él. Se resiste a reconocer su presencia y estado físico, sus sentimientos y necesidades. - perceptivo - «listo» curioso - independiente perspicaz especial - Alerta objetivo

6 - La necesidad de reaccionar a la ansiedad interior causada por una falta de apoyo percibida. Se resiste a reconocer el apoyo y la orientación interior propia.- fidedigno formal de confianza - agradable - «corriente» cuidadoso - previsor

7 - El entusiasmo anticipado por experiencias positivas futuras. Se resiste a reconocer el dolor y la ansiedad personales. - Entusiasta libre espontáneo - alegre - vehemente extrovertido - enérgico - positivo

8 - Sensación de tensión proveniente de resistir se o desafiar a otros y al entorno. Se resiste a reconocer su vulnerabilidad y necesidad de cuidado y atención. - fuerte - imponente franco - ingenioso - orientado a la acción tenaz - robusto independiente

9 - Sensación de estabilidad interior proveniente de desconectarse de impulsos y sentimientos intensos. Se resiste a reconocer su fuerza y capacidad. - apacible relajado ecuánime - estable - benévolo natural - indolente - amistoso

EL MIEDO A ESTAR PRESENTE

Y si no ahora, ¿cuándo? - EL TALMUD

Si te irrita todo roce, ¿Cómo va a estar limpio tu espejo? - RUMI

En el análisis definitivo, sólo valemos algo debido a lo esencial que encarnamos, y si no lo encarnamos, la vida está desperdiciada. - JUNG

Cuando llevamos un periodo de tiempo receptivos a nosotros mismos, es inevitable que comencemos a ponernos nerviosos, intuyendo que podría surgir algo desagradable. Esto ocurre porque así «nos quitamos el envoltorio de la personalidad». Pero esto es alentador, porque experimentar un cierto grado de ansiedad durante el trabajo de transformación es buena señal. Cuando nos aventuramos fuera de nuestras viejas defensas también comenzamos a experimentar justamente los sentimientos de los que nos hemos defendido toda la vida.

Esto explica por qué es posible tener experiencias espirituales muy gratificantes y luego volver a encontrarse en un estado temeroso, reactivo o negativo. El proceso de crecimiento consiste en un ciclo continuado de liberarse de antiguos bloqueos, abrirse a nuevas posibilidades en el interior y encontrar bloqueos más profundos. Aunque podríamos desear que el crecimiento espiritual fuera más lineal y se pudiera hacer en uno o dos avances decisivos, la realidad es que es un proceso que debemos pasar muchas veces en muchos frentes diferentes hasta que esté reorganizada toda la psique.

El proceso de crecimiento espiritual nos exige también ser amables y pacientes con nosotros mismos. Sentirse frustrado, imponerse expectativas o metas concretas y reprenderse cuando no se llega del todo a la meta son reacciones comunes pero no útiles. Nos llevó muchos años construir nuestras defensas, de modo que no podemos esperar derribarlas de la noche a la mañana. Nuestra alma tiene su sabiduría propia y no nos va a permitir ver nada de nosotros mismos (y mucho menos liberarlo) que no estemos verdaderamente preparados para ver.

Cuando comenzamos a hacer este tipo de trabajo, aparece también el temor común a que estar presentes signifique sentarnos a «contemplarnos el ombligo» o mirar fijamente una pared. Tenemos la idea de que si estamos más presentes no seremos capaces de hacer frente a los problemas importantes de nuestra vida, estaremos «distraídos», seremos poco prácticos e ineficaces. De hecho, ocurre lo contrario: estamos más alertas y nuestros juicios y percepciones son más correctos.

De igual modo, muchas personas creen que si estamos más presentes vamos a perder toda la madurez o las técnicas profesionales tan arduamente adquiridas. Repetimos, lo que ocurre en realidad es lo contrario. Cuando estamos presentes podemos hacer las cosas mejor y con más coherencia que nunca; también adquirimos nuevas habilidades y técnicas con mucha mayor facilidad, porque mejora la capacidad de concentración. Cuando estamos presentes, atentos, nuestra inteligencia actúa de modos que nos sorprenden y evoca exactamente la información o habilidad necesarias para resolver el problema que tenemos entre manos.

En un plano aún más profundo, tememos estar presentes en nuestra vida porque nos aterra revivir todas las heridas de nuestra infancia. Tememos que desvelar nuestra verdadera naturaleza implique que no la vean o no la amen, que la rechacen o humillen; eso podría hacernos vulnerables o inducir a otros a temernos o traicionarnos. Tememos que nos abandonen; tememos que lo precioso de nuestra alma vuelva a ser rechazado o dañado. Y, sin embargo, cuando estamos totalmente presentes experimentamos espacio, paz y una tranquila animación. Descubrimos que somos sólidos,-que estamos inmensamente vivos y conectados con el mundo que nos rodea. No hay ningún motivo para no vivir así, aparte de los motivos que nos da nuestra personalidad, ciertamente motivos sesgados, interesados.

LA PERCEPCIÓN CONSCIENTE CONDUCE A LA PRESENCIA

Si encendieras la luz de la conciencia para observarte a ti mismo y todo lo que te rodea a lo largo del día; si te vieras reflejado en la conciencia del mismo modo que ves tu cara en un espejo, es decir, con precisión, con claridad, exactamente, sin la menor distorsión ni añadido, y si observaras ese reflejo sin juicios ni condena, experimentarías toda suerte de cambios maravillosos. Pero no controlarías esos cambios, ni podrías planearlos por adelantado ni decidir cómo y cuándo se van a producir. Es solamente esa percepción consciente sin juicios la que sana, cambia y hace crecer. Pero a su manera y a su tiempo. - ANTHONY DEMELLO, THE WAY TO LOVE

El espíritu está siempre presente, así como el sol siempre brilla encima de las nubes. - DAN MILLMAN

Si continuamos este proceso, prestando atención a lo que es real, a lo que ocurre en este momento, comenzamos a experimentar una presencia sutil que impregna nuestro espacio interior y nuestro entorno. Se siente ligera, exquisita y agradable y es capaz de manifestar muchas cualidades diferentes. Así, llevando nuestra percepción a la experiencia real del momento presente, comenzamos a estar repletos de presencia. En realidad, podríamos darnos cuenta de que esa presencia es lo que somos fundamentalmente.

Lo notable es que la presencia siempre revela aquello que nos impide estar más presentes. Cuanto más presentes estamos, más advertimos las partes que no están relajadas, las partes que no están ocupadas totalmente. Cuanto más capaces somos de relajarnos, más nos damos cuenta de los movimientos sutiles de la presencia que nos llena y nos rodea. Podría ser útil limitarse a permanecer con esa impresión, sin ponerle nombre ni pensar demasiado en ella. Con el tiempo, lo que era sutil y vago se hará más claro y nítido, a medida que se revelan más capas del ser.

La presencia irrumpe todo el tiempo en nuestros sueños despiertos e identificaciones y, sin embargo, debido a las estructuras de nuestra personalidad no logramos mantenernos firmes para continuar presentes. Cuanto más entramos en el trance de nuestro ego, más se «cargan» los mecanismos de la personalidad, como si fueran electroimanes que ejercen una energía violenta y desesperada. De todos modos, sintonizar con la naturaleza vibrante de la presencia y ver la enorme inversión de energía vital que ponemos en los «proyectos» de la personalidad nos proporciona una salida. Al mismo tiempo, aunque no basta decidirlo para estar presente, sin la intención, la presencia es imposible. Así pues, ¿cómo puede salir de su trance la persona?

Está claro que esa empresa heroica es casi imposible sin los instrumentos y la ayuda correctos. En los capítulos siguientes vamos a ver cómo la ayuda para despertar puede venirnos de un profundo sistema de comprensión, como el eneagrama, y, más importante aún, de la práctica diaria del cultivo de la percepción consciente y la presencia. Además, sugerimos varios instrumentos y apoyos que podrían actuar a modo de «relojes despertadores» para sacarnos del trance. Cuanto más caso hacemos a esas «llamadas a despertar», más presencia tendremos (y más posible nos será despertamos). Pero esto requiere mucha práctica.

No te quepa duda, este es un trabajo de toda la vida. Pero cuantos más momentos despiertos tenemos, más impulso colectivo aportan al proceso de despertar: se deposita algo en nosotros, una semilla, la semilla de una perla, que no desaparece cuando volvemos a nuestro estado ordinario. Hay tres características que podemos buscar para saber si estamos despiertos:

1. Experimentamos plenamente nuestra presencia como un ser vivo, aquí y ahora. Sabemos que hay alguien aquí; sentimos nuestra sustancialidad, nuestro ser y, en consecuencia, estamos conectados con el momento. Además, esto ocurre no porque nos estemos imaginando desde un punto de vista exterior, sino porque estamos «dentro» de nuestra experiencia, totalmente conectados con las sensaciones de vida en el cuerpo, desde la coronilla de la cabeza a las plantas de los pies. No hay ninguna sensación de resistencia a la realidad del momento.

2. Captamos totalmente las impresiones de nuestros ambientes interno y externo, sin juicios ni reacción emocional. Somos capaces de observar los muchos pensamientos y sentimientos que pasan por nuestra conciencia sin aferramos a ninguno de ellos. Nos comunicamos con la vida desde un silencio y una quietud interiores y no desde la ansiedad y la inquietud interior. Tenemos la atención puesta en lo que ocurre en el momento, no estamos soñando con el pasado ni adelantándonos al futuro fantaseando con otra cosa.

3. Participamos totalmente en el momento, dejándonos tocar por las impresiones que nos rodean, saboreando y experimentando la riqueza y sutileza de nuestra vida. Somos absolutamente sinceros, sin artificios ni timidez. En cada momento experimentamos nuestra identidad como algo totalmente nuevo. Siempre buscamos una fórmula, una regla o una oración que lo haga por nosotros; pero nada puede reemplazar la presencia. Sin presencia, ninguna oración, meditación, maestro ni técnica del mundo puede transformarnos. Por eso podemos dedicar muchos años a observar las prácticas de una religión y continuar siendo incapaces de encarnar coherentemente las creencias que tenemos. Podemos tener experiencias extraordinarias y momentos de libertad de las trabas de nuestra personalidad, pero tarde o temprano, y por lo general más pronto de lo que querríamos, volvemos a las antiguas costumbres. Esto se debe a que no comprendemos la importancia fundamental de la presencia: esta no es, no puede ser, parte de nuestra personalidad ni de su programa.

Lo bueno es que la presencia ya está aquí, aun cuando nuestra percepción de ella esté limitada por las estrechas preocupaciones de la personalidad. Cuando comenzamos a valorar la percepción consciente y a cultivarla, y a ocuparnos en prácticas para fortalecerla, se manifiestan cada vez con mayor claridad las cualidades más profundas de nuestra naturaleza esencial.

INVITACIÓN A LA ABUNDANCIA

El eneagrama nos recuerda los diferentes elementos o cualidades que constituyen un ser humano completo. Cada una de las siguientes invitaciones se basa en las fuerzas simbolizadas por los nueve tipos; sea cual sea nuestro tipo, podemos reaccionar a todas ellas.

Invitación 1
A vivir para una finalidad superior.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es ser sabio y discernidor.

Invitación 2
A sustentarte a tí mismo y sustentar a otros.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es ser bueno contigo mismo y tener buena voluntad y compasión hacia los demás.

Invitación 3
A desarrollarte y ser un ejemplo para los demás.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es deleitarte en tu existencia y estimar y valorar a los demás.

Invitación 4
A olvidar el pasado y renovarte por tus experiencias.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es perdonar y utilizar todo lo de tu vida para tu crecimiento y renovación.

Invitación 5
A observarte y observar a los demos sin juicios ni expectativas. Recuerda que tu verdadera naturaleza es participar en la realidad, contemplando las riquezas infinitas del mundo.

Invitación 6
A tener fe en tí y confiar en la bondad de la vida.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es ser valiente y capaz de enfrentar la vida en todas las condiciones.

Invitación 7
A celebrar alegremente la existencia y compartir infelicidad.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es ser feliz y contribuir a la riqueza de las experiencias de todos.

Invitación 8
A defenderte y decir francamente lo que crees.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es ser fuerte y capaz de influir en el mundo de muchas y diferentes maneras positivas.

Invitación 9
A llevar paz y soñación a tu mundo.
Recuerda que tu verdadera naturaleza es ser una inagotable fuente de serenidad, aceptación y bondad en el mundo.

CAPÍTULO 5
EL YO TRIÁDICO

Si los seres humanos fuéramos capaces de permanecer centrados en nuestra unidad esencial no tendríamos necesidad del eneagrama. Pero sin trabajar en nosotros no podemos centrarnos. Una percepción universal de las grandes tradiciones espirituales es que la naturaleza humana está dividida, en contra de sí misma y en contra de lo divino. De hecho, nuestra falta de unidad es más característica de nuestra realidad «normal» que de nuestra unidad esencial. Sorprendentemente, el símbolo del eneagrama toma en cuenta ambos aspectos de la naturaleza humana, en su unidad (el círculo) y en la forma en que está dividida (el triángulo y la hexada). Cada parte del eneagrama nos revela verdades psicológicas y espirituales acerca de quienes somos, profundizando nuestra comprensión de nuestra difícil situación a la vez que nos sugiere soluciones.

En este capítulo examinaremos las principales formas en que se ha dividido la unidad original de la psique humana: en tríadas, grupos diferentes de tres. Los nueve tipos no son categorías aisladas, sino que están relacionadas de modos extraordinariamente ricos y profundos cuyos sentidos trascienden los tipos psicológicos individuales.

LAS TRÍADAS

Las tríadas son importantes para el trabajo de transformación porque especifican dónde está nuestro principal desequilibrio; representan los tres principales grupos de problemas y defensas del ego, y revelan las principales maneras en que contraemos nuestra percepción y nos limitamos.

Esta primera agrupación de tipos se fundamenta en los tres componentes básicos de la psique humana: instinto, sentimiento y pensamiento. Según la teoría del eneagrama, estas tres funciones están relacionadas con «centros» sutiles del cuerpo humano, y la personalidad se fija principalmente en uno de esos centros. Los tipos Ocho, Nueve y Uno constituyen la tríada del instinto; los tipos Dos, Tres y Cuatro forman la tríada del sentimiento y los tipos Cinco, Seis y Siete son la tríada del pensamiento.

Vale la pena observar que la medicina moderna también divide el cerebro humano en tres componentes básicos: el cerebro primitivo o instintivo; el sistema límbico o cerebro emocional y el córtex cerebral o parte pensante del cerebro. Algunos profesores del eneagrama denominan también los tres centros como cabeza, corazón y vísceras, o centros del pensar, del sentir y del hacer respectivamente.

Sea cual sea nuestro tipo, nuestra personalidad contiene los tres componentes: instinto, sentimiento

y pensamiento. Los tres se relacionan mutuamente y no podemos trabajar uno sin influir en los otros dos. Pero a la mayoría, atrapados como solemos estar en el mundo de la personalidad, nos cuesta distinguir esos componentes. Nada en nuestra educación moderna nos ha enseñado a hacerlo.

Cada una de estas tríadas representa una gama de capacidades o funciones esenciales que se han bloqueado o distorsionado. La personalidad, entonces, trata de llenar los huecos donde se ha bloqueado nuestra esencia, y la tríada en que está nuestro tipo indica dónde actúan con más fuerza las constricciones a nuestra esencia y el relleno artificial de la personalidad. Por ejemplo, en el caso de una persona tipo Ocho, se le ha bloqueado la cualidad esencial de la fuerza; entonces interviene su personalidad, que intenta imitar la verdadera fuerza, hace que actúe con dureza y que se imponga a veces de modo no apropiado. La falsa fuerza de su personalidad ha tomado el mando y ocultado el bloqueo de la verdadera fuerza, incluso a la propia persona. Mientras no comprenda esto, esta persona no podrá reconocer ni recuperar su fuerza esencial auténtica.

