Y allí, en el gran cruce del mundo interrogó a sus
hermanos.
Decidme, ¿cuál es la verdad?
Busca la filosofía -respondieron los filósofos-.
No, -argumentaron los políticos- la verdad está en el
servicio.
Entra a las catedrales -le aseguraron los clérigos-.
Sin duda, la verdad es la sabiduría -terciaron los
sabios-.
Renuncia a todo -esgrimieron los ascetas-.
Contempla y ensalza las maravillas del señor -le
anunciaron los místicos-.
Acata y cumple las leyes -señalaron los gobernantes-.
Conócete a ti mismo -cantaron los guardianes del
esoterismo-.
La verdad está en los números sagrados -dedujeron los
cabalistas-.
Vive los placeres -aconsejaron los epicúreos-.
Únete a nosotros -le gritaron los revolucionarios-.
La verdad es un mito -respondieron los escépticos-.
Vive y deja vivir -clamaron los existencialistas-.
El pasado: esa es la única verdad -clamaron los
existencialistas-.
Confundido, aquel humano se dejó caer sobre el polvo del
camino, mientras aquella multitud se
alejaba cantando y reivindicando “su” verdad.
En eso, acertó a pasar junto al hombre un venerable
anciano que portaba un refulgente diamante.
¿Quién eres? Preguntó el derrotado buscador de la verdad.
Y el anciano, mostrándole el diamante respondió:
Soy el guardián de la verdad.
¿La Verdad? ¿Es qué existe?
El anciano sonrió y aproximando la gema al rostro del
humano, replicó:
La verdad. Como este tesoro, tiene mil caras. A cada uno
le corresponde averiguar cuál es la que le
toca. - J.J. Benítez -“La rebelión de Lucifer”-
El pensamiento.
¿Por qué buscamos algo que nos haga felices?, ¿Por qué
buscamos la verdad?
Para la mayoría de nosotros el buscar algo es un modo de
eludir lo existente. Debemos pues, aclarar
muy bien para nosotros mismos, si esta búsqueda de la
verdad, o de Dios, es una escapatoria o si es la
búsqueda de la verdad en todo: en nuestras relaciones, en
el valor de las cosas, en las ideas. Si sólo
buscamos a Dios porque estamos cansados de este mundo y
de sus miserias, se trata de una
escapatoria. Entonces creamos un dios, que por lo tanto
no es Dios, evidentemente. Es una maravillosa
evasión. Pero si tratamos de encontrar la verdad, no en
una serie exclusiva de acciones sino en todas
nuestras acciones, ideas y relaciones, si buscamos la
verdadera valoración del alimento, el vestido y del
albergue, entonces, la encontraremos. Entonces no será
una evasión. Pero si estamos confusos con
respecto a las cosas de este mundo –alimento, vestido,
vivienda, relaciones e ideas- ¿cómo podremos
encontrar la realidad? Sólo podremos inventar una
"realidad". Dios, la verdad o la realidad, no pueden
ser conocidos por una mente que e halla confusa,
condicionada, limitada.
¿Cómo puede pensar en la realidad, Dios, o lo que sea una
mente condicionada?
La mente primero tiene que "descondicionarse".
Tiene que liberarse de sus propias limitaciones, de su
condicionamiento.
El condicionamiento de la mente le es impuesto interior y
exteriormente, y mientras la mente engendre
discordia, conflicto en la vida de relación, no podrá
conocer la realidad. De modo que si uno ha de
conocer la realidad, la mente tiene que estar en calma;
pero si a la mente se la obliga, se la disciplina
para que se calme, esa calma es en sí misma una
limitación, mera autohipnosis. La mente sólo llega a
calmarse y a liberarse cuando comprende los valores que
la rodean.
Para comprender, pues, aquello que es lo más elevado, lo
supremo, lo real, debemos empezar muy bajo,
muy cerca; es decir, tenemos que descubrir el valor de
las cosas, de las relaciones y de las ideas con las
cuales nos ocupamos a diario.
¿Cómo se puede buscar la realidad?
Puedes inventar una "realidad", puedes copiar,
puedes imitar y como has leído tantos libros, puedes
repetir la experiencia de los demás. Pero eso, por
cierto, no es lo real. Para experimentar lo real, la
mente debe dejar de crear; porque cualquier cosa creada
por ella sigue dentro del cautiverio del tiempo y el pensamiento. El problema no consiste en saber si hay
o no Dios, sino en cómo podrá el ser humano
descubrir a Dios, y si el ser humano en su búsqueda se
desprende de todo, inevitablemente encontrará
esa realidad. Pero tiene que empezar con lo que está
cerca, no por lo que está lejos. Es obvio que para
ir lejos hay que empezar cerca. Pero la mayoría de
nosotros desea especular, lo cual es una escapatoria
muy cómoda. Por eso, las religiones ofrecen tan
maravilloso narcótico a la mayoría de la gente. De
suerte que la tarea de desenredar la mente de todos los
valores que ha creado es en extremo ardua. Y
como nuestra mente está fatigada, o somos perezosos,
preferimos leer libros de filosofía o religión y
especular acerca de la Vida y de Dios; pero eso, a buen
seguro, no es el descubrimiento de la realidad.
