domingo, octubre 26, 2025

3I/ATLAS - ¿Qué pasará este 29 de octubre del 2025?

Fede Sáenz - Infobae
Avi Loeb, astrofísico de Harvard, señala el 29 de octubre como fecha clave ante las “ocho anomalías” del cometa interestelar 3I/ATLAS: “Más vale coger vacaciones antes”
Aunque el astrofísico concede que lo más probable es que el objeto sea un cometa, continúa desarrollando lo que llama “ejercicio pedagógico” en física especulativa y sugiere que, si no es un objeto natural, el mundo se enterará en unos días.
El cometa 3I/ATLAS podría ser una "nave alienígena hostil", según Avi Loeb (Wikimedia Commons)
“Más vale coger vacaciones antes del 29 de octubre”.
Esa advertencia, lanzada - si bien con una sonrisilla pícara - por el astrofísico de Harvard Avi Loeb, ha puesto en alerta a quienes siguen de cerca las noticias del espacio. En el centro de la conversación, 3I/ATLAS, un extraño objeto (un cometa, con toda probabilidad) interestelar que, desde su hallazgo, ha desatado teorías de todo tipo sobre sus orígenes y su naturaleza.
Se debe tener en cuenta que no existe un catálogo lo suficientemente amplio de objetos interestelares estudiados en detalle - lo de 3I quiere decir “3º objeto Interestelar” (detectado en el Sistema Solar) - como para asegurar con certeza qué es o no una rareza en ellos. Antes de ATLAS llegaron el 1I ‘Omuamua, que provocó mucho revuelo - y Loeb lo aprovechó también como “ejercicio pedagógico” en la misma línea alienígena - y el 2I Borisov; y ambos diferían en composición, tamaño, comportamiento y forma.
Si los tres objetos interestelares que han podido observarse más minuciosamente son tan distintos entre sí, no existe un marco suficiente como para establecer normas en lo que respecta a los objetos interestelares: cada uno ha mostrado sus particularidades que lo han hecho único, si bien es verdad que Borisov era bastante “normal” (en comparación con los cometas presentes en el Sistema Solar y con ‘Oumuamua y ATLAS).
Las ocho “anomalías” de 3I ATLAS y el “ejercicio pedagógico” de Loeb
El 1 de julio de 2025, el sistema ATLAS, con base en Chile y el apoyo tecnológico del Observatorio Rubin y su mastodóntica cámara de 3,2 giga píxeles, localizó un nuevo invitado interestelar de tamaño similar a Manhattan. El registro se confirmó gracias a la colaboración global de más de 200 observatorios, y enseguida todos los telescopios que pudieron siguieron sus pasos, midiendo cada cambio en luminosidad, trayectoria y composición química. El Hubble fue testigo del espectáculo al captar una cola en forma de lágrima, señal de pérdida temprana de material que no suele observarse tan lejos del Sol en los cometas clásicos.
Loeb no tardó mucho en sugerir, como “ejercicio pedagógico”, que podría tratarse de una “nave alienígena hostil”.
Las primeras cifras dieron paso a las comparaciones: 3I/ATLAS supera en rareza y velocidad a los otros dos interestelares conocidos. Con una masa que ronda los 33.000 millones de toneladas y un núcleo de al menos 5 kilómetros, avanza por el sistema solar a 210.000 km/h, sin verse frenado por la gravedad del Sol. Su composición tampoco deja indiferente; en vez de agua, lo que manda es el dióxido de carbono, algo realmente poco habitual entre los cometas. Lo más asombroso son sus encuentros planetarios: la ruta de 3I/ATLAS lo ha acercado mucho a Venus, Júpiter y, especialmente, Marte, quedando a unos 2,7 millones de kilómetros del planeta rojo en un aparente “ajuste de trayectoria” estadísticamente curioso que ha merecido su propio apartado en revistas de astronomía.
El brillo del cometa durante su aproximación al Sol, con un resplandor verde observado en septiembre de 2025, intrigó a la comunidad: todo indica una fuerte actividad química y presencia de gases como el carbono diatómico (C2) que no siempre aparecen en otros cometas. Sondas como Mars Reconnaissance Orbiter, Mars Express o ExoMars están siguiendo el fenómeno desde órbita marciana, mientras la misión Juice tiene previsto apuntar sus instrumentos a 3I/ATLAS durante noviembre en su ruta hacia las lunas heladas de Júpiter. Y cada vez que llegan nuevos datos, Avi Loeb insiste en su teoría: podría ser (aunque seguramente no sea) un trozo de tecnología alienígena.