De modo similar, cada tipo de personalidad reemplaza otra cualidad esencial por una imitación con la que se identifica y trata de hacer lo mejor posible.

Paradójicamente, si el tipo de una persona está en la tríada del sentimiento, eso no significa que tenga más sentimiento que los demás. De igual modo, si alguien está en la tríada del pensamiento no por eso es más inteligente que los demás. En realidad, en cada tríada, la función que le corresponde (instinto, sentimiento o pensamiento) es la función que con más fuerza ha formado el ego a su alrededor y es por lo tanto el componente de la psique menos capaz de funcionar libremente.

LOS TEMAS PRINCIPALES DE LAS TRES TRÍADAS

La vida animal apoya todos los intereses espirituales. - GEORGE SANTAYANA

Cuando uno describe o explica o sólo siente interiormente su «yo», lo que hace en realidad, lo sepa o no, es trazar un límite o frontera mental en el campo de su experiencia, y todo lo que queda dentro de ese limite es lo que se siente o se llama «yo», mientras todo lo que queda fuera de ese límite se siente o se llama «no yo». En otras palabras, la identidad del yo depende totalmente de dónde se traza el limite fronterizo. - KEN WILBER

La tríada del instinto
Los tipos Ocho, Nueve y Uno procuran resistirse a la realidad (creando límites para el yo basados en tensiones físicas). Estos tipos tienden a tener problemas de agresividad y represión; bajo las defensas del ego llevan muchísima ira.

La triada del sentimiento
Los tipos Dos, Tres y Cuatro están interesados en su imagen (apego al falso o supuesto yo de su personalidad). Creen que las historias sobre ellos y sus supuestas cualidades son su verdadera identidad; bajo las defensas de su ego llevan muchísima vergüenza.

La triada del pensamiento
Los tipos Cinco, Seis y Siete tienden a la ansiedad (experimentan falta de apoyo y orientación). Se entregan a comportamientos que ellos creen que van a mejorar su seguridad; bajo las defensas de su ego llevan muchísimo miedo.

EN LA TRÍADA DEL INSTINTO

- INTERÉS/PREOCUPACIÓN: Resistencia y control del entorno.
- PROBLEMAS DE: Agresividad y represión.
- BUSCA: Autonomía.
- SENTIMIENTO SOTERRADO: Ira.

Los tipos Ocho, Nueve y Uno se han formado en torno a deformaciones de sus instintos, que son la raíz de nuestra fuerza vital y vitalidad. La tríada del instinto tiene que ver con la inteligencia del cuerpo, con el funcionamiento básico vital y la supervivencia.

El cuerpo tiene un papel importantísimo en todas las formas de trabajo espiritual auténtico, porque devolver conciencia al cuerpo afirma la cualidad de la presencia. El motivo es bastante obvio: mientras la mente y los sentimientos pueden vagar hacia el pasado o hacia el futuro, el cuerpo sólo existe en el aquí y el ahora, en el momento presente. Este es uno de los motivos fundamentales de que prácticamente todo trabajo espiritual importante comience con retornar al cuerpo y conectar más con él.

Además, los instintos del cuerpo son las energías más potentes con las que tenemos que trabajar. Cualquier transformación verdadera ha de contar con ellos y cualquier trabajo que no los tome en cuenta con seguridad creará problemas.

El cuerpo tiene una inteligencia y una sensibilidad pasmosas, y también posee su propio lenguaje y su forma de conocer. En las sociedades indígenas, como las tribus aborígenes de Australia, las personas han conservado una relación más franca con la inteligencia del cuerpo. Se han documentado casos de personas que han sabido en sus cuerpos que uno de sus parientes sufría una herida o lesión a muchos kilómetros de distancia. Este conocimiento corporal les ha permitido ir hasta la persona lesionada para auxiliarla.

En las sociedades modernas la mayoría estamos casi totalmente separados de la sabiduría de nuestro cuerpo. El término psicológico para designar esto es disociación; en el lenguaje cotidiano lo llamamos irse, marcharse. En un día ajetreado y estresante, es posible que sólo sintamos el cuerpo si hay dolor corporal. Por ejemplo, normalmente no nos fijamos en que tenemos pies a menos que los zapatos nos queden demasiado estrechos. Pese a que la espalda es muy sensible, por lo general no tenemos conciencia de ella a no ser que recibamos un masaje, o tengamos una insolación o una lesión en ella, y a veces ni siquiera así.

ESTAR PRESENTE EN EL CUERPO

En este momento, mientras lees esta página, ¿sientes tu cuerpo? ¿Cuánto? ¿Dónde tienes situado el cuerpo en este momento? ¿Con qué intensidad lo experimentas? ¿Qué hace más intensa tu experiencia?

Cuando de veras habitamos nuestro centro instintivo, es decir, cuando ocupamos totalmente nuestro cuerpo, este nos da una profunda sensación de plenitud, estabilidad y autonomía o independencia. Cuando perdemos contacto con nuestra esencia, la personalidad intenta «llenarla», proporcionando una falsa sensación de autonomía.

Para darnos esa falsa sensación de autonomía, la personalidad crea lo que en psicología se llama límites del ego. Con esos límites del ego podemos decir: «Esto soy yo y eso no soy yo. Eso no es yo, pero esta sensación (o pensamiento o sentimiento) sí soy yo». Por lo general creemos que esos límites se corresponden con la piel y por lo tanto con las dimensiones del cuerpo, pero eso no siempre es así.

Esto se debe a que notamos tensiones habituales, no necesariamente los contornos del cuerpo. También podríamos notar que casi no tenemos sensaciones en algunas partes del cuerpo: se perciben insensibles, vacías. La verdad es que siempre llevamos con nosotros una sensación del yo que tiene poco que ver con cómo es en realidad nuestro cuerpo, donde está o qué estamos haciendo. El conjunto de tensiones internas que genera nuestro sentido inconsciente del yo es el cimiento de la personalidad, la primera capa.

Si bien todos los tipos emplean límites del ego, los tipos Ocho, Nueve y Uno lo hacen por un motivo particular: intentan usar su voluntad para influir en el mundo sin dejarse influir por él. Tratan de influir en su entorno, de rehacerlo, de controlarlo, de refrenarlo, sin que este influya en su sentido de identidad. Para decirlo de otro modo, estos tres tipos se resisten, de diferentes modos, a la influencia de la realidad. Tratan de crear una sensación de integridad y autonomía erigiendo un «muro» entre lo que consideran yo y lo que consideran no yo, aunque el lugar donde se levantan estos muros varía de tipo en tipo y de persona en persona.

Los límites del ego se clasifican en dos categorías. El primer límite está dirigido hacia fuera, y suele corresponder al cuerpo físico, aunque no siempre. Cuando nos cortamos las uñas o el pelo, o se nos extrae un diente, dejamos de considerarlos partes de nosotros. A la inversa, es posible que subconscientemente consideremos partes nuestras a ciertas personas o posesiones (casa, cónyuge o hijos), aunque ciertamente no lo son.

El segundo límite está dirigido hacia dentro. Por ejemplo, decimos que «tuvimos un sueño», y no pensamos que somos el sueño. También consideramos separados de nuestra identidad algunos pensamientos o sentimientos, mientras que nos identificamos con otros. Como es lógico, diferentes personas se identifican con diferentes sentimientos o pensamientos. Una persona podría experimentar la rabia como parte de sí misma, mientras otra considera la rabia algo ajeno a ella. Pero en todos los casos es importante recordar que estas divisiones son arbitrarias y resultado de los hábitos de la mente.

En el tipo Ocho, el límite del ego está principalmente dirigido hacia fuera, contra el entorno; el centro de atención es también externo. La consecuencia es una expansión y desbordamiento de la vitalidad del Ocho en el mundo. Los Ocho gastan energía constantemente para que nada pueda acercárseles demasiado y herirlos. Su actitud hacia la vida viene a decir: «Nada me va a dominar. Nadie va a penetrar mis defensas para herirme. Voy a estar en guardia». Cuanto más herido se sintió el Ocho en su infancia, más amplio será el límite de su ego y más difícil resultará a los demás llegar hasta él.

Las personas tipo Uno también tienen un límite contra el mundo exterior, pero están mucho más interesadas en mantener su límite interno. Todos tenemos aspectos que no aprobamos o de los que desconfiamos, que nos angustian y de los que deseamos defendernos. Los Uno gastan muchísima energía tratando de contener ciertos impulsos inconscientes, tratando de impedir que afloren a la conciencia. Es como si se dijeran: «No quiero ese sentimiento. No quiero tener esa reacción ni ese impulso». Generan muchísima tensión física para contener sus límites interiores y mantener a raya aspectos de su naturaleza interior.

DIRECCIONES DE LOS LÍMITES DEL EGO EN LA TRÍADA DEL INSTINTO

El tipo Nueve, el tipo del centro de la tríada (situado en el vértice del triángulo equilátero), trata de mantener límites en las dos zonas, en la interna y en la externa. En el ámbito interno, los Nueve no quieren que ciertos sentimientos y estados alteren su equilibrio. Levantan un muro contra aspectos de sí mismos, igual que los Uno, reprimiendo potentes impulsos instintivos y emociones. Al mismo tiempo, mantienen un fuerte límite contra el mundo exterior para no ser heridos, igual que los Ocho. Suelen entregarse a comportamientos pasivo agresivos y hacen la vista gorda a cualquier cosa que amenace su paz. No es de extrañar que digan que con frecuencia se sienten cansados, porque resistir la realidad en los dos «frentes» exige una enorme cantidad de energía. Si gastan la mayor parte de su vitalidad en mantener esos límites, no les queda para vivir e intervenir más plenamente en el mundo.

Cada uno de estos tres tipos tiene problemas de agresividad (si bien los nueve tipos de personalidad son agresivos de modos diferentes, la energía de la agresividad es un componente esencial de la estructura del ego de los tipos de la tríada del instinto). A veces la agresividad va dirigida hacia ellos mismos y a veces hacia los demás. En el curso del trabajo psicológico o espiritual, esta energía agresiva suele surgir como una potente sensación de ira. La ira es la reacción instintiva a la necesidad de reprimirse, la necesidad de cerrarse y constreñir la vitalidad. Los Ocho tienden a expresar su ira, los Nueve tienden a negarla y los Uno tienden a reprimirla.

En la experiencia de un niño podemos entender con más claridad la función de la ira. Todos, consciente o inconscientemente, pensamos que de niños no tuvimos el espacio que necesitábamos para desarrollarnos del todo. Cuando comencemos a explorar este ámbito de la experiencia descubriremos que bajo nuestro barniz de adultos reprimimos una rabia intensa, consecuencia de ese insulto a nuestra integridad esencial. (En el lado positivo, la rabia es también una manera de decir a los demás: «Apartaos de mí, quiero tener mi espacio. ¡Quiero y necesito ser completo e independiente!».) El problema es que si acarreamos estos problemas desde la infancia continuaremos sintiendo la necesidad de proteger nuestro «espacio personal», aun en el caso de que nada lo ponga en peligro. Una vez que se han trabajado estos problemas, la energía que impulsa la rabia, así como la energía que la mantiene reprimida, se puede liberar y redirigir hacia otros objetivos más gratificantes, entre ellos la transformación.

EN LA TRÍADA DEL SENTIMIENTO

Lo único que hemos de hacer es abandonar el hábito de considerar real lo que es irreal. Todas las prácticas religiosas tienen por única finalidad ayudarnos en esto. Cuando dejemos de considerar real lo que es irreal quedará la realidad sola y eso seremos.- RAMANA MAHARSHI

- INTERÉS/ PREOCUPACIÓN: Amor al yo falso e imagen propia.
- PROBLEMAS DE: Identidad y hostilidad.
- BUSCA: Atención.
- SENTIMIENTO SOTERRADO: Vergüenza.

En la tríada del instinto vimos cómo rara vez ocupamos de verdad nuestro cuerpo y estamos presentes con plena vitalidad. Del mismo modo, rara vez nos atrevemos a estar totalmente en el corazón. Cuando lo estamos suele ser algo avasallador; por lo tanto, sustituimos el poder del verdadero sentimiento por todo tipo de reacciones. Este es el dilema principal de la tríada del sentimiento, la de los tipos Dos, Tres y Cuatro.

En el plano más profundo, las cualidades del corazón son la fuente de nuestra identidad. Cuando uno abre el corazón sabe quién es y «quien es» no tiene nada que ver con lo que los demás piensan de uno y nada que ver con la historia pasada. Uno tiene una cualidad particular, un sabor, algo que es único e íntimamente propio. Es mediante el corazón que reconocemos y valoramos nuestra verdadera naturaleza.

Cuando estamos conectados con el corazón nos sentimos amados y valorados. Además, como enseñan las grandes tradiciones espirituales, el corazón revela que somos amados y valorados. Nuestra participación de la naturaleza divina significa que no sólo somos amados por Dios, sino también que la presencia del amor mora en nosotros, somos los conductos por los cuales entra el amor en el mundo. Cuando tenemos cerrado y bloqueado el corazón no sólo perdemos contacto con nuestra verdadera identidad, sino que además no nos sentimos amados ni valorados. Esta pérdida es insoportable, por lo tanto interviene la personalidad para crear una identidad sustituía y encontrar otras cosas que nos den sensación de valía, generalmente buscando la atención y la afirmación externas de los demás.

EL CENTRO DEL SENTIMIENTO

En estos momentos, mientras lees esta página, vuelve la atención hacia la zona de tu corazón. Haz unas cuantas respiraciones profundas, tranquilas, y siente el interior de tu pecho. ¿Qué sensaciones experimentas en esta zona? Relájate y respira hondo y ve cómo sientes la zona de tu corazón. ¿La sientes cerrada? ¿Sensible? ¿Dolida? ¿Cuál es exactamente el sentimiento que experimentas? Si ese sentimiento tuviera color, forma o sabor, ¿Cuáles serían? ¿Qué efecto tiene este ejercicio en tu sentido de ti mismo?

Así pues, los tres tipos de personalidad de la tríada del sentimiento están interesados ante todo en el desarrollo de su imagen. Compensan su falta de conexión más profunda con las cualidades esenciales del corazón erigiendo una falsa identidad e identificándose con ella. Entonces presentan esa imagen a los demás (y a sí mismos) con la esperanza de atraer amor, atención, aprobación y sensación de valía.

Desde el punto de vista psicológico, los tipos Dos, Tres y Cuatro son los más preocupados por su «herida narcisista», es decir, por lo que no se valoró de ellos en su infancia. Dado que nadie se gradúa de la infancia sin una herida narcisista de cierta envergadura, de adultos tenemos muchísima dificultad para ser auténticos los unos con los otros. Permanece el temor, una vez todo dicho y hecho, de que en realidad estemos vacíos y no valgamos nada. La trágica consecuencia de esto es que casi nunca nos vemos ni nos dejamos ver mutuamente, seamos del tipo que seamos. Reemplazamos lo que somos por una imagen, como si dijéramos al mundo: «Esta imagen soy yo. Te gusta, ¿verdad?». Es posible que los demás nos aprueben (es decir, que aprueben nuestra imagen), pero mientras no nos identifiquemos con nuestra personalidad, siempre quedará algo más profundo sin validación.