Realizar, realizarse como persona es
"vivenciar", no imitar.
¿Puede la mente dejar de crear y así percibir la
realidad?
Para comprender esta cuestión no debemos mirar en los
libros, miremos dentro de nosotros mismos.
Cuando decimos que estamos pensando lo que hacemos es
reaccionar. Reaccionamos mediante
nuestro recuerdo del pasado.
La memoria es la experiencia, el almacenamiento de la
experiencia de ayer, ya sea colectiva o individual.
La experiencia de ayer es recuerdo. La respuesta de la
memoria a un estímulo se llama pensar.
Cuando el pensador piensa, crea, y lo que él crea no es
lo real. Todo el proceso del pensamiento, que
incluye al pensador tiene que terminar, lo cual significa
que el pensador tiene que cesar. Debemos
comprobar por nosotros mismos que cuando cesa el
pensamiento el pensador desaparece, deja de
existir, y sólo entonces encontraremos la realidad.
¿Quién debe poner término al pensador y al pensamiento?
¿Cómo liberar al pensador de sus
pensamientos?
La resistencia al pensamiento, reprimir todo pensar,
sigue siendo una forma del pensamiento; por lo
tanto, el pensador continúa, y así jamás podrá hallar la
verdad. ¿Qué ha de hacer pues? Esto es muy
serio y requiere sostenida atención. Si el pensador hace
un esfuerzo para comprender la realidad, sigue
manteniendo el proceso del pensamiento.
Todo lo que puede hacer una persona es darse cuenta de
que cualquier esfuerzo positivo o negativo de
su parte es perjudicial. Tiene que ver la verdad al
respecto, y no simplemente comprenderla
verbalmente. Debe ver que no puede actuar, porque
cualquier acción de su parte mantiene al actor, lo
alimenta. Todo esfuerzo de su parte vigoriza al
"yo", al actor, al experimentador. Todo lo que él puede
hacer, pues, es no hacer nada. Hasta el deseo, positivo o
negativo, sigue siendo parte del pensar. El ser
humano debe ver que cualquier esfuerzo que haga es
perjudicial para el descubrimiento de la verdad.
Este es el primer requerimiento.
Si yo quiero comprender, tengo que estar completamente
libre de prejuicio y no puedo hallarme en ese
estado cuando hago un esfuerzo, positivo o negativo. Ello
es arduo en extremo. Requiere un sentido de
pasiva y atenta percepción, en la que no se realiza
esfuerzo alguno. Sólo entonces puede surgir la
libertad.
La mente sólo puede moverse en el campo de lo conocido y
mientras ella se mueva dentro de ese
ámbito, jamás podrá conocer lo desconocido. La realidad
es lo desconocido, aquello que es lo conocido
no es lo real. Para librarnos de lo conocido, cualquier
esfuerzo es perjudicial, porque el esfuerzo sigue
perteneciendo a lo conocido. Así que nuestro problema
consiste en liberar a la mente de lo conocido.
Todo esfuerzo, pues, debe cesar. ¿Alguna vez has
procurado no esforzarte? Si yo comprendo que todo
esfuerzo es inútil, que todo esfuerzo es una nueva
proyección de la mente, del "yo", del pensador, si
percibo la verdad a ese respecto, ¿qué ocurre? Si yo veo
bien claramente el rótulo "VENENO" en una
botella, no la toco. No hace falta esfuerzo alguno para
no ser atraído por ella. De un modo análogo – y
en este estriba la dificultad mayor- si me doy cuenta de
que todo esfuerzo por mi parte es perjudicial,
estoy libre de esfuerzo. Todo esfuerzo de nuestra parte
es perjudicial, pero no estamos seguros porque
deseamos un resultado, una realización, ahí está nuestra
dificultad. Seguimos, por lo tanto, luchando y
luchando. Pero Dios, la verdad, no es una recompensa, una
finalidad. Tiene ciertamente que venir a
nosotros; nosotros no podemos ir hacia ella. Si hacemos
un esfuerzo para ir hacia ella, buscamos un
resultado. Mas para que surja la verdad, el ser humano
debe ser pasivamente perceptivo. La percepción
pasiva es un estado en el que no hay esfuerzo. Consiste
en ser perceptivo sin juzgar, sin optar, no en
algún sentido fundamental, sino en todas las maneras; en
darse cuenta de sus actos, de sus
pensamientos, de sus respuestas relativas, sin opción,
sin condenación, sin identificarse ni negar, para
que la mente empiece a comprender todo pensamiento y toda
acción, sin juzgar. Esto induce a averiguar
sí puede haber entendimiento sin pensamiento.
Pero sin indiferencia. La indiferencia es una forma de
juzgar. Una mente embotada, una mente
indiferente, no es perceptiva. El ver sin juzgar, el
saber exactamente lo que ocurre es la atenta
percepción. Es, pues, inútil que busquemos a Dios o la
verdad, sin ser perceptivos ahora, en el presente
inmediato. Es mucho más fácil ir a un templo, pero ésa es
una huida a los dominios de la especulación.
Para comprender la realidad, debemos conocerla
directamente, y es obvio que la realidad no pertenece
al tiempo ni al espacio. Ella está en el presente, y el
presente es nuestro propio pensamiento y acción.
