miércoles, noviembre 26, 2008
El 11S... Una Conspiración??
Es evidente que si hacemos una reflexión seria e imparcial de los tristes acontecimientos del 11-S, nos daremos cuenta a bote pronto que sin contar las inocentes víctimas humanas, la otra víctima a sido los derechos de libertad que han sido reducido (cuando no erradicados) de raíz por una hipotética seguridad nacional.
Sin embargo, en este acontecimiento no solo han habido perjudicados, las petroleras norteamericanas han salido especialmente beneficiadas y los nuevos escenarios mundiales que van a desarrollarse con la más que previsible guerra contra Iraq, no harán más que potenciar la presencia económica estadounidense en una zona en la que nunca habían podido contrarrestar la supremacía rusa.
En La gran mentira (Ed. Pyre), León Klein pretende aclarar algunos de los puntos más oscuros que rodearon a los atentados del 11-S. Aquí hay un resumen de las tesis expuestas en el libro.
La tesis oficial del 11-S sostiene que se trato de un atentado islamista cuyo instigador fue Bin Laden, organizado desde su base de Afganistán.
• Esa tesis es imposible porque no se apoya sobre pruebas fehacientes que pudiera aceptar algún tribunal ordinario y porque, lejos de beneficiar a los presuntos autores, les perjudicó.
• Según la hipótesis alternativa, los atentados fueron organizados desde esferas de poder del interior de EE.UU para justificar fundamentalmente la intervención en Afganistán y la posterior guerra contra Iraq.
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• Esa hipótesis es verosímil porque se apoya en hechos precisos, a saber: el desarrollo posterior de los acontecimientos que refuerzan la presencia americana en una zona de interés estratégico ya que albergan las segundas reservas mundiales de petróleo y porque el atentado sólo ha beneficiado a los intereses de EE.UU.
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• El móvil de los ataques habría sido el control sobre Afganistán para facilitar el paso del oleoducto que llevará petróleo del Caspio al Índico y que aproximará las fuerzas de intervención americanas a la cuenca petrolífera del Caspio.
• Existen siete modelos históricos previos en la historia de los EE.UU, es decir, episodios “providenciales” que fueron considerados “casus belli” y permitieron vencer las resistencias de la opinión pública norteamericana a entrar en conflictos exteriores: El Álamo, la voladura del Maine, el hundimiento del Lusitania, Pearl Harbour, el incidente de Tonkin y el primer atentado contra el Word Trade Center.
• En la mañana del 11-S Bush no fue puesto a salvo, sino que dio la noticia del atentado en un colegio cerca de un aeropuerto. El Servicio Secreto, al menos, sabía que nadie iba a atentar contra él, a pesar de que un avión comercial volaba hacia la Casa Blanca. Por lo demás, la imagen de Bush salió reforzada del incidente. Así mismo, la presencia del lobby petrolero en la administración Bush es muy fuerte.
• Es cierto que se especuló previamente en Bolsa con las compañías que se verían afectadas por los atentados, pero no fue Bin Laden quien especuló, sino que la operación se realizó mediante una agencia de valores vinculada a altos cargos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
• En los últimos siete años, el nombre de Bin Laden se ha relacionado con atentados antiamericanos. Pero el interés de EE.UU en perseguirlo deriva de su oposición al régimen saudí, principal aliado de EE.UU en la zona. Bin Laden ha atribuido a sus plegarias cualquier atentado antiamericano. Se trata de un fundamentalista musulmán que odia a los americanos por ser infieles que pisan la tierra más sagrada del Islam: Arabia Saudí.
• Al Qaeda es una organización integrista islámica internacional que ha reclutado voluntarios para diversas guerras. Nunca ha reivindicado formalmente ningún atentado, aunque es posible que algunos de sus miembros se hayan vinculado a este tipo de operaciones antiamericanas.