Los tipos de la tríada del sentimiento nos presentan tres soluciones diferentes para este dilema: complacer a los demás para caerles bien (tipo Dos); realizar cosas y sobresalir de algún modo para conseguir admiración y validación (tipo Tres), o tener una compleja historia sobre uno mismo y dar tremenda importancia a todas las características personales (tipo Cuatro).

Los dos temas principales de esta tríada entrañan problemas de identidad («¿Quién soy?») y de hostilidad («Te odio porque no me amas como yo quiero»). Dado que en su inconsciente los tipos Dos, Tres y Cuatro saben que su identidad no es una expresión de lo que son realmente, reaccionan con hostilidad siempre que no se valora su personalidad-identidad. La hostilidad les sirve para desviar la atención de las personas que podrían poner en duda o subvalorar su identidad y para defenderse de los sentimientos más profundos de vergüenza y humillación.

El tipo Dos busca valía en la buena opinión de los demás. Desea ser deseado; trata de obtener reacciones favorables dando a los demás su energía y atención. Busca reacciones positivas a sus gestos de amistad, ayuda y bondad con el fin de fortalecer su autoestima. El enfoque de sus sentimientos es hacia fuera, hacia los demás, pero la consecuencia es que suele tener dificultad para saber qué le dicen sus sentimientos. También se siente a menudo poco valorado, aunque hace todo lo posible por ocultar la hostilidad que esa sensación le genera. El tipo Cuatro es lo contrario: su energía y su atención las dirige hacia dentro para mantener una imagen basada en sentimientos, fantasías e historias del pasado. Su personalidad identidad se centra en «ser distinto», y en consecuencia suele sentirse distanciado de los demás. Tiende a generar y sostener estados de ánimo o humor en lugar de permitir que surjan los sentimientos que están realmente presentes. Los Cuatro menos sanos suelen considerarse víctimas y prisioneros de su pasado; creen que no tienen esperanza de ser de otro modo debido a todas las tragedias y abusos que han sufrido. Así también atraen hacia sí atención y lástima y, por lo tanto, cierto grado de validación.

El tipo Tres, el del centro de esta tríada (situado en el vértice del triángulo equilátero), dirige su atención y energía hacia dentro y hacia fuera. A semejanza de los Dos, necesita reacciones y opiniones positivas y validación de los demás. El Tres busca principalmente la valía mediante logros; desarrolla ideas sobre cómo sería una persona valiosa y luego trata de ser esa persona. Pero también «su conversación interior consigo mismo» es muy activa, para generar y mantener así un cuadro interno de sí mismo coherente, como el Cuatro. También corre el riesgo de «creerse su propia propaganda» más que la verdad.

DIRECCIÓN DE LA IMAGEN PROPIA EN LA TRÍADA DEL SENTIMIENTO

Pese a las diversas imágenes que presentan estos tipos, en el fondo todos se sienten sin valía, y muchos de los hechos de su personalidad son intentos de disfrazarse, para ocultarse de sí mismos y de los demás. Los Dos obtienen una sensación de valía diciendo: «Sé que valgo porque los demás me quieren y me valoran. Hago el bien a los demás y me lo agradecen»; son salvadores. En el lado opuesto del espectro, los Cuatro son los salvados-, se dicen: «Sé que valgo porque soy único, distinto a todos los demás. Soy especial porque alguien se coma el trabajo de salvarme; alguien se toma la molestia de preocuparse por mi aflicción, eso quiere decir que me lo merezco». Los Tres son modelos de quienes no necesitan ser salvados, como si dijeran: «Sé que valgo porque consigo las cosas, no tengo nada mal. Valgo debido a lo que realizo». Pese a sus métodos individuales para «fortalecer la estima propia», a estos tres tipos les falta amor por sí mismos.

Mientras los tipos de la tríada del instinto tratan de controlar sentimientos de rabia, los de la tríada del sentimiento tratan de contender con sentimientos de vergüenza. Cuando en la primera infancia no están reflejadas las cualidades esenciales auténticas, llegamos a la conclusión de que hay algo malo en nosotros; el sentimiento resultante es la vergüenza. Procurando sentirse valiosos mediante su imagen propia, estos tipos pretenden escapar a los sentimientos de vergüenza. Los Dos son superbuenos, tratan de atender y servir a los demás para no sentir vergüenza; los Tres se hacen perfectos en su actuación y sobresalientes en sus logros para poder resistir la vergüenza, y los Cuatro evitan los sentimientos más profundos de vergüenza dramatizando sus pérdidas y heridas y considerándose víctimas.

EN LA TRÍADA DEL PENSAMIENTO

Hemos de estar dispuestos a liberarnos de la vida que hemos planeado para llevar la vida que nos espera. - JOSEPH CAMPBELL

- INTERÉS/ PREOCUPACIÓN: Estrategias y creencias.
- PROBLEMAS DE: Inseguridad y ansiedad.
- BUSCA: Seguridad.
- SENTIMIENTO SOTERRADO: Miedo.

Si la tríada del instinto se ocupa de mantener un sentido de sí mismo y la tríada del sentimiento de mantener una identidad personal, la tríada del pensamiento se ocupa de encontrar sentido de orientación interior y apoyo. Los sentimientos dominantes en los tipos Cinco, Seis y Siete son la ansiedad y la inseguridad. Para decirlo de otro modo, a los tipos de la tríada del instinto les interesa resistirse a aspectos del presente; los tipos de la tríada del sentimiento están orientados hacia el pasado porque se han construido una imagen a base de recuerdos e interpretaciones del pasado; los tipos de la tríada del pensamiento están más preocupados por el futuro, como si preguntaran:

«¿Qué me va a ocurrir? ¿Cómo voy a sobrevivir? ¿Cómo prepararme para evitar que ocurran cosas malas? ¿Cómo avanzar en la vida? ¿Cómo arreglármelas?».

La tríada del pensamiento se ha desconectado de los aspectos de nuestra verdadera naturaleza que en algunas tradiciones espirituales llaman la mente callada. La mente callada es la fuente de orientación interior que nos da la capacidad de percibir la realidad tal como es. Nos permite ser receptivos a un conocimiento interior capaz de orientar nuestra acción. Pero así como rara vez estamos totalmente presentes en el cuerpo o en el corazón, rara vez accedemos a esa cualidad de la mente callada y espaciosa; por el contrario, en la mayoría de nosotros la mente es una parlanchina, y por eso hay personas que pasan años en monasterios o en retiros para acallar sus mentes inquietas. En la personalidad, la mente no está callada y no «sabe» naturalmente; vive tratando de inventar alguna estrategia o fórmula para poder hacer aquello que crea que le permitirá funcionar en el mundo.

DIRECCIONES DE LA «HUIDA» EN LA TRÍADA DEL PENSAMIENTO

Los tipos Cinco, Seis y Siete no logran tranquilizar sus mentes. Esto es un problema porque la mente callada nos permite sentirnos enormemente apoyados; en la mente callada surgen el conocimiento y la orientación interior, y eso nos da seguridad para actuar en el mundo. Cuando están bloqueadas estas cualidades sentimos miedo. Sus reacciones al miedo distinguen a los tres tipos de la tríada del sentimiento.

El tipo Cinco reacciona retirándose de la vida y reduciendo sus necesidades personales; se cree demasiado frágil y poca cosa para sobrevivir a salvo en el mundo; el único lugar seguro es su mente, por lo tanto acumula allí lo que cree que le ayudará a sobrevivir hasta estar preparado para volver al mundo. Los Cinco también piensan que no tienen suficiente para satisfacer las exigencias de la vida práctica. Se retiran hasta que logran saber algo o dominar alguna habilidad que les permita sentirse lo suficientemente seguros para salir del escondite. El tipo Siete, por el contrario, se enfrenta a la vida y parece no tener miedo de nada. Al principio parece raro que los Siete estén en una tríada a cuyos tipos les afecta tanto el miedo, puesto que por fuera son muy aventureros. Pero, a pesar de las apariencias, tienen muchísimo miedo, aunque no del mundo exterior: tienen miedo de su mundo interior, de quedar atrapados en el dolor emocional, en la aflicción y, sobre todo, en sentimientos de ansiedad. Por lo tanto escapan sumergiéndose en la actividad y la expectación de la actividad. Inconscientemente, el Siete intenta mantener ocupada la mente para que no afloren sus ansiedades y dolores soterrados.

En el tipo Seis, el central de esta tríada (situado en el vértice del triángulo equilátero), la atención y la energía están dirigidas hacia dentro y hacia fuera. Por dentro el Siete se siente angustiado, por lo cual se lanza a la actividad externa y la expectación del futuro, como el Siete. Pero una vez hecho esto, finalmente teme cometer errores y ser castigado o abrumado por exigencias impuestas, de modo que, como el Cinco, se «apresura a replegarse en sí mismo». Nuevamente lo asustan sus sentimientos y así continúa el ciclo reactivo, en que la ansiedad hace saltar su atención a su alrededor como una pelota de ping-pong.

Los tipos de la tríada del pensamiento tienden a tener problemas relacionados con lo que los psicólogos llaman la «fase de separación» del desarrollo del yo. En esta fase, alrededor de los dos a cuatro años de edad, los niños comienzan a preguntarse: «¿Cómo puedo alejarme de la seguridad y cuidados de mamá? ¿Qué es seguro y qué es peligroso?». En circunstancias ideales, la figura paterna se convierte en apoyo y guía, la persona que ayuda al niño a desarrollar habilidades e independencia.

EL CENTRO DEL PENSAMIENTO

En este momento permítete relajarte y conectar más con las sensaciones e impresiones que estás teniendo. Siente cómo es estar vivo en tu cuerpo en este momento. No visualices, permítete experimentar lo que sientes. A medida que conectas y te calmas, tal vez comiences a notar que tu mente está menos «bulliciosa». Continúa este proceso unos cuantos minutos. Permanece en contacto con tus sensaciones e impresiones inmediatas, y ve qué efecto tiene esto en tu pensamiento. Cuando se acalla tu mente, ¿son más claras o más confusas tus percepciones? ¿Notas más viva o más apagada la mente?

Los tipos de esta tríada representan las tres formas como los niños podrían intentar negociar la fase de separación y superar la dependencia. El tipo Seis busca a alguien semejante a una figura paterna, una persona que sea fuerte, digna de confianza y autoritaria; así, los Seis se las arreglan con la pérdida de orientación interior buscando orientación en los demás; buscan apoyo para independizarse, pero lo irónico es que tienden a depender justamente de la persona o el sistema que emplean para encontrar la independencia. El tipo Cinco está convencido de que el apoyo o es inasequible o indigno de confianza, de modo que trata de compensar la pérdida de orientación interior resolviéndolo todo mentalmente y solo; pero dado que lo «va a hacer solo», cree que debe reducir la necesidad de y el aferramiento a alguien si quiere soltarse y ser independiente. El tipo Siete trata de soltarse buscando sustitutos del sustento y cuidado maternos; va tras aquello que crea que le hará sentir más satisfecho y seguro; al mismo tiempo, a la falta de orientación interior reacciona probándolo todo, como si mediante el proceso de eliminación pudiera descubrir la fuente de sustento y cuidado que busca secretamente.

ESTILO SOCIAL: LOS GRUPOS HORNEVIANOS

Los grupos hornevianos indican el estilo social de cada tipo y también cómo cada tipo trata de satisfacer sus necesidades primarias (corno lo indica su centro triádico). Conocer cómo tratamos inconscientemente de satisfacer nuestros deseos puede servirnos para desprendernos de potentes identificaciones y despertar.


PERSONALIDAD Y ESENCIA: CARACTERÍSTICAS OPUESTAS


Personalidad Esencia
(dormidos) (despiertos) CENTRO DEL PENSAMIENTO
Mente callada
Charla mental
Orientación interior
Imaginar soluciones
Conocimiento, claridad
Estrategias, dudas
Apoyo y estabilidad
Ansiedad y miedo
Receptividad al momento
Expectación
Presente
(Orientación al futuro)
(Aquí y ahora)

CENTRO DEL SENTIMIENTO

Imagen propia
Historias Autenticidad
Emotividad Veracidad
Aferramiento a estados de Compasión-comprensión
ánimo Perdón y fluidez
Adaptación para influir en Dirigido por el interior
otros (Aquí y ahora)
(Orientación al pasado)

CENTRO DEL INSTINTO

Límites Conexión con la vida
Tensión, aturdimiento Percepción relajada, Defensa receptiva Fuerza interior
Disociación Conexión
Irritación Aceptación
(Resistencia al presente) (Aquí y ahora)

Además de las tres tríadas hay otra importante agrupación de tipos de tres en tres, los grupos hornevianos, denominados así en honor de Karen Horney, psiquiatra que desarrolló la obra de Freud identificando las tres formas fundamentales que usan las personas para intentar resolver conflictos internos. También podríamos decir que los grupos hornevianos indican el «estilo social» de cada tipo: hay un estilo combativo, un estilo reservado y un estilo sumiso (al superyó, es decir «obediente»). Los nueve tipos entran en estos tres estilos principales.

En el grupo de los combativos (según Horney, las «personas que van en contra») están los Tres, los Siete y los Ocho. Los tipos combativos están orientados al ego y son ego-expansivos; reaccionan al estrés o a las dificultades reforzando o inflando su ego. Ante la dificultad ensanchan su ego en lugar de echarse atrás, retirarse o buscar

protección en otras personas. Estos tres tipos tienen problemas para procesar sus sentimientos. Cada uno de los grupos hornevianos tiene un sentido intrínseco de sí mismo en relación a los demás. Reconocer y comprender la falsedad de ese «sentido de sí mismo, o del yo» puede ser valiosísimo para conocer algunos de los principales rasgos de nuestro ego. Un ejemplo sencillo aclarará esto: si entras en una habitación llena de gente, automáticamente tendrás una experiencia determinada de ti mismo. Si perteneces al grupo combativo, tu primera reacción automática sería: «Yo soy el centro; yo soy lo que importa aquí. Ahora que he llegado va a ocurrir algo». Los combativos piensan de inmediato que todo acontecimiento importante está en relación con ellos. Los Siete y los Ocho piensan así naturalmente. Un Siete entra en una habitación y en el subconsciente piensa: «¡Hola a todos, ya he llegado! ¡Ahora se van a animar las cosas!». Un Ocho piensa: «Bueno, he llegado. Ocupaos de mí». Estos tipos se «apoderan» del espacio y esperan que los demás reaccionen a ellos. A los Tres, en cambio, no les resulta fácil ni natural sentirse el centro porque, como hemos visto, dependen de la atención de los demás para sentirse valiosos; harán lo posible por encontrar formas de obtener opiniones positivas de los demás para sentirse el centro, como para decir:

«Mirad lo que he conseguido. Miradme y confirmad mi valía».

En el grupo de los sumisos (según Horney, las «personas que van hacia») están los tipos Uno, Dos y Seis. Estos tres tipos comparten la necesidad de ser de utilidad a otras personas. Son los defensores, los abogados, los cruzados, los servidores públicos y los trabajadores entregados. Los tres reaccionan a las dificultades y al estrés consultando con su superyó qué es lo correcto; se preguntan: «¿Cómo puedo satisfacer las expectativas de los demás? ¿Cómo ser responsable?».

Es importante comprender que los tipos sumisos no son necesariamente sumisos a otras personas; pero sí son muy sumisos a las exigencias de sus superyós. Estos tres tipos tratan de obedecer reglas, principios y preceptos que aprendieron e interiorizaron en su infancia. En consecuencia, suelen convertirse en figuras de autoridad, sobre todo los Seis y los Uno (a veces los Dos también pueden ser figuras de autoridad, aunque con más frecuencia tratando de ser «buen progenitor» o un consejero o asesor de confianza).