Todo pensamiento es parcial.
Nos damos cuenta de que estamos condicionados. El
analizar, el pensar sobre un problema es ejercer la
fuerza para romper con algo.
Limitémonos a ver el problema, no preguntemos cuál es la
respuesta, la solución. El hecho es que
estamos condicionados y que todo pensar destinado a
comprender este condicionamiento será siempre
parcial; por lo tanto, jamás hay una comprensión total. Y
sólo en la comprensión total del proceso íntegro del pensar hay libertad. La dificultad está en que
siempre estamos funcionando dentro del campo de lamente, del pensamiento y, vemos que siempre es parcial.
Para liberar la mente de todo condicionamiento, debemos
ver la totalidad de éste sin que intervenga el
pensar. Esto es ser libre con respecto al "yo".
La memoria.
Existen dos tipos de memoria, la psicológica y la
factual. Se hayan siempre relacionadas entre sí,
por lo que no están bien definidas. Es un hecho que la
memoria factual es imprescindible para
poder vivir, por ejemplo, necesitamos acordarnos de las
partes de una máquina para poderla
montar, pero ¿es necesaria la memoria psicológica?
Si observamos vemos que conservamos los recuerdos que son
agradables y evitamos y
desechamos los que son desagradables.
Vemos también que la mente es toda ella memoria. La mente
es producto del pasado se basa en
el pasado, el cual es memoria, condicionamiento. Ahora
bien, con esa memoria nos enfrentamos a
la vida. La vida nos pide que nos enfrentemos
constantemente a nuevos retos, el reto de la vida es
siempre nuevo y nuestra respuesta está siempre
condicionada por lo viejo, porque la memoria es
producto del pasado ¿Qué ocurre entonces? Absorbo lo
nuevo, no lo comprendo y la experiencia
de lo nuevo se haya condicionada por el pasado. Así pues,
tenemos una comprensión parcial de lo
nuevo, jamás tendremos una comprensión completa. Sólo
cuando la comprensión de cualquier
cosa es completa, esa comprensión no deja cicatriz alguna
en la memoria.
Nuestras experiencias previas actúan como una barrera
para la comprensión del nuevo reto. De
modo que seguimos cultivando y fortaleciendo la memoria.
Sin llegar a comprender lo nuevo: la
propia vida. Jamás afrontamos el reto de la vida
completamente, sólo cuando seamos capaces de
afrontar el reto de una manera nueva, fresca, sin que
intervenga el pasado, el reto nos entregará
sus frutos, sus riquezas.
Toda nuestra civilización se basa en fortalecer la
memoria ¿qué nos proponemos con eso? ¿por
qué es tan importante la memoria? Por la sencilla razón
de que no sabemos vivir total e
íntegramente en el presente. Usamos el presente como un
medio con vistas al futuro, por lo que el
presente carece para nosotros de importancia. Debido a
que vamos a llegar a ser esto o aquello o
voy a llegar aquí o allí, jamás tenemos una comprensión
completa de nosotros mismos y la
comprensión de nosotros mismos y de lo que somos aquí y
ahora no requiere el cultivo de la
memoria. Por el contrario, la memoria es un obstáculo
para la comprensión de lo que es.
No se si habéis notado que un sentimiento nuevo viene
cuando la mente no se haya atrapada en la
red de la memoria. Existe un intervalo entre dos
pensamientos, entre dos recuerdos, y cuando ese
intervalo puede ser mantenido, entonces, desde ese
intervalo, surge un nuevo estado del ser, un
estado que ya no es memoria. De modo que la experiencia
con memoria y la experiencia sin
memoria son dos estados diferentes, es decir.
Nosotros conservamos recuerdos y cultivamos la memoria
como un modo de continuar. El "yo", lo
mío, se vuelven muy importantes en tanto existe el
cultivo de la memoria. Y como casi todos
estamos compuestos de el "yo" y lo mío, la
memoria juega un papel importantísimo en nuestras
vidas.
Si observamos, veremos que en ese intervalo entre dos
pensamientos y entre dos sentimientos
existe una libertad extraordinaria respecto del
"yo" y de lo mío. Ese intervalo es intemporal, está
fuera del tiempo.
La memoria es tiempo, la memoria crea el ayer, el hoy y
el mañana. La memoria de ayer
condiciona el hoy y por lo tanto moldea el mañana. O sea,
el pasado, a través del presente moldea
el futuro. Hay en marcha un proceso de tiempo es cual es
creado por la voluntad de devenir.
La memoria es tiempo y mediante el tiempo esperamos
alcanzar un resultado. "si me dan tiempo
llegaré a ser el gerente..." y con la misma
mentalidad decimos: "alcanzaré la realidad", "me
acercaré a Dios". Por consiguiente, debo contar con
el tiempo a fin de realizarme, lo cual implica
que debo cultivar la memoria. Fortalecer la memoria
mediante las prácticas o la disciplina para
llegar a ser algo o alguien, para lograr las cosas, para
progresar.
Así, por mediación del tiempo esperamos alcanzar lo
intemporal. Por medio del tiempo esperamos
obtener lo eterno. ¿Es eso posible? ¿Es posible atrapar
lo eterno en la red del tiempo, atraparlo
por medio de la memoria, la cual pertenece al tiempo? ¿Es
posible atrapar la grandeza de la vida
en la memoria y en el pensamiento?