Las semanas previas al perihelio han estado marcadas por la insistencia de Loeb en las “anomalías” de 3I/ATLAS. Desde Hawái, el telescopio Keck II captó un chorro de tetracarbonilo de níquel — un compuesto que en la Tierra solo se produce en ambientes industriales — saliendo a razón de cuatro gramos por segundo y con ausencia casi total de hierro. “Solo hay un lugar donde se sabe que existe y es en aleaciones de níquel producidas industrialmente”, declaró Loeb al New York Post, subrayando que “esto nunca se había observado en ningún otro objeto”. La revelación ha dado alas a quienes apuntan a un origen artificial, aunque otros subrayan que podría ser solo una rareza natural aún no vista en la escasa muestra estudiada.
El debate se caldeó aún más cuando Loeb insinuó en un pódcast, que la NASA podría estar retrasando la publicación de imágenes del paso del cometa cerca de Marte, tomadas supuestamente por el orbitador marciano IMAGEN. La razón oficial, sin embargo, es más terrenal: el cierre del Gobierno estadounidense por la falta de un acuerdo presupuestario de cara al recién empezado año fiscal mantiene inactivos muchos servicios de la agencia, incluidos los de divulgación científica. Sea como sea, Loeb no afloja: “Queremos ver los datos de los científicos”.
3I/ATLAS presenta, además, varias rarezas notables. Loeb señala como especialmente peculiar que el objeto apunte parte de sus chorros hacia el Sol – algo muy raro en cometas – y que su órbita encaje casi al milímetro con el plano por donde giran los planetas, lo que para Loeb tiene “una posibilidad de una entre 500” de pasar por puro azar. Observatorios estadounidenses han detectado radicales hidroxilo —una señal de que el agua está sometida a radiación — utilizando el telescopio Swift incluso en zonas del sistema solar donde otros cometas no muestran ningún tipo de actividad (es decir, que estaba inusualmente activo a distancias a las que no suele pasar). Frente a la sequedad de ‘Oumuamua y el exceso de monóxido de carbono de Borisov, lo de ATLAS vuelve a escribir las reglas.
Y en lo óptico, su polarización (una propiedad de la luz que, tras interactuar esta con partículas o superficies, permite a los científicos obtener información sobre la composición y la forma de un objeto) negativa especialmente intensa y “concentrada” se sale de todas las categorías conocidas. Con una polarización de −2,77 % en un ángulo inusual y el cambio de signo mucho antes de lo normal, los expertos ven en 3I/ATLAS una huella lumínica jamás detectada ni en cometas del Sistema Solar ni en otros interestelares: refleja asimetrías en su forma global o en su composición corpuscular nunca vistas antes en cometas o asteroides.
Loeb ha articulado toda esta intriga en torno a estas ocho “anomalías”, que conceden al objeto un 4 sobre 10 en la llamada escala Loeb (formalmente Escala de Significancia de Objetos Interestelares). Estas incluyen: la alineación orbital casi perfecta con el plano de los planetas, la presencia de un anticola real, masa y velocidad inusualmente altas, encuentros improbables con varios planetas a su paso, una composición química extraña — con abundancia de níquel, tetracarbonilo incluido, y cianuro frente a un bajo nivel de hierro y agua —, una polarización negativa sin precedentes y una coincidencia orbital llamativa con la zona del cielo donde en 1977 se detectó la famosa señal “Wow!”.
Según Loeb y sus colaboradores, “la hipótesis que se plantea es que 3I/ATLAS es un artefacto tecnológico y, además, que tiene inteligencia activa. Si ese es el caso, se abren dos posibilidades: que sus intenciones sean absolutamente benignas o malignas”.
Loeb admite que todo esto es poco más que un “ejercicio pedagógico” y que lo más probable, aunque menos divertido, es que ATLAS sea un cometa natural, aunque muy particular. Podría asumirse, entonces, que el astrofísico simplemente haya querido traer la máxima atención posible a este objeto para que sea estudiado con todo el equipo disponible dentro y fuera de la atmósfera terrestre. Aunque sea natural, es extremadamente infrecuente y sus anomalías son reales, por lo que perfectamente podría no volver a darse una oportunidad tal para estudiar un objeto tan peculiar y llegado desde tan lejos.