Cuando una persona cuyo tipo está en el grupo sumiso entra en una habitación, su sentido de sí misma es automáticamente el de ser «mejor que» los demás, aunque su manera de expresarlo sea sutil. Un Uno podría entrar en una sala y pensar en su subconsciente: «Esto está muy descuidado y desorganizado. Si yo estuviera a cargo las cosas no estarían tan desordenadas».

Los Dos entran en una habitación y piensan subconscientemente: «¡Pobre gente! Ojalá tuviera tiempo para atenderlos a todos. Parecen tener problemas, necesitan mi ayuda». Al acercarse a los demás desde la posición de «persona afectuosa» que se interesa por y sirve a otros, los Dos se ponen automáticamente en el papel superior de ser «mejor que» los demás.

Los Seis tienen más problemas de sentimientos de inferioridad que los Uno y los Dos, pero consiguen sentirse «mejor que» mediante sus afiliaciones e identificaciones sociales («Soy demócrata, y somos mejores que los republicanos», «Vivo en Nueva York, que es una ciudad mejor que Los Ángeles», «Ningún equipo es mejor que el mío», etcétera).

En el grupo de los retraídos (según Horney, las «personas que se alejan») entran los tipos Cuatro, Cinco y Nueve. No hay en estos tipos mucha diferencia entre sus yos conscientes y sus sentimientos, pensamientos e impulsos inconscientes no procesados. Su inconsciente está siempre manando hacia su conciencia a través de ensoñaciones y fantasías.

Los tres tipos reaccionan al estrés replegándose, retirándose de su participación en el mundo y entrando en un «espacio interior» de su imaginación. Los Nueve se retiran a un refugio interior seguro y libre de preocupaciones;

los Cuatro se retiran a un yo fantástico romántico e idealizado, y los Cinco se retiran a un «juego mecánico» interior complejo y cerebral. En lenguaje corriente, todos se «evaden» y entran muy fácilmente en su imaginación. Estos tipos tienen problemas para permanecer en su ser físico y para salir de sus imaginación y entrar en acción.

El sentido de sí mismo automático que surge cuando entran en una habitación es: «Yo no formo parte de lo que ocurre aquí. No me gustan estas personas. No encajo». Los Cuatro y los Cinco se sienten muy claramente separados de los demás; refuerzan su sentido del yo permaneciendo alejados y siendo diferentes. En una sala llena de gente, los Cuatro estarían a un lado, distantes, y actuarían de un cierto modo «misterioso»; por otra parte, si no les apeteciera estar allí, sencillamente se marcharían, sobre todo dado que tienen poco desarrollado su sentido de obligación social («Esto es demasiado para mí; sencillamente, no estoy en forma para esto en este momento»).

A los Cinco no les importaría quedarse, pero se sentirían igual de felices en casa leyendo un libro o dedicados a alguno de sus intereses. Si se quedaran, probablemente se mantendrían a un lado, observando a todos los demás. Tal vez participarían más si tuvieran un contexto, por ejemplo grabar la reunión, el acto o la fiesta con una videocámara.

Los Nueve podrían disfrutar de la reunión social e incluso participar, pero procurarían mantenerse libres; podrían asentir y sonreirían mientras piensan en una tarde de pesca, o podrían «desconectarse» casi del todo, limitándose a estar con alguien, dejando que la otra persona lleve la mayor parte de la conversación, escuchando en amable silencio o actitud de buen humor.

Anteriormente en este capítulo vimos que las tríadas nos dicen qué deseaba más en su infancia cada tipo. Los tipos de la tríada del instinto deseaban ante todo autonomía: buscaban la independencia, la capacidad de hacer valer su voluntad y dirigir su vida. Los tipos de la tríada del sentimiento deseaban atención: ser vistos y validados por sus padres. Por último, los tipos de la tríada del pensamiento deseaban seguridad: saber que su entorno era seguro y estable.

Los grupos hornevianos hablan de la estrategia que emplea cada tipo para satisfacer sus necesidades. Los tipos combativos (Tres, Siete y Ocho) insisten en o exigen tener lo que desean; su método es activo y directo cuando van en pos de lo que creen necesitar. Los tipos sumisos (Uno, Dos y Seis) intentan ganarse algo apaciguando a sus superyós para obtener lo que desean; hacen lo posible por ser «buenos chicos y buenas chicas» y lograr así satisfacer sus necesidades. Los tipos reservados (Cuatro, Cinco y Nueve) se retiran para obtener lo que desean; se desligan de los demás para ocuparse de sus necesidades.

Si recorremos el eneagrama podemos unir estos tres grupos de un modo que caracteriza sucintamente la motivación y el estilo principales de cada tipo. Comenzando por los tipos de la tríada del instinto, vemos que los Ocho exigen la autonomía, los Nueve se repliegan para adquirirla (tener su espacio propio) y los Uno intentan ganársela (pensando que si son perfectos los demás no les pondrán obstáculos).

Pasando a la tríada del sentimiento, vemos que el Dos, tipo sumiso, trata de ganarse la atención (siendo servicial y atento con los demás); el tipo Tres, combativo, exige atención (haciendo lo que sea por conseguir reconocimiento y atención), y el Cuatro, tipo reservado, se retira para atraerse atención (con la esperanza de que venga alguien y lo descubra).

En la tríada del pensamiento, el tipo Cinco se retira para tener seguridad («Estaré a salvo si me mantengo apartado de los demás»), el Seis trata de ganársela («Estaré a salvo si hago lo que se espera de mí») y el Siete la exige («Voy a hacer lo que sea para sentirme seguro»).

ESTILO DE REACCIÓN: LOS GRUPOS ARMÓNICOS

Los grupos armónicos son útiles para el trabajo de transformación porque indican cómo se las ingenia cada persona cuando no consigue lo que desea (según la tríada en que está). Así se pone de manifiesto la forma fundamental como se defiende la personalidad de la pérdida y la decepción.

También hemos descubierto una tercera forma importante de agrupar los nueve tipos, a la que hemos llamado los grupos armónicos. Por cada tipo primario (los situados en los vértices del triángulo equilátero: Tres, Seis y Nueve) hay dos tipos secundarios que se le parecen mucho de numerosas maneras, y a causa de estas similitudes entre estos tipos se producen repetidamente identificaciones erróneas. Por ejemplo, los Nueve suelen identificarse de forma errónea como Dos o Siete; los Tres se identifican como Uno o Cinco, mientras que es conocida la manera en que los Seis se identifican mal como Cuatro u Ocho.

Si bien no hay ninguna línea que los conecte en el símbolo del eneagrama, hay temas y problemas comunes que unen a estos tipos. Los grupos armónicos nos dicen qué actitudes adopta el tipo si no satisface su necesidad dominante. Es decir, los grupos armónicos nos dicen cómo hacemos frente a los conflictos y las dificultades, cómo reaccionamos cuando no obtenemos lo que deseamos.

El grupo de actitud positiva está constituido por los tipos Nueve, Dos y Siete. Los tres reaccionan al conflicto y la dificultad adoptando, mientras les es posible, una «actitud positiva», reenmarcando la desilusión de alguna forma positiva. Desean subrayar los aspectos optimistas de la vida y mirar el lado luminoso de las cosas. Estos tipos son reforzadores de la moral o ánimo, que disfrutan ayudando a otras personas a sentirse bien porque desean continuar sintiéndose bien ellos («No tengo ningún problema»).

A estos tipos les cuesta encarar su lado oscuro; no quieren adentrarse en nada doloroso o negativo de sí mismos. Además, según cual sea el tipo, cada uno tiene dificultad para equilibrar sus necesidades con las necesidades de los

demás. Los Dos se centran sobre todo en las necesidades de los demás; los Siete se centran en sus propias necesidades, y los Nueve se centran en las de los demás y las propias, aunque la consecuencia suele ser que les cuesta satisfacer a todos.

TEMAS PRINCIPALES DEL GRUPO DE ACTITUD POSITIVA

Da importancia a: Evita percibir: Problemas con necesidades:
Imagen propia positiva: Sus necesidades, sus Da excesiva importancia a «Soy una persona bondadosa desilusiones y su rabia. las necesidades de los 2 y afectuosa»; se centra en demás; desatiende sus buenas intenciones. las propias.

Experiencias positivas, Su sufrimiento y vacío; su Da excesiva importancia a disfrute, actividad, papel en la generación de sus necesidades; a menudo 7 entusiasmo y diversión. sufrimiento para él/ella y los siente como una carga las demás. necesidades de los demás.

Las cualidades positivas de Los problemas con sus seres Se siente abrumado por sus los demás y de su entorno; queridos o de su entorno, y necesidades y las de los 9 idealiza su mundo. su falta de desarrollo. demás; no desea enfrentarse a ninguna de las dos.

El grupo de competencia está formado por los tipos Tres, Uno y Cinco. Estas personas han aprendido a hacer frente a la dificultad dejando de lado sus sentimientos personales y esforzándose por ser objetivas, eficaces y competentes. Dejan en segundo plano sus necesidades subjetivas y sus sentimientos e intentan resolver los problemas con lógica, y esperan que los demás hagan lo mismo.

Estos tres tipos tienen también problemas relacionados con el trabajo dentro de los límites de una estructura o sistema («¿Cómo funcionar dentro de un sistema? ¿Cómo aprovecharlo en mi beneficio? ¿Me va a impedir hacer lo que deseo?»). La actitud de estos tipos hacia los sistemas surge de su relación con la familia. No saben muy bien cuánto desean dar o negar de sí mismos a los valores del sistema. Los Uno actúan según las normas, siguiéndolas tan bien que nadie puede atreverse a poner en duda su integridad; los Cinco, por el contrario, tienden a actuar contraviniendo las normas, y los Tres desean actuar de las dos formas, beneficiándose de las normas y estructuras y evitando las restricciones.

TEMAS PRINCIPALES DEL GRUPO DE COMPETENCIA

Pone el énfasis en: Controla los sentimientos: Relación con el sistema:

Ser correcto, organizado y Mediante la represión y la Desea trabajar con el sensato; se centra en los negación; los sentimientos sistema; intenta ser «buen valores, en mejorar y los canaliza hacia la chico o buena chica» y le conocer las reglas. actividad, haciendo las cosas irritan las personas que no 1 a la perfección; también respetan las reglas. expresa el control de los sentimientos mediante una rigidez física corporal.

Ser eficiente, capaz y Mediante la represión y Desea trabajar con el sobresaliente; se centra en centrando su atención en sistema, pero también le los objetivos, en ser tareas, manteniéndose gusta estar fuera de él, 3 pragmático y en saber cómo activo; la consecución ajustando las reglas a su presentarse. compensa los sentimientos beneficio y buscando atajos. dolorosos; mira a los demás para saber qué sentir.

Ser el experto y tener Apartándose de ellos, Rechaza el sistema y desea información profunda; se manteniéndose preocupado y trabajar por su cuenta, fuera centra en el proceso, los racional como si sus de él; no soporta mucho las 5 hechos objetivos y en sentimientos los sintiera otra reglas ni los trámites. mantener la claridad e persona. imparcialidad.

El grupo de reacción lo forman los tipos Seis, Cuatro y Ocho. Estos tipos reaccionan emocionalmente a los conflictos y problemas y tienen dificultad para saber hasta qué punto confiar en otras personas:

«Necesito que sepas cómo me siento respecto a esto». Cuando surge un problema, estas personas buscan una reacción emocional en los demás que refleje su preocupación; desean que la otra persona iguale su estado («¡Esto me molesta! ¡Debería molestarte a ti también!»). Los tipos de este grupo tienen gustos y aversiones muy marcados, y en caso de problema consiguen que los demás se enteren. En los conflictos necesitan encarar sus sentimientos primero y, una vez logran hacerlo, por lo general las cosas se calman con bastante rapidez y permanentemente. Pero si no consiguen desahogar sus sentimientos pueden volverse cada vez más resentidos y vengativos.

A los tipos del grupo de reacción también les cuesta equilibrar su necesidad de independencia y autodeterminación con su necesidad de cuidados y apoyo por parte de los demás. Confían y desconfían de los demás al mismo tiempo: aceptar el apoyo y el afecto de otras personas es un deseo profundo para ellos, pero piensan que hacerlo significa perder el control de sí mismos y sus circunstancias. Temen ser traicionados y necesitan ver la actitud y las reacciones de las personas para saber en qué relación están con ellas; o bien buscan consejo y orientación («relación padres-hijos») o los desafían (rebeldía). En el subconsciente, los Cuatro desean que hagan de padres con ellos, mientras los Ocho desean tener el papel de padres y proveedores; los Seis desean ambas cosas, a veces, ser como el progenitor; otras veces, como el hijo de otra persona.

TEMAS PRINCIPALES DEL GRUPO REACTIVO

Busca: Teme: Trata con los demás:

Un salvador, alguien que lo El abandono, que nadie se Manteniendo el interés de los entienda y que apoye su vida cuide de él; no tener apoyo de más limitándoles el y sus sueños; desea ser visto. suficiente para encontrarse y acceso, adoptando una 4 ser él mismo. postura de «inaccesibilidad» y aferrándose a quienes lo apoyan.
Independencia y apoyo. Ser abandonado y quedar sin Comprometiéndose y siendo Desea a alguien de quien fiar apoyo, pero también fiable, mientras trata de 6 se, pero también necesita ser depender demasiado de conservar su independencia; «el fuerte». otros. es simpático pero también está a la defensiva.

Independencia y confianza Ser controlado o dominado Manteniéndose en guardia, en sí mismo; desea necesitar por otros; por lo tanto, teme no permitiendo que se le a los demás lo menos la intimidad y hacerse acerquen demasiado y 8 posible, ser dueño de sí vulnerable confiando o endureciéndose contra el mismo. queriendo demasiado. dolor y su necesidad de los demás.

RESUMEN DE LOS GRUPOS ARMÓNICOS

El grupo de actitud positiva: Niegan tener problemas
Nueve: «¿Qué problema? No creo que haya ningún problema».
Dos: «Tienes un problema. Aquí estoy para ayudarte».
Siete: «Tal vez haya algún problema, pero estoy muy bien».

El grupo de competencia: Desconectan los sentimientos y resuelven los problemas con lógica Tres: «Hay una solución eficaz para esto, sólo tenemos que ponernos a trabajar».

Uno: «Sin duda podemos resolver esto como adultos sensatos, maduros». Cinco: «Aquí hay muchos asuntos ocultos: déjame pensarlo».

El grupo de reacción: Reaccionan enérgicamente y necesitan reacciones de los demás Seis: «Me siento agobiado, necesito desahogarme un poco».

Cuatro: «Me siento dolido, necesito expresarme».
Ocho: «¡Estoy enfadado por esto y me vais a oír!».

CAPÍTULO 6
DINÁMICAS Y VARIACIONES

El eneagrama no es vago; nos puede servir para concretar y personalizar nuestra comprensión mediante un conjunto de distinciones más sutiles que los nueve tipos básicos. Cada tipo tiene dos alas y tres variantes instintivas. Estas dos «lentes» nos ayudan a identificar con mayor exactitud y detalle nuestros rasgos de personalidad. Pero, además, el eneagrama es único entre las tipologías de personalidad en el sentido de que nos muestra formas de desarrollarnos. Nos traza con precisión las pautas de crecimiento, así como nos muestra aquellas que nos crean dificultades. Mediante los niveles de desarrollo y las direcciones de integración y desintegración, podemos entender la dinámica de nuestra personalidad: las maneras como cambiamos a lo largo del tiempo.