Lo intemporal puede existir únicamente cuando cesa la
memoria, que es el "yo" y lo mío. Si vemos
la verdad de esto, que lo intemporal no puede ser
comprendido ni recibido por medio del tiempo,
entonces podemos investigar el problema de la memoria, de
la mente y del pensamiento.
La memoria de las cosas técnicas es esencial, pero la
memoria psicológica que mantiene al sí
mismo, al "yo" y lo mío, la memoria psicológica
que causa identificación y continuación propia es
totalmente perjudicial para la vida y para la realidad.
Cuando uno ve la verdad de todo esto lo falso se
desprende por lo que no hay retención
psicológica de la experiencia del ayer.
Vemos una bella puesta de sol y disfrutamos de ella plena
y totalmente. Pero al día siguiente
regresamos a ella con el deseo de disfrutar nuevamente
¿Qué ocurre cuando hacemos eso? Que
no hay disfrute, porque el recuerdo de la puesta de sol
de ayer es la que ahora nos hace volver a
ella, impulsándonos a disfrutar. Ayer no había ningún
recuerdo, sólo una apreciación espontánea,
una respuesta directa a la vida, pero hoy tenemos el
deseo de capturar la experiencia de ayer. Es
decir, la memoria está interviniendo entre nosotros y la
puesta de sol, por lo que no habrá disfrute y
tampoco existirá la auténtica apreciación de la belleza.
Por otra parte, un amigo nos hizo un insulto o una
lisonja, y conservamos ese recuerdo. Con ese
recuerdo volvemos a encontrar al día siguiente al amigo,
pero en realidad no nos encontramos con
el amigo: el recuerdo de ayer se nos interpone.
De esta misma forma seguimos rodeándonos de recuerdos que
nos afectan a nosotros mismos
así como a nuestras acciones. En consecuencia, no hay en
nuestra vida novedad alguna, no hay
frescura. Es por esta causa que la memoria convierte a la
vida en algo tedioso, opaco y vacío.
Pero debemos andar con tiento si queremos aprender de
verdad. Es obvio que dejar estas
enseñanzas en un nivel verbal, una impresión, un
recuerdo, es una experiencia incompleta. Si
comprendemos estas líneas, si vemos la verdad de todo
esto, esta verdad no es un recuerdo. La
verdad no es un recuerdo porque la verdad es siempre
nueva, se está transformando
constantemente.
Y dejamos toda esta enseñanza en un nivel verbal porque
la utilizamos como una guía, no
llegamos a comprenderla totalmente. Deseamos
profundizarla y consciente o inconscientemente la
mantenemos en nuestra memoria. Y finalmente queremos
tender un puente entre nuestras ideas y
la verdad, pero es obvio que ese puente no se puede
levantar.
Pero si comprendemos algo de manera completa, o sea que
vemos la verdad de algo en su
totalidad, encontraremos que no guardamos recuerdo alguno
de ello.
La belleza.
La belleza, seguramente, no es un ornamento; el mero
adorno del cuerpo no es belleza. Todos/as
deseamos ser bellos/as, presentables, pero no es eso lo
que entendemos por belleza. Ser pulcro/a, ser
aseado/a, cortés, etc. forma parte de la belleza, son
meras expresiones del estar interiormente libre de la
fealdad, pero no es la belleza.
Cada día adornamos más lo externo. Las estrellas del cine
(que copiamos) se mantienen bellas
exteriormente; pero si nada tienen por dentro, no tienen
belleza.
¿Conocemos ese estado íntimo del ser, esa tranquilidad
interior en la que hay amor, benevolencia,
generosidad, misericordia? Ese estado del ser es la
esencia misma de la belleza; sin eso, el adornarse
simplemente es acentuar los valores sensoriales,
los valores de los sentidos, y hacer eso, conduce sin
remedio al conflicto, a la guerra, a la destrucción.
El adornar lo externo está en la naturaleza misma de
nuestra civilización, que se basa en el
industrialismo. Sería absurdo destruir las industrias,
pero el limitarse a cultivar lo externo sin comprender lo interior, nos lleva a crear esos valores que llevan a
la humanidad a destruirse mutuamente, y esto es lo que ocurre actualmente en el mundo.
La belleza es considerada como un adorno que se compra,
que se vende, que se pinta... Pero eso está
claro que no es la belleza. La belleza es un estado
del ser, y ese estado del ser surge con la riqueza
interior. no con esa acumulación
interior de riquezas que llamamos virtud, ideales. Eso no es belleza. La riqueza, la belleza interior con sus tesoros
imperecederos, surge cuando la mente es libre, y la mente
sólo puede ser libre cuando no existe el miedo. La
comprensión del miedo viene con el conocimiento
propio, no por medio de la resistencia al miedo. Si
resistimos al miedo, es decir, a cualquier clase de
fealdad, no hacemos otra cosa que erigir un muro contra
él. Detrás del muro no hay libertad, sólo
aislamiento, y lo que vive en aislamiento jamás puede ser
rico, jamás puede ser pleno. La belleza, pues,
tiene una relación con la realidad tan sólo cuando la
realidad se manifiesta a través de aquellas virtudes
que son esenciales.