Una “cápsula del tiempo” y un cometa un poco raro, pero nada indica que no sea natural
Mientras tanto, en A Coruña, el grupo liderado por Xabier Pérez Couto (doctorando en Astrofísica Computacional) ha optado por el método clásico para inspeccionar el origen y la ruta del cometa: reconstruir, gracias a los datos del satélite Gaia, el viaje de 3I/ATLAS en los últimos diez millones de años. El análisis de casi un centenar de encuentros con estrellas cercanas revela que no ha habido grandes sobresaltos ni cambios de rumbo extraños. Los gallegos, apoyados en simulaciones y análisis físicos, describen al cometa como una auténtica “cápsula del tiempo” que, conservando fragmentos de hielo y polvo desde el nacimiento de su sistema original, permite comparar por primera vez y con mucho detalle la “receta química” de otros rincones de la galaxia con la del propio Sistema Solar.
Pese al ruido mediático y la popularidad de las hipótesis más extravagantes, la mayoría de la comunidad científica se inclina por un diagnóstico más terrenal. Como recuerda Tom Statler (NASA), “Parece un cometa. Hace cosas de cometas”. Los expertos subrayan que ATLAS desarrolla coma, cola y libera polvo y gas como cabría esperar de cualquier cometa, y ningún cálculo orbital lo sitúa jamás cerca de la Tierra (la mínima distancia será de 270 millones de kilómetros).
El verdadero valor de 3I/ATLAS, subrayan otras voces como Susanne Pfalzner o Michele Bannister, puede estar en su papel como “semilla planetaria”: estos cuerpos serían piezas clave para entender cómo se forman los planetas gigantes. El calendario astronómico ya tiene fecha para un nuevo capítulo: el 4 de noviembre, la sonda Juice se aproximará a solo 64 millones de kilómetros del cometa; en diciembre, la distancia a la Tierra quedará en mínimo histórico y, en marzo de 2026, la nave Juno lo observará cerca de Júpiter. Una gira cósmica que, sin importar respuestas definitivas, sigue engrosando la lista de preguntas sobre los misterios del espacio profundo.

 

sábado, octubre 25, 2025

Reencarnación en el Siglo XXI

Delia Steinberg Guzmán
La cuestión de la reencarnación ha sido objeto de los más variados planteamientos que oscilan desde las loas de sus acérrimos defensores hasta las críticas de sus acérrimos detractores.
Lejos de las autoridades en la materia, hoy abundan sentimentales del esoterismo que ven en la reencarnación una forma de seguir viviendo, de volver una y otra vez a esta vida, o de algunas religiones que niegan la reencarnación sencillamente porque no se menciona en sus textos sagrados.
Eso, sin contar con los inexpertos que adornan la polémica con unas gotas de morbo y mezclan la posibilidad de que un ser vuelva a encarnar en varias oportunidades en busca de experiencias, con la superposición de formas de vida; así, uno que hoy es hombre puede renacer mañana como vaca, renacuajo o lechuza. Es evidente que, en esta línea de pensamiento, la reencarnación haya ido ocupando puestos cada vez más secundarios en los intereses de los auténticos pensadores e investigadores.
Sin embargo, todos los pueblos de la antigüedad conocieron esta doctrina y la vivieron con toda naturalidad, como parte integrante de sus creencias y de sus filosofías.
Así, no hace falta ser un genio de la intuición ni un destacado racionalista para poder abordar algunas hipótesis que hicieron de la reencarnación un soporte de la evolución.
Una mirada a la naturaleza
La ley de los ciclos se manifiesta en todo lo que nos circunda. Nada más normal que el constante devenir de las estaciones con sus conocidos cambios y a nadie se le ocurriría definir el invierno como
una muerte definitiva, sino apenas como un reposo antes del despertar de la primavera.
Un árbol sin hojas no es un árbol muerto; está pesando por un ciclo y se abrirá paso a otro cuando vuelvan a renacer sus hojas, sus flores, sus frutos. El ciclo que va de la semilla a la planta en Plenitud, de cuyos frutos vuelven a producirse semillas, nos habla claramente de una energía que circula bajo diferentes formas, pero sin destruirse. La arena que se vuelve piedra, o la piedra que se desmenuza en arena, es otro ejemplo que aceptamos in más porque no contradice la razón, tal como el agua que se hace nube y la nube que se vuelve a transformar en agua.
El día y la noche se suceden el uno al otro y no cabe en la mente pensar que la oscuridad de la noche será perpetua. Lo natural es que el Sol aparezca todas las mañanas o, desde otro punto de vista, que la Tierra siga girando sobre su eje y alrededor del Sol provocando así zonas de luz y de oscuridad, zonas de más calor o más frío.
Pero lo que resulta lógico en la Naturaleza parece perder sentido cuando se aplica a los hombres y a la escala de vida más cercana, los animales. No es nuestra intención detenernos en esta oportunidad en los ciclos de los animales, que también los hay, sino centrarnos en los humanos por la cuenta que nos trae.