• Que Mohamed Atta fuera el coordinador de los atentados es completamente imposible y, desde luego, él o sus compañeros no pudieron pilotar los aviones. Su perfil no es el de un terrorista, ni siquiera el de un integrista islámico. Tampoco se comportó como un terrorista entrenado capaz de burlar a los servicios aduaneros y de inteligencia de medio mundo. Por el contrario, su comportamiento era normal. Es posible que alguien utilizara en algún momento su nombre o su pasaporte. El hallazgo “providencial” del pasaporte de Atta en los alrededores del WTC y el hecho de que su maleta quedara en tierra por otro error “providencial” dejan entrever que fue elegido como chivo expiatorio.
• En cuanto al resto de los presuntos terroristas suicidas, varios viven todavía y gozan de buena salud. Han demostrado que no estaban en los aviones y que no tienen relaciones con grupos integristas. Fueron vinculados a la operación a partir de pasaportes robados y reutilizados en el embarque de los aviones. Ninguno se comportó como lo haría cualquier terrorista. Por lo demás, apenas se sabe nada de la mayoría de ellos.
• ¿Cómo pudieron ocurrir los atentados? En el interior de los aviones viajaban algunos de los personajes cuyos nombres se han relacionado con los atentados (Atta, Merwan, etc); debieron ser atraídos al viaje mediante alguna trampa. Eran completamente inofensivos y serían los chivos expiatorios. En el interior existió otro comando –probablemente compuesto por mercenarios y captado en las márgenes del terrorismo islámico- que ascendió al avión con intención de secuestrar el vuelo, quizás para pedir la liberación de presos palestinos. Ese segundo comando realizó el secuestro. Probablemente subieron al avión con pasaporte americano. Dado que la investigación se decantaría sobre los Atta y sus compañeros, nadie se preocuparía de averiguar los pasos de estos secuestradores reales.
• ¿Cómo se estrellaron los aviones contra sus objetivos? Mediante sistemas de control remoto que inhibieron los mandos del avión a los pilotos en los últimos minutos del vuelo y cortaron las comunicaciones con tierra. Equipos de este tipo se ensayaron desde los años 70 para evitar que los secuestradores desviaran los aviones a Cuba o Argelia.
• Entonces, ¿qué fue realmente el 11-S? Un gigantesco crimen de Estado utilizado como “casus belli”. Se trató de un golpe de Estado en el que el lobby petrolero mejoró extraordinariamente sus posiciones. Una operación de guerra psicológica diseñada para estimular el deseo de venganza del pueblo norteamericano y que aprobara la intervención bélica. Fue aprovechado, finalmente, para reforzar el estado de excepción permanente, justificar la represión contra las libertades democráticas y aumentar el control sobre Internet.
• ¿Qué tiene que ver todo esto con lo que nos ofrecieron las TVs el 11 de septiembre del 2001? Lo que vimos no tuvo nada que ver con lo que en realidad sucedió. Vimos un atentado terrorista convertido en espectáculo, pero lo que ocurrió en realidad fue un golpe de Estado, cuyas víctimas fueron norteamericanas en su mayoría, pero cuyas repercusiones alcanzarán a todo el mundo
Los extraños atentados del 11-S.
Todavía se discute en EE.UU. si el presidente Franklin Delano Roosevelt estaba informado con antelación del ataque japonés a Pearl Harbor y no lo impidió. El traicionero bonbardeo nipón del 7 de diciembre de 1941 causó casi 2400 muertos entre el personal aeronáutico y naval de esa base de las islas Hawai, y Washington, naturalmente, declaró la guerra al Eje nazifascista. Habían trascurrido ya más de dos años de la que tenía lugar en Europa y Asia, pero la opinión pública estadounidense prefería la neutralidad. La pregunta -que desde 1941 sigue en pie- es: ¿la Casa Blanca nada hizó para prevenir el ataque con el fin de que la lógica indignación popular le permitiera entrar en la guerra. Habría indicios en esa dirección. Porque nadie se explica por qué se habían concentrado en Pearl Harbor cien naves de la flota del Pacífico, ¿era un señuelo apetecible para el pez nipón? En 1932 se había llevado a cabo un simulacro de ataque enemigo y el resultado del ejercicio fue rotundo: la victoria de cualquier atacante sería completa. El fantasma de una pregunta semejante ronda los despachos de la Casa Blanca donde un triunfo electoral más que dudoso instaló a Bush hijo. ¿El gobierno estadounidense tenía información previa de los brutales atentados del 11-S y dejó hacer para lanzar contra Afganistán una guerra ya planeada? O quizá, rizó el rizo y la acción venía desde dentro de la misma administración.