Pero ¿Qué entendemos por realidad, verdad o Dios? Es
evidente que no puede ser formulado, pues
aquello que es formulado no es lo real: es una creación
de la mente, el resultado del proceso de pensar,
y el pensamiento es la respuesta de la memoria. Para que
lo desconocido surja, la mente misma debe
dejar de estar apegada a lo conocido, y entonces hay
relación entre la belleza y la realidad, entonces la
belleza y la realidad no son diferentes, entonces la
verdad es belleza, ya sea en una sonrisa, en el vuelo
de un ave o en el grito de una criatura.
Conocer la verdad de lo que es, es el bien; más para
conocer la belleza de esa verdad, la mente tiene
que ser capaz de comprender, y la mente no es capaz de
comprender cuando está atada, cuando tiene
miedo, cuando elude algo. Este hecho de eludir toma la
forma de adorno externo: siendo en nuestro
interior pobre, insuficientes, tratamos de embellecernos
exteriormente. Edificamos hermosas casas,
compramos buena cantidad de joyas, acumulamos posesiones.
Todo eso es indicación de pobreza
interna. No es que no debamos tener buenas ropas y
hermosas casas, pero sin riqueza interior, eso
carece de sentido. Cultivamos lo externo porque no somos
interiormente ricos y el cultivo de lo externo
nos está llevando a la destrucción. Es decir, cuando
cultivamos los valores sensoriales, la expansión es
necesaria: los mercados, la industria, la competencia son
necesarios, entonces los gobiernos ya sean de
izquierdas o de derechas, con sus controles son
necesarios, y todo esto no lleva al conflicto y a la
guerra... También procuramos resolver resolver el
problema de la guerra basándonos en los valores de
los sentidos.
El buscador de la verdad es el buscador de la belleza; no
son distintos. La belleza no es el mero adorno
externo, sino esa riqueza que proviene de la libre
comprensión interior.
La transformación.
Es evidente que tiene que haber una revolución radical.
El sufrimiento que nos rodea lo exige. Nuestras
vidas lo exigen. Aunque en apariencia haya orden en
realidad lo que hay es lenta descomposición. Al
observar las guerras, los incesantes conflictos entre
todas las personas, las tremendas desigualdades
económicas y sociales, vemos que hace falta una
transformación completa.
Tiene que haber una revolución, pero no una evolución
basada en una idea. Semejante revolución es tan
sólo la continuación de una idea, no una transformación
radical. Una revolución basada en una idea
produce derramamiento de sangre, destrucción y caos.
Esta transformación ¿es una finalidad o se produce de
instante en instante? Nos gustaría que fuese una
finalidad por alcanzar, ya que es mucho más fácil pensar
en un tiempo lejano o en el futuro. Al final nos
habremos transformado, al final seremos felices, al final
hallaremos la verdad; pero mientras tanto,
continuemos como hasta ahora. Una mente así, que piensa
en el tiempo futuro, es incapaz de actuar en
el presente; por lo tanto, esa mente no busca la
transformación, simplemente la rehuye.
La transformación no es para el futuro; jamás puede
serlo. Sólo puede ser ahora, de instante en
instante. La transformación es algo muy sencillo: ver lo
falso como falso y lo verdadero como verdadero.
Ver también la verdad en lo falso, y ver lo falso en
aquello que ha sido aceptado como la verdad.
Cuando vemos muy claramente que algo es la verdad, esa
verdad es liberadora. Cuando vemos que
algo es falso, eso desaparece. Cuando por ejemplo vemos
que la división de la humanidad en clases,
religiones, países... es falsa, que engendra conflictos,
sufrimiento y división entre las personas, cuando
vemos todo eso, esa misma realidad de verlo resulta
liberadora. La percepción de esa misma realidad es
la que transforma. Y como estamos rodeados de tantas
cosas falsas, el percibir de instante en instante
esta falsedad es lo que transforma. La verdad no se
acumula; se da de instante en instante. Lo que se
acumula, lo acumulado es el recuerdo, la memoria, y
mediante la memoria jamás podremos hallar la
verdad.
La memoria pertenece al tiempo, el tiempo es el pasado,
el presente y el futuro. El tiempo es
continuidad, jamás puede descubrir aquello que es eterno.
La eternidad no es la continuidad. Lo que
continúa no es lo eterno. La eternidad está en el
instante. La eternidad está en el ahora y el ahora no es
reflejo del pasado.
La mente está deseosa de una transformación futura, busca
la transformación como un objetivo final:
jamás podrá hallar la verdad, pues la verdad es algo que
surge de instante en instante y debe
descubrirse cada vez de nuevo, y sin duda, no puede haber
descubrimiento alguno por medio de la
acumulación.
Para descubrir lo nuevo, la vida, lo eterno, y de
instante en instante, se requiere una percepción
extraordinariamente alerta, una mente que no busque
resultados, una mente que no trate de llegar a ser
algo. Una mente que se esfuerza por llegar a ser algo no
podrá nunca conocer la plena bienaventuranza
de la satisfacción; no de la satisfacción petulante ni de
la satisfacción que produce el logro de un
resultado, sino la satisfacción que se produce cuando la
mente ve la verdad de lo que es y lo falso en lo
que es.