El hombre
Comúnmente se aceptan ciclos en el desarrollo del hombre que van desde el nacimiento a la muerte, pasando por la niñez, la juventud, la madurez y la ancianidad. Pero es un ciclo abierto que deja sin despejar dos incógnitas: la del nacimiento y la de la muerte, es decir, de dónde venimos y hacia dónde vamos. La vida humana es como un recorte de ciclo, un trozo de circunferencia que no se cierra sobre sí misma. Si el mar vuelve al mar a través de la lluvia de las nubes, el hombre no vuelve a la vida después de la muerte.
¿Por qué? Tal vez por ignorancia, tal vez por temor, tal vez por prejuicios, tal vez porque entonces la vida se volvería mucho más compleja... Lo cierto es que aun quienes conciben la inmortalidad del alma, no conciben en cambio que un alma inmortal pueda asumir varias formas externas, no aceptan que, si una vez pudo tener un cuerpo, lo pueda tener muchas más veces.
La existencia así planteada se convierte en un auténtico infierno, en una carrera contra el tiempo, en una perpetua queja contra el destino o la mala suerte, en una suma inexplicable de sufrimientos que parecen no tener sentido.
Por razones desconocidas, unos viven más y otros menos, unos gozan de buena salud y otros padecen dolores y enfermedades, unos tienen ventajas y buenas oportunidades y otros fracasan en todo lo que intenta, unos tienen medios y fortuna y otros carecen de lo más indispensable. Para colmo, no siempre triunfan el bien y la justicia, ni siempre se puede otorgar decididamente la razón a unos sobre otros.
Si partimos de la base de que el ser humano es algo más que su cuerpo físico, ya damos un paso adelante en el asunto. Aunque hay quienes pretenden resumir los procesos humanos en el funcionamiento biológico y en los cambios fisicoquímicos, no todos los sentimientos o los pensamientos que tenemos se explican tan fácilmente.
Para cualquiera es una evidencia que su psiquis y su mente se desenvuelven en otra dimensión, en otro plano distinto del meramente físico, al punto de que ideas y emociones pueden trastornar al cuerpo y el cuerpo, a su vez puede influir en ideas y emociones. ¿Por qué no pensar, pues, que la psiquis, la mente, y aun el alma o espíritu -si se quiere apuntar a algo más sutil todavía- son como la raíz del árbol que permanece, a pesar de que las hojas caigan en invierno? El invierno de la existencia puede secar los cuerpos, pero queda una raíz latente que, pasado el ciclo de descanso, es capaz de florecer nuevamente cubriéndose con otra vestidura.
Si así fuera, si cada uno de nosotros volviese de tanto en tanto a la vida, alternando estos ciclos con los otros que llamamos muerte, la existencia sería una escuela de formación. Las experiencias adquiridas facilitarían una evolución creciente y muchas de las «injusticias» y desigualdades que antes citábamos, podrían explicarse como desigualdades de desarrollo, como efectos de causas propias anteriores, y no como simples plumazos de buena o mala suerte.
La muerte perdería su aspecto fatídico y sería en cambio un descanso lógico y necesario, tanto como lo es el dormir por las noches tras una jornada diaria de actividad. Vivir cansa, agota y el hombre interno que subyace tras las formas que se deterioran, ansía un poco de reposo. Vida y muerte, o existencia formal y existencia sin forma, se suceden según ritmos especiales.
Instinto de inmortalidad
El miedo a la muerte se combate tratando de evitar toda idea relacionada con ella, ocultándola detrás de una búsqueda desordenada de placeres para olvidar lo que no se quiere recordar. Pero esos placeres son breves y hay que conseguir cosas nuevas para correr ese «tupido velo» que no nos obligue a enfrentarnos con la realidad. Hay que transformar la vida en algo divertido, excitante o caer en la locura de los escapismos.
Sin embargo, el «instinto» de inmortalidad acosa por todos los lados y se busca prolongar la vida, la única vida, en una batalla desigual ante la muerte. Es aquí donde la ciencia se pone al servicio, no ya del bienestar o de la salud corporal, sino del crecimiento del promedio de años y la obtención artificial de una eterna juventud, porque una cosa trae aparejada la otra. Si logramos vivir más años queremos hacerlo en buena forma, como personas jóvenes y fuertes; las características de la ancianidad son tan odiosas como la muerte misma.