Tom Kennedy, miembro del equipo de búsqueda y rescate de la Oficina Federal de Gestión de Emergencias de EE.UU., declaró por la CBS nacional que su grupo había sido enviado a Nueva York el día anterior al desastre. “Llegamos el lunes por la noche -diez de septiembre- y entramos en acción el martes por la mañana -11 de septiembre”-. Para Hal Turner eso indica -así lo dijo el 28 de octubre en su programa radial- que “el gobierno de EE.UU. sabía que se iba a producir un ataque. Permitió que se produjera”. Turner se preguntó además cómo hizo el Congreso para preparar en tiempo escaso la ley antiterrorista que promulgó Bush hijo, un texto de 151 páginas que abarca un sinnúmero de complejas disposiciones legales. “¿Acaso la ley de redactó mucho antes de los ataques y fue simplemente presentada después?”, propuso.
¿La CIA estaba informada del atentado? El director ejecutivo de la central de espionaje es A. “Buzzy” Krongard. Antes de ocupar este puesto en 1999 era un alto ejecutivo de Bankers Trust que el mismo año fue comprado por el Deutschebank.
Casualmente -o no- fue por intermedio del Deutschebank que los días 6 y 7 de septiembre se negociaron muchas opciones de venta de acciones de la United Air Lines, y el 10 otras tantas de American Airlines. Y de ninguna otra compañía aérea. Según los datos del Instituto Herzliyya israelí, se concertó un total de 4.744 opciones de venta de acciones de la UAL Y 4.516 de American, una cifra desusada en el ámbito de la Bolsa. Esta clase de opción es una apuesta a que caerá el valor de las acciones negociadas. Las de United y American, cuyos aviones fueron utilizados para el ataque terrorista, cayeron desde luego días después. El hecho llamó la atención de las autoridades financieras y nadie ha reclamado todavía 2,5 millones de dólares de los 20 millones de beneficios que dejó la operación a quienes al parecer sabían lo que iba a ocurrir.
¿La guerra contra Afganistán estaba decidida antes del 11-S? El 18 de ese mes la BBC de Londres reprodujo declaraciones del ex ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Niaz Naik, quien relató que los representantes estadounidenses ante el grupo de contacto auspiciado por la ONU para tratar la cuestión afgana se lo habían adelantado en una reunión celebrada en Berlín a mediados de julio. Tom Simmons, ex embajador de EE.UU. en Pakistán; Karl Indefurth, ex subsecretario de Estado para el Sudeste Asiático, y el ex asesor del Departamento de Estado Lee Coldren integraban la delegación estadounidense que anunció: si Kabul no entregaba a Bin Laden, Washington lanzaría una operación militar para capturarlo, derrocar al gobierno talibán y reemplazarlo por una coalición tal vez encabezada por el ex rey Zahor Shah. La operación -se precisó- daría comienzo a más tardar a mediados de octubre, antes de que cayeran las primeras nieves en Afganistán.