La percepción de esta verdad es de instante en instante,
y esta percepción se detiene al hablar de este
instante.
La transformación no es una finalidad ni un resultado.
Cuando deseamos vernos transformados,
seguimos pensando en términos de devenir, de tiempo, de
finalidad y resultado. Y así no conocemos el
verdadero "estado de ser", donde existe la
verdadera dicha que no pertenece al tiempo.
Este estado atemporal del ser puede producirse tan sólo
cuando existe una gran insatisfacción; no la
insatisfacción que ha hallado una vía de escape, sino la
insatisfacción que no tiene salida ni escapatoria y
que no busca la satisfacción.
Sólo entonces, en ese estado de profunda insatisfacción,
puede surgir la realidad. Esta realidad ni se
compra ni se vende ni se repite, no puede ser captada en
Internet ni en lo libros. Tiene que ser captada
de instante en instante, en la sonrisa, en la lágrima,
bajo la hoja muerta, en el pensamiento errabundo,
en la plenitud del amor.
El amor no es diferente de la belleza ni de la verdad. El
amor es ese estado en el cual el proceso del
pensamiento, como tiempo, ha cesado completamente. Donde
hay amor, hay transformación. Sin amor
la revolución carece de sentido, pues entonces es mera
destrucción, desintegración, es un sufrimiento
que va creciendo cada vez más. Donde hay amor hay
revolución, porque el amor es transformación de
instante en instante.
El dolor, el miedo, el deseo, la dependencia, el apego...
Deben existir, por fuerza, en tanto exista el
apremio de "ser" o de "llegar a ser",
que es la persecución del éxito, con todas sus frustraciones y todas
sus contradicciones tortuosas.
La conciencia surge espontáneamente cuando uno se halla
rodeado de una atmósfera de bienestar
interno, cuando siente que está seguro, cómodo, y se da
cuenta de la acción desinteresada que viene
con el amor. El amor no compara, y así se terminan la
envidia y la tortura del llegar a ser.
La superficialidad.
Básicamente ser superficial es depender de algo o de
alguien. Depender psicológicamente de ciertos
valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos
contribuye ciertamente a la superficialidad. Cuando dependo de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las
semanas, para levantarme el ánimo o recibir ayuda, si tengo que cumplir ciertos ritos para mantener
mi sensación de integridad o para recordar algún sentimiento que pude haber tenido alguna vez me vuelve
superficial ¿no me hace superficial? ¿No me vuelve superficial el que yo me entregue a un país, a un
proyecto, o a determinada agrupación política?
Lo cierto es que todo el proceso de dependencia es una
evasión de sí mismo; esta identificación con lo
más grande es la negación de lo que yo soy. Pero, no debo
negar lo que yo soy, que es la realidad, debo
comprender lo que soy y no tratar de identificarme con el
universo, con Dios, con determinado partido
político o con lo que fuere. Todo esto conduce al
pensamiento superficial, y de este pensamiento
superficial surge una actividad que es permanentemente
dañina, sea a escala mundial o a escala
individual.
Justificamos esta actitud diciendo "por lo menos
luchamos por algo mejor" y, cuanto más luchamos más
superficiales somos. Esto es lo primero que tenemos que
ver, y esta es una de las cosas más difíciles:
ver lo que somos, reconocer que somos necios, frívolos,
celosos, de miras estrechas. Si yo veo lo que
soy, si lo reconozco, entonces por ahí puedo empezar. Sin
ninguna duda es la mente superficial la que
huye de lo que es, y no escapar requiere una ardua
investigación, no ceder a la inercia. En el momento
en qué sé que soy superficial, ya hay un proceso de
profundización, siempre que no haga nada con esa
superficialidad. Si la mente dice: "soy mezquino;
voy a examinarlo, voy a comprender la totalidad de esa
mezquindad, de esa influencia limitativa", entonces
existe una posibilidad de transformación. Pero la
mente mezquina, que reconoce que lo es y trata de no
serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente,
viajando, estando incesantemente activa como un mono,
seguirá siendo una mente mezquina.
La mente superficial jamás podrá conocer grandes
profundidades. Puede tener abundancia de
conocimientos, de información, puede repetir palabras.
Pero si sabemos que somos superficiales, poco
profundos, y observamos todas las actividades de la
superficialidad sin juzgar, sin condenar, pronto
veremos que lo superficial desaparece sin ninguna acción
por nuestra parte. Pero eso requiere atención
y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito.
Sólo la mente superficial desea conseguir
resultados.
Cuanto más claro percibamos todo este proceso, tanto
mejor descubriremos las actividades de la mente;
pero debemos observarla sin tratar de darles una
finalidad, porque en cuanto persigamos un fin, nos
veremos de nuevo atrapados en la dualidad del
"yo" y del "no yo", con lo cual continuará el
problema".
El nacionalismo.
¿Qué viene cuando el nacionalismo se va?
La inteligencia, evidentemente.
¿Cómo desaparece el nacionalismo?
Sólo comprendiendo plenamente sus implicaciones,
examinándolo, captando su significado en las
actividades tanto externas como internas.