Hoy se libra una lucha desesperada por aparentar lo que no se es, por demostrar que el tiempo no pasa para nosotros; cientos de fórmulas quirúrgicas tratan de devolver al cuerpo un aspecto lozano y fresco; la cosmética gana terreno en las bolsas mundiales lo mismo que cierto tipo de medicinas que «borran» años y arrugas.
La manipulación genética, que empezó realizando algunas pruebas con animales, se aproxima peligrosamente a otros experimentos, esta vez con humanos, y siempre con la misma perspectiva: la
inmortalidad física.
¿Cuántos hombres cabemos en la Tierra?
La superpoblación es otro de los fantasmas que asolan el momento histórico presente. Pero ni siquiera es una superpoblación equilibrada; la mayor cantidad de gente se agrupa en los sitios menos indicados: o en los países más pobres y con menos posibilidades de ofrecer condiciones dignas de vida, o en las grandes ciudades donde las aglomeraciones obligan a recurrir a los sistemas más artificiosos para subsistir. En general, en los países con mayor índice de riqueza, la población no alcanza cifras muy altas; y del mismo modo, donde sobra espacio, hay muy poca gente.
El hambre ha hecho su aparición hace tiempo; el agua escasea de manera notoria y la falta de recursos es un látigo que fustiga con mil caras monstruosas. Según últimas estadísticas, más de 500
millones de personas están pasando hambre auténtica en el mundo, mientras otros varios millones cuentan las calorías que consumen para mantener la línea de la delgadez de moda o evitar la obesidad. El sueño de repartir los alimentos equitativamente no es más que eso: un sueño; se pueden hacer muchos cálculos, pero hay demasiados intereses creados como para que nadie los lleve a la práctica.
Ni siquiera en las ciudades poderosas la vida es fácil: los puestos de trabajo son presas de caza a conquistar por cualquier medio y los jóvenes pasan verdaderas torturas antes de asegurar medianamente su porvenir económico. Faltan viviendas, o si las hay, no se cuenta con el poder adquisitivo suficiente como para conseguirlas.
Casi sin que nos demos cuenta, han comenzado las migraciones de pueblos pobres sobre las regiones más ricas; grandes masas desesperadas se trasladan de un sitio a otro buscando un lugar aceptable donde instalarse.
La respuesta también ha aparecido casi subrepticiamente: el refuerzo de los grupos humanos que se reúnen para rechazar al invasor, al «enemigo». Así se ha emplazado el racismo, la xenofobia, el control de fronteras y los modernos visados para impedir el paso de los «indeseables». La agresividad impera en todas partes y es casi imposible encontrar un rincón en el mundo donde no haya una guerra declarada o una guerrilla enmascarada.
Es que somos muchos y nos molestamos unos a otros... Es preferible hablar de paz mientras por debajo se practica la más sucia de las guerras.
Un panorama sombrío, pero no tanto
No queremos finalizar estas páginas dejando la imagen de un futro sombrío y desolador. No todos son desastres ni los males son los únicos que se manifiestan.
Hay atisbos de claridad y aire fresco en muchos aspectos. Mientras continúan las luchas de prioridades y clanes, de etnias y religiones, hay científicos que indagan afanosa y apasionadamente sobre el origen del hombre y del Universo, llegando en más de una oportunidad a rozar el «Misterio» con sus manos. De ellos, de esos buscadores genuinos, nos llegan las mejores esperanzas de futuro.
No nos extrañe que sean ellos los que vuelvan a hablar de Dios y los que encuentren la lógica de la reencarnación para explicar la vida de los hombres y de los mundos todos.
El científico Niels Bohr (1885-1962) se expresaba como un verdadero filósofo al afirmar: Cada frase que pronuncio no puede considerarse una afirmación, sino una pregunta. Y el célebre Stephen Hawking se acerca a los Puranas de la India antigua cuando dice que Dios no sólo juega a los dados, sino que a veces los tira donde no se pueden ver.
Sí, algo nuevo despunta. Los grandes pensadores se hacen grandes preguntas y no temen ni quieren ofrecer respuestas apresuradas y falsas. Los grandes pensadores reconocen a Dios en la misma medida en que descubren grandes leyes, grandes verdades, medida en la que también reconocen que los hombres vivimos ciegos para entender el lenguaje de los «dados» de la naturaleza.
Algo está cambiando en medio de las muchas miserias que nos acosan. En medio de la oscuridad, una chispa de luz, y en medio de la luz, un punto negro que crece. Lo mismo que la vida humana: un
nacimiento que trae implícita la muerte, y una muerte que encierra escondida la semilla de la vida. Lo que al principio llamamos reencarnación