¿Y por qué el gobierno yanqui habría diseñado ese plan? El diario pakistaní The Frontier Post del 10 de octubre da cuenta de la visita que el embajador estadounidense Wendy Chamberlain hizo al ministro de Petróleo delpaís. El abandonado proyecto de tender un gasoducto desde Turkmenistán hasta la costa de Pakistán pasando por territorio afgano, con vistas al mercado chino, ha recobrado nueva vida “en razón de los recientes acontecimientos geopolíticos”. ¿Para justificar una guerra ya prevista con ese fin, los gobernantes de EE.UU. no evitaron o urdieron los atentados del 11-S? La pregunta continúa: ¿sabían o qué? O: sabían... Y qué
Por otro lado, hay cuestiones básicas en los atentados del 11-S que no cuadran.
Mientras los documentos y los testimonios del ataque a las Torres Gemelas del World Trade Center son muy variados y permiten un entendimiento cabal de los hechos, no sucede lo mismo con el ataque al Pentágono.
¿Cómo puede ser que los restos del Boeing no aparezcan en ninguna fotografía? Las autoridades militares ¿trataron de ocultar sucesos no revelados? ¿Acaso falsificaron los hechos?
El edificio no fue dañado en profundidad y, aparentemente, sólo la nariz de la nave podría haber cabido en el hueco abierto en el edificio -ver fotos-.
Ningún canal de televisión y ningún fotógrafo independiente estuvo autorizado a tomar imágenes de la escena en los momentos inmediatamente posteriores al atentado. Las fotografías disponibles provienen exclusivamente de fuentes militares y fueron publicadas bajo estricto control. Esta censura primero fue atribuida a los rápidos reflejos del Ejército norteamericano, poco inclinado a dejar que se difundan imágenes que lo presentaban en una posición de debilidad. Pero el estudio de las imágenes contradice a la versión oficial y demuestra que el Ejército no quiso decir la verdad.
La fotografía satelital muestra que el avión no dañó al segundo anillo del edificio. Esto está confirmado por las fotografías tomadas durante los días subsiguientes, después de que demolieran las partes dañadas del edificio y se comenzaran a remover los escombros. A pesar de que el peso del Boeing se hallaba cerca de las cien toneladas, y a pesar de que su velocidad de aterrizaje es de por lo menos 400 kilómetros por hora, solamente la nariz del aparato habría cabido en el hueco formado en el primer anillo exclusivamente. La cabina y las alas debieron permanecer fuera del edificio. Los depósitos de combustible, alojados en las alas, debieron de haberse incendiado. De hecho, este combustible es inflamable pero no explosivo. El aparato perforó la fachada al nivel del primer piso. En las fotos de los primeros auxilios tomadas en el lugar puede observarse que los pisos superiores no han sido afectados. Los cuatro pisos superiores se colapsan poco después. El fuego se produjo dentro del primer anillo y se propagó por los corredores. Estuvo exactamente confinado. Así, la fotografía de Donald Rumsfeld al momento de retirarse del lugar muestra que el fuego no se extendió más allá de la torreta de control del helipuerto. Fue éste el desastre que mató a más de 125 víctimas. En el pentágono trabajan cotidianamente 23.000 personas.
Unas pocas preguntas:
¿Por qué en ninguna de estas fotografías aparece resto alguno del avión?
¿Dónde están las alas? ¿Dónde está el fuselaje? ¿Dónde está la cola del aparato? ¿Dónde está una mínima parte visible del avión?
¿Cómo es posible que un Boeing 757-200 de 100 toneladas impactando al menos a 400 kilómetros por hora sólo deje en el edificio el hueco equivalente al tamaño de la nariz del avión? Y esto sólo en el primer piso, dejando los demás pisos superiores intactos hasta que se derrumbaron aproximadamente media hora más tarde del supuesto impacto.
¿Realmente fue un avión lo que impactó en el Pentágono?
Ese orificio regular es el que dejaría precisamente un misil con cabeza enriquecida con uranio.