En lo externo, el nacionalismo origina divisiones y
clasificaciones entre las personas, guerras y
destrucción, todo lo cual es evidente para cualquiera que
sea un poco observador. Interiormente,
psicológicamente, lleva a una identificación con lo más
grande, con la patria o con una idea, y es,
evidentemente, una forma de autoexpansión. Si vivo en una
pequeña aldea, o en una gran ciudad, o
donde sea yo no soy nadie; pero si me identifico con el
país, si me llamo alemán o americano, esto
halaga mi vanidad, me brinda satisfacción, prestigio, una
sensación de bienestar; y esta identificación
con lo más grande, que es una necesidad psicológica para
los que sienten que loa expansión del "yo" es
esencial, engendra aislamiento, conflicto y lucha entre
las personas.
Así, pues, el nacionalismo no sólo causa conflictos
externos, sino también frustraciones internas; y
cuando uno comprende el nacionalismo, todo el proceso del
nacionalismo, como nace y lo que produce,
todo el proceso del nacionalismo se desvanece.
La comprensión del nacionalismo llega mediante la
inteligencia, observando e investigando
cuidadosamente todo el proceso del nacionalismo y del
patriotismo. De esta investigación surge la
inteligencia y entonces no se produce la sustitución del
nacionalismo por ninguna otra cosa. En el
momento en que sustituimos la religión por el
nacionalismo, la religión se convierte en otro medio de
autoexpansión, en una fuente más de ansiedad psicológica
y de dolor, en un medio de alimentarse uno
mismo con una creencia. Por lo tanto, cualquier forma de
sustitución, por noble que parezca que sea, es
una forma de ignorancia.
El nacionalismo con su veneno, son sus miserias y
contiendas, sólo puede desaparecer cuando hay
inteligencia.
La subsistencia.
¿Cuál es el verdadero problema de la subsistencia? ¿De la
frontera entre necesidad y deseo?
Subsistencia, ¿no es el ganar lo necesario para cubrir
las propias necesidades alimento, vestido y
vivienda?
La dificultad de la subsistencia surge tan sólo cuando
empleamos las cosas esenciales de la vida,
alimento, vestido y vivienda, como medio de agresión
psicológica, es decir, cuando uno se vale de las
cosas necesarias como medio de engrandecerse a sí mismo.
Y nuestra sociedad no se basa esencialmente en el
suministro de lo esencial sino en la exaltación
psicológica, empleando lo esencial como exaltación
psicológica de uno mismo.
Es obvio que podría producirse en abundancia el alimento,
el vestido y la vivienda; técnicamente es
posible. Pero la demanda de la guerra es mayor. Por otra
parte, sería grosero contentarse simplemente
con el suministro de lo esencial. Podría ser así si
descubriéramos en nuestro interior las fuentes de la
Vida. No necesitaríamos nada, nada más.
El punto de quietud.
"El punto de quietud" es un "lugar"
que existe en el ser humano que se caracteriza por su calma
profunda, su quietud plena y su silencio perfecto. Aunque
es experimentable personalmente, es
transpersonal por su propia naturaleza, y aquel que lo
experimenta no lo hace egocéntricamente, pues
en ese "lugar" no hay noción del yo, ni de esto
ni de aquello, ni de adentro o afuera. Todo lo que se diga
sobre ese punto de quietud son meras aproximaciones,
porque sólo se puede conocer y comprender
mediante la propia experiencia. Es una energía de
plenitud, claridad, bienestar, y silencio, con la que es
posible conectar cuando uno va más allá del pensamiento y
de la memoria. Antes de que brote el ego, el
yo y lo mío, con sus pensamientos, se haya ese lugar, de
inmaculada quietud.
Todos hemos tenido esporádicamente un atisbo o una
experiencia, por fugitiva que haya sido, de ese
"lugar", que nos colma de un sentimiento de
calma profunda, expansión y bienestar. En ese "lugar", por
el que fluye una energía de gran poder, se encuentra la
inteligencia primordial. La inteligencia se purifica con la visita a este "lugar" y va
desencadenando el estado de iluminación. Aunque uno/a sólo pueda lograr establecerse en ese espacio de quietud por unas
fracciones de segundo, el beneficio que de ello se deriva (espiritual, mental y corporal) es
extraordinario. Se va, además, modificando la percepción, acrecentando la consciencia y facilitando el progreso
interior. Sólo con la aplicación perseverante y la práctica asidua, acompañada de motivación firme, va uno
consiguiendo permanecer por más tiempo en ese ángulo de quietud, superando así viejas estructuras
de la mente y reorganizando su psiquis a un nivel mucho más enriquecedor y elevado.
El acceder a ese punto de quietud proporciona paz,
claridad e integración; limpia, ordena y quema las
latencias nocivas del subconsciente y procura libertad
interior. Es como darse un baño en el inmaculado
espacio sin límites, conectando con la energía que anima
y penetra a todos los seres animados e
inanimados. En la medida en que uno va accediendo a ese
"lugar" y puede conectarse mejor con él,
incluso en la vida cotidiana es mucho más sencillo
mantenerse ecuánime y desapegado, firmemente
establecido en la energía del que observa sin ser
alterado por los procesos externos o los propios
procesos psicofísicos, siempre fluidos e impermanentes.