LAS ALAS

Las alas nos sirven para individualizar los nueve tipos (más generales) del eneagrama. Cada ala es un subtipo del tipo general. Conocer las alas nos permite centrar mejor los problemas que hemos de enfrentar en el camino espiritual.

Dado que los nueve tipos están dispuestos alrededor de un círculo, sea cual sea nuestro tipo básico tendrá un tipo a cada lado. Uno de estos dos tipos será nuestra ala. El ala modifica al tipo básico, se mezcla con él y destaca ciertas tendencias. Por ejemplo, si tu tipo básico es el Nueve, tendrás o un ala Ocho o un ala Uno. Nadie es un tipo puro y, en algunos casos, también podríamos encontrar algún Nueve con dos alas. Sin embargo, la mayoría de las personas tenemos un ala dominante.

Tomar en cuenta el ala dominante produce un subtipo único que es identificable en la vida diaria. Por ejemplo, si observamos a los Siete en el mundo real, vemos que los hay con ala Ocho y con ala Seis. Cada uno de estos dos subtipos alas tiene un estilo distinto. Las combinaciones de tipos y alas dan dieciocho subtipos-alas, dos por cada tipo. Cada uno se describe en los capítulos correspondientes a los tipos.

Podría ser útil pensar en las diferencias individuales imaginándose la circunferencia del eneagrama como una rueda de colores que posee toda la gama de colores. Así, los tipos se pueden considerar una familia de matices emparentados. Por ejemplo, indicar que una persona es un Seis equivaldría a decir que pertenece a la «familia azul». Aunque no tengamos idea del matiz exacto de azul de que se trata (azul marino, añil, celeste, opalino, cobalto, prusia, aciano, etcétera), sí sabemos distinguir entre azul y rojo o entre azul y naranja, por ejemplo.

Esta forma de considerar los tipos nos indica que existe un continuo en la expresión humana, así como hay un continuo en el espectro de colores. No hay verdaderas divisiones entre las variedades de tipos de personalidad, así como no las hay entre los colores del arco iris. Las diferencias individuales son tan únicas como los diferentes matices, tonos e intensidades de color. Los nueve puntos del eneagrama son sencillamente «apellidos» que empleamos para hablar con validez acerca de las diferencias de personalidad, formas de hablar de las características principales sin extraviarnos en los detalles.

LAS VARIANTES INSTINTIVAS

Las variantes instintivas indican cuáles de nuestros tres instintos básicos han sido más distorsionados en la infancia, produciendo obsesiones y comportamientos característicos en toda la extensión del tipo de personalidad.

Además de los dos subtipos alas para cada punto del eneagrama, hay tres variantes instintivas por cada tipo, que indican los diferentes aspectos de la vida en que se van a centrar los intereses y preocupaciones particulares de cada tipo. Una variante instintiva dominante de una persona representa el terreno o aspecto en el que van a presentarse con más frecuencia los problemas de su tipo.

Así como en nosotros actúan los nueve tipos del eneagrama, también lo hacen las tres variantes, aunque, como ocurre con el tipo, predominará una sola de esas variantes. Los tres instintos se pueden equiparar con las capas de una tarta, en que la capa superior es el instinto dominante y la inferior el menos potente. Además, esto se puede hacer sin conocer el tipo de una persona en el eneagrama; los instintos son de suyo claramente definidos y observables y son una variable que funciona independientemente del tipo y por lo tanto no es propiamente un subtipo.

Las variantes instintivas se fundamentan en los tres instintos primarios que motivan el comportamiento humano: el instinto de conservación, el instinto social y el instinto sexual. Así, cada tipo del eneagrama tiene tres variaciones basadas en los tres instintos que podrían ser dominantes. Por ejemplo, un Seis podría ser un Seis auto conservador, un Seis social o un Seis sexual, y cada uno de esos Seis tendría un conjunto de preocupaciones e intereses perceptiblemente diferentes.

Por lo tanto, una persona se puede definir como una combinación de un tipo básico, un ala y una variante instintiva dominante; por ejemplo, un Uno auto conservador con ala Dos, o un Ocho sexual con ala Nueve. Dado que las variantes instintivas y las alas no están relacionadas directamente, por lo general es más fácil percibir un tipo a través de la «lente» del ala o de la «lente» de la variante instintiva dominante. No obstante, combinar esos dos marcos de referencia distintos produce seis variantes para cada tipo, con un total . de 54 variaciones principales en todo el eneagrama.

Tomar en consideración esta dimensión de la personalidad podría ser un grado de detallismo mayor que el que necesitan la mayoría de las personas, pero para el trabajo de transformación son importantes las variantes instintivas; son dignas de mención porque tienen un papel esencial en las relaciones. Las personas de la misma variante tienden a tener los mismos valores y a comprenderse mutuamente, mientras que las parejas de diferentes variantes (por ejemplo, un tipo auto conservador y uno sexual) tenderán a tener más conflictos porque sus valores fundamentales son muy diferentes.

LA VARIANTE INSTINTIVA DE AUTOCONSERVACIÓN

Muchas personas se pueden identificar fácilmente con esta variante instintiva. A los tipos con esta variante les interesa lograr y mantener seguridad y comodidad físicas, lo que suele traducirse en interés por la comida, la ropa, el dinero, la casa y la salud física. Estos asuntos son su principal prioridad y es posible que por ocuparse de ellos descuiden otros aspectos de su vida.

Por ejemplo, podríamos identificar esta variante instintiva en nosotros y en los demás observando qué es lo primero que nota la persona al entrar en una habitación. Los tipos auto conservadores tienden a poner la atención en la comodidad del ambiente, del entorno. ¿Favorece este su bienestar? Advierten y reaccionan con rapidez a la mala iluminación o a los asientos incómodos, o si se sienten molestos con la temperatura de la sala, y continuamente modificarán estas cosas. Tal vez se pregunten en qué momento se va a servir la comida o el café, o se preocupen de si habrá suficiente comida, si esta será de su gusto o si satisfará sus necesidades dietéticas.

Cuando este instinto funciona en armonía con el tipo de personalidad, estas personas son prácticas; aplican sus energías a ocuparse de las necesidades básicas de la vida, a crear un ambiente seguro, hacer la compra, cuidar de la casa y el lugar de trabajo, pagar las facturas y adquirir habilidades útiles para no interrumpir un ritmo ordenado de vida. Pero cuando la personalidad se vuelve insana deforma el instinto y hace que estas personas cuiden mal de sí mismas y tal vez desarrollen trastornos en el comer y el dormir; es posible que acumulen demasiadas cosas, compren y coman en exceso y, a continuación, también se purguen en exceso de «la carga o el equipaje» innecesario.

Los tipos auto conservadores menos sanos descuidan su aspecto físico o se obsesionan por la salud o la alimentación o ambas cosas. Además, su aspecto práctico y sus finanzas llegan a distorsionarse, lo cual les causa problemas de dinero y en la organización de sus asuntos. Si los problemas de la personalidad avasallan al instinto de conservación, la persona podría entregarse a un comportamiento deliberadamente autodestructivo en el cual el instinto se vuelve contra ella.

Cuando en la persona dominan los otros dos instintos y el de conservación es el menos desarrollado, no se acuerda de atender a los asuntos básicos de la vida. Estas personas no siempre piensan que necesitan comer y dormir bien. Apenas darán importancia a los factores medioambientales y tenderán a inhibir la ambición de acumular riqueza o propiedades, o siquiera se preocuparán de esas cosas; descuidarán la administración del tiempo y sus recursos, muchas veces con efectos gravemente perjudiciales para su profesión o trabajo, su vida social y su bienestar material.

LA VARIANTE INSTINTIVA SOCIAL

La mayoría sabemos que tenemos un componente social, pero tendemos a considerarlo como el deseo de relacionarnos, de asistir a fiestas y reuniones, de pertenecer a grupos, etcétera. El instinto social, sin embargo, es algo mucho más fundamental; es un deseo potente, que se encuentra en todos los seres humanos, de caer bien, de ser aprobado, de sentirse a salvo con otras personas. Solos somos bastante débiles y vulnerables y podemos fácilmente ser víctimas de un ambiente hostil. No tenemos las garras, los colmillos ni la piel de otros animales, y si no nos agrupamos y cooperamos mutuamente es improbable que nuestra especie, o nosotros como individuos, seamos capaces de sobrevivir. Ser capaces de adaptarnos a los demás y de ser aceptables es un instinto humano fundamental de supervivencia.

A las personas con un instinto social dominante les interesa ser aceptadas y necesitadas en su mundo. Les interesa conservar la sensación de valía que obtienen al participar en actividades con los demás, sean actividades en familia, de grupo, comunitarias, nacionales o mundiales. A las personas sociales les gusta participar, y disfrutan relacionándose con otras personas para finalidades comunes.

Al entrar en una habitación, las personas sociales captarían de inmediato las estructuras de poder y la «política» sutilmente manifiesta entre los diferentes grupos y personas. Subconscientemente perciben las reacciones de los demás hacia ellos, sobre todo si son aceptados o no. Armonizan con la idea de «ocupar un lugar» dentro de una estructura social jerárquica, respecto a ellos mismos y a los demás. Esto se manifiesta de muchas maneras, por ejemplo en la búsqueda de atención, éxito, fama, reconocimiento, honor, liderazgo y valoración, así como la seguridad de formar parte de algo más grande que ellos. De todas las variantes instintivas, a los tipos sociales les gusta saber lo que ocurre en su mundo; necesitan «tocar la realidad» con otras personas para sentirse a salvo, vivos y llenos de energía. Esto puede variar desde un interés por la política de la empresa, por el cotilleo de barrio o por las noticias mundiales y la diplomacia internacional. Podríamos decir que el instinto social es una especie de inteligencia contextual: nos da la capacidad para ver nuestros trabajos y sus efectos en un contexto más amplio.

En general, el tipo social goza relacionándose con otras personas, aunque, irónicamente, tiende a evitar la intimidad. Como ocurre en todos los instintos, si la persona se vuelve insana, el instinto se manifiesta como su opuesto. Los tipos sociales insanos pueden ser extremadamente antisociales, llegan a detestar a la gente y se resienten de la sociedad y, en consecuencia, podrían tener poco desarrolladas las dotes sociales; temen y desconfían de los demás y no se llevan bien con otros, aunque al mismo tiempo son incapaces de deshacerse de sus conexiones sociales. En resumen, los tipos sociales se centran en relaciones que fortalezcan su valía personal, su sensación de consecución y la seguridad de su posición con otros.

Cuando dominan los otros dos instintos y el social es el menos desarrollado, no se da naturalmente el deseo de asistir a actos y compromisos sociales. Estas personas tienen dificultad para comprender la finalidad de crear y mantener conexiones sociales y suelen ser indiferentes a las opiniones de los demás; su participación en su comunidad, a cualquier escala, podría ser mínima; suelen tener poco contacto con la gente, porque piensan que no necesitan de los demás ni los demás necesitan de ellas. Por lo tanto, es posible que surjan frecuentes malos entendidos con personas aliadas y que las apoyan así como con amigos y familiares.

LA VARIANTE INSTINTIVA SEXUAL

Al principio muchas personas desean identificarse con esta variante, tal vez porque creen que eso significaría que tienen atractivo sexual o que disfrutan de la actividad sexual. Ciertamente, el atractivo sexual es algo muy subjetivo y hay personas «sexy» en las tres variantes instintivas. Si preferimos una variante a otra nos conviene recordar que la personalidad tiende a obstaculizar y a deformar el instinto dominante. Así pues, las personas de la variante sexual tienden a tener problemas recurrentes en el aspecto de las relaciones íntimas. Como para las otras variantes, hemos de ver cómo actúa más ampliamente el instinto.

En los tipos sexuales hay una constante búsqueda de contacto y una atracción hacia las experiencias intensas, no sólo por las experiencias sexuales, sino por cualquier situación que prometa una carga emocional similar. Estas personas buscan el contacto intenso en todo; podrían encontrar intensidad en un salto en esquíes, en una conversación profunda o en una película emocionante. Son los «adictos a la intimidad» de las variantes instintivas. En el lado positivo, poseen un enfoque de la vida amplio y exploratorio; en el lado negativo, les cuesta centrarse en sus verdaderas necesidades y prioridades.

Al entrar en una habitación, el tipo sexual se concentra rápidamente en ver dónde están las personas más interesantes; tienden a dejarse llevar por lo que les atrae. (Los tipos sociales, en cambio, se fijan en quién está hablando con el anfitrión, quién tiene poder, prestigio o podría ayudarlos. Los tipos auto conservadores advierten la temperatura de la habitación, se fijan dónde están los refrigerios y cuál podría ser un lugar cómodo para sentarse.) Los tipos sexuales van hacia las personas que los atraen, al margen de la capacidad de la persona para ayudarlos o de su posición social. Es como si se preguntaran: «¿Dónde está lo jugoso en esta sala? ¿Quién tiene la energía más intensa?».

Estas personas tienen dificultad para centrarse en sus proyectos y para cuidar bien de sí mismas, porque en el plano subconsciente siempre buscan fuera de ellos a la persona o la situación que los complete. Son como un enchufe en busca de toma de corriente, y es posible que se obsesionen por otra persona si creen que han encontrado la que les conviene. Podrían descuidar obligaciones importantes e incluso sus necesidades básicas si se sienten arrebatadas por alguien o algo que las ha cautivado.

Cuando estos tipos son insanos suelen experimentar una dispersión de su atención y una intensa falta de focalización. Podrían entregarse a la promiscuidad sexual o quedar atrapados en una actitud temerosa y disfuncional respecto a la relación y la intimidad sexual. Cuando esto último se convierte en su orientación, lo evitan con la misma intensidad.

Cuando dominan los otros dos instintos y el sexual es el menos desarrollado, no se da naturalmente importancia a atender los asuntos de intimidad y estímulo, mental o emocional. La persona sabe lo que le gusta, pero le resulta difícil excitarse intensamente o sentir entusiasmo por algo; tiende a tener dificultad para intimar con otras personas y es posible que lo evite del todo. También tiende a caer en rutinas, a sentirse incómoda si hay demasiadas cosas desconocidas en su vida. Podría sentirse involucrada socialmente con otros, pero extrañamente desconectada incluso de su cónyuge, de sus amigos y sus familiares.

LOS NIVELES DE DESARROLLO

Los niveles de desarrollo nos ofrecen una forma de observar y medir nuestro grado de identificación con nuestra estructura de personalidad. Además, hacen posible importantes distinciones entre los tipos y dentro de cada tipo añaden la dimensión «vertical» a un sistema de categorías por lo demás «horizontal».

Ciertamente, algunas personas son muy prácticas, francas, receptivas, equilibradas, estables y capaces de controlar bien el estrés, mientras que otras son más problemáticas, reactivas, atascadas emocionalmente e incapaces de controlar bien el estrés. Además, la mayoría hemos experimentado una amplia gama de estados a lo largo de nuestra vida, desde estados de libertad, afirma-dores de la vida, a estados dolorosos, oscuros, neuróticos.

Los nueve tipos de personalidad solos son puramente un conjunto «horizontal» de categorías, por sutiles que sean. Pero si el sistema ha de reflejar con exactitud la naturaleza humana y los estados siempre cambiantes dentro de nuestro tipo, también es necesario tener una manera de representar el movimiento «vertical» y el desarrollo de cada tipo. Los niveles de desarrollo y las direcciones de integración y desintegración satisfacen esta necesidad.