¿Cómo es posible que en la filmación de la cámara de seguridad ubicada a un costado, al frente del Pentágono y revisando cuadro a cuadro no aparezca un Boeing 757-200 que medía 47,32 metros de largo, 13,6 metros de alto, y 38 metros de envergadura apreciándose solamente y muy borroso lo que parece ser el ala trasera más bien de un caza o misil?
Además, en una de las tomas se alcanza a ver una especie de aberración del aire a ras del suelo al igual que el disparo de un misil. ¿Cómo puede verse ese detalle y no así todo un Boeing? En el visionado de dicha filmación se puede observar en los cuadros correspondientes a la explosión, y según los expertos, una detonación de choque pero a la vez una que parecía provenir del interior ¿una detonación de una bomba colocada en el interior o la detonación del misil? Pero de todas formas ¿cómo es que se derrumbaron sólo las paredes de un sector quedando el agujero de menos de tres metros antes mencionado?. Por lo tanto, ¿qué tipo de tecnología en armas fue utilizada? ¿Cómo hizo el piloto para llegar al sitio del impacto prácticamente navegando a nivel del suelo? ¿Esta capacitación profesional es la que podían adquirir libremente, con tan poco tiempo de preparación y los conocimientos que les proporcionaron sus instructores los supuestos terroristas?
¿Es posible que quien ostente el poder oculto, ya sea desde el gobierno o fuera de él, pueda llevar a cabo un siniestro plan para sus propios fines a tal punto de realizar un autoatentado de estas características?
El atentado a las torres y al Pentágono, al país más poderoso de la Tierra, provocó sin dudas un avance más acelerado en el proceso del “nuevo orden mundial”. Y quizá, de otros intereses más inconfesables.
EL RASTRO DE LA CONSPIRACIÓN.
SILENCIADOS POR SABER DEMASIADO
El 18 de julio de este año aparecía el cuerpo sin vida del microbiólogo británico David Kelly, que días atrás se había visto en la obligación de declarar en el parlamento: “¿Puede decirme los nombres de los periodistas con los que se ha reunido?”, le interrogó con dureza el parlamentario Andrew Mackinlay. Su objetivo era averiguar si el científico reveló a la cadena BBC que el informe que presentó Tony Blair ante su país sobre la potenciabilidad del arsenal químico de Saddam Hussein –“puede atacarnos en tan sólo cuarenta y cinco minutos”, dijo el premier- contenía datos exagerados que tenían por objeto justificar de cara a la opinión pública la necesidad de atacar a Irak.
La historia previa a aquella comparecencia se escribía en clave de conspiración. Y es que David Kelly, a la sazón asesor científico en cuestión de armas bioquímicas del gobierno inglés, había redactado un informe en el cual se expresaban dudas acerca de la verdadera potenciabilidad militar de Saddam. Kelly había actuado como inspector de la ONU y en su informe descartaba que el dictador iraquí pudiera hacer uso de un arsenal en parte ya inexistente. Pero Andrew Campbell, portavoz del gobierno, le pidió rescribir el texto: “Hágalo usted más sexy”, le dijo. Y es que Blair y Bus necesitaban de ese escrito para ir a la guerra. Kelly no tuvo más remedio que admitir la presión gubernamental, pero no resistió más y confeso a un periodista de la BBC que el informe fue amañado.
Cuatro días después de su comparecencia, Kelly fue encontrado sin vida. Oficialmente, se suicidó, pero extraoficialmente, todas las hipótesis siguen abiertas. No se lo voy a negar al lector: en cuanto tuve noticia de la sospechosa muerte de Kelly no pude más que pensar en que había sido la víctima 17 de una estremecedora trama que comenzó a gestarse poco después de los atentados del 11 de septiembre, cuando sobres rociados con ántrax provocaron una ola de pánico en Estados Unidos.