Esa potencia, que es recobrable mediante el
acceso al espacio de quietud, impone una actitud interior
más lúcida, atinada e inquebrantable.
Más allá de la mente de superficie y el núcleo de
confusión y caos que hay en la psiquis, se haya ese
espacio límpido y transpersonal. Cada vez que conectamos
con el punto de quietud, algo se está
modificando en nuestro interior y estamos dando un paso
hacia la autorrealización; pero incluso aquellos
que no tengan miras místicas o de autorrealización,
encontrarán un gran beneficio en poder nutrirse con
la energía de calma profunda, claridad y reposo que
proporciona ese "lugar".
Todos los grandes maestros de las distintas vías
liberatorias coinciden en la importancia de poder
conectar con ese ángulo de quietud, capaz de poder
mutarnos psicológicamente, ponernos en nuestro
eje de equilibrio y facilitar la relación con nosotros
mismos y con los demás. A lo largo de una treintena
de viajes por los piases asiáticos y de centenares de
encuentros con maestros espirituales, yoguis,
lamas, monjes budistas y eremitas, he podido constatar
que todos ellos conceden gran importancia a la
aproximación a ese ángulo de quietud. Simbólicamente
gusto de denominarlo punto de quietud, porque
es el punto de confluencia entre lo humano y lo
transpersonal, el ojo de buey hacia lo otro, hacia aquello
donde cesa el ego, la avidez, la aversión, el autoengaño
y la insatisfacción.
El don de la ecuanimidad.
La práctica de la ecuanimidad consiste en llegar a
conocer en toda su hondura lo que significa dejar
pasar.
Es una vasta quietud mental, una calma radiante que nos
permite estar plenamente presentes con todas
las distintas experiencias cambiantes que constituyen
nuestro mundo y nuestra vida.
Es tolerar el misterio de las cosas: no juzgar sino
cultivar un equilibrio de la mente que permita acoger lo que sucede, sea lo que fuere. Esta aceptación constituye
la fuente de nuestra seguridad y de nuestra
confianza.
Nos desplazamos desde la pugna por controlar todo lo que
sobreviene en la existencia al simple deseo
de vincularnos verdaderamente con todo lo que existe. Se
trata de un cambio radical en nuestra opción
fundamental pues, por lo general, vivimos en un nivel de
rechazo que nos debilita.
Cuando definimos cada vez más experiencias como
inaceptables para sentirlas o conocerlas, la
existencia se vuelve progresivamente más reducida, más
limitada. Cuando nos mostramos dispuestos a
experimentar todo, podemos hallar en esa aceptación la
confianza y certidumbre que antaño buscamos a
través del rechazo del cambio. Aprendemos a relacionarnos
plenamente con la vida, incluyendo su
inseguridad.
En vez de hundirnos en las reacciones...
La ecuanimidad nace por la comprensión: dar su verdadero
valor a todas las cosas. Ser ignorante es dar
falsos valores.
La felicidad.
¿Qué es la felicidad?
¿Por qué preguntamos "qué es la felicidad"? ¿Es
ese el enfoque correcto? ¿Es la correcta manera de
investigar? No somos felices. Si fuéramos felices,
nuestro mundo sería por completo diferente, nuestra
civilización, nuestra cultura, serían total y
radicalmente distintas. Somos seres humanos infelices,
triviales, carentes de valor, peleadores, vanos, nos
rodeamos de cosas inútiles, nos satisfacemos con
ambiciones mezquinas, con el dinero y la posición social.
Somos seres desdichados, aunque podamos
poseer conocimientos, dinero, casas ricas, muchos hijos,
automóviles, experiencia. Somos seres
humanos tristes, sufrientes, y debido a que sufrimos,
deseamos la felicidad; y así nos dejamos arrastrar
por aquellos que nos prometen esa felicidad, social,
económica o espiritual.
¿De qué sirve, cuando estamos sufriendo, preguntar de qué
sirve la felicidad? ¿Podemos comprender el
sufrimiento? Ése es nuestro problema, no cómo ser
felices. Somos felices cuando no estamos sufriendo:
debemos, pues, comprender qué es el sufrimiento. Pero
¿Podemos comprender qué es el sufrimiento
cuando una parte de nuestra mente está escapando en la
búsqueda de la felicidad, de una salida para la
desdicha?
Felicidad, satisfacción o conformismo.
¿Qué es lo que buscamos la mayoría de nosotros? ¿Qué es
lo que deseamos? Especialmente en este
mundo inquieto, donde todos tratan de encontrar alguna
clase de paz, de felicidad, un refugio. Es
importante, sin duda, averiguar qué es lo que intentamos
buscar, qué es lo que intentamos descubrir.
¿No es así? Probablemente, la mayoría de nosotros busca
una cierta clase de felicidad, cierta clase de
paz, un lugar quizás especial y mágico. En un mundo
dominado por la confusión, las guerras, las
disputas, las luchas, anhelamos un refugio donde pueda
haber algo de paz. Creo que eso es lo que
desea la mayoría de nosotros. Y así proseguimos la vida,
colgando de un hilo nuestra efímera y frágil
felicidad.