Ken Wilber, pionero en el desarrollo de modelos de conciencia humana, ha señalado que cualquier sistema psicológico completo necesita representar las dimensiones horizontal y vertical. La dimensión horizontal sólo describe las características de los tipos; para que el sistema sea completo, debe tomarse en cuenta el elemento vertical, y eso es lo que hacen los niveles de desarrollo.

Por muy obvio que parezca ahora y por extendido que se haya hecho el uso de esta distinción, esto no se había conseguido hasta que Don comenzó a desarrollar la dimensión vertical en los tipos del eneagrama (distinguiendo entre grados sano, medio e insano). Cuando explicó los nueve niveles de desarrollo, aún más sutiles, el eneagrama se convirtió en un modelo bidimensional totalmente desarrollado, muchísimo más capaz de representar la complejidad de la naturaleza humana. Estas dos dimensiones se pueden representar más o menos como una tarta de nueve capas.

Los niveles de desarrollo tienen muchas y profundas implicaciones prácticas y terapéuticas, como veremos en el resto del libro. Son un marco que esclarece el movimiento, crecimiento y deterioro dentro de cada tipo; sirven para pronosticar el comportamiento y, en su aspecto más sencillo, son un criterio para medir la salud mental y emocional de una persona.

Los niveles dentro de cada tipo son distintos pero están relacionados; nos aportan una forma de pensar acerca de «dónde» está una persona, en las franjas de rasgos sanos, medios o insanos dentro de cada tipo, y el «sentido» en que se mueve. Los niveles son importantes para la terapia y la autoayuda, como manera de especificar qué asuntos o problemas son los más importantes en el trabajo de transformación de una persona en cualquier momento dado. También son útiles para comprender qué rasgos y motivaciones van bien con cada

tipo y, en consecuencia, para comprender las causas de la identificación de tipo errónea y otras confusiones. Por ejemplo, los Ocho suelen caracterizarse como «agresivos» y los Dos como «seductores», aunque todos los tipos pueden ser agresivos y seductores a su manera. Los niveles nos sirven para averiguar cómo y cuándo un Ocho podría ser agresivo, por ejemplo, y, lo más importante, por qué.

Tal vez en un plano más profundo, los niveles nos dan una idea del grado de identificación de una persona con su personalidad, es. decir, hasta qué punto está a la defensiva y cerrada esa persona o cuánto está liberada y abierta.

Es casi imposible hacer generalizaciones respecto a los tipos sin tomar en cuenta los niveles, porque a medida que cada tipo se deteriora, bajando de nivel, muchas de sus características se convierten en sus opuestas. Por ejemplo, los Ocho sanos son los más generosos y constructivos de los tipos; aportan las circunstancias en las que otros pueden prosperar y ser fuertes. Pero de los Ocho insanos puede decirse lo contrario: furiosos y convencidos de que el mundo está contra ellos, son muy destructivos e insensibles. Los Ocho sanos parecen tan distintos de los insanos que podría pensarse que son tipos diferentes. Además, dado que las personas varían dentro de los niveles de su tipo, ninguna característica sola es siempre cierta de un tipo. Por lo tanto, no es aconsejable identificar el tipo de nadie basándose en unas pocas características puesto que todos los comportamientos que acompañan a cada tipo cambian en los diferentes niveles de desarrollo.

Si bien nuestro tipo parece ser principalmente innato, consecuencia de factores hereditarios y prenatales, entre ellos la configuración genética, el ambiente de la primera infancia es el factor principal para determinar en qué nivel de desarrollo funcionamos. Las entrevistas a personas reunidas en paneles en nuestros talleres y sesiones de formación profesional han confirmado la observación racional de que la calidad del cuidado parental y otros factores ambientales relacionados (tales como la salud, la educación, la nutrición y el acceso a otros recursos) tienen un enorme efecto en los subsecuentes grados de funcionamiento de un niño.

Esto se debe a que cada nivel representa una capa más de miedo y defensa. De todos modos, es importante tener presente que todos esos miedos y defensas surgieron en la infancia y los llevamos a la vida adulta mediante hábitos automáticos y sistemas de creencias no analizados. También podemos ver cómo el grado de disfunción con que tuvimos que apañarnos en la primera infancia determinó la cantidad de capas de defensas que tuvimos que adoptar. Cuanto más enrarecido haya sido el ambiente de la infancia, mayor es el miedo que nos ha infundido y más limitados y rígidos son los modos que empleamos para hacer frente a nuestra situación. Los niveles nos animan a pensar en el desarrollo de los tipos no como un simple interruptor de conexión o desconexión, sino como un continuo de crecimiento. Nos advierten cuándo nos estamos involucrando en comportamientos disfuncionales antes de que sea demasiado tarde y los malos hábitos ya se hayan fijado. En los capítulos sobre los tipos, además de los niveles de desarrollo, ofrecemos «Llamadas a despertar», «Papeles sociales», «Banderas rojas» y otras secciones que te servirán para tomar más conciencia de tu progreso o deterioro. A medida que vayas conociéndolos y los veas funcionar en ti y en otras personas, los niveles se convertirán en un instrumento de percepción cuya importancia es sólo inferior al propio eneagrama.

LA ESTRUCTURA DE LOS NIVELES

Cada tipo tiene tres franjas principales, sana, media e insana, y dentro de cada una hay tres niveles. La franja sana (niveles 1 a 3) representa los aspee-. tos de elevado funcionamiento del tipo. La franja media (niveles 4 a 6) representa los comportamientos «normales» del tipo; esta es la franja frecuente y en la que actúan la mayoría de las personas. La franja insana (niveles 7 a 9) representa las manifestaciones muy disfuncionales del tipo.

También podemos entender los niveles como una medida del grado de libertad y percepción consciente. En la franja sana, estamos cada vez más libres de las limitaciones de las estructuras de la personalidad, como también de los hábitos y mecanismos del ego; estamos libres para ser en el momento, para elegir y para actuar con sabiduría espontánea, fuerza y compasión, entre otras cualidades positivas.

Sin embargo, a medida que bajamos por los niveles, se va limitando nuestra libertad. Nos identificamos tanto con los mecanismos de nuestra personalidad que estos nos dominan totalmente, lo cual produce más sufrimiento, a nosotros y a los demás. Nos desconectamos cada vez más de la realidad, de la capacidad de evaluar equilibradamente nuestra situación y de la capacidad de parar la cascada de compulsiones del ego. Y si descaemos hasta el punto de entrar en la franja insana, prácticamente no tenemos ninguna libertad de elección; tal vez la única libertad que tenemos en los niveles bajos es la de continuar con los mismos hábitos destructivos o pedir ayuda; es definitiva: decir no o sí a la vida.

LA AMPLITUD DE BANDA

Si bien el tipo básico no cambia, el nivel en que actuamos cambia constantemente. En un solo día subimos y bajamos por los niveles de nuestro tipo dentro de una cierta «amplitud de banda» o gama de comportamientos habituales. Es posible despertar en un estado equilibrado sano y de pronto tener un altercado con un colega y bajar dos o tres niveles. Aun cuando el estado puede cambiar radicalmente en un tiempo corto, no somos un tipo de personalidad diferente; simplemente manifestamos comportamientos distintos en los diferentes niveles de nuestro tipo.

Podría ser útil imaginarse los nueve niveles de nuestro tipo como si fuera un tablero de clavijas con nueve agujeros, uno para cada nivel; tenemos una clavija de madera clavada en uno de los nueve agujeros. El agujero en que está la clavija representa el «centro de gravedad» de nuestra personalidad. Al mismo tiempo, tenemos atada una goma a la clavija; la goma se estira hacia arriba cuando estamos más relajados y serenos, o se estira hacia abajo en momentos de estrés. En circunstancias neutras tenderemos a volver al nivel en que está nuestra clavija, es decir, donde está nuestro centro de gravedad. Lo importante es comprender que la verdadera transformación no la denota el movimiento de la goma, sino el movimiento de la clavija. Cuando el centro de gravedad cambia, significa que asistimos a un cambio profundo en todo nuestro estado de ser.

El humor o el estado cambia constantemente, mientras que el centro de gravedad cambia con mucha mayor lentitud, por lo general sólo a consecuencia de una crisis importante en la vida o de un trabajo de transformación de larga duración. Cuando el centro de gravedad sube, aunque sólo sea un nivel, solemos mirar en retrospectiva nuestros estados anteriores y nos preguntamos cómo podíamos vivir de aquella manera. Entonces somos capaces de ver nuestros comportamientos y actitudes del nivel anterior más bajo como las limitaciones y compensaciones que eran en realidad, pero que no podíamos ver cuando estábamos identificados con ellas.

Tal vez la ilustración aclare más estas ideas. La amplitud de banda de la persona A va del nivel 2 al nivel 5, y la de la persona B va desde el nivel 5 al nivel 8. Aunque estas dos personas sean del mismo tipo, sus motivaciones, actitudes y comportamientos serán notablemente diferentes, como también su estabilidad emocional y la calidad de sus relaciones. Las flechas indican los niveles en que estas personas tienen sus clavijas o centros de gravedad. Como vemos, el centro de gravedad de la persona A está en el nivel 3, mientras que el de la persona B está en el nivel 6, lo cual explica las enormes diferencias en la expresión de la estructura de la personalidad de cada una.

Si queremos que nuestro trabajo sea eficaz, es importante reconocer una inquietante verdad: sea cual sea el nivel en el que estemos funcionando (es decir, esté donde esté nuestro centro de gravedad), tendemos a ver nuestras motivaciones como si procedieran de la franja sana. Las defensas del ego son tales que siempre nos vemos según nuestra imagen idealizada, aun cuando estemos en la franja media o incluso en la patológica. Por ejemplo, nuestro comportamiento real podría estar en el nivel 6 o 7, pero tendemos a vernos en un nivel mucho más sano (generalmente el nivel 2). Por lo tanto, tal vez el primer paso real que podemos dar en nuestro viaje interior sea identificar con exactitud no sólo nuestro tipo sino también la gama de niveles que atravesamos normalmente y, muy importante, dónde está en estos momentos nuestro centro de gravedad. El eneagrama no nos servirá de nada si nos engañamos pensando que estamos más sanos de lo que realmente estamos.

ESTADO DE ÁNIMO Y NIVEL

También vale la pena observar que un cambio de nivel no es lo mismo que un cambio de humor o de estado de ánimo. Estar de mejor humor no es necesariamente una señal de que se está en un nivel más elevado de desarrollo. El nivel es una función de la libertad y la percepción consciente, no del estado de ánimo. Así pues, estar en un nivel más elevado no significa que en todo momento vayamos a estar de buen humor, así como estar en un nivel más bajo no significa que siempre estemos de mal humor. Una persona podría estar sólidamente instalada en el nivel 6, totalmente identificada con su personalidad y muy reactiva, y sentirse estupendamente porque acaba de derrotar de modo espectacular a alguien en una transacción de negocios. Ese tipo de reacción de regocijo no es lo mismo que tener libertad interior o alegría verdadera; cuando algo vaya mal, esa persona volverá a adoptar una actitud reactiva y negativa, estará de nuevo a merced de las circunstancias externas.

Por otro lado, tener serenidad, vitalidad y compromiso con el mundo real (en oposición a las falsas ilusiones) en medio de las dificultades, es señal de crecimiento espiritual. Cuando estamos serenos, centrados, conectados con nosotros mismos y con nuestro ser esencial, experimentamos una alegría tranquila que es palpablemente diferente a estar de buen humor. Así pues, en su sentido más profundo, los niveles son realmente una medida de lo conectados o desconectados que estamos con nuestra verdadera naturaleza.

Ahora examinaremos algunos de los principales rasgos de las franjas media, insana y sana de los niveles de desarrollo, y su aplicación en el trabajo interior. Seguimos este orden porque los capítulos sobre los tipos están estructurados así, y porque la mayoría de las personas se encuentran en la franja media cuando comienzan su trabajo interior.

LA FRANJA MEDIA

En esta franja las personas son funcionales y se comportan de un modo que los demás consideran normal, pero están cada vez más identificadas con la identidad de su ego. En consecuencia, sólo conocen y pueden desarrollar una gama relativamente reducida de su capacidad humana. En realidad, a medida que baja por los niveles de la franja media, cada tipo manifiesta mayores grados de egocentrismo, puesto que el mantenimiento del ego se conviene en el principal programa de la personalidad. Además, la vida y las relaciones presentan muchas situaciones que no respaldan la imagen que tiene de si misma la persona, por lo tanto siempre hay manipulación de sí misma y de los demás y es inevitable que se produzcan conflictos.

LA LLAMADA A DESPERTAR

La llamada a despertar sirve de indicador de que estamos alejándonos de la franja sana de nuestro tipo hacia la franja media más fijada. Esto es una señal de que nos estamos identificando más con nuestro ego y que ciertamente surgirán conflictos y otros problemas. Por ejemplo, la llamada a despertar para el tipo Nueve es la tendencia a evitar conflictos siguiéndole la corriente a las personas; cuando los Nueve se identifican más con la estructura particular de sus egos dicen sí a cosas que no desean hacer, reprimiéndose a sí mismos y a sus necesidades y deseos legítimos hasta que inevitablemente se producen conflictos.

En los capítulos sobre los tipos trataremos con detalle las llamadas a despertar. Observarnos en estas circunstancias es uno de los modos más potentes de usar el eneagrama en la vida diaria.

LAS LLAMADAS A DESPERTAR

1 Creer que se tiene la obligación personal de arreglarlo todo.
2 Creer que hay que tender la mano a los demás para conquistarlos.
3 Comenzar a actuar para obtener posición y atención.
4 Aferrarse a los sentimientos e intensificarlos mediante la imaginación.
5 Apartarse de la realidad para abrazar conceptos y mundos mentales.
6 Comenzar a depender de algo exterior para orientarse.
7 Pensar que hay algo mejor en otra parte.
8 Pensar que hay que esforzarse y luchar para hacer que ocurran las cosas. 9 Adaptarse aparentemente a los demás.

EL PAPEL SOCIAL

Una vez que entramos en la franja media, comenzamos a pensar que debemos ser de un cierto modo y que necesitamos que los demás reaccionen como si fuéramos así. Dependemos mucho más de los mecanismos o recursos característicos de nuestro tipo y es mayor la fijación en hacer realidad nuestro deseo básico mediante esos mecanismos. Aunque seguimos siendo funcionales y agradables, entra en juego una cierta repetitividad y monotonía. En la teoría de los sistemas familiares, esto se correspondería con el niño que comienza a representar un determinado papel, por ejemplo el héroe de la familia, el niño extraviado o el chivo expiatorio. En los capítulos sobre los tipos hablaremos del papel social de cada uno de ellos. Observarnos cuando entramos y salimos de nuestro papel social es una manera muy práctica y potente de hacer de la vida el campo de ejercicio transformador.

CÓMO MANIPULA CADA TIPO

1 Corrigiendo a los demás, insistiendo en que compartan sus criterios o valores.
2 Descubriendo las necesidades y deseos de los demás, creando así dependencias.
3 Mostrándose encantador ante los demás y adoptando cualquier imagen que «funcione».
4 Siendo temperamental y obligando a los demás a «andar con pies de plomo».
5 Manteniéndose preocupado y separándose emocionalmente de los demás.
6 Quejándose y poniendo a prueba la lealtad o él compromiso de Íos demás.
7 Confundiendo a los demás e insistiendo en que cumplan sus exigencias.
8 Dominando a tos demás y exigiendo que hagan su voluntad.
9 «Evadiéndose» y resistiéndose a los demás de un modo pasivo-agresivo.