Mi investigación me ha llevado a conclusiones desgarradoras. Una de ellas es que detrás de aquellos ataques biológicos no hubo ningún terrorista islámico, como en un principio transmitieron las autoridades norteamericanas. Los ataques con ántrax sirvieron a George Bush y a su entorno para convencer a la población mundial de la existencia de un peligro integrista que fue la puntilla que necesitó para iniciar su guerra contra el terrorismo. Sin embargo, según un informe de la Federación Americana de Científicos, los cultivos biológicos de donde salió la sustancia estaban vinculados a las autoridades militares británicas y norteamericanas. Dice así el expediente que obtuve: “El análisis genético del ántrax coincide con el tipo desarrollado en el campo de pruebas de Dugway, en las instalaciones británicas de Porton Down, y Fort Detrick en Estados Unidos durante los años ochenta”. Casualmente, durante esas fechas, el fallecido David Kelly fue director de Porton Down. ¿Acaso el científico muerto sabía el origen del ántrax usado tras los atentados del 11-S? Muy probablemente, ése es uno de los muchos secretos que se llevó a la tumba.
Un total de 16 microbiólogos que podían desvelar el origen del ántrax fallecieron en extrañas circunstancias. Todos ellos o bien estaban ligados al uso y desarrollo de sustancias bioquímicas susceptibles de ser utilizadas como armas, o bien su trabajo estaba encaminado a proporcionar mecanismos para evitar sus efectos.
Un suceso muy parecido al de Kelly se produjo el 16 de noviembre del 2001, cuando se denunció la desaparición de Don Willey, respetado microbiólogo. Su coche fue encontrado junto a un puente próximo a Memphis (Tennessee). Había trabajado en Fort Detrick, la cuna de las armas biológicas de Estados Unidos y de donde habían salido –junto a Porton Down, el centro que dirigió Kelly entre 1984 y 1992- las cepas que contenían las esporas del ántrax utilizadas en los atentados. El FBI dijo que se suicidó. Sin embargo, al día siguiente de su desaparición pensaba viajar a Atenas con su hijo, de hecho, acababa de comprar los billetes. Y un suicida, claro está, no hace ese tipo de planes... Planes que dicho sea de paso también hizo Kelly horas antes de morir, había pensado en dónde pasar unos días al margen de la polvareda que su caso había levantado. “Hay agentes oscuros en este asunto”, escribió en uno de sus últimos mails. Días después de que su cuerpo fuera encontrado, un agente de la policía local de Memphis denunció que las autoridades federales entorpecieron su investigación... Lo que sí se sabe es que Willey había trabajado en tiempos en colaboración con Steve Hatfill, el científico ex empleado de Fort Detrick que fuentes independientes señalan como responsable de los envíos con cartas de ántrax y que curiosamente ya había efectuado con anterioridad trabajos encubiertos relacionados con armas químicas.
El día 21 de noviembre, otro biólogo fallecía en extrañas circunstancias tras haber recibido una extraordinaria paliza en Wilshire (Reino Unido). El caso siguiente sigue sin resolverse. El fallecido, Vladimir Pasechnik, era uno de los científicos más respetado en su campo. Habís trabajado en Biopreparat, la fábrica rusa de armamento biológico. Tras la caída del Muro de Berlín se refugió en el Reino Unido. Quien le acogió fue... ¡David Kelly! Ambos trabajaron en colaboración al servicio del Centro de Guerra Biológica de Porton Down, uno de los dos laboratorios –el otro fue Fort Detrick- que contaban con el ántrax perteneciente a la cepa utilizada en los ataques que tuvieron lugar justo después de los atentados del 11-S. Por cierto... el centro de Porton Down fue privatizado a mediados de los años noventa y en julio del 2002 lo adquirió un consorcio empresarial propiedad del grupo Carlyle, del que es representante internacional George Bush, el padre del actual presidente de los EE.UU. y que se ha convertido en una de las empresas más beneficiadas de los contratos armamentísticos surgidos tras el 11-S. ¿Casualidad? Quizá el secreto de este auténtico rompecabezas se lo han llevado a la tumba los 17 microbiólogos muertos tras los atentados.