EL PAPEL SOCIAL Y LAS RELACIONES

Aquel que es incapaz de cambiar el entramado de su pensamiento jamás podrá cambiar la realidad. - ANWAR SADAT

Cuando quedamos atrapados en nuestros papeles sociales tratamos de que el entorno, sobre todo los demás, apoyen nuestro ego y sus argumentos, lo cual normalmente causa conflictos. Cuando esto ocurre sabemos que está aumentando nuestra identificación con el programa de nuestra personalidad. Necesitamos que los demás se relacionen con nosotros solamente de modos que apoyen la imagen que tenemos de nosotros mismos. Surgen conflictos porque cada tipo utiliza a los demás para obtener lo que necesita en beneficio de su ego. Las personas identificadas con sus papeles sociales pueden quedar atrapadas en un frustrante baile entre ellas, en que se recompensan y rechazan mutuamente lo justo para que la otra persona siga bailando. En las relaciones de este tipo, la neurosis de una persona encaja con la neurosis de la otra, generando un equilibrio estático que puede ser difícil de romper.

También es posible intentar manipular a los demás para que satisfagan nuestro deseo básico de diversas maneras con estrategias inadecuadas que a la larga son contraproducentes. Muchas de nuestras relaciones fallidas o problemáticas son testimonios de lo frustrantes que pueden ser esas estrategias. Una vez atrapados en el hábito de defender nuestra imagen y manipular a los demás para que la apoyen, las verdaderas relaciones se hacen difíciles, si no imposibles.

LA REGLA DE PLOMO

Si no logramos satisfacer nuestras necesidades con manipulaciones, siempre es posible intensificar la campaña; en lugar de abandonar los comportamientos contraproducentes, inconscientemente tendemos a emplearlos con más agresividad. En esta fase no sólo intentamos que los demás apoyen los programas del ego, sino que tratamos de imponerlos por la fuerza. La inflación del ego está en su punto máximo, por lo que desahogamos la ansiedad y buscamos satisfacer nuestro deseo básico con agresividad, sea de modo franco o encubierto. Hemos descubierto una característica que surge en el nivel inferior de la franja media; la llamamos regla de plomo, que es lo contrario de la llamada regla de oro. Si la regla de oro nos dice «Haz a los demás lo que querrías que ellos te hicieran a ti», la regla de plomo dice «Haz a los demás lo que más temes que te hagan a ti».

La regla de plomo señala que cada tipo tiene su manera especial de hundir agresivamente a otros para reforzar su ego. La falsa creencia es que «Si hago bajar a alguien un peldaño eso me sube a mí un peldaño». Así, cada tipo comienza a imponer a los demás su propio miedo básico. Por ejemplo, si el tipo Ocho teme ser herido o manipulado por otros, comienza a amenazar a otros con herirlos y controlarlos («Vale más que lo hagas a mi manera, si no lo lamentarás. Ya sabes qué ocurrirá si me enfado»); se vuelve amenazante, beligerante y desafiante. Si el temor del Cuatro consiste en ser insignificante en el aspecto personal, podría rechazar fríamente a otras personas tratándolas como si no tuvieran ninguna importancia; podría tratar con grosería a camareros o porteros o cortar relaciones con amigos como si no existieran y no tuvieran sentimientos.

LA REGLA DE PLOMO DE CADA TIPO

Temiendo ser malos, corruptos o defectuosos en algún aspecto, destacan la maldad,
1 la corrupción o los defectos de los demás. Temiendo no ser deseados ni amados, hacen sentirse indignos dé amor,

2 generosidad o atención a los demás. Temiendo ser inútiles y no valer nada, hacen que otros se sientan inútiles

3 tratándolos con arrogancia o desprecio. Temiendo no tener identidad ni importancia personal, tratan a los demás con

4 desdén, como si no fueran «nadie» y no valieran ni importaran nada. Temiendo ser impotentes, incapaces e incompetentes, procuran que otros se sientan

5 impotentes, incapaces, incompetentes y estúpidos. Temiendo carecer de apoyo y orientación, socavan los sistemas de apoyo de otros,

6 tratando de aislarlos de alguna forma. Temiendo estar atrapados en el sufrimiento o en algún tipo de privación, causan

7 sufrimientos y hacen sentirse desvalidos a los demás de diversas formas. Temiendo que otros les hagan daño o los manipulen, infunden ese mismo miedo a

8 los demás con amenazas beligerantes. Temiendo sufrir la pérdida de contacto con otros, se «desconectan» de los demás 9 para hacer que sientan que han perdido la conexión con ellos.

LA BANDERA ROJA

Antes de que cada tipo entre en la franja insana se encuentra con lo que llamamos el miedo bandera roja. Si la llamada a despertar era una invitación a reaccionar antes de que la persona bajara más en la franja de niveles medios y entrara en una fijación mayor, en un «sueño» más profundo, la bandera roja es una alarma mucho más seria que indica una crisis inminente.

LOS MIEDOS BANDERA ROJA

1 Que sus ideales estén equivocados y sean contraproducentes.
2 Estar ahuyentando a sus amigos y seres queridos.
3 Estar fracasando; que sus pretensiones sean vanas y fraudulentas. 4 Estar estropeando sus vidas y desperdiciando sus oportunidades; 5 No encontrar jamás un lugar en el mundo o entre las personas.
6 Que sus actos perjudiquen su seguridad.
7 Que sus actividades les atraigan sufrimiento e infelicidad.
8 Que los demás se vuelvan contra ellos y tomen represalias. 9 Que la realidad los obligue a enfrentar sus problemas.

La bandera roja es un miedo, pero es un miedo realista, y es necesario hacerle caso si se quiere resistir las fuerzas destructivas que amenazan con un descenso de nivel. Si el miedo bandera roja hace tomar conciencia a la persona, es posible que abandone los comportamientos y actitudes que la han llevado a su peligrosa situación. Pero si es incapaz o no quiere hacer caso de su bandera roja, tal vez continúe en sus actitudes y comportamientos contraproducentes, con la consecuencia casi inevitable de que caerá en estados cada vez más destructivos.

LA FRANJA INSANA

Es posible caer en la franja insana por muchos motivos, pero por suerte no es muy fácil quedarse estancado allí. Por un tiempo tal vez podríamos recurrir a comportamientos insanos, pero es raro que nuestro centro de gravedad entre en esa franja; esto se debe a que, al parecer, el límite entre las franjas media e insana actúa a modo de freno en el deterioro de la personalidad. Así pues, muchas personas se sitúan durante años en la franja media sin pasar a la insana; a esta línea divisoria de niveles la llamamos punto de choque.

Dado que se precisa un «impulso» o una descarga adicional de energía para pasar a los niveles insanos, la mayoría de las personas no entran allí a no ser que haya ocurrido una de dos cosas. La primera es una crisis impórtame, por ejemplo la pérdida de un puesto de trabajo o la pérdida del cónyuge por divorcio o muerte, o una catástrofe importante de tipo médico o financiero. Si la persona no dispone de herramientas psicológicas y espirituales para enfrentar esa crisis, puede caer repentinamente en la franja insana y ser incapaz de salir. Por fortuna, en esas circunstancias muchas personas comprenden que se «están hundiendo» y que necesitan visitar a un terapeuta o iniciar algún tipo de programa de recuperación.

El segundo motivo para entrar en la franja insana es que los hábitos insanos se hayan establecido en la infancia; las personas regresan, o retroceden, a comportamientos anteriores, más primitivos, cuando las condiciones les resultan demasiado difíciles. Las personas que en su infancia experimentaron malos tratos, abusos y sufrimientos extremos (emocionales, mentales, sexuales o físicos) tuvieron que construir defensas enormes para protegerse; en esas condiciones nunca pudieron aprender habilidades sanas para arreglárselas y son muy propensas a volver a los hábitos destructivos.

Cuando nos volvemos insanos, nos desconectamos de nuestra verdadera naturaleza, nos desconectamos cada vez más de la realidad; quedamos atrapados en un laberinto de reacciones e ilusiones engañosas y, descontrolados, no somos capaces de ver soluciones para nuestros miedos y conflictos, que aumentan en intensidad, ni para ningún problema práctico que se nos presente. Sólo somos capaces de reaccionar con más intensidad y de presionar más en el entorno para que nos solucionen los problemas; nos identificamos tan completamente con los recursos limitados de nuestra personalidad que no se nos ocurren otras soluciones; o, en el caso de que se nos ocurran, comprendemos que no podemos realizarlas sin una ayuda extraordinaria. Claro que no queremos ser insanos, pero nos desplomamos en esos estados por ignorancia y porque las circunstancias anteriores de nuestra vida no nos enseñaron formas más sanas de hacer frente a los problemas.

Por último, la franja insana representa un profundo abandono de uno mismo, aunque ese abandono haya sido impuesto por las circunstancias. Si bien no podemos deshacer la historia de nuestra infancia ni impedir que ocurran catástrofes, sí es posible desarrollar nuestros recursos internos para que los problemas no nos destruyan. También podemos acortar el tiempo de recuperación cuando se presentan los problemas. Nuestro trabajo de transformación puede aportarnos finalmente más serenidad, aceptación, no reactividad, compasión y una perspectiva más amplia de nuestra vida.

LA FRANJA SANA

Mira en las profundidades de tu alma y aprende a conocerte; entonces comprenderás por qué te alcanza la enfermedad, y tal vez evites caer enfermo. - FREUD

En esta franja, aunque la identidad del ego sigue en su lugar, está ligeramente desgastada, por así decirlo, y se expresa de modo beneficioso en el mundo. Cada tipo tiene una manera sana de encarnar las cualidades personales con las que se identifica más. Una persona que actúa en la franja sana sería considerada muy equilibrada, madura y funcional por la mayoría de las persona; de su cultura; sin embargo, incluso en los niveles 2 y 3, esta persona actúa a partir de un cierto grado de ego, compensando su deseo y su miedo básicos

Por ejemplo, en reacción a su miedo básico de ser heridos o controlado! por los demás, los Ocho se definen como personas fuertes, capaces, firmes i orientadas a la acción; sienten la necesidad de demostrar esas cualidades, a si mismos y a los demás, por lo cual asumen retos y se ocupan de actividades constructivas que exigen fuerza y voluntad. Se convierten en líderes capacitadores y protectores que crean las condiciones en las que pueden prosperar otros. Los Dos se definen como personas afectuosas, humanitarias y generosas pero los Dos sanos refuerzan su imagen saliendo realmente al mundo a realizar actos de bondad, cariño y generosidad. Se convierten en buenos amigos y benefactores que comparten con otros sus dones y recursos porque esta conducta refuerza su autodefinición.

Si más personas actuaran en la franja sana el mundo sería un lugar mucho mejor. Aunque la mayoría hemos experimentado alguna que otra ve; cómo es funcionar en esa franja, por lo general nuestro entorno y nuestra cultura, y tal vez la familia, no apoya este tipo de apertura, por lo tanto pocos podemos mantener ese grado de libertad durante mucho tiempo. Con demasiada frecuencia surge el miedo, que nos hace caer en la franja media.

Permanecer sanos exige la intención de estar sanos, y eso significa que la intención debe estar presente y despierta, que tenemos que usar los instrumentos y los recursos de que disponemos para cultivar la percepción consciente. A medida que esta se fortalece podemos tomar conciencia de otro «punto de choque» entre las franjas sana y media (entre los niveles 3 y 4) que es posible activar con las llamadas a despertar que ya hemos visto. Así como hay un cambio profundo enere las franjas insana y media, hay otro entre las franjas media y sana. Podemos pasar por estos «puntos de choque» en cualquier sentido, cayendo en las franjas media e insana a causa de crisis o circunstancias de la vida, o ascendiendo niveles mediante el trabajo constante de los temas y problemas que entrañan.

EL NIVEL DE LIBERACIÓN

Hemos de ser alguien para poder ser nadie. - JACK ENGLER

Cuando trabajamos nuestros problemas (más o menos nivel a nivel) y llegamos a la franja sana, el ego alcanza un importante grado de equilibrio y transparencia y estamos a punto para vivir nuestra naturaleza esencial. Dicho con palabras sencillas, la liberación ocurre en la medida en que ya no nos identificamos con el ego. Tal vez aún existan aspectos de él, pero ya no son el centro de nuestra identidad. Sin embargo, el ego debe recuperar su equilibrio y su funcionamiento naturales para que se pueda lograr la liberación verdadera y duradera. En esta fase, la persona ha abandonado una determinada imagen de sí misma, ha trabajado su miedo básico y expandido su percepción consciente hasta actuar correctamente según su deseo básico. Todos estos procesos requieren equilibrio, sabiduría, valor, fortaleza y suficiente integridad psicológica para soportar la ansiedad que supone la disolución de la identificación con el ego.

Cuando llegamos al nivel de liberación, suele ser una gran sorpresa descubrir que ya tenemos las cualidades que hemos estado buscando. Nos damos cuenta de que habían estado siempre presentes, aunque las buscábamos en lugares equivocados. Igual que Dorothy en El mago de Oz, descubrimos que estábamos más cerca de realizar nuestro objetivo de lo que imaginábamos. Todo lo que necesitamos para nuestra transformación, todo lo que necesitamos para ser seres humanos completos ya lo tenemos en nuestra naturaleza esencial y siempre lo hemos tenido. De hecho, en el nivel 1 realizamos verdaderamente nuestro deseo básico. Cuando entendemos esto, la pregunta más candente es cómo conservar ese estado más abierto y vibrante o, en realidad, cómo permitir que continúe en nosotros. ¿Cómo continuar receptivos a la acción de la gracia?

LAS DIRECCIONES DE INTEGRACIÓN Y DESINTEGRACIÓN

Las direcciones, o caminos, de integración y desintegración nos sirven para reconocer si estarnos progresando o retrocediendo en nuestro desarrollo. La integración nos da indicadores objetivos de nuestro crecimiento. La desintegración nos indica cómo actuamos cuando estarnos estresados, cuáles son nuestras motivaciones y comportamientos inconscientes y, paradójicamente, qué cualidades nos hace más falta integrar.

Si miras el eneagrama verás que cada número alrededor del círculo está conectado a otros dos por líneas. Por ejemplo, del Ocho parte una línea hacia el Dos y otra hacia el Cinco; del Nueve, una línea va hacia el Tres y otra hacia el Seis, y lo mismo vemos en todos los tipos. Una línea representa la dirección de integración, o el desarrollo natural hacia la integridad de cada tipo, mientras la otra representa su dirección de desintegración, que muestra qué comportamientos manifestamos cuando hemos llevado al límite los comportamientos de nuestro tipo. Los movimientos en ambas direcciones son procesos que ocurren de modo natural, porque el eneagrama predice cómo será cada tipo cuando esté más sano (menos limitado y fijado) o, a la inversa, cómo será cuando esté más identificado, más tenso y, en definitiva, disfuncional. (Los movimientos por las direcciones de integración y desintegración son distintos de los movimientos hacia arriba y hacia abajo por los niveles, aunque están relacionados. Más adelante hablaremos de esto.)

En sentido estricto, no podemos decir que una dirección sea necesariamente «toda buena» y la otra sea necesariamente «toda mala». La naturaleza humana ha desarrollado sutiles recursos o mecanismos de compensación el ambas direcciones, y el eneagrama es capaz, como ningún otro sistema, di seguirles la pista. Comprender estos movimientos y reconocerlos en nuestra vida diaria puede ser utilísimo para acelerar nuestro desarrollo.

En la figura del eneagrama, las flechas indican las direcciones de desintegración de cada tipo. Por ejemplo, el tipo Ocho representa la dirección di desintegración del tipo Dos.

Las flechas de la dirección de integración apuntan en sentido contrario de modo que, en el ejemplo, la dirección de integración del tipo Ocho va hacia el Dos.

Si todos los tipos están bien definidos, el eneagrama puede pronostica comportamientos futuros. Nos dice cómo será cada tipo si continúa deteriorándose en sus identificaciones, defensas y comportamientos contraproducentes; también predice las cualidades sanas que surgirán cuando la persona esté menos identificada con los hábitos, estructuras y defensas de su tipo.

LA DIRECCIÓN DE DESINTEGRACIÓN

Normalmente la dirección de desintegración se manifiesta en los periodos de más estrés o incertidumbre. Cuando forzamos al máximo la estrategia de nuestro tipo (sin llegar al extremo de pasar a un nivel inferior) y con ello no mejoramos la situación o no conseguimos lo que deseamos, sin darnos cuenta comenzamos a expresarnos o comportarnos como el tipo al que lleva la dirección de desintegración. En psicología a esto se le llama expresar o desahogar deseos o emociones inconscientes o subconscientes. Estas actitudes y comportamientos suelen ser compulsivos, aunque no son necesariamente destructivos de inmediato.

Casi siempre nos vemos (o vemos a alguien) desahogarnos en más o menos el mismo nivel en que funcionamos dentro de un tipo básico. Esto sirve para explicar todo tipo de «cambios» desconcertantes de comportamiento que vemos en las personas. Además, también explica por qué no saltamos súbitamente del comportamiento medio de nuestro tipo a uno patológico en la dirección de desintegración, y por qué no es necesario estar en la franja insana de nuestro tipo para ir en la dirección de desintegración.
Por ejemplo, los Dos creen que siempre deben ser afables y cariñosos y que deben ocuparse de las necesidades de los demás y no de las suyas. Pero en realidad desean que se satisfagan sus necesidades, y suponen que si reparten bastante cariño sobre los demás, alguien corresponderá su generosidad. Si viven dando y dando y nadie les corresponde, o no lo hace del modo que ellos consideran afectuoso, sentirán más rabia y se expresarán con más energía para lograr satisfacer sus necesidades. Este es el sentido del movimiento del tipo Dos hacia el tipo Ocho: la persona tipo Dos comienza a desahogar o expresar su rabia reprimida de modo agresivo e impulsivo; en lugar de continuar reprimiendo su necesidad y halagando a los demás, se vuelve franco y trata de imponerse. Cuanto más niegan su rabia y sus necesidades estas personas, más explosiva y destructiva será su manera de expresarla.

LA DIRECCIÓN DE DESINTEGRACIÓN (CON CAMBIO)

1 Los metódicos Uno de pronto se vuelven irritables e irracionales en Cuatro.
2 Los necesitados Dos de pronto se vuelven agresivos y dominantes Según los Ocho.
3 Los ambiciosos Tres de pronto se reprimen y se vuelven apáticos según los Nueve.
4 Los distantes Cuatro de pronto se involucran y se apegan exageradamente según los Dos.
5 Los indiferentes Cinco de pronto se vuelven hiperactivos y dispersos según los Siete.
6 Los obedientes Seis de pronto se vuelven competitivos y arrogantes según los Tres.
7 Los dispersos Siete de pronto se vuelven perfeccionistas y críticos según los Uno.
8 Los confiados Ocho de pronto se vuelven reservados y temerosos según los Cinco.
9 Los satisfechos Nueve de pronto se vuelven angustiados y preocupados según los Seis.

En todos los tipos opera el siguiente principio: aquello que un tipo determinado reprime, lo expresará de los modos indicados por su dirección de desintegración cuando se sienta presionado. En el cuadro se insinúa este proceso; en los capítulos dedicados a cada tipo se explica esto con más detalle.

Es importante comprender que, desde un cieno punto de vista, el movimiento en la dirección de desintegración es otro mecanismo de supervivencia más. La naturaleza ha dotado a nuestra psique de un buen número de «válvulas de escape», para que no caigamos fácilmente en lo patológico. La dirección de desintegración es entonces una manera de dejar salir cierta presión. Ese desahogo de la emoción nos produce un alivio temporal y frena un posible descenso más aniquilador hacia la franja insana de nuestro tipo básico, pero ciertamente no nos soluciona el problema; habremos gastado una buena cantidad de energía y seguiremos teniendo que enfrentar el mismo problema. Expresar la emoción así simplemente nos permite postergar el enfrentamiento con el problema hasta otra ocasión. Cuando la personalidad está estresada durante un periodo largo de tiempo podemos comenzar a desviarnos con tanta asiduidad que daremos la impresión de que el tipo al que pertenecemos nos lleva en la dirección de desintegración. Por este motivo, las personas que llevan un tiempo abrumadas con dificultades emocionales o crisis importantes en sus vidas suelen identificarse erróneamente con el tipo al que lleva su dirección de desintegración y no con el suyo. Por ejemplo, los Uno que llevan un largo periodo estresados podrían creer que son Cuatro porque expresan constantemente muchas características del tipo Cuatro a un nivel entre medio e insano. De igual modo, los Nueve muy estresados podrían parecerse más a los Seis en su franja media. Además, este proceso se acelera a medida que bajamos por los niveles, llegando a su máxima intensidad entre el nivel medio inferior y la franja insana.

También hemos observado que las personas que han sufrido del trastorno de estrés postraumático, o que tienen rasgos fronterizos importantes en su personalidad, tienden a moverse en su dirección de desintegración con mayor frecuencia y facilidad. Sus personalidades son más volubles y están menos afirmadas en su tipo básico y, por lo tanto, se desvían en gran medida hacia la dirección de desintegración.

EXPRESIÓN O DESAHOGO DE LAS EMOCIONES

¿Qué diferencia hay entre sentir una emoción y desahogarla? Si sentimos ira podemos expresarla con una rabieta o resistir el impulso y permanecer tranquilos con lo que sentimos, observando las sensaciones que nos produce la rabia en el cuerpo. Cuando lo hacemos así tenemos la oportunidad de conocer en profundidad nuestros sentimientos. Esto no significa reprimirlos, sino, por el contrario, sentir cómo son en realidad en lugar de permitirles que nos conduzcan a comportamientos compulsivos. A modo de ejercicio de trabajo interior, la próxima vez que te sorprendas expresándote en tu dirección de desintegración, procura detenerte, no hacerlo, aunque ya hayas empezado. Detente a mitad de frase si es preciso y siente tu cuerpo. Obsérvate y averigua cómo es no expresarse de aquella manera y dónde está la energía en tu cuerpo. Observa qué le ocurre a tu energía cuando la experimentas directamente en lugar de descargarla. ¿Cuánto tiempo puedes hacerlo? Fíjate en cualquier «montaje» que te hagas acerca de la situación. ¿Qué ocurre si continúas expresando así esa emoción? Obsérvate sin juzgarte, ya sea que lo logres o no.

LA DIRECCIÓN DE INTEGRACIÓN

La dirección de desintegración es inconsciente y compulsiva; es la manera que tiene el ego de compensar automáticamente los desequilibrios de la psique. Pero la transformación en la dirección de integración es otro asunto, porque requiere una elección consciente. Cuando estamos en el camino de la integración, nos decimos: «Deseo estar más plenamente en mi vida. Deseo abandonar mis viejos hábitos e historias. Estoy dispuesto a aceptar la verdad de todo aquello que descubra de mí mismo. Me sienta como me sienta y descubra lo que descubra, deseo ser libre y estar realmente vivo».

La dirección de integración comienza a experimentarse alrededor del nivel 4, pero se hace más accesible en el nivel 3 y los superiores.

Cuando comenzamos a desprendernos del bagaje de nuestra personalidad, experimentaremos un crecimiento y un desarrollo en cierta «dirección», la curación de nuestros principales problemas simbolizada por el tipo al que lleva el camino de integración. Las cualidades que necesitamos para crecer se nos hacen más asequibles, y cuanto más las aprovechemos, más acelerarán el proceso de liberarnos de los hábitos limitadores de nuestra personalidad. Por ejemplo, cuando los Ocho comienzan a desprender-' se de sus problemas en relación a su protección, de sus armaduras, y dejan de estar en guardia, automáticamente comienzan a conectar con su vulnerabilidad y su sufrimiento; empiezan a comprender por qué llevaban armadura, y cuanto más se liberan de esas defensas, más comprenden lo agradable que es querer a las personas, como los Dos sanos. Los Ocho saben que están en el camino correcto cuando comienzan a notar que realmente disfrutan de estar conectados con las personas y de desear hacer cosas buenas por ellas.

Cuando aprendemos a estar más presentes, comienzan a aflorar de forma natural las cualidades positivas del tipo al que lleva nuestra dirección de integración. Cuando ocurre esto, se hacen dolorosamente evidentes las limitaciones de la franja media de nuestro tipo. Esto nos da más incentivos para continuar nuestra práctica y para advertir cuándo

estamos cayendo en las compulsiones automáticas de nuestro tipo. Así pues, podríamos decir que la dirección de integración representa el antídoto para las fijaciones de nuestro tipo.

EL PUNTO DE SEGURIDAD

Hay circunstancias concretas, limitadas, en las que podemos exhibir comportamientos del nivel medio del tipo al que lleva nuestra dirección de integración. Por rutina, tendemos a expresar el comportamiento de la franja media en la dirección de integración cuando nos sentimos seguros de nuestra posición en una situación. Cuando estamos seguros de la fuerza de nuestra relación con otra persona, expresamos comportamientos que serían demasiado arriesgados con alguien a quien no conocemos tan bien. Por eso a este fenómeno lo llamamos punto de seguridad.

Por ejemplo, los Uno en su franja media a veces se comportan como los Siete en su franja media, pero no con la frecuencia con que tienden a expresar los problemas entre medios e insanos del tipo Cuatro. Los Uno no se expresarán como los Siete medios a menos que se sientan seguros para hacerlo. De modo similar, los Cinco podrían expresar con frecuencia comportamientos del tipo Siete medio, sobre activando la mente y dispersándose; pero en circunstancias en que se sienten más seguros pueden actuar también como los Ocho medios, haciéndose valer enérgicamente e imponiendo su voluntad si están muy convencidos de su relación con la otra persona.


LA DIRECCIÓN DE INTEGRACIÓN

Los airados y críticos Uno se vuelven más espontáneos y alegres, como los Siete 1 sanos.
Los soberbios y auto engañados Dos cuidan más de sí mismos y perciben más sus 2 emociones, con los Cuatro sanos.
Los engreídos y falsos Tres colaboran y se comprometen más con los demás, como 3 los Seis sanos.
Los envidiosos y turbulentos Cuatros se vuelven más objetivos y fuertes en sus 4 principios, como los Unos sanos.
Los avariciosos e indiferentes Cinco adquieren más confianza en sí mismos y una 5 mayor capacidad de decisión, como los Ocho sanos.
6 Los temerosos y pesimistas Seis se vuelven más relajados y optimistas, como los Nueve sanos.
Los glotones y distraídos Siete se vuelven más centrados y profundos, como los 7 Cinco sanos.
Los lujuriosos y controladores Ocho se vuelven más generosos y cariñosos, como los 8 Dos sanos.
Los perezosos y descuidados Nueve son capaces de desarrollarse más y se vuelven 9 más enérgicos, como los Tres sanos.

El punto de seguridad, entonces, no equivale a moverse en la dirección de integración: es otra válvula de escape, como la dirección de desintegración; es otra manera de expresarse o desahogar las emociones, aunque requiere condiciones especiales. Las personas que funcionan entre las franjas media e insana de su tipo básico pueden saber que necesitan las cualidades del tipo al que lleva la dirección de integración, pero cuando reaccionan compulsiva y automáticamente no son capaces de integrar en realidad los aspectos más sanos de ese tipo. El movimiento hacia el punto de seguridad no es un verdadero proceso integrador, sino un caso en que una parte de la personalidad es reemplazada o complementada por otra. Eso no equivale a ser más libre y consciente. El movimiento hacia el punto de seguridad de cada tipo está, por definición, dentro de las franjas medias.

EL VERDADERO SENTIDO DE LA INTEGRACIÓN

La percepción consciente es sanadora. - SURYA DAS

Sólo hay dos maneras de vivir la vida. Una es como si nada fuera un milagro; la otra es como si todo fuera un milagro. - ALBERT EINSTEIN

Aunque el movimiento en la dirección de integración exige una elección consciente, no se realiza imitando las actitudes y comportamientos del tipo al que lleva esa dirección, y mucho menos las características de las franjas medias. Por ejemplo, si eres Ocho, eso no significa que debas comenzar a «actuar como un Dos», preparando pastelitos o abriendo las puertas a la gente. De hecho, imitar la conducta del tipo al que lleva la dirección de integración puede hacer «más densa» la personalidad, ya que la verdadera transformación entraña abandonar los hábitos y defensas del ego, no añadirle nuevas. Este tipo de comportamiento está condenado al fracaso.

Siempre hemos de recordar que la personalidad no es capaz de resolver los problemas de la personalidad, y mientras no percibamos profundamente nuestra esencia y esta guíe nuestras actividades, poco puede hacer la personalidad aparte de «no hacer» sus viejos trucos. El proceso de integración no trata de lo que «debemos» hacer; es un proceso de dejar marchar conscientemente los aspectos de nuestro tipo que nos bloquean. Cuando dejamos de aferramos a defensas, actitudes y temores, experimentamos un desarrollo y un equilibramiento orgánicos tan naturales como la eclosión de una flor. Una planta no tiene que hacer nada para convertirse en árbol, dar flores y frutos: ese es un proceso orgánico natural, y el alma desea desarrollarse del mismo modo. El eneagrama describe este proceso orgánico en cada tipo. El tipo a que nos lleva la dirección de integración nos da las pistas sobre cuándo ocurre esto y nos sirve para entender y activar el proceso con más facilidad.

Moverse en la dirección de integración enriquece enormemente la calidad de todas nuestras actividades, porque el tipo al que lleva nuestra dirección de integración nos orienta hacia lo que realmente nos realiza y nos ayuda a hacer realidad todas las capacidades de nuestro tipo básico. Por ejemplo, un Cuatro que desea expresarse mediante la música será disciplinado y se entregará a la práctica regular como un Uno sano, porque eso le irá bien para realizar sus capacidades; «ir al Uno» es su manera de ser el Cuatro más eficaz que puede ser.

Cuando vemos y entendemos plenamente y experimentamos todos los bloqueos contraproducentes que han ocultado nuestras cualidades esenciales, estos se desprenden como hojas muertas de una planta en crecimiento, y surge de forma natural la plenitud de nuestra alma. Nuestra alma, con todos los magníficos dones que hemos visto en la franja sana, ya está ahí. Sólo nuestra arraigada creencia en las defensas de nuestra personalidad, nuestra necesidad de aterrarnos a ellas y a la resistencia, la imagen propia y las estrategias de nuestro tipo basadas en el miedo, nos impiden presentarnos y reclamar lo que nos corresponde por derecho propio.


[1] En inglés: Riso-Hudson QUEST: Quick Enneagram Sorting Test. (N. de la T)
[2] En inglés: Riso-Hudson TAS: Type Attitude Sorter. (N. de la T)
[3] Tipos de personalidad y Comprendiendo el eneagrama. Cuatro Vientos, Santiago de Chile. (N. De la T.)

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